Ambiente
Contaminación: récord histórico de agrotóxicos en el Río Paraná

Los signos de un colapso sistémico y de un ecocidio silencioso: el biólogo, docente de la Universidad Nacional del Litoral e investigador del Conicet, Rafael Lajmanovich, presentó en el VIII Congreso de Salud Socioambiental realizado en Rosario su investigación validada por publicaciones científicas internacionales. Allí revela la presencia del mayor nivel histórico del pesticida glifosato en toda Sudamérica (5.002 microgramos por kilo de sedimento), concentrado en distintos arroyos de Entre Ríos que desembocan en el Río Paraná. Los efectos nocivos y mortales en especies anfibias como correlato con los vertebrados superiores (mamíferos, que incluyen a los humanos): “Las muestras puras determinaron una mortalidad del 100%. O sea, nosotros poníamos un organismo ahí y directamente moría, como si el agua en vez de agua fuera un veneno”. Además se encontró atrazina, metolacloro, leoxilifop y cipermetrina. “Notamos que hay una total falta de gestión estatal. Si hay normas, nadie las cumple. Si hay multas, probablemente se pagan pero se sigue contaminando”, dijo el científico.
Los daños genéticos en los organismos. La falta de gestión estatal y la inviabilidad de la vida entre agrotóxicos, desechos cloacales y factorías de chanchos, cerdos y pollos.
Desde Rosario, por Francisco Pandolfi
Fotos: Pedro Rinaldi
En el VIII Congreso de Salud Socioambiental de la ciencia crítica, que se llevó a cabo en Rosario entre el 10 y el 12 de junio, hubo una docena de paneles enfocados en la amplia variedad de extractivismos y el deterioro de los cuerpos y territorios. Solo uno no se presentaba como una “mesa redonda” compuesta por varios disertantes, sino que ya desde el nombre vaticinaba algo diferente: Presentación del Trabajo de Rafael Lajmanovich.
Lajmanovich es doctor de Ciencias Naturales, profesor de ecotoxicología en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) –en Santa Fe– e investigador independiente del Conicet. No tendrá las luces ni los flashes de un rock star ni será tapa de revista de consumo masivo, quizá por especializarse en bioecología de anfibios, con énfasis en los efectos de agroquímicos y otros contaminantes sobre especies silvestres. Quizá, también, por investigar desde hace más de dos décadas el riesgo ambiental en ecosistemas acuáticos del litoral argentino y porque sus estudios son vitales para entender cómo impacta el modelo agroindustrial en la biodiversidad de humedales.
Ante todo, Rafael Lajmanovich –parado, con micrófono en mano–, pondrá contexto.
Lo primero que dirá es que no es un estudio individual, sino de todo un equipo de científicos de la UNL, del Conicet, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria(Inta) y el Instituto Nacional de Limnología (Inali).
Lo segundo, es el nombre de la investigación multidisciplinaria: “Alerta ambiental: arroyos de la cuenca del Paraná bajo amenaza tóxica”.

Fotos: Pedro Rinaldi.
Lo tercero no lo plantea él, sino la pantalla que está de fondo: un dibujo donde varios anfibios y una persona están al lado de un bidón del pesticida glifosato.
Lo cuarto: explicará por qué pusieron el foco en los cursos de agua de primer orden: los arroyos. “La mayoría de los contaminantes que llegan a los ríos, como el Paraná, lo hacen a través de los arroyos, que son la cuencas que se meten dentro de las regiones productivas y lentamente van drenando todo tipo de sustancias xenobióticas (extrañas al cuerpo), para luego terminar en los ríos”.
Quinto. Dice que el trabajo está focalizado en evaluar la contaminación causada por actividades antrópicas relacionadas con actividades urbanas, industriales y agrícolas en arroyos de Entre Ríos (Las Conchas, Espinillo, Crespo, El Salto, Las Tunas), que pasan por áreas urbanas y rurales, zonas productivas con distintos tipos de industrias y feedloots. “Zonas de sacrificio ambiental en las que viven poblaciones directamente afectadas”, donde encontraron “un enorme arrastre de sustancias tóxicas y muchos efectos en organismos bioindicadores”. ¿Qué son los organismos bioindicadores? “Nosotros utilizamos a los anfibios, como las ranitas y los renacuajos. La pregunta es si existe relación con los vertebrados superiores, y la respuesta es sí, porque estos animalitos en su desarrollo tienen casi las mismas funciones fisiológicas, las mismas enzimas y muchos procesos que están en los vertebrados superiores. En los estadíos primogénitos, en nuestro caso en el vientre materno, somos todos muy parecidos, así que los anfibios son buenos indicadores”.
