Nota
Confirmada la desaparición forzada de César Monsálvez, 13 años
Como lo anticipó Mu en su número 67 de julio del 2013, se confirmó que el caso de César Monsálvez, 13 años, es una desaparición forzada ocurrida en Trelew, Chubut. La investigación completa que anticipó este caso.
Como lo anticipó la revista Mu en su número 67 de julio de 2013, se confirmó que el caso de César Monsálvez, 13 años, es una desaparición forzada ocurrida hace casi un año, plena democracia, en Trelew, Chubut. Aquí publicamos El triple enigma, la investigación completa que anticipó este caso, que ahora hizo que la Cámara de Casación aparte al juez y al fiscal y denuncie el modo en que policía y justicia difamaron a la víctima, con lo que de hecho se convirtieron en cómplices de la desaparición. Un caso que tiene tanta gravedad como los de Iván Torres, Julio López y Luciano Arruga. El fallo lleva la firma de los jueces Gustavo Hornos, Juan Carlos Gemignani y Mariano Borinsky.
El triple enigma
¿Tres casos encadenados? Las vejaciones a un menor de edad en una comisaría, el asesinato de un testigo protegido, y la desaparición y muerte de un chico de 13 años. La violencia institucional en Chubut y su encubrimiento judicial. Los grupos que no se resignan y los familiares que logran vencer al miedo.
En el bar de Trelew hay una pantalla de televisión clavada en un canal porteño de noticias. Allí muestran el “caso Ángeles”, el crimen, el portero, los familiares, los panelistas, los expertos. Las palabras vacías sirven para llenar minutos, horas, existencias. El volumen está en cero: no sé a qué dios o camarero agradecerle. Se pueden ver la temperatura y los baches y los famosos de Buenos Aires, que para los medios autodenominados “nacionales” son más relevantes que la conversación que sostengo en este bar.
Me hablan sobre tres historias encadenadas. Tres “casos”, como se denomina a personas y crímenes en jerga jurídico-periodística. Cualquier científico, productor de noticiero, o detective en serie celebraría descubrir que pueden ser presentados como los casos A, B y C:
- Caso A, de Adolescente de 16 años, ilegalmente detenido, torturado y vejado por ocho (8) policías chubutenses en la Comisaría 2º de Trelew, el 18 de enero de 2012. Reitero: 16 años.
- Caso B, de Bruno Rodríguez Monsalve, 22 años: detenido en la misma comisaría y testigo del Caso A. Decidió denunciar la situación. Le tomaron una declaración anticipada en cámara Gesell. Para preservarlo de la policía, las autoridades provinciales lo consideraron testigo protegido. Fue asesinado de tres puñaladas el 26 de marzo de 2012. Reitero, 22 años.
- Caso C, de César Monsalve, 13 años, desaparecido desde el 27 de mayo último, sobrino de Bruno (Caso B). La familia, la abogada y la Cámara Penal plantean que podría tratarse de una desaparición forzada cometida por la policía, encadenada a los Casos A y B. Pero el fiscal de turno Fabián Moyano está visiblemente colocado: plantea el caso como el de una persona extraviada, una averiguación de paradero. Y la investigación está en manos de la propia policía. Edad de César al momento de desaparecer: 13 años.

Cintia, la madre de César. Su cuerpo apareció mientras Mu estaba haciendo la investigación: lo encontraron a 300 metros del Museo que recuerda la Masacre de Trelew.
Un violado, un asesinado y un desaparecido. Dos de ellos menores de edad. Y como corresponde a toda trilogía, hay un cuarto componente, inevitable en Trelew: el asesinato a golpes de Julián Antillanca y la conmovedora movilización generada por su padre César, albañil, en búsqueda de justicia.
El nexo que une a todas estas historias podría ser la policía jugando un rol de autoría, complicidad o sospecha, según el ojo con que se mire. El poder judicial funciona muchas veces como máquina de absolver, salvo el bingo de algunas excepciones. Todo queda en manos de familiares, amigos, abogados y vecinos que no se resignen a la impunidad.
En el bar, Fernando Almonacid y Estela Álvarez, los padres del chico del Caso A, tienen el alma inundada. Él es empleado de mantenimiento en una obra social. Ella es portera de escuela. Fernando me mira perplejo: “Yo tengo el privilegio de tener a mi hijo vivo”. Estela se pasa la mano por las mejillas mojadas: “Intentó suicidarse tres veces. Pero le decimos que tiene un futuro por delante. A Bruno lo mataron, y César está desaparecido ¿Qué es esto?”.
No sé qué es esto: hay espacios del mal para el que nos estamos quedando sin diccionarios. Todavía no es muy nítido qué canal está mirando el resto de Trelew. Pero sí resulta evidente que yo escribo, usted lee, el poder judicial flota y la televisión llena vacíos propios y ajenos, mientras un chico de 13 años está desaparecido cada minuto que pasa. Quito los ojos de la indignación de Fernando y Estela: en la pantalla dejan descansar a Ángeles, anuncian un debate sobre las PASO con candidatos que sonríen ya maquillados, y comienza el espacio publicitario.

