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Francisco Taiana: enigmas chinos
¿Qué puede pasar con la amenaza de guerra comercial mundial desatada por Estados Unidos? ¿Y con la guerra real, o con un posible default de su infinito endeudamiento? ¿Y con Argentina? Francisco es un académico con maestrías en Oxford y en Pekín, especialista en China, youtuber, historiador, analista geopolítico, dramaturgo y estandapero. El optimismo sobre el futuro argentino por parte de un peronista con linaje que fue bautizado por el Papa, combate la nostalgia y la depre, y cataloga a la experiencia humana como una cuestión tragicómica. Por Sergio Ciancaglini.

Tiene algo de mosquetero en modo siglo 21 pero es un magister en la siempre venerada universidad de Oxford y en la influyente Universidad de Pekín, además de youtuber, ensayista, historiador, analista geopolítico, dramaturgo y estandapero. Francisco Taiana nació en 1993 en una fecha inquietantemente argentina –24 de marzo– en Guatemala, donde su padre Jorge Taiana era embajador, enviado luego a la Secretaría de Derechos Humanos de la OEA en Washington, ciudad en la que creció Francisco: “Aprendí a escribir en inglés, soy plenamente bilingüe, pienso y sueño en los dos idiomas. No sé si tengo a Estados Unidos en el corazón, pero seguro lo tengo en el cerebro”. En 2001 la familia volvió a la Argentina, con su madre periodista Bernarda Llorente contratada por Telefé mientras el país empezaba a arder y Taiana Jr. iba a la escuela en Buenos Aires sintiéndose totalmente argentino aunque descubrió que no lo era tanto –al menos idiomáticamente– cuando el primer día de clases durante el recreo se cruzó interrumpiendo sin querer un juego de pica pared y un compañerito de 10 años le formuló el siguiente interrogante: “La concha de tu madre, ¿qué mierda tenés en la cabeza?”.
La pregunta made in Argentina es similar a la que continúan haciéndose millones de habitantes sobre varios de sus coterráneos. Francisco se sorprendió: “No sabía que no debía cruzarme en el pica pared, y mis padres no me habían avisado que se podía hablar así. Con el tiempo entendí que los niños en Argentina intentan ser muy adultos, los adolescentes son muy adultos, y en muchos aspectos los adultos son muy adolescentes, pero esa es otra conversación. Hay una cosa de maduración rápida, de picardía, de desafío, una herencia de Don Quijote y los molinos a Facundo Quiroga y Martín Fierro, una relación con la autoridad según la cual lo peor que hay es ser botón, del mismo modo en que es un insulto poderoso decirle a alguien mal amigo”.
Superado el episodio del recreo, Francisco vio por TV el derrumbe de las Torres Gemelas en septiembre de 2001, y en diciembre escuchó los cacerolazos del estallido argentino. “Esos últimos meses de mis ocho años fueron una gran pérdida de la inocencia”.

Focas y la bomba financiera
De niño dejó de cruzarse en los pica pared y amaba a los dinosaurios, no los educativos sino los de la Paleontología, carrera que pensó estudiar aunque luego cambió por Historia hasta que un viaje a China en 2012 le hizo sentir que quería sumergirse en esa desmesura: la cultura, la política, las ideas, los conflictos y las andanzas de un país con 3.600 años de historia. Tras su maestría en Oxford (Inglaterra) en Estudios Latinoamericanos logró enfilar hacia la República Popular para recibirse de magister en Estudios Chinos. Allí vivió entre 2017 y 2019, con lo que aprendió un tercer idioma: “Sé un mandarín de supervivencia” cuenta este joven que en 2020 fue designado director de Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura.
Hoy China enfrenta una guerra comercial lanzada por Estados Unidos, país reincidente en trumpismo explícito. Opina Francisco: “Lo de Trump con los aranceles es algo espasmódico, improvisado, no esa imagen que venden de un ajedrecista tridimensional adelantado al resto. Le puso aranceles del 10 por ciento a Singapur, país que no le cobraba ningún arancel a Estados Unidos, y a las islas Heard y McDonald (Australia), donde no viven humanos, solo pingüinos, aves y focas. No parece muy brillante. Trump después en general retrocedió. Salvo con China que ha dejado de retaliar (por la Ley del Talión: ojo por ojo) planteando que así es inviable el comercio”.
