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Marcha federal universitaria: en defensa del derecho a soñar

Con alegría, con la palabra y el abrazo, y movilizada, la sociedad argentina salió otra vez a defender su derecho al futuro. Eso es lo que significa la universidad pública: la esperanza y la dignidad, una batalla central en momentos donde el plan del gobierno busca imponer otro modelo. ¿Cuál es? Responden quienes estuvieron en la marcha.
El cruce de generaciones y la diversidad incluyó estudiantes, trabajadores de múltiples gremios que adhirieron, docentes, partidos políticos de todas las clases, asambleas barriales, colegios enteros, organizaciones de todo tipo, con gran visibilidad de las de jubilados, como cada miércoles en Congreso.
Hubo gente de los barrios, de las aulas, de las fábricas y talleres. Hubo cursos completos que se movilizaron desde sus escuelas y universidades. Docentes y científicos identificados con sus guardapolvos blancos. Y muchísima gente “suelta” (como se describe a las que no van como parte de gremios o partidos). Familias, parejas, grupos de amigas y amigos. Los carteles caseros marcaron el tono de los reclamos, de la creatividad, y de lo denso de la situación. Los mensajes y las palabras de una sociedad que no se resigna a las políticas oficiales del insulto, los discursos de odio la destrucción. Y que sigue apostando por la educación, definida en uno de los carteles con un sol, un corazón y una idea: “La única revolución que dura para siempre”. La crónica de lo que enseñó la calle hoy, antes de conocerse, por la noche, el veto presidencial a la Ley, que tal vez pueda cambiarse en el Congreso de la Nación, si es que no vuelve a ocurrir lo mismo que con la fórmula de movilidad jubilatoria.
por lavaca.org / Fotos en Buenos Aires: Juan Valeiro

Imagen de la marcha en Buenos Aires.
Las calles no pudieron ser vetadas ni sujetas a protocolos policiales. Fueron otra vez las venas y las arterias por las que fluyó una energía social movilizada en defensa propia en todas las ciudades del país. El gobierno busca vetar la Ley de Financiamiento Universitario, como ya lo hizo con la movilidad jubilatoria. Omitió hacerlo hasta ahora esperando esta movilización, para operar luego con el veto que se confirmará si es que esta vez vuelve a encontrar diputados como los que Javier Milei llamó “héroes” –con asado incluido y negociaciones turbias– por haber votado contra los jubilados.
Pero en las calles se respira alegría mientras la multitud va ocupando cada espacio. Se ven sonrisas. Se oyen canciones. Se siente que las miles de personas que hoy marcharon necesitaban expresar su rechazo al plan del gobierno de desfinanciar la universidad pública. El derecho que se defiende es el de soñar.
Lo dice un cartel: “No somos la casta, somos pibxs con sueños”.
Esos carteles, muchas veces hechos en cartones con marcadores o en hojas manuscritas, fueron una especie de enorme coro que opinó y describió el presente.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Sobre la libertad y Conan
Algunos ejemplos de mensajes escritos a mano:
“La educación pública me abrazó a mí. Hoy la abrazo yo”.
“Analfa-veto”.
“En la Universidad pública papel higiénico y miedo nunca tuvimos”.
“Gracias a la educación pública soy veterinaria de perros reales”.
“Sin ciencia no hay Conan”.
“¿Esta libertad querías?”
“Te hicieron creer que vivías en un país de mierda para que no lo defendieras cuando lo destruyan”.
“Primera profesional de una familia obrera”.
“Inventados son tus 5 perros. Acá estamos todos los estudiantes de la universidad pública”.
“A mí me pueden bancar la UADE gracias a que mi mamá estudió en la pública, ¿cómo no la voy a defender?”
“Quienes solo tengan aspiraciones individuales nunca entenderán una lucha colectiva”
“¿Harta? Sí. ¿Rendida? Jamás”.


