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Sin fronteras. Femicidios, crímenes sexuales y terrorismo

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La socióloga mexicana Julia Monárrez Fragoso mantuvo un encuentro con Familias Sobrevivientes de Femicidios. Monárrez, creadora del término “femicidio”, es de las más prestigiosas especialistas en violencia contra las mujeres. Compartimos acá sus principales aportes durante el histórico encuentro, de Ciudad Juárez a Buenos Aires. 

Sin fronteras. Femicidios, crímenes sexuales y terrorismo
Familias Sobrevivientes de Femicidios en MU. Lo que surgió de un contacto histórico. Fotos: Lina Etchesuri

1.

El femicidio de sus hijas es parte de una historia de brutalización sexual. Una no puede leer esas historias sin estar dándose cuenta de esto. Y es un intento de aniquilación de mujeres. Las historias son parte de una historia de terror que, para nuestros países latinoamericanos y para otros países, tienen que ver con un proceso de larga data histórica de opresiones. 

2.

Me llama la atención el marco utilizado por los tribunales. Este marco gira, en todas las historias de sus hijas, en torno a las ideas de consentimiento, de víctimas propiciatorias, de que ellas se pusieron en su camino y por eso, por su conducta, por su mala suerte, por su forma de vestir, por las amistades que tenían, por eso fueron asesinadas. Y en una de sus historias, ustedes, no me acuerdo quién de las mamás, dicen que las han hecho sentir a sus hijas como parte de desechos, de que son descartables. Y dicen: si hubiese sido la hija de alguien que tuviese más dinero, hubiesen actuado de forma diferente. Y yo les puedo decir que sí es cierto en toda América Latina. 

Esta violencia que se ejerció en el cuerpo de sus hijas, que es una violencia sexualizada y que está en la carne de ellas, que es carne de su carne, nos muestra que hay varias cuestiones presentes: es un conglomerado, una maraña de categorías de discriminación que tienen que ver con el color de la piel, con su lugar de residencia, también con la clase social. Y esas categorías de diferencia y discriminación, de clase social, de raza, de residencia, no son para que una viva mejor, son para que las personas vivamos mal. 

3.

Cuando aparece el término de femicidio, lo primero que dicen las que empezaron a trabajar en ese concepto para visibilizar la forma distinta en que las mujeres son asesinadas porque son mujeres, dicen que la relación no importa: puede ser un hombre conocido, puede ser desconocido, puede actuar individualmente, puede actuar en grupo.  

4.

Es importante tener encuenta lo que yo llamo la situación de vida. Algunas de sus hijas dicen que es por la ingesta, consumo de sustancias tóxicas. Hay situaciones de vida, sobre todo en la adolescencia, cuando los y las adolescentes empiezan a conocer la vida y empiezan a conocer el mundo, y las sustancias tóxicas se usan para tres cosas: para cuestiones religiosas, para cuestiones de pertenecer a un grupo, y también se usan para el placer. Y eso ha sido a lo largo de los años. Eso no es razón necesaria ni suficiente para decir que no se le puede otorgar justicia a una chica, y en este caso a quienes quedan. Porque el femicidio no solamente victimiza a quien asesinan, sino que es una cadena de dolor que va hacia el padre, a la madre, a sus hermanos, y también a otras personas. 

5.

A la forma que han sido asesinadas se le llama tortura sexual. Va más allá de la violación, porque en el momento en que Ciudad Juárez se presentaron los casos de las tres jovencitas la jueza Quiroga dice que las niñas habían sufrido tortura sexual porque se había dado una pelea muy fuerte por parte de ellas para permanecer en vida. Eso se ve en como tenían en sus uñas la piel de quien las había agraviado, también el haberlas atado de manos y pies era porque ellas estaban luchando por su vida. Todo eso es tortura sexual. 

6.

Yo vivo en una de las ciudades más violentas del mundo que es Ciudad Juárez, tenemos a veces hasta 7 u 8 femicidios por día. Cruzando el río, la frontera, nos divide un puente, tenemos El Paso en Texas, que es Estados Unidos. Ellos no utilizan el termino femicidio ni violencia patriarcal, tienen un buen sistema de policías y los casos son investigados. Mientras que en mi ciudad son 2000 y pico de casos por año, ellos tienen 6 o 7. ¿En qué momento se desfondó la justicia en América Latina? En México los hombres tampoco tienen justicia. Es una economía de sombras, permeada por el narco: 144.000 personas desaparecidas en 16 años, 4.000 fosas clandestinas, cuerpos que aparecen todos los días mutilados. No tienen justicia. ¿Por qué en América Latina tenemos que ir a buscar abogados y abogadas, cuando en otras partes es el departamento de policías? Y cuando la policía no puede llaman a cuerpos especializados. Estamos en un desfonde de la justicia. Ni siquiera hemos podido poner la sentencia de Campo Algodonero: que no hablen de la vida de las niñas, de si el papá era bueno, esos son datos que no tienen que ver. Lo que tiene que ver es que hay alguien que ha muerto violentamente, en este caso es un femicidio, y tienen que investigar quién fue, sancionar, y aplicar la ley. 

