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Un día peronista
Crónica desde el búnker del Frente de Todos y desde las calles de Characarita, donde una multitud celebró la amplia victoria en las PASO sobre Cambiemos. Jóvenes como protagonistas, dedos en vé y rumores que explican cómo dar vuelta todos los pronosticos. Fotoreportaje de Martina Perosa y MAfIA.
Por Sergio Ciancaglini
Ella tiene unos 20 años, y casi grita: “¿15 puntos? Nunca me lo hubiera imaginado. ¡Pero cómo lo deseaba!” y sale corriendo sumergiéndose entre la gente que baila y canta cumbia, el Himno, los Redondos o lo que sea. No es un público encuadrado, embanderado ni encolumnado bajo partidos o sindicatos. Es gente que salió a la calle a celebrar lo que Ludmila (22, docente) define como “una de las alegrías más grandes de mi vida”. En esa muchedumbre el 80% es sub 40 y el 70% es sub 30. Es la generación que protagoniza y se abraza a este domingo 11 de agosto, 2019.
En el gran escenario sobre la Avenida Corrientes al 6200 hay reflectores que iluminan al público que mira la gran pantalla en la que aparece Alberto Fernández, recibido con un grito de la calle que él no escucha desde el Complejo Cultural C.
Un grito que hubiera sonado absolutamente absurdo hace apenas dos meses y medio: “Se siente, Alberto presidente”.
El día había comenzado con la votación, las horas silenciosas, las noticias irrelevantes, y la espera de unos resultados que según todos los candidatos, empezando por los oficialistas, determinarían el futuro del país, aunque nunca se entiende bien si esas son visualizaciones del futuro, o amenazas.
A las 17.30 no había casi nadie sobre Corrientes, salvo dos chiquitos de 6 y 2 años de edad, ocupando la avenida correteando con el cochecito del más pequeño. No encuentro a la madre de los niños, pero sí a Pablo, su padre, que quizás simbolizaba esas cosas que la gente lee en las estadísticas.
“No tengo trabajo estable hace tres años” cuenta. “Hago changas de albañilería. Vine porque quiero tener una expectativa. Mi mujer, Mariana, murió hace cuatro meses de cáncer. Y yo para mis chicos quiero una vida distinta”. El mayor se llama como él. El pequeño es Eilel. Pablo dice: “Si quiere le doy mi teléfono por si necesita alguna changa, me llama sin problema”.

Foto: Martina Perosa
Café por el cambio
Con el número de Pablo entro al lugar elegido como eso que llaman búnker. El Complejo Cultural C es una obra inmensa, de 6000 metros cuadrados, cuatro plantas, todo organizado para el evento. Arriba de todo, un sector inaccesible con los dirigentes del corazón de la campaña. Allí estaban Máximo Kirchner, Sergio Massa, Axel Kicillof, Verónica Magario, estuvo allí también Felipe Solá.
Un poco más abajo, un lugar para quienes no alcanzaban a estar en ese grupo selecto. Más abajo, un entrepiso de doble nivel con el periodismo, convenientemente abastecido de sandwichitos, mediaslunas, gaseosas y café Cabrales. Se trata de la empresa cuyo dueño, Martín Cabrales, reclamó lo que muchos colegas suyos: la reforma laboral y mayor flexibilización para contratar y despedir gente. Fue de los empresarios que acordó con Mauricio Macri los “Precios Esenciales”, y dijo que María Eugenia Vidal “cae muy bien entre los empresarios”.
En esa zona, los periodistas quedaban en contacto solo con otros periodistas, y cada tanto bajaba desde lo alto algún par de dirigentes a decir unas palabras. La planta baja del Complejo C (letra que simboliza a Corrientes, o a Chacarita) estaba dispuesta para recibir invitados (unas 600 personas) y la Avenida Corrientes para parte de la que resultó la verdadera protagonista de la jornada: la multitud. La cantidad de gente que votó en una proporción que nadie suponía, al revés de los “mercados” que, según ilustraron medios contrainformativos como Clarín y La Nación, celebraron el viernes con la baja del dólar lo que catalogaban como una muy buena elección del oficialismo.
El búnker estaba dividido así en zonas inaccesibles, reforzando el fin de la época en la que los periodistas hablaban con candidatos, o con invitados, para pasar a momento en el que se habla con sus voceros. Los movileros la tienen complicada.
Corrían los rumores sobre un posible triunfo, pero nadie lo confirmaba, ni se quería celebrar mientras el gobierno parecía ocultar cifras oficiales. Alguien comentó a lavaca. “Me consta que en una de las mesas testigo (que suelen ser un anticipo de los resultados globales), en Berazategui, hay una diferencia arriba de 12 puntos para Alberto, y más para Kicillof. Pero me parece demasiado”.
Terminó siendo demasiado poco: la diferencia fue mayor, y los votantes dieron vuelta todos los pronósticos y las encuestas previas, destinadas, como los panelistas de la televisión, al olvido o a las memes.

