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León Rozitchner y las desapariciones en democracia

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Ante los casos de Julio Ángel Gerez y Jorge Julio López –de quien no se sabe nada desde hace más de cien días-, el filósofo habla del efecto psíquico del resurgimiento de la figura simbólica del desaparecido. También señala las consecuencias peligrosas de las conmemoraciones que alumbran sólo el horror pero no profundizan en las causas que le dieron lugar. «No se puede separar a la economía de los instrumentos y agentes del terror que la hicieron posible», subraya. El subsuelo tenebroso del Estado, el temor de los intelectuales y la vocación de fracaso de la izquierda. La salida colectiva como única herramienta para superar al miedo.
– ¿Se sorprendió con las desapariciones de López y Gerez?
– En última instancia no debería extrañarnos, porque el desparecido sólo es el extremo límite del quitar la vida a un ser humano. El gatillo fácil es también un eufemismo macabro, aunque obsceno en su ironía, para disfrazar el asesinato de cientos de niños y adultos cuyos autores, policías, permanecen impunes y protegidos por la justicia. Lo que sí extrañó es la vuelta de la figura simbólica del desaparecido, propia del genocidio militar, y justo cuando se los está juzgando. La amenaza social tiene allí un siniestro modelo para aterrar a la gente que resiste. Su efecto psíquico es eficaz: al desaparecido tenemos que darle nuestra propia existencia para poder imaginar su ausencia. Pero al ponernos en su lugar se produce una extraña confusión: darle vida con tu propia vida para llenar su ausencia hace que sea la tuya ahora también la amenazada. Al ocupar imaginariamente el lugar de un resistente la amenaza de muerte también te alcanza. Cada ciudadano ve reaparecer de nuevo el poder siniestro del terror, y la sociedad vuelve a quedar aterrada. La libertad que se ha ido ganando poco a poco vuelve de golpe a perderse.
– ¿Por eso prendió tanto la teoría del shock emocional cuando desapareció López?
– La teoría del shock emocional, disfraz psiciologista de la tragedia, es más tranquilizadora. Es una forma de no dar crédito a la realidad de un país donde su sociedad vive la inquietud de una amenaza constante. La propia familia de López no quería creerlo y esa negación expandida contribuyó también a que la gente lo negara. Pero el miedo a las fuerzas represivas que el Estado cobija se reaviva. Si hasta el concejal (Hugo) Cantero, cuando fue el móvil policial a buscarlo porque habían encontrado a su amigo Gerez, tuvo que llamar al gobernador (Felipe) Solá para saber si era cierto, porque tenía miedo de subirse al patrullero y que también a él lo desaparecieran. Las fuerzas que debieran protegerte son las que pueden matarte. La magnitud de esta amenaza tiene una gravedad enorme: cada uno se convierte en un blanco bajo la apariencia de vivir en democracia, pero ésta sigue organizada por el modelo genocida.
– ¿ A qué tiene miedo usted?
– No sé, es medio difuso. Pero yo también estoy dentro del sistema. A mí me corresponden las generales de la ley como a cualquiera. En ese sentido no escapo a lo que todos sienten. También en los sueños nos persiguen.
– En marzo, cuando se cumplieron los 30 años del golpe, una multitud salió a la calle, todos los medios de comunicación hicieron sus programas de homenaje y, sin embargo, ahora la sociedad no reaccionó de manera masiva ante la desaparición de dos personas.
– Es el terror expandiendo su eficacia al campo de los medios: varios de sus propietarios fueron cómplices del terror para obturar la verdad de lo que sucedía. Lo que pasa es que todos esos homenajes de los medios tienen una doble inscripción. Cuando vos ves en la televisión todo lo horrible que pasó, esas imágenes que muestran, ocultan al mismo tiempo que revelan: no nos dicen por qué se produjeron esos hechos, quienes fueron sus promotores nacionales e internacionales, los poderes económicos, religiosos y políticos que los prepararon en una estrategia a la que Menem y sus secuaces le dio su acabado: la venta de todos los bienes nacionales, la destrucción de una cultura de creación y resistencia, la miseria de millones. Al mismo tiempo, con esos relatos limitados a describir los hechos espantosos vuelve a surgir la amenaza, porque la gente queda atrapada por el impacto de los más terrible. Eso queda grabado. No los prepara para enfrentar a los responsables. Y en la figura del nuevo desaparecido sólo ratifican las imágenes del horror pasado, porque se les oculta su persistencia necesaria en el neoliberalismo, que es otra forma normalizada del genocidio en su producción de miseria, de enfermedad y de hambre. Repentinamente se ratifica lo traumático. Cada vez que la TV o la prensa te pone una imagen de terror para –se dice- demonizarlo, tiene un doble sentido. Esa es la estrategia: por un lado lo condenan, pero por el otro te hacen sentir de nuevo lo temido en la imagen que destella. Ocultan el fundamento del terror persistente en lo que muestran, porque no esclarecen lo que están mostrando. Es el efecto siniestro y tenebroso que se expandió por toda la culta civilización de occidente al inaugurar el año nuevo cristiano mostrando cómo un hombre era colgado en la horca. Otra que el crucificado.
