#NiUnaMás
Los ojos de Lucía. Radiografía de la violencia patriarcal
Qué representan el Observatorio Lucía Pérez y su padrón público y autogestivo, disponible en la página web observatorioluciaperez.org. De dónde nació la idea, cómo se trabaja y hacia dónde va. El resumen de los datos e historias que dibujan la radiografía de la violencia machista en nuestro país. La necesidad de producir datos para dar dimensión y exigir medidas urgentes. Qué significa decir Ni Una Más hoy, a través de las historias que revelan el entramado femicida, la complicidad estatal y la respuesta social.

Los padrones que sistematizan el registro de la violencia patriarcal son una herramienta que comenzamos a construir durante el año 2014 junto a nuestras amigas travestis.
El origen fue que los registros que por entonces se difundían no las nombraban. Eran épocas en las que la población travesti/trans no tenía derechos, ni siquiera a su propia identidad. Fue la memoria de esas violencias la que aportó la información, que luego corroboramos con fuentes judiciales y periodísticas, para sumar esos crímenes a las listas.
Ese origen quedó claro en la primera salida al espacio público del padrón, cuando en la primera marcha producida por el grito Ni Una Menos colocamos una enorme tela negra en una de las rejas de Plaza Congreso e invitamos a las personas que se manifestaban a colocar su mano, pintada de rojo, sobre un papel blanco en el que se escribíamos el nombre y la edad de la asesinada.
Esa primera vez, la letra manuscrita de los nombres fue de la poeta Susy Shock y las activistas Marlene Wayar y Diana Sacayán.
Al año siguiente, Diana estaba en el padrón.
Esa herida es la que tocó Marta Montero cuando a principios de este año nos dijo: “Mi hija no es un cifra”. El tono indignado lo produjo la frase que pronunció Elizabeth Gómez Alcorta, ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, en su exposición ante la Banca de las Mujeres del Senado. “Las cifras son estables”, aseguró la ministra para referirse a la cantidad de femicidios que se producen en Argentina año tras año.
No son cifras
En todos estos años el padrón de femicidios ha pasado por diferentes etapas y en cada una de ellas hemos aprendido mucho sobre la complejidad que representa la sistematización de estas violencias.
En los primeros tres años, aquel listado básico de más de 1.200 casos fue el material que usamos para organizar talleres con organizaciones sociales y grupos de mujeres que fueron así completándolo. Invitamos, también, a enviar datos que nos llegaron a través de mails remitidos por madres, padres, hijos, amigas y compañeras de trabajo. De esta etapa hemos dejado registro en la columna que indica la fuente de la información.
En una siguiente etapa, el padrón se convirtió en una herramienta fundamental en los grupos de trabajo con mujeres víctimas de violencia, porque el análisis de los datos nos permitía colocar cada historia personal en un contexto sistémico.
Así llegó el padrón al grupo de familias sobrevivientes de femicidios. Esas familias son las que nos ayudaron a completarlo para poder presentarlo tal como lo compartimos ahora, multiplicado en nueve registros que sistematizan los datos que sigue.
Femicidios
Este padrón sistematiza 2.319 crímenes contra mujeres y personas travestis/trans perpetrados entre 1984 y 2020.
En los primeros años de elaboración y como consecuencia del objetivo inicial –ser nombradas- los casos registraban sólo nombre, edad, lugar. Datos a los que luego se sumó la forma en que fueron asesinadas y el vínculo de la víctima con el femicida, porque nos señalaron que la crueldad de estos crímenes era una siniestra característica que necesitaba ser destacada ya que en la mayoría de los casos los jueces la obviaban; así como era necesario también consignar el lazo que encadenaba el destino de las víctimas a su asesino para iluminar la escena de estos crímenes: la familia tradicional. El resultado: 2.016 de los femicidios registrados fueron cometidos por personas del entorno familiar de las víctimas: parejas, ex parejas, familiares o conocidos.
Pero las familias sobrevivientes de femicidios nos señalaron que la información era incompleta y, por lo tanto, sesgada. Nos explicaron que el femicidio es un sistema de violencias que destruye la vida de la víctima, pero también muchas otras. Que no se trata de registrar, entonces, un nombre, un lugar, sino una maquinaria. Que era necesario conocer más, no solo para saber más sino para hacer más. Y más significa hacer todo lo necesario para construir el Nunca Más del Ni Una Más.
