#NiUnaMás
Sin fronteras. Femicidios, crímenes sexuales y terrorismo
La socióloga mexicana Julia Monárrez Fragoso mantuvo un encuentro con Familias Sobrevivientes de Femicidios. Monárrez, creadora del término “femicidio”, es de las más prestigiosas especialistas en violencia contra las mujeres. Compartimos acá sus principales aportes durante el histórico encuentro, de Ciudad Juárez a Buenos Aires.
1.
El femicidio de sus hijas es parte de una historia de brutalización sexual. Una no puede leer esas historias sin estar dándose cuenta de esto. Y es un intento de aniquilación de mujeres. Las historias son parte de una historia de terror que, para nuestros países latinoamericanos y para otros países, tienen que ver con un proceso de larga data histórica de opresiones.
2.
Me llama la atención el marco utilizado por los tribunales. Este marco gira, en todas las historias de sus hijas, en torno a las ideas de consentimiento, de víctimas propiciatorias, de que ellas se pusieron en su camino y por eso, por su conducta, por su mala suerte, por su forma de vestir, por las amistades que tenían, por eso fueron asesinadas. Y en una de sus historias, ustedes, no me acuerdo quién de las mamás, dicen que las han hecho sentir a sus hijas como parte de desechos, de que son descartables. Y dicen: si hubiese sido la hija de alguien que tuviese más dinero, hubiesen actuado de forma diferente. Y yo les puedo decir que sí es cierto en toda América Latina.
Esta violencia que se ejerció en el cuerpo de sus hijas, que es una violencia sexualizada y que está en la carne de ellas, que es carne de su carne, nos muestra que hay varias cuestiones presentes: es un conglomerado, una maraña de categorías de discriminación que tienen que ver con el color de la piel, con su lugar de residencia, también con la clase social. Y esas categorías de diferencia y discriminación, de clase social, de raza, de residencia, no son para que una viva mejor, son para que las personas vivamos mal.
3.
Cuando aparece el término de femicidio, lo primero que dicen las que empezaron a trabajar en ese concepto para visibilizar la forma distinta en que las mujeres son asesinadas porque son mujeres, dicen que la relación no importa: puede ser un hombre conocido, puede ser desconocido, puede actuar individualmente, puede actuar en grupo.
4.
Es importante tener encuenta lo que yo llamo la situación de vida. Algunas de sus hijas dicen que es por la ingesta, consumo de sustancias tóxicas. Hay situaciones de vida, sobre todo en la adolescencia, cuando los y las adolescentes empiezan a conocer la vida y empiezan a conocer el mundo, y las sustancias tóxicas se usan para tres cosas: para cuestiones religiosas, para cuestiones de pertenecer a un grupo, y también se usan para el placer. Y eso ha sido a lo largo de los años. Eso no es razón necesaria ni suficiente para decir que no se le puede otorgar justicia a una chica, y en este caso a quienes quedan. Porque el femicidio no solamente victimiza a quien asesinan, sino que es una cadena de dolor que va hacia el padre, a la madre, a sus hermanos, y también a otras personas.
5.
A la forma que han sido asesinadas se le llama tortura sexual. Va más allá de la violación, porque en el momento en que Ciudad Juárez se presentaron los casos de las tres jovencitas la jueza Quiroga dice que las niñas habían sufrido tortura sexual porque se había dado una pelea muy fuerte por parte de ellas para permanecer en vida. Eso se ve en como tenían en sus uñas la piel de quien las había agraviado, también el haberlas atado de manos y pies era porque ellas estaban luchando por su vida. Todo eso es tortura sexual.
6.
Yo vivo en una de las ciudades más violentas del mundo que es Ciudad Juárez, tenemos a veces hasta 7 u 8 femicidios por día. Cruzando el río, la frontera, nos divide un puente, tenemos El Paso en Texas, que es Estados Unidos. Ellos no utilizan el termino femicidio ni violencia patriarcal, tienen un buen sistema de policías y los casos son investigados. Mientras que en mi ciudad son 2000 y pico de casos por año, ellos tienen 6 o 7. ¿En qué momento se desfondó la justicia en América Latina? En México los hombres tampoco tienen justicia. Es una economía de sombras, permeada por el narco: 144.000 personas desaparecidas en 16 años, 4.000 fosas clandestinas, cuerpos que aparecen todos los días mutilados. No tienen justicia. ¿Por qué en América Latina tenemos que ir a buscar abogados y abogadas, cuando en otras partes es el departamento de policías? Y cuando la policía no puede llaman a cuerpos especializados. Estamos en un desfonde de la justicia. Ni siquiera hemos podido poner la sentencia de Campo Algodonero: que no hablen de la vida de las niñas, de si el papá era bueno, esos son datos que no tienen que ver. Lo que tiene que ver es que hay alguien que ha muerto violentamente, en este caso es un femicidio, y tienen que investigar quién fue, sancionar, y aplicar la ley.
7.
