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Torneo de fútbol trans: goles son amores
Una idea surgida en una escuela de periodismo que se concretó y fue un éxito. Lo que cambia para las vidas de lxs jugadorxs. Lo que implica la organización de un torneo, y lo futbolero: contención, tranquilidad, diversión, equipo y festejo asegurado. Por Lucas Pedulla.

Una noche fría de agosto mileísta, Giuliano Cáceres llegó a su primera clase de Autogestión en Medios, en su primer cuatrimestre de la carrera de Periodismo en la Escuela de Comunicación ETER, ubicada en el barrio porteño de Villa Crespo, y dijo:
–Mi sueño es hacer un torneo de fútbol.
Y agregó:
–Trans.
Y Giuliano armó un proyecto cuando en la carrera todavía no le habían explicado qué eran las famosas cinco W, las noticias en pirámide invertida que compiten hoy con desinteligencias artificiales y sus criterios de noticiabilidad, aunque este joven de 27 años ya tenía en claro su qué, su cómo, su cuándo, su dónde y su quién, y ni hablar de criterios.
Porque Giuliano fue e hizo un torneo de fútbol.
Trans.
Y la clase entera lo aplaudió y Giuliano fue por más, porque no quedó solo en un proyecto de materia, todo muy hermoso y necesario por todo lo que ahora va a contar y mostrar, sino que lo volvió a hacer en un contexto urgente con tanto Davos dando vuelta alrededor.
Giuliano se puso la diez y armó algo que hace feliz a su comunidad.
Eso, en esta era, es todo.
Eso, claro, es comunicación.
Y se llama Relámpago Queer, de esos partidos que uno espera que no terminen nunca.
¿Qué es un relámpago?
La idea de relámpago viene de los torneos que llevan ese nombre que empiezan y terminan en el día, con partidos cortos, para estimular la actividad de los equipos.
Pero Giuliano hizo un manifiesto que dice así:
“¿Qué es un relámpago? Un relámpago es una manifestación luminosa, un resplandor vivo que se produce por el choque entre nubes cargadas de electricidad, es la luz que se puede ver cuando estamos bajo una tormenta. Dicen que hay personas que son capaces de adivinar qué tan lejos o qué tan cerca está el relámpago contando la cantidad de segundos entre el momento en que lo ven y escuchan el trueno: si aciertan, en ese instante, les cambia la vida”.
“Un relámpago queer es un relámpago que no se identifica con categorías tradicionales. Un relámpago que se sale del binarismo, que se deja transformar y transforma, que se deja ser y deja ser. Es una manifestación luminosa que destruye y construye sobre lo roto, sobre cimientos o sobre nuevas tierras. Un relámpago queer es ese resplandor que se aparece cuando nos cortan la luz de casa y se manifiesta cada vez que la disidencia está en movimiento, cambia de lugar, de posición, se roza con otra disidencia, se aleja de ella y se acerca a una nueva”.
“Relámpago Queer–Disidencia en movimiento es un proyecto que busca el impacto de ese relámpago a través de un encuentro, de una confluencia que une la fraternidad con otros espacios afectados por el contexto social, político y económico, el disfrute de una nueva forma de competir, de una nueva forma de hacer deporte, la nuestra, la de nuestros cuerpos y el goce a través de la música de compañerxs de la comunidad. Es un encuentro que hace de la fraternidad, del deporte disidente y de la canción, un solo resplandor”.
Por eso resplandece también Giuliano, que ubicó el tiempo justo de pensar algo así: “Los discursos de odio se ponen en agenda y eso genera cosas –dice a MU–. Un día nos gritaron maricones en la calle y eso no pasaba. Por suerte tengo a mis amiguis, que son todos travos mostris que nos estamos bancando entre nosotres. Hay que estar consciente y bajar a tierra lo cercano, ir a eventos de poesía o tomarse una birra en espacios disidentes, tratar de estar presente en los lugares que habita la comunidad para reforzar y no estar sole. Sostenerlo es lo más importante, desde lo chiquito y lo cotidiano. Por eso, el torneo”.
La pelota empieza a rodar.
Política afectiva
Es domingo y en Quetrén Club Cultural se juega. Es un espacio cooperativo en medio del Barrio Chino, en la ciudad de Buenos Aires, donde Giuliano había hecho el primer torneo con una invitada de lujo: el fulbito terminó con un cierre musical de –ponerse de pie, por favor– La Ferni, y con una juntada de alimentos no perecederos que donaron a la Mocha Celis, una asociación civil que lleva el nombre de una travesti asesinada por la policía. Para este segundo, la banda performática es Putite de Mamá y los alimentos son para Casa Iaku, una organización que brinda servicios de salud mental a la comunidad travesti trans.