Sumamos, entonces, la información que nos señalaron: nombre y edad del femicida, fiscal interviniente, carátula de la causa judicial, condena, infancias huérfanas, si el femicida se suicidó luego de matar y si las víctimas habían realizado denuncias previas.
Hasta hoynos faltan completar esos datos en 312 casos. El resultado en un panorama revelador, en sentidos más profundos que los que esperábamos.
Números que hablan
En resumen del panorama que trazan esos casos:
- 1.840 infancias huérfanas.
- 400 femicidas se suicidaron después de matar.
- 345 femicidas ya fueron condenados a cadena perpetua a una edad promedio de 36 años.
- 83 asesinadas estaban embarazadas.
- 228 víctimas habían realizados denuncias previas.
No son cifras. Son vidas.
La sistematización histórica aporta, además, una mirada larga, que permite reconocer ciertas trayectorias. Un ejemplo: el juez del impune crimen de Jimena Hernández, la niña de 11 años cuyo cuerpo fue encontrado en la pileta de la escuela Santa Unión, quien demoró 70 días clave para derivar la investigación a la policía, fue Luis Jorge Cevasco, hoy fiscal general de la Ciudad de Buenos Aires, presidente de la Asociación Argentina de Fiscales y miembro del comité ejecutivo de la Asociación Internacional de Fiscales.
Crímenes en investigación
Registramos 27 casos en este padrón durante este año, a la espera de más información para confirmar o descartar que se trataran de femicidios.
Tentativas de femicidios
Registramos 166 casos durante 2020.
Travesticidios y transfemicidios
Lohana Berkins fue quien nos enseñó que toda muerte de una persona trans debe ser considerada travesticidio, ya que se trata de una vida sin derechos. En su memoria registramos las muertas durante el año 2020: 95, de las cuales 84 murieron durante la cuarentena. La proporción habla por sí misma sobre cómo golpeó el aislamiento social obligatorio a esta población y la necesaria reparación que el Estado debe implementar para asistir a las sobrevivientes, en especial a las pocas que llegan a superar el promedio de vida, hoy estimado entre los 35 y los 41 años.
Marchas y movilizaciones
El grito “Paren de matarnos” se escuchó en todo el país y durante todo el año. Las restricciones impuestas por la pandemia fueron desafiadas ante cada femicidio a un ritmo promedio de tres marchas por semana. Nuestro registro contabiliza 189 marchas, 150 de las cuales se realizaron en el período de prohibición de manifestaciones en el espacio público.
Violaciones
El tema surgió durante el intercambio con la Multisectorial Feminista de Jujuy y a raíz de una declaración del gobernador Gerardo Morales sobre los femicidios ocurridos en esa provincia. Concretamente, Morales citó a Rita Segato, a quien había escuchado durante cuatro horas en una capacitación, que por teleconferencia brindó esta teórica al gobierno jujeño. Tal intervención generó una polémica que dejó un resultado positivo: compartir la lectura de Las estructuras elementales de la violencia, la obra que escribió Segato, cuyo primer capítulo se titula “La estructura de género y el mandato de la violación”. No hizo falta más que leer esa frase para que saltara la falta: “No tenemos datos de violaciones”. Los encontramos en la web del Ministerio de Seguridad de la Nación, que través del servicio de Estadísticas Criminales, que sistematiza los delitos según las carátulas judiciales, desde el año 2014 hasta el 2019. Dos ejemplos del resultado:
En ese período, en Jujuy las violaciones aumentaron un 49%.
La provincia que mayor aumento registró es La Rioja: 71,5%. El dato es significativo si se tiene en cuenta que es una de las provincias que menos casos de femicidios reporta y, por lo tanto, no parece prioritaria para destinar recursos ni campañas para prevenir violencias.
Muertas por aborto clandestino
Registramos 4 muertas este año. Son las que llegaron a ser noticia en los diarios, ya que el Estado Nacional respondió que no tenía registros del año en curso ni de muertes ni de internaciones en terapia intensiva. Fue la respuesta oficial a un pedido que hicimos a través de la Ley de Acceso a la Información Pública.
Desaparecidas
Hubo 120 mujeres desaparecidas durante 2020. Sobre este tema también realizamos un pedido de información a través de la Ley de Acceso a la Información Pública, que fue derivado al Ministerio de Seguridad. Vencido el plazo legal solicitó una prórroga, que también venció sin respuesta.