Caso A: Fernando y Estela, padres del menor torturado y vejado en la Comisaría 2 de Trelew, que motivó el descabezamiento de la cúpula policial
Caso A: captura
Los chicos volvían de un baile. El adolescente, su novia, un par de amigos. Enero 18, 2012. El muchacho trabajaba ayudando al padre como empleado de mantenimiento. No tenía antecedentes, conflictos con la policía, y hasta filmaron ese regreso con sus celulares, corriendo, haciendo bromas y jugando: 16 años. En el camino tuvieron un incidente con el conductor de una camioneta Trafic, que casi los había atropellado. Cuando llegaban a la casa del chico, en el barrio Presidente Perón, aparecieron los patrulleros y saltaron sobre él, y lo arrancaron de las rejas a las que se aferraba gritándole a su madre. Estela: “Era antes de las 7 de la mañana, todo el barrio es de gente trabajadora como nosotros. Fernando ya se había salido porque entra a las 7. Yo tomo pastillas para poder dormir y no escuché”. Los gritos hicieron salir a los vecinos. Los policías golpeaban con excitación. Los vecinos pedían que se llevaran al de la Trafic que era el que los había embestido, que dejaran de golpear al chico, que esa era su casa y adentro estaban sus padres. Todo inútil: subieron al menor al patrullero, lo que en sí mismo fue injustificado e ilegal, aunque parte de la violencia institucional consiste en que las palabras no signifiquen nada.
Estela habla con la fluidez de la desesperación: “Un vecino me despertó y dijo ‘a tu hijo lo golpearon feo, iban para la comisaría’, como estamos a cuatro cuadras de la Seccional 2º llegué en 5 minutos, imagínese, y ellos decían que mi hijo le había tirado una piedra al patrullero y otro decía que le venía pegando a la novia, o que habían recibido un llamado, todas mentiras como se vio después en el juicio, si hasta a la novia la detuvieron por el lío que armó para que no se lo llevaran, y la tenían también a ella y después la dejaron conmigo, pero ahí yo estaba angustiada esperando con mi otro hijo y mi nuera, serían las siete y cinco (según el expediente: 7.08), hasta que a eso de las ocho y cuarto (8.10), me entregan a mi hijo todo golpeado y mojado”. Calla para respirar, y para llorar.
El infierno
En la Comisaría 2º, según quedó verificado en el juicio que se hizo en marzo de este año, el menor estuvo durante esa hora entera, lo cual en sí es una aberración, mientras su familia reclamaba en la sala de guardia que lo entregaran. Fue “alojado” en un pasillo, entre los calabozos y la Cuadra del personal, donde siguieron golpeándolo entre varios, hasta que uno de los policías lo levantó y lo llevó hasta la zona de calabozos, pusieron al chico contra la pared, le bajaron los pantalones y el calzoncillo, le introdujeron un bastón tipo tonfa (cachiporra) en el ano, reiteradas veces mientras él gritaba de dolor y los policías gritaban como celebrando. Luego lo llevaron hasta el pasillo donde lo dejaron tirado y le arrojaron un baldazo de agua.
En una celda, sometido la tortura de ver a los policías y escuchar los alaridos, estaba Bruno Rodríguez Monsalve.
Cómo se tapa
Fernando, el papá del chico vejado: “La novia y otros testigos vieron cómo lo sacaban de esa zona de calabozos con los pantalones bajos. Se ve que se había desmayado del dolor, y le tiraron agua para borrar también las huellas”. Estela, la madre: “Me lo devolvieron así, golpeado, mojado, aturdido, fuimos al Hospital Zonal, pero recién esa noche me contó todo lo demás que le hicieron. Y salimos a denunciar lo que pasó”.
Para calmar el escándalo público por la denuncia de los Almonacid, el gobernador Martín Buzzi ordenó el desplazamiento del jefe policial de Chubut Néstor Siri y del comisario de Trelew Juan Carlos Contreras (que reprimió también esos días una protesta por 200 despidos de trabajadores camioneros), tras “evaluar la serie de hechos de violencia policial sucedidos y que serán investigados hasta las últimas consecuencias para determinar, con toda claridad, los móviles y las responsables”, según dijo. Fernando: “Para mí fue todo político. Sacaron a uno para poner a otro, se reacomodan, y siguen tapando todo”.
Hay un vejado que vive
Se hicieron 70 rondas de reconocimiento para identificar a los acusados, hubo pericias, declaraciones, “anticipos jurisdiccionales de prueba” como la declaración de Bruno Rodríguez Monsalve (Caso B) y hasta las confesiones de tres de los ocho acusados, los policías Mario Bevaqua y Adolfo Carballo y el médico Fernando Zaghis, que en juicio abreviado reconocieron los hechos y su culpabilidad, a cambio de penas menores (3 años de prisión en suspenso, inhabilitación de 6 años para cargos públicos).
Y una prueba o curiosidad más: contra lo habitual en Chubut, en este caso la víctima está viva, pudo reconocer a los policías y relatar lo que ocurrió.
Vergüenza ajena
El juicio se hizo en marzo de este año. Acusados: Carlos Pato, Sergio Castillo, Hugo Ortiz, Aníbal Muñoz y Carlos Treuquil. Cargos: privación ilegítima de la libertad, vejaciones, tortura y abuso sexual gravemente ultrajante de un menor de 16 años.
Los jueces Ivana González, Adrián Barrios y Darío Anguiano resolvieron llevar el juicio a puertas cerradas, bajo la excusa de “preservar a la víctima”, con el efecto práctico de aislar las audiencias y no quedar ellos mismos bajo la mirada de la sociedad. Con sólo tomar la declaración del adolescente a puertas cerradas hubiera sido suficiente.
Ese tribunal terminó por absolver a los cinco acusados que salieron festejando, siguen en funciones, y se han encargado de pasar por el barrio a burlarse de vecinos y familiares.
La burla mayor fue el propio fallo. Uno de los jueces dijo tener certeza sobre la existencia del abuso sexual, pero los otros dos no, porque la pericia de las lesiones anales indica que se produjeron ese día, pero no precisa a qué hora (como diciendo que el adolescente pudo haber sido vejado antes de estar en la Comisaría). Los fiscales María Tolomei y Arnaldo Maza, en su pedido de nulidad del juicio, rebaten el disparate recordando que se vieron las filmaciones de los chicos saliendo del boliche, jugando, riendo, corriendo, cosa imposible en un abusado de ese modo. Los jueces además omitieron la declaración de la médica forense, doctora Stella Maris Manzano, quien descrbió las lesiones cometidas en forma violenta, no consentida, reiteradas veces, y sólo posibles con un elemento compatible con un bastón tonfa.
Con qué te violan
Y un detalle más perverso. El chico había declarado: “…Empezaron con el machete, (…) fue el flaco grandote ese, de ese me acuerdo bien porque ese fue el que causó todo, el de la idea (…). Supongo que era un machete. Yo cerré los ojos y recuerdo que le dije a dios que quería justicia y que lo dejaba en manos de él. Me ardía, me dolía…no me hable más de eso por favor…”.
¿Conclusión de los jueces sobre esta declaración? Que no se puede tener por cierto que el abuso sexual se produjo con el bastón tonfa porque el joven no lo describió con precisión. Se solicita a lectoras y lectores que la próxima vez que sean agredidos, vejados o asesinados por policías, fotografíen antes con qué elemento, para evitar imprecisiones.
Así, un juicio inusualmente plagado de testimonios, reconocimientos, peritajes forenses y culpables confesos, recibió total absolución de los cinco principales responsables. Para redondear el abismo, el ministro de gobierno Javier Touriñán cargó contra los fiscales: “Faltó ímpetu en tratar de conseguir las pruebas para sostener la acusación”, dijo, higienizando jueces. Ese día nació la Comisión contra la Impunidad y por la Justicia de Trelew, que reúne a sindicatos, movimientos de derechos humanos, organizaciones de todo tipo desde la CTA hasta La Cámpora, y al Consejo Social de la Universidad Nacional del Sur. Natalí Narváez, de la Comisión: “Con esa sentencia, nos violaron a todos”. Fue el 26 de abril último.
Se pidió la nulidad del juicio, en el que no pudo estar presente el testigo clave: Bruno Rodríguez Monsalve, el Caso B.

