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Calentamiento global & Dengue: estamos fritos

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Especialista en Epidemiología Avanzada, con diversos títulos internacionales, Carlos Ferreyra organizó en Córdoba la Cumbre Latina por el Calor Extremo para debatir esta amenaza creciente que entrecruza extractivismo, salud, pobreza, género, adultos mayores y trabajo. Su alerta, en medio de un Estado motosierra: si se carece de estrategia, será un problema gravísimo en la próxima década. ¿O ya lo es? El evento coincidió con la epidemia de dengue, acaso otro de los factores englobados en sus temas de estudio. Pistas e ideas que permiten entender aquello del cambio climático con noticias y ejemplos cotidianos, y hasta personales. Por Bernardina Rosini.

Calentamiento global & Dengue: estamos fritos
Carlos Ferreyra. Fotos: Natalia Roca

Jujuy: un cosechador expuesto a trabajar con temperaturas de más de 40 grados sufre una descompensación y muere al día siguiente. 

Formosa: en plena ola de calor, una maestra (42 años) se descompensa volviendo de trabajar en una escuela y fallece. 

Corrientes: piquete de alumnos y tutores afectados por la ola de calor reclaman aire acondicionado y ventiladores para la Escuela Normal. 

Catamarca: padres organizados y estudiantes que ya no soportan el calor en las aulas organizan un “faltazo masivo” en la ciudad capital.

Todos estos titulares corresponden a los días de calor extremo que sufrió todo el país, y en particular las provincias del norte, el pasado mes de marzo. Pocas semanas antes había concluido la primera ola de calor del año, que duró 23 días y cubrió de rojo intenso el mapa de todo el país. El calor intenso molesta, incomoda, agobia, imposibilita el descanso, dificulta el traslado, la rutina, el trabajo, la atención. Deshidrata, seca la vegetación, propicia los incendios. Modifica el clima, también el ánimo e incrementa la violencia. De forma intensa y prolongada, produce daño. Y mata.

Malas noticias para los habitantes de un planeta recalentado.

Calentamiento global & Dengue: estamos fritos
El doctor Carlos Ferreyra se especializó en Epidemiología en Europa, donde vive. Pero al llegar a la Cumbre por el Calor Extremo en Córdoba, fue hasta la escuela Nº 155 tras enterarse de la cantidad de casos de dengue. Montó una charla informativa y debatió con las y los jóvenes.

Calor en ola

El cordobés Carlos Ferreyra es un médico cirujano que se especializó en Epidemiología Avanzada (NIVA, Universidad de Helsinki, Finlandia) de Salud Pública y en Salud Internacional (Universidad de Leeds, Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical, Universidad de Alicante, España). Sus papiros dicen que es además miembro de la Alianza Clima, Vida y Salud, y sobre todo cabeza y armador de la Cumbre Latina por el Calor Extremo, encuentro que organiza anualmente la Alianza para socializar y debatir la problemática, presentar propuestas de abordaje en distintos puntos del globo e intercambiar experiencias y conocimientos interdisciplinarios. 

 Pero Ferreyra –sigue su CV: residente madrileño, trabajador de la salud, defensor de la gestión pública, inquieto, trotamundos, ex asesor de la Organización Mundial de la Salud, con experiencias en Asia, Europa y otra decena de puntos lejanos– es sobre todo alguien que ha ejercitada la mirada transnacional de problemas que parecen locales, y desde esa experiencia dice: “Los grandes problemas que estamos viviendo son comunes”.

Mientras suceden los encuentros con el doctor Ferreyra para realizar esta nota, se desata en Latinoamérica un brote histórico de dengue; Brasil rompe su propio récord anual con dos millones de infectados y ocho centenas de muertos; Paraguay, Uruguay y Perú también muestran cifras alarmantes. En Argentina se trata del peor brote de la infección de su historia: según los últimos datos del Ministerio de Salud de la Nación, los casos de esta temporada casi quintuplican los registrados en el período anterior, 2022/2023. Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Chaco y Formosa son las provincias más afectadas. 

Récord de infecciones, internaciones y muertes. Guardias saturadas, desincentivación de la consulta médica, subregistros de casos, escasez de reactivos y repelentes, pocas unidades en circulación que se ofrecen a precios exorbitantes. ¿Brote epidémico récord y silencio e inacción total del Estado? La discusión gira en torno a la (in)disponibilidad de repelentes, la suspensión de controles de la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) en la importación de estos productos, el precio de la vacuna. Y repelentes caseros de esencia de vainilla o los reels que aseguran que también va muy bien un rebajado de shampoo Plusbelle. Dengue y motosierra, una combinación letal, literalmente.

