Se reunieron en una obra de teatro producida por Mu Trinchera Boutique para reflexionar sobre este momento histórico, trazar estrategias para la que se viene y recordar con archivo, historias y cariño a sus familiares. Qué dirían los padres y madres hoy. La importancia de testimoniar en los juicios, que continúan. El rol del arte en la vida de estas mujeres, y el lugar de la palabra, del feminismo y del canto, versus las respuestas de inteligencia artificial y los fantasmas del negacionismo.
La sala de MU está a oscuras. Dos mujeres, sentadas en dos sillas sobre un escenario, miran el telón sobre el que se proyecta un video.
La voz en off de un hombre explica las imágenes:
“En el año 81 ya quedaba solo yo ahí. Quedaba algún compañero, pero en la parte de documentación y fotografía prácticamente estaba solo yo. Y ahí, bueno, empiezo a ver dónde podía guardar las fotos. Esconderlas. Y después ver cómo sacarlas. Era una cuestión de observación y, además, no lo podía hacer cuando yo quería. Tenía que ser en el momento preciso. Mi lugar de resistencia real, concreto, era ese laboratorio”.
La voz es de Víctor Basterra y ese “ahí” es el centro clandestino que funcionó en la Escuela Mecánica de la Armada. Se escucha con atención, con sensibilidad y con lágrimas en los ojos. Víctor era obrero gráfico, militante peronista, y el 10 de agosto de 1979 fue secuestrado con su compañera, Dora Laura Seoane, y su hija recién nacida.
Esa hija, María Eva Basterra Seoane, cantora, murguera, escritora, feminista y sindicalista, es una de las dos mujeres que miran este video. La otra silla la ocupa Teresa Laborde, nacida en un patrullero durante el traslado de su madre, Adriana Calvo, hacia el centro clandestino Pozo de Banfield. Ambas -artistas, sobrevivientes- bordan juntas el segundo capítulo del ciclo HIJAS, desde el significado de transformar todo lo que vivieron en arte.
Lo que Víctor nos cuenta fue un acto de un valor tan crucial que quedó en la historia en la construcción de Memoria, Verdad y Justicia en Argentina. Durante su cautiverio, sus torturadores lo obligaron a realizar trabajo esclavo en el área de documentación, dedicada a elaborar documentos falsos para los operativos clandestinos de los grupos de tareas. Por eso, tomó fotografías de los represores, pero también de las personas secuestradas: esas imágenes eran tomadas después de interrogatorios bajo tortura y formaban parte de la ficha individual de cada persona. Por lo general, Víctor hacía cuatro copias de cada documento, y luego las entregaba junto al negativo. Pero Víctor hizo algo más: tomó una quinta copia, sin que nadie se diera cuenta, y las guardó en cajas de papel fotosensible, aquellas que los militares no revisaban durante las requisas. Era cauteloso, metódico, y lo hizo con mucho cuidado. Lo hizo desde una certeza que, a 40 años de la recuperación democrática, cuesta dimensionar: la dictadura no iba a ser para siempre. Y cuando a Víctor le permitieron hacer salidas transitorias, vigilado de cerca para evitar cualquier intento de fuga, hizo lo impensable: logró sacar de ese infierno casi un centenar de esas imágenes, al exterior.
Esas fotos, esos rostros, esos cuerpos y esas miradas, siguen acreditando, de forma irrefutable el horror. Allí están, mirando a cámara, los desaparecidos y las desaparecidas. Víctor también logró fotos de listados, y hasta de los escenarios siniestros de la ESMA, simulando probar un flash nuevo.
Su testimonio y sus pruebas fueron cruciales en el Juicio a las Juntas en 1985, en el que declaró por más de seis horas y quedó inmortalizado en una crónica de Jorge Luis Borges, quien escribió: “He asistido, por primera y última vez, a un juicio oral. Un juicio oral a un hombre que había sufrido unos cuatro años de prisión, de azotes, de vejámenes y de cotidiana tortura. Yo esperaba oír quejas, denuestos y la indignación de la carne humana interminablemente sometida a ese milagro atroz que es el dolor físico. Ocurrió algo distinto. Ocurrió algo peor. El réprobo había entrado enteramente en la rutina de su infierno”.
