Nota
Las mujeres del mundo árabe: una mirada desde el feminismo
Wassyla Tamzali ha dirigido durante 20 años diversos programas de la Unesco sobre los derechos de las mujeres. Esta abogada denuncia el papel de la religión como elemento de control.
Wassyla Tamzali (Béjaia, Argelia, 1941) ha dirigido durante 20 años diversos programas de la Unesco sobre los derechos de las mujeres. Esta abogada denuncia el papel de la religión como elemento de control. Una nota de Periódico Diagonal, de España.

La abogada argelina y feminista, en la Casa Árabe de Madrid
Wassyla Tamzali (Béjaia, Argelia, 1941) ha dirigido durante 20 años diversos programas de la Unesco sobre los derechos de las mujeres. Esta abogada denuncia el papel de la religión como elemento de control.
Los medios occidentales difunden una imagen de las mujeres árabes como mujeres oprimidas. ¿Qué hay de mito y qué hay de realidad?
Hay una realidad: la única región del mundo que rechaza reconocer el principio de la igualdad de los hombres y las mujeres son las regiones del mundo que dicen pertenecer al islam. He dicho reconocer, porque en muchas regiones del mundo que reconocen la igualdad no la aplican. Pero el primer paso de reconocer la igualdad de los hombres y las mujeres en la sociedad no se ha dado en los países árabes. Sin embargo, hay una utilización por los medios de esa imagen de la mujer árabe. Los medios no están realmente interesados por la realidad de las cosas, sino por la diferencia. Es eso lo que les interesa. Por ejemplo, si en esta sala hay cien mujeres árabes de las que hay dos con velo, van a fotografiar a las dos mujeres con velo y no a las otras 98. Me ocurrió en España. Cuando inauguramos un centro de mujeres árabes en Madrid, éramos unas 200 mujeres, muchas españolas de origen magrebí, y vinieron tres mujeres de la mezquita para participar en el proyecto. Y al día siguiente todos los periódicos las habían fotografiado a ellas.
Telefoneamos a todos los periodistas, y tuvimos una respuesta terrible de un gran periódico, que nos dijo «pero hemos fotografiado a las mujeres con velo porque así no podemos equivocarnos, son marroquíes». ¿Qué interesa a la prensa? No es tanto la condición de las mujeres árabes, sino lo que las diferencia de la condición de las mujeres occidentales. Si muestras que hay una sola manera de ser, prácticamente haces una definición racista de un pueblo.
La mujeres jugaron un papel importante en las revoluciones árabes. ¿Qué queda de aquello?
Túnez y Egipto son los dos países interesantes para analizar. En Egipto hubo una revolución rápidamente cubierta por una contrarrevolución. De Egipto todo el mundo guardó la imagen de la mujer que fue violada en la plaza. Esa imagen circuló mucho y fue interpretada de manera distinta. Los que estaban contra las revoluciones utilizaron esta imagen para mostrar que las revoluciones iban a ser peores que la situación en ese momento. Para la gente como yo, feminista, demócrata, no es la revolución la que violó a esa mujer. Es la contrarrevolución. Publicaron fotos de mujeres sin sujetador en la plaza de Tahrir, y las mujeres se quedaron en casa. Utilizaron el elemento sexual como un medio de opresión, para que las mujeres se queden en casa.
En segundo lugar, las revoluciones árabes me han hecho pensar en el deshielo de los glaciares. La gente ha dicho “es la primavera”, luego dijeron “es el otoño, el invierno”. Yo diría que es el deshielo. Es decir, que durante 50 años esas sociedades han estado bloqueadas, han estado heladas, sepultadas bajo capas de hielo: el nacionalismo, el islam, la policía, el Ejército… La revolución hizo que el hielo se fundiera.
En el caso de Túnez hemos visto que la revolución se abría sobre un mundo en el que el lugar de las mujeres era primordial. Cuando los islamistas llegaron al poder, cuando quisieron cambiar en la constitución la palabra «igualdad» por la palabra «complementariedad»… todos los tunecinos bajaron a la calle, no sólo las mujeres, y también las mujeres con velo. No se puede imaginar la revolución con una mujer que va a volver al hogar, no es posible.
