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Anti modelo: Manu Fanego
Exponente de la escena teatral independiente que apuesta a la creación colectiva, la diversidad y la autogestión. y que ahora está poblando la emblemática cartelera de calle Corrientes. Una de las cientos de personas que dieron forma a un movimiento cultural que organizó de modo asambleario y en todo el país el Festival Entrá, para defender al Instituto Nacional del Teatro. Emergente de los nuevos paradigmas de pensamiento y acción. El hijo de su época. Por Claudia Acuña.

Esa cabellera, esa mirada, los pómulos, la calma.
A primera vista quizá sea eso lo que defina a Manu Fanego como alguien que representa lo diferente, pero es otra cualidad el motor que le ha permitido transitar su camino a un ritmo ni lento ni vertiginoso: la velocidad construye carreras; la profundidad, trayectorias. Ahora mismo su agenda está poblada por el arco iris que le constituye como artista -el teatro, la música, el cine-, todos escenarios que también multiplica. Por ejemplo: los lunes de agosto es Mika de Frankfurt en La Tangente; los miércoles Modelo vivo muerto con Los Bla Bla & Cia., en el Metropolitan; los jueves es la candidata Preciado, en Mu Trinchera Boutique y los sábados, parte del elenco de El refugio de los débiles, de Cata Brisky. En setiembre suma Le Frigo, de Copi, los domingos en El Picadero, obra en la que interpreta diez personajes.
Lo que define entonces a Manu Fanego es la diversidad.
Este año recibió, además, tres premios. Uno en España y en el nombre del padre, Daniel, -quien murió en setiembre del año pasado y fue galardonado por su trabajo en la película El Jockey-; dos acá y con la forma de Martín Fierro a los Bla Bla & Cía por la mejor obra y mejor música original, en una ceremonia marcada por un reclamo en el que puso cuerpo y alma: la derogación del decreto que destruye el Instituto Nacional del Teatro. Como parte de ese movimiento fue alguien más de las muchas personas que participaron de la asamblea que organizó el Festival Entrá que coordinó que 380 obras en todo el país formaran parte de ese reclamo. Manu, entonces, es también el emergente de un síntoma: la escena nacional está de pie.

Música y letra
Primero fue The Keruza, en 1998 y durante una década, la banda con la que grabó dos discos y trotó por el mundo, hasta que tomó su primera clase de clown y encontró allí su identidad: era actore, así con “e”, que es como lo escribe en los formularios al cruzar las fronteras.
Ingresó a la Universidad de las Artes y tomó cursos con diferentes maestros –Guillermo Angelelli, Pompeyo Audivert, Susana Pampín, María Onetto, Ricardo Bartis entre otros-, pero su escuela fue Los Bla Bla & Cía, un dream team conformado en marzo de 2010 “basado en el humor, la comedia física, el absurdo y la música”, según definen en su página web.
Desde entonces hasta ahora, ya en las marquesinas de la calle Corrientes, han sembrado siete obras, más de doscientas funciones y un método de trabajo autogestivo. Dirá Manu: “Nunca pensamos que íbamos a estar tanto tiempo juntos, ni que nos iba a ir tan bien, ni que íbamos a ser una de las compañías privilegiadas en medio de una situación como la que atraviesa hoy el teatro. Fuimos transitando el camino tomando algunas decisiones que, ahora, cobran sentido. Por ejemplo, rechazando algunas propuestas que parecían que te acercaban al éxito comercial, pero que nos resultaban incómodas, por así decirlo. Siempre en el grupo hubo alguien sabio que alertó: por acá, no. No nos apuremos”.
Mantener el ritmo del propio paso les permitió finalmente escuchar la propuesta adecuada: “Hagan algo y se lo producimos”. La pandemia los había disgregado, así que la oferta los recuperó de la dispersión. Así nació el espectáculo Modelo vivo muerto y renació Los Bla Bla & Cía, hoy conformado por Manu, Sebastián Furman, Pablo Fusco, Julián Lucero, Tincho Lups y Carola Oyarbide, más la ministra de Bienestar Social de la compañía, Maribel Villarosa. Tres años a sala llena. Dirá Manu: “El nudo creativo fue el mismo que el que teníamos cuando no había ni quien nos ponga un vaso de agua”.
Ese es el éxito. Y también otro síntoma: la escena porteña dejó de ser binaria.
¿Qué saldó esa grieta entre el teatro comercial y el independiente?
Arriesga Manu: “Por un lado, creo que las obras que estaban configuradas para hacer teatro comercial ya no dejan tanto dinero. Entonces, a medida que ese tipo de producciones fue perdiendo peso, literalmente, en las boleterías y en las carteleras, las grandes salas salieron a buscar obras que ya tuvieran un público ganado. Por otro lado, porque cambió la generación que las administra: tiene otra cabeza y probablemente se haya formado en el negocio viendo más teatro independiente que comercial. Ya no está Rockefeller abriendo su billetera y el propio gerenciamiento teatral está siendo más grupal”.
¿El otro cambio es salir del esquema hegemónico de las grandes figuras y apostar a las obras de creación grupal?
Manu responde sumando el contexto. “La mayor inversión de una creación grupal es mantener el grupo unido durante tantos años. En nuestro caso son más de quince y eso significó que podamos adaptarnos a las necesidades personales, no solo a las grupales. Si alguien conseguía un trabajo en otra obra no abandonaba el grupo: lo esperábamos, pero no parábamos. Un ejemplo: en un momento uno de los integrantes estaba contratado en otra obra toda la semana. Podía llegar corriendo a los últimos quince minutos de la que estábamos haciendo y bueno: se sumaba en ese último tramo. Esa forma de producción que es característica de la autogestión creo que terminó logrando horizontalizar la escena, pero también el cambio lo explica un contexto diferente que nos marca la época. Un ejemplo: un video de Rihana en Youtube tiene mil millones de visitas en… 2013. Hoy no hay ningún artista que aspire a llegar a una cifra así. Podríamos decir que el mercado está más fragmentado o que cada artista tiene la posibilidad de obtener su nicho de público, o quizás haya otras explicaciones más certeras, pero lo cierto es que el acceso al público se ha ido horizontalizando”.
La hipótesis de Manu sobre qué produjo este cambio: “La necesidad de satisfacer lo individual ya está cumplida. El celular es el que ha logrado responder a esa aspiración. Al tener un celular tenés tus redes y ahí tu ego está atendido por una cantidad de seguidores que por más pocos que parezcan son un montón. ¿Tenés 400 seguidores? ¡Es muchísimo! Un montón de gente pendiente de lo que hacés, decís, pensás. Un bálsamo al ego. Por otro lado, el telefonito también corrió las barreras entre el teatro comercial y el independiente porque los productores le perdieron el miedo a la transgresión. Ya no importa que digas barbaridades en el teatro porque el teléfono te las grita todo el tiempo. Incluso, diciendo barbaridades podés llegar a ser Presidente. La ley de estos tiempos es que podés decir cualquier cosa”.
La pregunta entonces es cómo hacer una obra de Copi en tiempos así.

