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CEPA: La naranja mecánica
Son las personas de chaleco naranja que todos los miércoles asisten a jubilados, jubiladas, reporteros y manifestantes heridos por las fuerzas federales. El CEPA, Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios nació en 2001 y se convirtió en un emblema de acción voluntaria. De Haití, Ucrania y Sudán del Sur al Congreso como zona de guerra. Las armas traumáticas y el spray pimienta y el kit que armaron para enfrentar las represiones de los miércoles. La doctrina Manaos. En tiempos de la tiranía del individualismo, un ejemplo de cómo mover la solidaridad para ayudar a curar esta época. Por Lucas Pedulla.

El día que Esteban Chalá no se bancó ver la represión por televisión y salió a la calle con su morral de primeros auxilios no se encuentra en este 2025 de miércoles de jubilados ni en aquel 2024 de nenas de 9 años gaseadas frente a las cámaras de televisión, sino en otra odisea, también argentina, ubicada en un espacio tan público como el de estas mismas calles.
2001.
Su primer curso había sido de chico, con los scouts, después llegó la Cruz Roja, pero ese 19 y 20 de diciembre fue la calle misma: un estado de sitio que no contuvo el estallido sino que sirvió de combustión, y una masacre que mató a 39 personas e hirió a más de 500 en todo el país ordenada por un presidente –Fernando de la Rúa– que renunció y huyó en helicóptero desde la propia Casa Rosada. Las imágenes televisivas impactaron en Esteban, que no entendía cómo no había nadie atendiendo a esa gente. Entonces salió él.
“Era muy difícil ver lo que estaba pasando por la tele y no hacer nada –dice a sus 48 años, recordando esos días en que promediaba sus veintis–. Sonaba descabellado no hacer nada”.
Ese sonido fue el motor. Esteban se mudó a Puerto Madryn (Chubut) y en 2002 fundó el Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA). Hoy, tras 14 filiales nacionales y 2 internacionales, CEPA suena por su nombre, pero más por la referencia visual: las personas de chaleco naranja que cruzan de punta a punta la Plaza de los Dos Congresos todos los miércoles para atender jubilados y manifestantes golpeados, gaseados y baleados. Llevan más de mil curaciones sólo en esta primera mitad del año, con 600 personas atendidas únicamente el 12 de marzo, el día que un disparo de un gendarme casi mata a Pablo Grillo.
Con un 2001 lejos –¿sí?–, la odisea en el espacio público argentino sigue en un escenario donde también suena descabellado mirarlo por tele y no hacer nada. “Eso es el CEPA: no mirar al costado. Nos involucramos y ayudamos –afirma Esteban–. Somos los vecinos. No creemos que estemos por fuera de lo que pasa en la sociedad: somos la sociedad”.

