Escritora, directora, maestra de dramaturgia e investigadora teatral, en esta nota repasa y reflexiona sobre su carrera. La escritura como guía, el teatro como causalidad, el exilio como una salida del infierno, la data española y las obras a borbotones que hablan de la realidad, y de las personas. Pistas e inspiraciones para no parar de crear arte. Por María del Carmen Varela.
La niña que estuvo pupila en un colegio inglés de Hurlingham, al principio asustada, se amigó con la situación y decidió disfrutar. La joven que sin haber estudiado teatro se animó a actuar en el emblemático Instituto Di Tella en los años 70. La mujer que decidió exiliarse durante los primeros años de la dictadura, vivió en España y se dejó seducir por el destape español. Volvió y continuó bordando su trayectoria en el ámbito teatral, su trinchera, el nido donde cocina historias y las vuelve obras de arte.
Decir Sí
La primera incursión de Susana en el ámbito teatral fue fruto del azar, aunque ella reflexiona: “No sé cuanto de casualidad hay en lo casual, porque estás ahí en el momento en que se da una oportunidad y en vez de decir que no, decís que sí”. Susana dijo sí. En los 70, había ido con una amiga al mítico Instituto Di Tella a ver una obra experimental, dirigida por el periodista, poeta, dramaturgo y director Mario Trejo. “No eran actores, había artistas plásticos, un obrero metalúrgico, era una experiencia muy interesante y justamente nadie hacía personajes, eran ellos ante ciertas situaciones”. Después fueron todxs a una reunión y allí se abrió el portal teatral en la vida de Susana.
Trejo buscaba una actriz para un reemplazo. “Dijo: ‘a ver ustedes dos, ¿quieren probar un texto?’ Lo probamos y quedé yo porque tenía una voz más potente. A la semana estaba trabajando en el Di Tella. Podría haber dicho que no, me daba miedo y a la vez me parecía fascinante. No había hecho nunca teatro, ni había estudiado teatro, todo eso vino después”. En el Di Tella participó de Libertad y otras intoxicaciones y Señor Frankestein.
Su maestra fue la actriz, dramaturga, directora y docente Beatriz Matar. Susana pensó que la actuación podía ayudarla a expresar su creatividad. “Me gustaba mucho la lectura, escribía, era más bien introspectiva y sentí que el teatro me podía ayudar a sacar más para afuera. Empecé con Beatriz, le agradezco mucho su sensibilidad e inteligencia. Al principio me costaba y decía: yo no vengo más, esto no es para mí. ¿Qué hago acá? Sufría cada vez que tenía que pasar y veía a otras compañeras mías que estaban fascinadas y eran todo histrionismo. Pero ella me decía: ‘muy bien, muy bien, vas muy bien por acá’ y yo seguí y así estuve cuatro años”.
Susana fue la protagonista de la primera obra que dirigió Beatriz, El baño de los pájaros. En la primera obra que escribe Susana, Extraño juguete, actuó Beatriz. Decir sí a la actuación fue el inicio de un camino que le permitió explorar lo teatral desde distintas perspectivas. Participó también en Boda blanca, dirigida por la bailarina, coreógrafa, actriz y directora Laura Yusem. Como dramaturga, Susana escribió hasta el momento más de 40 obras, algunas de ellas estrenadas en Nueva York, Washington, Río de Janeiro, Madrid, Londres, México, Montevideo, Caracas y Praga. También fueron traducidas a distintos idiomas: Susana fue la primera autora argentina que empezó a dirigir sus propios textos.
Del patriarcado a Almodóvar
En el 78 Susana, su pareja de entonces —el psiquiatra, actor, director y dramaturgo Eduardo Tato Pavlovsky— y sus hijos se exiliaron en España después de que su casa fue violentada y sus hijos apuntados con ametralladoras. “Yo no tengo el relato de exilio muy doloroso. Me fui de acá agradecida de que me podía ir. Cuando el avión despegó agradecí la oportunidad y dije: voy a disfrutar todo lo que pueda, porque realmente sentía que me alejaba del infierno”.
En España se respiraba otro aire: el dictador Francisco Franco había muerto en 1975 y el fin de ese largo y oscuro período dio paso a una ebullición social y cultural. Susana empezó a leer a Charles Bukowski y se preguntaba: ¿por qué las mujeres no podemos escribir así? Poco tiempo después escribió Dueña y señora, un libro de cuentos eróticos.
En España también llevó a escena su obra Extraño juguete, dirigida por Norma Aleandro y escribió Y a otra cosa mariposa, obra pensada para ser interpretada por cuatro actrices que encarnan a cuatro varones desde la adolescencia hasta la vejez, atravesados por el machismo. Si bien fue escrita a principios de los 80, tiene absoluta vigencia y se sigue presentando en los teatros locales. “Todo lo que pasa en esas situaciones a diferentes edades es totalmente actual, los comentarios son los mismos: seguimos inmersos en el patriarcado”, dirá Susana.
Durante su estadía en Madrid también hizo el guión y dirección del corto Lina y Tina, filmado con las actrices Lina de Simone y Tina Serrano, también exiliadas, que ganó varios premios en España. “Salí de este infierno para ir al destape español; Almodóvar estaba empezando. Yo no estaba melancólica, yo tomé todo como un estímulo muy fuerte: no paré”.