El trasfondo implica una mirada de Francisco a contracorriente de muchos lugares comunes actuales: “Tenemos a una potencia hegemónica, otra en ascenso, y la hegemónica no tiene ganas de que la otra siga ascendiendo hasta superarla, entonces van a chocar. Eso yo lo entiendo. Pero la manera en que lo hace Trump con una política patotera, amenazante, insultante, que aliena a sus aliados más importantes es la destrucción del capital diplomático estadounidense. Los países toman nota, ven que no se puede confiar en Estados Unidos, lo ha dicho incluso el primer ministro de Canadá”.
Imagen sobre el declive norteamericano: “Ya no es lo que era en 1945, cuando representaba más del 50% del PBI mundial. Hoy es menos del 30%. Tampoco está en aquel momento del ‘fin de la historia’ de Francis Fukuyama en los 90, donde todo iba a estar bien por siempre. Sigue siendo la potencia hegemónica con una economía enorme, una población inmensa, empresas tecnológicas –China en el mejor de los casos está cabeza a cabeza–, soft power (poder blando, de influencia sin necesidad de violencia). Entonces es una decadencia relativa, pero a la vez muy real. Atraviesa un deterioro severo de su sistema político e institucional que va a llegar a un nivel fenomenal con Trump. Hay un creciente cinismo y desconfianza por parte de buena parte de la sociedad y una grieta sociopolítica mucho más profunda que la nuestra. Es uno de los pocos países industriales con reducción en la expectativa de vida, con una epidemia de opiáceos (narcóticos) que hace estragos, con más tiroteos masivos que días en el año, con un proceso de desindustrialización, de degradación, de crecimiento de la desigualdad y la violencia”.
La economía: “Estados Unidos tiene un déficit inconmensurable y mantiene su crecimiento con una emisión desenfrenada de billetes, con un nivel de deuda que suma cada 100 días un billón de dólares (un millón de millones), y gasta más de 800.000 millones de dólares al año en defensa, el 40% del gasto militar de todo el planeta. Pero su economía nunca fue tan grande, sigue siendo el principal productor de petróleo del mundo, es el único país con capacidad de pelear guerras en cada rincón del planeta, y mantiene una enorme capacidad de daño, incluso sin ir a lo bélico”.
¿De qué modo? “Tiene en la manga el equivalente financiero de una bomba termonuclear. No creo que la desestabilización del sistema económico global lleve a buen puerto, pero sin capacidad de pago de esa deuda infinita, Estados Unidos podría defaultearla, ignorarla, y estamos hablando de los ahorros de muchos otros países del mundo, incluidos sus rivales, en bonos que se convertirían en papeles para hacer avioncitos. Sería un perjuicio fuerte para la economía estadounidense, pero el cálculo maquiavélico es que ese daño sería menor para ellos que para los demás países, porque es una economía muy cerrada, el comercio externo solo representa el 15% de su PBI, cuenta con recursos, una formidable capacidad instalada y no tiene una dependencia existencial del resto del mundo. Por ejemplo Japón, si no importa muchísimas cosas durante un tiempo, vería desintegrarse a su sociedad: no podrían ni encender la luz. Dicho esto: Estados Unidos podría llegar a la conclusión de que más que ser un garante del sistema internacional le conviene a sus intereses estratégicos ser un agente de caos, generando una cantidad de daño incomparable”.

Síndrome de China
¿Y China? “La diferencia es que es el principal exportador del mundo. Para seguir creciendo tiene que seguir exportando. Para eso, tiene que importar. O sea: necesita que le vaya bien al mundo. Como cuestión estratégica, China necesita una prosperidad generalizada para poder continuar su desarrollo. ¿De qué le sirve que haya guerra en Medio Oriente, o entre Estados Unidos e Irán, o que colapse el Golfo Pérsico? China quiere que otros países del mundo tengan mejores caminos y no peores, para poder vender más cosas más baratas. No busca expandir un ‘modelo chino’ como sí lo hacen Occidente y Estados Unidos, que siempre tienen una actitud evangelizadora. Los chinos no quieren destruir puertos sino construirlos, como hicieron en Chancay, Perú, el puerto más grande de Sudamérica. No les interesan las guerras civiles, ni las limpiezas étnicas, ni los genocidios, ni que los países se incendien. No por caridad: China no es una ONG ni UNICEF, sino una potencia con una práctica geopolítica que en esta etapa la lleva a ser una constructora de orden y no de caos, a diferencia de Estados Unidos o Rusia que están en otro juego”.
