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Coronavirus: el Estado y los signos de un cambio de época

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En este segundo artículo de la serie “Coronavirus: Educación, Estado y Democracia”, Walter Mignolo analiza desde el pensamiento decolonial la cuestión de cómo determinados gobiernos –incluso el argentino- eligieron, frente a la pandemia, establecer políticas de cuidado que también han sido definidas como “maternales”. ¿Representan un cambio de fondo, o son signos de algo distinto en medio de un sistema que sigue priorizando la economía sobre la vida? La idea de un Estado “matríztico” que incluya la convivencia de todo lo vivo, y de una cultura en la que “el cuidado, el respeto, la armonía, la convivialidad, la cooperación, están incorporados en el vivir, el sentir y el emocionar cotidianos”.  Walter Mignolo es semiólogo, profesor de Literatura en la Universidad de Duke (EE.UU) y en este texto plantea la necesidad de una sociedad política conformada por trabajadores y profesionales que “despiertan” de la matriz de la colonialidad patriarcal que domina, explota, controla y decide sobre la vida de las personas y comunidades.

Estado

Del cúmulo de información, estadísticas, miedos y esperanzas, promesas y experiencias, me atrajeron unas observaciones vertidas en el blog Social Europe: los estados nacionales con estadísticas más bajas de infecciones y decesos son estados liderados por mujeres. [i] Citan los ejemplos de Taiwán, Nueva Zelandia, Dinamarca, Noruega y Finlandia (https://www.socialeurope.eu/women-in-power-its-a-matter-of-life-and-death). Efectivamente, viendo las estadísticas de estos estados, fácil encontrar en la web poniendo el nombre del país y COVID-19, los resultados son notables, teniendo en cuenta también los números de población en cada estado.

Después de leer la nota y chequear los números, noté que bien podría haberse incluido a Angela Merkel. Alemania tuvo un desempeño más cuidadoso que los demás estados de la Europa occidental (Francia, Italia, España y UK). Merkel, además, ya había apoyado a los refugiados (aunque sus razones tenían más un tinte económico que humanístico), lo cual le creó algunos ripios en su propio partido.

Sea cuales fueren las razones de no incluir a Merkel en la lista de estados liderados por mujeres con bajas estadísticas de infección y muertes, también son bajas las estadísticas en Corea del Sur, Japón, Vietnam, Islandia, Portugal. Lo cual indicaría que la “política del cuidado” puede también ejercerse en estados liderados por varones. Claro, pocos pondrían a China en este listado, no por estadísticas sino por prejuicios. La imagen de China, estado autoritario y ambicioso, era ya promovida por la prensa occidental y por estados democráticos en los procedimientos, pero autoritarios en el dominio imperial y en la concentración de la riqueza. La pandemia alimentó nuevos argumentos. 

No obstante, y dado que la población de China es de casi 1.400 mil millones de personas, las estadísticas tanto de infectados como de muertos son muy inferiores a las de los estados del corazón de la Unión Europea, y ni hablar de Estados Unidos. El gobierno de China dio muestras de políticas de cuidado. Aunque para algunxs fueron medidas autoritarias interfiriendo en la libertad de las personas. Pero China, en su milenaria tradición, es una civilización que privilegia la familia extendida y la comunidad más que la soberanía del Ego característica de la civilización Occidental, sobre todo a partir de la Ilustración.

Y, bien, podríamos agregar a Argentina a la lista de estados liderados por varones en los cuales hay una manifiesta “política del cuidado.” No es poca cosa que la página Bloomberg haya reconocido y destacado al gobierno argentino por atender la salud y el cuidado de la nación y sacrificar la economía, aún en la desesperante situación de la deuda externa que heredó del gobierno neo-liberal anterior para el cual lo primero es la economía y luego, si hay tiempo y dinero, la salud y la educación.

