Coreógrafa, docente y bailarina, fue la invitada al segundo encuentro del ciclo Mujeres que hacen teatro. Una entrevista-homenaje que repasa su carrera, desde el comienzo hasta su actual rol como directora de la Compañía de Danza de la UNA. En el medio, la creación de El Portón de Sánchez, sus giras por todo el mundo y sus enseñanzas y aprendizajes sobre el cuerpo, el movimiento, la docencia y las posibilidades del arte. Lo que falta: una ley de la danza.
Texto: María del Carmen Varela
Fotos: Sol Tumi
Llega acompañada de ex alumnas y colegas que sostienen un gran ramo de flores para entregarle a la Maestra al final de la entrevista-homenaje.
Eso dice mucho de Roxana Grinstein, esta mujer que se formó en Argentina y vivió un año y medio en Estados Unidos, donde estudió con la célebre bailarina y coreógrafa Martha Graham y con el bailarín y coreógrafo Merce Cunningham. Grinstein trabajó con varias compañías nacionales e internacionales y llevó sus obras a distintos escenarios locales, también a Islandia, Suiza, Austria, Italia, Alemania, España, Mozambique, entre otros. Ganó premios nacionales y el Premio Coreográfico Suzanne Dellal Centre de Tel Aviv. Trabajó además junto a directores de teatro y de ópera, y para los Teatros Colón y San Martín, entre tantos otros.
Actual directora de la Compañía de Danza de la Universidad Nacional de las Artes, Roxana formó a toda una generación de bailarines y bailarinas que aprendieron a luchar por sus derechos y a abrazar la danza como profesión y como bandera.
Esas generaciones que ahora le agradecen con un ramo de flores.
La danza en movimiento
Bailar es poner el cuerpo. Un cuerpo en movimiento es un cuerpo que sueña, un cuerpo que lucha. ¿Qué pueden lograr muchos cuerpos en movimiento? “El placer kinético es algo natural del ser humano, es ancestral. Los pueblos se manifestaron siempre moviéndose”, comienza.
Roxana Grinstein repasa su recorrido en el ámbito de la danza contemporánea, desde que abrió su estudio en el año 1982, hasta el año 2000. Desde entonces dirige junto a su compañero, el actor y director Roberto Castro el teatro El Portón de Sanchez, un espacio que se ha convertido en garantía de calidad de las obras que transitan su cartelera. “Cuando lo abrimos era difícil –cuenta Roxana– una de las peores épocas, para entonces no habia Proteatro ni Prodanza, ni el Instituto de Teatro. Lo abrimos con una gran pulsión y una gran pasión, después sí vinieron los subsidios. Gestioné la ley del Gobierno de la Ciudad. En ese momento todo era de mucha ebullición porque era la época en que se estaba armando Proteatro. Entonces dijimos: ¿por qué no nos ponemos también nosotros a amar eso?”.
La Ley Nacional de Danza sigue pendiente. Junto a la bailarina, coreógrafa y docente Margarita Bali en los 90 e presentaron un proyecto al entonces secretario de Cultura de la Nación, Pacho O’Donnell, quien dijo: “Tenemos una deuda con la danza”. Al día de hoy, esa deuda sigue sin saldarse.
En agosto se realizó en el Centro Cultural Kirchner un acto de apoyo a la ley del que participaron más de 1.500 personas. “Cuando nos empezamos a juntar para tratar de armar lo que ahora es Prodanza éramos contados con los dedos de las manos. Últimamente veo la cantidad de gente que ahora está impulsando nuevas leyes. Que de esos diez de los comienzos finalmente se haya llegad a reunir una cantidad enorme de gente que está trabajando por esta gestión, me parece una maravilla. Me resultó muy emocionante ver esa diferencia numérica”, se alegra Roxana. ¿Qué falta para que salga la ley? “Voluntad. La ley está con una forma u otra, todo eso es conversable, discutible, modificable, lo que hay que tener es la voluntad para que esto pueda estar, sobre todo pensando que hay una ley de la música, la ley del cine, la ley del teatro y por algún motivo no tenemos una ley nacional de danza”.