7.

Lo que llamé femicidios sexuales sistemáticos quiere decir que primero hay un secuestro de las niñas y adolescentes, hay una tortura en su cuerpo, hay una serie de violaciones y luego ese cuerpo se tira. Y ese tirar del cuerpo de la niña o adolescente significa que de alguna forma u otra le muestran a la sociedad el daño que le han hecho a ese cuerpo, a esa niña y también a sus familiares. Pero al mismo tiempo también lo presentan como un espectáculo para la sociedad. No sé si a usted le han dicho que es una mala madre, es un mal padre, que por qué no la cuidaron. Eso no está permitido. Una no trae a las hijas o a los hijos al mundo para que mueran. Además del femicidio hay un daño que se hace, se llama adscripción de género: es la misma sociedad que le dice a uno lo que tiene que ser una madre o un padre, pero nadie somos madre o padre perfectos. Pero en cuestiones de un femicidio, hablar sobre su maternidad, sobre su adscripción de género, o si su hija fue mala mujer, mala estudiante, tampoco se debe permitir. En el femicidio hay muchos daños que se reproducen exponencialmente. Yo me imagino que todos ustedes, todas ustedes, pierden el patrimonio que tienen buscando a su hija, pierden las noches de sueño, la alegría de la vida, el tiempo de vivirla. Solamente hay una gran diferencia: a las mujeres sí se nos permite llorar en público, pero a los hombres no se les permite llorar en público aunque sean los padres, contra ellos las agresiones son muy fuertes. Y su hija vive, su hija busca justicia por usted y por su esposo, en el momento en que ustedes dejen de pedirla, en ese momento ella ya no estará presente. 

8.

Muchas personas intimidan diciendo: tú quieres lucrar con la muerte de tu hija. No, ustedes son jurídicamente víctimas, son víctimas de muchas fallas que ha habido en el Estado, y en los grupos que tienen poder económico, político, y de economías de sombra. Sé que, en Argentina, como en mi país, no hay ese acompañamiento a las víctimas, acompañamiento que contenga el dolor, aunque ese dolor va a estar siempre presente. El dinero no le va a volver a su hija, pero si ustedes son padres y madres que están en una lucha, su lucha va más allá de sus hijas, en algunos relatos dicen: queremos que no pase a nadie más; entonces ustedes se han convertido en quienes guardan la memoria de sus hijas pero al mismo tiempo es una memoria política, es una memoria de lucha, de liberación. 

9.

Sus nietos tienen también derecho a la justicia, al reclamo, porque se les privó de la madre. En esta sociedad que tenemos la madre es lo máximo, pero en el femicidio se les olvida que muchas son madres, y que a esas hijas o hijos que les dijeron que estaban aquí para desarrollarse no les han permitido tener una madre que los acompañe en el trayecto. Y los deja con el recuerdo de una muerte artificial, no por deterioro natural, sino que alguien se dio la libertad de quitarle la vida a ella. 

10.

En relación con las imágenes, esa es otra deuda que tiene el Estado; acá acaba de ser sacionada una ley, la Ley Ingrid, por la cual se castiga a quien difunda imágenes de víctimas de agresiones; ocurrió tras el femicidio de Ingrid en el que los agentes del Ministerio pasaron fotografías que no debían ser pasadas. Es muy complicado, ha habido una lucha muy grande. La normativa viene de Inglaterra, los años que ha durado un juicio de una joven que han publicado sus fotografías, aunque ganó el juicio y tiene una compensación, pero las fotografías todavía aparecen. 

11.

Hay una cosa que está sobrevolando aquí y me gustaría decirlo de esta manera. Describir los años sufridos en los genitales del cuerpo de la joven, las partes del cuerpo en cuestión revelan la situación de vida, de piel, de lugares donde se vive, están ligadas a la cosificación pública y sexualizada. A sus hijas las vuelven cosas. Cuando no hay una justicia expedita, y no queda la verdad completa para quienes han sido los principales dolientes, hay una cosificación. Y eso se refiere solamente a ese fragmento de su cuerpo. Otro caso: en Canadá hay más de 1.500 mujeres indígenas que han sido asesinadas por ser mujeres, por ser indígenas y por ser pobres. El Papa llegó hace unos meses a Canadá y pidió perdón por lo que la Iglesia católica le había hecho a los niños y niñas indígenas, pero más allá de la Iglesia católica hay todo un movimiento que está recuperando lo que ellas llaman asesinato por cuestiones coloniales, por la división que hay entre los europeos blancos que llegaron a Canadá y las mujeres indígenas que estaban ahí. Las mujeres asesinadas son aventadas a los ríos, a las carreteras, a los lotes baldíos, y a los basureros. Y hubo uno en el cual una mujer en prostitución es asesinada, y para darle más realce al juicio enseñan fotografías de la vagina de una mujer troceada por el hombre con una navaja. Esto, si hubiese sido una mujer blanca, una mujer de clase alta, no lo hubieran permitido, pero como era una mujer indígena lo permitieron. Pero al estarse enfocando en lo que le hicieron a ciertas partes de cuerpo, se olvida que hay un agresor. No es el cuchillo el que destrozó, es la mano que introdujo el cuchillo. No es el palo que se introduce en la vagina, es la mano que introduce el palo. Y esa mano es una extensión del cuerpo de un varón o varios varones que tienen una mentalidad misógina, una mentalidad de muerte, y que saben que asesinar a alguien, que darle una muerte cruel, no tiene ningún costo en América Latina. Eso es algo que duele a los padres y madres, porque lastimó gravemente el cuerpo de su hija, y lastima también gravemente el cuerpo del padre y de la madre. Hay cosas que son privadas, ¿por qué la otra gente tiene que enterarse? No tiene que enterarse. Son primeramente las víctimas, y las y los deudos de la víctima, solamente ellos y ellas los autorizados a decir qué es lo que sale o no a la prensa. 