Los signos de la política del cuidado lanzada por el gobierno argentino, no escaparon a la sensibilidad y agudeza de Rita Segato. Percibió en ellos un gesto de “estado materno” o “estado maternal”. Tomé esta observación como una lectura de esos signos, no como una descripción de la totalidad del estado. Signos exigidos por el COVID-19, obviamente. Difícilmente se hubieran dado sin estas circunstancias. Extendiendo la observación de Segato, me animo a sugerir que todos los estados mencionados más arriba, liderados por mujeres o por varones, han mostrado signos de “políticas de cuidado”. Son sólo eso, signos, no hay razón para una algarabía “post-pandemia” que motivará transformaciones radicales de las políticas de los estados nacionales en los cuales la nación, el pueblo, tendrá prioridad sobre la economía de acumulación y despojo.  

Si bien no hay razones para la algarabía, tampoco hay razones para pasar por alto estos signos a la espera de las esperanzas y/o preocupaciones que nos ofrecen los relatos “post-pandémicos”.

Coronavirus: el Estado y los signos de un cambio de época
Imágees del libro Primera Nueva Crónica y Buen Gobierno, un hallazgo que aporta a una decolonialidad del pensamiento (ver https://www.lavaca.org/mu44/ultimas-noticias-de-colon/)

No habrá “post-COVID-19”, como no hubo ni hay post-Unión Soviética o post-socialismo, o post-Crisis 2008 o post-9/11. Todos estos acontecimientos los estamos viviendo en el presente: en el continuo y cambiante presente que es lo único que existe. El pasado está frente nosotrxs (por eso lo vemos), el futuro detrás (no lo vemos https://joseantoniocobena.com/2017/08/04/el-futuro-esta-detras-el-pasado-delante/). El “post” pertenece a las ilusiones de “futuridad” que caracteriza la civilización occidental desde que convirtió el futuro juicio final teológico en el futuro secular de progreso y civilización universal, occidental.

De modo que, al menos las generaciones que co-existimos hoy en el planeta, viviremos el resto de nuestras vidas con los efectos emocionales (esperemos que los biológicos se atenúen) de COVID-19. Los acontecimientos que acabo de mencionar son signos de un cambio de época y no ya una época de cambios. Los “post” conservan el control de los relatos Eurocentrados del tiempo. El cambio de época inaugura un Pachacuti global de múltiples temporalidades que ya no se puede subsumir en un tiempo universal, lineal, que nos distrae en espera de las promesas de futuro.

Reconocer el cambio de época nos incita a no pasar por alto los signos que percibimos en estados-nacionales maternos. Extendiendo la observación de Segato a los estados mencionados más arriba, me animo a explorar algunas ideas de lo que podrían ser “estados matrízticos.” Lo cual presupone el predominio, sino la hegemonía, de “culturas matrízticas.” Veamos.

En primer lugar, aclaración del vocablo “matríztico” con “z”. Estudios arqueológicos recientes argumentan que hay suficientes restos arqueológico de la era neolítica (7500-6500 AC) para suponer que en la región oriental del Mediterráneo (parte del sur de Italia, Rumania, Grecia, parte de la actual Turquía), hubo una cultura matrística (con “s”). A pesar de la apropiación del pasado en la historia de Europa, cuando Europa no existía, en un área que incluye lo que es hoy Asia occidental, lo importante es la posible existencia al menos de una cultura matrística. En la cultura matrística varones y mujeres compartían la oikonomia, del griego oykonomos—administración comunal, no del común.  El común remite a compartir entre los seres humanos. Lo comunal remite a convivir con todo lo viviente (resumido en un sustantivo, “naturaleza” en el vocabulario occidental) (https://www.turbulence.org.uk/index.html@p=391.html).

Tal cultura matrística habría dejado de existir como tal por invasiones patriarcales indo-europeas (https://www.europaindigena.com/2%C2%AA-el-neol%C3%ADtico/). “Cultura matrìztica” con “z” es lo que proponen Humberto Maturana y Ximena Dávila en el proyecto político-ético-educativo titulado así, “Matríztica” (https://matriztica.cl/). La “z” marca la diferencia: no es posible volver al pasado, nunca, pero sí es posible inscribir lo que del pasado, siempre, queremos preservar en el presente. El desafío es constituir culturas matrízticas en sociedad patriarcales. ¿Cómo hacerlo?

