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Cuestión de fe: Padre Paco Olveira

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Marcha cada miércoles con los jubilados. Fue golpeado, gaseado, detenido. Nació en Málaga, se nacionalizó argentino y vivió siempre en en villas y barrios pobres. De su abuelo anarquista a lo religioso, con los pies en la tierra. Cristianismo, peronismo, el país narco, el aborto. Lo subversivo, los crucificados del presente y dónde busca la esperanza. Por Sergio Ciancaglini.

Cuestión de fe: Padre Paco Olveira
Padre Paco. Foto: Tadeo Bourbon

Por oficio, el sacerdote Francisco Olveira Fuster, mejor conocido como el padre Paco, puede confesar a otra gente. Pero también se confiesa: “Viendo los desastres que hay en el mundo a veces jodemos con algunos curas y decimos: Dios no existe, o existe pero nos odia, está en contra de nosotros”. 

No lo comenta buscando la absolución sino riéndose por esa contradicción entre la fe y asuntos en los que se verifica una masiva productividad global: crímenes, empobrecimiento, violencia, injusticias, segregaciones, discriminaciones, atropellos, enfermedades, odio. Y, a nivel local, los efectos de la motosierra, metáfora política que en sí misma es como una confesión: una herramienta que no funciona para curar o mejorar cuestiones como vida, trabajo y futuro, sino para amputarlas. Frente a esas imágenes, la broma y la risa de Paco no dejan de ser un signo de fortaleza, de capacidad de ponerle humor también a las desventuras.  

Lo de la fortaleza no es algo abstracto: se observa cada miércoles alrededor del Congreso. Jubiladas y jubilados parecen no estar de acuerdo con que les destruyan los haberes que les corresponden por haber trabajado toda la vida, a lo que se agrega el serrucho sobre su sistema de salud y el piquete oficialista al acceso a medicamentos que al menos aliviaba el ítem “destrucción de haberes”. Todo esto se hace para seguir la política de remate. Por eso los jubilados reclaman en la calle ante un gobierno que no es hipoacúsico sino que no quiere oír y que además les bloquea las microscópicas actualizaciones propuestas por algunos legisladores. 

La acción oficial se completa reuniendo cada miércoles a cientos de personas llamadas “efectivos” con trajes blindados y pertrechados para el combate antimotines a sueldo de: Policía Federal, de la Ciudad, Gendarmería, Prefectura Naval, Policía Aeroportuaria (las razones por las que las tres últimas fuerzas no están en las fronteras, ríos, mares y aeropuertos sino en el Congreso pegándoles a jubilados quedan a interpretación del público). 

Los uniformados agreden a manifestantes +70 y +80, que a veces han contraatacado: MU pudo confirmar que días atrás se arrojó espuma de carnaval Rey Momo a los “efectivos” sin dañarles otra cosa que la oscuridad. Una de las mujeres gaseadas me decía hace poco sobre la violencia estatal: “Acá es donde más cobramos”. 

Ante esa situación, Paco tomó varias decisiones: 

Se acerca hasta el Congreso todos los miércoles, cosa que no suelen hacer muchos políticos, sindicalistas, intelectuales, periodistas, panelistas, sociólogos, cientistas sociales, luchadores on line, sacerdotes, rabinos, imanes & otros que siempre, los miércoles pasadas las 15.30, tienen cosas más importantes que hacer.         

Empezó a interponerse entre manifestantes y policías, buscando evitar los golpes y detenciones, no siempre con éxito. Ha terminado él mismo fumigado con gas pimienta y golpeado con el típico entusiasmo policial. Al menos un par de veces se lo llevaron junto a las personas que él defendía. 

“Detienen gente arbitrariamente, al voleo, para disciplinar. Para que nadie quiera ir a las marchas porque te pueden llevar preso. En estos casos eran personas que estaban cerca mío sin hacer absolutamente nada. Entonces yo me agarré a los que detenían, una vez era un vendedor de choripán, y me pegaron y detuvieron también a mí. Pero al cura lo sueltan rápido, tiene coronita, siendo que lo mío era mucho peor, porque yo sí que estaba en resistencia contra la autoridad para que no los apresaran” detalla Paco. 

La frase “poner el cuerpo” es moda en el progresismo, suele generar emojis de corazones virtuales, aunque no siempre se ejerce. Paco parece una especie de excepción, no por las sesiones de golpes y forcejeos que se están naturalizando como burocracia represiva, sino por el hecho de estar allí. “Lo mío es un acompañamiento defensivo. No voy a agredir sino a que no agredan. Espero que no me peguen. No soy ningún masoquista, porque la pasás muy mal. A la noche no dormís porque te quema todo el cuerpo por el gas, te queman los ojos, te cuesta respirar”.

