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Marcha del Orgullo x 33: no hay libertad sin derechos

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La palabra libertad, el humor, los arrepentimientos por el voto, las pelucas, el respeto, la resistencia, los regalos de la abuela, el amor y el odio, las milanesas, la identidad, la derecha, la calle y otras imágenes, dudas y certezas en la Marcha 2024. Por María del Carmen Varela y Lucas Pedulla.

Solo se vive una vez, cantan desde el escenario montado en Plaza de Mayo, y la frase se corea con determinación. La Marcha del Orgullo en su edición número 33 es multitudinaria y exige Ley Integral Trans y Ley Antidiscriminatoria.

Marcha del Orgullo x 33: no hay libertad sin derechos

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

Con otros dos conceptos-“No hay libertad sin derechos ni políticas públicas” y “No hay libertad con ajuste y represión”- la comunidad LGBTIQ+ celebró un año más el día del Orgullo en un contexto hostil. “No más despidos del cupo travesti trans”, pedía un cartel. Unx adolescente muestra con una sonrisa otro cartel: ”Porque soy quien soy y no quien quieras vos”. Y otrx: “Orgullo de ser yo”.

Suena “Fanático”, de Lali y la Plaza estalla en saltos. En breve, la marcha partirá hacia el Congreso.

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

El orgullo como política

Malena lleva un cartel de una chica con pelo rosa y corset rosa sentada sobre la nuca de un Milei que parece estar asfixiado. Del otro lado, cinco palabras: “No quiero diálogo, quiero venganza”. Es vecina de la Ciudad de Buenos Aires y vino con amigues de “Le diable estudio”, un espacio seguro de “tatuajes cuidados”, como se presentan. 

Sonríe desde un rostro lleno de glitter al pensar qué significa el orgullo en este país, en este año, en este gobierno: “Una capaz da por sentada muchas cosas, pero es momento que no. Por eso está bien estar presente, la visibilidad. Y el sentido del orgullo tiene que ser más agresivo, como un posicionamiento político. 

Marcha del Orgullo x 33: no hay libertad sin derechos

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

¿Cómo se le gana al fascismo? “Juntándonos, resistiendo, con mucho sexo gay, y no dejándonos aplastar”. 

La marcha, con carrozas que encienden la ciudad, arranca.

Sobre el amor y el odio

Germán y Juan son pareja y vienen de San Miguel, conurbano antiderechos. Los acompaña Emiliano, de CABA. Están vestidos con prendas recicladas de otra marcha que combina goma eva, strass, alambre, tul y pluma, todo desde el Once más heterogéneo y diverso. “Hoy es sentir orgullo de quiénes somos, de dónde estamos parados históricamente, del avance en la conquista de derechos, de poder salir a festejar y encontrarnos. Para visibilizar a quienes siguen dentro del closet, los que sufren el oprobio y la murmuración. Hace años nos costó construir un país con derechos para todes”. 

Marcha del Orgullo x 33: no hay libertad sin derechos

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

Emiliano suma: “Para no volver al pasado”. 

¿Cómo se enfrenta el fascismo?

Germán es concreto y propone tres pasos:

  1. “Primero, unirnos”.
  2. “Segundo, afianzarnos para no ceder nada de lo conquistado”.
  3. “Y tercero, informarnos, porque el fascismo o la derecha neoliberal en Argentina es ignorante: habla, insulta, agrede, pero son vacíos. 

Deja un epílogo. “Una frase vieja: el amor vence al odio”.

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

Votos a Milei: “Nos arrepentimos”

Delvis y Jaime son de Palermo, Mariana de Caballito, e Ilan de Balvanera. “Venimos en representación del amor: lo político decidimos ponerlo a un costado”, se presenta Deivis. Suma Ilan: “Siento el orgullo por ser quien sos y quien quieras, porque el respeto hacia las otras persona tiene que ser el mismo respeto hacia vos”. 

Cuando les preguntamos cómo sienten ese respeto en este año difícil, se miran. 

Deivis se sincera: “Acá los cuatro votamos a Milei. Por un lado, nos arrepentimos, pero entendemos por qué lo votamos. Vos hoy nos ponés las dos boletas en la cara y nos ganó la desesperación. Lo económico me encanta, pero es un pelotudo a nivel social”.