Víctor murió el 7 de noviembre de 2020. Por eso, desde el video que se reproduce en esta sala llena, emociona hasta las lágrimas: “Algo que quisieron hacer los milicos es cortar el hilo de la historia, dejarlo en pedacitos anecdóticos. Entonces nosotros lo que hemos hecho, los sobrevivientes, es atar unos pedacitos de la historia para que se vea que todo es de un mismo lugar. Yo siempre digo que la historia no se repite: se repiten las intenciones”.
Las luces se encienden.
Los aplausos abrazan.
Y la charla entre Teresa y Eva comienza.
El horror estuvo acá nomás
TERESA: “No se repite la historia, se repiten las intenciones”. A veces me preguntan qué estaría diciendo mi madre hoy. ¿Qué diría tu padre sobre lo que está pasando?
EVA: Están pasando cosas que nos llevan a pensar que, más que negacionistas, estas personas son las reivindicadoras de la dictadura. Sí son negacionistas de los 30.000. Mi viejo contaba que, cuando lo liberan, le dicen: “Cuidate porque los gobiernos cambian, pero la comunidad informativa (en relación a la estructura de los servicios de inteligencia) queda. Bueno, me parece que eso no desaparece. Eso siguió tejiendo, y está a la vista cómo se ha fortalecido.
TERESA: Hay otra frase tuya, que es como si lo hubiera pensado yo porque nos criamos en ámbitos bastante parecidos: “Si hay algo que nos enseñaron nuestros viejos fue a construir desde lo colectivo. Gracias por esa enseñanza, que es la que nos salva”. ¿Qué representa para vos hoy esa enseñanza?
EVA: Esa es la clave hoy. Siempre construí desde mi arte, y desde espacios colectivos y horizontales. Empecé a militar en los 90 en Patria Libre. Todas son grupalidades colectivas, pero el verticalismo me cuesta un montón, porque hay ciertas cuestiones que una tiene que acatar. Por eso, saber construir desde la horizontalidad es todo un laburo, todo un aprendizaje y no es fácil porque tiene que ver con el consenso, la opinión de la otra persona. Mis viejos me enseñaron que eso es lo mejor, no cortarse solas sino juntar manada, hacer red y avanzar siempre sabiendo qué es “lo que no”, porque “lo que no” hay que tenerlo claro. “Lo que sí”, vamos viendo.
TERESA: Fuiste secuestrada junto a tus padres. Te llevaron a la ESMA, eras una bebé: tenías dos meses y amenazaron con darte picana delante de tu padre. También testimoniaste en los juicios por lesa humanidad, y no hace veinte años, sino hace seis, estando embarazada. Y dijiste esta frase: “Soy feliz de ser parte de este momento histórico donde tenemos voz los hijos, las sobrevivientes. No tenemos que olvidar, no tenemos que perdonar, no tenemos que reconciliarnos. Quiero que estos milicos tengan suficiente vida para que se pudran en la cárcel”. ¿Por qué es tan importante verlos en cárcel común? A mí me lo preguntaron mucho después de Argentina, 1985, por el efecto que generó, pero está bueno que lo cuentes también vos.
EVA: Que eso ocurra es importante porque implica que no fue una guerra, sino que hubo terrorismo por parte del Estado, y porque así se reconoce que fue un genocidio, que hubo gente clandestina, desaparecida, que no se sabe dónde está, y por eso es importante que la justicia pueda dar cuenta. Siempre pienso en los y las sobrevivientes, que cuando apenas se declara el Juicio a las Juntas, lo que se decía no era “che, qué bien, son los testigos vivos de este horror”, sino: “Che, estos están vivos por algo”.