Se queda pensando y aclara: “Pero ojo, el tema no son los curas. Son los jubilados. Son ellos los que cobran menos de 300.000 pesos, los que son humillados, maltratados. Y encima si reclaman los golpean y los violentan. Los jubilados conducen. Yo me sumo a una acción colectiva con los Curas en Opción por los Pobres junto a otras organizaciones en la Mesa Ecuménica. Pero la foto es la de jubiladas y jubilados peleando por lo suyo. Uno acompaña y si pasa algo, como dicen en el barrio, te la comés”. 

Cuestión de fe: Padre Paco Olveira
El sacerdote atacado por la policía en una de las marchas, recibe primeros auxilios del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA). Dice que no es masoquista ni quiere ser mártir. “Ojo, el tema son los jubilados. Son ellos los que cobran menos de 300.000 pesos, los que son humillados y maltratados. Uno acompaña y si pasa algo, como dicen en el barrio, te la comés”.

Anarcos, Picasso y Jesús

Este español nacido en Málaga en 1964 y nacionalizado argentino hasta en el acento (“por amor a esta tierra”) vive actualmente en el asentamiento Esperanza, de Merlo (“un ranchito de material pero con techo de chapa”), conduce un centro comunitario y está al frente de la capilla Beato Enrique Angelelli y Compañeros Mártires en el barrio Eva Perón, en Libertad, y preside la Fundación Isla Maciel, zona en la que vivió 13 años. Todas geografías en la que sigue haciendo lo que se puede frente a la crisis social. 

Como andaluz malagueño, es paisano de Pablo Picasso. 

-Sí, pero yo nunca le pegué a las mujeres– dice, y se queda murmurando “muy machista, muy machista”. 

Su abuelo Gabriel era sastre y anarquista. Confeccionaba uniformes para los republicanos que se oponían a la falange española de Francisco Franco, apoyada por los fascistas italianos. En tiempos en que tanto se habla de fascismo, la historia de la familia de Paco permite recordar, palabreja que también significa volver a pasar por el corazón. 

Málaga fue siempre una ciudad pujante y rebelde. En su bandera figuran títulos como “Muy Noble”, “Muy Leal”, “Muy Hospitalaria”, “Muy Benéfica”, pero el principal es tal vez el menos pomposo y más profundo: “La primera en el peligro de la libertad”, por sus levantamientos contra el absolutismo en el siglo XIX. Ese linaje se confirmó por sus acciones antifascistas en los años 30 en las que intervino el abuelo Gabriel. 

“Se sabe mucho del bombardeo a Guernica por el cuadro de Picasso, pero no se conoce tanto que en Málaga hubo algo muy parecido que se llama La Desbandá, por la desbandada, en andaluz”, cuenta Paco sobre el éxodo de malagueños que huían del franquismo cuando éste tomó la ciudad. La Masacre de Málaga-Almería en febrero de 1937 dejó entre 3.000 y 5.000 personas asesinadas en esa ruta costera por los ataques de la aviación y desde barcos. Con la ciudad tomada, se calcula que los franquistas fusilaron a unas 20.000 personas entre 1937 y 1940, enterradas en fosas comunes como la del cementerio de San Rafael: solo allí se encontraron 4.000 cuerpos. “Mi abuelo trató de huir con su mujer y sus ocho hijos con un borrico, pero tuvieron que volverse porque era imposible seguir adelante por las bombas y los muertos. Después casi lo matan, pero los vecinos dieron la cara por él, que era muy buena gente”. 

Reflexiona el nieto del anarquista: “En España hay poca memoria, verdad y justicia aunque últimamente hay un poco más. No alcancé a conocer a mi abuelo, pero algún gen me debe haber quedado”. 

Paco es uno de los seis hermanos del matrimonio de Francisco y Coloma. Su papá era empleado municipal. “Fue el único que pudo estudiar porque era el más chico y sus hermanos trabajaron en la sastrería para que él pudiera hacerlo. Nunca olvidó eso. Éramos una familia católica practicante de misa dominical, mi papá era un hombre conservador, mi madre ama de casa, que con seis hijos bastante trabajo tenía, pero las puertas de mi casa siempre estuvieron abiertas a las necesidades de los demás. Mis padres viven, tienen 89 años. Ella está bien físicamente y de la cabeza, él está más achacado. Los dos más cerca del arpa que de otra cosa porque es ley de la vida, pero ahí están”. 

