Nota
El grito villero: cuarta semana de acampe
La medida de fuerza que la Corriente Villera Independiente comenzó para reclamar al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la urbanización de los barrios y la emergencia habitacional no tuvo aún ninguna respuesta de las autoridades porteñas. Ya pasaron más de cuatro recambios de huelguistas. Otras organizaciones se plegaron a la acción.
La medida de fuerza que la Corriente Villera Independiente comenzó para reclamar al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la urbanización de los barrios y la emergencia habitacional no tuvo aún ninguna respuesta de las autoridades porteñas. Ya pasaron más de cuatro recambios de huelguistas. Otras organizaciones se plegaron a la acción.
“¡Laburen! ¡Laburen!”, gritó por duplicado un tipo que cruzaba la avenida 9 de Julio por Corrientes, en dirección al Río de la Plata, cómodamente sentado en un taxi. Gastón Pauls, que está abrazado a los villeros y villeras que desde hace casi 4 semanas están realizando una huelga de hambre en el Obelisco para reclamar al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la urbanización de sus barrios, no da crédito a sus oídos.
Algunos se ríen, otro subraya que es la primera vez que les gritan algo así en 18 días, y Lucero, que hace 15 minutos se emocionó hasta las lágrimas al explicar la lucha y al recordar a su hijo, que la espera en su casa y le recomienda que coma algo, que por lo menos tome la sopa, tampoco se inmuta. Posa para la foto con el actor y agradece que se haya acercado a bancar la carpa. “No nos van a desgastar. Nosotros seguimos fuertes”, resume.
La organización y la rabia
La estructura recuerda mucho a la emblemática Carpa Blanca que docentes argentinos instalaron frente al Congreso Nacional a fines de la década del ´90. “Vení, pasá al bunker”, invitan los huelguistas a lavaca. El bunker se encuentra detrás de una enorme bandera de la Corriente Villera Independiente, la organización que encabezó el reclamo, al que se sumaron La Poderosa y Marea Popular. Hay colchones, ropa, más colchones y una biografía de Rodolfo Walsh en uno de ellos.
“Lamentablemente, las novedades son las mismas que el primer día: no se ha acercado absolutamente nadie del gobierno de la Ciudad”, afirma tajante uno de los integrantes de la asamblea de Zavaleta de La Poderosa. “Tal vez lo que cambió tiene que ver con la composición y fortaleza que hay dentro de la carpa y con la mística que se generó entre los propios compañeros huelguistas de los distintos barrios. Sentimos que estamos más fuertes”.
Las organizaciones sostienen que la única referencia de las autoridades porteñas hacia la carpa fue una acusación: están ahí porque les pagan, porque quieren subsidios, porque están todos aparateados. “Cualquiera que visita la carpa se da cuenta de que acá hay agrupaciones independientes”, apuntan. “Somos vecinos que estamos peleando por la urbanización hace muchísimos años que hemos llegado a un nivel de organización, de rabia y de impotencia que nos hizo levantar esta carpa”.
“Nosotros también existimos”
Más allá del tratamiento particular y estigmatizador de algunos medios de comunicación, las organizaciones y huelguistas subrayan el buen impacto que tuvo la medida de fuerza en la opinión pública. Acuerdan que, en parte, la estrategia de no cortar la calle pero sí acampar rindió sus frutos. “Cuando sucede eso hablan de caos vehicular, de no cagarle la vida a los otros laburantes, y la verdad que esto es una postal, queremos que todos saquen una foto y la guarden: hace 18 días que estamos en una carpa durmiendo entre ratas para que alguien del gobierno de la Ciudad nos explique por qué no cumplen la ley”, apuntan desde las asambleas de La Poderosa de Zavaleta y Retiro.
Nicolás Castelli, de Marea Popular, sostiene que el desafío de la medida de fuerza fue no quedar invisibilizado. “La idea es no cortar la calle, pero que esto tampoco se convierta en un paisaje”, dice. “Ese un riesgo también, pero nosotros tampoco queremos llegar a la radicalización de otras medidas, como hacer otro tipo de huelga de hambre más agresiva para el cuerpo de los compañeros”.