Roxana forma parte de CoCoA Datei, Coreógrafos Contemporáneos Asociados Danza–Teatro Independiente, organización que desde hace casi 26 años busca profesionalizar la danza independiente. Organizan festivales, ciclos, eventos y capacitaciones. En el marco de la reivindicación del trabajo de bailarinas y bailarines, Roxana apunta a la falta de contrataciones directas: “Me parece que es también una bandera que tenemos que empezar a trabajar y es por qué los teatros no tienen contrataciones directas para coreógrafos y bailarines como sí las tienen para los actores y los directores. Los subsidios son algo más pero también están estas posibilidades de laburos, esto también sería importante. Lo dejo picando para las nuevas generaciones porque yo ya me estoy cayendo de los renglones, así que considero importante que los bailarines sean contratados como bailarines”.
Avanzar entre las fisuras
Una niña callada, así era Roxana en sus primeros años. Cuesta hoy imaginársela de esa manera, pero aclara que el terror a hablar se transformó en otra forma de lenguaje: “No parece, pero me costó, entonces elegí el lenguaje del movimiento, justamente como una manera de expresarme. La palabra es para mí un lugar difícil, entonces me aboqué al movimiento que es donde me siento que estoy en mi salsa. Por eso abracé este lenguaje desde desde muy chica”. Una anécdota de la infancia marca un rasgo importante de su personalidad: en un acto del jardín de infantes tenía que atravesar un aro forrado con papel como parte de una coreografía. El papel era resistente así que le costó unas cuantas idas y venidas hasta que decidió rasgarlo con su dedo y finalmente apareció para dar su show. “Ahí entendí las estrategias para la resolución de los problemas y a partir de ahí, es así: pongo el dedo, hago una pequeña fisura y avanzo”, dice.
No seguir lo indicado por la maestra y optar por la improvisación fue lo que la enojó e hizo que se alejara durante un tiempo de la danza. Pero volvió. “Empecé a estudiar expresión corporal con María Fux, que falleció hace poco, y empecé a sentir que necesitaba algo más. Recuerdo que sentía que me tenía que sostener y por lo tanto necesitaba un músculo. Empecé a tomar clases de danza para fortalecer eso que necesitaba que me sostuviera y a partir de ahí no paré nunca”.
Su primera coreografía fue en la secundaria del Normal 6. Roxana estaba en 4° año y para despedir a las alumnas de 5° organizaron una fiesta y ella armó la coreografía que bailaron sus compañeras. De ese momento rescata la importancia de acceder a un escenario en la escuela. “Para mí fue muy importante”. Años más tarde volvió al Normal 6: “Veía ese escenario y dije ¡guau!, este fue el primer escenario que yo pisé, lo primero que hice como coreógrafa. Qué importante es que todos los alumnos de escuelas secundarias, aunque no se dediquen al arte, puedan pisar un escenario: es tener idea de lo que pasa con el arte. Esa manera absolutamente casual me ayudó un montón para encontrar mi camino”.
Si bien Roxana estudió con muchxs maestrxs de aquí y del exterior, reconoce a una mujer en particular como su “maestra del alma”. “Me siento sumamente marcada por Ana Itelman a nivel creativo”, afirma sobrela pionera de la danza contemporánea en nuestro país. Nacida en Chile en 1927, a los dos años de edad Itelman se instaló con su familia en Argentina, influenció con su método de composición el ámbito de la danza y el teatro y tuvo una fructífera trayectoria profesional. Se quitó la vida en 1989, a los 62 años.
El sonido del corazón
La docencia es una pasión que Roxana cultiva día a día. Cuando comenzó la escuela secundaria, le enseñaba a lxs alumnxs de la primaria. Colocó el cartelito de apoyo escolar en la tintorería. “Tenía un montón de alumnos, toda la vida enseñé. Me encanta enseñar sea lo que sea. Me pedís una receta de cocina y te voy a enseñar lo que yo sé. Me gusta dar, por eso me gusta cocinar, me gusta preparar para el otro. Es algo que me produce un gran placer y también me produce un gran placer no retener al alumno, me encanta que el alumno se me despegue, no tengo ningún problema, los veo crecer, los veo irse. La docencia ha sido para mí un eje muy importante, me ha gustado y siento desde muy pequeña que lo puedo hacer”.