La marcha en Córdoba y Rosario.
“Imaginate estar en contra de lo que hace excepcional a este país”.
“Las fuerzas del pueblo”.
“Ahorrar en la universidad pública enriquece la ignorancia”.
“Cortemos las calles para que no nos corten las clases”.
“Si hay veto, hay tomas”.
“No somos la casta, somos pibxs con sueños”.
“Estudio para no pedirle consejos a un perro muerto”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
El mensaje en el guardapolvo
“Hijo y nieto de empleadas domésticas. Me gustaría ser profesor”, dice el cartel que tiene Matías, 18 años, que vino en el tren Roca desde Lomas de Zamora. “Mi bisabuela y tatarabuela eran amas de casa. En general, no hay gente con estudios universitarios. Dos de mis cinco tías terminaron el secundario, mi mamá no pudo. Recién mi generación estamos pudiendo tener estudios”. Quiere hacer el profesorado de Artes en la UNA: “Para mí es muy importante. Es muy significativo el hecho. El gobierno es gente con mucho odio, y le molesta que la gente sea feliz. Esta gente, llena de privilegios, nunca va entenderlo”.
Ana tiene 14 años, vive en San Justo y anda con un cartel que dice: “Y si ahora gritamos y cantamos a modo de protesta, es porque preguntamos bien y nadie nos dio una respuesta”. También lleva puesto un guardapolvo, que en el dorso comparte esta inscripción: “La educación no es un favor, es un derecho”.
“Estoy acá porque me parece una injusticia que algo que tanto nos beneficia como es la educación, se esté recortando de esta manera. Yo estudio en una escuela pública y ya sé que voy a estudiar Derecho en la UNLaM, una universidad pública. Siempre voy a defender lo público, porque de ahí vengo”. Analiza: “Milei les llegó a los adolescentes y jóvenes desde un lado de la rebeldía, del gritar en sus discursos, los jóvenes se dejaron llevar por la rebeldía y votaron para el culo”. ¿Cómo se mira lo que viene teniendo 14 años? “Este es un país que defiende sus derechos, me ilusiona que la gente salga a la calle, que defienda lo que es suyo, que apoye a la educación pública». ¿Qué esperás para adelante? “Que lo echen o que se vaya solo”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Natalia (46 años) y Naomí (27) son de San Fernando y Tigre. Ambas son docentes. Naomí, además, es estudiante de la UBA, en la carrera de Psicología. Ambas llevan en sus manos dos cartones, que tienen letras negras escritas. El de Natalia dice: “En defensa de la universidad pública, gratuita, de calidad”; el de Naomí: “Cómo no defender lo que le da prestigio a mi país”.
Más carteles: Axel y Juan Pablo son de Avellaneda; Marilyn es de Villa Domínico y Juan de Wilde. Cuatro conurbanos bonaerenses que llevan felices sus carteles en las manos y en sus cuerpos. Axel, 28 años, estudio en un profesorado de Matemáticas, muestra el suyo con determinación: “Marcho por el mañana porque en el pasado murieron por el ahora”. Y muestra sus palabras: «Nuestra presencia acá es fundamental para el futuro de la educación argentina, por los derechos de hoy y de los futuros ciudadanos, que nadie se los puede privar”.
Marilyn tiene 22 años y su cartel pregunta: “¿Qué más le piden a un docente universitario? Mínimo 6 años de carrera, un título y aun así hay que salir a reclamar para llegar a fin de mes”. Estudiando para contadora en la UBA, donde le faltan 11 materias para recibirse. “Vengo a marchar porque vemos día a día la falta de presupuesto. Yo trabajo en un estudio contable, y no me alcanza para llegar a fin de mes, pero a un profesor que ya tiene un título, que es un profesional, tampoco le alcanza”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Mariano Fernández lleva un cartel que llama la atención: “Nieto de inmigrante, nieto de peón de fábrica, hijo de almacenero, hijo de la resistencia, hijo de la educación pública. Mi hermano Lucio va a ser el primer graduado de la familia. Es por él y por todos”.
Mariano vive y tiene su almacén familiar en Avellaneda. Dice que “por tema de laburo” se priorizó a su hermano Lucio, que se está por recibir el arquitecto, lo que no pudieron hacer su padre ni su abuelo, ambos obreros: “Mi viejo siempre nos decía que hay que organizarse para luchar, y movilizarse para vencer. Hay que ganar la calle para vencer la trampa; hay que salir, y no perder la fe. Mi viejo y esa generación lucharon por un país mejor. Muchos dejaron su vida y ahora nos toca levantar esa bandera”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
“Villero y Universitario, el terror de los libertarios. Plan Fines, Laferrere”, se lee en un pedazo de cartón repleto de dignidad. Las manos que lo levantan son de Jésica Quintana, 37 años, del barrio Independencia de Laferrere. Está estudiando el segundo cuatrimestre del Plan Fines.
Dice: “Tengo este cartel porque somos conscientes que si no hay una educación pública, no hay derechos ni futuro. Yo a mi hija la había anotado en una escuela privada y la tuve que sacar y mandar a la escuela pública porque no me daba para pagarla. Y hoy mi situación es que hay días que no tengo ni para comer”.
La situación en su barrio: “Las escuelas están colapsadas, porque todos los que iban a escuelas privadas, ahora se pasaron a escuela pública. Los comedores están pidiendo más refuerzo, porque los nenes van a la escuela y piden comer más; las mamás se desesperan por una caja de leche en polvo, hay una necesidad enorme”. Y revela: “En mi barrio hay mucha gente que votó a Milei, que le pasó lo mismo que en la época de Macri. Todos querían un cambio y pensaban que el peronismo le estaba robando, cuando con el peronismo se obtuvieron más derechos, y hoy en día no tenemos nada. Mucha de la gente que lo votó, ya está arrepentida”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Cecilia vive en Buenos Aires, nació en Formosa y estudió Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba. Tiene 40 años y lleva un cartel que dice:
¿Harta? Sí. ¿Rendida? Jamás. La educación pública se defiende.
Lo que la harta: “No encuentro casi nada bueno de este momento, sinceramente, y malo encuentro un montón. No puedo creer que todavía pase esto. Tengo mucha desmoralización por momentos, mucha desesperanza, pero por eso en el cartel digo “rendida jamás”.
Lo que la ilusiona: “Hay que seguir peleando. Me esperanza que nada dura para siempre, todo tiene que cambiar en algún momento”.
Florentina y Carla son amigas y docentes en el barrio Malvinas Argentinas. Florentina llegó con su hijo y un mensaje manuscrito sobre cartón: “Vine a protagonizar la única revolución que dura para siempre. Pública, Universal, Laica, Inclusiva y Gratuita».
Plantea Florentina: «Estaba Cristina y la gente quería cambiar. Votaron a Macri. Se hartaron y votaron a Alberto. También se hartaron y votaron a este. Todo esto es una tristeza, pero hay que estar en la calle». Carla pasa un dato del barrio: «Lo veo hasta por mi familia. Cada vez hay más arrepentidos de haberlo votado, aunque no siempre se atreven a decirlo».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Los carteles abundan, hablan de gente suelta, pero también hay sindicatos y sus banderas. Elías (49) y Alberto (39) son vecinos de Barracas, trabajadores de la construcción y sostienen una de su sindicato: la UOCRA. “Sin educación no hay futuro”, dice Alberto. Elías tiene una hija de 14: “Si no nos despertamos ahora ni hacemos bien las cosas cada vez va a ser más complicado. Este gobierno solo piensa en pocos y no les interesa la justicia social, los jubilados, los estudiantes. Por eso vetaron todas las leyes, siempre en contra del ciudadano”. El trabajo también está complicado: “La obra pública es la madre de las industrias, y ahora todo está frenado”, dice Alberto. Elías tiene amigos arrepentidos de su voto: “El voto de confianza ya se le apagó. Un voto es esperanza, trabajo, la búsqueda de un bienestar distinto, pero este redujo el gobierno, la industria, las obras, cagó a los jubilados. Y a la persona que vos le preguntes, hoy no llega a fin de mes. Argentina es un país hermoso, riquísimo, ¿cómo puede ser que tengamos 52% de pobres?”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
La calidad o la traición
Las dos marchas universitarias fueron las más grandes de la Era Milei. La de hoy reunió el argumento de adelantarse al veto presidencial a la Ley de Financiamiento Universitario, presión no tanto para la Rosada – que anunció que lo vetará pase lo que pase- sino apuntando al Congreso.
En la calle, marcharon parte de la UCR y la Coalición Cívica (con Lilita a la cabeza), se vio a Cristina saliendo al balcón del Instituto Patria, y a Horacio Rodríguez Larreta en la calle. A radicales como Martín Lousteau, Facundo Manes o Martín Tetaz; estuvo el ex ministro de Economía y candidato presidencial Sergio Massa; Pablo Moyano encabezando una columna escueta de la CGT; entre otros dirigentes que muestran que el reclamo es transversal a varias internas y grietas.
¿O no?.