Por su parte, Pedrín, vecino de Villa Soldati y militante de la Corriente, critica la ausencia del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri. “Quiere ampliar el microcentro, pero se olvida de los barrios que están muy carenciados”, dice. “El trabajo que él tiene que hacer como jefe de Gobierno lo hacemos nosotros, los movimientos. Me parece que nosotros nos tenemos que poner en pie de lucha como organizaciones y plantear que nosotros también existimos”.
Una victoria
-Ma, ¿comiste?
-No comí, estamos en huelga de hambre.
-¿Te vas a dormir a casa?
-No, ahora no, me voy el domingo.
-Bueno mamá, pero tomá la sopa
Lucero, vecina de Chacarita y militante de la Corriente, recuerda la conversación que tuvo con su hijo y sus ojos se le llenan de lágrimas. Otra de las postales de la Carpa Villera es la fuerte presencia de mujeres poniendo el cuerpo al reclamo por la urbanización de los barrios. “Todos los compañeros nos pusimos fuertes armando la carpa-señala-. Fue una polémica esto que estaba dando vuelta por todos lados, pero a nosotros nos daba fuerza para seguir adelante y no desmayarnos. Piensan que van a desgastarnos, pero seguimos fuertes, con más compañeros”.
Los integrantes de La Poderosa destacan que, además de la importancia de que el conflicto pueda expandirse lo más posible, ya hubo una victoria. “Es el cueo hacia adentro, que todos nuestros barrios estén acompañando”, -explican-. Si esto está de pie y estamos fuertes, con todos los barrios y las agrupaciones que estamos, es porque el reclamo es legítimo. Esto no es ningún satélite de nuestros barrios, sino que ésta es la cara y el cuerpo de ellos”.
¿Cómo repercute la medida de fuerza en los barrios? Lucero: “Siempre repercute, porque no todos tenemos una misma mirada. Se dice: ´Che, ¿pero vos vas a entrar en la huelga?´ ¡Obvio que voy a ir a la huelga, porque lo necesitamos, porque no podemos seguir viviendo así! Esa es la realidad que nosotros tenemos que hacer ver en los barrios”.
En ese sentido, Castelli, de Marea Popular, apunta que la medida de fuerza y la adhesión de los barrios, los vecinos y las vecinas es vital para la cohesión del reclamo. “Esto ayuda a concientizar a otros compañeros para darse cuenta que a través de la organización y la solidaridad es la única forma de conseguir cosas”, dice.
El 100 por ciento
Las organizaciones recuerdan con gracia una encuesta de un medio de comunicación que giraba en torno a una pregunta: ¿qué debería hacer el gobierno con la Carpa? Las respuestas, cuentan, eran dos: desalojarla o escucharla. Apuntan: ninguna opción hablaba de atender el reclamo. El resultado fue que un 75 por ciento de los encuestados votaron por el desalojo. Los huelguistas se preguntan qué tira, qué manzanas y qué villas son las que opinan en esa muestra. “A ese 75 por ciento virtual le invitamos a conocer este 100 por ciento real de la Carpa Villera”, subrayan los de La Poderosa. “Que vengan, que conozcan, que entiendan cómo está formada. Por ahí les cambia la opinión. Y a los que tengan una posición tan reaccionaria que crea que es justo que se nos mueran los pibes porque los incendios agarran la precariedad de las casas, porque se nos mueran los abuelos porque las ambulancias no entran en nuestras tiras o que los chicos se queden sin escolaridad porque no pueden salir de las tiras inundadas hasta las rodillas, para aquellos que crean que por eso nos tienen que desalojar, igualmente les queremos notificar que ni para eso se ha acercado el gobierno de la Ciudad”.
Uno de los que sí se acercó no fue un funcionario. Fue un actor.
