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San Cayetano desde abajo

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«Hay mucha más gente que otros años»; «la gente necesita comer»; «salimos para hacernos ver»; «esto es luchar por nuestros derechos»; «queremos trabajo digno»; «necesitamos que nos escuchen más»: otro año más la marcha de San Cayetano fue multitudinaria y estuvo cargada de reclamos de derechos y propuestas de medidas concretas para paliar el hambre y la pobreza en los barrios, y también fomentar lógicas productivas por fuera de la especulación y el mercado. Lo que dicen los movimientos sociales -muchos de ellos en el gobierno-, y lo que plantean lxs trabajadorxs de la economía popular ante la crisis social y económica. La voz de las mujeres sin patrón, de las empresas recuperadas, de las vendedoras ambulantes y un pedido unánime: trabajo digno.

Hay datos que se construyen midiendo variables, consultando bibliografía, pero Silvana está desde las nueve de la noche del viernes vendiendo espigas con la estampita de San Cayetano a 100 pesos, sentada en la misma la esquina de Rivadavia y el cruce de la vía del Sarmiento, en Liniers, donde esta matancera de 58 años trabaja hace dos décadas.

Y dice, mientras concreta una venta:

-Hay mucha más gente que otros años.

San Cayetano desde abajo
Foto: Nacho Yuchark

Lo dice a las 8 de la mañana, cuando amanecen las primeras dos cuadras de banderas de los movimientos nucleados en la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), y 20 kilómetros antes de la llegada a Plaza de Mayo, momento en que las organizaciones estimarán en más de 300 mil personas esta convocatoria.

Pero lo que dice Silvana es que no hacen falta datos duros para darse cuenta que esta movilización es y será multitudinaria: “La gente necesita comer”.

Los otros años que marca fueron 2016 -la primera-, 2017, 2018 y 2019 -la última antes de la pandemia-, y lo que cristalizó esta fecha durante los cuatro años de macrismo fue a los movimientos sociales como el sujeto político más activo en años de globos neoliberales. Este San Cayetano modo 2021 llega con barbijos, con otro gobierno -que muchas personas en esta movilización integran incluso en cargos de gestión- y en meses electorales, pero también -remarcan- con una agenda propia que llevó a las calles demandas concretas por tierra, techo, trabajo digno y un Salario Básico Universal.

San Cayetano desde abajo
Foto: Nacho Yuchark

En la previa, Lorena y Gladys tienen 43 y 60 años, forman parte de un comedor del Movimiento Evita en Moreno, al oeste del conurbano bonaerense, y se ubican detrás de una camioneta donde llevan dos ollas de 50 litros. “Salimos para hacernos ver porque nunca dejamos de trabajar. Desde el momento cero somos esenciales, pero hace 20 años venimos trabajando en el territorio. El merendero tiene capacidad para 210 personas. Amainó un poco con pandemia, pero seguimos haciendo actividades de todo tipo, desde  manualidades hasta gimnasia, porque la gente necesitaba contención. Eso es cuidado”.

Cuando la marcha comienza, también rugen los tractores de la Federación Nacional Campesina (FNC). “En pandemia fuimos factor esencial respecto al tema de los alimentos”, dice Roberto Solano, coordinador nacional. “Apoyamos las medidas que se tomaron pero también queremos hacer saber que están faltando políticas concretas para llevar tranquilidad a pequeños productores. En el Gran La Plata, el cordón verde más grande de la Argentina, el alquiler de una hectárea supera los 10 mil pesos. Es imposible, y tiene que reverse, porque si no, el pequeño productor desaparece”.

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Foto: Nacho Yuchark

Romina Ramírez tiene 36 años y es promotora ambiental de la Rama Cartonerxs del Movimiento de Trabajadorxs Excluidxs (MTE) en San Justo, La Matanza: “Esto es luchar por nuestros derechos. Ponele Covid, ponele crisis internacional, ponele como quieras, pero siempre salimos a luchar cuando necesitamos o nos niegan algo. Muchas familias no tienen nada. Por eso decimos tierra, techo y trabajo: es por todo”.

Graciela -45 años, pechera roja de la UTEP- es del Frente Popular Darío Santillán en el barrio Santa Marta, en Lomas de Zamora, y dice que la marcha hay que dimensionarla desde dos palabras: “Trabajo digno. No somos piqueteros ni nada: somos gente de trabajo. No queremos que nos regalen la plata: queremos un sueldo como se debe”. 

La propuesta de la UTEP respecto al Salario Básico Universal involucraría un piso de ingresos equivalente a un tercio del Salario Mínimo Vital y Móvil y estaría destinado, según especificaron, a “trabajadores y trabajadoras de la economía popular que hoy no están organizados, trabajadoras de cuidados, población rural y estudiantes”.