Mientras escribo esta nota, me enfermo de dengue. Sobrevienen los días de fiebre permanente e intensa. Una ola de calor extremo a nivel individual, pero no exclusiva porque antiguamente al dengue se lo llamaba “fiebre quebrantahuesos”; quien la padeció sabrá lo acertado de aquel nombre. Y el intercambio con el doc Ferreyra se hace bajo nuevas coordenadas:  periodista infectada y entrevistado especialista en epidemiología ambiental.

Y más aun, Ferreyra es el autor de la Ley 9666 de la provincia de Córdoba, aprobada en el año 2009. Es la normativa que establece el “Plan Director de Lucha contra el Dengue”. 

Algo que brilla por su ausencia.

Carlos, ¿por qué es urgente hablar sobre el calor extremo?

Que el aumento de la temperatura global es un problema extremadamente grave se viene alertando desde hace décadas y el impacto es hacia toda forma de vida. Y creo que esta última parte es la que se toma livianamente. Escuché dirigentes políticos, pero me cuesta imaginar médicos adeptos a la corriente negacionista: desde ya ningún sanitarista serio negaría que el calor extremo no solo concierne a la salud pública, sino que es un grave problema. Sin embargo, a pesar de la evidencia en el impacto de la salud, en nuestro país, o aquí mismo en Córdoba, no hay un sistema organizado ni preparado para atender este daño específico. En Argentina hay cero muertes por calor extremo, cifra que es producto de la no medición, pero los golpes de calor, la imposibilidad de responder adecuadamente a esta sucesión de días de altas temperaturas continuando nuestra rutina de trabajo, de estudios, impactan de todas formas: el daño ocurre pero está invisibilizado. Entonces el problema es que la ciudadanía está a ciegas, no cuenta con la información básica para saber cómo cuidarse.

 ¿Cómo se relaciona esto con el dengue?

La presencia y el crecimiento de la población de este mosquito se da por la tropicalización del clima producto del cambio climático. Ahí está la problemática global. Latinoamérica está viviendo hoy lo que Asia, India, sufrieron en otro momento. Digo en otro momento porque lograron controlar la enfermedad; ahí hay aprendizajes y experiencias que no hay que subestimar, porque se trata de grandes poblaciones, recursos muchas veces acotados, y se controló sin vacuna. Si bien no descarto el aporte de la vacuna, se cambia el foco de atención: el vector es el mosquito. Sin mosquito no hay dengue, ni las demás enfermedades que transmite. La vacuna tiene como objeto el dengue y como sujeto, la persona. Si nos referimos al mosquito, el objeto son todas las enfermedades que transmite y el sujeto es la comunidad, es la población, son las generaciones.

 Entonces existe un problema de información pero fundamentalmente de encuadre y escala. 

Totalmente, por eso el ejercicio de  la mirada común y transnacional. Si se discute vacuna sí o vacuna no, refuerza la lógica individual, porque ¿quién accede a la vacuna? Y entonces me pregunto dónde está la comunidad científica para aportar en la ampliación de ese encuadre; me pregunto qué ideas están circulando en esa comunidad científica. Porque las ideas importan, conducen a preguntas particulares. No se puede aducir que se desconoce que la cantidad de días de calor va en aumento año a año: actualmente el calor extremo representa el mayor riesgo natural para la salud humana. Y Córdoba es una ciudad que se jacta de su tradición académica y sin embargo en un tema que la atraviesa fuertemente y se viene agravando, hay un silencio que estremece. Y esta afirmación se debe a que la ciudad de Córdoba es una Isla de Calor Urbano (ICU), la de mayor superficie del país. Hay algunos estudios que advierten que en el centro de la ciudad hay una diferencia de hasta 10 grados más que en la periferia.

Calentamiento global & Dengue: estamos fritos
“Hoy es dengue, pero está todo dispuesto para que en un futuro sea fiebre amarilla” explica Ferreyra sobre la tropicalización del país a partir de la crisis climática. “El calor extremo señala a un sistema que no funciona. El rol de la ciudadanía es clave para ejercer presión”. 