Es la pregunta inmediata con tanto poder financiero, militar, mediático que nos acosa. La manera de hacerlo es por la educación en todos los niveles y esferas: desde la escuela a la universidad, organizaciones independientes de la sociedad política (por ejemplo, los sectores de la sociedad civil, en la terminología liberal que toma sus destinos en sus propias manos siendo conscientes que no pueden contar ni con el estado, ni las corporaciones, ni los bancos y en muchos casos ni la religión, https://www.scielo.org.co/pdf/rcan/v47n2/v47n2a09.pdf). La edificación de culturas matrizticas, en estados nacionales actuales, será la tarea de la sociedad política convertida en el “cuarto poder”: judicial, legislativo, ejecutivo y social/comunal. Social/comunal porque una cultura matrizca no puede reducirse a la sociedad de los seres humanos, sino que es imperativo reconstituir lo comunal en las relaciones humanas con todo lo viviente (cosificado por el sustantivo “naturaleza” y el adjetivo en “recursos naturales”).

Coronavirus: el Estado y los signos de un cambio de época

Sin culturas matrízticas no podrá haber estado matríztico. Vivimos hoy en el planeta inmersos en culturas patriarcales. Mejor decir, patriarcales/matriarcales, en la medida en que los conflictos en la esfera de la sexualidad y del género surgen de la hegemonía/dominación de la cultura hetero-normativa, que es patriarcal y matriarcal. Además, estamos inmersxs en culturas que, además de patriarcales/matriarcales están reguladas emocionalmente por el racismo. Lo cual no sólo afecta a las personas en la sociedad civil (por ejemplo, musulmanes en occidente y en India; descendientes de africanxs en Estados Unidos, africanxs, palestinxs en Israel, etc.), sino que afecta también las relaciones inter-estatales (los gobiernos de Irán y Syria son musulmanes; el estado Chino no solo es comunista sino también de gente de raza “amarilla” según la clásica clasificación racial por color de piel; el estado Japonés también es gobernado por gente amarilla, y no cristiana, pero es aliado de occidente, etc.).

Si bien hoy las personas que habitamos el planeta vivimos en culturas patriarcales/matriarcales, tal cultura es común pero no es homogénea. Similar al capitalismo. El capitalismo es la forma hegemónica de la economía, pero no es homogéneo. Pero vivimos en culturas patriarcales/matriarcales moduladas y reguladas desde 1500 por y en la colonialidad del poder. Si bien las llamadas sociedades patriarcales tuvieron y tienen vigencia en distintas civilizaciones, incluida la occidental después de las invasiones indo-europeas que desplazaron las cultura matrísticas, el patriarcado actual adquirió su singularidad asociado con el capitalismo y el papel fundamental que el concepto de “raza” (que es ya un concepto racista, no científico), rasgo fundamental en la formación y ejecución de la colonialidad del poder (https://antropologiadeoutraforma.files.wordpress.com/2013/04/quijano-anibal-que-tal-raza.pdf).

Los conflictos de occidente con Irán son obvios en la historia misma de la formación de la civilización occidental. Menos obvios son la pervivencia del racismo en la emocionalidad en los conflictos de Occidente con Rusia (de tradición Cristiana Ortodoxa) y con China (de raza “amarilla” como ya dijimos, y desobediente). Turquía nunca podría ser miembro de la Unión Europea. Todos los argumentos esgrimidos suponían (y suponen) una emoción seminal racista: ser miembro de la OTAN no es lo mismo que serlo de una “unidad cultural”, la Unión Europea.