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Foto: Nacho Yuchark

El Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas es uno de las organizaciones que plantea hace años la necesidad de una Renta Universal para asegurar los derechos fundamentales de la población. Su referente es Eduardo Vasco Murúa, hoy Director Nacional de Empresas Recuperadas en la Secretaría de Economía Social, y ya camina por Rivadavia a la altura de Flores. “Esta movilización tiene que ver con el reclamo de más trabajo que está haciendo nuestro pueblo. Los tiempos ya se agotaron y no podíamos estar sin movilizar porque sin presencia en las calles no vamos a generar ninguna condición política para que cambie la política económica del Gobierno. Independientemente de que hay sectores de gobierno popular, hay que presionar para estas reivindicaciones. La UTEP es el nacimiento de un espacio de discusión. Hay que seguir discutiendo, el sindicato tiene que plantear un programa y un método de lucha de acá para adelante”.

Hace unos días, la UTEP informó que el Ministerio de Trabajo otorgó la personería social, un paso en la formalización para el otorgamiento de la personería gremial. 

Sobre el Salario Universal, Murúa observa: “Hace mucho venimos planteando esta necesidad. Lo planteamos como un trabajo”. Y precisa: “Nosotros lo planteamos para el conjunto de la sociedad, no sólo para focalizados. No queremos cambiarle el nombre a un plan diciéndole ´salario´. Y si hablamos de salario, tampoco podemos hablar de $8.000. No hay posibilidad de tener una nación sin trabajo, y no hay posibilidad de tener gobierno sin que incorporemos a todos los desocupados y que haya trabajo concreto. Hay que poder planificar la economía para tener otra patria”.

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Foto: Nacho Yuchark

Desde Liniers a Plaza de Mayo, el MNER es una de las organizaciones que encabeza la movilización con dos banderas concretas. Una dice «Mujeres sin patrón». Entre ellas está Gisela Bustos, de la Cooperativa de Trabajo 19 de Diciembre, en San Martín: “Sabemos lo que queremos y así lo demostramos como movimiento en los años de la fiebre amarilla previa al Covid 19, pero también lo sabemos hoy con una agenda propia que compartimos a todo el pueblo. Hoy nos reencontramos en la calle, que es nuestro lugar natural, para reclamar por trabajo genuino. Las recuperadas somos una muestra viva de esa idea al sostener nuestras fuentes de trabajo de forma autogestionada”.

La otra bandera exige por la «Ley de recuperación de unidades productivas», una de las demandas del movimiento. Bruno Di Mauro es presidente de Farmacoop, el primer laboratorio recuperado del mundo, y lo explica así: “Plantea que cualquier fábrica que cierre pueda ser expropiada mediante una ley simplificada para evitar todo el trauma de conflictos que duran meses y años.

«La ley expresa que se declare entidad de bien público a las empresas y se las dé en comodato a una cooperativa de trabajadores para que no se pierda un solo puesto de trabajo más en nuestro país”.

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Foto: Nacho Yuchark

En Plaza de Mayo, las columnas que llegan por Avenida de Mayo, Diagonal Sur y Diagonal Norte son recibidas con aplausos y un agradecimiento: “Gracias por militar el cuidado durante este año y medio de pandemia”, dicen desde el escenario.

Desde allí, también, aclaran:

  • “Quien busque participación partidaria en esta movilización se equivoca”.
  • “Tanto desde el oficialismo como de la oposición vuelve el latiguillo gorila de que somos vagos planeros. Necesitamos que nos escuchen más”.
  • “Hay poco empleo y de mala calidad. Casi la mitad de los trabajadores vive por debajo de la línea de pobreza”.
  • “La peor parte la sufrimos lxs trabajadorxs de la economía popular. Somos casi 7 millones en todo el país y la UTEP organiza casi a 1 millón. Tuvimos que inventarnos nuestro propio trabajo. Salimos a recuperar desde el descarte del consumismo. Desplegamos una inmensa red nacional de cuidados comunitarios, bancada por mujeres trabajadoras”.
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Foto: Nacho Yuchark

Una de ellas es Carmen Gutiérrez, 44 años, que escucha en la Plaza, y cuenta que el martes se da la primera dosis de la vacuna contra el covid 19. “Venimos luchando por tener un techo donde vivir”, dice esta militante de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) en Villa Soldati, al sur de la Ciudad de Buenos Aires, y trabajadora en una cooperativas de limpieza en el espacio público. “Los alquileres están carísimos y el dinero que percibimos no cubre el costo para acceder a algo mejor. No venimos a incomodar a nadie, sólo a expresar el deseo de más puestos de trabajo. Entrar a un supermercado es un lujo: cobramos $16.000 de salario y no llegamos ni al sueldo mínimo. Venimos solicitando hace mucho que esta situación no se repita con la juventud ni se acople a nuestros hijos ni las nuevas generaciones. En estos tiempos te da miedo salir a cualquier lado. Pero lo que nos saca es la necesidad y nos obliga a seguir luchando. La necesidad arranca desde acá”.

-¿Dónde es acá?

-Desde abajo.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

¿Cómo hacer sonar una idea? Desde el concepto al formato, desde la idea al sonido. Vamos a recorrer todo el proceso: planificación, producción, grabación, edición, distribución y promoción.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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