La bailarina, coreógrafa y docente Laura Figueiras –quien estuvo presente en la entrevista-homenaje– conoce a Roxana desde que salió del colegio secundario. Ella fue su maestra de Composición Coreográfica y de Técnica en la Universidad Nacional de las Artes. Dice: “El encuentro con Rox fue determinante en mi vida y en mi visión. Ella me forjó una mirada muy particular sobre el ejercicio de la profesión. Una mirada de suma responsabilidad, de coherencia ética, de compromiso. Es una persona que tiene tantas aristas; su aspecto artístico de enorme talento en su labor coreográfica, pero también tiene su aspecto dentro de la gestión pública. Rox fue mi directora dentro de la Compañía de Danza de la UNA, y eso también me hizo conocerla como gestora. Se maneja con altos niveles de compromiso y sensibilidad, una vocación de servicio muy grande, con solidaridad. Yo me considero ‘hija’, en línea directa con su visión de las cosas. Es mi maestra de la vida”.
En cuanto a la composición coreográfica, Roxana comenzó a ponerla en práctica de manera profesional en los 80 y creó más de una veintena de obras. Destaca que para realizar una coreografía hay que tener en cuenta el espacio, el tiempo y la dinámica o energía: “Dónde bailo, el tiempo en que lo bailo y cómo lo bailo”, esas son las herramientas básicas. Luego: “Cada persona va a armar su coreografía de acuerdo al universo que se plantea. En mi caso, lo visual es lo más fuerte, ideas que tienen que ver con la espacialidad, con la imagen. A partir de eso voy construyendo una realidad”. Forma parte de su método personal lo que ella define como una “limpieza quirúrgica”.
¿En qué consiste? “Tengo una idea y empiezo a limpiarla como un cirujano que abre para ir exactamente a ese lugar, entonces voy limpiando, ¿por qué se me ocurre esto, qué quiero decir, qué es lo que me atrae?, y a partir de esa limpieza voy acercándome a lo que yo quiero. El coreógrafo Nikolais Alwin decía que hay que leer el propio material. Arrojás tu inconsciente al escenario pero después eso te va dando una lectura y esa lectura te va agarrando de la mano para continuar. Me encanta esa imagen: yo tiro algo y siento que me lleva, es medio esotérico. Cada obra tiene un lenguaje para ser contada”.
Durante la entrevista se proyectan fotos de algunas de las obras de Roxana: Unos varios desvariando, Cenizas de tango, Cuatro paredes. También de Reverberancias, obra que se bailó en el Teatro San Martín y ganó un premio en Israel y El Escote, que fue invitada a varios festivales europeos y mereció premios nacionales e internacionales. También dio nombre a la compañía de danza de Roxana. Tanto El Escote como Reverberancias son calificadas por Grinstein como “obras bisagra”. Se ven fotos de su obra Lub Dub, título relacionado al sonido onomatopéyico que hace el corazón: por cada latido, emite dos ruidos separados por un silencio. Eso lo leyó Roxana mientras ayudaba a su hija con Biología, y le sumó la idea surgida luego de escuchar un casete que enseñaba las tablas de multiplicar a lxs niñxs. “Me pareció terrible y me empecé a cuestionar la educación. Me puse a pensar en lo que llamé las pequeñas indignidades de la vida cotidiana. La obra tiene un lenguaje muy contemporáneo, le puse zapatillas de punta a la coreografía por esto de meterse adentro de algo que te aprieta, te molesta”. Otra de sus obras recordadas es El destino que usted intenta alcanzar se encuentra momentáneamente bloqueado. Cuenta Roxana: “esta frase te la decía la operadora del teléfono cuando querías hablar con alguien y yo pensaba: no quiero ningún destino, yo solo quiero hablar por teléfono: son estas cosas que me conmueven, me llaman la atención y empiezo a preguntarme por qué”. Desde esa inquietud, el arte, la danza.
“Es como un bordado fino, no se hace industrialmente”, definirá Roxana a este, su arte. “Tiene algo de lo ancestral, de lo manual. Creo mucho en el encuentro de los cuerpos”.
¿Qué te dio la danza y qué le diste vos?
-La danza me dio absolutamente todo, pero todo lo que me dio me lo dio porque yo también se lo di, es mutuo. Yo estoy donde estoy, soy quien soy porque hice lo que hice.
¿De qué hablamos cuando hablamos de danza contemporánea?
-Los límites están muy borroneados. El clásico tiene una forma muy reconocible, después empezó la danza moderna y después lo contemporáneo, que tiene que ver con el cambio constante. Algo que es contemporáneo está en movimiento continuamente y creo que esa es la mejor manera de definirlo. Algunas veces está muy combinado con alguna gestualidad del teatro, también últimamente de la plástica. Eso es lo contemporáneo: algo que está en continuo movimiento.