Retratos de la amenaza de cada miércoles. Las escenas fueron tomadas por Pablo Grillo una semana antes de que le apuntaran a la cabeza con un proyectil de gas lacrimógeno que casi lo mata. La burocracia represiva que logró captar en estas fotos sigue siendo el signo de la época frente a jubilados que reclaman por la destrucción de sus ingresos y de sus derechos. El ataque estatal tiene como blanco, además, a la prensa. Compartimos aquel trabajo de un joven de 35 años que logró vivir para contarla.

La cámara de Pablo Grillo que ilustra la tapa de esta edición es una Nikon con lente 24 70 que Fabián, su padre, le compró al fotógrafo Rubén Digilio, de extensa trayectoria en revista VIVA. Fabián también es fotógrafo aficionado, y le contagió a su hijo la pasión por la cámara.

Cuenta Fabián que Pablo “volvió fotógrafo” tras un viaje que hizo a México, con una  cámara D90: hizo casamientos, fotos en playas a turistas y también trabajó en una película. Pese a que se le abrían nuevas chances laborales, decidió regresar. Y como “volvió fotógrafo”, Fabián lo entusiasmó para que le diera a esa experiencia un poco de teoría: “Así vas a poder sacar las fotos que quieras y no las que puedas”. 

Pablo estudió entonces en la Asociación de Reporteros Gráficos (ARGRA) y allí se orientó hacia el fotoperiodismo. “Le gusta la calle” define su padre, quien compara la velocidad de mirar, decidir y sacar una foto en medio de una movilización, con el de los cowboys de las películas al desenfundar. 

Fabián muestra la cámara que Pablo usaba cuando fue víctima del ataque policial. Le disparaban con armas, mientras él disparaba sus imágenes buscando en todo momento el mejor registro cercano, apuntando a los que atacaban al periodismo en aquella represión desatada.

“Pablo nunca soltó la cámara a pesar del disparo que recibió” dice Fabián. Se aferró a ella hasta que lo subieron a la ambulancia, y un amigo la guardó en su mochila.

Hoy la cámara habla: 

La goma del lente despegada. 

Un botón salido. 

La correa cortada. 

Manchas de sangre. 

“¿Ves? señala Fabián esa mancha oscura. “Yo creo que pegó acá” dice sobre esa Nikon que tal vez fue un escudo. “Si es así, la cámara le salvó la vida”.

Pablo es fotoperiodista. Este recorte de su trabajo, cedido por su familia, muestra las escenas cercanas al conflicto y con la policía como protagonista de la violencia. Tomas realizadas desde abajo, agachado, premonitorias de lo que una semana después lo convertiría en blanco directo de represión. Por el ataque se encuentra abierta una causa judicial que tiene a un gendarme señalado como supuesto autor del disparo, de apellido Guerrero, que logró ser ubicado gracias al trabajo autogestivo de fotoreporteros y medios que cubrían la marcha aquel 12 de marzo.