No cree Francisco que el chino sea un ejemplo de capitalismo puro y duro: “China es comunista, Xi Jinping es comunista y el partido toma del marxismo leninismo la idea de que la estrategia puede utilizar infinitas formas tácticas. Con ese concepto es que el desarrollo de su capacidad productiva sacó a 800 millones de personas de la pobreza en 40 años. En el capitalismo el poder proviene del dinero. En China proviene del partido, incluso para sus millonarios”.
Considera que la idea de que es imposible imaginar el fin del capitalismo está sobrevaluada: “Ya estamos viendo crisis muy serias con el futuro de la inteligencia artificial, con la automatización, con los colapsos demográficos por baja natalidad y envejecimiento. Pero lo que está en crisis además es algo más amplio: la modernidad industrial”.
¿Y cómo dejarían los chinos de ser capitalistas? “Tienen 36 siglos de historia escrita y perfectamente pueden pensar que les quedan milenios por delante, que esto es una etapa histórica dentro de un proyecto más largo que utilizarán hasta que encuentren algo mejor”.
¿Y mientras tanto convertirse en la nueva potencia hegemónica? “No, rotundamente, Estados Unidos no va a ser reemplazado ni por China ni por ningún otro, porque la etapa bipolar de la Guerra Fría y la etapa unipolar de esa posguerra fueron excepciones en un mundo que siempre tiende a ser multipolar, un concierto de grandes potencias cada una lo suficientemente poderosa para defender sus intereses vitales pero ninguna tan fuerte para poder imponérsele al conjunto. Estamos viendo a una Europa que empieza a desprenderse de la subordinación a Estados Unidos prometiendo rearmarse, o a India que al final de esta década será la tercera economía del mundo, o Indonesia y otras potencias emergentes. No va a ser un mundo ordenado, de cordialidad y hermandad, y creo que varias potencias se estarán sacando los ojos entre ellas, rapiñando de aquí y de allá, con multiplicación de conflictos, los efectos del cambio climático, el colapso demográfico y otros problemas”.
¿Y Argentina? “No desconozco lo que está pasando, estoy indignado con la situación actual, Caputo, Milei, todo este laberinto de cosas humillantes, pero soy muy optimista sobre Argentina a mediano plazo”.
¿Y eso en qué se funda? “En primer lugar, en que creo que Argentina va a existir. No me atrevería a decir lo mismo de muchos otros países”.
Roca, Perón y el Papa
Habla con una vehemencia serena y con una precisión de conocimientos enriquecida por toques de un humor congénito que acaso linkea con Oxford. Escribió Roca: un lugar incómodo en el pensamiento nacional, del que me dice: “Si alguno piensa que pensadores como Raúl Scalabrini Ortiz o Arturo Jauretche eran anti-roquistas, les tengo malas noticias. Y además, en el libro aparecen citas de varios historiadores que planteaban el eje nacional Roca-Yrigoyen-Perón”. Su otro libro es Argentina, China y el mundo (1945-2022): “Explico la historia de la relación entre ambos países, dañada ahora por los designios espasmódicos de nuestro señor presidente que ha buscado una subordinación gratuita a Washington sin beneficios concretos en el horizonte, aunque China entiende la diferencia entre una contingencia como Milei y sus intereses estratégicos como socio comercial. Para mí se equivoca el gobierno con la estrategia de acercarse a Trump de rodillas, para comer las sobras del piso y ver si finalmente nos invitan a la mesa. Hoy vemos que ese orden mundial está atado con alambres”.
Escribió la obra La más amada, la más odiada, que se presenta como parte de Evita experience, y creó el stand up Históricas historias de la historia que define como “velada de grandes datos, personajes estrafalarios, imperios decadentes, y reflexiones sobre nuestra tragicómica condición humana”. Allí postula entre las leyes de la historia: “Cuando los gobernantes empiezan con todo ese mambo de ‘Yo soy el Sol’… cagaste. Todo lo que va a venir después de esa afirmación va a ser horrible. Y aparte es siempre el sol, nunca el volcán ni la tormenta o cualquier otra cosa. No entiendo bien por qué aunque, finalmente, el sol es una de las fuerzas del cielo. Así se fueron la mierda grandes imperios”.