Lo que llamé femicidios sexuales sistemáticos quiere decir que primero hay un secuestro de las niñas y adolescentes, hay una tortura en su cuerpo, hay una serie de violaciones y luego ese cuerpo se tira. Y ese tirar del cuerpo de la niña o adolescente significa que de alguna forma u otra le muestran a la sociedad el daño que le han hecho a ese cuerpo, a esa niña y también a sus familiares. Pero al mismo tiempo también lo presentan como un espectáculo para la sociedad. No sé si a usted le han dicho que es una mala madre, es un mal padre, que por qué no la cuidaron. Eso no está permitido. Una no trae a las hijas o a los hijos al mundo para que mueran. Además del femicidio hay un daño que se hace, se llama adscripción de género: es la misma sociedad que le dice a uno lo que tiene que ser una madre o un padre, pero nadie somos madre o padre perfectos. Pero en cuestiones de un femicidio, hablar sobre su maternidad, sobre su adscripción de género, o si su hija fue mala mujer, mala estudiante, tampoco se debe permitir. En el femicidio hay muchos daños que se reproducen exponencialmente. Yo me imagino que todos ustedes, todas ustedes, pierden el patrimonio que tienen buscando a su hija, pierden las noches de sueño, la alegría de la vida, el tiempo de vivirla. Solamente hay una gran diferencia: a las mujeres sí se nos permite llorar en público, pero a los hombres no se les permite llorar en público aunque sean los padres, contra ellos las agresiones son muy fuertes. Y su hija vive, su hija busca justicia por usted y por su esposo, en el momento en que ustedes dejen de pedirla, en ese momento ella ya no estará presente.
8.
Muchas personas intimidan diciendo: tú quieres lucrar con la muerte de tu hija. No, ustedes son jurídicamente víctimas, son víctimas de muchas fallas que ha habido en el Estado, y en los grupos que tienen poder económico, político, y de economías de sombra. Sé que, en Argentina, como en mi país, no hay ese acompañamiento a las víctimas, acompañamiento que contenga el dolor, aunque ese dolor va a estar siempre presente. El dinero no le va a volver a su hija, pero si ustedes son padres y madres que están en una lucha, su lucha va más allá de sus hijas, en algunos relatos dicen: queremos que no pase a nadie más; entonces ustedes se han convertido en quienes guardan la memoria de sus hijas pero al mismo tiempo es una memoria política, es una memoria de lucha, de liberación.
9.
Sus nietos tienen también derecho a la justicia, al reclamo, porque se les privó de la madre. En esta sociedad que tenemos la madre es lo máximo, pero en el femicidio se les olvida que muchas son madres, y que a esas hijas o hijos que les dijeron que estaban aquí para desarrollarse no les han permitido tener una madre que los acompañe en el trayecto. Y los deja con el recuerdo de una muerte artificial, no por deterioro natural, sino que alguien se dio la libertad de quitarle la vida a ella.
10.
En relación con las imágenes, esa es otra deuda que tiene el Estado; acá acaba de ser sacionada una ley, la Ley Ingrid, por la cual se castiga a quien difunda imágenes de víctimas de agresiones; ocurrió tras el femicidio de Ingrid en el que los agentes del Ministerio pasaron fotografías que no debían ser pasadas. Es muy complicado, ha habido una lucha muy grande. La normativa viene de Inglaterra, los años que ha durado un juicio de una joven que han publicado sus fotografías, aunque ganó el juicio y tiene una compensación, pero las fotografías todavía aparecen.
11.
Hay una cosa que está sobrevolando aquí y me gustaría decirlo de esta manera. Describir los años sufridos en los genitales del cuerpo de la joven, las partes del cuerpo en cuestión revelan la situación de vida, de piel, de lugares donde se vive, están ligadas a la cosificación pública y sexualizada. A sus hijas las vuelven cosas. Cuando no hay una justicia expedita, y no queda la verdad completa para quienes han sido los principales dolientes, hay una cosificación. Y eso se refiere solamente a ese fragmento de su cuerpo. Otro caso: en Canadá hay más de 1.500 mujeres indígenas que han sido asesinadas por ser mujeres, por ser indígenas y por ser pobres. El Papa llegó hace unos meses a Canadá y pidió perdón por lo que la Iglesia católica le había hecho a los niños y niñas indígenas, pero más allá de la Iglesia católica hay todo un movimiento que está recuperando lo que ellas llaman asesinato por cuestiones coloniales, por la división que hay entre los europeos blancos que llegaron a Canadá y las mujeres indígenas que estaban ahí. Las mujeres asesinadas son aventadas a los ríos, a las carreteras, a los lotes baldíos, y a los basureros. Y hubo uno en el cual una mujer en prostitución es asesinada, y para darle más realce al juicio enseñan fotografías de la vagina de una mujer troceada por el hombre con una navaja. Esto, si hubiese sido una mujer blanca, una mujer de clase alta, no lo hubieran permitido, pero como era una mujer indígena lo permitieron. Pero al estarse enfocando en lo que le hicieron a ciertas partes de cuerpo, se olvida que hay un agresor. No es el cuchillo el que destrozó, es la mano que introdujo el cuchillo. No es el palo que se introduce en la vagina, es la mano que introduce el palo. Y esa mano es una extensión del cuerpo de un varón o varios varones que tienen una mentalidad misógina, una mentalidad de muerte, y que saben que asesinar a alguien, que darle una muerte cruel, no tiene ningún costo en América Latina. Eso es algo que duele a los padres y madres, porque lastimó gravemente el cuerpo de su hija, y lastima también gravemente el cuerpo del padre y de la madre. Hay cosas que son privadas, ¿por qué la otra gente tiene que enterarse? No tiene que enterarse. Son primeramente las víctimas, y las y los deudos de la víctima, solamente ellos y ellas los autorizados a decir qué es lo que sale o no a la prensa.