El niño Olveira fue a colegio católico. “Creía en Dios, y conocí al padre Cacho, un cura muy abierto que trabajaba con los gitanos, que suelen ser el colectivo más pobre y más despreciado en Europa en general. Ahí conocí los barrios de chabolas, lo que aquí son las villas. Fue un choque ver eso. Decir: ‘soy cristiano, pero vivo cómodo, entonces ¿cómo vivo mi cristianismo?’. Esa pregunta sigue siendo una de las principales para mí. Por eso voy los miércoles a las marchas”. 

Cree que en las chabolas le nació una mirada social. “Después entré al seminario y me influyó mucho la Misa Campesina Nicaragüense que en España se puso de moda por un disco que grabaron varios cantantes como Ana Belén y Miguel Bosé. Canciones de fe y revolución. Ya había muerto Franco, eran comienzos de los 80, se respiraba otro aire y las luchas de liberación latinoamericanas me marcaron”. 

También estaba en contacto con los scouts. “Allí el dirigente Paco Sanchiz fue de los que me ayudaron a abrir la cabeza y tener una mirada crítica sobre el mundo. Empecé a conocer de Argentina por la Guerra de Malvinas, y Sanchiz me dijo que esa guerra la había armado un dictador para mantenerse en el poder. Me acuerdo como el día de hoy. Ahí definí que quería venir a este país. Uno de mis tíos me dijo: ‘Pórtate bien allí, que Perón nos sacó mucha hambre’” (por la colaboración argentina con España tras la Segunda Guerra).  

Llegó al país a los 23 años, en 1987, en tiempos de Raúl Alfonsín. “Era la época de la híper y no entendía qué era eso de que las cosas cambiaran de precio todos los días”. Terminó su formación en el seminario de Villa Devoto, hizo un breve viaje para ordenarse como sacerdote en España y volvió: “Ya estaba enamorado de Perón y de Evita y trabajaba en la pastoral de villas y asentamientos de La Matanza”. Vivió también en Uruguay, Paraguay y Colombia y hace poco estuvo por irse a Guinea, en el África. Viajes que tienen que ver con otra clase de fronteras: “Si Jesús viniese hoy, estaría con los pobres y lo acusarían de marxista, comunista o peronista. Para mí el lugar también es con los pobres, y el capitalismo es lo más alejado del cristianismo”. 

El cura de las fotos

A Paco no lo convence mucho que lo llamen padre: “Sé que lo hacen con afecto y respeto, pero no me siento padre sino hermano”. Llega los miércoles a las marchas con una bolsita de nylon en la que lleva alguna de sus estolas. Por ejemplo, la que tiene una imagen de la Virgen de Luján y otra del sacerdote Carlos Mugica (uno de los fundadores de los movimientos de curas villeros y de Sacerdotes para el Tercer Mundo, asesinado de cinco balazos de ametralladora por la Triple A en 1974) con la frase “junto al pueblo”. Otra estola muestra el rostro del obispo Enrique Angelelli, asesinado por la dictadura militar en 1976. También se lo ha visto a Paco con la camiseta de Boca (el día de la movilización de las hinchadas) o luciendo la figura de El Eternauta: en ambos casos fue suculentamente atacado por los policías a los que terminó planteándoles, con los ojos todavía inyectados de gas pimienta y la cabeza golpeada: “Yo entiendo que cumplen su trabajo, pero les pido que no tengan esa saña”. 

Los “efectivos” lo miraban sin que se sepa qué ideas revoloteaban bajo sus cascos. La reflexión posterior del cura: “Es al pedo. Nosotros partimos de que una orden injusta no debe ser cumplida. Creo que hay policías que están cansados de obedecer y reprimir, pero es su trabajo. Y hay algunos que lo disfrutan porque tienen esta concepción mileísta de la realidad, y por eso actúan con una saña particular. En cualquier caso, me parece que es inútil que les hablemos, porque lo van a seguir haciendo si se los ordenan. El verdadero problema es más arriba”.  

Pese a la policía blindada, el sacerdote sigue subiéndose a esa especie de ring que erigen semanalmente en Congreso. ¿Por qué? “Yo no quiero ser mártir. Cuando Jesús dice que no hay mayor amor que dar la vida, no habla de que te asesinen sino al revés, de vivir una vida solidaria”. 