Mariana coincide: “Me arrepiento por lo social. En realidad quería un cambio económico”. ¿Qué reprocha de lo social? “No cuida a nadie, no cuida al pueblo ni a los jubilados. Está haciendo un ajuste que no puede hacer a gente que aportó toda su vida y cobra una miseria”.

¿Pero ese desastre social no está asociado a lo económico? 

Mariana piensa: “Y, sí”.

Deivis suma: “Por eso es un mix feelings (en inglés: mezcla de sentimientos)”.

Marcha del Orgullo x 33: no hay libertad sin derechos

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

¿No veían el avance, al menos antiderecho, en los discursos de campaña?

Deivis reconoce: “Sí, pero decidí pensar que era solo una forma. Lo comparé con Trump, que dijo mucho pero no hizo nada. Pensé: por ahí es gritar para llamar la atención. Total, cuatro años no es mucho, de última lo largamos. Pero no podíamos volver a lo mismo”. ¿Subestimaron? “Sí, pero fue desesperación. No parecía mal intentarlo. Pero sí, estamos arrepentidos”. 

Marcha del Orgullo x 33: no hay libertad sin derechos

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

Besos de La Matanza

Mía y Valentina tienen 18 y 19, se sacan una foto dándose un beso, y son de Laferrere, partido de La Matanza. “Este día es algo muy lindo para todas las personas que son del colectivo, porque es para festejar, sentirse cómodos en lo que son, y la felicidad de que cada uno pueda ser quien quiera ser”, dice Mía. Valentina, pese al contexto, opina que hay que salir igual: “Todo esto va a pasar. El orgullo propone un descanso ante tanta violencia”.

Hernán (21) y Denis (19) también son de Lafe. Los dos están en cuero y una bandera multicolor de la diversidad les da un aire de superhéroes como una capa que flamea al viento. “El orgullo es la libertad en general -plantea Denis- Expresarte tal cual sos, como te guste. Ser parte de una comunidad que te trata bien por la valentía de definirte como te gusta”. Hernán está en su primera marcha y vino a acompañar a Denis: “Yo siento orgullo por él, por mi amigo. No tiro chamuyo, porque muchos lo verdugueaban, le tiraban un berretín y eso no es amistad”. Denis suma: “Además, es salir un rato en este gobierno de porquería”.

Hernan y Denis, amigos que vinieron de Laferrere. Santiago y María Laura, madre e hijo de lomas de Zamora. Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

También es la primera marcha de Santiago, 15 años, de Lomas de Zamora, que vino acompañado de su mamá María Laura, de 44. “Hace poco la abracé a mi mamá, le dije cosas muy lindas y me puse a llorar -cuenta Santiago-. Es orgullo de ser quien soy, de poder decir que soy bisexual, de ser parte de una comunidad, de sentirme libre”. María Laura se emociona: “Estoy súper orgullosa porque rompió el hielito”.

Santiago dice que no entiende mucho de política, pero destaca otro motivo de orgullo: “Me encanta decir que soy argentino. No hay que tener vergüenza de ser quién sos”. 

A metros, sobre Avenida de Mayo, Gonzalo, un chico trans, vende milanesas. Tiene 27 y vino de Berazategui, también sur del conurbano: “Orgullo es este amor que nos damos”.

Señala la calle.

El amor es entonces esta fiesta masiva.

Marcha del Orgullo x 33: no hay libertad sin derechos

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

El body de mamá

Ya en el Congreso, Juanjo y Elias, con sus veintipocos, cuentan que vinieron de Longchamps a disfrutar de este encuentro multitudinario. Juanjo improvisó su outfit a último momento y Elías le ayudó. Un body de encaje negro -“es de mi mamá, me dijo: por hoy te lo cedo”-, una tela elástica roja cosida a un costado a modo de pollera, los labios rojos y la sonrisa inalterable. Elías tiene un top en negro brillante comprado y arreglado por su madre para que le quede al cuerpo y la pollera negra se la regaló la abuela.

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

“Hay una incomodidad social que quizás no se nota tanto en Capital pero sí en Zona Sur, hay situaciones muy feas, no podés salir así vestidx”, dice Juanjo.  Es la segunda Marcha de la que participan. “Nos robaron el celular el año pasado y este año también”, pero nada empaña lo vivido.  “No hay nada como ser uno mismo que no valga la pena”.

Sobre libertad y pelucas

Maxi camina esplendoroso con ropa interior mínima y una corona negra, con dos inscripciones a mano con fibrón negro en su pecho y en su espalda. La del pecho le rinde homenaje a Lali Espósito. La de la espalda dialoga con la época: “Orgullo es libertad”.