Voluntarios del CEPA y heridos por las fuerzas de seguridad de Patricia Bullrich. (Foto: Tadeo Bourbon).
Haití, pollos y peñas
En los comienzos en Puerto Madryn, mucho tiempo antes de estos miércoles de violencia federal exacerbada, Esteban quería una asociación centrada en la asistencia humanitaria integral: emergencias, búsquedas y rescates, pero también trabajando con personas en situación de calle. Con otros dos amigos armaron CEPA con la intención de equiparar estándares a nivel Naciones Unidas. “Cuando lo decíamos se nos morían de risa –recuerda su fundador–. Pensaban que nos habíamos drogado con algo”.
Pero en el Hospital Subzonal “Andrés Isola” los escucharon y celebraron que al fin alguien quisiera levantar la vara. Comenzaron siendo auxiliares de la institución para reforzar el sistema de emergencia. A las primeras intervenciones (accidentes de tránsito, cobertura de eventos) iban en colectivo con sus morrales para ayudar y atender a los vecinos. Abrieron una filial en Trelew. Después llegó Puerto Pirámides, al norte de la provincia, asistiendo en los accidentes viales de los turistas. Hasta que empezaron a trabajar con la Comisión Cascos Blancos –la herramienta institucional de acción comunitaria del país–, y Esteban tuvo su primera misión internacional en la frontera de Haití y República Dominicana, capacitando durante ocho meses a los integrantes del sistema de emergencias y de respuestas. “La experiencia reafirmó mucho más la idea que teníamos –dice Esteban–. El concepto estaba bien, era correcto, y en otros lados veían apropiado y avanzado lo que hacíamos. Con estándar”. Con ese envión abrieron la primera filial internacional en República Dominicana, promovían intercambios de voluntarios. Luego llegaría la segunda experiencia en Costa Rica. Y en Argentina el trabajo crecería aún más: La Plata, Mercedes, La Matanza, Morón, Ituzaingó, San Fernando, Tigre, Punta Alta. En CABA, por cobertura, hay tres filiales en Núñez, zona centro y Pompeya. “Hemos logrado ser un sello de calidad y de confianza”, celebra Esteban.
Hoy cuentan aproximadamente con 80 personas por filial. Y en tiempos de dólares debajo del colchón, todo el trabajo es voluntario: es decir, no perciben ingresos. Pero a CEPA se lo ve trabajando en los incendios en la Patagonia o en las inundaciones bonaerenses. “Todos los trajes que ves los compramos nosotros”, explica Esteban el sostén de lo estructural. Los trajes tienen como símbolo la estrella de la vida: el bastón de Esculapio (dios de la medicina y la curación) con una víbora enrollada (representación de la sanación). “Compramos los rollos de tela y hay talleres que nos hacen la ropa. Pagamos nuestros seguros. Cuando viajamos a una misión, CEPA cubre para que los voluntarios no tengan gastos. Tenemos empresas que ayudan y donan, hicimos campañas de socios, pero también peñas, choriceadas, pollos al spiedo, sorrentinos, empanadas”.
Los Cursos Básicos de Primeros Auxilios son otra fuente de ingresos. Marcelo Colucci tiene 27 años y entró a CEPA a través de uno de sus talleres después de ver un accidente en una clase de taekwondo: “Me enamoré de la dinámica, además de los conocimientos: había un sentimiento de familia y pertenencia en cada uno de los que participaba del curso –dice sobre esas jornadas intensivas de capacitación que CEPA promociona en sus redes sociales–. Son todas personas con un compromiso inigualable”.
En su caso, también sirvió para incorporarse plenamente a la estructura: hoy es el presidente de la filial La Plata, con 77 voluntarios activos. Además, es el celebrado guitarrista de las peñas. “Cuando alguien aprende primeros auxilios, aprende una herramienta que le va a servir a otra persona, sea un familiar, un ser querido, o alguien que no conocés y está en una manifestación –explica Marcelo con orgullo–. Apelar a ese sentido de responsabilidad, donde la persona está aprendiendo algo que no le va a servir a uno mismo, pero sí para ayudar a un otro de forma desinteresada, es una semillita importante para un momento de individualismo muy fuerte como el que estamos teniendo”.
Spray pimienta con leche
Primeros auxilios y atención prehospitalaria. Búsqueda y rescate en áreas urbanas y agrestes. Trabajos en altura. Intervenciones en inundaciones. Asistencia humanitaria integral. A la descripción de actividades, CEPA ya tiene que agregar la protesta social. Yuliana Figueredo, 33 años, es del barrio San Jorge de San Fernando, conurbano norte, donde las ambulancias demoran mucho en llegar. “Sentí la necesidad de ayudar a mi comunidad”, dice esta joven que sigue administrando la panadería familiar. De ese barrio, donde es referencia para sus vecinos, pasó a los miércoles de jubilados: “Mis padres son jubilados y luchan día a día para llegar a fin de mes. Con el recorte en medicamentos, toda la jubilación se les va en remedios. Por eso entiendo la situación de cada abuelo. Me siento orgullosa de pertenecer a CEPA para poder estar allí y brindarles asistencia”.