TERESA: Por algo se los habían llevado y por algo los habían soltado.
EVA: Fue importante poder lograr una justicia donde los tipos no estén en sus casas, o no tengan a la justicia militar juzgándolos y teniéndolos en lugares cómodos, sino que diga: “Vos no tenés que tener privilegios porque nuestros compañeros y compañeras nos lo tuvieron”. Fue algo de justicia para todos y todas que pasaron eso, y que pusieron el cuerpo después de haber pasado por ese horror. Y se la bancaron, escuchando esas dudas de sus supervivencias, pero siguieron adelante no solo acá, sino en el mundo, y sentaron un precedente a nivel internacional. Me parece que la justicia sirve para que no vuelva a pasar: “Acá no”. Por eso, para los reivindicadores de la dictadura, acá ya está todo dicho: acá hubo un genocidio, crímenes de lesa humanidad, no hay que discutir más nada. Pero es como querer volver a un lugar donde la historia ya se hizo y se ha pronunciado.
TERESA: No es nada fácil dar testimonio. Hay que repetir detalles, acordarse datos, nombres, los lugares, y sin embargo lo seguimos haciendo una y otra vez. ¿Por qué crées que sirve testimoniar?
EVA: A mí me siguen preguntando, pero bien, por qué los largaron. Creo que dar testimonio, y saber que la decisión de la vida y de la muerte estaba en manos de los milicos, es seguir contando lo que pasó y el horror, que había una supresión de absolutamente todo en la libertad de las decisiones. Me parece que el testimonio escribe la historia, y eso hizo mi viejo, con las fotos que sacó, que fue un caso particular, porque tenía en 1985 el material ahí, en sus manos, de quiénes habían estado y quiénes habían desaparecido. Era una prueba irrefutable. Es un testimonio que, cuando las cosas arden, con más razón hay que seguir contando. Volver a pasar por el cuerpo, volver a pasar por por la memoria, y volver a repetir, porque me parece importantísimo no olvidarse esto: el horror estuvo acá nomás.
TERESA: Acá nomás. Lo atravesamos con el cuerpo: no fue una minoría, no fue algo chiquito, fue algo intencional. Y la memoria sirve para ver lo que pasó, pero también para entender cómo llegamos a este momento.
EVA: Y el arte también testimonia.
Por eso, Eva pide cantar a capela una canción de Jorge Fandermole, llamada Canto versos. Se hace un silencio. Luego de escuchar a Víctor, de entender el valor y la épica de su testimonio, que Eva misma estuvo en ese horror y que también lo testimonió, su voz -tan clara, tan dulce, tan amorosa- es un abrazo de esperanza. De Nunca Más.
“Si pienso en algo para decir / si pienso en alguien por quien viví / si casi nada se tiene en pie / y este segundo ya se nos fue / si en la mirada dura un fulgor / atravesando tanto dolor / yo canto versos de mi sentir / y los condenó a sobrevivir. / Donde parece el sol no alumbrar / donde se muere de soledad / en lo más hondo de esta quietud / donde ocultó la sangre la luz / donde agoniza un ángel guardián / y se nos pudre el agua y el pan / yo canto versos del corazón / y los enciendo en una canción. / Canto, canto / tan débil soy que cantar es mi mano alzada / y fuerte canto, canto / no sé más que hacer en esta tierra incendiada si no cantar”.
El río y la justicia social
Las luces de la sala se apagan y se reproduce otro video. Es un fragmento de una entrevista a Víctor realizada por Marcelo Brodsky, artista y activista. Su hermano Fernando fue uno de los fotografiados por Víctor durante su secuestro en la ESMA.
Fernando sigue desaparecido.
La entrevista es del 2006, a 30 años del golpe, sobre la costa del Río de la Plata, donde miles de seres humanos fueron arrojados vivos en los vuelos de la muerte, y en el lugar donde se estaba construyendo, en ese entonces, el Parque de la Memoria.