12.
Yo siempre he dicho que las niñas y las mujeres son asesinadas por su sexo, por su género y por el lugar de residencia donde está. Pero además porque están inmersas en un contexto de bajos salarios. Es muy importante hablar de economía: porque una habla de violencia, de misoginia, del patriarcado, pero al patriarcado también se le debe decir que ha hecho sociedades completamente desiguales. Y al hacer sociedades desiguales ha hecho que se vulneren los derechos de niñas y mujeres. Esto no quiere decir que los hombres no sean vulnerados, pero ese es otro tema. Hay una economía de bajos salarios que produce personas con bajos valores. Especialmente para una economía de sombras que las incorpora para el tráfico ilegal de la prostitución y a otras para la industria del sexo.
13.
En América Latina la justicia se basa en chivos expiatorios y en la cuestión de la palabra, no hay evidencias. Insisto en llamar a la muerte de sus hijas como femicidios, pero además, como terrorismo sexual. Yo no sé si en femicidio en Argentina prescribe. El terrorismo sexual que es el que se hace en contra de las mujeres, y esta violencia sexual, esta brutalización sexual siempre va a estar ahí presente para buscar justicia.
14.
Yo lo que veo en el caso de su hija, como en los otros casos, es que para las mujeres sus cuerpos viven la muerte social. Si su hija anduvo en México, anduvo por todas partes, ella era una mujer que podría haberse cuidado ella sola. Dicen: no era tan inocente si estuvo de aquí por allá. Esto es la revictimización: volverlas a matar después de que han sido asesinadas. La muerte social es vivir en estos corredores de la muerte que llevan a estas niñas y a estas jovencitas a la muerte, y están de una forma u otra tolerados por el Estado. Todos los Estados y todas las naciones niegan que haya femicidios en sus países. Dicen: eso sucede en Ciudad Juárez. Y no, es igual. Todos los casos de ustedes, todos los asesinatos son individuales, pero al mismo tiempo es dentro de este gran sistema, que es un sistema diseñado para la muerte de las niñas y las mujeres. Y hablando en términos feministas, es una muerte sexualmente política porque se le está negando su derecho a transitar, a vivir su libertad. Los hombres temen menos que nosotras, temen menos una violación, un ataque masivo entre tres o cuatro hombres. En cambio la forma que es asesinada su hija y la forma que lo dan a conocer, les están diciendo a otras chicas: esto te puede pasar si tú quieres ser una mujer independiente, ser escritora, contar tu experiencia de vida, en tiempos de pandemia cuando hemos restringido a toda la población.
15.
Si no hubiese sido por el movimiento feminista y de derechos humanos que se alía a Ciudad Juárez no hubiésemos podido sacarlo de lo local, llevarlo a lo estatal, a lo nacional y luego a lo internacional. Fueron muchas organizaciones feministas las que estuvieron apoyando a las madres. Veo una diferencia entre México y Argentina: allá están los papas. En Ciudad Juárez eran las mamás solas, por eso decían este es un asunto de mujeres, pero es un asunto de mujeres, es un asunto de hombres, es de toda la sociedad y es un asunto del Estado, sobre todo. Es muy difícil. Primero se juntaron 5.000 firmas y vino la Comisión Interamericana. Ya en 2009 estábamos envueltos en lo que al principio llamábamos guerra contra el narcotráfico y ahora llamamos conflicto armado interno. Dicen: las mujeres son asesinadas porque son parte del narcotráfico, y cuando una ve los motivos por los que son asesinadas, quiénes son los asesinos, qué violencia se ejerce en el cuerpo, es que se dice que esto es también femicidio. Estos hombres que vienen en camionetas blindadas, con vidrios polarizados, se bajan tres o cuatro con uniformes militares, se llevan a las mujeres públicamente, y después dice el gobierno que son ejecuciones porque son narco reclutadas, que se lo buscaron por ser narcas. Hay que desmontar otro mito del gobierno. Se fue a CEDAW, estuvimos con amicus curiaes, han sido muchísimas cuestiones que se han hecho. Quiero poner aquí junto a ustedes que acá quien busca a su hijo, a su hija desaparecida, sabe que va a morir. Y de hecho tienen que pedir permiso al crimen organizado, le dicen: pedimos permiso a los narcos para buscar los huesos de nuestras hijas. Se han formado organizaciones que están ahí luchando para la preservación de la vida ante un gobierno que prometió muchas cosas y que estamos en peores condiciones.
16.