Atendiendo al padre Paco, tras una de las represiones.
La presencia del CEPA en los miércoles de jubilados y jubiladas llega a través de convenios de trabajo con la Defensoría del Pueblo y la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). De hecho, su participación en las movilizaciones de CABA ya venía de 2016, durante el gobierno de Mauricio Macri. Pero lo que están viendo desde hace más de un año escapa a toda lógica. “Es arrancar cada semana sabiendo que los miércoles algo puede pasar”, dice Marcelo. Esteban suma: “Se está generando una fractura social que va a ser muy costosa de volver a unir con los años. Es poner a los argentinos contra los argentinos. Trabajamos mucho en situaciones de emergencia con las fuerzas en general, y muchos no están de acuerdo con las órdenes que les bajan. Sé de un caso concreto que tuvo que ir un miércoles y, del otro lado, había familiares suyos. Nos están rompiendo como sociedad”.
Para los miércoles tuvieron que invertir en “cosas no esperadas”, como las máscaras de gas: compraron más de 50 y la mayoría ya necesita cambios de filtros, otras se rompieron. En la calle también portan casco, linterna, lentes para paliar los chorros químicos, torniquetes, mochila con desfibrilador, cremas para quemaduras, cánulas nasales: todo un kit para utilizar no en Ucrania ni Sudán del Sur –zonas de guerra donde Esteban trabajó–, sino en el Congreso argentino. “Tuvimos que incorporar equipamiento que usamos solo para esto –explica–. Agudizamos los entrenamientos para que los nuevos voluntarios no se espanten en las primeras movilizaciones: el asistente humanitario se entrena, pero no para esto, que se terminó convirtiendo en una especialidad dentro de lo que hacemos”.
La desproporción les sorprende: cuatro fuerzas federales (Policía Federal, Gendarmería, Prefectura Naval Argentina y Policía de Seguridad Aeroportuaria) para apenas cientos de personas, salvo en aquellas movilizaciones multisectoriales enormes, que no abundan. También la incorporación de las llamadas “armas traumáticas”, un nombre poco metafórico para la byrna, un arma con colores naranjas, que parece de juguete, pero que tira bolitas de goma que, tras el impacto, liberan gas: “Y además te salpica parte del tóxico que llevan dentro”.
Luego están los famosos sprays con que las fuerzas federales rocían todo lo que encuentran a su paso: jubilados, periodistas, fotógrafos, niñas. “Muchos decían que lo habían cambiado, pero averiguamos con amigos y nos aseguran que el producto es el mismo de siempre –dice Esteban–. El rociador que larga un chorro naranja, viscoso, no es un gas, es un spray pimienta. Afecta la vía cutánea, la mucosa. Químicamente, el componente mayoritario es la capsaicina: es lo que genera el ardor”. Al kit mencionado, el equipo de CEPA le suma leche entera en rociadores, milanta o solución fisiológica para los ojos: “Tiramos leche entera por su tenor graso, para que encapsule al químico y lo barra. Luego, con una gasa o apósito hay que ir limpiando para tratar de sacar lo más posible el componente”.
No hay que usar agua, porque esparce la sustancia por el cuerpo, contaminando otras zonas y propagando el ardor. El producto cumple con su definición traumática: la sensación es de fuego en la piel. Esteban indica: “Todo esto es paliativo, porque una vez que ya te entró en los poros, va a arder. Solo va a pasar con el tiempo”.
Blindaje emocional
Carolina Busquier se sumó a CEPA en 2022 y desde su profesión aporta una contención valiosa en las protestas de los miércoles: es psicóloga, formada en la “psicología de la emergencia”, una especialización para situaciones emocionales vinculadas a catástrofes o eventos masivos de gran magnitud. El primer miércoles que fue atendió a una nena de 13 años que volvía de la escuela y se confundió la parada del colectivo: se pasó solo una cuadra, pero bajó a una calle rodeada por la infantería. “Quedó desbordada –describe–. Fue atender el daño colateral, porque si había alguien que no tenía nada que ver era esa nena. Situarte en su lugar es fuerte, el impacto de esa experiencia”.
Al miércoles siguiente se encontró con una señora con problemas respiratorios: “El golpe o el gas que reciben se suma sobre otras situaciones ya preexistentes de la persona. Esa mujer tenía una enfermedad, y necesitaba asistencia médica. Pedimos una ambulancia pero su preocupación era que sus hijas no se enteraran, porque les había prometido que no iba a ir más. Le pregunté entonces qué la había hecho volver, y me respondió: ‘¿Pero cómo no voy a volver?’”.