Sexto. Dice que recientemente también publicaron otro estudio sobre arroyos en Santa Fe, relacionado a la mortalidad de tortugas. “En el arroyo Los Troncos se produjeron cientos de decesos y determinamos que fue por el vertido de industrias lácticas sin tratar”.
Séptimo. Menciona un trabajo del (indispensable) científico Damián Marino (fallecido en 2023), quien en 2016 demostró que el glifosato drenaba por toda la cuenca del Río Paraná, desde Misiones hasta el Río Luján. “Nuestra investigación actual viene a explicar de dónde sale ese glifosato, porque nadie está echando glifosato arriba del río, sino que viene de las zonas productivas de alrededor”.
Agregará: “El año pasado hubo varias denuncias de vertidos clandestinos de industrias, factorías de pollo y cárnicas. Sobre todo en Crespo, localidad entrerriana que es la capital de la avicultura en Argentina, y puntualmente en el arroyo Las Tunas, donde hay muchos desagües clandestinos y cloacales. Allí, los procesos de contaminación se incrementaron muchísimo”.
Otro dato: “Todos estos arroyos forman parte de una cuenca muy importante llamada ‘Cuenca del Arroyo Las Conchas’, de 200 mil hectáreas y cerca de la ciudad de Paraná. Todos los arroyos desaguan en el arroyo Las Conchas, que pasa por una de las reservas naturales más importantes de Entre Ríos, el Parque General San Martín”.
El contexto: “Toda el área, además, está enmarcada en una zona productiva clásica, de soja, como prácticamente todo el centro argentino”.
Sobre las bacterias: “La contaminación bacteriana también fue extremadamente alta. Y sobre todo en Escherichia coli, con niveles miles de veces superiores a los valores guía para la vida acuática”.
Mortalidad del 100%
Rafael Lajmanovich muestra en la pantalla el arroyo Las Tunas. Pide que bajen un poco las luces y ahí están esas aguas negrísimas. “Es por la cantidad de desechos que tiene. No hace falta llevar a ningún toxicólogo a estudiarlo. A simple vista nos damos cuenta que estamos matando los arroyos y los ríos”.
Delante de esas imágenes que valen tanto como sus palabras, dirá: “Hicimos un intensivo muestreo en arroyos; un trabajo de campo exhaustivo y a conciencia porque sabíamos que el descubrimiento puede hacer virar la historia y que esto cese. A estos cursos de agua la gente los utiliza para sus necesidades, ahí bebe el ganado, las personas se bañan en balnearios. Quizá en el público haya gente acostumbrada a leer trabajos de residuos de agroquímicos, pero estos resultados que les voy a compartir, asustan”.
Entonces Lajmanovich explica la metodología de su investigación y presentará los resultados:
“Analizamos los residuos de plaguicidas en muestras de agua y sedimentos, con una evaluación fisicoquímica y bioensayos, que consisten en descubrir los efectos producidos en los renacuajos. Además de un completo análisis bacteriológico para detectar la contaminación sobre todo originada por desechos cloacales o factorías de chanchos, cerdos y pollos.
Uno supone que si eso está en el ambiente los organismos no se tienen que morir. Pero sí, se mueren. O sea, si uno pone organismos (renacuajos) en esos sedimentos y en ese agua, directamente se mueren. En los arroyos Las Tunas y Crespo las muestras puras determinaron una mortalidad del 100%. O sea, nosotros poníamos un organismo ahí y directamente moría, lo que significa que de naturaleza no existe nada, como si el agua en vez de agua fuera un veneno. Eso está en los ecosistemas, no es una cosa que se fabrica en un laboratorio. Por eso hacemos diluciones para lograr que sobrevivan. Y lo que advertimos es que, ya no en muestras puras que se morían directo sino en muestras diluidas, producen efectos genotóxicos, o sea, que pueden causar daño al material genético (ADN) de un organismo”.

Lo que se ve a la vista y lo que no en el Río Paraná. Foto: Juliana Faggi para lavaca.
El récord
Una pausa y la información sobre los análisis fisicoquímicos.
“Lo que descubrimos es el récord mundial de glifosato en sedimentos de una reserva natural de Sudamérica: son 5.002 microgramos por kilo de sedimento. No existe en la Argentina un valor más alto. No existe en Sudamérica un valor más alto validado científicamente. Me detuve en el glifosato por el récord, pero en todas las muestras se encuentran muchos más pesticidas”.