Sabe que el concepto “libertad” estuvo violentado: “La libertad es otra cosa. El gobierno desfinancia todo lo que es VIH, tuberculosis, los preservativos. Y la libertad es orgullo. Venís a la marcha y expresarte significa libertad, no como ellos que van a los medios y dicen todas cosas homofóbicas. Hay que sentir orgullo de ser y de opinar diferente”. 

Tiene 27 años y es cordobés. 

¿Cómo se derrota al fascismo? No duda: “Con más peronismo”.

Marcha del Orgullo x 33: no hay libertad sin derechos

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

Sobre la calle desbordada de canciones de cumbia, de pop, de new wave, de rock nacional que se entremezclan entre sí, con travas en modo drag y metaleros con cuero y tachas, Lean tiene un cartel que dice “Orgullo vuela peluca”.

Se ríe: “Peluca es una peluca, puede ser canecalón, o rubia, o negra, pero es peluca”. ¿Y el presidente? “Que use si tiene ganas”.

¿Qué significa el orgullo en este país? “El orgullo es siempre el mismo. Tenemos orgullo de quienes somos porque no tenemos que dar cuenta de nuestras identidades. No están en discusión. Nos sentimos orgullosos porque fuimos educados para la vergüenza. Entonces, la respuesta ante esto, es orgullo”. 

¿Tiene otra connotación este año? “Nosotras siempre estuvimos en la calle. Siempre peleamos. La derecha no es la primera vez que está”.

Y vuelve a sonreír: “Tampoco es la primera vez que se va”. 

Marcha del Orgullo x 33: no hay libertad sin derechos

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

Marcha del Orgullo x 33: no hay libertad sin derechos

Foto: Lina Etchesuri para lavaca.

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Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

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El acto de jubiladas y jubilados volvió a exhibir este miércoles la absurda represión contra personas que trabajaron toda la vida y se manifiestan pacíficamente ante la licuación brutal de sus ingresos. Tras los golpes, las fuerzas de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal (que no parecen estar donde deberían), recibieron orden de retirada, mientras la gente celebraba otra batalla ganada. El acompañamiento de personas discapacitadas, la creatividad de los carteles, las estampitas de la Virgen y las teorías sobre el fernet para describir parte de la actualidad.

Por Lucas Pedulla y Sergio Ciancaglini

Fotos: Juan Valeiro/ lavaca.org

El horario de marcha de jubilados y jubiladas de todos los miércoles es a las 15 horas: a la hora señalada ya había un jubilado detenido –Julio Vargas, luego liberado– y una decena de heridos entre gases, palos y escudos. Por ejemplo Carlos, más conocido como Chaca, el mítico hincha de Chacarita Juniors, en un día en el que el gobierno había anunciado descuentos en supermercados: “Ni enterado, pero ya nadie les cree nada. Mirá”, dice y muestra sus brazos golpeados, su codo ensangrentado, el labio partido por un golpe. “Hoy de vuelta nos fajaron. Pero que hagan todo lo que quieran hacer, ya se van”.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Golpes en los brazos, el labio partido y la sonrisa de Carlos Chaca: las fuerzas de Bullrich terminaron yéndose mientras la gente celebraba.

Tapar a Espert

Las agresiones incluyeron a la Prefectura Naval y a la Gendarmería, ubicadas en Rivadavia y Callao para castigar a personas ancianas mientras las fronteras siguen siendo un colador por el que entran y escapan narcos, según se informa cada día.  

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Un total de 20 heridos, según mencionó el Centro Provincial por la Memoria.

Después de la represión, la escenografía del Congreso volvió a evidenciar su irracionalidad: el cordón de policías federales, prefectos y gendarmes circundaba la plazoleta y abarcaba dos cuadras. Es la segunda semana consecutiva en la que el despliegue del operativo queda a cargo de las fuerzas federales, luego de varios miércoles donde la única fuerza que se veía era la Policía de la Ciudad.

“Esto se llama Operativo No Rompan Las Pelotas”, define Lorenzo, 73 años, vecino del partido bonaerense de San Martín. “No quieren mostrar debilidad y quieren tapar a Espert. Tienen mil quilombos, y creen que esto a Bullrich le suma puntos para su campaña”.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

La marcha pacífica después de otra represión absurda. Gendarmería y Prefectura, ¿no deberían estar en otra parte?