La trans-gresión
Copi es Raúl Damonte Botana, lo cual hoy ya no quiere decir casi mucho, pero en su momento significó ser el nieto del creador del diario Crítica y de Salvadora Onubia, la roja anarquista que impregnó su vocación y sus obras. Es también el dibujante, el dramaturgo y el actor que desarrolló su talento en París, donde vivió y murió, donde escribió doce obras teatrales, todas muy argentinas. Sus argumentos son imposibles de resumir porque las tramas están atravesadas por el vértigo, el delirio, la multiplicación de personajes y una prosa poética que no elude la vulgaridad.
La obra que ahora mismo está ensayando Manu tiene como protagonista a una modelo trans y madura que recibe por su cumpleaños como regalo materno una heladera. Fue escrita para ser interpretada por el propio Copi, tras recibir un encargo del Festival de otoño de París. Su hermano menor, Fernando, cuenta que podría haber invertido el presupuesto en actores o decorados, pero decidió dedicarlo a quince trajes que se cambiaba en escena. “Vi algunos videos de esas funciones y me resulta increíble la lentitud con que se producían los cambios de vestuario. Hoy sería imposible hacer algo así y ese es solo un ejemplo del gran desafío que implica sintonizar a Copi con este tiempo sin cambiar ni la puesta ni las palabras. ¿Cómo hacemos para que esto siga funcionando de la manera que él la ideó, pero también para que dialogue con las señoras que van a ir a verlo a las cinco de la tarde al teatro Picadero? Por otra parte, todo lo que transmite la obra sigue teniendo una vigencia absoluta y mucho más hoy donde tantos derechos están en riesgo y tanta institucionalidad en decadencia, y ambos son temas que Copi ha logrado transmitir no para que solo lo comprendas, sino para que realmente lo sientas”. Quizá la mayor transgresión ahora es aquello que Lo Copi representa: una trans elegante y politizada.
Le pregunto entonces si ese desafío resume el arte de representar. Le pregunto, además, si en tiempos donde el sistema de representaciones políticas está tan desgastado es su saber el que tiene algunas claves para recuperarlo. Dirá Manu: “No tengo esas respuestas en palabras pensadas de antemano. Mi búsqueda está llena de dudas y de cosas que voy recogiendo en el camino. Voy a la asamblea que organizó el festival Entrá, no conozco a casi nadie y veo a tanta gente joven con tanta capacidad de organizarse, pibas con discursos súper lúcidos y políticos que toman la palabra con decisión, mientras cientos de chiques escuchan con atención y respeto. Es la irrupción en la escena política de generaciones que todavía no llego a comprender. Y eso que pasa, que veo, que siento, me da esperanza y alivio. Voy a la ceremonia de la entrega de los Martín Fierro y les veo en la puerta montando la Black Carpet, con un frío atroz, sosteniendo esa perfomance para defender al teatro y después adentro, escucho al Puma Goity al recibir el Martín Fierro de Oro decir algo en el mismo sentido. Y eso que pasa y que escucho me da esperanza y alivio. Es como si todes estuviéramos de acuerdo en algo: okey, nosotres que somos la pala y el fratacho nos hacemos responsables de cuidar todo lo que quieren destruirnos con la motosierra”.
Para Manu el arte de representar es hacer comunitario.

El mantra
Todos los días Manu repite lo mismo:
“Nam Myoho Renge Kyo”.
Es el mantra con el que reafirma el compromiso de no ceder ante las dificultades y, al mismo tiempo, la voluntad de ayudar a los demás a alcanzar la felicidad. Para los budistas su canto invoca un caudal de esperanza y fortaleza que anima a construir una fortaleza interior en la cual brille la esperanza de que podemos superar cualquier sufrimiento y donde siempre encontraremos el camino para avanzar. “No es una frase mística que conlleva un poder sobrenatural, tampoco está dedicada a una entidad que nos trasciende y de la cual dependemos. Es una forma de reconocer la propia budeidad, algo que no te puede dar nadie y por eso mismo no te lo puede quitar nadie: tu sensibilidad altruista. Básicamente se trata de comprender que Dios no existe, pero todo lo vivo lo es. Para mi es una forma de anarquismo espiritual”.
En tiempos de anarcocapitalismos es hora de anarcoespiritualidad. No hay arriba entonces para Manu: hay al lado.
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