Islas de calor

Las ICU son zonas urbanas que, por determinadas características, concentran el calor en mayor medida que en zonas circundantes. El cambio del uso del suelo, la densidad de edificios y pavimento, la escasez de vegetación y áreas verdes que colaboren con la bajada de temperatura por la evaporación o brindando sombra, el incremento de la liberación de calor por parte de fuentes como vehículos, industrias y sistemas de calefacción y refrigeración, evitan que determinadas zonas urbanizadas acompañen el descenso de la temperatura que traen las noches, el rocío y el viento. 

La ciudad de Córdoba viene reuniendo y acentuando estas características: con millón y medio de habitantes es la ciudad con ejido municipal más extenso del país, con 576 kilómetros cuadrados (casi tres veces más grande que el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). La urbanización avanza sobre las sierras, el excedente de capital agropecuario se vuelca hace más de veinte años en proyectos inmobiliarios intensificando el desmonte, modificando el suelo, y la humedad de la región, arrasando con la flora y la fauna –también los depredadores naturales del mosquito–; la mala calidad del sistema de transporte urbano y su encarecimiento han favorecido el aumento del parque automotor, registrando más de un millón de vehículos –entre automóviles y motos– en la ciudad. 

La ubicación mediterránea de la capital no ayuda, y el desaprovechamiento de los casi 37 kilómetros que atraviesa el río Suquía la metrópolis tampoco. El caso cordobés permite entender muchos de los factores que hacen al cambio climático urbano. El doctor Ferreyra trae ejemplos de otras ciudades en las que estuvo estudiando la gestión de estas problemáticas de salud asociadas al cambio climático: “La ciudad de Los Ángeles tiene una Oficina de Calor Extremo; es decir hay una dependencia gubernamental que tiene como objetivo diseñar políticas para reducir las altas temperaturas en la urbe. Aquí tampoco es un tema de recursos económicos, que suele ser la primera excusa. La cuestión del calor extremo es que señala a todo un sistema que está funcionando en un el sentido diametralmente opuesto y es entonces cuando la ciudadanía debe hacer presión para que el poder político responda. El rol de la ciudadanía es clave. Y por eso mi ejercicio de divulgación. Quiero decir que hay mucho por hacer, y es posible: densificar el arbolado en las calles, proteger y ampliar las zonas verdes, habrán leído que París ampliará en 300 hectáreas sus espacios verdes hacia el 2040… bueno, eso”.

¿Por dónde empezamos?

Hay que preparar al sistema de salud, crear un sistema de alerta que tenga en cuenta a los trabajadores de las guardias hospitalarias y centros de salud y dar las indicaciones correspondientes a los ciudadanos en las jornadas en las que la temperatura es mayor a 35°, multiplicar los puntos de toma de temperatura, con las diferencias de temperatura que hay dentro de la misma ciudad; no es correcto informar el registro de temperatura de un punto que no es representativo. Hay que identificar los puntos más calientes. El sistema productivo cordobés tiene 1200 puntos de toma de temperatura pero para una ciudad de un millón y medio de habitantes hay tres: eso también es un indicador de prioridades. Hay que realizar una auditoría de sombra sobre todo en instituciones educativas, hospitales y en los barrios más vulnerados, barrios donde la posibilidad de climatización del hogar es más restringida .

Nota: mientras se realiza esta entrevista, trasciende en Córdoba la noticia de un niño de 13 años que fue encontrado muerto en un freezer. La madre declara que “durante la madrugada se levantó a darse una ducha, porque el calor y los mosquitos no lo dejaban dormir”. 

El joven se duchó y se metió en el freezer; anteriormente ya había hecho eso como modo de refrescarse. La autopsia revelará una muerte por electrocución.

La primera línea

En efecto, el diálogo con Ferreyra sobre las implicancias del calor extremo toma formas muy concretas, algunas que están sucediendo en nuestros cuerpos (en mi cuerpo debilitado habiendo pasado dos semanas desde la última jornada con fiebre). Nati, la fotógrafa que debe retratar al entrevistado, pospone la cita porque también se encuentra con dengue.

Sigue Ferreyra: “Hay que retomar las campañas que advierten que el calor trae al mosquito y que el mosquito trae muchas enfermedades. Hoy es dengue, está todo dispuesto para que en un futuro sea fiebre amarilla, la cual se transmite por la misma especie de mosquito”, asegura.

Yo soy una de las personas infectadas que se acercaron a la guardia de un hospital, y supe que tendría al menos 8 horas de espera para que me atiendan. Un cartel en el pasillo anuncia que no hay reactivos para dengue. Entonces decido irme.

Esa guardia atestada, esa cantidad de personas que desbordan de noche hacia la vereda, hacia la mañana, nunca serán contabilizadas como infectadas por dengue, y mucho menos serán contabilizada como afectadas por el cambio climático. 

