Nota
La revolución no será posteada
Un estudio realizado en distintas partes del mundo relativiza el impacto político de las redes sociales, sobre todo en los lugares alejados de las ciudades. Y plantea que cuando los usuarios utilizan la política lo hacen más para crear un discurso común de frustración y desilusión, que para hacer la revolución. Por Nell Haynes, para Diagonal.
En pleno proceso de primarias en los partidos demócrata y republicano en Estados Unidos, no faltan comentarios políticos, artículos de análisis y, desde luego, memes humorísticos, en Facebook, Twitter, Instagram y otras plataformas digitales. Esta actividad en las redes sociales se da por todo el planeta. Desde los bolivianos que dan su #sí o #no a las fotos de Instagram con el fin de animar el voto sobre la limitación de mandato presidencial hasta los ugandeses que utilizaron redes encriptadas en las redes sociales prohibidas durante las elecciones presidenciales, la política en las redes sociales no se circunscribe a países como Gran Bretaña o Estados Unidos.
Sin embargo, la mayor parte de nuestros conocimientos sobre los efectos de las redes sociales en la política –y la política en las redes sociales– procede de lugares como Nueva York, Washington, Londres, Madrid, Santiago, La Paz y El Cairo. ¿Cuál podría ser la relación entre la política y las redes sociales en lugares más remotos donde falta una voz política propia o habitados por personas que ven la política como algo para ‘aquella gente que vive en las grandes ciudades’?
En un largo estudio realizado sobre las redes sociales en nueve ‘lugares remotos’, investigadores en ciencias sociales se plantearon la misma pregunta. El proyecto Why we post fue desarrollado por la University College of London (UCL). Se realizaron entrevistas y encuestas, se interactuó con los participantes digitalmente y se determinó que la política estaba presente de alguna manera en las redes sociales.
Sin embargo, los habitantes de estas ciudades no suelen considerar la movilización política como el uso principal de las redes sociales, ni piensan que la expresión de la política en las mismas afecte a su vida diaria. Lo que descubrieron los investigadores –en una ciudad minera del norte de Chile, en una ciudad obrera del noreste de Brasil, en una pequeña ciudad de Trinidad, en un pueblo inglés, en una pequeña ciudad del sur de Italia, en una ciudad mitad kurda mitad musulmana en el sureste de Turquía, en un centro industrial de Tecnología de la Información (T.I.) en la India, en un pueblo rural del norte de China y en una ciudad industrial del sur de China– es que la política es pienso para el entretenimiento humorístico en las redes sociales, no un mecanismo para la revolución política.
Esto contradice la vasta literatura sobre la influencia de internet en la política, empezando por su papel en los nuevos movimientos sociales de los años 90. A principios de siglo, esta literatura surgió con un evidente optimismo sobre el potencial de la gobernanza electrónica para puentear la brecha digital. Más tarde, la atención se centró en el papel de las plataformas web 2.0 y los contenidos generados por los usuarios y, más recientemente, en las consecuencias de la extensión del wifi y los medios móviles, tales como los teléfonos inteligentes, sobre todo en lo que se refiere a la organización de la actividad política colectiva. De alguna manera, el optimismo ha perdurado, poniendo el foco en el papel de las redes sociales en la organización de la acción política y las formas alternativas de ésta, especialmente en las diversas experiencias regionales de la ‘primavera árabe’.
No tan optimista
El estudio de la UCL no es tan optimista como esta literatura. El uso de las redes sociales entre los residentes de las nueve ciudades del estudio refleja más bien su implicación limitada e indirecta en la política en su vida no digital. Por ejemplo, en el pueblo inglés y las ciudades del norte de Chile e Italia, muchas personas muestran una frustración general con la política, igual que la mayoría de sus contactos en las redes sociales. En todos estos lugares, las personas comparten a menudo sus opiniones en Facebook no como forma de protesta para iniciar un cambio, sino con humor como una manera de estrechar lazos comunitarios. En esencia, en vez de ‘hacer política’, utilizan la política con el fin de crear un discurso común de frustración y desilusión. Igual que con el deporte y las celebridades, la política proporciona forraje para una cultura popular compartida.
En Trinidad, la política toma a menudo la forma de espectáculo, pero vista desde una cultura popular. Por ejemplo, cuando el doctor Wayne Kublalsingh de la Universidad de las Antillas inició en 2006 una huelga de hambre de 21 días para protestar contra la construcción de una autopista, no consiguió parar el proyecto, pero se organizó un gran debate en las redes sociales. Los comentarios y las fotografías del deterioro de su cuerpo se mostraron tanto en los medios convencionales como en las redes sociales y los usuarios se vieron envueltos en el drama que se desplegaba debido a su naturaleza espectacular más que por tomar una posición política sobre la construcción de la autopista. Y cuando el primer ministro acordó revisar el proyecto, Kublalsingh puso fin a la huelga, con lo que se terminó la implicación del gran público en el tema.