12.

Yo siempre he dicho que las niñas y las mujeres son asesinadas por su sexo, por su género y por el lugar de residencia donde está. Pero además porque están inmersas en un contexto de bajos salarios. Es muy importante hablar de economía: porque una habla de violencia, de misoginia, del patriarcado, pero al patriarcado también se le debe decir que ha hecho sociedades completamente desiguales. Y al hacer sociedades desiguales ha hecho que se vulneren los derechos de niñas y mujeres. Esto no quiere decir que los hombres no sean vulnerados, pero ese es otro tema. Hay una economía de bajos salarios que produce personas con bajos valores. Especialmente para una economía de sombras que las incorpora para el tráfico ilegal de la prostitución y a otras para la industria del sexo. 

13.

En América Latina la justicia se basa en chivos expiatorios y en la cuestión de la palabra, no hay evidencias. Insisto en llamar a la muerte de sus hijas como femicidios, pero además, como terrorismo sexual. Yo no sé si en femicidio en Argentina prescribe. El terrorismo sexual que es el que se hace en contra de las mujeres, y esta violencia sexual, esta brutalización sexual siempre va a estar ahí presente para buscar justicia. 

14.

Yo lo que veo en el caso de su hija, como en los otros casos, es que para las mujeres sus cuerpos viven la muerte social. Si su hija anduvo en México, anduvo por todas partes, ella era una mujer que podría haberse cuidado ella sola. Dicen: no era tan inocente si estuvo de aquí por allá. Esto es la revictimización: volverlas a matar después de que han sido asesinadas. La muerte social es vivir en estos corredores de la muerte que llevan a estas niñas y a estas jovencitas a la muerte, y están de una forma u otra tolerados por el Estado. Todos los Estados y todas las naciones niegan que haya femicidios en sus países. Dicen: eso sucede en Ciudad Juárez. Y no, es igual. Todos los casos de ustedes, todos los asesinatos son individuales, pero al mismo tiempo es dentro de este gran sistema, que es un sistema diseñado para la muerte de las niñas y las mujeres. Y hablando en términos feministas, es una muerte sexualmente política porque se le está negando su derecho a transitar, a vivir su libertad. Los hombres temen menos que nosotras, temen menos una violación, un ataque masivo entre tres o cuatro hombres. En cambio la forma que es asesinada su hija y la forma que lo dan a conocer, les están diciendo a otras chicas: esto te puede pasar si tú quieres ser una mujer independiente, ser escritora, contar tu experiencia de vida, en tiempos de pandemia cuando hemos restringido a toda la población. 

15.

Si no hubiese sido por el movimiento feminista y de derechos humanos que se alía a Ciudad Juárez no hubiésemos podido sacarlo de lo local, llevarlo a lo estatal, a lo nacional y luego a lo internacional. Fueron muchas organizaciones feministas las que estuvieron apoyando a las madres. Veo una diferencia entre México y Argentina: allá están los papas. En Ciudad Juárez eran las mamás solas, por eso decían este es un asunto de mujeres, pero es un asunto de mujeres, es un asunto de hombres, es de toda la sociedad y es un asunto del Estado, sobre todo. Es muy difícil. Primero se juntaron 5.000 firmas y vino la Comisión Interamericana. Ya en 2009 estábamos envueltos en lo que al principio llamábamos guerra contra el narcotráfico y ahora llamamos conflicto armado interno. Dicen: las mujeres son asesinadas porque son parte del narcotráfico, y cuando una ve los motivos por los que son asesinadas, quiénes son los asesinos, qué violencia se ejerce en el cuerpo, es que se dice que esto es también femicidio. Estos hombres que vienen en camionetas blindadas, con vidrios polarizados, se bajan tres o cuatro con uniformes militares, se llevan a las mujeres públicamente, y después dice el gobierno que son ejecuciones porque son narco reclutadas, que se lo buscaron por ser narcas. Hay que desmontar otro mito del gobierno. Se fue a CEDAW, estuvimos con amicus curiaes, han sido muchísimas cuestiones que se han hecho. Quiero poner aquí junto a ustedes que acá quien busca a su hijo, a su hija desaparecida, sabe que va a morir. Y de hecho tienen que pedir permiso al crimen organizado, le dicen: pedimos permiso a los narcos para buscar los huesos de nuestras hijas. Se han formado organizaciones que están ahí luchando para la preservación de la vida ante un gobierno que prometió muchas cosas y que estamos en peores condiciones. 