Marcha en Mendoza y Santiago del Estero
Flor tiene 25, estudia Derecho en la UBA y es militante de Franja Morada, la agrupación universitaria del radicalismo. ¿Votó a este gobierno? “No podría votar jamás a alguien que, desde sus inicios, habló contra la universidad pública”. Vino de Jujuy porque allá no hay carreras de abogacía, y es primera generación universitaria: “Vinimos por dos objetivos: uno de corto y otro de largo plazo. En el corto plazo, para defender el presupuesto universitario y expresar que no tiene que haber un veto a la ley de Financiamiento Universitario que se aprobó y el presidente dijo, en sucesivas ocasiones, que va a vetarla. Y, a largo plazo, para garantizar el futuro: la universidad pública argentina hace bastante que no recibe el presupuesto que se merece, pero ahora se ve agravado, y eso perjudica la calidad académica. Afectarla, desfinanciarla, es perjudicar el futuro. Yo estoy cerca de recibirme, y tuve toda la calidad que recibí gracias a esta universidad. Pero así los docentes y no docentes, que están cobrando por debajo de la línea de la pobreza, se van a empezar ir y van a perjudicar a las futuras generaciones”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Si Milei veta la ley, ¿confía que sus propios diputados defenderán el proyecto? “Estoy viendo el contexto político perdido: la oposición tiene que ser dura en defender la bandera que ya tenemos. La Franja, si bien está relacionada a la UCR, no necesariamente acompaña cuando no es coherente con lo que tiene que hacer. La coherencia es que el radicalismo, si hay un veto, garantice que todos van a salir a defender la ley, que incluso fue creada en el espacio: es una bandera que siempre nos enorgullecemos tener. Esta marcha también es para pedirle a los diputados que actúen con coherencia, que sigan defendiendo la bandera, porque eso garantiza que todos podamos tener una educación mejor”.
Sin embargo, durante la discusión por el veto al magro aumento de las jubilaciones, los diputados radicales que habían votado a favor luego se dieron vuelta: “Me cayó muy mal. Fue terrible ver cómo por intereses propios traicionaron los intereses colectivos. Celebro los comunicados que sacó la UCR después, ¿pero cómo se va a traicionar así al pueblo? Me pareció un hecho de una traición directa a quienes los votamos”.
¿Nos llevan puestos?
Juan, 22 años, estudiante de derecho de la UBA, también es ayudante de cátedra. Plantea: “El presupuesto no alcanza, vemos cómo los techos se caen a pedazos y la falta de insumos en los baños. Los docentes no viven con lo que cobran; se merecen algo digno, porque gracias a ellos somos lo que somos”. Y mira a futuro: “Estamos en una situación en la que nos quieren arrebatar nuestros sueños, para que no podamos ser quienes queremos ser, pero creo que todos los que estamos hoy acá vinimos para unir fuerzas y que todo esto que busca fomentar este gobierno lo podamos revertir”.
Gisela y Miranda, madre e hija, vienen de Vicente López. Miranda tiene 15 años y estudia Piano en la Escuela de Música Juan Pedro Esnaola. “Quieren que el que no pueda pagar, no estudie, y que se quede trabajando en condiciones horribles. Que la gente se quede fuera de acceder a la educación y de formarse”. Gisela tiene 48 y no estudió: “Pero vengo por el futuro, por la gente que hoy estudia y está en condiciones deplorables. Nuestra educación siempre fue de calidad, de excelencia, así que la venimos a defender a muerte. Quieren ir rompiendo de a poco todo lo que se pueda para desarmar la sociedad: comedores populares, ANSES, universidades, todo lo que sea el Estado. Y si nosotros no salimos a defenderla, obviamente nos llevan puestos. La educación es el inicio de todo”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
También son madre e hija Alba (44) y Valentina (18). Alba es profesora de arte y tiene un cartel que ya es un hit: “Estudiá, no seas Adorni”. Se crió en Ciudad Oculta, en Lugano, sur de la ciudad: “Vengo de un barrio humilde y salí gracias a la educación. La educación es la salida. Quieren romperla porque no quieren que lleguen estos pibes, que piensen, que sean críticos”. Valentina, su hija, está estudiante para ser profe de arte: “Vengo por mis profes que me enseñaron a luchar. Tengo amigos que lo votaron y vine también por ellos, para que puedan estudiar. Algunos se arrepintieron, otros siguen confiando, pero ya va a surgir otra charla donde me van a responder mejor. Ellos tampoco se merecen algo malo”.
Sol (20), Camila (26), Agustina (30), Milagros (27) vienen de Escobar. “Un pueblo leído jamás será sometido”, dice el cartel que lleva Camila, pero dice que lo escribió Agustina. Explica la autora, estudiante de profesorado de teatro: “La educación es nuestra herramienta para no ser sometidos por el poder que sea y ser conscientes de nuestros derechos, obligaciones y poder estar cada día mejor. Ahora son las universidades pero después va a ser el resto de la educación. Sabemos por lo que estamos luchando porque tuvimos educación; si no, no estaríamos acá”.
Camila: “Un pueblo ignorante es mucho más fácil de manejar. Es un punto que moviliza todos. Si vos vas a estudiar, tenés un futuro, donde armar posibilidades. No solo la universidad: una primaria, una secundaria. Estudiar abre puertas. Y no pueden sacarte un derecho: es lo más básico”. Agustina trae la memoria de su abuelo, que tiene 80 años y le pidió que salga a marchar: “Me dijo que él no pudo porque, si salía, no estaría vivo. Es el legado de muchas personas que no pudieron. ¿Cómo vas a quitarnos algo que la gente salió a defenderlo incluso con la posibilidad de morir?”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Elías (49) y Alberto (39) son vecinos de Barracas, trabajadores de la construcción y sostienen una bandera de su sindicato: la UOCRA. “Sin educación no hay futuro”, dice Alberto. Elías tiene una hija de 14: “Si no nos despertamos ahora ni hacemos bien las cosas cada vez va a ser más complicado. Este gobierno solo piensa en pocos y no les interesa la justicia social, los jubilados, los estudiantes. Por eso vetaron todas las leyes, siempre en contra del ciudadano”. El trabajo también está complicado: “La obra pública es la madre de las industrias, y ahora todo está frenado”, dice Alberto. Elías tiene amigos arrepentidos de su voto: “El voto de confianza ya se le apagó. Un voto es esperanza, trabajo, la búsqueda de un bienestar distinto, pero este redujo Gobierno la industria, las obras, cagó a los jubilados. Y a la persona que vos le preguntes, hoy no llega a fin de mes. Argentina es un país hermoso, riquísimo, ¿cómo puede ser que tengamos 52% de pobres?”.
Fanático y futuro
Desde temprano la gente no paró de circular, yendo y viniendo, según distintos horarios de convocatoria. Porque si bien el acto llamaba a las 17 horas, la movilización arrancó pasado el mediodía: a dos horas del horario estipulado para la concentración, las inmediaciones del Congreso de la Nación ya era una marea de pueblo.
A la hora del acto, a las 17, por Entre Ríos la marea de gente pasaba Independencia. Ese pulso no paró durante todo el día.
La movilización se replicó en todo el país, siendo las marchas en Córdoba y Comodoro Rivadavia otras dos de las más masivas.
Remigio Ocampo (65) es vendedor de empanadas y fue uno de los detenidos durante la Ley Bases, acusado de terrorista: la causa todavía está abierta, pero aún no recuperó su celular. Vino de Tortuguitas, norte del conurbano bonaerense, no sólo para hacerse unos pesos: “También por el maltrato que hace este gobierno. Está devastando todo. Esto ya lo vivimos en los noventa. Es el menemismo, nomás que más rápido. No entiendo ni qué quiere. Yo creo que él no sabe. Es un psicópata: habla mal de China y ahora pide préstamos, habla mal de Brasil y le pide energía. El tipo se encontró con una sorpresa y está gobernando, también hay que decirlo, por lo mal hecho en los últimos ocho años, tanto de Macri como de Alberto. Pero hay necesidad en la calle de estar. Y todavía necesitamos ser mucho más”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
La idea de que aún falta más gente en las calles es compartida por Damián Verzeñassi, director del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario. “Justo me tocó estar acá y vine a marchar sobre todo porque entendemos que para poder ser libre una sociedad necesita estar sana; y un elemento clave para la salud es la educación. Sin educación no tenemos posibilidad de construir sociedades saludables, y mucho menos sociedades libres”, plantea a lavaca.
¿Desde la universidad pública qué se percibe?
Creo que institucionalmente hay una reacción, el ahogo presupuestario se sintió y muy fuerte, pero siento que todavía como comunidad, más allá de la multitudinaria marcha que se ha hecho 23 y la de hoy, en la sociedad se ha instalado esta idea de que hay que ver cómo acomodarse a la situación, y eso es lo para mí preocupante. Lo han logrado, creo yo, con la política de la crueldad que se instaló y que se sostiene a fuerza de militarización y persecución. Han logrado anestesiar a una gran parte de la sociedad. Porque hoy estamos en todo el país, vamos a ser más de un millón, pero tendríamos que ser muchos más.
¿Cuántos?
Tendríamos que ser los suficientes como para que ningún diputado o diputada tenga la posibilidad de pensar siquiera en dar vuelta su voto, como hicieron con la barbarie de dar vuelta un aumento miserable para los jubilados y jubiladas.