Foto: MAfIA
En la calle
El anuncio de los resultados significó, adentro y afuera del Complejo, que se entonara la marcha Los muchachos peronistas, con un entusiasmo que más de una vez se ha dado por muerto. Se cantó “vamos a volver” y, con la misma música, “vamos Kicillof”.
En la calle, un video enviado por Cristina Kirchner fue recibido con una ovación.
Matías Lammens brindó un discurso con su ya conocido tono conciliador. En la calle un integrante de la minoría de veteranos planteó: “Está muy bien. Hoy hay que hablar así”. Lammens no cedió el micrófono a quienes lo acompañaban en el escenario.
El siguiente nivel de presentación en cambio incluyó a Máximo Kirchner, a Sergio Massa y a Axel Kicillof.
Un chico gritó dijo en voz alta: “A Massa ya tendremos tiempo de insultarlo. Pero hoy, ¿sabés cómo lo quiero?”
Fernández también agradeció, habló del futuro, de la esperanza, la gente lo escuchaba pero la sensación era la de que no funcionaba tanto la atención a lo que se decía, sino esa válvula del alma llamada sonrisa, que hacía que incluso las amenazas del futuro quedasen hoy en segundo plano.
Un grupo de músicos: “Al primero que saludó Alberto en el escenario fue a Manzur (el gobernador de Tucumán). Te imaginás cómo me cae. Pero bueno, es una época en la que habrá que aprender a entender que hay que hacer las cosas con los demás, aunque no nos gusten varios de esos muchachos que esteabanahí arriba”. Lo dice no muy convencido: “¿Sabés qué? Pensemos mañana en eso. Hoy quiero festejar”.
Los conceptos de la noche, grabados y anotados a las corridas entre abrazos que iban y venían y lágrimas que la gente no se secaba de los ojos: “esperanza”, “había que parar esto”, “no se puede vivir así”, “futuro”, “algo nuevo”, “emoción”, “peronismo”, “alegría”.
Un taxi para el regreso. Javier, el taxista explica: “Lo que pasó en estos años es que ya no dio más la ecuación de cada uno de nosotros. Y además lo que no se puede entender, es que mucha gente lo que reclamaba erra: ‘¿cómo le puede ir mejor a los pobres?’, ‘¿cómo se pueden comprar un televisor caro, o hacer un viaje?’. Como que le tienen bronca al negro, y les interesa ellos tener sus cosas, pero que los demás no crezcan. Y mucha gente que le va un poquito mejor, después hace lo mismo: se ensaña con el de más abajo. Ojalá se corte todo eso porque no se puede estar así, pero el problema es que andamos todos con la cabeza infectada con toda la rosca mediática” dice Javier, avanzando por Corrientes, mientras la gente va tocando bocina y saludándose con los que están en la vereda esperando el colectivo, porque mañana será otro día, aunque tal vez se trate del día con menos cara de lunes que se registre en mucho tiempo.

Foto: MAfIA









Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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