Ecléctico musical, lo suyo puede ir desde clásicos como Snoop Dogg hasta raperos como el ruso Tchaicovsky, y tiene una novela en fermentación. Su abuelo fue Jorge Alberto Taiana, rector de la UBA en el primer peronismo, ministro de Educación en el segundo, médico de renombre, incluso de Eva y Juan Perón (fue el encargado de firmar ambos certificados de defunción). La dictadura lo encarceló sin cargos en su contra en 1976 y fue liberado recién en 1982. Luego fue embajador en Yugoslavia y en Austria durante el gobierno de Alfonsín. La abuela materna es Susana Sanz, abogada de la Juventud Peronista y de presos y presas políticas que zafó de la dictadura yendo al exilio en España con su hija, Bernarda Llorente, y al volver se convirtió en referente del movimiento feminista. Bernarda, la madre de Francisco, además de su trabajo en Telefé (donde ganó un Emmy por el ciclo Televisión por la identidad) fue en 2020 la primera presidenta mujer de la Agencia Telam. El padre de Francisco, Jorge Enrique Taiana, detenido durante el gobierno de Isabel Perón, pasó toda la dictadura como preso político. Fue canciller con Néstor y Cristina Kirchner, luego senador, y ministro de Defensa de Alberto Fernández.
Francisco anduvo golpeado últimamente tras la muerte de Jorge Bergoglio, el papa Francisco I, que lo bautizó en 2017 en el Vaticano. “Acompañé a mi madre en las entrevistas que le hizo. Fue de los primeros en hablar de los peligros de esta veneración desmesurada de la riqueza, de una sociedad descartable, del achatamiento de la experiencia humana en función de la monetización permanente de cada interacción humana. Entendió como pocos la profundidad de los peligros de este sistema global, de la concentración y de todos los profundos demonios desatados al decir que estamos viviendo una guerra mundial en pedazos. Incorporó todas las discusiones más de punta: cambio climático, derechos de las mujeres, de las diversidades, el desafío de la inteligencia artificial, el problema migratorio de los pueblos. Pero toda esa complejidad la sintetizaba de un modo comprensible. El tiempo que compartí con él me hizo acordar algo que me contó mi padre sobre el encuentro que tuvo de joven con Juan Perón: sintió que en ese momento era el centro del universo, que era escuchado, atendido. Con el Papa me pasó exactamente eso: tuve la sensación de ser mirado, comprendido por un hombre que además tenía un excelente sentido del humor”.
Se considera peronista. “Y orgulloso de serlo. Me he esforzado por aprender y trato de aplicar ese método dialéctico que es debatir con la gente, escuchar mucho, argumentar. Creo que es un error convertir en sinónimos algunos conceptos. Por ejemplo, se ha asimilado explicar con justificar. Y describir con criticar. Y es importante explicar y describir –que no es lo mismo que justificar o emitir juicios de valor– porque si no el mundo se vuelve una fenomenología incomprensible donde las cosas suceden en un caos primordial donde nada tiene sentido y ese espacio mental es inhabitable. Deshacer esos sinónimos es un paso en la construcción de un diálogo más productivo”.
Optimismo, pan y manteca
Inauguró su canal de YouTube en el que relata asuntos que van desde los imperios antiguos hasta la paleontológica y entrañable Los Supersónicos. Un episodio del canal tiene un nombre enigmático: Argentina. Explica Francisco: “La geopolítica es una disciplina fría, maquiavélica y calculadora y mi análisis conlleva este espíritu. Busco desprenderme de mis preferencias y parcialidades y apegarme a factores objetivos. Mi primer argumento por el cual soy optimista: creo que Argentina en 2050 va a existir. Y el motivo por el cual va a existir es por el simple hecho de que este país no enfrenta peligros existenciales”.
Aclara que eso no implica desmerecer lo que llama “la caterva de problemas actuales”: crisis económica, deuda externa, elevada pobreza y desigualdad, fuga de cerebros y de capitales, evasión fiscal, polarización política, corrupción, criminalidad, degradación institucional. “Pero debo señalar que ninguno de esos problemas ni su sumatoria pueden provocar la desaparición de Argentina”. Rescata geografía y tamaño del país. Y algo que cree crucial: está lejos de los principales focos de conflicto mundial. “Incluso ante un escenario de guerra termonuclear sería una de las zonas notablemente menos afectadas por ese panorama catastrófico. Lo mismo pasa con la crisis climática. Por la diversidad y extensión, Argentina está bastante preparada para adaptarse al cambio climático cosa que en otros lugares no va a ocurrir”.
Deuda externa: “No estamos en un mundo en el cual el dólar se vaya a fortalecer, y si la crisis global se acentúa, o en el escenario de que Estados Unidos no pague su deuda, la nuestra desaparece. En un mundo más multipolar vamos a tener mejores chances”.