Otra situación la vivió con los curas: “Este era franciscano, fue con su atuendo. Era imposible que no te dieras cuenta de que era un cura. Pero estaba hecho pelota, no podía abrir los ojos por los efectos del gas. Alguien le decía que los policías eran unos hijos de puta, pero él, sin poder abrir los ojos, decía: ‘Hay que entender, están trabajando, muchos de ellos quizá no quisieran estar acá’. Inevitablemente me tuve que preguntar algo de la fe y del amor. Esa cosa de poner la otra mejilla. Me asistió más él a mí, sin saberlo, que yo a él. Cuando se recuperó, fue a encararlos de nuevo y se puso a rezar un padrenuestro. Y les dice: ‘Yo les vengo a traer un poco de paz, no sé si estarán en condiciones de recibirla’”.
Tres escenas donde se juega algo que, para Carolina, el gobierno busca desatar con este despliegue: el miedo. “No hay que minimizar lo que les está pasando a esas personas. Yo no consuelo gente: es una intervención que lleva una escucha, a veces con palabras, otras con silencio, buscando un lugar de mayor tranquilidad. A veces es, simplemente, sentarse con alguien en el cordón de la vereda y que sepa que no lo van a bardear”.
Los miércoles se convirtieron en un día de lucha, que mucha gente se agenda en la semana, pero con un 99% de posibilidades de pasarla muy mal. ¿Qué estrategias hay para mitigar ese sufrimiento o dolor, tanto físico como mental?
Cuenta Carolina: “Un día atendí a una periodista que lloraba. Tenía que salir en vivo. Gasearon a su compañero, tuvo que recomponerse, hacer la cobertura. Tramitó la situación y salió al aire, como diciendo: ‘Acá no pasó nada’. Pero pasa, y muy fuerte. Lo primero es no naturalizar todo esto. Asumir que te da miedo, te duele y al día siguiente te duele todo el cuerpo. Hay que hacer algo con eso porque, si no, se queda adentro de una forma que no está buena, y sabés que al miércoles siguiente tenes que volver, y entonces te ponés en piloto automático. A veces, es llorar. No negarlo. Si da para hablarlo con alguien, hablarlo. El blindaje emocional tiene que venir por el lado de la elaboración, no de la negación. Porque si todo lo que pasa ahí no te conmueve, sos un robot. Y si te conmueve, algo tenés que hacer con esa conmoción. Algo que no te impida seguir con tu vida. Si no le doy entidad queda como residuo, se acumula, y eso hace que uno estalle o que uno naturalice y se convierta en piloto automático. Todos los que vamos es porque nos mueve a ir. Que no se pierda esa parte de humanidad.
Doctrina Manaos
Para Esteban, parecía que lo último de humanidad se perdía cuando un policía golpeó a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de espaldas con todo el peso de su cuerpo golpeándose la nuca. “Se rompen barreras que son graves”, dice. O cuando un policía federal –hoy procesado por el juez Sebastián Ramos– gaseó a una niña de 9 años y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quiso operar en medios diciendo que había sido una persona “vestida de naranja”.
La parte buena: el efecto boomerang de la campaña les dio mucha visibilidad. “Nos permitió mostrar todo este laburo que hacemos”, dice Marcelo. A un video fake que circuló por redes y medios que trabajan para el gobierno, se le contrapuso una campaña que sacó a escena todo el prestigio de CEPA, incluso con comunicados de organizaciones y federaciones de toda la región.
A Esteban se le infla el pecho de ver todo ese camino en retrospectiva. “Hoy somos muchos en la calle trabajando. De alguna forma, lo que hizo CEPA, y eso me enorgullece, fue haber contagiado para que haya otras organizaciones, o chicos que se van haciendo socorristas, porque nos encanta laburar juntos. No queremos que CEPA sea como la Cruz Roja, que son Coca Cola: nosotros sabemos que somos Manaos, lo decimos siempre, pero somos los que estamos al lado del pueblo. Y no queremos que sea un monopolio de Coca Cola o de Manaos, sino que seamos un montón para ayudar al mundo y cambiar todas esas barreras que se están rompiendo. Para que se reconstruya el tejido social, que exista gente con buenas intenciones. Y con ganas. Que ayude al otro sin ningún subterfugio atrás”.
Esteban se ríe: “Quizá somos medio románticos– dice, y usa otra palabra que termina con oludos–. Pero esa es la forma de construir el país de verdad que nosotros soñamos”.
Actualidad
Marcha de Jubilados: creatividad y dilemas a 10 días de las elecciones