Algunos de ellos:
- Heptacloro glifosato
- Atrazina
- Metolacloro
- Leoxilifop
- Cipermetrina
La tendencia: “En el estudio que mencioné de Damián Marino, en el Río Luján, lo encontrado estaba en el orden de los 700, 1.000 miligramos. Nosotros encontramos más de 5.000 en estos arroyos”.
¿Cómo se explica ese número? “No hace falta hacer un análisis muy minucioso para darse cuenta de que toda esta gran cuenca es soja trigo, soja trigo, y se aplican miles y miles de kilos de glifosato por año desde hace 30 años. Esta cuenca tiene alguna particularidad que hace que estos sedimentos se acumulen en tal magnitud; seguramente las arcillas, las características del suelo. Nosotros no somos especialistas en suelos, así que esperamos que a alguien le interese, aunque no creo que se quiera estudiar esto. De hecho, probablemente este trabajo se intente silenciar”.
La publicación y el colapso
Como cierre de la exposición, sus conclusiones, que hace horas fueron publicadas en la revista científica internacional Water Environment Research luego de que la investigación fuera aceptada por un comité de expertos:
1) “Lo más importante: se pudo determinar el récord sudamericano de glifosato en sedimentos”. Aclara: “El glifosato está secuestrado en los sedimentos, no en el agua. Los renacuajos mueren por el conjunto de la contaminación en el ambiente: es como si yo juntara el agua del arroyo con el barro del arroyo y le pongo un organismo adentro. Esa simulación en el laboratorio es lo que ocurre en la naturaleza”.
2) “Estos arroyos tienen una extrema toxicidad, una extrema contaminación bacteriana que hacen que la vida acuática sea inviable. O sea, la vida de otros organismos como los peces, los insectos más sensibles y toda la fauna acuática es prácticamente inviable”.
3) “Los resultados de este estudio son inequívocos. Todos estos cursos de agua muestran signos de colapso ecosistémico, que no es de ahora, ni desde hace un año, sino que ocurre desde hace muchísimo tiempo. Notamos que hay una total falta de gestión estatal. Si hay normas, nadie las cumple. Si hay multas, probablemente se pagan pero se sigue contaminando”.
4) “Ante este escenario, debemos reafirmar la salud única, para poder proteger tanto a los ecosistemas como a las poblaciones humanas que conviven en esos lugares”.
5 y último): “Estamos en presencia de un ecocidio silencioso”.
Los datos son evidencia científica. La Corte Suprema de la provincia de Santa Fe dejó firme hace un mes un fallo que obliga a alejar las fumigaciones en toda la provincia a 1.095 metros de cualquier lugar poblado. Ese avance se debe tanto al trabajo y denuncias de vecinos, comunidades y pueblos, como de grupos científicos que revelan el peligro de un país que es además es el más fumigado del continente. El estudio presentado en el congreso científico de rosario agrega entonces otro dato: no basta con que las fumigaciones se alejen, porque al contaminar el agua se reactiva el alcance tóxico sobre todos los seres vivos. Ese es el desafío inmediato que este tipo de estudios permiten encarar.
Actualidad
Mapumundi: Lef y una cartografía de la situación mapuche
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Diario de un incendio

Una crónica en primera persona desde Capilla de Monte, Córdoba, a un año de los incendios. Una reflexión que no olvida lo frágil que puede ser un ecosistema cuando el entramado del modelo capitalista avanza sin dar tregua a la vida. Reproducimos el artículo publicado en CDM Noticias por María Eugenia Marengo, un año después de que el fuego encandilara todo durante casi un mes con los pulmones cargando humo en medio de una primavera postergada.
María Eugenia Marengo / CDM Noticias (cdmnoticias.com.ar),
“La fila de fuegos ardió, partiendo el paisaje en mitades. Hubo dos noches, una a cada lado. No había estrellas en el cielo, había chispas que intentaban llegar y se morían antes”. Alejandra Kamiya
Durante la noche el cielo es un manto anaranjado con olor a quemado. Hay una herida abierta que se hace un tajo extenso y enciende la cintura del cerro Overo, justo frente a la ventana de mi habitación en Capilla del Monte. Se siente el calor que crece en la piel y el resplandor enrojecido toma la forma de los ojos. Los pájaros saltan desde los nidos, los caballos relinchan y apresuran su trote hacia algún lado, los zorros, son un quejido agudo en el barrio. Y los árboles -pienso- mueren de pie. Prendo la luz a las 3 de la madrugada del 19 de septiembre de 2024, y ya son más de 40mil las hectáreas incendiadas en la provincia de Córdoba.