Caso B: Marta, la madre de Bruno, el testigo protegido que terminó asesinado a puñaladas.
Caso B: muerto protegido
Volvamos a una imagen: cuando el adolescente era torturado y vejado, en una de las celdas contiguas estaba Bruno Rodríguez Monsalve, viendo y escuchando. Tenía 22 años, vivía con su madre Marta y tres sobrinos en el barrio Oeste de Trelew. Como tantas veces en tantos barrios (el propio caso del desaparecido Iván Torres) Bruno tenía fricciones con la policía que cada tanto lo hospedaba en la Comisaría. Lo que vio y escuchó aquel 18 de enero de 2012 le hizo tomar la decisión de declarar.
Marta, que trabaja atendiendo ancianos del barrio: “Al día siguiente lo atropellaron con una moto de la policía insultándolo, le dejaron la rodilla a la miseria, y lo amenazaron”. Bruno se presentó ante el defensor de oficio Sergio Rey: “Loco, me tiró la moto encima, me quiero ir, me van a matar”.
Estela, la mamá del adolescente del Caso A: “Para nosotros Bruno fue como un ángel que mandó Dios, para contar lo que sabía”. Se decidió tomarle declaración anticipada en cámara Gesell, no por paranoia sino por sentido común. Bruno reconoció sin dudar a dos de los policías, y sindicó a un tercero. La provincia lo consideró testigo protegido y lo trasladó a Santa Cruz, a casa de unos familiares. Marta: “Le dieron plata y le prometieron que le iban a conseguir algún trabajo”. Cuando se acabó la plata, Bruno volvió a Trelew para tramitar su documento, cosa que le exigían en Santa Cruz para darle trabajo. Pero la “protección” no es la que se ve en las películas de Hollywood. Bruno seguía moviéndose solo.
Tres puñaladas
Unos días después del regreso de Bruno a Trelew, el 26 de marzo de 2012, Marta le oyó llegar a las 5 de la mañana. “Me dijo: ‘mami’, se apoyó en esta mesa, y se cayó. Pensé que se había desmayado por un problema que tenía al corazón, le abrí la campera, le levanté el pulóver, y ahí vi las puñaladas”.
Ante los gritos de la madre los vecinos pidieron ambulancia, pero llegó la policía y Bruno falleció poco después. Tres cuchilladas. Marta: “El médico dijo que había perdido muchísima sangre, pero la ropa no estaba manchada, sólo se veían las heridas. Nunca entendí”. Poco después ella misma fue perseguida y amenazada por un patrullero desde el que le gritaron: “Sacá la cámara Gesell”. “Además se reían y me tiraban el auto encima”. El propio fiscal Arnaldo Maza vino aquí para tomar nuestra denuncia, y vio cómo un patrullero se paró frente a la puerta de nuestra casa, mirándonos, para asustarnos. Cuando lo vieron al fiscal, salieron picando”.
Breve contexto: sólo en el caso de la desaparición de Iván Torres en Comodoro Rivadavia hubo 6 testigos muertos, dos de ellos protegidos, y una testigo violada a la que le dijeron: “Andá a hacer la denuncia a la comisaría, que te la tomo yo”.
El asesinato de Bruno eliminaba al principal testigo del juicio por el Caso A (que había provocado el desplazamiento de las cúpulas policiales). Sin embargo jamás se investigó la posible participación o instigación policial. Y a velocidad de un tuit apareció el fiscal Fabián Moyano con el crimen resuelto gracias a la oportuna aparición de un “buchón” relacionado –obvio- con la policía: Bruno había sido muerto por un vecino, por un ajuste de cuentas.
La versión de Cintia Monsalve, la hermana de Bruno: “Sabíamos que eso era mentira. El chico al que acusaban, Gastón Béjar, era amigo nuestro. Estaban acusando a cualquiera. Un perejil, como le dicen”. Béjar, inesperadamente, fue defendido por un dúo de abogados de los más caros de Chubut, Fabián Gabalachis y Gustavo Latorre, habituales defensores del personal policial (caso Antillanca, por ejemplo) o de los militares y policías juzgados por la Masacre de Trelew. Se vio a ambos acompañar sonrientes a los policías exculpados en el Caso A. El acusado Béjar también terminó absuelto.
La mirada de Gastón Pérez Álvarez, de la Asociación de Docentes Universitarios y la Comisión contra la Impunidad: “Al acusado lo absolvieron, y de paso se le solucionaron sospechosamente otras causas que tenía. Uno sabe que las fuerzas policiales desarrollan la tercerización de robos y delitos, a cambio de protección. No se pudo probar en ese caso, y el crimen de Bruno por ahora queda impune”.