La noticia es que esta vez no los reprimieron. Jubiladas y jubilados se plantaron cerca de Congreso, con nuevos carteles, nuevas ideas y nuevos dilemas frente a lo electoral, Trump, y todos los etcéteras del momento.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi
Fotos: Teo Escobar/ lavaca.org
El cartel tiene los rostros en caricatura de José Luis Espert, de Milei y de su hermana.
Una frase: “Te paso mi alias”.
Y tres sustantivos: “narco.libra.coima”.

Señales de tránsito.
Pasó otro miércoles de jubilados y jubiladas y la calle volvió a exhibir el “marchódromo” que las represiones de las últimas semanas habían fraguado. Nuevamente el vallado del operativo de seguridad cruzó de punta a punta la Plaza de los Dos Congresos a la altura de Entre Ríos, desde Hipólito Yrigoyen hasta la esquina de Avenida Rivadavia. Por eso mismo, la marcha hoy comenzó más temprano, cuando un grupo caminó por la calle Solís, dobló por Alsina y luego desembocó en Entre Ríos, gambeteando el vallado y mirando de frente el tránsito de vehículos y colectivos, para cantar el hit de moda:
- “Son todos narcos”.

Un eslogan colorado, ahora en modo jubilado.
Al instante apareció un cordón de la Policía Federal. A los cinco minutos, un refuerzo de la Prefectura. “Nos vamos, muchachos, dejémoslos solos cortando”, propone un jubilado. La marcha volvió a entonar el estribillo –“son todos narcos”– por Alsina, dobló por Solís y regresó al Congreso, dando inicio a una primera ronda, que luego se acopló a la movilización de la Mesa de Organizaciones. Uno de los que marchó en esa tanda, despacito, secundado por dos muchachotes, fue Alberto Samid, el empresario llamado “Rey de la carne”, y candidato a diputado nacional por el Frente Patriota Federal: “Yo también soy jubilado. Hay una teoría en economía que es que sobra gente. Por eso, el loco que tenemos de presidente reprime todos los miércoles. También hay chantas que cobran 7 millones de pesos, como Diego Santilli, que le niegan a los jubilados aumentos que equivalen a dos kilos de milanesas”.
Algunos escucharon y lo aplaudieron: “Samid, poné el asado”.

Sobre transferencias.
Otros pasaron indiferentes.
Hubo quienes no dejaron a un lado la conferencia de Donald Trump frente a la delegación argentina y un séquito de periodistas en Estados Unidos, que ató la supuesta ayuda económica –“dependiente y colonial”, resume una jubilada– al resultado de Milei en las próximas elecciones del 26 de octubre. Una escena que aunó carteles: “Milei mulo de Trump. Mulo de los yanquis”.
Y otros se ríen de esta realidad, como Luis, que escuchó un llamativo spot de La Libertad Avanza. La Cámara Nacional Electoral rechazó la reimpresión de las boletas en la provincia de Buenos Aires –principal bastión electoral por su caudal de votos– y mantuvo en primer lugar la figura del Espert, quien renunció a su candidatura tras el escándalo por el cobro de al menos 200 mil dólares del empresario Federico “Fred” Machado, extraditado a Estados Unidos por su vinculación con el mundo narco. Por eso, el oficialismo lanzó un singular slogan: “Para votar al colorado (por Santilli), marcá al pelado”.
Pero Luis armó otro cartel:
- “Si votás al colorado, te gusta el pelado”.
Se ríe: “No hace falta explicar nada”.

Diálogos con la pared.
Clima electoral
Tito no quiere hablar. Está cansado. Dice que lo que tiene para decir está en el cartel: “Recomposición de las jubilaciones ya”. Pero antes de irse, se arrepiente y dice que quiere decir una sola cosa: “En mi juventud inventamos el término de vendepatria. Bueno, hoy están en el gobierno”. Tito se va caminando y se sumerge en la marcha, que palpita el factor electoral desde el pulso de los múltiples sectores que convergen en estos miércoles.
Las elecciones legislativas del 26 marcan la segmentación que se percibe esta tarde. La UTEP y Jubilados Insurgentes por un lado. La izquierda por otro. Y otro grupo de autoconvocados más allá. La unidad se da en la marcha que bordea la Plaza de los Dos Congresos y en la que esta vez (es noticia), no hay represión.