La memoria es algo que el cerebro guarda. La memoria nunca es igual. Cuando nos dicen: porque en ese momento dijo tal cosa, y hoy tal cosa. Una es selectiva con la memoria. Y al momento de hablar, lo hacen con los sentimientos de dolor que hacen que se acuerden de tal dato. No es lo mismo testimoniar desde el dolor y el sufrimiento que testimoniar desde el encubrimiento. El encubrimiento es una mentira, lo otro es el dolor que habla y que selecciona lo que cree que en un sistema de impunidad puede hacer accionar al Estado.
17.
Quisiera volver a decir que hay una política de control de la sexualidad en las niñas y las mujeres en Argentina, y se extiende a muchos países. Son ustedes en Argentina quienes nos han enseñado el valor de la lucha desde el momento que pusieron la categoría de desaparición forzada como una categoría política. Son ustedes en Argentina quienes nos han enseñado que de un conflicto como el que tenemos en México podemos salir adelante, reintegrando eso que fue fragmentado y nos han entregado incompleto: el cuerpo de las hijas que fue mancillado y maltratado. Eso ustedes lo han enseñado.
18.
¿Qué se hace para lograr justicia? En nuestros países se lucha, porque no es un derecho. Aunque sea un derecho, no está otorgado.
#NiUnaMás
Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye
Por Dolores Reyes y Camila Vautier. Este miércoles 5 a las 13.30 se conocerá la sentencia sobre el crimen de Otoño Uriarte en Cipolleti, Río Negro. “Una vez más, una chica hermosa y bienamada descartada entre ramas y restos de basura” escriben Dolores y Camila sobre el caso de la menor asesinada en 2006: tenía 16 años.
Dolores Reyes es una de las más relevantes escritoras argentinas del momento y una mujer capaz de entender como pocas estos tiempos tormentosos. Fue además perseguida por el oficialismo y sus trolls por su tremendo y maravilloso libro Cometierra. Camila Vautier se define como periodista feminista, socorrista y sureña.
Ambas han trabajado juntas este artículo para lavaca. Los detalles de lo que pasó. La movilización y los testimonios. Los niveles de impunidad que suman en muchos casos más años que los que tenía la víctima. La expectativa sobre el tribunal (María Florencia Caruso Martin, Amorina Liliana Sánchez Merlo y Juan Pedro Puntel) y la posibilidad de lograr un bien siempre esquivo: justicia.
Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda.
Pasaron 18 navidades sin Otoño Uriarte
18 cumpleaños sin Otoño
18 años se cerraron sin Otoño e infinitos están por comenzar
18 años de impunidad es mucho tiempo, demasiado, y una constante que abruma: En nuestro país la impunidad es más larga que la vida de nuestras chicas muertas: 17 años Melina Romero, 9 años Nair Mustafá, 16 Lucía Pérez. La injusticia eterna para todas ellas se ha convertido en nuestra gran vergüenza nacional.
En la sala 6 de la Oficina Judicial de Cipolletti, el calor es agobiante. Son las 9:40 de la mañana del 26 de diciembre de 2024 y la audiencia lleva cuarenta minutos de demora por la ausencia de uno de los acusados. En esa sala se están por escuchar los alegatos finales del proceso judicial que debía sacar a la luz la verdad sobre el femicidio de Otoño Uriarte, desaparecida la noche del 23 de octubre de 2006 en Fernández Oro, hallada sin vida seis meses más tarde en el desarenador de un canal de riego. Una vez más, una chica hermosa y bienamada descartada entre ramas y restos de basura.
Roberto Uriarte, el padre de Otoño, frente al Tribunal que este miércoles dictará sentencia sobre el crimen de la menor asesinada. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
La tensión en el aire se siente al respirar. De un lado, espera sentado Roberto Uriarte, el papá de Otoño. Con su remera negra y el pelo largo y canoso, parece haberse vuelto un experto de la espera. Ya hace tiempo que no cree en la justicia, en ese poder judicial al que denuncia como parte del “entramado de complicidad y encubrimiento que hubo en estos 18 años”. Pero ahora en sus ojos hay un dejo de tristeza todavía más profundo: la verdad, esa esperanza última que es tanto su derecho como el de su hija, amenaza también diluirse.
Aun así, se aferrará a ella hasta el final y se lo verá siempre presente, exclamando ante quien preste un micrófono o un oído, que todos están esperando la verdad para Otoño, porque justicia sería que ella continuase entre los suyos invenciblemente viva.
Las audiencias son tan largas, densas y dolorosas que en cada una de ellas el tiempo parece detenerse. En la sala declararon los testigos –varios de ellos bajo amenazas–, los vecinos que la vieron por última vez, las amigas que estuvieron con ella el último día, su familia, los expertos, los peritos, el médico forense.
Algunos de los acusados. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
Algunos, pocos, policías. Como el comisario ahora retirado Ives Vallejos, jefe de la comisaría local en ese entonces, quien, pese a la relevancia del caso, dijo casi no recordar prácticamente nada de él. Vallejos no pudo explicar cómo supo la vestimenta que llevaba Otoño el día de su desaparición para describirla al detalle en el radiograma emitido minutos después de que el padre realizara la exposición policial. El papá de Otoño no se lo había dicho porque ese día se había ido a trabajar temprano, sin siquiera ver a su hija.