Denuncias por violencia
Este padrón compila la información brindada por fuentes oficiales sobre la cantidad de denuncias recibidas este año en las diferentes provincias. Es útil, entre otras cosas, para comprobar la multiplicidad de puertas de acceso que ofrece cada división organizativa estatal –municipio, provincia, Nación, Poder Judicial, comisarías- y a través de diversas líneas telefónicas, whatsapp, email y sistemas online que organizó por la restricción impuesta por la pandemia, todas de difícil acceso para aquellas personas con recursos escasos, ya sea por cuestiones económicas o por vivir en áreas no urbanas, y que no tienen ni los artefactos –teléfonos, computadoras- ni las conexiones satelitales necesarias para usar esas vías de acceso a la justicia. Un dato ayuda a comprender la dimensión de la desigualdad: el 36% de las mujeres asesinadas durante la cuarentena vivía en zonas rurales.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.
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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez
Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.
Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.
En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.
Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.
A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.
En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.
Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.
Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?
Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.
Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.
Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.
La pregunta es: ¿por qué?
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Un mes sin Brenda, Lara y Morena: lo que se sabe de la trama narcofemicida

Este lunes se está cumpliendo un mes del triple narcofemicidio. La causa que investiga el asesinato de Brenda (20), Morena (20) y Lara (15) tiene nueve personas detenidas y tres prófugas. Una de ellas es Alex Ydone Castillo, acusado de ser el dueño de los 30 kilos de cocaína que habrían sido robados, posible móvil de los brutales asesinatos.
Lo increíble: Castillo estaba preso pero fue excarcelado “por razones humanitarias” durante la pandemia del coronavirus, según lo reveló el periodista de Infobae Federico Fahsbender. En su artículo se detalla que Ydone Castillo había sido detenido en Argentina por una circular roja de Interpol –emitida desde Perú, su país de origen– por “un movimiento de 51 kilos de cocaína”. Fue la Sala II de Casación la que lo excarceló. Desde que quedó en libertad, el gobierno peruano tampoco envió en los plazos pertinentes el pedido formal de extradición. Y siguió libre.
Los otros dos prófugos de la causa del triple narcofemicidio son David González Huamani (“El loco David” o “El Tarta”, por tartamudo) y Manuel Valverde, tío de Tony Janzen Valverde, alias “Pequeño J”, que está detenido en Perú a la espera de un juicio de extradición.
Los narcos robados
A Huamani, Celeste Magalí Guerrero (una de las detenidas que mayor información aportó) lo reconoció dentro de su casa del barrio Villa Vatteone. Fue una de las personas reconocida por tener guantes de látex. Huamani también aparece en la declaración de Víctor Sotacuro, detenido en Villazón, frontera con Bolivia, acusado de manejar el auto de apoyo a la Chevrolet Tracker blanca que levantó a las chicas en las calles de Ciudad Evita el 19 de septiembre. Sotacuro dijo que fue Huamani quien lo contrató para hacer los viajes de esa noche y que le pidió que le llevara ropa para cambiarse. Sotacuro declaró que lo fue a buscar a Varela y lo llevó hasta la 1-11-14, en el Bajo Flores, y dijo que Huamani estaba sucio de barro, al igual que otros dos hombres que se subieron a su auto. La mamá de Morena lo señaló como el que maneja la droga en Las Antenas, un barrio de Lomas del Mirador, y en la Palito, en San Justo, dos localidades de La Matanza.
Según una de las hipótesis de la investigación, los prófugos Castillo, Huamani y Valverde integran la organización cuya droga había sido robada. Sobre ellos pesan órdenes de captura internacional. Esa línea también busca a otros tres sospechosos, todavía no identificados, pero que en el expediente aparecen como “NN Paco”, “NN Nero”, y el “canoso de la Glock”, en referencia al arma que llevaba un hombre que Guerrero ubicó en su casa, bajándose de la camioneta con Pequeño J, en las calles Río Samborombón y Chañar.
Quiénes están en prisión
Hasta el momento las nueve personas detenidas son:
- Daniela Ibarra (19) y Maximiliano Parra (18), quienes encontraron limpiando con lavandina la casa de Varela.
- Celeste Magalí Guerrero (28) que alquilaba la casa. Su declaración aportó múltiples detalles que la justicia debe corroborar. Por un lado, explicó la estructura del clan, con jerarquías divididas en “Abuelos”, “Papás”, “Tíos”, “Pequeños” y “Mulos”, según el orden de importancia en la organización. Según su declaración, Pequeño J, que era presentado como el líder de una banda narco transnacional, en realidad tenía un rol menor, aunque lo ubicó en la escena del crimen. También declaró cómo esa noche fueron a comprar artículos de limpieza y bidones de nafta.