Caso C: Cintia y el cartel escrito a mano buscando a César, 13 años
Caso C: 13 años
El 27 de mayo último a las 10 de la mañana César Monsalve, 13 años, sobrino de Bruno (Caso B), hijo de Cintia y nieto de Marta, salió de la casa de su abuela rumbo a la de una tía en el barrio Inta. Desde entonces nada se sabe de él. Vestía bermudas, remera marón, y sólo llevaba la tarjeta para el colectivo, o sea, nada como para pensar en una fuga adolescente.
Únicas coincidencias temporales:
- Un mes antes habían absuelto y liberado a los acusados por el Caso A de vejaciones en la comisaría.
- Y pocos días después comenzaría el juicio por el Caso B, el homicidio de su tío Bruno, el testigo “protegido” apuñalado.
Cintia Monsalve tiene 29 años: “Mi hijo siempre vivió con mi mamá y mis hermanos. Lo tuve muy chica. Cuando no apareció, lo empezamos a buscar con toda la familia y los amigos. El 29 de mayo presenté la denuncia. La policía ni caso me hizo, y yo ya sabía, por lo de mi hermano Bruno. No les importamos. Al revés. Yo veo que no hacen nada. Ya le dije a una fiscal: ¿tengo que esperar que a César me lo devuelvan en un cajón? Ni siquiera hablamos de alguien grande. Es un nene. Me dijo que hay que tener fe”.
Marta me mira: “Yo no quiero mezclar mucho las cosas. A mi hijo Bruno me lo mataron y nadie me lo va a devolver. Pero mi nieto es un chiquito, quiero que esté en casa…”. No puede terminar. Cintia ceba mate. Se escucha el viento helado contra la puerta.
Desaparición forzada
En las primeras movilizaciones de denuncia, junto a la Comisión contra la Impunidad y a los Almonacid (que venían de la absolución de los culpables de las vejaciones a su hijo), Cintia conoció a César Antillanca, el padre del asesinado Julián. Y a la abogada Verónica Heredia.
Juntas presentaron el 2 de junio un hábeas corpus planteando que el caso de César Monsalve encuadra como una desaparición forzada de persona: no alguien fugado o extraviado, sino posiblemente privado de su libertad por personal del Estado. Por eso mismo, piden el apartamiento de la policía provincial de la búsqueda, y el de los jueces del Caso A, que absolvieron a policías planteando “duda razonable” sobre las vejaciones en la comisaría.
La jueza Ana Servent ordenó que la gendarmería buscase en comisarías, hospitales, salas de guardia, no encontró a César, y rechazó el hábeas corpus. La Cámara Penal le aclaró que el niño continúa desaparecido, le ordenó volver a hacerse cargo, y postula que la vinculación entre la desaparición del niño y la muerte violenta de un testigo protegido, en el marco de una investigación sobre violencia institucional atribuida a autoridades policiales locales “desde el punto de vista jurídico permitiría asimilar la situación a la de una desaparición forzada de persona y no de una simple averiguación de paradero”.
Mapa del crimen
Pasan horas, pasan días, César no aparece. ¿Por qué pensar en violencia institucional? Datos: El delito de desaparición forzada de persona se tipificó en Argentina en 2011, y es una de las consecuencias de la condena que sufrió el actual Estado Nacional por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la desaparición de Iván Torres, en 2003, y en esta misma Chubut. La abogada fue, como ahora, la doctora Verónica Heredia. Con el de César, ella ha contabilizado en los últimos 10 años ocho desapariciones forzadas en la provincia. “Todas lo son, hasta que se demuestre lo contrario”.
En Chubut, además, el ministerio de la Defensa Pública tuvo que crear un Banco de Datos sobre Torturas. En los últimos cinco años, se registra un promedio de 490 denuncias anuales de torturas producidas por las denominadas fuerzas de la ley. Son entre 9 y 10 casos por semana; no se sabe cuántos son los que no se atreven a denunciar.
El Grupo pro Derechos de los Niños realizó otro informe. Leerlo da miedo. Dos ejemplos. Eduardo Mariano Haro, amputación de testículos en la Comisaría 2ª de Comodoro Rivadavia (17 de noviembre de 2003). Gustavo Andrés Sáenz, 24 años, “golpiza policial, le arrancaron el ojo izquierdo” informa el texto, el 16 de septiembre de 2011.
El informe no alcanza a citar lo reciente. César Velázquez, 24 años, su madre y esposa denunciaron a mediados de junio a la prensa que “le pusieron corriente en las bolas” y también en las manos, en la Comisaría 5º de Comodoro Rivadavia. El mismo mes, en Esquel, hubo condenas a cinco policías por vejaciones agravadas en la Comisaría 2ª. Y abuso deshonesto de otro policía: la víctima, una niña de 4 años. O el caso del policía de Rawson que quemaba y abusaba de su esposa apuntándole con un arma para obligarla a practicarle sexo oral. O el caso de Héctor “Tití” García que fue detenido por recriminarle a un policía que estaba maltratando a un perro. García recibió una paliza antológica en la Comisaría 5ª de Comodoro, le reventaron el bazo y murió al día siguiente en el Hospital Regional. O la represión en Corcovado, 2009, un pueblo cordillerano sitiado por el grupo de choque policial GEOP que cometió decenas de abusos, golpizas y allanamientos sin control buscando a un delincuente… apenas el inicio de una enumeración al infinito y más allá. Un lugar común consiste en decir que hay policías buenos y malos, también en Chubut. Eso puede ser cierto, pero elude una cuestión estructural que explique por qué los malos son tan exitosos.