Esa sumatoria todavía está por verse: alguien debió pensar algo distinto si hoy desistieron repentinamente de agredir a jubilados. El razonamiento de Lorenzo emparenta el despliegue policial con la candidatura de la ministra de Seguridad a una banca en el Senado, un lugar donde tendrá fueros que la podrían proteger ante un eventual avance en las causas por las diversas represiones que la tienen como la máxima responsable política, entre ellas el balazo que dejó al borde de la muerte al fotógrafo Pablo Grillo, hoy en rehabilitación.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Retenciones y fin de mes

A Lorenzo lo escucha Juan Manuel, uno de los tantos jubilados que redacta carteles que van marcando el ritmo de la época: lleva 115 frases anotadas en una libretita, ordenadas por fecha de creación. 

Hoy exhibe dos, que aquí registramos:

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet
Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Sobre esta última hipótesis, Juan Manuel hace un gesto con su mano derecha, como quien describe a algo que está rumbo a otra parte.  

Despidiendo policías

Los que primero parten, en este caso, son los efectivos (?) federales. La gente de a poco fue sobrepasando al cordón policial, empujándolos hacia la vereda, hasta que de alguna parte llegó la orden de abandonar el lugar.

La manifestación los despide cantando: “Son todos narcos”. Lo pesado de los trajes policiales, sus escudos, armas y tonfas, hace cada movimiento más robótico, y en muchos sentidos más absurdo. El vallado que separa el punto de fuga de la plaza es tan grande que solo por un pequeño pasillo los cientos de efectivos se escabullen a un ritmo que permite que el estribillo que no cesa –“son todos narcos”– sea capturado por cientos de cámaras. 

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Una imagen resulta conmovedora. Alberto, un hombre ciego, camina con un bastón en la mano derecha y la izquierda la lleva apoyada –para guiarse– en el hombro de Sergio, que avanza en silla de ruedas.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Alberto y Sergio.

Forman parte de un pequeño grupo que incluye a Ariel, que tiene síndrome de Down, Remigia en su andador eléctrico, integrante de la CTA, Julito, también ciego, Sol, Daniel. Marcela y Leonor los acompañan y llevan una pequeña bandera que dice “Unidos por la especial”, en referencia a la educación especial eliminada, calcula Leonor, en más de 20 escuelas porteñas. Alguien que ve a ese pequeño grupo manifestarse plantea una posibilidad: “Este pueblo es invencible”.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Alberto dice: “No podemos dejar que nos quiten los derechos, nos pisoteen como un trapo sucio en el fondo de una casa”. Sergio agrega: “Hoy encima, como vienen las elecciones, te dicen que te van a dar descuentos en los supermercados. Nos toman de idiotas. Pero así les va a ir”.

Sobre las estampas y el fernet

Cuando se va el último policía, la plaza celebra. Entonces empieza la marcha, como cada miércoles. Aparece una tercera fuerza –Policía de la Ciudad– que sólo armará un cordón sobre Sáenz Peña para que la marcha no siga hasta Plaza de Mayo.

Allí está Patricia, 68 años, de zona norte del conurbano, que le reparte estampitas de la Virgen María a los policías.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

La sonrisa de Patricia, observada por la policía y por un «eternauta» de prensa.

Algunos se ríen, otros permanecen inmutables, y ella dice: “Necesitamos bendiciones. Prefiero confiar en la misericordia. Es una forma de decirle al Presidente que se está equivocando. Confiemos en que puede escuchar, ¿no? Escuchó el resultado de las elecciones, pero no está escuchando la calle. Hay que seguir viniendo. Y pedir por los derechos del pueblo”. 

La insistencia sonriente de Patricia genera lo inesperado: varios policías aceptan la estampa de la Virgen y le agradecen. Nadie sabe muy bien cómo interpretar eso. Ella arquea las cejas: “No se pueden conocer los caminos de la misericordia”.

Un poco más allá hay una celebración de cumpleaños, con orquesta de bombos y trompetas, con baile de jubiladas y jubilados al ritmo de «como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar».