- Miguel Villanueva Silva (25), pareja de Guerrero. A ambos los detuvieron en un hotel alojamiento. Ella declaró que, al llegar a la casa de madrugada, lo vio con la mano ensangrentada y, según dijo, le confesó que había matado a una de las chicas al intentar escaparse. Un kiosquero del barrio de Florencio Varela dijo que Silva había ido a comprar con otro chico y que le dejó una mancha de sangre en la reja del comercio, que su mujer terminó limpiando.
- Ariel Giménez (29), uno de los acusados de cavar la fosa en la casa.
- Víctor Lázaro Sotacuro (41). Al principio se creía que solo era remisero pero, según Guerrero, tiene un lugar importante en la estructura. El hombre declaró que nunca estuvo en la escena, que no era el dueño de la droga robada, que tampoco era el jefe de la banda y que su apodo no era “El Duro”, como había dicho Guerrero. De todas formas, según La Nación, Sotacuro pagaba las cocheras en las que se estacionaban los cuatro vehículos de la banda: la Chevrolet Tracker blanca (que fue incendiada), el Volkswagen Fox blanco que manejó, un Renault 19 gris y un Chevrolet Cruze negro. Sus abogados pidieron un careo con Guerrero por supuestas “contradicciones”.
- Florencia Ibáñez (30), sobrina de Sotacuro, acompañante en el Volkswagen Fox, fue detenida luego de salir de los estudios de A24, donde defendió a su tío y dijo que habían pasado por el recorrido de la Tracker de casualidad. El fiscal Arribas dijo que Ibáñez reconoció que el móvil de los femicidios había sido un robo de un cargamento de droga que pertenecía a su pareja, el prófugo Alex Ydone Castillo.
- Tony Janzen Valverde, alias “Pequeño J”, 20 años. Guerrero lo ubicó en su casa con Sotacuro y el “canoso de la Glock”. También dijo que Pequeño J había llamado a Villanueva para pedirle la casa para una fiesta. Está detenido en el penal de Cañete, en Perú, a la espera de la extradición. La declaración de Guerrero lo rebajó en la estructura: hoy está acusado de organizar dealers. Según la investigación, el abuelo y el papá de Valverde también se dedicaban al negocio narco. Su padre fue asesinado. Una cámara de seguridad ubicó a “Pequeño J” el 6 de septiembre a la salida de un pool de Flores con Lara y otra joven.
- Matías Ozorio (28), ladero de Pequeño J. Su historia es increíble y grafica una época: el periodista Carlos Burgueño contó que el joven tenía un trabajo en relación de dependencia en el Hospital Italiano –obra social, aportes, vacaciones, aguinaldo–, lugar del que se hizo echar, según sus familiares, para cobrar una indemnización que invirtió en el mundo cripto. Entre sus apuestas estuvo $Libra, bendecida por el presidente Javier Milei, cuyo desplome hizo a Ozorio perder todo y pedir un préstamo a un transa. Ya no se despegó de lo narco. Según Guerrero, fue una de las tres personas que cavó los pozos en la casa de Varela. Como Pequeño J, fue detenido en Perú. Guerrero también declaró que Ozorio le traía cocaína en 100 o 120 envoltorios que ella vendía a un valor de $10.000 cada uno.
Vínculo de confianza
Según publicó La Nación, el fiscal Carlos Arribas describió: “Tras producirse la referida sustracción cuyos autores fueran presumiblemente allegados o conocidos las víctimas, fue que mediante maniobras de engaño, y ardides y aprovechándose de su especial condición de vulnerabilidad, integrantes de la organización mencionada precedentemente, en su mayoría de sexo masculino, lograron establecer un vínculo de confianza con las tres jóvenes, por lo que el 19 de septiembre de 2025, a las 21.29, consiguieron las jóvenes abordaran una Chevrolet Tracker blanca con dominio que había sido robado, en la que viajaban al menos tres personas. El vehículo contaba con el apoyo de un Volkswagen Fox blanco en el que circulaban al menos otras dos personas de la organización y de Chevrolet Cruze negro”.
Según las publicaciones, todavía no está claro quiénes integran el grupo que habría robado el cargamento de cocaína. Pero la descripción de la estructura hace presumir que la causa está próxima a pasar a la órbita de la Justicia Federal.
Ya pasó un mes.
Las familias de Brenda, Lara y Morena siguen exigiendo justicia.

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