Fabián Moyano, el fiscal tanto en el caso del asesinato de Bruno (que terminó sin condenas, por ahora) como en la desaparición de César, pero no investiga a la policía.
Charla con un fiscal
El asesinato de Bruno y la desaparición de César tienen otro punto en común, el fiscal Fabián Moyano. Asumió el caso de César un jueves, y le dijo a la madre que debía revisar el expediente. Un jurista de Trelew me pregunta: “¿Será que el chico está en el expediente?”. Al día siguiente Mu intentó comunicarse, y seguía leyendo el expediente. Accedió a recibirnos por la tarde. Ojos muy abiertos, toses, miradas de reojo a un papel, fragmentos del diálogo:
-La desaparición no es un delito en sí mismo.
-Si es desaparición forzada sí.
-Pero esto es distinto. Un chico que salió de la casa y no sabemos a dónde fue. Mandé un oficio a La Rioja donde tiene familiares, se hicieron rastrillajes, búsqueda con gomones por el río con todo el personal policial.
-Pero si es una desaparición forzada, tendría que investigar a la policía.
-No tengo el más mínimo indicio de que sea así.
-¿Cómo va a tener indicios, si no la investiga? Primero se investiga, y después se descarta.
-No hay ningún indicio.
-La denuncia de la familia, la presentación de un hábeas corpus, la Cámara Penal ratificándolo, la sospecha de la población, los antecedentes provinciales como el de Iván Torres, por el que hubo condena al Estado Argentino por desaparición forzada.
-Es una tacha que nos dejó a todos estigmatizados. Pero si hay un hábeas corpus por el que la jueza aparta a la policía, y yo investigo con la policía, estamos cubriendo todas las posibilidades. Y con la jueza estamos en permanente contacto intercambiándonos información.
-…
-Tengo 25 años de trayectoria. Jamás encubriría a alguien. Si tuviera la más mínima sospecha, apartaría a la policía.
-¿Por qué la descarta como hipótesis?
-No la descarto. Pero si la sospecha es que hay relación con la muerte del testigo protegido Bruno Rodríguez Monsalve, nadie mejor que yo para saber que no lo mató la policía. En el juicio acredité, por declaraciones de testigos y escuchas telefónicas, que el autor de la muerte de Bruno fue Gastón Béjar por un ajuste de cuentas, cuando ambos estaban totalmente borrachos y empastillados y Bruno le robó una computadora.
-Sin embargo el tribunal absolvió a Béjar. O sea que usted no acreditó eso.
-Se dieron vuelta los testigos. Son cosas que pasan. Es nuestro sistema. Pero no lo mató la policía.
-En los otros casos de testigos muertos tampoco. Mandan a chicos que después reciben algún beneficio material o judicial. ¿Por qué descarta esa hipótesis?
-Porque yo tengo otra, y no son compatibles.
Así fueron dos sesiones, una personal y otra telefónica, en las que el fiscal apuntó a César como un chico sin control, a su abuela por lo mismo, a la madre por no haber hecho la denuncia antes, a Bruno por haber vuelto a Trelew, en medio de elogios al rol policial.
Investigar al Estado
¿Por qué pudo César Monsalve ser desaparecido? Misterio. Pero su desaparición, como el asesinato de su tío Bruno, logran de inmediato reforzar el miedo generalizado a declarar, lo cual consolida el control absoluto de la policía & afines sobre cualquier investigación.
¿Y si fuese al revés, y César se escapó y está escondido, o tuvo un accidente, o fue raptado por delincuentes? La abogada Verónica Heredia: “Cuando se sospecha que una persona fue desaparecida forzadamente se invierte toda la lógica. Hay que mirar al Estado, no a la calle. El Estado tiene que demostrar que no es responsable. Lo que es casi absurdo es pensar que en un lugar como Trelew un chico se vaya sin que nadie lo haya visto. La desaparición forzada como parte de la violencia institucional en Chubut se fundamenta en una práctica sistemática de la policía principalmente sobre chicos pobres de barrios periféricos, con una complicidad del poder político y un silencio del poder judicial, como lo planteó Sofía Tiscornia en su informe ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos”.
¿Qué describió Tiscornia en ese informe sobre Chubut? Textualmente: “Se trata de un fenómeno particular: una legislación y prácticas policiales violatorias de los derechos humanos, y tribunales que –alejados de los conflictos sociales de quienes más lo necesitan – no investigan o son cómplices de los crímenes”.