¿Qué opina del feminismo islámico?
No existe. Es imposible. Puedes ser musulmana y feminista, pero no puedes hacer feminismo con el islam. En primer lugar, el papel de la religión no es el feminismo y no es la democracia. No se puede querer que la religión haga lo que no le corresponde. La religión conduce a la espiritualidad o a la moral y puedes estar a favor o en contra. El feminismo es otra cosa. El feminismo no habla de moral. Habla de libertad.
Sabemos que históricamente, por tomar como ejemplo el cristianismo, ha hecho falta que el movimiento feminista se confronte violentamente con la Iglesia para poder avanzar. Por ejemplo, con el aborto, con el divorcio. En un momento dado, en la religión hay un obstáculo que sólo se puede superar saliendo de esa idea conservadora. ¿Estás contra la poligamia? Entonces di que estás contra la poligamia, di «soy musulmana pero estoy contra la poligamia porque mi conciencia me lo prohíbe». No hay que explicar que la poligamia es una mala interpretación del islam. Pero las feministas islámicas retoman un viejo discurso que ya vimos en los años 70 para explicar el lugar de la poligamia en el Corán y decir que no existe.
El trabajo que hacen sobre la interpretación ya se hizo en los años 70, y en 30 años se explicó todo, también se usó la lingüística, todos los medios modernos, para tratar de comprender lo que estaba escrito en el Corán, para extraer elementos a favor de las mujeres. ¿Por qué se hizo esto? Se hizo porque querían llegar a las mujeres que creían en dios y en la religión. Y a esas mujeres había que hablarles, darles argumentos. Pero una vez que ya no hubo más pasos que dar, se decidió dejar de lado la religión porque no se puede reducir el islam a una interpretación jurídica, y no es el objetivo del islam reglamentar la familia.
En segundo lugar, es peligroso. Primero porque es un movimiento que nació para deslegitimar el feminismo. Y porque reúne una serie de imágenes sobre el mundo femenino en el mundo árabe. Es decir, volviendo a los medios, ellas van hacia los medios y los medios van hacia ellas. Hay hoy una especie de conspiración general que quiere que una mujer árabe sea una mujer con velo, pero el velo es un símbolo de opresión, lo mires por donde lo mires. Yo no estoy contra el velo, estoy contra el discurso sobre el velo. Porque una mujer que quiere estar oprimida, tiene derecho a estarlo, no puedo obligarla a ser libre, pero hacer un discurso de libertad sobre el velo es peligroso.
Tras las revoluciones, parece haber una situación de regresión en el mundo árabe… ¿Cuál es la situación en Argelia?
Los movimientos no son fuertes, porque en Argelia hay un régimen político que ha roto la sociedad civil. El movimiento feminista no es fuerte, pero sigue habiendo un movimiento de las mujeres. Y hoy el contexto político, el contexto internacional, no es muy favorable a un discurso sobre los derechos de las mujeres, porque hoy tenemos preocupaciones graves por las que los derechos de las mujeres pasan a un segundo plano. Desgraciadamente es así. Porque en menos de diez años se han destruido cuatro países árabes importantes, entre ellos Iraq y Siria, el corazón de la civilización mediterránea, y Libia y Yemen. Otra preocupación es el camino tomado por El Cairo, que en vez de ir hacia adelante, ha vuelto atrás. Han hecho un poco lo mismo que hicieron en Argelia en el año 2000 cuando los islamistas fueron elegidos y los militares volvieron a tomar el poder.
La situación tunecina es la que trae esperanza, aunque sea muy difícil. Pero trae esperanza porque continúa y está viva. En Argelia la sociedad civil está empezando a organizarse. Yo trabajo mucho en el ámbito del arte, porque el discurso político no existe ya, así es que me centré en el arte contemporáneo, la escena artística argelina, que nos permite comprender mejor la situación. Hay un discurso muy rico sobre las mujeres, sobre la democracia, sobre el individuo, que están en el interior de esas expresiones artísticas, y hay una movilización, aunque no sea grande, incluso en los pueblecitos, hay asociaciones culturales que se han creado. La cultura parece ser hoy el territorio sobre el que se ha concentrado un poco la vitalidad de la sociedad.
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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