Vivieron en España dos años y medio, hasta que Tato quiso volver a la Argentina y regresaron. “Yo no hubiera vuelto, estaba muy bien. Había varios artistas: Tina Serrano, Luis Politti, Marilina Ross, Piero, Norma Aleandro, Nacha Guevara”. Una vez acá, se abocó al estreno local de Y a otra cosa mariposa. “Consulté con un par de directoras que yo conocía, porque en ese momento había cuatro o cinco directoras, año 81. Laura Yusem estaba con un proyecto propio y dije bueno, la dirijio yo. No me parecía complicado ni me lo pregunté demasiado”. Otra vez, sí.
Clamores subterráneos
Distinciones nacionales, internacionales, una obra frondosa, Susana incursionó en la actuación, la dramaturgia, la dirección, la docencia y sigue escribiendo, claro: “Todo lo que hice me gustó hacerlo. La escritura es el eje que ordena mi vida, ya sea un guion o dramaturgia. Guía mi modo de existencia y eso es lo que más me gusta, además de haber incursionado por todo eso y mucho más, pero siempre está ahí la escritura”.
Siempre se nutrió de la realidad, de los “clamores subterráneos de la época en que nos toca participar”, tal como lo expresó en una ponencia en 1998 en Montevideo. Un ejemplo es su obra Un domingo en familia, basada en la figura de Roberto Quieto, un abogado y dirigente de la organización Montoneros que fue secuestrado a fines de 1975 en la localidad de Martínez. Su nombre aparecía en el material que Susana investigó para sus obras anteriores, le llamó la atención y puso el foco en él. “Pedi una beca al Fondo Nacional de las Artes explicando por qué me interesaba como personaje para una obra dramatúrgica. Era un hombre que tenía más edad que los otros, era muy familiero, carismático y a medida que voy leyendo más me doy cuenta de que había una confrontación con otra parte de la conducción. Él se daba cuenta de que estaba yendo al abismo, era muy consciente de eso y no podía hacer otra cosa, no podía ni abandonar la lucha ni abandonar a todos los que lo seguían. Era muy querido por la militancia, fue una figura muy importante y yo sé que la mujer le dijo vayámonos a Europa, salgamos de acá y él dijo no, no puedo abandonar esto, no puedo irme. No sé si es así, pero a mí me parece que quedarse todo un día, un domingo en esa playa, una playa pública duante horas… hasta que lo fueron a buscar, y desapareció. Creo que ahí hay algo, como decir no doy más. Me interesó mucho este personaje trágico contemporáneo”.
Susana se define como curiosa, observadora y entusiasta y estas características fueron trampolín para escribir sus obras teatrales. “Me interesa mucho el ser humano, nada me fascina más, con todas sus variantes, me resulta hipnótico. Me gusta escribir sobre lo que me inquieta, y tratar de que eso inquiete también a los otros. He escrito obras sobre los 70 con distinas miradas, escribí sobre las violaciones, la trata, sobre una nota que vi en una revista de un artista vienés, donde pensé que era verdad que se había mutilado y se había sacado una foto y no podía creer y me puse a escribir sobre eso, que es Manifiesto vs Manifiesto. Escribí La fundación, cuando leí en un diario que hay una organización cristiana que distribuía a los hijos de las secuestradas asesinadas. Trato de hacerlo de una manera compleja sin caer en lugares comunes, ni estereotipos para que el que lo ve también se inquiete, piense algo, que no le des todo digerido y no haya nada para masticar, me gusta poder entender la lógica de las afecciones de aquellos que yo condeno, o que tienen una condena social, ya sea un violador, ya sea un represor. En Esa extraña forma de pasión hay una relación de dos represores con una secuestrada en un centro clandestino, sin catalogarlos de monstruos o inhumanos sino acercarlos porque son parte de esta humanidad compleja a la cual pertenecemos. Escribir para mí es una forma de pensar, cuando empiezo a escribir, estoy pensando, no sé muy bien a donde voy, pero dándole vida y cuerpo a esos personajes algo se me empieza a armar”.
¿Cuáles son los temas que te interesan en este momento y te dan ganas de escribir sobre ellos? “Hay muchos temas que me interesan, que me inquietan. Quiero escribir algo sobre la prostitución, tocando el amplio rango de las abolicionistas y las que lo piensan como un trabajo como cualquier otro, las que lo quieren reglamentar. Es un tema que me cuesta pensarlo, por eso creo que tengo que escribir sobre eso. Hay otro tema que me inquieta mucho porque no lo entiendo entonces está bueno que escriba, que es el suicidio. Son temas que me resultan muy inquietantes”.
Una obra sobre dos mujeres que fueron militantes -una de ellas exiliada- se vuelven a ver después de varias décadas y así emergen del pasado situaciones desconocidas para ambas. En esta historia está embarcada Susana. “No estaba en mis planes pero una amiga actriz se encuentra conmigo y me dice ‘¿no tenés algo para dos actrices de sesenta y pico? ’ Le dije ‘no, no tengo nada’ y un día que estaba haciendo tiempo en un bar, de pronto — nunca sabés cómo son los procesos creativos, siempre es un misterio— y no sé por qué me quedó eso sonando, de dos mujeres de sesenta y pico, y me puse a escribir una situación de dos mujeres que fueron en su momento militantes. No tenía la menor idea de que iba a escribir sobre eso, tiré del hilito y empezó a salir y ahora estoy enganchada y la voy a terminar, por supuesto”.
Con los radares siempre activos, incorregible buscadora de historias para contar, Susana asegura: “La vida está llena de disparadores: hay que estar atenta”.