¿En dónde puede estar el contagio para que haya más gente participando?
Yo creo que se logra ser más desde adentro de la universidad, sacándonos de una vez por todas la actitud que hemos asumido pasivamente, en muchos casos, y que hemos resistido en otros, de ser serviles a las corporaciones. Mientras la universidad y la universidad pública sigan formando a los profesionales que trabajan en el servicio de las corporaciones para destruir los territorios, para legitimar el saqueo, para legitimar el extractivismo, va a ser muy difícil que la sociedad en su conjunto salga a abrazar a la universidad, pese a que hoy somos millones en todo el país. Creo que ahí hay un gran debate. Necesitamos defender a la universidad de quienes quieren desfinanciarla, pero también necesitamos defenderla, de quienes quieren transformarla en una herramienta al servicio de las corporaciones.
¿Hay esperanza?
La esperanza la veo en la gente que a pesar de todo se moviliza aun sabiendo que mañana hay un grupo de personas que creen que pueden, con una firma, vetar una decisión del Congreso. La esperanza la veo en los miles y millones que, a pesar de que cada vez tenemos menos posibilidad de pagar los servicios básicos, seguimos pensando en que defender la universidad pública no es defendernos a nosotros mismos, sino la posibilidad de que todos tengan el derecho a la educación, y la posibilidad de acceder a la universidad.
Natalia, de Tigre, sobre la esperanza: “La esperanza son los jóvenes, la gente que se moviliza, los jubilados que están apoyando. Acá hay una gran posibilidad de hacer algo, de cambiar las cosas”.
Agrega Naomí: “Me ilusionan los jóvenes, el pensamiento crítico, que estudien, que se interesen por el futuro de su país. Para que no nos roben la ilusión hay que seguir luchando y compartiendo estos momentos, unidos, con fuerza, así es imposible que perdamos la ilusión”.
Cecilia, de Formosa: “Hay que seguir peleando. Me esperanza que nada dura para siempre, todo tiene que cambiar en algún momento”.
Las canciones finales decoran la tarde de melodías que mezclan esta rara alegría de la lucha:
Che peluca che peluca, no te lo decimos más,
Si nos tocás a la escuela qué quilombo se va a armar.
Miles de personas la saltan y la gritan.
Luego la multitud empieza a desconcentrarse, en una coreografía de una jornada en paz y sin protocolos que inundó la zona de Congreso.
Desde el escenario se escucha el último tema, uno de Lali Espósito llamado Fanático, con reminiscencia al Presidente, cuyo estribillo dice: “Es mi fanático, me vuelve loca. Toda la noche me sueña y se toca”.
Una docente pasa y dice: “Me encanta que termine con este tema”.
Y se va sacudiendo la cabeza y cantando mientras se cruza con una chica de remera negra estampada con estas palabras: “Sin Universidad no hay futuro”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Actualidad
San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