Pregunta Marcelo: “Me parece necesario trabajar en el río como símbolo. Y me pregunto si esa identidad que tenemos, de ser rioplatenses, está marcada definitivamente por esas muertes. Me pregunto, cuando un padre de nuestra generación o más joven acompañe a su hijo por esta costanera, cómo va a abordar el tema de que hayan tirado a la gente aquí, puesto que este Parque va a ser un lugar de memoria donde se va a aprovechar, posiblemente, para tener un diálogo con los hijos. ¿Cómo pensás vos, como testigo, que se va a contar eso para nuevas generaciones?”.
Responde Víctor: “Es complejo, ¿no? Porque si no hubiera un ejercicio de la memoria por parte de una franja pequeña, pero muy consistente y muy cabeza dura, esa pregunta no existiría. Creo que está relacionado con la lucha por la memoria, por reivindicar determinados valores. Creo que está emparentado también el crecimiento de una sociedad con este río, pero también la destrucción de esta sociedad por este río. No por este río en sí, sino por las herramientas que significan esos tipos, los militares, que eran herramientas de grupos poderosos que después establecieron las políticas que estamos viviendo actualmente. No fue un grupo de locos que se les ocurrió tirar la gente al río, eran herramientas de una política destructiva de determinados valores de solidaridad, compañerismo, en pos de establecer sus ambiciones, sus intenciones. Entonces, sobre la pregunta de cómo lo contaría, creo que tendría que relacionar todos los elementos, no digo de toda la historia, pero sí por lo menos de los últimos 40 años, de cómo se fue estableciendo paulatinamente en la Argentina, por un lado, una idea de justicia social, y por otro lado, una idea de destrucción de quienes pedíamos la justicia social”.
Las palabras de Víctor parecen dichas ayer.
El tren Eva
TERESA: vos también sos escritora y acabas de ganar un concurso que se llama Ellas no fueron contadas con un relato que se tituló “Eugenio”. ¿Quién es?
EVA: Eugenio era el nombre de guerra de mi mamá. Y es la historia de ella. Hace un tiempo que vengo reivindicando a mi mamá y a las madres de mis compañeras y compañeros. Son compañeras que se han quedado maternando, incluso habiendo sido secuestradas, pero es una parte también de la historia que se les debe. Se quedaron con sus hijas, muchas de ellas solas. Otras, con miedo absoluto, mudándose. Es un homenaje a ella y a todas las madres de mis compañeras que tenían que escaparse permanentemente, inventarse una historia con la cría. Y también fueron madres coraje creando un mundo de amor y contención para que a sus hijes no les pase nada. Lo que hizo mi viejo fue épico, pero para que pudiera ir a todos los juicios estuvo mi mamá bancando la parada en la casa.
TERESA: Siendo adolescente también componías canciones y hay una que grabó León Gieco que se llama “Bichito de luz”. ¿Sabía que eras vos cuando la eligió?
EVA: No, y nunca se lo pude decir. Fue en el 96. Era una canción que tenía ahí, como dando vueltas, sobre los chicos de la calle. Tenía 16 años. Y aparece un concurso que se llamaba “Ponerle letra a los famosos”, de UNICEF. Fuimos nueve ganadores, y yo mandé una carta diciendo que si elegían la canción, quería que la cantara León. Bueno, al año me llega una carta diciendo que León había elegido mi canción. Después, con mi banda de cumbia también la hicimos, pero en versión cumbia.
TERESA: ¿Qué bandas tuviste?
EVA: La primera se llamaba Les Minon, una banda de cumbia de mujeres en el año 2000. Éramos todas integrantes de una murga rioplatense que se llamaba Tocando Fondo, y para un cumpleaños nos juntamos a hacer algo para acompañar y seguimos. Fuimos la primera banda de mujeres en La Plata que hacía cumbia, aparte. Trascendimos como 18 años. En el medio, en 2002, se formó una murga que integro actualmente: se llama La Gran Puta y es una murga de mujeres lesbianas y coso, porque tenemos un redoblantista que se autopercibe “coso”. Hace 21 años que seguimos, hasta tocamos en la ESMA.
