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Los especialistas que desfilaron por Hacks Hackers dan cuenta de sus miradas sobre la edición hoy: el contenido por sobre el diseño, y el fin del editor como sabelotodo. Un consejo: “No tomen cursos donde les enseñen a escribir”.
Periodistas y programadores suelen estar en sus mundos, bien distintos. Suelen pensar en sus propios problemas, hablar sobre sus propios temas de interés y hasta en su propia jerga. Suelen creer que son más importantes que la historia que están contando o que el programa que están desarrollando. Y así seguirían, cada uno por su lado, de no ser porque la tecnología los ha obligado a tratarse.
Desde hace unos años, con los llamados nuevos medios de comunicación, estas dos razas (¿en extinción?) se están viendo forzadas a trabajar juntas, al punto que se están contagiando mutuamente: el programador piensa en función de la comunicación y el periodista utiliza herramientas para componer su relato. Y la tendencia en las redacciones integradas no es que una misma persona cumpla los dos roles: aunque mantienen su responsabilidad sobre un aspecto, el profesional debe dominar todos los terrenos.
“Para contar una historia hoy en día es fundamental la interacción entre diferentes profesionales: reporteros, programadores, diseñadores”, abre el debate Mariana Santos, diseñadora interactiva de The Guardian. Alastair Dant, responsable tecnológico del área de noticias interactivas de ese diario inglés, revela parte de su fórmula: “Esto es un trabajo de equipo, no de tal o cual tecnología. Por lo tanto, lo que hay que encontrar es la historia que todos quieren contar. Mi trabajo inicial fue armar ese equipo con gente de diferentes áreas y conseguir un mix de miradas para mejorar el resultado. Lo más importante de nuestro equipo es que hablamos mucho sobre qué queremos contar”.
La hora del contenido
Si hay algo en lo que cambió el mundo últimamente es en el uso de la tecnología por parte de todos los consumidores de noticias. Otro miembro de ese equipo, Alex Graul, remarca: “Lo primero que hace el nuevo lector a la mañana cuando se despierta es mirar su dispositivo móvil. Esta experiencia nos remonta a los comienzos de Internet, cuando las conexiones no eran lo que son ahora y todo se focalizaba en la información. Hoy vivimos la misma tendencia: las aplicaciones priorizan el contenido y no el diseño, porque lo que escasea no es la conectividad, sino el tiempo para consumir contenidos”.
“Durante la época del periodismo gráfico se trabajó con información. Ahora, se trabaja con data y el periodista, básicamente, debe seleccionar y curar lo que recibe”, cuenta Nicola Hughes, también del equipo interactivo de The Guardian. “No tenemos hechos para reportar, sino flujos de información que explicar”.
Info para escuchar
En medio de tanta tecnología, no hay que olvidarse de que el audio es una excelente herramienta para contar historias y para llegar a lugares diferentes. El semanario inglés The Economist superó la barrera de los 50.000 seguidores a sus microprogramas gratuitos y algunos episodios puntuales sobre temas más candentes son escuchados por casi 100.000 personas. Douglas Arellanes, de la organización Sourcefabric, rescata una experiencia simple y económica pensada por la revista inglesa Monocle. Cuando se plantearon qué estrategias debían encarar para aumentar su llegada más allá del formato papel, en vez de lanzar aplicaciones para distribuir la edición en nuevos dispositivos móviles, por ejemplo, optaron por crear una radio online con programas conducidos por los propios periodistas, una selección de música y, literalmente, la lectura de las notas de papel. Arellanes remarca: “No se trató de nada extraordinario desde un punto de vista técnico. Por el contrario. Su genialidad estuvo en que se salieron del molde y terminaron por crear un soporte diferente que se complementa perfectamente con el producto principal”. The Boston Globe anunció en julio pasado que lanzaba un proyecto similar.
La organización que dirige Arellanes desarrolló varios paquetes de software que ofrecen libre y gratuitamente, apuntados a mejorar la productividad de las pequeñas y medianas empresas periodísticas. Dice: “La información tiene que ser clara, tiene que ser precisa, tiene que estar abierta a todos, tiene que verse en todas las pantallas disponibles, tiene que ser atractiva visualmente y tienen que involucrar a la comunidad de la que está hablando. Además, tiene que encontrar nuevas audiencias, tiene que ser fácil de producir y barata, porque nunca hay suficiente presupuesto”. Casi nada.
Las aplicaciones para teléfonos inteligentes y para tabletas parecieran ser el camino indicado. Sin embargo, este norteamericano que vive hace 20 años en Praga, sugiere no apostar fuerte a nada en particular. Para graficar su política hace una comparación con la flor llamada panadero: una flor que no se fija dónde crecen las semillas que expele, sino que las suelta para que prendan donde puedan. En la práctica, el consejo es usar todas las plataformas que tengamos disponibles y no aferrarnos solamente a una. Así evitaremos quedar atrapados en caso de que hayamos hecho una mala elección.
Todos contamos historias
El gran fenómeno de los últimos años es la socialización de todo lo que hacemos. “The story of me”, lo llamó Alastair. No sólo sucede con Facebook y su catarata de datos irrelevantes. Por ejemplo, Github socializa el código de programación para desarrollar proyectos en forma conjunta. Otro caso es el de Open Street Map, que socializa la información sobre ciudades y calles. “La cartografía estuvo siempre del lado de los poderosos. Controlarla es una forma de dominar el mundo. Al menos, una manera de dictar cómo es o cómo querés que sea. Con estos proyectos abiertos también se rompe con esa hegemonía”.
Parte del cambio de paradigma, en la visión de Dant, es entender de dónde provienen las herramientas que facilitan el periodismo. “Es interesante comprender que muchos de estos desarrollos que involucran a la comunicación social no tienen que ver estrictamente con las noticias del día a día ni con los grandes medios periodísticos. Es más: estas iniciativas están siendo desarrolladas por organizaciones que no son medios de comunicación”.
En medio de tanta información y nuevas herramientas, lo esencial es no perder de vista un objetivo básico: contar historias. “Podés tener un montón de datos, pero debés tener en cuenta qué querés contar, no perder de vista el relato. El resto, lo agregás con gráficos o información complementaria. No hay que olvidarse de que cada uno de nosotros tiene sus propias habilidades e intereses y que todos contamos historias todos los días. Entonces, esa es la fórmula que nos dará resultados”.
¿Cómo prepararse para todo esto? Nicola Hughes, que ha trabajado en la BBC, en CNN Londres y en Channel 4 mete el dedo en la llaga: “No tomen cursos en los que les enseñen cómo escribir. La única forma de aprender periodismo es experimentando, ya sea lo ya conocido o lo nuevo. Los editores tienen que resignarse y no decir ‘acá mando yo’ o ‘yo sé todo’, sino dejar que los demás profesionales busquen su mejor forma de contar historias. Porque siempre habrá nuevas herramientas y nadie puede conocerlas todas”.
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