Desempleo, estampitas, falta de comida, espigas, chicha (nueva droga que invade los barrios, gracias a la crisis), vetos, bendiciones y maldiciones, goleadas, votos, malos pensamientos, arrepentidos, desquicios, la forma actual de la corrupción, la inseguridad, los zombies. Los temas que no aparecen en la política, resurgen con San Cayetano, que volvió a reunir a la gente para pedir y agradecer trabajo entre otras cosas, para tener paz y para marchar a lo largo de 15 kilómetros hasta Plaza de Mayo. Conversaciones en ese trayecto que atraviesa varias avenidas del presente.
Por Lucas Pedulla
Fotos: Juan Valeiro
Marcela, 52 años, vende espigas a 1.000 pesos en la estación de Liniers. Llegó de Lanús a las nueve de la noche del miércoles para vender en las inmediaciones de la iglesia de San Cayetano, patrono del pan y del trabajo, en su versión 2025. Lo primero que percibió fue la cantidad de personas que iban a pedir comida. «Un montón, el año pasado traían sus viandas», compara.
No le sorprende: ella está más ajustada, el alquiler sube y las matemáticas para alimentar tres hijos necesitan otras audacias. No habla de cifras, solo dice que «cuesta más».
¿Y el gobierno? Revolea los ojos: «Soy de derecha, pero no lo voté».
¿A quién votó? «A Bullrich. Después no voté porque no me convencían ni Massa ni Milei. Por eso ahora tampoco voy a ir a votar». Bullrich está en el gobierno y como ministra de Seguridad es la que reprime todas las semanas a jubiladas y jubilados. Marcela levanta los brazos: «Estoy en contra de que hagan eso, como también de las barbaridades que está haciendo con los vetos».
Marcela ofrece espigas a quienes pasan, y vaticina las próximas elecciones: «Para mí le va a ir mal. Está desquiciado».

De los gases a las espigas, la alegoría de Marcela refleja también algo de esta Argentina, un día después de la dura goleada sufrida por el gobierno en la Cámara de Diputados (12 a 0 entre leyes votadas y vetos rechazados), en medio de otra cruda represión a jubilados y trabajadores de prensa. Entre ellos, el fotógrafo de la agencia AP Rodrigo Abd, que salió un rato de la clínica a donde lo atienden para ver la marcha que hoy no pudo cubrir: le están haciendo estudios por una inflamación en la parte media de su oído derecho por el impacto del chorro del camión hidrante que recibió ayer en la Plaza de los Dos Congresos. Fue uno de los atacados por la policía de un gobierno que publica en las redes propias y de sus asalariados: “No odiamos lo suficiente al periodismo”.

Pensamientos y bendiciones
Sobre la calle Cuzco, entre puestos de estampitas y velas con promos de dos por 1.000, siguen las filas para que los curas bendigan espigas, estampas y velas. Ema, 65 años, y Marcelín, de 68, son una pareja de jubilados que cobran la mínima y también se vinieron de zona sur, de Glew. Marcelín dice que la cosa está brava: «Uno viene a agradecer por todo lo que San Cayetano nos ha dado hasta ahora. La situación está bastante comprometida: todo lo que es para bien lo vetan enseguida». Por eso, suma Ema, hay que agradecer: «Y pedir por los hijos y los nietos. Está difícil para los jóvenes, no hay expectativa para un chico de 20».
Ema pide si podemos, por favor, no hablar de política. «Uno viene para tener paz y transmitirle paz al otro. Si todo el tiempo estamos con malos pensamientos…», dice pero no termina la frase porque la fila avanza y el cura está ahí y ella va rumbo a la bendición: «Nos vemos».

