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Joven argentino: Franco Vera, 16 años, libertario
Fue echado de la juventud de LLA, no lo toman en Halcones Republicanos, pero sigue apoyando al gobierno en la escuela y los streamings. Asegura que quiere hacer ayuda social y repartir comida. Se define como “violinista y político”. Le hizo una cámara oculta a la directora de su colegio, donde firma autógrafos. Vida, heridas y trolls fanáticos. Por Franco Ciancaglini.

A la misma hora en que el país se revuelve por la detención de CFK, me encuentro con Franco Vera.
Llega tres minutos tarde y se disculpa por la demora: dice que calculó mal el subte. Pensé que vendría de la escuela, ya que lo cité a pocas cuadras. Hoy faltó porque tenía esta entrevista y luego una reunión para participar en un programa de streaming: “Dos motivos suficientes”.
Está claro que la energía de este joven no se encuentra tanto en el estudio como en la política. Apenas desembarcó en el colegio Nicolás Avellaneda se candidateó para presidente del centro de estudiantes. Pese a que –dicen– ganó el debate ampliamente, las elecciones nunca sucedieron. Franco cree que está algo así como… ¿proscripto?
Vayamos por partes.
De guantes y rugidos
Se llama Franco Vera. Tiene dieciséis, pero su último año fue especialmente frenético.
En 2025 se mudó de Merlo al barrio porteño de Belgrano. Empezó a cursar en el colegio Nicolás Avellaneda, en Palermo. Notó que había una sola lista en el centro de estudiantes. Y él, que ya venía militando con La Libertad Avanza en el Oeste, armó su unipartido: Ruge el Cambio. Se presentó al debate, solo, contra ocho oponentes de la otra lista. Cuando terminó de decir sus primeras palabras, ya se había ganado a la hinchada:
-Yo me la aguanto solo.
Sobre las razones de su rápida y fácil victoria en aquel debate, Franco no duda: “Fue por el adoctrinamiento que hay en esta escuela”. ¿Un ejemplo? “A los chicos les hicieron hacer un mural de que son 30.000 desaparecidos en la última dictadura militar, sin guantes y con un material parecido al cemento”.
¿Cuál es el cuestionamiento, lo de los guantes o los 30 mil? “Primero, que esto puede seguir pasando en cualquier otra escuela: hacer trabajar a los chicos con materiales peligrosos. Ya sean 30.000 o no sean 30.000”.
El mundo de Franco –que es, también, el nuestro– mezcla este tipo de razonamientos: habla de la pintura pero pone en duda los 30 mil, y con un argumento razonable termina desdibujando el sentido de un mural y de una discusión social. Y relativizando un genocidio. En definitiva, esta confusión es efecto y marca registrada de la comunicación de este gobierno, que tiene sumidos a demasiados jóvenes en diferentes nebulosas, en las cuales me incluyo (no por joven, sino por nebuloso).
Sobre el adoctrinamiento, le pregunto qué piensa por ejemplo sobre los nuevos dibujos infantiles libertarios que piensa proyectar el gobierno en Paka Paka, y responde: “Bueno, es una propuesta diferente. Pero la verdad es que cada padre puede decidir si su hijo los mira o no”.
Como buen político, Franco sabe usar las palabras para decir y para no decir. Con ese estilo, desde que llegó al Avellaneda, dio vuelta al colegio. Muchos alumnos y alumnas lo empezaron a seguir, a pedirle fotos y hasta autógrafos en sus cuerpos. Envalentonado, comenzó a reclamar fecha de elecciones, pero las autoridades del Avellaneda –denuncia él– comenzaron a boicotearlo.
Lo cuenta así: “La directora me dijo que cancelaron las elecciones. ¿Se puede cancelar un centro de estudiantes? Es un derecho que tenemos los estudiantes. No creo que alguien tenga semejante poder como para censurarnos, pero es una realidad que estamos viviendo”.