La doctora Heredia: “Parecía muy loco pensar que Iván Torres está desaparecido. O Luciano Arruga, o cualquier otro. Si César apareciera y se descubre que se fue con una noviecita, se pedirá disculpas. Pero todo el contexto nos dice que mientras tanto hay que investigar al propio Estado”.
El fiscal Moyano no tiene intención de hacerlo. “En ese caso segundo a segundo se sigue cometiendo el delito y hay una omisión de investigación del fiscal, integrante del Estado, que al no asumir que es una desaparición forzada, empieza a estar incurso en el propio delito y oportunamente se verá si corresponde que responda penalmente”.
La vida está en otra parte
La sociedad chubutense es mucho más que esto. Es también la que creó movilizaciones de sus comunidades contra la megaminería, asambleas, experiencias productivas, nuevos medios sociales de comunicación, espacios educativos, sindicales y comunitarios para combatir la impunidad. Y eso genera efectos institucionales. El reclamo de justicia del obrero César Antillanca tras el crimen de su hijo Julián en Trelew primero recibió su propia vejación, con un fallo que absolvió a los policías involucrados pese al cúmulo de pruebas. César no se resignó, siguió movilizándose y movilizando a la comunidad, y la apelación judicial provocó que el Superior Tribunal de Justicia anule ese juicio, que deberá realizarse nuevamente. El Superior Tribunal también está en crisis, con peleas y denuncias entre sus miembros: “Tal vez por eso están preocupados por recuperar credibilidad, con fallos como esa anulación” intuye la doctora Heredia. Todo un síntoma: para ganar credibilidad, hacer justicia.
Antillanca entiende las cosas mejor que muchos expertos. Plantea que hay que crear una Policía Judicial realmente independiente que resulte confiable y pueda también investigar al aparato policial. “La lucha cotidiana es colectiva, y no tiene que ver con esperanza y con fe, sino con confianza en el trabajo realizado, aún con todas las dificultades que implica ver que el informante oficial es el delincuente. Y el poder judicial depende exclusivamente de esa policía. Por eso hay que crear otras instituciones para que haya justicia y termine la impunidad”.
Fernando y Estela, los padres del chico vejado: “Esa anulación del juicio de Antillanca nos da una expectativa de que se haga lo mismo en nuestro caso. Pero él tiene a su hijo muerto. Nosotros tenemos el privilegio de tener a nuestro hijo vivo, con necesidad de que mire hacia adelante después de todo lo que le pasó. Sabemos que no estamos denunciando al vecino de la esquina, sino a una mafia”. Estela: “A veces tengo mucho miedo, a él le quebraron la vida, pero nunca vamos a callarnos. Yo creo en Dios pero bueno, con lo que pasó estoy un poco peleada con Dios: ¿dónde está la justicia que nos prometiste?”. Fernando cuenta: “A nosotros nos ofrecieron irnos a otra provincia, con casa y todo. Yo digo que a cambio del silencio. Pero nunca lo vamos a hacer. Porque siempre pagan los más humildes, los chicos de los barrios. Y nos meten miedo. Pero con nosotros se equivocaron. Vamos a estar siempre, en todas la marchas, en todos lados, para que a nadie más le pase esto”.
Otra noticia: el adolescente protagonista del Caso A ya tiene 17 años. Va saliendo lentamente del infierno, me dicen sus padres. Trabaja, hace deporte, dio otro paso con su novia, la misma que lo acompañaba aquel día, y han tenido una beba. “Le quisieron robar los sueños y la vida, pero ahora tiene que pensar en esa hijita, mi nieta” sonríe Estela, como preguntándose si será posible.
Antillanca dice que no es un asunto de fe o esperanza, sino de confianza en el trabajo colectivo. Fernando: “Es cierto. Yo apuesto a que podemos dar vuelta todo”.
CABA
Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?
Por María del Carmen Varela
Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?
La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.
Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.
¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.
Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.
En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.
Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.
NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA
Miércoles 30 de julio, 21 hs
Próximas funciones: los viernes de octubre