La agenda invisible
Desde allí se prepara para salir la novena movilización que los movimientos sociales nucleados en la UTEP organizan en el día de San Cayetano. También adhirieron y convocaron gremios, sobre todo de las dos CTA, que caminaron unidas. La marcha cruza toda la ciudad por una de sus arterias principales, Avenida Rivadavia, que conecta el territorio porteño con un oeste infinito. Liniers, casa de la iglesia, oficia de punto neurálgico donde también llegan vecinas y vecinos de todo el conurbano.
La distancia total a Plaza de Mayo es de 15 kilómetros. Hubo una posta en Flores, frente a la Basílica donde comenzó su carrera Jorge Bergoglio. Lo recordaron con un audio suyo, ya como Papa Francisco, donde habla de cuidar el medio ambiente y luchar por paz, pan, tierra, techo y trabajo. Es el primer San Cayetano sin Francisco como actor espiritual y político.

La marcha arrancó a las 9 de la mañana, llegó a Casa Rosada cerca de las 14, y tuvo en Congreso la sumatoria de columnas nutridas que cruzaron la 9 de Julio en dirección a Plaza de Mayo, a donde llegaron, como llegan hace nueve marchas, con una agenda de temas tan profundos que no entran en los debates políticos: comedores, trabajadoras de cuidado, jóvenes en proceso de recuperación de adicciones, recorte de alimentos, falta de acceso a la tierra, y parálisis de la obra pública de integración socio-urbana que lo único que permite es el avance de la narcoestructura territorial.

Cuando te comen la cabeza
Mauricio, 27 años, es uno de los que puede jactarse de caminarse todo. Milita en la JP Evita. Vino del barrio Victoria, en Moreno, la última estación del tren Sarmiento. «Laburo para pibes desde 18 años y la cosa está fea. La última vez salimos a repartir 320 porciones de comida. En un día. Es un montón. Y vemos que mucha gente del barrio que antes no venía, ahora llega. Impresiona: cada vez se suman más».
Otra cuestión es el consumo problemático: «Está a full, y sube cada día. Intentamos hablar con los jóvenes para que no caigan, pero es una problemática que crece. Peleamos para frenarla. Pero al pibe le comen la cabeza. El transa de la esquina les dice: ‘Vendé acá y te doy plata». Y los pibes, lamentablemente, con eso los compran. Pero no les dan nada».
Para Mauricio, el hambre y el consumo son dos temas ausentes del actual debate político. ¿Cómo buscar de nuevo a esos pibes? “Siempre les hablo para enamorarlos de la política. Le digo: ‘En la política está todo’. Hay desencanto, sí, pero por cómo está el país entienden que tienen el poder para cambiarlo. Hasta con un voto”.

La estrategia electoral de Arturo
Por Rivadavia también marcharon jubilados que todos los miércoles están en Congreso. Uno de ellos es Arturo, vecino de Almagro, que tiene una de las mejores estrategias de comunicación alguna vez creadas: con una sartén ya rota por los golpes que le propina con un utensillo de metal, se mete en cuanto comercio o local ve abierto. Y grita, por cuadras: “Fuera Milei, estafador. ¡Gobernás para los ricos!”. Se asoma a kioscos, verdulerías, cafeterías y aprovecha los momentos que las puertas de algún COTO o banco se abren: “Fuera Milei, ¡fuera!”. Hasta algunos policías ya sonríen. El cálculo de Arturo: “Hoy conseguí 1.000 votos”.
Arriba de un tractor cruza la 9 de Julio el padre Toto, de la parroquia Virgen de Caacupé, de la Villa 21: “Esta marcha es donde tengo que estar”. Una entrevista con Toto y su trabajo en el barrio sobre la cuestión de consumo se publicará en la próxima edición de MU.

La chicha y los zombies
Samantha, 30 años, es de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) de Rafael Castillo, en La Matanza. En el comedor dan de comer a 30 personas por día y cada vez son más. “Los maridos se quedan sin trabajo y no les alcanza para pagar las cuentas. Dejan de pagar las tarjetas de crédito. Los chicos sólo comen gracias a los comedores de los colegios”.
Cuenta que entró una droga nueva al barrio, a la que llaman “chicha” y definen como peor que el paco: “La consumen muchos jóvenes, pibes de 14 o 15 años. Los deja como zombies. A veces ni te reconocen. Chicos que iban al colegio y de pronto dejan”. Al debate político también le falta una discusión seria sobre seguridad, explica Samantha: “Es un tema llevar a mi nene a las 6.30 a la escuela. No voy con el celular porque no sabés lo que puede pasar”.
Para las elecciones que vienen, La Libertad Avanza propuso como candidato de la Tercera Sección Electoral, donde predomina La Matanza, al excomisario Maximiliano Bondarenko. Samantha abre los ojos: “Pero eso es más corrupción. Necesitamos un debate en serio”. Piensa que hay condiciones: “Muchos vecinos se han arrepentido de haberlo votado a Milei. Creyeron, pero te dicen: ‘Me equivoqué’. Algunos tenían un almacén, o capaz que otro negocio, y lo tuvieron que cerrar”.

Potenciar narco
Vanesa, 33 años, vino de Melchor Romero, en La Plata, y lleva una pechera del Partido Comunista Revolucionario (PCR). «Soy comunista y banco al Papa», se presenta. «Es el primero que habló de techo, tierra y trabajo».
¿Cómo está el barrio?: «Se la está pasando malísimo: desde que asumió Milei, a los comedores no van más alimentos. La mayoría de la gente no llega a fin de mes. El Potenciar Trabajo está congelado en 78.000 pesos y no se mueve. ¿Cómo hacés? A nuestro comedor vienen más de 100 personas por día. Las compañeras sacan de su casa para la olla porque no alcanza. Los barrios se organizan: unos dan merienda, otros dan cena, pero a fin de mes es tremendo, con jubilados, desempleados. Hoy ves gente revolviendo basura en cada cuadra».
De nuevo, el hambre como tema. Y el narco consumo: «Creció horrores. El narcomenudeo arrasa. Pibes que dejan el colegio para ser ‘soldaditos’ de los transas. Les ofrecen plata fácil, pero los hacen mierda. Desde que asumió Milei, todo está peor: ves nenes de 8 o 9 años consumiendo paco».
A este combo le agrega que llegó la factura de luz de 200.000 pesos. Y 36.000 a otro comedor. «Las garrafas de gas están a 15.000 cada una. No duran nada. Muchos cocinamos con leña para estirar».
¿Cómo salir de esto? Vanesa sigue marchando y tiene una hipótesis: «Uniéndonos y saliendo a la calle. Milei vino a sacarnos nuestros derechos. La única forma es resistir organizados» dice rodeada de gente, de espigas y tal vez de preguntas.