Andar pese a todo, con energías para Pablo Grillo.
Rubén, jubilado, analiza: “Con las elecciones tan cerca estamos viviendo un impasse en cuanto a nuestra propia coordinación como sector. Noto un proceso de desmovilización de cara a una cierta esperanza que se da a partir de lo que dicen las encuestas y es que este tipo (Milei) va a perder. Entonces muchos esperan a ver qué sucede, esperando una nueva constitución del Congreso. Si confiamos en que eso dará una solución, estamos liquidados. Por eso nuestra única alternativa es seguir en la calle”.
Agrega: “Todos los partidos repiten 100 veces en sus discursos la palabra unidad y coordinación y yo me pregunto ¿dónde está el espacio asambleario en el que estén todos los sectores golpeados? No existe, no hay nadie que se anime a hacerlo. Ese es el problema”.

Keiko integra la organización Jubilados Insurgentes. “La antesala a las elecciones viene a mostrar que los jubilados estamos prácticamente solos. No nos apoya nadie, ni en el Congreso donde ratificaron el veto a la suba jubilatoria que eran 7 pesos por mes, ni en la calle”. Keiko dice que las y los jubilados tienen dos misiones:
- Seguir, miércoles a miércoles, marchando.
- No confundir.
¿No confundir a quién? “Que la lucha no es contra un gobierno. No se trata del ‘afuera Milei’ y listo. Nuestra pelea es contra un sistema. ¿Qué ganamos con que se vaya Milei si viene otro (seguro que menos violento y menos loco) pero que tampoco nos representa? Si creemos que el eje es la lucha electoral, chau”.
Algunos terminan la ronda cantando la marcha peronista. Otros, flameando banderas por Gaza y llamando a votar diputados y diputadas de izquierda. Samid sigue sonriendo, como figura de su propio frente. Otros grupos, terminada la marcha, se reúnen a discutir en asamblea la pregunta del momento, la pregunta de tantas veces: ¿qué hacer?
Lo hacen mirando al 26 de octubre. Y mucho más allá también. Faltan 10 días.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Actualidad
Héctor Guerrero procesado: el gendarme que le disparó a Pablo Grillo

El fallo de la jueza María Servini confirma que el 12 de marzo el gendarme Héctor Guerrero disparó horizontal y directamente a la cabeza de Pablo Grillo, y que realizó otros cinco disparos antirreglamentarios, del mismo tipo. Luego lo nombraron instructor de tiro. La contundente descripción de lo sucedido, y de la responsabilidad del cabo. Lo que explican a lavaca el hermano y el padre de Pablo: Ahora que la Justicia comprobó al autor material, hay que ir por quienes dieron las órdenes.
Por Francisco Pandolfi
La jueza federal María Servini procesó este martes al cabo Héctor Jesús Guerrero por los delitos de lesiones gravísimas y abuso de armas reiterado en cinco oportunidades, agravado por integrar una fuerza de seguridad: Gendarmería Nacional.
La jueza además dio por probado que Guerrero disparó desde la intersección de las calles Hipólito Yrigoyen y Solís la granada de gas lacrimógeno que impactó en la cabeza dal fotógrafo Pablo Grillo, dejándolo al borde de la muerte, el miércoles 12 de marzo en el marco de la movilización de jubiladas y jubilados en las inmediaciones del Congreso de la Nación.
“No revisten dudas razonables acerca de que ese fuera el agente que realizara los disparos en cuestión”, dice el fallo de 293 páginas.
El resultado que buscaba
El dictamen es contundente y explica que Guerrero hizo lo que se proponía (no hubo error o accidente): “La figura de las lesiones gravísimas puede ser cometida tanto por dolo directo como por eventual, del material probatorio incorporado a esta causa me permito afirmar que por este delito Guerrero actuó, respecto a ese resultado gravísimo, con este último. El aquí procesado se representó la posibilidad de producir las lesiones gravísimas, y con su actitud o predisposición psíquica, le resultó indiferente la eventualidad del resultado. Vale decir que procedió sin importar que ello suceda. Esta actitud de indiferencia o de asentimiento hacia la probable producción del resultado es lo que hace inclinarme a dictar su procesamiento por el delito de forma dolosa”.