CABA
Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

“Vestite de gala y salí a la calle. Sacate la careta, ponete el antifaz”. Con esa consigna trabajadorxs de las artes escénicas salieron a exigir la derogación del decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro y pone en serio riesgo al sector teatral independiente. Hubo color y calor, pese a los tiempos oscuros y fríos. El apoyo de la gente en la calle, el fondo del planteo, y la inesperada reacción de Pluto.
Por María del Carmen Varela. Fotos: Sebastián Smok

El público en la calle, sumándose al reclamo en favor del Instituto Nacional del Teatro.
La cita fue en la puerta del cine Cacodelphia, en Diagonal Roque Saenz Peña 1150, desde donde partió la colorida y ruidosa caravana que dobló por 9 de Julio y continuó por Av. Corrientes, hasta llegar a Rodriguez Peña. A las dos de la tarde el tramo de la Diagonal entre Lavalle y Corrientes fue punto de encuentro para actores, actrices, músicxs, bailarinxs, cirquerxs y zanquistas que engalanadxs con trajes de colores, vestidos de puntillas, tapados simil piel y elegantes sombreros le pusieron alegría y movimiento a una lucha que viene desde hace tiempo y se agudizó con el decreto que pone fin a a la autonomía y financiamiento del INT, entre otros organismos afectados. Una de las consignas: “Vestite de gala y salí a la calle. Sacate la careta, ponete el antifaz”.

¿Quién dijo que hace frío?
Al grito de “Señor, señora no sea indiferente, estamos defendiendo el teatro independiente” la caravana de la cultura logró su objetivo. Irrumpieron sobre el carril peatonal de una Avenida Corrientes poblada de gente en plenas vacaciones de invierno y nadie quedó indiferente. Aplausos, bocinazos, brazos en alto y muchas gargantas se unieron al canto. El reparto de volantes con el logo de ENTRÁ –Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa– puso palabras al reclamo:

¿Te imaginás la calle Corrientes sin teatros?
Las luces apagadas, las pizzerías vacías
Los artistas callejeros sin público
¡Esta peatonal es orgullo nacional!
Y eso es gracias a nuestro teatro
Hoy, nuestro teatro llena la calle de música y color
en este desfile en defensa del Instituto Nacional del Teatro
que para quienes se pregunten ¿qué es y de qué sirve?
Para fomentar y garantizar que el teatro llegue a todo el país
Hace dos meses, el gobierno firmó el decreto 345 que vacía al Instituto
con argumentos falsos sobre su funcionamiento y financiación
¡Al INT, que con los impuestos que pagan los medios de comunicación y los juegos de azar,
produce obras, abre salas, genera trabajo y construye cultura e identidad federal!
¡El Instituto no solo implica poco gasto, sino que genera tanto valor!
¡Defendámoslo!

Las familias y el apoyo a la creación, al arte y al significado del teatro.
El teatro que habla y Pluto en marcha
Nora es una de las mujeres que no resultó indiferente. Mientras paseaba por Corrientes se topó con la caravana y se sumó con canto y aplauso. “Me resulta muy conmovedor porque están defendiendo lo más precioso que tenemos, nuestra posibilidad de seguir creando. Esta puesta en escena me emociona, es poner en escena el deseo”.
¿Vas al teatro? “Todo lo que puedo, cuando puedo pagarlo”.

Los besos vuelan.
Las niñeces se sintieron muy atraídas por la caravana y no dudaban en acercarse a saltar y aplaudir. Frente al Teatro General San Martín, hicieron una parada y allí el Teatro habló:
- Ay, ay, ay, me duele todo
- Teatro, ¿qué pasa?
- ¡Me dieron una piña en la cara! Y en la panza y en las piernas. ¡Me tiembla todo!
- ¿Por qué?
- ¡Quieren desmembrarme!
- ¿Quién?

