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Cuestión de peso
Mónica Katz, nutricionista. ¿Por qué las dietas son una religión moderna? ¿Qué alimenta al mercado? ¿Cómo el marketing actúa sobre lo que no tenés, no sos, o no podés? ¿Qué desnivela la balanza?
Un cuadro del artista colombiano Fernando Botero preside el estudio de Mónica Katz, que es muy sobrio. No es un objeto casual. “Yo no pinto gordas. Lo que hago es expresar el volumen como parte de la sensualidad”, supo sentenciar el pintor. Katz trabaja esas imágenes con sus discípulos (prefiere este término por sobre el de pacientes), pero ahora la especialista en nutrición y fundadora de Equipo de Trastornos Alimentarios del Hospital Carlos Durand busca en su PC otra imagen para explicarnos algo.
–Acá está.
La imagen está partida al medio, y de cada lado hay un rostro de mujer. La de derecha tiene un parecido a la de la izquierda, pero sus rasgos son más refinados. El dibujo es un trabajo en el que se promediaron 3.000 rostros femeninos, para delinear a la mujer ideal, la que todos quieren. El resultado fue la cara que vemos a la izquierda de la pantalla. Pero no fue suficiente: para lograr el arquetipo ideal, a ese rostro promedio le adelgazaron, digitalmente, el puente de la nariz, le arquearon las cejas, le aumentaron los labios. “Y así lograron inventar o crear lo que se llama la superhembra –dice la directora de la carrera de Médico Especialista en Nutrición con Orientación en Obesidad en la Universidad de Favaloro– Es muy interesante. Fijate: es Scarlett Johansson”.
Es cierto. El parecido es notable.
“Lo que se ha comprobado con este experimento es un principio: los humanos somos coinófilos. Coino es promedio, y Filia es tendencia. Los humanos adherimos al promedio y eso nos gusta. Por otro lado, las imágenes repetidas a las que sos sometido constantemente por los medios pasan a ser tu realidad. Sumá eso a estos estudios. ¿Qué imagen muestran? Siempre la misma. Cada vez es peor y más estrecho el rango de personas que mostramos, tanto en edad como en apariencia. Con lo cual: o sos eso o no sos nada. Y entonces te embarcás en lo que sea, te convertís en prisionero de la balanza para ser, en una sociedad en búsqueda de sentido. No creo que el problema, hoy, sea solamente que somos coinófilos y que los medios validan una imagen única, sino que somos una sociedad mundial en búsqueda de sentido. Frente a la caída de absolutos, la caída del poder paterno y de la familia como la concebimos, la pareja para toda la vida y la caída del trabajo asegurado, sin duda que un numerito ahí (señala la balanza) es un absoluto al que te agarrás frente a la incertidumbre”.
Crecer y comer
¿Cuál es la relación entre los trastornos alimentarios con esa búsqueda de sentido?
Hay un auge de trastornos alimentarios. Por suerte, se estabilizaron. No digo que sean pocos. Se estabilizó en 1% la anorexia nerviosa y entre un 2 y un 8% la bulimia nerviosa en mujeres. Pero lo que hay en el medio es un enorme rango de trastornos alimentarios que son intermedios. Se llaman TANE: Trastornos Alimentarios No Especificados. Una persona come y por ahí no vomita, pero se mata en el gimnasio, o va a correr o andar en bici porque comió de más. Eso es bulimia. La gente asocia bulimia con comer y vomitar, pero si comés y luego te ejercitás violentamente para compensar, tenés un problema. Indudablemente, los trastornos alimentarios son trastornos del comer, pero también del crecer. Y no será fácil crecer en un mundo incierto.
¿Cómo entran en juego las viejas y nuevas redes sociales?
