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«¡Encallamos!»: navegando por el Paraná, el día de su bajante histórica

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Mientras nos encontrábamos registrando para la revista MU la quema, deforestación y la lucha vecinal para proteger los humedales y el ambiente en San Pedro y Ramallo, el Río Paraná sufrió una bajante histórica que no se registraba hace 77 años. Crónica desde una de las arterias del segundo río más largo de Sudamérica, arriba del bote de un pescador que cuenta sus memorias; las vecinas que añoran el paisaje que ya no está; el rol de los bosques, los pastizales, los humedales (y una Ley que duerme en el Congreso) y la máquina de hacer lluvia.

Por Francisco Pandolfi. Fotos de Nacho Yuchark

Es martes 20 de julio. El clima parece fusionarse perfecto con las amistades que celebran su día a la vera del riacho San Pedro, en el homónimo partido bonaerense. El sol radiante se despoja del invierno como si fuera una tarde primaveral. A simple vista, es ideal para navegar en las entrañas del Río Paraná. Pero no.

A 170 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires se emplaza San Pedro; a 65 más al norte, Ramallo. Hacia allá viajó lavaca para una investigación que se publicará en el próximo número de MU sobre los incendios que siguen propagándose en el Delta del Paraná. Mientras, el proyecto de Ley de Humedales yace estático en algún cajón del Congreso de la Nación. Como adelanto, esta crónica desde la inmensidad del segundo río más largo de Sudamérica que hoy sufre la peor bajante en 77 años.

«¡Encallamos!»: navegando por el Paraná, el día de su bajante histórica
Foto: Nacho Yuchark

Contra corriente

La lancha arranca enérgica, quizá contenta, como quien decide disfrutar el tiempo presente, el aquí y ahora. Sabe, de antemano, que más temprano que tarde la corriente puede cambiar. Botes encallados; raíces de árboles desnudas que no tienen pudor de mostrar su intimidad; vegetación que hace un puñado de días reposaba sumergida en los bordes y hoy está ahí, bien visible, ostentando su porte y su verde color; reflejan la magnífica bajante, aun en zonas transitables.

“En este momento, estamos 10 centímetros debajo del nivel 0 de San Pedro”, cuenta Luciano De Rosa, alias Tarucha, quien maniobra el timón. Taruchas le dicen a las tarariras, pez de agua dulce común en la zona. Luciano pesca como hobbie desde “los seis, siete años”. Nunca vio algo así en sus 50 años:

“El nivel normal oscila por encima entre 1.50 y 1.75 metros; y en años de inundación, entre 2 y 2.20 metros, así que estamos muy abajo de lo habitual”. El caudal que está ingresando al Paraná es un 40% del promedio del último cuarto de siglo.

A lo lejos, en medio de este afluente de 4.880 kilómetros, un pedazo de chapa se vislumbra cada vez más grande. Y más grande. Y más grande. “Es una balsa que usa la empresa Forestadora del Delta”, cuenta Guadalupe Nava, 49 años, de la organización sampedrina Conciencia Ecológica. Por allí, la compañía transporta sus insumos desde la ciudad hasta la isla Barbé. La balsa ocupa menos de la mitad de los casi 90 metros de ancho que tiene el riacho. “Está ahí permanentemente, sin tapujos”, asegura Guadalupe indignada, mientras el municipio y Prefectura juegan a no ver. Con los ojos húmedos, mira al espejo de agua e hilvana el sentir: “Un río seco de vida por la avaricia humana, al que pretenden seguir dragándolo donde ya no queda nada. Solo pienso en volver a nadar en sus aguas, ver pasar a los biguá y escuchar a los ipacás charlotear en luna llena”.

Del lado continental, circunscritas dentro de la línea de la ribera, kilómetros de hectáreas de dominio público natural están alambradas por negocios inmobiliarios, emprendimientos turísticos o intervenidos para entradas a barrios náuticos.

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Foto: Nacho Yuchark

La máquina de hacer lluvia

La bajante nunca había durado tanto: lleva más de 700 días, desde agosto de 2019. Como sello, la mano visible del humano. “La sequía es una consecuencia de un montón de causas. Vayamos a Geografía de segundo año del secundario: ¿quién produce las lluvias? La evapotranspiración de las plantas, en este caso de bosques y pastizales. Se evaporan formando nubes y esas nubes producen las lluvias. Pero, ¿qué pasa si quemaste los bosques y los pastizales? No tenés la máquina de hacer lluvia”, argumenta Kike Sierra, 57 años, naturalista y marino mercante de San Pedro. Hace décadas protege al ambiente y es considerada una de las voces más autorizadas por la comunidad: “Esta bajante afecta a los humedales que no tienen agua, a las lagunas y a la vegetación que se seca. Este es el combustible que necesitan los incendios o las quemas en la isla. También afectan a la biodiversidad, a las ciudades que de allí obtienen el agua potable, a los procesos industriales, como a la navegación de ultramar, ya que el 75% de las exportaciones salen por el Paraná”.

Sauces aniquilados; carpincheras y alisos erguidos implorando que no se prenda un nuevo foco, como los más de 5 mil en el Delta del Paraná en 2021; la figura esbelta de una garza mora; dos biguá viajando hacia al sur, aleteando sincronizados. A un costado, vacas y toros se perturban por el ruido del motor. Al otro lado del lecho, los cerdos ni se inmutan: echados, revolcados, aprovechan al barro que otrora fue agua. Evangelina Romano, 47 años, de Unidos por la Vida y el Medio Ambiente de Ramallo, pone en palabras el presente, que no sólo adjudica a la deforestación del Amazonas: “La disminución de agua no se debe solo a la naturaleza sino a las acciones del hombre que intervienen en la modificación del ambiente, siendo el responsable directo del cambio climático.

El humedal del Delta del Paraná queda expuesto a la modificación del territorio a través de la construcción de terraplenes, diques, vaciamiento de lagunas y sobre dragado del canal. Todo para llevar a cabo tareas agrícolas con agroquímicos destruyendo y contaminando la biodiversidad”.

La lancha ya navega en aguas entrerrianas. La sensación de infinitud se achica a medida que se acerca a los márgenes. Se hace más evidente la merma: se producen olas en las orillas, como si fuera un mar. De frente, la Isla Victores, arrasada el año pasado por el fuego. Detrás, un humo que viene de Baradero, un foco latente. ¡Pum! La lancha frena, de repente. No es un incendio. No esta vez, acá en el medio del Paraná. Estamos lejos de la costa, pero la lancha se encalla igual. El agua cubre tímidamente los tobillos. Hay que remar. Y remar un poco más. Pero no hay caso. Hay que empujar y empujar. Pero tampoco. Hay que empujar desde el agua y remar desde arriba, colectivamente. Así, durante media hora, hasta desencallar.

-Me asusté, tuvimos suerte que había por lo menos un poquito de agua, sino rompíamos toda la lancha-, expresa Tarucha, ya en tierra firme.

Unas horas después, por teléfono, avisa:

-¿Viste que te dije que estábamos 10 centímetros debajo del nivel? Bueno, siguió bajando y ya llegamos a 20.

El futuro llegó hace rato.

Está en nuestras manos revertirlo.

Y no hay tiempo que perder.

Para ná. 

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Foto: Nacho Yuchark

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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