Tres reconocides artistas armaron un taller de canto “a la olla” dirigido a personas trans, travestis y no binaries. Así lograron conformar un grupo que hace de la identidad una voz colectiva que va mutando y comienza a presentarse en vivo. ¿Cómo se relaciona la voz con la identidad? ¿Por qué hacen falta espacios específicos para las disidencias? ¿Las voces son siempre las mismas? ¿Por qué cantar es un conjuro? De la formación técnica al compartir en grupo, apuntes y reflexiones sobre “esa guitarreada que nos fue negada siempre”. Por María del Carmen Varela.
En papelitos recortados a mano cada une escribe su nombre, su pronombre —o pronombres—y con cinta de papel se lo pega sobre la ropa. Este es uno de los rituales con los que se inicia desde abril el Taller La Voz Mutante, un encuentro para voces trans, travestis y no binaries que transcurre dos jueves al mes de 18 a 20 horas en el espacio cultural MU Trinchera Boutique, la casa de la Cooperativa Lavaca. Otro aspecto de la ceremonia del canto es el armado de la ronda. Para ir calentando la voz, la vocalización incluye palabras como amicha y reír y esto es síntoma de lo que se respira en el taller. Dos horas para que las voces confluyan en un ramillete de canciones especialmente elegidas. Cada voz cuenta y juntas logran que las paredes retumben de belleza con cada melodía. Ferni, Leo y Lara están a cargo del taller. Les tres se juntaron en noviembre del año pasado para empezar a pensarlo, y en febrero de este año volvieron a reunirse para poner fecha y lugar. Ferni: “Nos parecía interesante hacerlo desde la autogestión y que sea abierto a toda la comunidad travesti, trans y no binarie”.
Como profe de canto, Leo sabe la importancia de sentirse a gusto a la hora de asistir a un taller de canto. “Muchas veces pasa que hay personas que no encuentran un espacio donde sentirse cómodes no solo porque no se respetan sus pronombres o formas de dialogar sino también en relación a la voz como parte de esa identidad”. ¿Qué aspectos involucra la voz? “Es un tema súper sensible, la voz es una presentación ante los demás y es parte de nuestra identidad. Se nos identifica por cómo hablamos y por cómo cantamos también, y hay un juicio de valor siempre puesto: qué linda voz, qué bien que canta, o qué voz de pito, qué voz de camionero o qué desafinada. Hay pocos lugares en donde todos esos juicios de valor se corran y el foco esté puesto más en el disfrute, en la plenitud, en poder canalizar un montón de cosas desde otro lugar y no solo desde la palabra hablada, sino venir y cantar y poner la voz en esa posición de disfrute, sin tantos tapujos ni presiones. También encontrarse con pares, con personas que estén en la misma: nosotres como docentes estamos en constante aprendizaje”.
Al primer encuentro, en el mes de abril, concurrieron más de 20 personas, cantidad que se mantuvo en los meses siguientes. En principio el taller iba a ser mensual pero las ganas de cantar juntes hicieron que se volviera quincenal. Ferni reafirma la necesidad de encontrar este tipo de espacios: “En algunos grupos de whatsapp siempre alguien preguntaba por espacios de vocalidad que no sean solamente fonoaudiología sino para cantar y disfrutar. Nosotres buscamos ofrecer ese aspecto”. La Voz Mutante encontró su autodenominación en una de las características que definen a las voces travestis, trans y no binaries. Voces que van cambiando con el correr del tiempo, que van buscando su identidad sonora, su reafirmación ante el mundo. “Es muy amplio —continúa Ferni— trabajar la vocalidad. Puede ser también un aspecto muy importante acompañar los procesos de hormonización, se van engrosando las cuerdas vocales, va cambiando el sistema fonador, en un punto los cambios que ocurren son tangibles, son palpables. Queremos que sea un espacio para que se respondan cosas entre propies compañeres que vienen al taller, ver cómo se puede generar un diálogo y un vínculo”.