Hace dos días los focos comenzaron a desperdigarse de un lado a otro de la Ruta Nacional 38. Una chimenea gigante humea sin cesar y mi casa se llena de cenizas. Un pronóstico de lluvias desalentador y la sensación de que todo lo quemado ya ocupa un espacio en mi vida. Negocio inmobiliario. Ganadería. Cableado eléctrico en mal estado. Basurales a cielo abierto. Autovía de Montaña: las principales razones que dan origen cada año a los incendios en la provincia.
Una chimenea gigante humea sin cesar y mi casa se llena de cenizas. Un pronóstico de lluvias desalentador y la sensación de que todo lo quemado ya ocupa un espacio en mi vida.
En casi todas, la necesidad del desmonte –incluso en muchas zonas protegidas por la Ley Provincial 9.814 de Ordenamiento Territorial de Bosque Nativo– es un factor común que se hilvana en el entramado del modelo capitalista que avanza sin dar tregua a la vida. En otras, la idea de ganar más a costa de precarizar todo lo posible.
¿Cuándo llega el amanecer? La pregunta es una alerta que me mantiene despierta. Todavía es de noche. Hace dos horas mi hija, Julieta, se cruzó por la cámara de fotos colocada en un trípode que tiene casi su altura: 1,20. Su cara, congelada en el visor, parecía estar en medio de una noche de bombardeos fuera de foco. Son las 3:30. La madrugada hace ruido. Cruje. Le toco la frente a July. Arde, como todo lo que está afuera.
En un incendio los montes pueden levantar una temperatura superior a 400 grados. “Si se cayó un quebracho o un algarrobo, y hay suelo barroso, está cocinado como un ladrillo. En los quebrachales, puede subir hasta más de 1000 grados. En una casa, hasta los 1500”, me dirá después Duncan Hogg, guía de montaña, paramédico y bombero profesional, a cargo de las guardias en el cerro Uritorco de Capilla del Monte.
6:30 am. La mañana no se distingue, el paisaje quedó suspendido entre la tarde del día anterior y la noche anaranjada. Desde la tierra crece el fuego que deja al sol acorralado. Hay un silencio que nos habita y se quiebra. Las avionetas cortan el cielo, hacen una estela entre el dique y el fuego, como si ese aire fuera un puente que se vuelca con el agua que falta.
Negocio inmobiliario. Ganadería. Cableado eléctrico en mal estado. Basurales a cielo abierto. Autovía de Montaña: las principales razones que dan origen cada año a los incendios en la provincia.
7 am. Me tocan la puerta. Es la vecina de la esquina que nunca me habla. Me dice que hay que irse. Me tiemblan las manos. Se me viene una fugaz imagen del flyer sobre todo lo que hay que sacar en riesgo de incendio: las garrafas. Sigo por la computadora, algunos libros, ropa y cámara de fotos. La levanto a July. Mira desorbitada sobre la cama, cuál de todos sus muñecos debe dejar.
7:30 am. Cruzo el cerco que me separa de mi vecina Patricia. Ahora, soy la que toca la puerta. Insisto. Le digo que hay que irse. Me dice que no, que tiene los gatos, que no me preocupe. Nos abrazamos. Lloramos paradas sobre el piso del porche de su casa, lo único que apenas se distingue en medio del humo que nos invade.
Los incendios forestales del año 2024 fueron un círculo de fuego que llegó hasta San Marcos Sierras, unos 30 kilómetros al norte de mi casa. La superficie quemada fue menor a la del año 2020, pero se llegaron a perder alrededor de 40 viviendas y el doble de familias evacuadas. Casi un mes entero con los pulmones cargando humo en medio de una primavera postergada.
7:45 am. Los bordes del patio se vuelven frágiles. Veo desde la ventana las pequeñas partículas negras que lo cubren todo. Son los restos del monte, algo del algarrobo, otro poco del quebracho colorado, un poco más de los espinillos y chañares. Nos queda en la piel el color de la belleza que se pierde, arrastrada en una huella de fuego que surca Sudamérica.
La sensación de muerte es tan real como cinematográfica. El paisaje que vendrá será como pisar una superficie lunar, un gris inerte de película futurista que dejó la vida en otra era. Un ecosistema de pastizal puede tardar cuatro años en recuperarse, pero el monte chaqueño, que ocupa apenas un 3% del norte cordobés, para volver hacer un bosque sano, tiene ciclos de hasta ochenta.
8 am. Los jotes, esos pájaros enormes y oscuros, planean sobre la zona incendiada. El horizonte es una cicatriz ennegrecida con árboles humeantes. El suelo está caliente. Los bomberos nos piden evacuar. Hace rato que todo dejó de ser una posibilidad.
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