Selva, 65 años, vecina del barrio porteño de Floresta tiene una bandera argentina atada como capa, gorrito celeste y blanco, y un cartel que ranquea entre los más llamativos de la jornada:

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet


Su situación –dice– es como la de cualquier otra jubilada: “Tengo la suerte de tener mi casa, un baño con agua caliente, mi comida calentita, pero la veo feo para mis hijos”. Por eso no se pierde un miércoles. Tampoco pierde el humor: “Toda mi vida traté de ser respetuosa. No me gusta venir y pelear con la policía. Pero no nos vamos a dejar asustar. A mi hermana y a mí nos tiraron con el hidrante en el invierno pero seguimos luchando”.

¿Cómo seguimos? “Hay que ir a votar. Cada uno sabe en qué momento estuvo mejor. Hay que luchar. Siempre con esto”, dice y señala su obra de arte sobre el fernet: “Con la palabra y la sonrisa”.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

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Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

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Por Claudia Acuña

Empecemos por el final, que es el principio de todo.

La mujer lleva una remera blanca con la cara de una de las masacradas encima del pullover y resguardada por un chaleco negro. Sostiene la cabeza con una mano mientras con la otra se frota la mollera donde recibió el golpe de un palo. No está sentada, sino derrumbada en la silla cuando comienza a hablar. Lo que dice y cómo lo dice es lo revelador porque esa mezcla de aturdimiento e información es lo que define esta jornada en la que miles de personas se movilizaron para decir aquello que necesitábamos nombrar en voz alta.

Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

“No sé cómo terminamos así, pero ahí estamos” arranca.

Su joven hija la observa en silencio.

“Tenía de la mano a los chicos que se subieron al micro… quisieron acompañar, pero son muy chicos… y las madres… bueno: eso no es lo que importa ahora. Son chicos: eso es lo que importa. Y está bien que vengan a la marcha porque es una manera… ya saben, de salir de toda la lógica que quieren imponerles… Siento que sus manos tiemblan… Ellos que siempre se muestran tan… tan como que nada los afecta… y estaban agarraditos a mi mano… siento eso y me doy cuenta que son nenes, que hay que cuidarlos y no sé si puedo… y los chicos se sueltan y ahora… ¿dónde están?

Repite:

¿Dónde están?

Suspira:

“No doy más”.

Llora.

La abrazo.

Un vaso de agua, un ibupirac para el golpe, un mate, el silencio que riega sus lágrimas.

Sigue:

“Queríamos llegar al micro y no podíamos: estábamos encerradas por la policía. Tiraban gases. Golpeaban. Y cuando logramos doblar no sé por qué calle (era Solís) aparece un pelotón de motos con policías y ahí es como que me perdí, no sabía para dónde ir… Estaba paralizada… lo único que pensaba era por qué… por qué”.

Su joven hija la ubica:

“Por el periodista que se estaba riendo de nosotras”.

Se refiere a un cronista de La Nación+ que tuvo un gesto hacia las mujeres y fue repudiado por las manifestantes, lo que justificó que la policía comenzara a golpear y arrojar gases a las familias de las víctimas.

La mujer sigue:

“También se ríen de nosotras en las redes, pero bueno: eso no es lo que importa ahora… Lo que importa… (cierra los ojos en un largo silencio) Ya está. Ya estoy en eje otra vez: lo que importa es que tenemos que volver al barrio”.

La mujer llama al chofer del micro: las están esperando en el edificio con la cara de Evita, la ubica.

Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

Lo que se mueve

Tres chicas muy jóvenes y muy empobrecidas masacradas con crueldad lograron algo imposible: que la marcha la encabecen sus familias. Detrás, miles de nadies. En el cordón de protección, las travas y putas de Constitución, las heroínas anónimas de la economía social, las jóvenes no binaries que protagonizaron la primera rebelión antifascista en aquel febrero que parecía tan lejano. Muy detrás los kioscos –encabezados por el de Ni Una Menos– todavía por delante de los partidos y los sindicatos, pero eso hoy tampoco es lo importante. Lo que suma es el todo porque es lo impredecible para los criminales que ejercen su saña sobre cuerpos que creen socialmente descartables. Que así no lo sea es lo que hace único a este movimiento y a este país, todavía: eso es lo importante.

Hay muchas madres acompañadas por hijas de la edad de las víctimas, aun cuando sin duda no comparten esos destinos sociales. Le pregunto a una –Isabela, 15 años– qué sintió cuando leyó la noticia. “Miedo”. Su madre, Carolina, completa. “Por eso le dije que había que estar hoy acá: lo que saca el miedo es salir a la calle”.