16.

La memoria es algo que el cerebro guarda. La memoria nunca es igual. Cuando nos dicen: porque en ese momento dijo tal cosa, y hoy tal cosa. Una es selectiva con la memoria. Y al momento de hablar, lo hacen con los sentimientos de dolor que hacen que se acuerden de tal dato. No es lo mismo testimoniar desde el dolor y el sufrimiento que testimoniar desde el encubrimiento. El encubrimiento es una mentira, lo otro es el dolor que habla y que selecciona lo que cree que en un sistema de impunidad puede hacer accionar al Estado. 

17.

Quisiera volver a decir que hay una política de control de la sexualidad en las niñas y las mujeres en Argentina, y se extiende a muchos países. Son ustedes en Argentina quienes nos han enseñado el valor de la lucha desde el momento que pusieron la categoría de desaparición forzada como una categoría política. Son ustedes en Argentina quienes nos han enseñado que de un conflicto como el que tenemos en México podemos salir adelante, reintegrando eso que fue fragmentado y nos han entregado incompleto: el cuerpo de las hijas que fue mancillado y maltratado. Eso ustedes lo han enseñado. 

18.

¿Qué se hace para lograr justicia? En nuestros países se lucha, porque no es un derecho. Aunque sea un derecho, no está otorgado. 

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Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

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La audiencia realizada en Mar del Plata para determinar la pena de Matías Farías por el crimen de Lucía Pérez reveló las contradicciones de un sistema judicial que lleva nueve años sin resolver el caso. El tribunal enfrenta el desafío de aplicar una condena bajo un delito que según Casación pasó a ser un «acceso carnal agravado», mientras la querella insiste en que se trata de un femicidio. La definición del abogado Juan Pablo Gallego: «Lo que hizo Casación fue matar el femicidio de Lucía, y eso es lo que tratamos de impedir en todas las instancias posibles». Los cruces entre la defensa y la acusación que dejan al descubierto las tensiones en torno a la violencia machista y la impunidad.

Por Claudia Acuña (Desde Mar del Plata) (En la imagen de portada, los padres de la menor asesinada junto a Familiares de Víctimas de Femicidio y de la Campaña Somos Lucía).

La audiencia de admisión de pruebas para establecer la pena que le corresponde a Matías Farías por el crimen de Lucía Pérez tuvo características tan inauditas como lo es esta nueva etapa de la intervención del Poder Judicial. El presidente del tribunal, Javier Riquert, tuvo que dar explicaciones para que se comprendiera lo incomprensible de este nuevo proceso judicial, que ya lleva nueve años (el femicidio ocurrió el 9 de octubre de 2016) y ha sufrido tres sentencias diferentes y un juicio anulado.

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

El tribunal: el presidente Javier Riquert en el centro, Federico Cecchi y Paula Soulé. No pueden juzgar por femicidio por orden de Casación. La querella sigue denominando al crimen de Lucía como un femicidio.

Riquert explicó que el Tribunal de Casación —responsable de cambiar el delito por el que fue juzgado Farías, de femicidio a acceso carnal agravado— ordenó que se realizara esta instancia judicial de «cesura», dedicada exclusivamente a determinar la pena, que en este caso puede oscilar entre 8 y 20 años de prisión. Para definir cuánto corresponde dentro de ese rango, el tribunal —integrado por jueces de tres fueros distintos: Riquert, Federico Cecchi y Paula Soulé— debe analizar atenuantes y agravantes.

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

En primera fila escuchan Marta Montero y Guillermo Pérez, los padres de Lucía, junto a su otro hijo, Matías. El abogado de la familia es Juan Pablo Gallego (en el centro de la imagen) con el fiscal Carlos Russo a su izquierda.

Por ello, tanto la acusación —representada por la querella de la familia de Lucía, a cargo del doctor Juan Pablo Gallego, y el fiscal Carlos Russo— como la defensa oficial de la doctora Laura Solari, presentaron sus solicitudes de prueba. Riquert también aclaró que era necesario cumplir con este requisito para que las apelaciones presentadas pudieran ser evaluadas y resueltas. En síntesis: se trataba de un trámite imprescindible para que las objeciones a este nuevo fallo prosperaran. Sin embargo, todo indica que lo que se inicia con este capítulo no será un mero formalismo.