Lo que no cuenta es que él le hizo una cámara oculta a la directora en una reunión en la que supuestamente hablarían sobre su participación en el centro. Cuando se lo recuerdo, Franco mira para abajo, pero no luce arrepentido. Él mismo subió el video a sus redes, pero tanto ese video como todos los que filmó dentro del colegio e incluso del debate que ganó, no están más en la red: la indicación de bajarlos provino, según él, de la directora.
Desde la cámara oculta zafó de una sanción grave, pero la relación no tuvo vuelta atrás: “No me puede ni ver”, confiesa.
Sin señales de elecciones hasta ahora, Franco sigue promoviendo la adhesión de compañeros a Ruge el Cambio –el último, un niño ruso–, pegando cartelería y subiendo videos a sus redes; pero sobre todo, aumentando su presencia en eventos (cierre de campaña de Adorni, búnker en el Hotel Libertador), en canales de streaming libertarios como “Los conozco a todos” y “Somos libertarios”, y recientemente entrevistando a jubilados en las marchas de los miércoles.
Ciudad de Dios
Franco Vera es categoría 2009. Nació en un hospital de Merlo. Tiene dos hermanos. Vivió allí toda su infancia bajo la intendencia del mismo gobernante actual: Gustavo Menéndez. Su familia es parte de esa mitad pobre de las 600.000 personas que habitan el municipio.
Una visión simplificada podría decir que precisamente allí, tras una era de abandono (lo municipal + lo provincial + gobiernos de Macri-Alberto), creció un libertario.
Pero vayamos por partes.
Su madre y su padre están separados. Vivió con su madre (dos trabajos: peluquera y auxiliar de enfermería) y sus dos hermanos hasta este año. Se fue de la casa materna por razones que resume como lo hiciera Mauricio Macri: “Pasaron cosas”. Informa: “Nunca fui muuuy humilde, pero sí llegué a eso de no poder ir a ver una película o tener que comer lo mismo dos días. Bueno, realidades que pasan. Mis abuelos y mi mamá siempre hicieron todo para que nunca me falte nada, y eso también es una realidad”.
También es una realidad que cuando tenía ocho años ayudaba a su mamá en el trueque, entre otros trabajos infantiles, incluyendo el de vendedor de caramelos. Rebusques a los que recurren las familias de los barrios.
A ese termómetro social-familiar merlense, le agrega el condimento de ser cristiano –“no católico: cristiano”–, acaso como otra explicación a su vocación solidaria. “Creo en Dios, claro, fuente de toda razón y justicia. Hoy en día, al menos en provincia, es lo único que tenemos para confiar. Porque salís de casa y no sabés si te matan o solamente te apuntan con un arma, como le pasó a mi hermano la semana pasada”.
Tiene también otra cosa: un método, que le dio la música. Estudió violín tres años en un conservatorio. El método significa entrenar, practicar, seguir probando hasta que el sonido fluye.
Entre su raíz cristiana y su método de conservatorio (en su perfil de IG se define actualmente como “porteño, violinista y político”), Franco llegó a La Libertad Avanza como cualquier joven: a través de las redes. “El presidente tiene mucho carisma. Es muy cercano, más que nada porque fue uno de los primeros que estuvo en redes sociales y ahí acercó a muchos jóvenes”.
¿Vos incluido?
Yo ya tenía esas ideas.
¿Qué ideas?
Las ideas de la libertad, el respeto a la propiedad privada…
¿De dónde las sacaste? De tu familia no.
Soy de leer mucho.
¿Qué leés?
El Código Penal, el Código Civil…
Ah, bueno…
Novelas también leo.
¿Alguna para recomendar?
Bueno, hay muchas. En general me gustan las policiales. Hay una que se llama Patria y familia.
¿De qué trata?
No me acuerdo el autor, pero está muy buena. Habla de cómo un presidente llega al poder empezando desde abajo, y cómo luego tiene que enfrentar los conflictos del país. También cómo el poder lo corrompe, porque uno está en la cima y después no quiere dejarlo. Cómo lo destruyó y cómo pudo salir adelante después de todo el caos que pasó en su vida, después de que lo abandonara la familia. Y bueno, después cuenta cómo se manejó en el poder.