Ferni, junto a su gemela Luchi de Gyldenfeldt, forman el dúo Ópera Queer, que desacartona la ópera y la coloca en un lugar donde todes puedan disfrutarla. Ferni fue durante varios años profesora de música en la educación pública, canta folclore, participó del Pre-Cosquín en 2022 y logró que se creara el rubro “solista vocal” luego de realizar una denuncia ante el INADI ya que por su identidad de género no le era posible anotarse en las categorías de este festival tradicional en el que prevalecían las consignas del binarismo. Apuesta a ser una cantora de música popular argentina y latinoamericana fusionando el repertorio clásico de la música popular con obras del nuevo cancionero travesti, trans, no binarie, como el que surgió en Brotecitos, diez canciones creadas en el taller coordinado durante la pandemia por Susy Shock y Javiera Fantin. En esta experiencia musical, Ferni fue la encargada de ponerle música y voz a Coplas del Valle, con letra de la coplera salteña Lorena Carpanchay. Los miércoles de 19 a 21 Ferni conduce un programa en Radio Nacional Folclórica —Brotecitos, otro será el cantar— junto a Susy Shock y Valen Bonetto. La Voz Mutante permite soltar la voz, afirma Ferni: “Es esa guitarreada que nos fue negada siempre, en el momento del fogón cuando el chabón agarra la guitarra y no la suelta y solamente canta él porque sabe que canta lindo y nosotres nos quedamos callades. Es habilitarnos ese momento de guitarreada, donde nosotres les mostris nos juntamos a guitarrear y a cantar. Hay contenido, hay conocimiento y hay repertorio”.
El debut escécnico
El sábado 8 de julio se realizó en Parque Lezama el Festivalazo en apoyo al pueblo jujeño. Desde el mediodía y hasta que bajó el sol más de treinta artistas ofrecieron sus canciones a un público numeroso y entusiasta. Entre otres, participaron Duratierra, Maca Mona Mu, Flor Dávalos, Luchi, Flopa Lestani, Chiqui Ledesma, Big Mama Laboratorio, Clara Aita, Sofía Dieguez, Andrea Bazán, Caro Bonillo, Aldana Bello, Lautaro Matute, Pacha Runa, Julia Molinari, Nahuel Morfeo, Georgina Hassan, Juan Pérez, Kndelah y Peteco Carabajal. En este marco y ante miles de personas, el coro de La Voz Mutante tuvo su debut: cantaron Vidala de la libertad con Florencia Dávalos y La vida mía con la ronda de copleres y con la Chiqui Ledesma. “Fue una experiencia hermosa”, cuenta Leo. “Estuvo poco planificada, no hubo lugar para la duda y hubo voluntad política de parte de todes. Estaba la comparsa de copleres de la cual formé parte y fue un lindo encuentro ver a todas las doñas que me enseñaron también en su momento su sabidurías de canto”.
A partir de esa presentación en el espacio público surgieron invitaciones a cantar, entre ellas a la Peña de los Abrazos, en el ECUNHI, Espacio Cultural Nuestros Hijos – Asociación Madres de Plaza de Mayo y pronto también harán un show en MU Trinchera Boutique. Leo se alegra de que el taller sea “un espacio donde se reciba la voz desde la creatividad, desde la expresión, la teatralización, desde el juego”. Maestro de primaria, estudiante del Normal 2, profesor de canto, tuvo su paso por un conservatorio del que huyó y luego comenzó su formación con varias maestras y maestros.
Por su parte, Lara —cuyo nombre artístico es Anikke y es su proyecto solista— acaba de terminar su segundo disco, participa de la banda Tus plantas, en otro proyecto llamado Plástica fantástica y produce música para otres artistas.
Cuando pensaron en un nombre para el taller y el coro, se lo tomaron en serio. ¿Cómo nos vamos a nombrar? Otra vez aparecía esa pregunta fundacional. Apareció la palabra mutar. “Es posible —comenta Lara—que nuestras voces cambien, la posibilidad de que con el entrenamiento una voz sea distinta a como era antes y entender también que cuando aprendimos a hablar estábamos entrenando nuestra voz, estábamos copiándonos de quienes nos enseñaron a hablar y estábamos también aprendiendo una forma de usar nuestra garganta. Y así como aprendimos en ese momento, podemos buscar otras maneras que tengan que ver con un sonido que queremos construir. Simplemente es darle espacio, animarse, confiar en lo que suena”. Leo suma al concepto de la mutación: “El lugar donde vivimos está en constante mutación y, ¿qué pasa con nuestras identidades en esas mutaciones? Las mutaciones propias, y también el mutante como la visión monstruosa, esta cuestión despectiva que hay incluso un imaginario social, lo literario del mutante como la cosa deforme, como la cosa excluida, triste, enojada. Son las voces a las que se les negaron sus espacios de expresión por cómo se ven, por cómo se escuchan, porque no encajan”.