Lo que siguió fue una puja por el control del relato de lo ocurrido. Acostumbrada a dominar las audiencias con su estilo incisivo, la doctora Solari intentó impugnar todas las pruebas solicitadas por la querella, que incluían una inspección ocular en la escena del crimen, la declaración de testigos clave del segundo juicio y el testimonio de una posible víctima de Farías, quien —ante la noticia del nuevo fallo— había expresado en redes sociales su temor por su posible liberación. El doctor Gallego, por su parte, destacó la contradicción de que la defensora se opusiera a la inspección ocular pero solicitara como prueba las fotos de la inspección realizada por el tribunal que había condenado a Farías por femicidio y a prisión perpetua. La paradoja la resolvió la secretaria del tribunal: no había registros fotográficos ni videos de aquella diligencia en el expediente.

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

De azul, la abogada de Farías, Laura Solari: la puja por el control del relato del crimen de Lucía Pérez.

Tras varios cruces infructuosos para la defensa, el presidente del tribunal esbozó el posible rumbo: tres jornadas de debate, en las que se presentarían pruebas, se visitaría la escena del crimen y se daría a conocer el monto de la condena. La fecha se anunciaría en los próximos días, junto con la resolución sobre la admisión de las pruebas solicitadas.

En el ambiente quedó flotando el anticipo de lo que se debatirá: por un lado, el negacionismo de la violencia de género; por el otro, la insistencia en que el crimen de Lucía fue un femicidio, aunque este tribunal no pueda reconocerlo por orden de Casación. «Aunque los jueces vean un femicidio, no pueden juzgarlo», declaró Gallego a las puertas del tribunal marplatense. «Lo que hizo Casación fue matar el femicidio de Lucía, y eso es lo que tratamos de impedir en todas las instancias posibles».

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

Familiares de Víctimas de Femicidios con integrantes de la Campaña Somos Lucía, escuchan lo que les explica el abogado de la familia Juan Pablo Gallego: «Lo que hizo Casación fue matar el femicidio de Lucía, y eso es lo que tratamos de impedir en todas las instancias posibles».

Mientras el abogado hablaba ante el grupo de Familias Víctimas de Femicidios e integrantes de la Campaña Somos Lucía —que acompañaban a la familia en la calle soportando el viento helado y la lluvia—, un grito inesperado irrumpió: «Yo compartí la cárcel con ese monstruo, y la pasé muy mal». La voz, quebrada, pertenecía a un joven de jeans y campera negra, que la lanzó con paso apresurado antes de ingresar al edificio donde, se supone, se imparte justicia.

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

El acompañamiento en la calle pese al frío marplatense y judicial.

Caso Lucía Pérez: matar al femicidio

El abrazo y la espera: habrá tres nuevas audiencias.

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El crimen de la periodista Griselda Blanco: cómo negar un femicidio

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El femicidio de la periodista correntina Griselda Blanco fue víctima del Poder Judicial: en un juicio abreviado condenaron a su asesino por homicidio simple, sin considerar la brutalidad de su asesinato ni investigar las conexiones de su crimen con sus denuncias periodísticas. “Estamos tan tristes que no podemos ni hablar”, dirá Fabián, el hijo mayor de Griselda. Cuenta que el acuerdo se selló entre la fiscal y la defensa del asesino y que ellos simplemente fueron notificados del acuerdo. “Llegamos a esta etapa con pruebas perdidas y la constante amenaza de que si íbamos a un juicio oral se iban a dedicar a ensuciar la memoria de mi madre. Realmente es imposible luchar contra este sistema: es como andar contra el viento. Perdimos toda esperanza”.

Griselda fue asesinada en su casa de Curuzú Cuatiá en 2023. El viernes el juez Martín José Vega, titular del Juzgado de Garantías de Curuzú Cuatiá, avaló el acuerdo y de esa manera Darío Alfredo Ricardo Holzweissig deberá cumplir la pena por el delito de homicidio simple: 12 años y 6 meses de prisión, no de cumplimiento efectivo por no reconocerse en este fallo el componente de violencia de género. El acuerdo fue alcanzado entre la defensa del imputado y el Ministerio Público Fiscal, representado por Clara Belén Arrúa, titular de la Unidad Fiscal.

En la última emisión de su programa en Facebook Griselda había acusado al comisario  Walter Maciel por seguir en su puesto de policía pese a que una oficial lo había denunciado por abuso sexual. Maciel está ahora detenido por encubrimiento en el caso de Loan Peña, el niño desaparecido en Corrientes hace casi un año. Dijo Griselda en su último programa y día de vida: “Diana Yardín es policía. Es de Curuzú Cuatiá, pero se encontraba ejerciendo su labor en Monte Caseros. Nadie se solidarizó con Diana. Todos encubren a este individuo: comisario Maciel. Aún no lo apartaron de la fuerza como hicieron con ella”, sostuvo la periodista asesinada.