- El teatro explicándo por megáfono la situación.
- El decreto 345 quiere vaciar mi instituto
- ¿Al instituto que produce obras y abre salas en todo el país? ¿Al instituto que genera trabajo y construye cultura e identidad?
- Sí. (El Teatro llora y casi se desvanece)
- ¡Cuidado el teatro se desmaya!

- Al teatro le da un soponcio.
- Yo les juro, no hice nada, el instituto recauda los impuestos que pagan los medios de comunicación y los juegos de azar, pero parece que no sirvo para nada
- ¿Qué serían las noches sin tus risas y tus lágrimas? ¿Sin tu forma de imaginar? ¿Sin que nos animes a encontrarnos?
- ¿Alguien vio un teatro? (Señalan a los distintos teatros de calle Corrientes y gritan: ahí, ahí)
- ¡Quiero vivir! (grita el Teatro).
- Si, acá estamos y nos organizamos– replican todas la voces.

Pluto junto a las familias en la calle, observando y aplaudiendo.
La escena de un Teatro golpeado pero en resistencia, revitalizado por la suma de voluntades que lo quieren vivo, se repitió en la puerta del Teatro Astral, donde mucha gente salía de una función infantil. Una vez más, muchxs se acercaron y acompañaron. Pluto, o la persona con el disfraz del famoso perro creado por Walt Disney, saludaba niñxs a su paso aprovechando la alta concurrencia del Astral.
Una vez finalizada la performance del Teatro que quiere seguir contando historias, la caravana emprendió el regreso hacia el lado del Obelisco. Y hasta Pluto decidió abandonar el teatro comercial y se sumó a la fiesta del teatro independiente, mientras otra mujer con su familia se hacía oír con cuatro palabras: “¡Que viva el teatro!”

CABA
Más allá de tu vereda: un documental sobre personas en situación de calle en CABA

Más allá de tu vereda.
Así, a secas, es el nombre del documental que acaba de estrenarse.
No es un documental más. Así se llama el programa de radio de y para personas que viven o vivieron en la calle, que se realiza semanalmente en la organización Sopa de Letras. Esta cobija y aborda la problemática así como la salud mental, desde hace más de 10 años en el barrio porteño de Parque Patricios.
El documental explicita la importancia de la radio, el valor de la comunicación, la potencia de lo colectivo, la necesidad de comunicarse, y que alguien escuche del otro lado, o mejor aún: al lado. Y también refleja la historia de Víctor Rodríguez Lizama, su director, que tiene 64 años y vivió varios en situación de calle.
El Cuervo, como le dicen a Víctor por su fanatismo por San Lorenzo, visibiliza en primera persona junto a otrxs protagonistas lo que se ve a diario, pero no tanto. Lo que se sabe, pero no tanto.
En Más allá de tu vereda, Víctor entrevista a muchos de los integrantes del programa que se emite en Radio Parque Vida (105.9) desde hace más de tres años.
Marcela dice que antes sólo escuchaba. Y que ahora se animó a decir.
Luciana dice que perdió un poco la timidez. Y que, quizá, eso la ayudó a crear la sección “la música que nos hizo”.
Cata dice que encontró un espacio para hacer arte. Para animarse a leer sus poesías.
Alicia dice que antes hablaba “poquito”. Y que ahora “habla un poquito más”.
Lautaro habla cuando llora, emocionado. Dice que no tenía experiencia. Y que ahora se sorprende de sí mismo.
Juan Bautista dice que es el encargado de informar las noticias. Y que ahora sí, alguien escucha su punto de vista.
Cristian dice que está más atento a su alrededor. Tanto, que ahora se anima a opinar.
Víctor dice que hasta no hace mucho, había personas que no agarraban el micrófono. Y que ahora no lo quieren soltar.



Termina el documental, con una última imagen; pantalla en blanco y una sola línea en letras negras.
«A todos los que estuvieron en situación de calle y ya no están».
Hay aplausos, hay felicidad, hay valoración.
Hay orgullo.
Luego, se abre el micrófono para que quien quiera diga lo que quiera.
Jorgelina: “Hagamos más radios”.
Adrián: “Podría estar en cualquier otro lado, haciendo cualquier otra cosa en este momento y gracias a ustedes estoy acá, me ayudaron un montón desde lo emocional”.
Cierra Víctor Rodríguez Lizama, con la remera puesta de su San Lorenzo querido y su pelo repleto de canas:
“La finalidad de este documental es mostrar cómo a través de la salud mental podemos llegar a la gente invisibilizada, que está ignorada. Ojalá que se reproduzca en otros lugares, que sirva de herramienta para salir adelante. Hoy hay mucha más gente viviendo en situación de calle. Además de haber vivido mucho tiempo, participé de los censos populares. Recientemente censamos en la comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución) y sólo acá contamos 1480 personas, por donde vos camines están. En la olla popular que hacemos en el Parque Lezama se ve algo similar al 2001. Más personas en calle y más hambre”.
Detrás del Cuervo hay un pizarrón donde se completa al nombre de su documental:
“Más allá de tu vereda,
hay otra realidad,
atrás de tu puerta”.
Al costado, un mural con un puñado de palabras escritas en letra cursiva:
“Hasta que no quede ni una sola persona en situación de calle,
allí seguiremos estando”.
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