No ve posibilidades de balcanizacion interna y sí de avanzar en procesos de integración regional con países vecinos. “Hay una mirada entre nostálgica y deprimida que atraviesa a muchos sectores. No en vano inventamos el tango y no la salsa: algo te dice del espíritu nacional”. Sin tango, otro punto a favor: “Argentina atravesó un montón de crisis desde hace prácticamente un siglo. Tenemos experiencia, y sigue siendo un país muy funcional, pero te repito que lo digo sin olvidarme de todo lo indignante y absurdo que está pasando con el actual gobierno”. Más argumentos: “El mundo está asistiendo a un colapso demográfico en muchos países por baja de la natalidad y envejecimiento de la población. Es un problema sin antecedentes en la historia humana, por lo que nadie tiene idea de cómo arreglarlo o revertirlo, si es que tiene arreglo, y si es posible mantener economías a flote ante ese escenario. Irónicamente, podríamos florecer porque aunque aquí también baja la natalidad, todavía tenemos un bono demográfico: una población lo suficientemente joven como para mantener una economía funcional”.
Suma Francisco la capacidad histórica de aceptar la migración e integrarla: “Aquí hubo siempre un nacionalismo cívico y universalista basado en valores comunes, y no un nacionalismo étnico y particularista. Por eso en Argentina se pudo formar una sociedad multicultural y globalizada, al revés que en otras partes del mundo. Es un logro geopolíticamente excepcional en un mundo marcado por tendencias xenófobas”.
Me habla también de la educación, de la capacidad humana, del crecimiento de sectores como los servicios, del tejido técnico y científico, de la capacidad de producir alimentos (lo cual abre una discusión sobre cómo producirlos de manera sana, accesible y masiva). De las ventajas geográficas argentinas para energías como la eólica y la solar. En la charla surgieron puntos de debate: Francisco suma a su optimismo los recursos naturales incluyendo el litio, el cobre, el gas y el petróleo (en el país del RIGI donde comunidades locales y pueblos originarios suelen ser avasalladas con el modelo extractivo, sin que las consulten siquiera, y donde siglos de economía primaria no les han generado prosperidad sino pobreza y conflictos, cosas que planteó, entre otros, el Papa). No hubo síntesis en esta dialéctica salvo una idea del magister Taiana: “Habrá que ver cuáles son las dinámicas de aquí a 20 o 30 años. Es real que las comunidades tienen un poder alto de veto. La sociedad tiene resortes y contrapesos y se nota con Milei, que tiene los grupos concentrados a favor, los medios, buena parte del sistema judicial, el respaldo de Estados Unidos pero a la vez tiene muchísimas resistencias que la gente le sigue presentando. Me parece que buena parte de la sociedad se está arrepintiendo y hay más personas que se van a arrepentir. Mi esperanza es que colectivamente la sociedad y la clase política podamos bajar un par de decibeles para dejar de gritarnos y poder dialogar sobre lo que hay que hacer”.
La metáfora: “No digo que el futuro será necesariamente bueno, pero sí sustancialmente menos malo que en otras regiones del mundo. En geopolítica las cosas son relativas. Una cosa es comer pan, y otra comer pan con manteca. La diferencia no es menor. Pero también hay diferencia entre comer pan y que los otros estén comiendo bife de chorizo, o que los otros estén comiendo tierra. Lo que digo es que en la metáfora, estamos comiendo pan. En 2050 podemos estar comiendo pan con manteca, pero otros se van a estar comiendo entre ellos”. Entre las zonas de riesgo para esa posibilidad incluye a países europeos, por los problemas climáticos, migratorios y de colapso poblacional principalmente.
Se pasa la mano por el pelo: “Mi visión es que en cualquier caso, y a través de una democracia consolidada, tenemos que encontrar la manera de emplear los elementos a disposición para construir un modelo competititvo económicamente e integrador en lo social, porque tenemos el potencial de convertirnos en una nación con mucho más futuro que pasado”.
Desde la calle nos llega música de jubilados marchando, tras los semanales ejercicios de choques con un gobierno y una policía que no se sabe (o sí) qué tienen en la cabeza. Sugiere Francisco: “Son todos problemas complejos, y me parece que hay algo muy tragicómico en la esencia del homo sapiens que es un bicho muy particular. La historia es en buena parte la de seres humanos enfrentándose a problemas eternos y universales con respuestas que a veces son absurdamente creativas. Me parece que en esa diversidad, a veces tétrica y a veces hermosa, se pueden aprender cosas acerca de nosotros mismos y del mundo. Una vez mi padre me dijo: en la vida hay un único problema que es la conciencia del infinito y la certeza de la mortalidad. Ese problema no se arregla. Así que fuera de eso, hacé lo que más quieras, y vamos para adelante”.
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