Y continuó: “Solo pedimos justicia. Que intervengan los fiscales, por favor. No podemos tener un violador en la fuerza”. La denuncia del abuso había sido radicada en la justicia en 2019 por la oficial y también incluiría presuntas amenazas y maniobras de encubrimiento, delito por el que ahora está detenido el comisario en el caso del pequeño desaparecido.

Al informar sobre el escandaloso cierre del caso el diario Norte sintetizó: “Griselda Blanco era una periodista incisiva, una co­municadora social que utili­zaba su voz para denunciar injusticias y dar voz a quie­nes no la tenían. Su asesi­nato no solo fue un crimen contra una persona, sino también un ataque a la li­bertad de prensa. La forma en que la Justicia abordó su caso tiene un eco profundo en la sociedad, especialmen­te para el libre ejercicio del perio­dismo”.

El crimen de la periodista Griselda Blanco: cómo negar un femicidio

Fotos Sebastián Smok para lavaca.

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La tesis del gran bonete

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¿Cómo informar sobre femicidios? ¿Quién sabe cómo hacerlo? Una polémica tesis promocionada por Rita Segato desliza la responsabilidad del Estado a los medios, en momentos en los que el gobierno pretende derogar la figura legal de femicidio. Las falacias y generalizaciones que construyen una orden de silencio. 

Por Claudia Acuña

Las periodistas somos responsables de los femicidios. Mientras tipeo esta frase me invade un sentimiento que solo explica el clásico «no sé si reírme o llorar”.  Desde que la escuché pòr primera vez en el año 2020, de boca del entonces gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, hasta ahora, que la repite una integrante del movimiento transfeminista del Valle de Punilla, en Córdoba, han pasado varios años, pero aquella primera vez y esta última tienen un contexto en común: esas provincias habían sufrido en poco tiempo una serie de femicidios que sembraron protestas sociales importantes. En el caso de Jujuy, estaban todas sus rutas cortadas con adolescentes que sostenían cartulinas escritas a mano exigiendo justicia, mientras las fuerzas de seguridad disparaban gases para dispersarlas. En esta ocasión, en Punilla la movilización también fue masiva.

Lo que cambió, y no es poco, es otro contexto: en estos momentos el Estado argentino intenta imponer la derogación de la figura jurídica de femicidio.

Otro cambio: el ex gobernador Morales, por entonces interesado en que no se difundan las protestas –que por cierto fueron las primeras que azotaron su gobierno– citó a Rita Segato como autora de la tesis que responsabiliza a los medios de comunicación de sembrar femicidios, ya que al informar sobre ellos los contagiaba. En plena pandemia de coronavirus esa palabra significaba meter el dedo en una herida social. Investigué entonces de qué galera había sacado Morales ese argumento: había escuchado a Segato en una capacitación que la académica le dio a su gabinete, por zoom y en el marco de un programa financiado por ONU Mujeres. Cuatro años después ya tenemos un libro que lo justifica, con prólogo de Segato y suscripto por su alumna, la brasileña Daniela Gontijo. Tuve la oportunidad de conocerla en La Paz, Bolivia, cuando intenté conversar con ella sobre su tesis. Le pregunté si sabía que la Organización Mundial de la Salud había comunicado su autocrítica por solicitar a los medios que no informen sobre suicidios, un argumento que en su tesis es basal para extenderlo a los femicidios. Sigo esperando su respuesta.

La principal diferencia, sin embargo, es que ahora esa frase es repetida por una comunicadora y activista que ha participado de la organización de la protesta en el Valle de Punilla. Está preocupada, angustiada diría, por su rol. Y lo que es peor, insegura. Es ella, entonces, quien motiva esta nota, que escribo con hartazgo.

Las raíces de la información

¿Cómo se informa “bien” un femicidio? ¿De eso se trata este debate? No. Y por varios motivos. El primero es el primero: el término femicidio tiene una larga y dolorosa historia política y social. Resumo: la palabra encuentra sus orígenes en la expresión feminicide, “desarrollada inicialmente en el área de los estudios de género y la sociología por Diana Rusell y Jane Caputi a principios de la década de los 90 (…) concepto que surge con una intención política: desvelar el sustrato sexista o misógino de estos crímenes que permanece oculto cuando se hace referencia a ellos a través de palabras neutras como homicidio o asesinato” (Toledo 2009: pp23-24).

Tal como advirtió la antropóloga Marcela Lagarde al aplicarlo a la situación desesperada de Ciudad de Juárez, México, “femicidio no es solo una palabra: es toda una teoría”. ¿Qué teoría sostiene la palabra femicidio? La responsabilidad del Estado en estos crímenes. Explica Lagarde: “Son crímenes que no responden a una problemática derivada de la mal llamada violencia doméstica o intrafamiliar, sino que es parte de una problemática mucho más grave y compleja. La conexión entre el género y la clase social en los femicidios de Ciudad Juárez es clara: sus torturadores y asesinos actuaban porque querían y porque podían hacerlo, amparados por unas estructuras sociales y gubernamentales que propiciaban la impunidad de sus actos.” Esto decimos cuando decimos “femicidio”: lo sistémico de lo biográfico.