O el actual ministro de Seguridad y Justicia de Río Negro, Daniel Jara, quien declaró luego de que Roberto Uriarte fuera a pedirle personalmente, durante el acto por el día de la Policía, que se presentara a declarar de manera presencial y no por escrito, como iba a hacerlo, amparado en una acordada del Superior Tribunal de Justicia. Jara encabezó la comisión policial investigadora del caso y sostuvo que “la evidencia siempre apuntó a los acusados como responsables del crimen”.
También desfilaron por el juicio los cuatro imputados que se dijeron inocentes o se echaron culpas entre ellos e incluso hacia la cúpula policial, sombríos, llegando tarde o quedándose dormidos en pleno juicio. La abogada de la familia Uriarte, que hizo lo imposible por juntar testigos y pruebas, presentando los elementos que posibilitaron este juicio por Otoño un día antes de que el caso prescribiera para siempre, y los abogados defensores, algunos ya con historial de representar acusados por violencia de género, con sus trajes y su indiferencia como escudo.
Afuera, en las puertas del juzgado, el amor y el deseo de que este feminicidio brutal se esclarezca de una vez juntaba a las amigas de Otoño, a sus hermanas, a su familia, a sus profesoras de la escuela. Se pasaban el mate en ronda mientras empapelaban las paredes con la cara de Otoño, con los ojos de Otoño, con las ilustraciones de Otoño que llevan casi dos décadas pidiendo verdad. También se pasaban consejos para soportar. La injusticia multiplica el daño y para todas ellas el juicio fue revivir todo eso que desde hace 18 años habían tratado de guardar muy adentro, hecho una bolita detrás del corazón, para de alguna manera poder seguir con sus vidas. Pero abajo de las montañas de bronca y de la tristeza que se vuelve insoportable, Otoño hecha carne en sus cuerpos sigue ahí. Algunas tomaban té de valeriana, tilo. Otras llegaron hasta el clonazepam. Soportar es difícil y Otoño vuelve hasta hecha pesadillas.
La abogada de la familia Gabriela Prokopiw. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
En la sala a Roberto lo sigue Gabriela Prokopiw, abogada querellante, y en el otro extremo, la fiscal Teresa Giuffrida. Enfrente, con los rostros entre las manos, los cuatro acusados de secuestrar, ultrajar y torturar a Otoño hasta su muerte, parecen hacer envejecido por portar una maldad infinita, que niega no ya la vida a sus víctimas, sino el simple derecho a la verdad.
La audiencia de alegatos finales es la última oportunidad de la acusación para demostrar la responsabilidad penal de los cuatro: Néstor Ricardo Cau, su hermano José Iram Jaffri, Maximiliano Lagos y Germán Ángel Antilaf, como coautores de la “privación ilegítima de la libertad agravada por la duración, participación de más de tres personas, por ser la víctima menor y por el resultado muerte”, de Otoño Uriarte. No feminicidio porque en 2006 esa figura no existía en el Código Penal argentino –se incorporó recién en el 2012– y, además, porque la escasez de pruebas contundentes impediría una condena bajo esa calificación legal. Sólo hay indicios, dirá la fiscal.
Y la justicia, una vez más, se nos escapa.
En ocho horas el juicio por Otoño llegará a su fin, Un proceso que parece no juzgar solo a sus asesinos, sino desdoblarse sobre sí mismo para demostrar cómo funciona en nuestro país la justicia para las mujeres.
O cómo no funciona…
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Otoño tenía 16 años cuando fue desaparecida mientras volvía a su casa en la zona de chacras de Fernández Oro, un pequeño pueblo del Alto Valle de Río Negro que en ese entonces no tenía más de 6.000 habitantes y en el que sus vecinos decían conocerse “todos con todos”.
Tras su desaparición, gran parte de la comunidad se movilizó para encontrarla. Marcharon todos los días durante seis meses, empapelaron el pueblo y las ciudades cercanas con un cartel que decía “se busca” y la cara de una Otoño sonriente, desbordante de posibilidades de futuro, absolutamente viva. Rastrillaron cada chacra, cada pastizal y cada descampado. Dieron vuelta cielo y tierra en busca de cualquier indicio que les dijera que esa pesadilla no podía ser cierta, que Otoño tenía que volver.
En la parroquia del padre Pancho se organizaba la logística y se reunían a rezar. El polideportivo del pueblo era el punto de encuentro tras la jornada de búsqueda para escuchar el parte policial. “Sin novedad”, era la respuesta. “Sin novedad”, como se repite un mantra indiferente que adora a algún dios que hace tiempo nos ha abandonado.
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La fiscal Teresa Giuffrida viste un blazer color crema y una pollera tubo, es la primera en hablar. “El paso del tiempo conspira para que tengamos detalles certeros de todo lo que ocurrió en este hecho entre el 23 de octubre de 2006, que es cuando desaparece Otoño, hasta el 24 de abril de 2007 que es cuando se encuentran sus restos”. Así comienza su alegato y continúa: “Pero más allá de que no podamos tener todo por acreditado, detalles certeros de lo que ha ocurrido, hemos podido acreditar circunstancias que permiten establecer la responsabilidad penal de cada uno de los imputados que ha llegado a este juicio”.