Le pregunto a otra –Dina Sánchez, secretaria general de la UTEP– qué representa esta marcha: “Estamos expresando con mucha contundencia que está pasando algo gravísimo: avanza el narcotráfico y no pasa nada. Desaparecen el Estado y no pasa nada. Matan pibas ¿y no pasa nada? No: acá estamos”.

Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

Dina Sánchez, de la UTEP.

Le pregunto a Bianca, militante de izquierda, cómo seguir después de esto: “Para mi tendría que seguir con asambleas en todos los lugares porque esta pelea es muy grande. Tenemos que juntarnos a pensar cómo dar la batalla no sólo a estos femicidios crueles, al narcotráfico y a la pobreza, que es la madre de todas estas batallas. De arriba no va a venir ninguna idea ni mucho menos, una solución”.

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Le pregunto a Georgina Orellano –trabajadora sexual y secretaria general de Ammar– qué  expresa esta marea, pero hoy prefiere no hablar. Solo repite por el pequeño megáfono –que es el único lujo de la organización de la marcha– los tres nombres que duelen:

Lara.

Morena.

Brenda.

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Georgina lo gritará mil veces a lo largo de las diez cuadras que separan Plaza de Mayo del Congreso y todavía más alto cuando pasa delante de la bandera que sostiene el pequeño grupo de Mujeres Abolicionistas, la vieja cicatriz que divide esas aguas. Y aunque eso no sea hoy lo importante me tienta decirlo: la bandera proclama “Ninguna mujer nace para puta”, frase robada a la activista boliviana María Galindo, quien batalla desde hace añares por terminar con esa grieta apelando al realismo: sin políticas sociales el abolicionismo suena negacionista. ¿Significa afirmar esto estar a favor de la explotación sexual? No: significa Lara, Morena, Brenda, mutiladas en vivo por Instagram. El horror aniquila disputas teóricas. Es cruel realidad: abre preguntas nuevas que hay que comenzar a responder urgente y colectivamente.

Ya está.

Recuperemos el eje.

Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

Lo importante hoy quedó claro cuando en las calles de la ciudad este Ni Una Menos representado –al fin– por los bordes más castigados gritó con voz propia lo que necesitábamos escuchar:

“Yo sabía,

yo sabía

que a los narcos

los protege la policía

¡y la justicia!”.

Luego, vino el final: las familias de las víctimas acorraladas por la policía.

Y esa mujer que, como todas, necesita nuestro abrazo.

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Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

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El gobierno montó nuevamente una coreografía de represión buscando imágenes que ensamblen con la del presidente Javier Milei, su hermana Karina y el ministro Luis Caputo en Estados Unidos, alborozados por los tuits de Donald Trump y el nuevo endeudamiento del país. En Congreso pudo verse a lisiados marchando en sillas de ruedas, jubilados atacados y gaseados por la policía, la libertad de expresión en los carteles que dicen mucho más que los exmedios de comunicación. Reflexiones sobre préstamos y deudas y las primeras reacciones en la calle frente al triple femicidio de Lara, Brenda y Morena.

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi

Fotos: Tadeo Bourbon / lavaca.org

“La timba de la city es la tumba del país”.

Podría ser una síntesis de esta época. Es un cartel que lleva Juan Manuel, jubilado de asistencia perfecta los miércoles. Dice que espera que hoy no haya gases ni represión. Lo dice por un cuidado colectivo, pero también por una necesidad personal. Muestra contento, feliz, una entrada que sacó al teatro (Sala Lugones, del San Martín, $4000) para ver “El gran desfile”, sobre la Primera Guerra Mundial.  Sus carteles, como los de tantas jubiladas y jubilados suelen decir más sobre la actualidad del país que los editoriales y comentarios del experiodismo que fatiga los medios.

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Pero sus deseos sobre un miércoles sereno no serán órdenes porque a los 10 minutos, por reloj, la Policía Federal y la Prefectura empiezan a reprimir, en una imagen que pareciera que las Fuerzas vinieron a buscar.

El saldo: varias personas gaseadas, dos demoradas (entre ellas, una mujer embarazada de dos meses) y dos heridas fuera de peligro trasladadas por el SAME: Mabel, jubilada de 64 años, enfermera de Malvinas, a quien le pegaron con un casco y su cabeza dio contra el asfalto; y Diego Gómez, comunicador, al que gasearon y le pegaron con un palo. A ambos los llevaron al Hospital Ramos Mejía y para hacerles estudios. 