Esta concepción teórica y política aplicada a Ciudad de Juárez tuvo su consecuencia jurídica cuando el Estado de México fue condenado por la Corte Interamericana con el fallo conocido como Campo Algodonero. De ahí derivan todas y cada una de las herramientas legales que cada país latinoamericano fue obligado a adoptar para prevenir, erradicar y hacer justicia por la violencia que sufrimos mujeres, travestis, trans y diversidades sexuales.

¿Cómo señalar entonces en cada femicidio la responsabilidad estatal que lo propicia? De eso se trata este debate. La respuesta, digámoslo rápido y fácil, es el territorio.

Como marco teórico a esta territorialización de la información sobre la violencia femicida propongo leer Capitalismo Gore, de Sayak Valencia, escritora, filósofa y artista performática mexicana. Es su tesis doctoral de la Universidad Complutense de Madrid y, por eso mismo, es interesante conocer su origen porque leída hoy resuena como una respuesta contundente a esta otra tesis: “Originalmente la iba a hacer sobre epistemología feminista. Para mí era muy importante revisar cómo se producen ciertos grados de verdad o ciertas ficciones políticas que encumbran el conocimiento como algo que parece incuestionable si está mediado por el sello cientificista”. En eso estaba, entonces, cuando en un alto en sus estudios viajó a visitar a su familia a su Tijuana natal y en el camino que la llevaba del aeropuerto a su casa vio desde el auto y a la vera de la autopista un cadáver descuartizado. Así decidió cambiar el tema de su tesis y así nació un término –Capitalimo Gore– para  denominar aquello que la había sacudido: “el capitalismo gore sería la forma material de explotación que va atravesada de colonialismo, machismo, sexismo, crimen organizado, y corrupción”, sintetiza en una entrevista que le realizaron diez años después de la primera publicación.

Dirá también en esa entrevista Sayak Valencia: “El pensamiento es siempre contextual y si tratamos de hacer universalizaciones tajantes de ese pensamiento ya estaremos cayendo en una tentación solipsista, al considerar que tenemos las verdades absolutas sobre fenómenos que no serían explicables de manera sencilla en primera instancia. La necropolítica, la biopolítica y el uso de la violencia se dan de manera contextual porque su intensidad depende de los países, las condiciones económicas, lo gubernamental, lo social, lo cultural, en suma, dependiendo de la regionalización del mundo. No es igual de explícita la violencia racista contra ciertas poblaciones en territorios indígenas en México y la violencia racista que se da en Estados Unidos contra la población afro, que otro tipo de violencias como el negar servicios de salud a las poblaciones trans o a crear condiciones hostiles que provocan violencia y que terminan en una especie de necroadministración, o como dice Ariadna Estévez, en una administración del sufrimiento para que ciertas poblaciones sean dejadas de lado y mueran en ese apartamiento de lo social”. Esta última frase resuena especialmente en la actualidad y en la lucha de cada miércoles de las y los jubilados.

Reitera Sayak: “Creo que hay que seguir pensando lo biopolítico y lo necropolítico de manera contextual”.

¿Cuál es entonces el contexto en el que debemos fijar la atención ante cada femicidio y, mucho más, ante su reiteración producida en pocos días? El territorio. En el Jujuy gobernado por Gerardo Morales, en el Valle de Punilla azotado por la sistemática impunidad de los femicidios que allí se padecen, en las tramas de complicidad policial y judicial que han sembrado el terreno propicio para que la mimesis suceda, una y otra vez, sin sanción, ni contención ni reparación, que es finalmente aquello que expresa el grito de justicia que sin descanso nos hace oír el movimiento transfeminista organizado que también habita esas tierras, porque ya sabemos: donde hay criminalidad organizada en este país también hay resistencia.

En estos contextos, las órdenes de silencio no solo son peligrosas: suenan cómplices.

Emitirlas en nombre del saber es, además, perverso.

¿Quién sabe y quién no sabe informar sobre la violencia femicida? ¿De eso se trata este debate? No. Lo que tenemos que discutir es quién tiene autoridad sobre el saber. Y el saber es saber hacer resistencia a estas violencias.

¿Cuáles son las fuentes de información adecuadas, especialmente en tiempos en los que el poder se vuelve opaco e inaccesible? La narcocriminalidad ha impuesto esa barrera a la verdad del poder. Su privilegiada posición de economía “en negro” e “informal” ni siquiera nos permite conocer las cifras con las que maneja el mundo, en general, desde cada territorio en particular, pero sí alcanza para reconocer que aquello que llamamos ultraderecha tiene entre sus patrocinadores estos oscuros capitales que la promueven. ¿Hay entonces una relación entre la motosierra que destroza los pocos programas de contención de víctimas de violencia, la iniciativa de la administración Milei de erradicar la figura jurídica de femicidio y la manifiesta violencia misógina de la narcocriminalidad? Es pregunta.