Algo importante, dice: “El día 23 de octubre de 2006, cuando Otoño sale de su casa para ir a la escuela, no pasaba por su cabeza que no iba a regresar”.
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Ese lunes Otoño se sentó donde lo hacía siempre: sobre la ventana, tercera fila de su aula, la primera que se ve al entrar. Había salido de su casa temprano, había dejado a su hermano menor en la parada del colectivo, se había encontrado con su amiga Leire –quien la esperaba para ir juntas a la escuela–, había dejado la bicicleta en lo de su compañera Ercilia para seguir caminando rumbo al CEM 14, donde cursaba el tercer año de secundaria.
Después se quedó contraturno a la clase informática, fue a educación física, asistió a la clase de voley y a eso de las nueve de la noche pasadas, se encontró con Federico Saavedra en la Plaza María Elena Walsh. Caminaron juntos por la avenida Cipolletti, llegaron hasta la rotonda y siguieron por la ciclovía paralela al ferrocarril.
“Cruza la vereda. La veo cruzar de una vereda a la otra y seguir caminando como a una cortada a la calle Libertad. No veo si ella sigue o dobla. En la pista había chicos jugando a la pelota, se viene la pelota a los pies de mi marido. Me doy vuelta riéndome. Camino para atrás, levanto la cabeza y veo a una persona. Iba cruzando el puente. Es lo último que veo: ella caminando con su colita alta” declaró Silvina Troncoso, una de las últimas personas en verla desde la pista de atletismo.
Esa noche, Federico Saavedra volvió a su casa, pero Otoño nunca regresó.
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Desde un principio, se pensó que la desaparición podía estar ligada a la trata de personas para la explotación sexual. El 9 de abril de 2007 esa conjetura cobró fuerzas cuando el diario Río Negro publicó unas escuchas telefónicas, halladas en el marco de la investigación por el paradero de Otoño, que dejaban al descubierto la connivencia entre efectivos policiales de la Comisaría 8° de Choele Choel y proxenetas.
Recién en ese momento la jueza a cargo del caso, María del Carmen García García, tomó la decisión de cambiar la carátula de la causa de “averiguación de paradero” a “privación ilegítima de la libertad”, una medida que era reclamada desde siempre por la familia.
En ese momento comenzaron a llegar llamadas anónimas que indicaban haber visto a Otoño en prostíbulos de distintos puntos del país. Dijeron que estaba en la Triple Frontera, en Posadas, Concordia, Córdoba, Tucumán, Córdoba. El 24 de abril de 2007, día que el cuerpo de Otoño fue hallado sin vida dentro del canal de El Treinta, en Cipolletti, Roberto Uriarte se encontraba en Santa Cruz siguiendo una de estas pistas. Hay quienes dudan de que ese llamado, que resultó contener información falsa, haya sido una casualidad.
El subjefe de la Policía de Río Negro en ese entonces era Víctor Ángel “Tito” Cufré, quien fue el primero en declarar ante los medios estar “convencido de que Otoño se fue de su casa por su propia voluntad”. Cuatro años después, el gobernador Saiz lo ascendió a secretario de Seguridad y Justicia de la Provincia. Actualmente, Cufré se encuentra con prisión domiciliaria por las muertes de Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco, de 29 y 16 años respectivamente, ocurridas durante la represión policial del 17 de junio de 2010 en Bariloche, tras el asesinato, también en manos de la Policía, de Diego Bonefoi.
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En este juicio, no se juzgó ningún tipo de complicidad, mal desempeño o responsabilidades de policías y funcionarios judiciales sino que se focalizó únicamente en los cuatro imputados. Para ampliar responsabilidades habría que esperar a un segundo juicio y el cansancio de los 18 años se hace sentir.
Mientras tanto, los restos de Otoño, finalmente en manos de quienes la amaban, volverán a las montañas, las playas y los lugares que ella conoció y supo querer, libres de las sombra putrefacta de sus asesinos y libres también de la impunidad exasperante de una justicia lenta e inficaz: [1] de más de veinte feminicidios en Cipolletti solo el de Agustina Fernández obtuvo una condena ejemplar.
“No hay prueba directa pero sí hay indicios”, dijo la fiscal. “Y el valor que se le tiene que dar, pido que sea el que dice el Superior Tribunal de Justicia: los indicios, de manera concatenada y ordenados entre sí en base a los principios de la lógica, la experiencia y el sentido común permiten afirmar responsabilidad penal. No debe haber un análisis de los indicios por separado, el análisis es global”.