El cristianismo a veces se pone necrológico: “Mirá, yo sigo a un tipo al que le fue muy mal en la vida, estaba cambiando las cosas con diez gatos locos. Era contracultural, subversivo, quería transformarlo todo. Pero termina en una cruz. Ahí dice: ‘¿por qué me has abandonado, padre?’. Parecería que hay un Dios sádico, que manda a su hijo a que lo maten. Pero no creo en ese Dios sino en el que lo bajó de la cruz. Entonces lo que yo hago acá tiene que seguir esa idea: bajar a los nuevos crucificados de la historia. Ahí es donde yo quiero estar. Y cuando lo hacés, vivís cotidianamente con la esperanza, y con signos de vida”. 

Por eso reconoce que nunca vio un alma caminando. “Estamos hablando de personas concretas, reales, metidas en el barro de la historia. Para mí la enseñanza es que la vida venció a la muerte y la última palabra no es la injusticia, sino hacer de esta tierra un lugar parecido al cielo que nos imaginamos. Entonces no me importa si la otra persona es atea, comunista, evangélica, musulmana, mapuche, homosexual o trans. Lo que me interesa es qué vamos a hacer concretamente juntos para transformar este mundo”. 

Confesión estética y filosófica sobre las marchas: “Me preguntan por qué aparezco tan serio en las fotos, pero no es que estoy serio. Estoy cagado en las patas”. 

Se verá, sin embargo, que lo han tratado de lo contrario. 

Cuestión de fe: Padre Paco Olveira
El sacerdote en manos policiales. Dice sobre las marchas: “Los jubilados conducen”. Las veces que lo detuvieron: “Defendí a personas que no estaban haciendo nada. Incluso un vendedor de choripán. Al cura lo sueltan rápido, tiene coronita, siendo que lo mío era mucho peor porque yo sí que estaba en resistencia a la autoridad para que no apresaran gente”.

El corajudo y el aborto

Guarda un mail que le envió el Papa Francisco en 2015: “Te agradezco el testimonio de coraje que das (bueno, a veces te pasás de corajudo… pero eso también viene bien)”. Tampoco olvida palabras del Papa justamente frente a la represión a marchas que defendían a los jubilados, cuestionando en qué decide gastar plata el oficialismo: “El gobierno se puso firme y en vez de pagar la justicia social pagó el gas pimienta” (insumo que sigue pagando generosamente y sin ajuste, para fumigar manifestantes). 

Olveira suele andar sumergido en polémicas. Su apoyo a la legalización del aborto como tema de salud pública le costó que le prohibieran celebrar misas en la Isla Maciel, aunque él ya no era párroco allí. Dice Paco: “Pero no es una idea mía, las Católicas por el Derecho a Decidir dan esa batalla desde hace mucho tiempo y el Papa Francisco recibió a una de ellas en el Vaticano que le regaló el pañuelo verde. Nadie está a favor del aborto, porque es una cuestión traumática, pero sí a favor de ese derecho a decidir, y que haya educación sexual como corresponde, métodos anticonceptivos y no como ahora que no hay preservativos al alcance de la gente, ni salud pública para los barrios, donde las mujeres pobres terminan muriendo con un pedazo de perejil”. Chocó también con la entonces vicepresidenta Gabriela Michetti cuando concurrió a la beatificación de Enrique Angelelli en La Rioja. Paco y los Curas en Opción por los Pobres llegaron con una bandera: “El gobierno nacional insulta la memoria de nuestros mártires”.  El cura, además, se lo dijo cara a cara a la señora Michetti, por si no lo había leído. 

Otro episodio fue su mensaje a los votantes tras el triunfo de Milei en 2023. Les pidió “coherencia” y que no se acercaran al comedor o a otros servicios de la Fundación Isla Maciel, “porque simplemente no va a haber recursos para todes”. Paco se asombra: “Obviamente no marginamos a nadie, no es ese el tema. Pero me quedé corto. Pensé que no iba a alcanzar para todos, y ahora no alcanza para nadie, porque el 90 por ciento de los comedores están cerrados. Igualmente atendemos en lo que podemos, pero queremos que se sepa con claridad quiénes son los culpables de las cosas que ocurren”. 

Para mantener en alto todos los debates, Paco también cuestiona el celibato sacerdotal. “Le pedí a Francisco que lo elimine porque me parece un arcaísmo. ¿En mi caso? Y… lo vivís lo mejor que podés. Y también le pedí a Francisco que permita el sacerdocio para las mujeres. Son cosas muy arraigadas en la iglesia pero que hay que pensar en transformar, lo mismo que el matrimonio entre homosexuales. Conozco parejas homosexuales con hijos que son una maravilla, y heterosexuales que son hijos de una gran siete”. Para terminar de escandalizar a los arcaísmos, otra no-discriminación de Paco: “No es que yo esté al frente, hay hermanas que trabajan con la comunidad trans y tenemos una relación muy linda cuando hacen retiros espirituales o me llaman para celebrar misa. Jesús nunca discriminó a nadie. Además, se lo puede seguir en este tema a San Agustín, que dijo ‘ama, y haz lo que quieras’, que es un llamado a respetar la opción y la dignidad de cada persona”.