También sabemos que eso que llamamos Academia, aquí en Latinoamérica, no ha producido investigaciones, estudios y publicaciones que relacionen la violencia femicida con el crecimiento de la narcocriminalidad, que en los territorios siempre tiene la forma de narcomenudeo porque esa es la lógica de gestión del negocio. Sí ha producido, y lo sigue haciendo, mucho análisis sobre los medios de comunicación que, en tiempos de redes virtuales, agigantan el rol de los formatos clásicos, en una operación que produce una restauración por repetición de marcos desactualizados –descontextualizando alcances de tiradas y audiencias, por ejemplo– y, a la vez, deslizan el eje del debate central: del Estado hacia los medios.

Ante cada femicidio hablemos del Estado. Narremos por ejemplo, el marco social-económico que afectó a víctimas y victimarios, nombremos los crímenes impunes sucedidos en ese territorio, los antecedentes de los fiscales encargados de investigar esos femicidios, los servicios y programas desmantelados en esa zona para prevenir y contener violencias, los funcionarios denunciados por violencia sexual, la cantidad de denuncias realizadas y cómo fueron atendidas, etcs y etcs.

Hablemos incluso de aquello que la política etiqueta como “inseguridad”, palabra detrás de la cual se esconden las tramas de complicidad policial-judicial (eso es el Estado) que alientan y sostienen las violencias.

Luego, si nos sobra tiempo, charlamos sobre el rol de los medios en la producción y reproducción de los femicidios.

Recién entonces, diré lo que puedo aportar al respecto, tras más de treinta años de informar, investigar y reflexionar sobre el tema y compilar información sobre casi 6.000 femicidios producidos en este país:

  1. Cuando era editora del principal diario de la Argentina recibí la recomendación de la Organización Mundial de la Salud sobre el peligro de informar sobre casos de suicidios, ya que provocaban contagio: resumo así la larga instrucción que señalaba ese peligro. En aquel momento el director del diario era Roberto Guareschi y encontré en él un aliado para imponer esa orden de silencio. Me pareció adecuada. Creí ser responsable de aplicarla y controlar que se lleve adelante, no solo en ese diario: enseñé a mis estudiantes a no informar. Cuando veinte años después leí la autocrítica de la OMS, admitiendo el contundente fracaso de esa restricción, aprendí la lección: en el periodismo el silencio nunca es opción. Tampoco lo es para una víctima de violencia.
  2. Cuando vi la tapa de un diario de México con la foto a toda página de una mujer colgada de un árbol, con la cabeza encapuchada, desnuda y con la leche maternal emanando todavía de su cuerpo destrozado comprendí aquello que escribió Sayek Valencia sobre la espectacularidad de la violencia: los medios completaban el trabajo de los sicarios. Ellos mataban a una mujer, los medios amenazaban a todo el resto. Estamos en Argentina, muy lejos de esa horrorosa maquinaria mediática de reproducción de la violencia. Estamos, además, en un oficio de periodistas profesionales, organizadas, formadas, muchas de ellas orgullosamente feministas y en gran parte, abrazadas a los movimientos sociales que las sostienen más que los medios donde trabajan en condiciones precarizadas, injustas, brutales. Ellas no lo son. Y es todo un esfuerzo no dejarse impregnar por la decadencia de la producción de noticias que hoy padecemos.
  3. Por último, hago mía las palabras de Helen Álvarez, la periodista boliviana integrante de Mujeres Creando, cuando en una mesa de debate con la autora de la Tesis del Gran Bonete, refutó: “No pienso dedicar un minuto de mi vida a discutir cómo mejorar medios comerciales, porque puede que logres que se escriba allí sobre un femicidio tal como pretendes que está bien, pero cuando das vuelta la página te vas a encontrar con un reportaje al jugador de fútbol que hizo el gol de la semana, sin mencionar que fue acusado de violación la anterior, y en la sección Economía, la noticia del ministro anunciando recortes de los programas sociales”. Como siempre, hay que contextualizar la frase: Helen fue la editora de la sección Economía del principal diario de Bolivia y es la mamá de Andrea, víctima de femicidio. Helen sabe.
  4. Por último, una noticia que nos da una pista sobre por dónde ir: en qué anda Sayek Valencia ahora. “Actualmente me encuentro investigando algo que denomino política post mortem, que son los agenciamientos prácticos que vienen de las personas que han sobrevivido a acontecimientos traumáticos y violentos. Es decir, son las prácticas, agenciamientos y acciones puestas en marcha por personas que han sufrido el asesinato, el femicidio o la desaparición de alguien que aman y que a partir de ese acontecimiento violento se han organizado para exigir justicia. Política post mortem sería esta forma de agenciamiento político que viene después de la masacre, después del trauma, después de la muerte de un ser querido, y que sigue luchando por esos muertos a través de las resistencias, de las búsquedas y de la dignificación del reclamo de justicia social”.
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