Pablo Grillo, durante un momento de recuperación, tras el cual volvió a terapia intensiva y a múltiples operaciones.
Disparo horizontal
La jueza Servini, a cargo del Juzgado Criminal y Correccional Federal N° 1 de la Ciudad de Buenos Aires afirmó que el disparo de Guerrero fue de forma horizontal y antirreglamentaria “a sabiendas de que con su accionar podía poner en riesgo la integridad física de cualquiera de las personas que se hallaban frente a él, o incluso la vida”.
Servini se refirió a la prueba audiovisual con la que basó su decisión y desechó el argumento esgrimido por el gendarme en su declaración del pasado 17 de septiembre, sobre carecer de la visual de los manifestantes:
“De estas imágenes puede apreciarse sin ninguna duda que Guerrero efectuó el disparo de forma antirreglamentaria en dirección hacia la cual se hallaban los manifestantes, con una visibilidad más que clara, sin haber ni humo ni agua ni ninguna otra sustancia u obstáculo que pudiera haber evitado que el nombrado detectara la presencia de una gran cantidad de personas en la dirección hacia la que disparó”.

Guerrero en septiembre, al ir a declarar ante la jueza Servini.
El instructor de tiro
Servini resaltó en el procesamiento que el cabo estaba capacitado para disparar este tipo de armas. “Surge con claridad la experiencia con la que contaba Héctor Jesús Guerrero, no tratándose de una persona inexperta, todo lo contrario”.
Nueve días después de la ejecución criminal, el cabo fue reconocido. Dice Servini en su resolución: “Es dable destacar que el día 21 de marzo de 2025 ejerció funciones como instructor de tiro de la Sección de Empleo Inmediato, por lo que el nombrado resulta ser una persona capacitada en cuanto a ello”.
El 11 de agosto pasado y por orden del Juzgado, la División Balística de la Policía de la Ciudad junto con peritos de la querella y la defensa reconstruyeron la ejecución producida por Guerrero y descartaron que el disparo hubiera sido en 45 grados hacia arriba o entre los 30 y 45 grados hacia abajo, como obliga el manual de las pistolas lanzagases. Y dictaminaron que si Guerrero hubiese disparado en cualquiera de esas dos formas, el cartucho no hubiera alcanzado a Pablo del modo en que sucedió.
El juzgado comprobó que Guerrero durante la represión disparó contra los manifestantes otras cinco veces de forma antirreglamentaria. El procesamiento es sin prisión preventiva, se le impuso un embargo de 203 millones de pesos y le mantuvo la prohibición de salir del país.
Pablo hoy, y lo que empieza
Pablo Grillo continúa en el hospital de rehabilitación neurológica Manuel Rocca, a casi siete meses del disparo que estuvo a punto de quitarle la vida, y que se la cambió para siempre. El 12 de marzo estaba cubriendo la manifestación hasta que a las 17.18 recibió el impacto de munición de gas lacrimógeno en la parte frontal de su cabeza, herida que le hizo perder masa encefálica y derivó en múltiples cirugías que lo mantuvieron internado en terapia intensiva durante meses.
Desde la organización de familiares y amigos de Pablo comunicaron hoy las novedades de su estado de salud: “Su evolución es positiva, está empezando a comer papilla con ayuda. Continúa con sonda como alimento principal. Se sienta y se levanta con asistencia. Le están administrando medicación para que esté más reactivo. Seguimos para adelante. Lento, pero a paso firme”.
Su hermano Emiliano le cuenta a lavaca lo que siente tras enterarse del dictamen judicial: “Con este procesamiento tengo un montón de sensaciones. Una mezcla de alegría, bronca, tristeza, porque mi hermano no tendría que estar así, todo esto no debería haber pasado. Yo me niego a naturalizar estas situaciones. Sabíamos que más tarde o más temprano este procesamiento iba a llegar porque El Mapa de la Policía hizo un trabajo extraordinario y demostró quién fue el que tiró. Estamos satisfechos con la decisión de la jueza. Ahora que la Justicia comprobó al autor material, hay que ir por quienes dieron las órdenes. Hasta el momento tenemos una justicia parcial, para que sea total hay que ir por la cadena de mandos”.
Agrega a lavaca Fabián, el padre de Pablo: “Es un paso importante, está dentro de lo que esperábamos. Hay que seguir, veremos lo que resuelve el juzgado de aquí en más. Las sensaciones son raras, porque no podría decir que es alegría ya que Pablo todavía no está bien. Mejorando mucho, pero no bien del todo. Lo importante es que se empiece a hacer justicia. Este es sólo el comienzo”.

Imagen durante uno de los actos frente a Comodoro Py.
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