Ferni expresa la satisfacción que siente: “Que nosotres tres, siendo tres mutantes, tres disidencias sexogenéricas seamos también les docentes, les coordinadores, es fundamental porque nos moviliza y nos sacude todo el tiempo y también es un desandar sanador de un montón de cosas que fuimos aprendiendo”. Recuerda Ferni que cuando estudiaba en el conservatorio, era obligatorio que vistiera saco y pantalón para cantar obras de música clásica. Para construir un camino nuevo proponen que quien no tenga ganas de cantar no lo haga, quien quiera solo sentarse a escuchar esté libre de hacerlo. Para que el tema económico no sea un obstáculo, lo hacen “a la olla”. Al finalizar, circula una gran olla donde cada une aporta lo que puede. Leo: “También nos propusimos que el grupo no sea cerrrado. Si viene alguien que no vino al primer encuentro, no importa, traés tu recorrido, tu presencia, tus inquietudes, lo que te moviliza. Apostamos a eso”.
El canto cotidiano
El primer día del taller también arrancaba la primera clase del segundo año de la Cátedra de Canto Disidente en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), a cargo de les docentes Luchi —gemela de Ferni— y Jazmín Tiscornia. Dos espacios donde se visibiliza la urgencia del canto. “Ojalá este taller sea el comienzo de muchos años más y sea la posibilidad de replicarse en otros lugares”, desea Ferni. Agrega Leo: “Este es un mundo que no está pensado en su gran parte para nuestras existencias, tomarse un colectivo puede ser una situación que te ponga en un mal momento, entrar a un baño, comprar un alfajor. Hay que poder llegar a los lugares si no te dan ganas de salir de tu casa, eso nos pasó y tratamos de ser cuidadoses. El hecho de que nosotres seamos identidades disidentes genera ese: bueno, voy a ir. Le estamos generando confianza a un montón de gente que quizá no la tiene en otro lado, o no la encontró”.
Por último, ¿por qué cantar? ¿Para qué cantamos? Leo: “Yo soy maestro de primaria y si hay algo que les gusta a les pibis es gritar, para todo, hay mucha descarga. Las copleras me enseñaron a cantar desde la tristeza, también: estoy triste, voy a cantar; estoy enojado, voy a cantar. Descubrir las voces tiene que ver, cualquiera sea la emoción, con una descarga”. Lara hace hincapié en lo mágico: “El canto nos conecta con lo mágico, puede abrir un portal donde brote la tristeza o se puede encontrar una forma de sentirse parte de una ronda, ocupar espacio a través de la voz, y ser gigante”.
En las clases trabajan la corporalidad, donde se alojan las emociones, el cuerpo se mueve y se conmueve. Y coinciden en mencionar la palabra conjuro. ¿Por qué el canto es un conjuro? Leo: “Algo se pone de manifiesto. Los conjuros tienen eso. Tengo un conjuro para el amor, tengo un conjuro para la tristeza, tengo un conjuro para la soledad; bueno el canto es una forma de conjurar, sobre todo el canto cotidiano. No se habla mucho del canto cotidiano, el de regar las plantas, el canto de juntarse a comer un guiso con un amigue y decir: ¿cantamos esta canción? El canto tiene el poder de conjurar cosas. Me acuerdo de estar en plena apertura de mi transición, que me tocó siendo grande, me acuerdo de leer un poema que hablaba sobre un coro y yo pensaba, che, ¿dónde estará mi coro? Si yo canto, el coro, ¿me va a responder? Entonces voy a ponerme a cantar, para poder encontrarlo y que mi coro me responda. Acá hay una gran respuesta: estoy cantando y me responden 20 mostris. Por eso cantar es un conjuro”.