Actualidad
Pegarle al mensajero

La marcha de jubilados de este miércoles se transformó en la verificación de la política oficial de atacar al periodismo, sin razón, fuera de lugar y sin otra necesidad que la de demostrar que la frase “no odiamos lo suficiente al periodismo” no se queda en los tuits. En la foto, Rodrigo Abd, de AP, tras ser atacado por el violento chorro de un camión hidrante por el que terminó en el hospital. Al mismo tiempo Diputados dio media sanción al proyecto de financiamiento universitario y el de emergencia sanitaria, que incluye al hospital Garrahan, aunque todo avance de este tipo será seguramente sometido a vetos. Lo que expresa la calle, hasta con pompas de jabón respondidas con golpes, provocaciones policiales y disparos de proyectiles con gas pimienta.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi
Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org
Nicolás Suárez tiene una cámara de fotos en sus manos. Es reportero del diario La Nación, entre otros medios. Está parado en la esquina de Rivadavia y Paraná, donde también hay una fila de oficiales de la Policía de la Ciudad. Y un camión hidrante. “Estaba frente a los escudos y un policía empezó a empujarnos y luego vació el tarro de gas de frente a mis ojos. A otros compañeros les pasó lo mismo. Fue un ataque a la prensa directo”.
Nicolás tiene 37 años: “Hoy fue muy claro el direccionamiento hacia la prensa. Los que quedábamos en esa esquina éramos todos reporteros gráficos. Empezaron a mojar con el hidrante, sin ningún tipo de sentido, nadie estaba haciendo absolutamente nada malo. Yo estaba en la vereda cuando un policía me empezó a empujar con el escudo, le pregunté por qué me estaba empujando y al rato fue el mismo que me tiró directo a los ojos”.
El fotógrafo Rodrigo Abd (AP) recibió el impacto del chorro de agua del hidrante en la cabeza, que lo derribó al piso. Tenía la máscara antigás puesta, uno de los tantos artefactos con los que los periodistas tenemos que trabajar hoy en la calle frente a la represión. Ni siquiera eso sirvió. “Estoy mareado”, le dijo a los profesionales de salud cuando lo socorrieron. Terminó en el hospital.

Rodrigo Abd señala el lugar en el que le golpeó el violento chorro del camión hidrante antidisturbios, que le arrancó su máscara antigás y lo tiró al piso. Lo obvio: no había disturbio alguno, solo violencia gubernamental sobre la prensa.
Al cronista de Crónica TV, Emanuel Herrera, le rompieron el micrófono del móvil y terminó reporteando desde el teléfono. Diego Gómez también fue gaseado. Ya en abril había sido atropellado por un policía motorizado.

Diego Gómez.
Agustín Lecchi es el secretario general del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA). Dice a lavaca: “Una vez más las y los trabajadores de prensa fuimos víctimas de la represión en la cobertura de las marchas de jubilados frente al Congreso y hoy volvemos a ratificar, en este caso y por segundo miércoles consecutivo que la Policía de la Ciudad, no solamente las fuerzas federales que dependen del gobierno nacional y Patricia Bullrich, ataca específicamente con una saña particular a quienes están garantizando una cobertura periodística y esto es porque no quieren que mostremos lo que está sucediendo, no quieren que se visibilice la protesta y quieren generar miedo y atemorizar a toda la sociedad para que no se multipliquen las protestas. Nosotros desde el SiPreBA así como lo han hecho otras organizaciones como Periodistas Argentinas hemos presentado amparos y hecho denuncias internacionales, y no podemos ni debemos naturalizar esta represión a la prensa ni a la protesta. El trabajo que ejercemos es fundamental para mostrar la movilización de quienes son atacados por un gobierno que baja retenciones a grandes dueños del campo e impuestos a empresarios, y al mismo tiempo veta el aumento de jubilaciones y la ley de emergencia en discapacidad».
Todo lo ocurrido este miércoles sucedió un día después de otro exhibicionismo, a través de la patética prepotencia policial ejercida el martes contra familiares y personas con discapacidad.

Afuera y adentro del Congreso
La marcha de cada semana de jubiladas y jubilados coincidió este miércoles con una sesión maratónica del Congreso donde la oposición logró el quórum para buscar la aprobación de proyectos incómodos para el gobierno de Javier Milei, que viene de vetar el aumento del 7,2% a las jubilaciones, la moratoria previsional y la Ley de Emergencia en Discapacidad. Mientras la Policía de la Ciudad reprimía a jubilados y trabajadores de prensa como la semana pasada, la Cámara de Diputados, completamente vallada, discutía el financiamiento al Hospital Garrahan y a las universidades. Este último proyecto de ley logró la media sanción con 158 votos afirmativos.
En la calle todo era pacífico. La mayor curiosidad fue una de las manifestantes que lanzaba pompas de jabón a los policías blindados.