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

La Prefectura gaseando a jubilados.

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Mabel golpeada por la policía. Fue enfermera en Malvinas.

Para la foto

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, otra vez montó una coreografía de represión, buscando una imagen de violencia en las calles que dialoga con la del presidente Javier Milei y el ministro de Economía Luis Caputo con la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, en Estados Unidos. La imagen llega también después de la reunión con Donald Trump, la noticia del swap de miles de millones de dólares de los que nada llega al país ni a su población, sino al esquema de vaciamiento financiero, con el agregado del supuesto pedido/orden de la Casa Blanca de que el gobierno retome el control político del Congreso.

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Editorial sobre la actualidad argentina.

Por eso, en la previa de la marcha, algo de la disposición policial callejera olía extraño.

A diferencia de otros miércoles el vallado no cruzaba de punta a punta la plaza. El tránsito tampoco estaba cortado. Y la impronta Bullrich se veía en las fuerzas: el control de la calle estuvo a cargo de Prefectura y Policía Federal. Había gendarmes pero no intervinieron en la represión, que comenzó en Entre Ríos e Hipólito Yrigoyen, mientras un grupo de jubilados realizaba un semaforazo. Primero avanzó la Prefectura con violencia en el cuerpo a cuerpo con escudos frente al puñado de personas. Luego, cortaron el tránsito y colocaron las vallas, mientras desparramaron su gas tóxico sobre los manifestantes. 

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Teatro antidisturbio

Durante la marcha Juan Manuel, dudando sobre si ir o no al San Martín, analiza la economía argentina en este teatro antidisturbios: “El nuevo acuerdo con Estados Unidos potencia este circuito de guita en el que nos prestan y nos prestan, y solo nos queda más y más deuda que pagará el pueblo. Por eso siguen prestando. Es simple”.

Lo que más se escucha y se lee en la movilización de hoy está vinculado a la relación cada día más carnal con los Estados Unidos. Un señor espigado camina al grito de “vendepatria, Milei vende patria”. Otro hace lo mismo golpeando un jarrito de lata. Abundan los carteles alusivos: “cipayo”, “no faltan recursos, nos sobran ladrones”.

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

En la radio abierta, no van con vueltas: “Esta semana volvió a quedar claro que es un gobierno de transnacionales, que le sacaron las retenciones al campo mientras a nosotros nos tienen acá, dando vueltas en este marchódromo”. También hay carteles por el triple femicidio de las chicas de La Matanza: “Justicia por Lara, Brenda y Morena”.

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Sin palabras

Una de las que vino a movilizarse es Amanda, que dice ser “barra y patotera”. Lo dice en el dorso de su guardapolvo blanco. Tiene 86 años y llega en bastón con un mantra que suelta al aire: “No nos han vencido; no nos han vencido”. Amanda dice que repite esto porque ya no tiene palabras para describir lo que ve. Que ya no quiere ni mencionar el apellido del presidente porque le hace mal a la salud. Señala su garganta y señala que le quedan atragantadas justo ahí. “A mi edad, pensé que ya había visto todo”. 

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Amanda cuenta que le gusta usar el diccionario y conocer palabras nuevas y que desde hace semanas tiene un pasatiempo: encontrar un adjetivo que encaje para describir a Javier Milei. “Pero ya se acabaron, no hay palabra que describa a este sinvergüenza que vino a sacarnos lo que no teníamos a los jubilados”. Amanda tiene 4 hijos. Uno de ellos está ahora en Hamburgo, Alemania, “puchereando”. Su hijo es músico, dice, y que se llama Ariel Prat. “Ambos estamos puchereando, él allá; y yo acá”.

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El Himno al sol

Sobre avenida Rivadavia, tres jubilados y una jubilada en silla de ruedas van por el medio de la calle. Se detienen al sol y cantan el himno. Se emocionan. La Plaza, que había comenzado sin cortes de tránsito ni vallas, ahora está cercada y sin tránsito.

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

En otra postal del epílogo del miércoles, Zulema, de Jubilados Insurgentes, agarra el megáfono y dice a todos los vientos: «Ante la deuda externa que crece más y más, la única que nos queda es organizarnos cada vez más y más, no solo contra este gobierno sino contra todos los poderes que lo sostienen. Esto va a seguir, sea el gobierno que esté, y nos tiene que encontrar organizados y dispuestos a hacernos oir para que las cosas cambien».

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