¿Te resuena un poco a Milei la historia?
No, pero son cosas que leí. El presidente creo que no tenía la necesidad de llegar a ser presidente, era una convicción.
¿Vos también tenés ese tipo de convicción? ¿Te gustaría…?
Me quiero formar para poder aportar al país. No es que me quiero escapar porque no le veo futuro. Hoy veo que Argentina tiene futuro y creo que podemos llegar a algo.
Halcones y aspiracionales
En 2025, entonces, se mudó a CABA con su padre, que trabaja en el famoso bar y restaurante La Biela, frente al cementerio de la Recoleta. Dice que sus padres no son peronistas o antiperonistas: “Ahora me están apoyando en esto que estoy haciendo, pero no mucho más”.
Sitúa su bautismo político a los 15 –hace apenas un año–, “cuando me uní a la política en Merlo, recorriendo con el ANSES las villas y barrios más humildes”.
Así pasó todo el verano, sus vacaciones: militando. Al terminar la temporada, había hecho migas con varios jubilados, a los que les dejó su teléfono personal. Por eso, dice, lo echaron de LLA: “Ellos dijeron que me echaron de La Libertad Avanza por darle mi número de teléfono a un jubilado. Y no es que me sacaron solo de Merlo o de la primera sección, también estuve en Morón, sino que me sacaron de toda la juventud de La Libertad Avanza de Argentina. Porque me quise unir a la Comuna 13, a Palermo, a Recoleta, en cualquier lugar, y no me dejaron”.
Todo indica que el perfil (alto) de Franco no cuadraba con los intereses del partido. O celos ante un posible competidor, o cosas que nunca sabremos, más acá de darle el teléfono a los jubilados. Quedó en la lista negra, pero no se rindió: al toque intentó entrar en el grupo Halcones Republicanos, que pasó del PRO a LLA organizado por Patricia Bullrich, con varios integrantes a sueldo del Ministerio de Seguridad.
¿Por qué Vera quiso entrar allí? “Por la ayuda social, para repartir comida”, responde. El bullrichismo no reparte esas cosas, y tampoco lo aceptaron: “Me dijeron: ‘Primero arreglá las cosas que tenés con la juventud de La Libertad Avanza’”.
¿No te sentís militando para gente que no te respeta?
Nadie me va a sacar esa convicción que tengo como joven, como adolescente, de apoyar a alguien que considero que está haciendo el verdadero cambio que necesita Argentina. Un grupito de personas no me va a sacar todas las ideas que tengo.
Lo dice pensando en Jazmín Campos, quien fuera presidenta de LLA en Merlo y lo dejó afuera. “Pero el coordinador (de Merlo) Eduardo Varela me invitó a su casa, a su pileta: con él, todo bien”.
Franco se siguió moviendo y ahora está en dos agrupaciones: Somos libertarios y Ministerio de Trolls. Sobre esta última: “Es más para asistir en redes y… no voy a decirlo en cámara, pero son… fanáticos”.
Además, Franco participa del programa Los conozco a todos y está fichando un pase a un nuevo canal de stream.
Pero su principal canal son sus propias redes: Instagram y TikTok. Allí comparte videos sentando posición sobre distintos temas y publicitándose a sí mismo.
En un posteo se pregunta: “¿Por qué no seguir votando a los mismos de siempre?”. Y muestra por dentro el hospital municipal de Merlo, en estado de abandono.
Frases ¿inspiracionales?: “Detrás de cada historia hay una historia de decepciones acumuladas, de heridas que no sanaron, de intentos que no fueron valorados, hay un cansancio emocional que pesa demasiado y un momento en el que seguir ahí solo te está haciendo daño. No es rencor, no es orgullo ni falta de amor, es amor propio. Es reconocer que merecés estar en lugares donde te valoren”.