Pompas de jabón vs golpes y gas pimienta de policías blindados: el objetivo policial en estos actos según fue visible todo este año es el de generar violencia. Los autos, además, no pudieron circular por los cortes de calle efectuados por la propia policía, como pasa todas las semanas, lo que desmiente la teoría del «protocolo».
La respuesta de las fuerzas de seguridad fue de otro tipo. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) reportó al menos 25 personas heridas por la brutalidad policial. Denunció que el cuerpo de infantería avanzó disparando proyectiles de Byrna (los balines con pimienta en su interior), “lanzando gas pimienta a mansalva y agua con productos químicos”. El organismo volvió a describir el despliegue como “desproporcionado e irracional” y que el tránsito –supuesto objetivo del Protocolo Antipiquetes– se vio interrumpido por los propios cordones policiales.

La concentración de este miércoles estuvo marcada por la presencia de muchas otros reclamos además del de jubiladas y jubilados: trabajadores del sector público contra el desguace y desfinanciamiento (INTA, INTI, hospital Garrahan, Vialidad Nacional, Comisión Nacional de Energía Atómica), o la gráfica Morvillo, que a inicios de este año cerró sus puertas. Hubo un actor que hoy no estuvo, a diferencia de todos los miércoles anteriores: los trabajadores de la Empresa Secco despedidos desde el año pasado y que esta mañana fueron reprimidos por la Policía Federal.
Al Congreso también llegó Silvina, desde Trelew (Chubut), viajando más de 1.300 kilómetros con su nieta Ambar, de 7 años, que tiene parálisis cerebral. Vienen cada cuatro meses para atenderse en el Garrahan. Por eso, dice Silvina, esta situación las afecta doblemente: el desfinanciamiento en discapacidad y al hospital de referencia en pediatría. “Si no tuviéramos la obra social, no podríamos estar costeando nada”, explica. “No hay trabajo, no hay salud, no está dejando sin nada. ¿Qué les diría a los diputados? Que voten a favor del pueblo”.

El papel de Milei
Ricardo tiene 88 años y está sentado en su andador ortopédico. Dice: “Estoy convencido que están ejecutando un plan sistemático, maquiavélico, tendiente a eliminar viejos”. Hace una pausa sutil, y agrega: “No tengo la menor duda de que es así, porque cuando vos le negás a un enfermo oncológico su medicina, y al resto de los jubilados los remedios, es condenarnos a morir. Lo que hace Milei cuando veta nuestro aumento, es desempeñar un papel, una obra de teatro que es de terror. Es un miserable, un energúmeno al servicio de Estados Unidos. Esta situación es insostenible”.

La situación a la que alude Ricardo sumó un nuevo capítulo el lunes pasado, cuando el gobierno nacional vetó el aumento de 7.2% de las jubilaciones, el retorno de la moratoria previsional y la ley de emergencia en discapacidad. Al ratificarse el veto, el aumento de agosto para las y los jubilados fue del 1,62%, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51 en lugar de los 441.600 que establecía la ley. Tras el veto, al Poder Ejecutivo le alcanzará con un tercio de sólo una de las cámaras del Congreso para bloquear cualquier intento de confirmación de las leyes.

Calentando motores
Amanda tiene 86 años y varios carteles: “Fuerza Pablo. Justicia”, “Con los chicos no”, “Nunca más. 30000”. También un guardapolvo blanco escrito a mano donde resalta toda una declaración de principios: “Soy barra, ¡ojo! Y patotera”. Es vecina del Congreso y cuenta que viene porque no puede estar en casa los miércoles: “Me siento impotente ante tanta crueldad, mentira y falsedad. No puedo estar sola en casa. Por eso, vengo”. Amanda mira a su alrededor y se emociona al ver trabajadores universitarios, estatales, del Garrahan, del INTI: “Ojalá no abandonemos nunca la lucha. Ustedes, jóvenes, no la abandonen”.

En la radio abierta que realiza cada miércoles la mesa de todas las organizaciones de jubilados piden “por una gran movilización unificada”, le exigen a la CGT “un paro general que rompa la tregua que tiene con el gobierno” y marcan un camino: “Hay que ir calentando motores. Si confirman el veto en el Congreso, cientos de miles saldremos a la calle, en un gran paro general y una masiva movilización”, imaginan.
Al lado de donde se establece la radio, con decenas de oradores, hay una señora que se pasa gran parte de la concentración tocando un silbato mientras ygolpea un palito de madera contra una lata de arvejas vacía. Lleva colgado un cartel; “Jubilada de la mínima por un aumento real. No nos mientan más”. La señora se llama Silvia, tiene 69 años y vive en Ensenada. Es hipertensa y le sacaron dos remedios que recibía de forma gratuita. “Tengo mucha bronca. Venía de chiquita a esta plaza a darle de comer a las palomas y ahora tengo que venir acá, con mi edad y mis piernas que ya no dan más, a estar parada peleando por lo que no nos dan. Trabajé toda mi vida y lo que recibimos del presidente son risas en nuestra cara. Comemos mal, dormimos mal, vivimos mal, no es justo pasar así nuestra vejez”.

Cuenta que su papá era un obrero de la construcción y que le dejó una frase como legado: “Un país sin construcción no tiene futuro”.
Mientras habla, la columna de las y los trabajadores de Vialidad Nacional se hace cada vez más grande, con personas que vinieron de muchísimas provincias del país como Chubut, Santiago del Estero, Tucumán, San Luis, Corrientes, Neuquén, Entre Ríos, Formosa, por nombrar algunas.
Remata Silvia, con un análisis socioeconómico y un presagio de lo que vendrá: “La plata está mal repartida, nos sobraría porque somos un país rico, pero la guita se va en los poderosos de turno. Nunca vivimos así; el aumento que nos vetaron ni siquiera se acerca a lo que deberíamos cobrar por la canasta básica pero está se va a terminar. Esto irá creciendo cada vez más, porque día a día habrá más y más desempleados, que se venían salvando y mañana van a estar acá”.

Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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