TERESA: ¿Qué significa ser parte de una murga de mujeres?
EVA: Para nosotras es un espacio de resistencia absoluto. En todo sentido. Por un lado, la murga, en su origen, tiene un origen rebelde y contestatario. Por otro lado, como feminista, no puedo dejar de observar, con amor, que hemos logrado poder persistir como un grupo humano donde todo el tiempo está el prejuicio de que “se juntan las minas y hacen quilombo”. Somos quince . “¡Qué va a haber una murga de mujeres!”, nos decían, bien machista. Bueno: pasaron 21 años y seguimos. Es súper valioso, porque en 2002 no hablábamos de feminismo. No había esta conciencia, si querés. Entonces, para mí, es súper importante esa mecha y esa semilla que se plantó, y pudimos sostener ese espacio, con todo lo que implica tener una familia de quince personas: cada una es una persona con sus descendientes, sus compañeros, sus compañeras. Los horarios, los esfuerzos, los viajes, las ideas, las orientaciones políticas e ideológicas que confluyen. Es un nido, un lugar absolutamente político. Somos súper conscientes de esas diferencias, y desde ahí buscamos las igualdades, los comunes, para salir a cantarle al mundo.
TERESA: Dijiste que tocaste en la ESMA. ¿Qué opinás de los centros clandestinos recuperados?
EVA: Bueno, lloré la mitad del día. Las chicas me decían, “vamos a la exEsma”, y yo les decía: “No: es la ESMA”. Para mí fue terrible la transformación que hicieron con la ESMA, porque eso de poner lindo un espacio donde hubo compañeros y compañeras que vivieron un espanto, me parece que no da cuenta de lo que había realmente ahí, en ese espacio espantoso. Es importantísimo que se recupere y que la gente sepa que ahí funcionó un centro clandestino en pleno centro de Núñez, pero la intervención le resta contundencia.
TERESA: Si vas a la ESMA sabés a qué vas, ¿para qué ponerle banderines de colores? Entiendo a los hijos que lo quieren hacer y que obviamente trabajan ahí, que no van a estar en un lugar todo lúgubre, pero reacondicioná solo tu lugar de trabajo. De todos modos la ESMA tiene su recorrido, pero una vez me dijeron de ir a tomar una cerveza en el bar porque había la proyección de una película. ¡No, la voy a vomitar!
EVA: Un amigo me dice: “Es lindo el paseo ese”. ¿Lindo? Me genera contradicción. Es raro, y es complejo.
Eva canta otra canción. Ahora es “Como un tren”, de León Gieco, porque le encanta y dice que tiene una fuerza que la emociona. Esa misma fuerza es la que contagia Eva en la sala, que de nuevo hace silencio, porque lo que está ocurriendo es un acto de verdadera belleza.
Soy como un tren que atraviesa
las tempestades camino al sol
llevo la marca de todos
estos tiempos libres o de encierros.
Soy como un tren que cruza
tormentas y va camino al cielo
y me detengo cerca o lejos
en el lugar donde quiero.
Tengo el corazón desnudo en mí
pero pienso vestirlo con tu amor.
Tengo una canción que empieza en mí,
solo busco que termine en vos.
Como un milagro la lluvia
me dio el arcoiris y el agua el río.
Yo por amor doy la vida
porque de amor mi vida un día nació…
La palabra de las hijas
Durante la charla, así como se proyectaron los videos citados también se mostraron fotos y resultados de búsquedas de Google a partir de los temas que se hablaban: notas periodísticas, imágenes, páginas web sobre los juicios de lesa humanidad. En cada encuentro, un segmento se dedicó a pensar los flujos de información en esta época, y por eso, abrimos el Chat GPT, una de las aplicaciones de inteligencia artificial más difundidas este año, muy utilizada para buscar información de forma veloz. A diferencia de las búsquedas tradicionales en buscadores como Google, las respuestas sorprendieron.