Este último, además, llegó a semanas de la masiva Marcha Antifascista –una erupción poética y política ante los dichos del presidente en Davos–, lo cual lo inscribe, de forma tácita, como parte de esa agenda de luchas en un país que no para.
Emiliano, “El Chino”, tiene 46 años, es trabajador universitario (“sin paritarias hace mucho”), vive en Haedo, conurbano oeste, y juega en el Inter María Fútbol Club, de colores verde y blanco: “Relámpago es un espacio político de disfrute. Me siento entendido sin dar explicaciones, con una contención que se da de por sí, además de la posibilidad de estar haciendo deporte. No es fútbol, nomás: es política afectiva”. Juan Martín, 33 años, de Lanús, zona sur, es el profe director del equipo: “La movida es hermosa porque no hay muchos espacios así y vienen de todos lados. Además, todo lo que está pasando, la represión a los jubilados, los discursos de odio y la policía, me dan bronca e impotencia, pero tengo que salir igual porque, si no, las cosas no se consiguen”.
Ander –29 años, de Paternal– y Gaspar –23, de Parque Chacabuco–, son del mismo equipo. “Poder hacer un teje por fuera del fútbol y que también nos reúna el fútbol es muy importante –dice Ander–. Jugué en femenino muchos años y, cuando transicioné, ya no tenía un lugar. Compartir la pelota, tener un escudo, es una oportunidad de ser libre. Lo hermoso es que Giuliano no hizo un proyecto suyo, personal, sino que lo abrió para todes. Nos abrió el abanico y nos invitó diciendo: vení, loco, que acá podés ser vos”.
Gaspar suma: “La palabra clave es contención. El reencuentro. Y la posibilidad de estar entre nosotres, tranquis, en la calidez de encontrar otras identidades”.
Lucas, 39 años, de Villa Crespo, es el DT de Maleza Queer, casaca violeta: “El nombre tiene un sentido: todo lo que no se quiere de la sociedad”. También viene de Como la maleza, una canción de Gabo Ferro que dice: “Yo soy como la maleza/Que nadie la está esperando/Que no la arrancan por mala/Sino por lo que sabe del campo”. Para Lucas la excusa es la pelota, pero la propuesta es otra: “Romper lo que conocemos como fútbol, encontranos en la misma idea y pensar en solidaridad”.
Paula, 32 años, sanjuanina que vive en Boedo, hoy no siente miedo: “La violencia es más explícita hacia nosotres, pero el simple hecho de juntarnos ya me da esperanza. Me da energía. Me siento acompañada, porque el foco es venir a jugar y pasarla bien”.
Victoria, 37, de Liniers, y del equipo No Pasan Fachos, de colores oscuros violáceos y vivos rojos sobre los hombros, cuenta que el equipo nació hace seis meses: “Estos espacios hay que defenderlos por la humanidad –dice, con los ojos enormes bien abiertos–. Somos una gran hermandad, nos une la pelota: el fútbol es popular como también lo es nuestro movimiento. Si unimos las dos cosas, obviamente, va a ser poderoso”.
Deseo mata fascismo
Giuliano posa para la foto con todos los equipos abrazados. Son tantos y están tan felices, y por instantes no puede creer que todo empezó como un deseo loco que se animó a decir en una materia. No sabe cuándo hará el próximo, pero ya le llueven consultas de todos lados. Relámpago, de pronto, es un éxito. Le encantaría hacer un sitio web que contemple otros deportes, como natación, y que haya notas a equipos y coberturas de las competencias: “Con la intención de que la gente que no lo conoce, lo pueda conocer”.
El porqué sigue latiendo en su manifiesto: “Es que en un mundo que muchas veces nos expulsa de los lugares por las formas de nuestros cuerpos y por nuestras identidades, en una sociedad que no tolera o no sabe qué hacer frente a nuestras transiciones o nos rechaza por el simple hecho de que seamos. El espacio del deporte y la música no se quedan afuera de esas exclusiones. Entonces, cuantos más proyectos haya para que nosotres nos juntemos a jugar, a hacer deporte, a competir y a cantar, más livianos transitaremos este hoy, y qué mejor que sumarle al encuentro la belleza que propone el saber que podemos, además, ayudar a quienes necesitan”.
Y, como un pase gol a lo que vendrá, esos que en la cancha hacen que el estadio entero se ponga de pie, abre horizonte: “Relámpago Queer nace de ese deseo, de plantar una idea para que crezca una flor, un árbol o un bosque que desde nuestro encuentro podamos regar y cuidar. Es la confluencia desde donde nosotres vamos a poder competir, gritar un gol con amigues, cantar la canción de quien escuchamos, dedicársela a elles y sobre todo, desde esta experiencia, vamos a ayudar al de al lado”.
La definición de esta jugada –siempre– es colectiva, y eso también ilumina este relámpago, un destello celebratorio en medio de la oscuridad.
Un grito de gol político.
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