Hola, soy Gastón Pauls
“Están pidiendo algo que, en realidad, vienen reclamando hace más de 40 años, y es que se considere a los barrios como barrios y no como villas que molestan a los que quieren, aparentemente, un mundo prolijito”, explica a lavaca el actor Gastón Pauls, que se acercó a la carpa para bancar la medida de fuerza de la Corriente Villera Independiente.
“A muchos los conozco hace muchísimos años, sé que vienen luchándola, que sus reclamos no son oídos ni escuchados y ni siquiera mirados, y a veces, desde el lugar que uno tiene, puede hacer que ciertas cosas puedan, por lo menos, ser visibilizadas, ponerlas en imagen o en voz para que la gente escuche”, explica su presencia. Y, luego, va al grano: “Y porque hay gente que la está pasando mal: no es tan complejo poner el hombro”.
Consultado sobre la falta de respuesta del gobierno porteño, Pauls considera: “Es terrible. Los ignoró totalmente, y eso es una estrategia también que acá genera mucha desazón y desesperanza. O sea: están al lado del Obelisco, un emblema de la ciudad. Es tristísimo”.
Orgullo
Los huelguistas valoran que, frente a muchas fragmentaciones del arco popular a nivel nacional, las organizaciones confluyan unificadas en la Ciudad de Buenos Aires para sostener el reclamo villero. “Desde ese lugar, la Carpa también es un ejemplo de entender que, al aparato tradicional y a otros sectores que construyen la política con mucha mezquindad, nosotros somos capaces de dejar la bandera de lado por las prioridades de nuestros barrios”, recalcan desde La Poderosa.
“En los barrios se va viviendo el día a día. Vienen a darnos una mano, a vernos si estamos bien, a darnos apoyo, y eso es lo que más nos fortalece”, dice Lucero. “Más allá de dejar a nuestros hijos y de estar aquí en esta capa encerrados, viviendo con ratas, esto nos llena de orgullo a todos dentro del movimiento. Nos llena de ganas de seguir adelante y de luchar por lo que realmente queremos”.
Olga, vecina de la villa 31 de Retiro, le habla a las autoridades porteñas. “Pedimos que nos escuche, que hagan caso a los villeros. Vivimos de forma insalubre”.
Y Lucero cierra: “Vamos a seguir en la lucha. Vamos a lograr nuestro objetivo, que es vivir de forma digna”.
Nota
5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.
Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
Nota
Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Jubilados y jubiladas se movilizaron desde el Congreso de la Nación hasta Plaza de Mayo en una nueva jornada de reclamos y denuncia por los ingresos de pobreza que perciben y el fin de la moratoria previsional, cuya prórroga sigue durmiendo en Diputados. Como siempre, los carteles manuscritos fueron una forma de expresión y creatividad. En uno se leía: «Francisco está feliz. Jubilados haciendo lío!!!»
La marcha comenzó nuevamente con un operativo desproporcionado con las cuatro fuerzas federales -PFA, Gendarmería, Prefectura y PSA- que reprimió la protesta pacífica: la Comisión Provincial por la Memoria contabilizó una persona detenida y 13 heridos por efectos de los gases lacrimógenos, entre ellos jubilados y trabajadores de prensa.
Frente a la Rosada, realizaron un acto donde distintas agrupaciones de jubilados se manifestaron contra el acuerdo con el FMI y cantaron por la salud de Pablo Grillo.
«Hasta el próximo miércoles», saludaron los jubilados y jubiladas.
La próxima semana, la marcha contará con la participación de los gremios de la CGT como previa al Día del Trabajador y la Trabajadora del 1 de mayo.

Foto: Juan Valeiro para lavaca

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Nota
Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.
Por Claudia Acuña
Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.
Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.
Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.
A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Hasta lograrlo.
Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.
Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.
Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.
Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.
Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.
Quizá.
Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.
Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.
La presentación
Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.
Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.
Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».
El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.
Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

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