Iceberg y condena

No considera Paco que haya personas pobres. “Hay empobrecidos, gente a la que alguien empobrece, así como hay oprimidos porque hay opresores. Frente a eso creo que hay que ponerse de un lado de la historia. No lo digo solo ideológicamente, sino también como estilo de vida. No esa cosa ostentosa, consumista, de acumulación, de no compartir, que no te importe nada. No me gusta ese mundo”.  

Ese mundo parece gozar de buena salud, pero el cura plantea: “Muchas veces los que se mueven por buenas causas son grupos pequeños que marcan los tiempos. Milei no va a cambiar un ápice por las movilizaciones de jubilados. Pero son cada vez más, como la punta del iceberg de un malestar social que ahora se vio mucho más con la condena a Cristina. Es la proscripción a quien planteó un país más inclusivo. Los barrios se transformaron para bien en esos años. ¿Estaba todo solucionado? No, claramente. Pero además de las mejoras materiales, los derechos, las jubilaciones, no había ese discurso de odio al que piensa distinto. Y no me olvido de que quisieron matarla no por algo malo, sino por lo bueno que hizo”. 

Historia de esas noches movilizadas: “En una ceremonia en la calle hice un cantito: menos oración, más revolución”. ¿Qué sería esa revolución? “Habría que volver a gobernar, tomar el poder en las próximas elecciones. Mientras tanto el hoy es estar con los jubilados los miércoles, y  no solo eso. La propia Cristina dijo que hay que volver a los barrios, escucharlos, trabajar con la gente mancomunadamente. Es un mensaje porque también esos discursos individualistas nos empiezan a pegar y a veces nos cuesta convivir. Y de acá salimos todos juntos, o no sale ninguno”. 

¿Cuál es su percepción sobre el presente? “Hay mucha angustia porque es mentira eso de que sacaron a diez millones de personas de la pobreza. Mis vecinos han dejado de ser pobres, pero porque ahora son indigentes”.  

¿Y la situación de los barrios? “Si algo sobra en esta época es la droga. Por todos lados. Y no hay trabajo para la gente. Las condiciones en que se vive son inhumanas. Frente a eso la droga va destrozando a muchas personas cotidianamente, sin ninguna presencia del Estado. Abren un lugar de venta atrás del otro. No estoy hablando de lo que pasa en la clase media cuando alguien fuma un porro. Acá son drogas que te rompen y terminás entrando a ser soldadito o a la prostitución. Es más fácil lograr que un pibe no caiga que sacar a uno que ya entró a la droga. Sería mejor que la legalicen, porque al menos eliminás un nicho de mafia y podés controlar el consumo o que te atiendan en un hospital. Hoy la mafia maneja todo, compra a la policía, la política, los jueces, y nos vamos a convertir en un país cada vez más narco con el blanqueo masivo de dinero sin preguntar de dónde viene. Eso está logrando este gobierno”. 

Vuelve sobre lo partidista: “No entiendo lo fino de la política. Creo que tampoco quiero entenderlo. El peronismo me entusiasmó siempre porque lo vi relacionado con la Doctrina Social de la Iglesia, con el humanismo, con la idea de que la propiedad privada no es un absoluto y la justicia social no es una mierda. Para mí es cristianismo puro. Después aparecen Menem, o Guillermo Francos (actual ministro de Milei), o hemos ido a votar a Scioli para que no gane Macri, que ganó, y ahora lo tenemos a Scioli como libertario. Entonces me da asco. De lo que conozco, Néstor y Cristina fueron otra cosa. Otros valores. Pero fue hace tiempo. El mundo cambió. No sé qué les dice eso a los jóvenes de hoy. Pero si aparecen otras opciones que se parezcan a ese proyecto de fraternidad, de igualdad, de sororidad, seguramente me voy a hacer de ese movimiento. Sin dejar de acompañar a Cristina, más ahora con lo que la atacan”.

Otra confesión: “Lo que espero es que no se sigan dividiendo y que hagan algo para que no gane la derecha, y que las cosas cambien. Pero mejor preguntale de esos temas a los políticos. Lo único que sé es a dónde tengo que estar” dice Francisco Olveira Fuster después de varios mates y antes de una frase que se está convirtiendo en una contraseña del presente:  

-¿Nos vemos el miércoles?

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