Aunque la huelga de hambre provocó conversaciones en torno a los temas importantes de la gobernanza y el desarrollo, estas inquietudes políticas fueron eclipsadas en gran medida por el espectáculo de la huelga de hambre, que inspiró muy poca acción política. Muchas personas comentaron en entrevistas y encuestas que, aparte de hablar del espectáculo, no querían que se les asociara con acciones percibidas como ‘activismo’ o ‘participación política’. Consideraron las conversaciones y las bromas en torno a la política aceptables, pero menospreciaron ‘hacer política’ y escribir comentarios ponderados en las redes sociales.
Espectáculo, escándalo y cotilleo
Igual que con los residentes de las ciudades en Inglaterra, Chile e Italia del estudio, es el espectáculo, el escándalo y el cotilleo lo que tiene repercusión en los usuarios, así que son estos aspectos de los asuntos políticos los que se realzan, mientras que los detalles del debate político están ausentes de las redes sociales. Incluso en la ciudad industrial china, los usuarios varones de clase media utilizan las redes sociales para burlarse de la política y los políticos, con el fin de parecer graciosos e inteligentes ante sus iguales. En cada una de estas ciudades, en vez de ‘hacer política’, la gente corriente utiliza las redes sociales para ‘observar’ la política, igual que los espectadores de un partido de fútbol, es decir, como entretenimiento.
En la ciudad del sur de Italia, aunque es común tener amistad con políticos locales de diferentes grupos, se extrema la prudencia al hablar de política en Facebook o adherirse a una causa en particular, debido a la visibilidad asociada a las redes sociales. Es muy poco frecuente que estos italianos marquen “me gusta”, comenten o compartan comentarios políticos que se refieran a un político local en particular. Los propios políticos locales difunden a menudo publicidad favorable sobre su trabajo y publican actualizaciones detalladas sobre sus logros en el ayuntamiento, pero el público en general no se implica en estos temas. En cambio, utilizan las redes sociales para criticar a los personajes públicos, que representan a ‘Europa’, al ‘Estado’ y a la ‘región’. Sólo se implican en temas políticos lo suficientemente generales para no suscitar la posibilidad de que alguien discrepe de su posición. De manera que sus comentarios suelen reducirse a temas como el desempleo, la ineficiencia gubernamental y la corrupción.
Temor y sospecha
En la ciudad india, como en la del noroeste de Brasil, los usuarios temenconsecuencias negativas si los partidos rivales consideran antagónicos sus comentarios en las redes sociales. Centran su atención en mantener buenas relaciones con los partidos políticos locales y sus dirigentes. En agosto de 2014, durante la campaña electoral de Brasil, circulaban por los pueblos vehículos con propaganda, emitiendo por altavoz eslóganes y jingles de todos los políticos. Los vecinos se reunían a menudo para discutirlos, pero no se implicaban digitalmente en el comentario político.
Incluso en los lugares en los que la vida diaria está más estructurada por la afiliación y la lucha políticas, las redes sociales no forman parte necesariamente de esta configuración. La ciudad kurda/musulmana del sureste de Turquía, cerca de la frontera siria, tiene una larga historia de conflicto político y violencia. Sin embargo, los ciudadanos se abstienen de discutir de política en los espacios públicos, lo que incluye las redes sociales públicamente accesibles. Estos debates se reservan para el hogar en el que es más probable compartir opiniones y valores con la familia y los amigos cercanos. Durante las elecciones locales de marzo de 2014, algunos simpatizantes rompieron su silencio y participaron en las reuniones públicas en solidaridad con su partido político. Pero incluso en ese momento, nadie escribió comentarios en su propio muro de Facebook.
En la Turquía kurda, se considera que Facebook es aún más público que personarse en una reunión. Se utiliza principalmente para mantener buenas relaciones con los amigos y familiares, de manera que no pronunciarse en torno a asuntos políticos locales es importante para la coexistencia pacífica, tanto digital como no digital. Los residentes de esta ciudad turca saben también que no deben fiarse siempre de lo que ven en las redes sociales. Por ejemplo, saben muy bien que, en septiembre de 2013, el partido en el poder, el AKP, reclutó a más de 6.000 usuarios de las redes sociales con la intención de influir en la opinión pública. De forma que las redes sociales tienden a reforzar el clima político general de la ciudad, lo que incluye la ausencia de debate en torno a la política local y la capacidad del partido en el poder para suprimir las opiniones de la oposición.