Las redes sociales nacieron con el ser humano. Una comunidad es una red social. Y, lamentablemente, las redes sociales contagian. ¿Qué contagian? Modos de vida, pero también imagen corporal, cánones de belleza o patrones de ser, de pasar el tiempo libre, de vestir, de vivir. Para mí son recursos identitarios en un mundo de enorme incertidumbre. Las dietas y, quizá, los trastornos alimentarios son hoy metarreligiones. Es decir, cuando tengo enorme incertidumbre, cuando la imagen es sólo una y si no soy, no pertenezco, no existo. La chiquita con anorexia no es que no tiene hambre; tiene miedo de que si empieza, no para. Para ella, conectarse nuevamente con el placer es, quizá, conectarse con el comienzo del fin, con lo que no quiere ser. Entonces, es complicado el tema de trastornos alimentarios si no señalamos que las mujeres seguimos siendo kelpers.
¿Qué quiere decir?
Que somos de segunda. Y si tengo este lugar marcado en la sociedad, de segunda, quizá logro atención si soy perfecta. Y si no me vine equipada o no me miraron como para que yo me sienta valiosa, no pararé hasta ser la mejor versión de mí: me colocaré lolas artificiales, me haré todas las cirugías, me sacaré la grasa para ponérmela en la cola y me haré lo que sea. Esto tiene que ver con trastornos alimentarios. Un ejemplo: un ejercicio que hago con una chica que viene por primera vez a una consulta por trastornos es: en una hoja en blanco, escribí una lista que diga, aparte de este cuerpo que habitás, ¿qué sos?
¿Y con qué respuestas se encontró?
Que nunca se lo preguntaron. Y hay que seguir preguntando entonces: “¿Qué te gusta hacer? ¿Qué habilidades tenés? Así que sos creativa. Ah, entonces no sos la tarada del grupo”. Cuando las estimulás, son mucho más que un cuerpo. Pero nosotros, como sociedad y cultura, la dejamos atrapada. Encima, los medios validan el promedio y no queda otra que encontrarle sentido a un número concreto: yo no sé si el mundo se cae mañana, pero por lo menos sé que peso 52 kilos. Eso nadie lo espera del hombre. Salvo en la comunidad gay, que la delgadez es cruenta, el hombre tiene otros mandatos: macho proveedor, el inteligente, el que protege. Pero no hay esa exigencia de la belleza que oprime tanto lo femenino. Y cuando a vos te dejan atrapada en algo y lo agrandan y lo afianzan, es difícil encontrar una salida… Ya cuando a una nena la vestiste de rosa y, porque es linda, le regalás el disfraz de Barbie, que ella lo quiere por emulación, estás marcando a fuego una tendencia narcisista. El tema es cómo transmitirle que la ves como una maravillosa mujer que puede cambiar el mundo.
¿Cómo?
Tenemos tres grandes responsables. Uno son ustedes, los medios. ¿Por qué? Porque para que alguien cambie, se estudió que debe pasar primero por cuatro etapas. La primera se llama Pre Contemplativa: “No tengo un problema, no lo vi, no lo pensé”. La segunda etapa se llama Contemplativa: “Tengo un problema, pero…”. Siempre aparece un pero. Después entrás en la tercera, la Acción: empezás a cambiar, lo intentás. Y después está la de Mantenimiento: ya obtuviste ese cambio y lo seguís sosteniendo. Está estudiado que, para pasar de Pre Contemplativo a Contemplativo, el click son ustedes. Vos, con esta nota, a mucha mujer que anda por ahí, a mucha madre de mujer, a mucha abuela, marido, novio, tío o padre lo vas a hacer pensar y vas a lograr, quizá, pasarlo a Contemplativo. “Che, mirá, leí una nota el otro día. ¿Qué estamos haciendo con nuestra hija o sobrina?”. Para pasar de Contemplativo a Acción estoy yo, el agente de salud. Es más personal, de uno a uno. Pero después tenemos el gran desafío del Mantenimiento. ¿Y sabés quién actúa ahí? El mercado. Y el mercado que sigue validando la superhembra y la flacura como modelo, con lola artificial. Cuando no comés, te comés. Ese es el secreto. Y el mercado se alimenta de eso. Toda la industria de la dieta, de la cirugía plástica, de los cosméticos y la ropa te come. Y eso el marketing lo sabe muy bien: actúa sobre lo que no tenés, no podés o no sos. Y de esa imagen que impone el mercado no estamos exentos ni ustedes los medios, ni nosotros, los profesionales de la salud.
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