¿Cuáles son esos indicios? “Primero, el acoso, los imputados la estaban acosando”, aseguró la querellante Gabriela Prokopiw. Luego, la desaparición de la bicicleta de la casa de Ercilia y posterior aparición en casa de los hermanos Cau-Jafri, las pericias odorológicas que indicaron la presencia de olor de Cau, Jaffri y Lagos en el nylon hallado en cercanías a la usina donde fue encontrado el cuerpo, la presencia de perfil genético de Jaffri en la bombacha de Otoño. La declaración de Héctor Candia, ex amigo y compadre de Maximiliano Lagos, quien contó que este en una cena le confesó “que su tío el Cacha Pelada y su tía la Turca le habían pagado para ir a buscar a Otoño a un lugar especificado y que él la había llevado a la casa de unos hermanos, que ahí la habían tenido a la chica forzada unos días hasta que el Cacha Pelada le dijo que tenía que deshacerse de ella porque se le había complicado todo”. El nombre real del “Cacha Pelada” es Luis Miguel Ayala, uno de los narcotraficantes más conocidos de Allen, asesinado en 2011.
Roberto Uriarte durante el juicio. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
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A las seis de la tarde de un día extenso hasta la crueldad, en las puertas de la Oficina Judicial de Cipolletti, se descuelgan las banderas en donde la imagen de Otoño se reproduce como un mantra. Familiares y amistades se abrazan, se consuelan, se dan fuerzas para el día siguiente. En las paredes quedará el rastro de estos días de espera y lucha. Ahora, la suerte está en manos de los jueces María Florencia Caruso Martin, Amorina Liliana Sánchez Merlo y Juan Pedro Puntel.
El 5 de febrero a las 13:30 darán su veredicto y en él, quizás resida la última oportunidad de que la justicia salve para sí misma algunas migajas de credibilidad.
Para los imputados esperamos la cárcel que los aleje de las calles y de las otras pibas.
Para Otoño, memoria viva en los corazones y las paredes de Fernández Oro, su verdad.
Actualidad
Una marcha que hace Historia
Por Claudia Acuña y María del Carmen Varela
Hay algo de revolución en este día que hará Historia y es una de las clásicas, que deja al mismo tiempo perplejas a las bibliotecas, sacude las cabezas, cuestiona a la política partidaria y enciende los sentimientos sociales. Es, además, de aquellas alegres y rabiosas, pero sobre todo, poética. Es lógico: si hay alguien a quien atribuirle la primera puntada que hizo posible esta jornada imposible es a una bordadora de esas bellas artes. Susy Shock fue quien comenzó a señalar el horizonte de esta utopía con precisión: un frente antifascista. Lo repitió tanto y en tantos lados y durante tanto tiempo, que cuando llegó el momento de escoger una palabra para esta convocatoria brotó ese término, como una flor que nace con el riego de los tiempos urgentes.
A las trabajadoras sexuales de Constitución, en general, y en la voz de Georgina Orellano en particular –a quien días antes vimos azotada por las botas policiales– les debemos la puntada que la unió con la siguiente: antirracista.
Susy Shock . Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
A las travas históricas, el coraje y la memoria, que sonó como advertencia o como reto y que sintetizó la voz disonante expresada por Marlene Wayar: “Estamos cansadas de luchar porque sus manos son débiles”.
El reloj, en cambio, lo marcaron las infancias y adolescencias: el sufrimiento concreto con el que castigaron sus vidas esas palabras crueles infringidas desde lo más alto del poder institucional.
Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Dirá hoy la actriz trans Flor de la V: “Ese es el límite. Desde que asumió este gobierno hace un año y meses, no paran de agredirnos, de decirnos cosas horribles sobre nuestras identidades y lo que sucedió en Davos fue la gota que rebalsó el vaso. Hasta ahí llegamos. Tenemos una ley de género que deben respetar y una de matrimonio igualitario que no pueden ignorar. La verdad es que hace décadas que nos bancamos el maltrato y el desprecio de una sociedad, pero hoy con leyes que nos reconocen, no lo vamos a permitir más”.
Flor de la V Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Juana y Agos, de El Teje –una organización autogestiva dedicada al cuidado de las infancias trans y no binarias– lo sintetizan así: “Había que decir basta para demostrar que la calle nos pertenece, que la palabra libertad nos pertenece, por sobre todas las cosas, para demostrar que las personas a quienes no quieren dejarnos existir somos aquellas que más unimos a esta sociedad”.
Poetas, putas, travas, infancias, adolescencias y juventudes trans y no binarias, las más empobrecidas, las más castigadas, las últimas de la fila se pusieron al frente y convocaron a mover este mundo horrible al que nos quieren condenar.
Lo siguiente fue la marea que emerge, brava y colorida, para desafiar las violencias. Ese tesoro social que tiene la Argentina y que nadie, nada, nunca, puede ni predecir ni controlar.
Una vez más el Nunca Más.
Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
El plan
Otra vez Juana: “Este ataque es parte de un plan económico que impone quién accede al capital y quién no, quién accede al trabajo y quién no, quiénes acceden a qué tipo de trabajo y quiénes no. Quiénes tienen que hacerlo en la prostitución, quiénes tienen que empobrecerse para que unos pocos puedan tener mucho acceso al capital”.
Agos: “Para frenar el fascismo y estos discursos de odio poner el cuerpo es una estrategia eficaz, por eso estamos todes acá, pero formar parte de El Teje me hizo darme cuenta de que una buena forma de enfrentarlo es parar la bola, escuchar y bajar el ego”.
Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Juana: “Y armar red. Lo que propone el fascismo, lo propone desde la individualidad. Si logramos combatir este plan económico que nos obliga a tener dos, tres trabajos que nos sostengan, es a partir de preguntarle a la persona que tenemos al lado –no importa si es de nuestra comunidad o no– cómo estás, qué necesitas, en qué te puedo ayudar”.
En la calle, los obreros de la UOCRA saludan eufóricamente a las columnas y los bancarios sacuden abanicos con los colores de la diversidad. Los jubilados y jubiladas bailan. Las parejas con canas sostienen carteles hechos con cartón que proclaman “Basta de fascismo” y un joven alza su cartulina escrita con marcador azul para recordar: “El pedófilo no era gay: era tu diputado”, en referencia a Germán Kiczka, el legislador de la oficialista La Libertad Avanza, cuya causa por abuso infantil fue elevada a juicio el 21 de enero.
Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
El balcón es para dos estrellas, María Becerra y Lali Espósito, que saludan a la multitud mientras le cantan “¿Quiénes son?”, una complicidad espontánea y profunda, que sólo se comprende con el resto de la letra:
“Yo tiro flores, bebé.
No tengo tiempo pa`nada,
menos para atajar tu agresividad”.
Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
#NiUnaMás
Enero femicida: los datos y conceptos que hay que recordar
Julia Monárrez Fragoso es antropóloga, profesora e investigadora. Vive en Ciudad de Juárez, México, y todos estos saberes y circunstancias la convirtieron en una experta en el crimen sistémico de mujeres. Como perito de la Corte Interamericana de Derechos Humanos tuvo que dictaminar en el caso conocido como Campo Algodonero: allí creó la relación entre el término femicidio sexual sistémico y la ley penal para fundamentar por qué el Estado era responsable de los crímenes de esas mujeres. Ese dictamen fue fundamental para condenar a México y con esa sentencia se ha construido toda la arquitectura jurídica que ahora la Presidencia de Javier Milei intenta desarmar, sin ninguna posibilidad de concretarlo. Sus dichos, coronados por el golpe bajo del ministro de Justicia Cúneo Libarona (“vamos a terminar con la joda de género”), parecen apuntar a imponer un debate dónde no lo hay, por eso mismo conviene hoy conocer datos y recordar argumentos ya que lo hace en pleno enero, mes históricamente record en estos crímenes. Este no ha sido la excepción:
29 femicidios en 31 días.
La víctima más joven tenía 19 años; la mayor, 80.
Una era madre de 7 hijos y en total la violencia femicida dejo huérfanas a 17 infancias.
La característica particular de este enero es la cantidad de mujeres miembros de las fuerzas de seguridad asesinadas por sus parejas, también policías. En un solo domingo hubo 3 víctimas asesinadas con el arma reglamentaria.
Por qué son femicidios los femicidios
Nos explica Julia, quien generosamente nos acompaña en el Observatorio Lucía Pérez con su mirada experta: la figura de feminicidio refiere a la responsabilidad que tiene el Estado en estos crímenes:
“El feminicidio sexual sistémico es el asesinato de una niña/mujer trans cometido por un hombre, donde se encuentran todos los elementos de la relación inequitativa entre los sexos: la superioridad genérica del hombre frente a la subordinación genérica de la mujer, la misoginia, el control y el sexismo.
No solo se asesina el cuerpo biológico de la mujer, se asesina también lo que ha significado la construcción cultural de su cuerpo, con la pasividad y la tolerancia de un Estado masculinizado.
Los asesinos, por medio de los actos crueles, fortalecen las relaciones sociales inequitativas de género que distinguen los sexos: otredad, diferencia y desigualdad.
Al mismo tiempo, el Estado, secundado por los grupos hegemónicos, refuerza el dominio patriarcal y sujeta a familiares de víctimas y a todas las mujeres a una inseguridad permanente e intensa, a través de un período continuo e ilimitado de impunidad y complicidades al no sancionar a los culpables y otorgar justicia a las víctimas.
El Estado lo acepta y al mismo tiempo lo presenta y lo formula como un cuerpo coherente de violencia sistémica contra las mujeres, con ideas y principios que permiten que se lleve a cabo regularmente.”
Julia Monárrez Fragoso: los crímenes de ciudad de Juárez, México, como clave para analizar los femicidios.
Sintetiza Julia: “el feminicidio/femicidio es una palabra que tiene la potencia de nombrar las razones patriarcales por las cuales las mujeres son asesinadas por parte de los hombres”.
Lo que buscan entonces es silenciarnos.
Podés leer en este PDF el artículo académico completo de Julia Monárrez, donde detalla el origen histórico y semántico del término, su apropiación como bandera de varios movimientos sociales de diversos países latinoamericanos y también lo conquistado y ahora en riesgo.
El desafío, tal como nos advierte Julia, es escapar de las simplificaciones y complejizar hasta “concebir una unidad entre el sufrimiento individual de víctimas y familiares de víctimas, y las estructuras económicas, políticas y sociales que lo sostienen, requiere tener en cuenta la hermenéutica social del sufrimiento”.
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