Es estar en zona de guerra y a la vez desconocerlo… 

Ferreyra asiente: “Es una forma acertada de interpretarlo”.

Nos afecta a todos, pero… hay quienes se encuentran en primera línea en esta “zona de guerra.

Definitivamente. El calor extremo afecta más a determinadas poblaciones y eso abre la conversación sobre la desigualdad energética y el acceso al enfriamiento. Vuelvo a Los Ángeles. En medio de olas de calor intensas y prolongadas, dispusieron de colectivos con aire acondicionado como centros de enfriamiento para la gente sin techo. Esa es una medida fácil de incorporar a un protocolo de crisis. Nuestro país se encuentra muy atrasado, las únicas ciudades que tienen un plan de adaptación al cambio climático son Buenos Aires y Rosario. Muy tímidamente, pero al menos comienzan a asomarse algunas medidas, por ejemplo existe la Red de Refugios Climáticos de la Ciudad de Buenos Aires, en su mayoría se trata de las plazas de los barrios. Pero los refugios no reemplazan a los Centros de Enfriamiento, espacios de acceso público que cuentan con aire acondicionado que pueden ser bibliotecas, escuelas, centros vecinales, preparados para brindar también ese servicio. Lo ideal es que haya un Centro de Enfriamiento a no más de cinco cuadras de distancia del ciudadano y que durante las olas de calor no se encuentren cerrados durante la noche.

Más allá del Estado, ¿qué calcula que se puede ir haciendo?

En otros países los sindicatos están tomando el tema, avanzando sobre medidas de cuidado y protección específicas para los trabajadores. Porque ciertamente hay ciertos ámbitos o sectores laborales que merecen especial atención. Los trabajadores de la construcción, ante estas temperaturas infernales, necesariamente deben tener períodos de descanso, hidratación y refrigeración. Hay varios estudios médicos internacionales sobre el trabajo físico al sol: sin cuidados genera un grave deterioro en el funcionamiento de los riñones. Hay que señalar ese entrecruzamiento: los trabajos y oficios más desprotegidos de los derechos laborales son justamente los más expuestos a sufrir estos impactos, trabajadores estacionales, del campo. Pero no únicamente. Pensemos en la docencia, en qué condiciones se están dictando clases, cuántas personas dentro de un aula con escasa ventilación, y muchos menos con aire acondicionado, trasladándose de un establecimiento a otro. Las instituciones educativas, sobre todo en las provincias más afectadas por el calor, no piensan siquiera en que el horario de educación física no puede ser al mediodía. Debiera ser una obviedad, para los niños y jóvenes que los mandan a trotar y protestan, lo es. No es un acto de desobediencia sino de cuidado. Hay que detenerse allí. Las infancias son muy propensas a sufrir también golpes de calor.   Por supuesto, la población de adultos mayores es de las más expuestas, la mortalidad por causa de calor extremo se concentra en este grupo etario o en las personas con enfermedades crónicas. O personas que están bajo determinados tratamientos: hay unos 120 medicamentos aprobados por la ANMAT que bloquean o alteran el funcionamiento del hipotálamo, órgano encargado del mecanismo de regulación de la temperatura. Es nuestro termostato: hace calor en el ambiente, lo detecta, envía información a las células sudoríparas para que generen sudor y te enfríen. Si esa lectura y esa respuesta están bloqueadas, y vives en una zona en la que cada vez hay más días de calor extremo, es muy peligroso. Es información vital para el paciente, importantísimo que la tenga presente, y el personal médico, también. Pero se desconoce. ¡Imaginate la gravedad de carecer de esta información! Cuesta la vida, ni más ni menos. 

Carlos señala que estamos ante una falla sistémica: el calor extremo es una amenaza creciente y entrecruza extractivismo, salud, pobreza energética, género, adultos mayores y trabajo. Y alerta: el país carece de una estrategia frente a lo que anticipa que será un problema gravísimo en la próxima década. 

Me pregunta si me encuentro más recuperada, y me cuenta que en un secundario de un barrio periférico de la ciudad de Córdoba tendrá una charla con adolescentes sobre cambio climático, dengue y calor. Me siento mejor y voy. 

Nati –la fotógrafa– ya está también nuevamente en actividad. 

Nos encontramos los tres en un aula. 

Carlos comienza la charla preguntando quiénes estuvieron con dengue. 

Nati, yo y más del 30% de las y los chicos alzamos la mano.

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