Horas después de esta entrevista, también subiría un video contando y agradeciendo la charla para esta nota, con una tapa de MU que pide justicia por Pablo Grillo.
Un joven normal
Todo en Franco me desconcierta. Lo primero es que se llama igual que yo. Lo segundo, es que lo veo enérgico, y yo estoy cansado. Lo tercero, y todo lo que sigue, es que quiero entenderlo y no puedo. Y creo que es un problema mío.
Hay algo en su historia que explica –según mi humilde perspectiva– el caldo de una desesperanza social y política, al tiempo que se revuelve la olla de una vida atravesada por la pobreza, las pantallas y la necesidad de pertenecer. Veo en su risa con aparatos, en su pequeño porte, en su tono de voz, que podría ser de los jóvenes que sufren bullying en el colegio; pero no lo es: le piden autógrafos o lo odian, sin medias tintas. Y, como dijo él, “se la banca solo”, no solo frente a la lista peronista, sino ante varios. Ante mí.
Pero lo que más me descoloca es que, al día siguiente de la charla y de la condena a Cristina, mientras el centro de estudiantes del colegio saca un comunicado en repudio, Franco va a la marcha de jubilados. Y los entrevista. Y les da voz. Está bien, lo hace en su Instagram, que ve muy poca gente, pero ahí está, con ellos. Los deja hablar sin filtros. Ellos hablan sobre el modelo, el ajuste, lo que cobran, cómo les pegan.
Y él escucha, y asiente con la cabeza.
Y, sin embargo, sus ojos siguen brillando cuando mira el futuro con ojos libertarios. Hay algo que él siente, una verdad a la que se aferra, y que lo hace levantarse todos los días con ganas de comerse el mundo. ¿Para qué? Él habla de ayudar. Si él pudo, el otro puede. Si él pudo, el país puede.
Ser libertario le da una identidad y unas ganas, pese a que lo echaron de todos los espacios formales sin que se entienda muy bien por qué.
Un joven cuyo destino estaba confinado en Merlo, hoy firma autógrafos en un colegio de Palermo, cosecha fotos con Toto Caputo, Karina Milei y el Gordo Dan. Sus ídolos.
Es cierto que, en esta realidad devaluada, son los que están más cerca.
Es el trayecto más corto.
Corto pero intenso.
La pregunta tal vez sea: un trayecto hacia dónde.
¿Te gusta la historia argentina?
Eh, bueno, siempre la historia, al menos en la escuela, me llamó la atención. Y me gusta ver muchas películas bélicas. Pero no, no estudiaría historia. Porque siempre quise ser abogado.
¿Y cómo ves el futuro?
Argentina tiene el potencial de ser uno de los mejores países del mundo, con los recursos para serlo. Pero tenemos que tener ganas de serlo y predisposición, porque si no, no vamos a llegar. Y ahí es cuando entran los jóvenes. Yo quiero que dentro de unos años Argentina esté mejor de lo que está ahora. Como dijo el presidente… Bueno, más al extremo, ¿no? Que vamos a recuperar Malvinas porque vamos a ser uno de los mejores países del mundo, y Malvinas va a querer estar con nosotros, porque viste que pueden votar los ciudadanos.
¿En serio creés eso que dice Milei?
Y mirá, para soñar estamos. Si ya soñamos con esto, con que haya un gobierno libertario, podemos soñar en grande, ¿por qué no?
¿Cuál es tu sueño?
Soy un joven que lo único que puedo hacer es ayuda social: repartir comida en la calle. No puedo hacer mucho más. Hay que tener en cuenta que soy un joven normal, con los recursos que me da mi padre. Primero tengo que estudiar y formarme. Pero dentro de mis posibilidades, me puedo tomar el tren para ir a hacer reportajes, para ver qué pasa en un hospital, para ayudar a un vecino que denuncia algo. Porque peor que ahora, no podemos estar.
Ahora sí.
De acuerdo en algo.
Peor que ahora, no podemos estar.
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