Por ejemplo, al escribir en el Chat “¿Quién fue Jorge Rafael Videla?”, la supuesta inteligencia devolvió: “Jorge Rafael Videla fue un general del Ejército Argentino que gobernó como presidente de facto de Argentina desde 1976 hasta 1981 como parte de una junta militar que tomó el poder en un golpe de Estado. Durante su gobierno Argentina vivió un período oscuro conocido como la guerra sucia, o ‘dirty war’, en el que se llevaron a cabo violaciones sistemáticas de los derechos humanos incluyendo detenciones ilegales, torturas desapariciones forzadas y asesinatos de miles de personas que eran consideradas como opositoras políticas o subversivas”.
TERESA: “Guerra sucia”. Preocupa. Hay que tener cuidado porque los chicos hoy estudian con eso. A ver, preguntemos al chat GPT por mí: quién es Teresa Laborde.
Respuesta de GPT: “Hasta donde llega mi conocimiento, que tiene una fecha de corte en septiembre de 2021, no tengo información sobre una persona llamada Teresa Laborde que sea ampliamente reconocida o famosa en ese momento”.
TERESA: Preguntemos ahora quién fue Víctor Basterra.
Respuesta de GPT: “Víctor Basterra es un nombre que puede referirse a varias personas en el mundo y la identificación precisa de quién es Víctor Basterra dependerá del contexto específico en el que se menciona el nombre. Sin embargo, uno de los individuos más conocidos con este nombre, es Víctor Basterra, un argentino que fue detenido y desaparecido durante la última dictadura militar en Argentina que tuvo lugar entre 1976 y 1983. Fue un fotógrafo y miembro del Ejército Argentino que fue detenido en 1977”.
En este momento, la sala quedó en silencio, sorprendida. También indignada. La referencia de Basterra como “fotógrafo y miembro del Ejército Argentino” marcó un detalle sutil y macabro del alcance de la inteligencia artificial. Como Teresa y Eva mencionaron, ya en democracia y durante los testimonios en 1985, los sobrevivientes padecieron la duda sobre sus destinos: además de soportar los secuestros y las torturas, muchos debían explicar por qué seguían vivos. Víctor llevó esa cruz, y hasta llegaron a vincularlo con sus represores. Pero el infierno de Basterra se extendió aún en democracia, porque era vigilado de cerca por su torturador. Por todo esto, el detalle que reveló el chat no pasó como uno más.
TERESA: A nosotras la inteligencia artificial no nos reconoce, podríamos decir que nos está haciendo desaparecer. Pero hay que responderle, hay que corregirlo, porque esta máquina se alimenta de información. Y está diciendo cualquier cosa. Mi madre decía: “Los malos ganan cuando las buenas y los buenos no hacen nada para impedirlo”. Está en nosotros saber que estas herramientas ya están en manos de muchos pibes que votan, y tenemos que hacer algo, porque esperar una solución de arriba no es opción. Eva, ¿qué te gustaría que diga de vos?
EVA: Que soy cantora y feminista. Es un arma de doble filo, y hay que pensar los lugares donde los chicos hoy sacan la información. Hay mucha circulación en redes sociales, donde todo se resuelve ahí, y eso desconecta mucho. Milei construyó mucho de su campaña ahí, en un público muy adolescente. Esa cosa del rockero malo. Tenemos que pensar cómo hacemos para que nosotras, nuestra generación, bajemos un poco más al cuerpo las cosas, que no queden tan en la nube, que además dura tan poco, y nunca queda nada. Tiene que aparecer esto de lo analógico, en el sentido de poder charlar, de poder estar. Hay que hablar con la gente, con los pibes. Volver a reivindicar la palabra. Y valorizarla.