Control del Estado
Por supuesto, en Turquía –como en China– el Estado controla explícita y sistemáticamente el uso de las redes sociales y la vigilancia ejercida por el Estado es una fuerza poderosa que ha influido en cómo se utilizan los espacios semipúblicos de las redes sociales. El Gobierno turco prohibe y bloquea directamente ciertos sitiosde las redes sociales. Varias páginas en Facebook que apoyan al partido kurdo Paz y Democracia (ahora el Partido de las Regiones Democráticas) se han cerrado y se acusó a algunas personas de difamación por haber criticado en las redes a figuras poderosas.
La mayoría de los opositores al Gobierno sienten la presión de ser vigilados, lo que conduce a la supresión del libre debate político digital, de la misma manera que se ha suprimido en los lugares no digitales más públicos. Las redes sociales configuran un entretejido de lo social y lo político de tal manera que la vigilancia del Estado solapa y es reforzado por la vigilancia social de amigos, conocidos o familiares.
Pero más importante quizá que la censura de los Estados es cómo éstos hacen uso del poder mediante las normas sociales que gobiernan las relaciones entre individuos. Y puesto que las redes sociales son en efecto sociales –fundadas en las relaciones entre individuos– estas normas influyen en el uso de las mismas. En las dos ciudades chinas del estudio, la historia de los medios locales y su relación con otras áreas de la vida crean una norma poderosa por la que los residentes ni siquiera conciben las redes sociales como el lugar apropiado o posible para discutir de política y criticar al Gobierno central. Consideran más bien las plataformas de redes sociales como QQ y WeChat como lugares de entretenimiento para crear nuevas relaciones y fortalecer las antiguas.
Esta falta de crítica a la labor del Gobierno o de cualquier tipo de implicación política es mayor cuando se compara con el gran interés popular por debatir temas políticos en espacios no digitales, como son las comidas. La censura directa estuvo ausente, casi innecesaria, porque a medida que se iban desarrollando las redes sociales en China, se configuraban al mismo tiempo como lugar de entretenimiento y amistad, haciendo que la implicación política fuera inapropiada en las mismas.
Relaciones sociales y valores locales
En términos generales, se trate de contextos de vigilancia por parte del Estado o del acceso libre a las redes sociales, en todas las ciudades del estudio, la expresión de los individuos en las redes sociales se orienta por regla general hacia la protección y el cuidado de las relaciones sociales y el prestigio personal. Igual que con las interacciones no digitales, las redes sociales se ven como un lugar para mejorar el estatus social o la popularidad de uno, para asociarse con grupos que se consideran prestigiosos o simplemente para mantener buenas relaciones con otras personas. Pero, por supuesto, la gran visibilidad de las redes sociales reafirma este fenómeno, de manera que sea en primer lugar un espacio para expresar ideas y valores compartidos.
Así que cuando observamos cómo la política se desarrolla en las redes sociales desde una perspectiva más global, se hace evidente que las normas sociales, los tipos de redes y los límites de la aceptabilidad social determinan en gran medida si se debate políticamente o no. Los sentimientos de indiferencia, desilusión o apatía pueden contribuir a la decisión de algunos individuos de abstenerse de discutir de política en internet, pero es más frecuente que las redes sociales sean tan sólo un lugar para la interacción y la socialización de un pequeño grupo. De esta manera, para la mayoría de las personas, tiene más sentido utilizar la política para realzar las redes sociales que utilizarlas para ‘hacer política’.
Esta conclusión puede parecer pesimista, pero apoya otro descubrimiento del estudio relacionado con los efectos de las redes sociales e internet en general sobre la homogeneidad global. El hecho de que las normas sociales locales estén tan arraigadas en cada ciudad que ni el debate político puede cambiar este equilibrio, demuestra que incluso algo tan ubicuo como las redes sociales no consigue que nos parezcamos.
Las redes sociales se utilizan de manera diferente en según qué lugares, siempre de acuerdo con la historia local, el sistema político, las condiciones económicas y los valores culturales. Aunque los contextos locales pueden disuadir a muchas personas de implicarse abiertamente en política en contextos digitales, podríamos concluir que el resultado no visible es positivo. Las redes sociales no representan una influencia uniforme en el mundo, sino que se emplean de manera específica en cada ciudad. Aunque no todas las personas utilizan las redes sociales para inspirar revoluciones políticas a nivel nacional, ni siquiera local, las utilizan para mejorar su vida de acuerdo con sus propios valores sociales.
Fuente original: Red Pepper
Traducción: Christine Lewis Carroll
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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