Una «cultura matríztica» es, en primer lugar, una cultura en la que el cuidado, el respeto, la armonía, la convivialidad, la cooperación, están incorporados en el vivir, el sentir y el emocionar cotidianos. Una “cultura” en este sentido no es la acumulación de objetos, de memorias en los archivos y en los libros. Una cultura la constituyen redes de conversaciones en torno a temas, objetos, memorias comunes que alimentan las conversaciones. Las redes de relaciones y conversaciones a través de espacio (a través de medios oficiales y personas que interactúan hoy por medios tecnológicos) que construyeron una «cultura del cuidado», una cultura matríztica, entre mujeres y hombres, entre heterosexuales y LGTBQ +, entre blancos y personas de color, entre el islamismo, el judeocristianismo, el budismo, el taoísmo, el sintoísmo; entre Confucio y Platón / Aristóteles. Las líneas globales que habían creado tales divisiones fueron trazadas por el patriarcado y la supremacía blanca entre el renacimiento europeo y la iluminación europea. De otra manera, el estado matríztico no puede llegar a ser mientras la cultura sea patriarcal/matriarcal.

Coronavirus: el Estado y los signos de un cambio de época

Una cultura matríztica es una condición necesaria para la posibilidad de un «estado matríztico». Los ejemplos que mencioné al principio mostraron signos de lo que podría ser un estado matríztico. Sin embargo, estos estados todavía están inmersos en culturas patriarcales dominantes. Hasta qué punto los estados de cuidado podrían continuar privilegiando al cuidado sobre la riqueza, la vida sobre la economía no solo dependerá de los gobiernos sino también, y fundamentalmente, del trabajo epistémico, político y ético de la sociedad política-el sector de la sociedad civil (que consume y vota) que toma/mos sus/nuestros destinos en nuestras propias manos, es la sociedad política emergente global. Heterogénea sin duda. Ya no hay cabida para modelos universales y unificadores. Estos fueron el caballito de batalla de la modernidad occidental. Ya dieron sus frutos y mostraron sus fracasos. La responsabilidad de la sociedad política es la de crear la cuarta rama de los poderes estatales: a las ramas legislativa, judicial y ejecutiva del modelo liberal de estado-nación, se debe agregar la rama de las intervenciones de la sociedad política en el legislativo / judicial /ejecutivo. Existe amplia evidencia de que los «representantes» elegidos en cada rama de gobierno no cumplen las funciones representativas que les otorgan las constituciones, sino que se involucran en peleas internas y la ansiedad de tener un lugar en el sistema inter-estatal.  

La sociedad política que estoy imaginando no es solo la sociedad política de los trabajadores de servicios y lo que solía llamarse «la clase proletaria», sino de todos en el ámbito profesional, desde abogados hasta arquitectos, desde médicos hasta profesores de humanidades, desde conservadores de museos hasta la industria de Hollywood. Brevemente, la sociedad política surgirá en cada estado, y también interconectada globalmente, de todas las personas que despiertan a los diseños generales de la matriz de poder de la colonialidad para dominar, explotar, controlar y decidir sobre nuestras vidas. Pero permítanme repetir: sin una cultura matricial no puede haber un estado matricial, lo que significa, por defecto, que el estado-nación continuará siendo patriarcal y promulgará la discriminación racial, sea cual sea el color de las personas que dirigen el estado-nación. Los acontecimientos recientes en la India, sobre la «nueva ley ciudadana», muestran que la discriminación racial podría estar funcionando en los estados-nación gobernados por «personas de color», como dijo Sukarno en el discurso de apertura de la Conferencia de Bandung, 1955.

Construir culturas matrízticas es la tarea y el desafío de emergentes organizaciones de la sociedad política. El estado patriarcal/matriarcal hoy dominante puede contribuir. Los signos matrízticos visibles en los estados nacionales mencionados al comienzo de esta nota son evidencia de que así puede ser.


[i] En inglés hay dos opciones: mujeres y hombres, lo cual destaca los roles sociales y males and females, lo cual refiere a la distinción biológica de todos los animales, incluidos los humanos. En castellano lo que corresponde es macho y hembra. Pero, seguro estamos de acuerdo, sería un tanto incómodo, aunque es semánticamente justo, decir “estados liderados por hembras.” Para masculino tenemos “varones” en cuyo caso deberíamos decir “varones y mujeres.”

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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