– Esta doble inscripción da lugar a un debate político que siempre se da sobre este tipo de hechos: están los que dicen que no hay que dar a conocer las amenazas e intimidaciones porque hace el juego a los provocadores y aquellos que sostienen que hay que denunciarlos para aislarlos.
– Indudablemente, el camino es el segundo. Los que callan se guarecen en el miedo: es claro, si no hay reacción desde el Estado y la población para ponerles coto, hacen como si no pasara nada. La impunidad se ve ratificada. Hay que denunciar y presionar al gobierno y a las instituciones que protegen a los asesinos. Tiene que crearse una fuerza social colectiva solidaria frente al crimen. Ya tampoco alcanza con salir con carteles a la calle, tiene que haber una actitud activa. Tampoco alcanza con mostrar por mostrar, la televisión hemos visto que es obscena. Fijate: mostraron a Kirchner, todo serio, dando su discurso en cadena sobre la desaparición de Gerez y después siguieron los canales, como si nada, con toda su estúpida frivolidad: hasta el propio Canal 7 lo hizo.
– ¿Qué significa que tres décadas después se utilicen los mismos mecanismos del terror?
– Son los mismos mecanismos, pero ahora los desaparecedores pasan a la clandestinidad: esa es la diferencia. Sin embargo la represión está enquistada y visible en las instituciones del Estado mismo: hasta el presidente lo dijo en su discurso. Existe como un poder dentro de la democracia que se encuentra en el subsuelo del Estado y de las instituciones. Un poder que subsiste y que nunca ha desaparecido. Pensá en la ley sobre la llamada policía privada que está por votarse en la provincia de Buenos Aires promovida por Solá, tan conmovido él por Gerez.
– ¿Por qué las instituciones del Estado no han podido sanearse en dos décadas de democracia?
– Porque el Estado fue cómplice, vivían juntos. En ese sentido, Kirchner estuvo bien al principio respecto de los derechos humanos del pasado, pero respetó a los grupos de poder económico que crecieron sobre fondo del terror militar y hasta los subvenciona. Su compromiso con el pasado -la privatización del petroleo- define su presente. Miden el desarrollo del país por los grandes números de la economía, pero a la mayoría de la gente ese goteo de las ubres repletas no sacia ni el hambre de alimentos, ni de educación, ni de salud de las mayorías . Los de abajo no reciben salarios adecuados, no hay medicina social, no hay viviendas, hay trabajo en negro y mal pagado.Casi todos los profesionales de todas las profesiones se han convertido en empleados explotados y sometidos de las empresas privadas, que se han comprado todo. En ese sentido, Kirchner sigue el modelo clásico sin atreverse a recuperar lo que sobre fondo del terror nos expropiaron. No es verdad que si a la Nación le va bien económicamente, también le vaya bien a la mayoría. La riqueza la recibe cierto sector, que no supera los tres millones de habitantes. Mientras tanto, los precios aumentan, es muy grave lo que pasa, por ejemplo, con la medicina: no sólo en los hospitales públicos sino también en la medicina privada. No basta con haber ordenado sacar el cuadro de Videla del colegio militar. Nuestra economía neoliberal, que es la gran genocida, es la que atenta ahora contra los derechos humanos.
– Tras los casos de López y Gerez se puede decir que la bestia no está tan desarmada
– Sí, pero eso ocurre porque no hicieron mucho para lograrlo. Comenzaron, pero se quedaron ahí. No cambió la policía, no cambió la justicia, no cambiaron ni los medios de comunicación, ni la educación, ni la salud pública. ¿Qué pasa con el petróleo, con los ferrocarriles, el gas, la electricidad, los teléfonos, con toda la riqueza expropiada que el genocidio hizo posible? Eso no se toca. Son muchso miles de millones los que las empresas envían a sus centrales europeas o norteamericanas. Ese es el gran despojo. No se puede separar a la economía de los intrumentos y agentes del terror que la hicieron posible.
– Pero estas desapariciones se dan justo cuando la justicia comienza a actuar y condena a cadena perpetua al Turco Simón y a Miguel Etchecolatz.
– No, yo no digo que no se haya hecho nada, pero las limitaciones están en no realizar transformaciones sustanciales. Si se los juzga es porque al mismo tiempo ya no los necesitan del mismo modo. Los medios de sometimiento, control y represión también se transforman y se actualizan con los cambios políticos. Con Daniel Scioli como candidato, por ejemplo, no promovemos una transformación real del sistema: su persona es un desafío a la inteligencia pública. Por eso no pueden pedir -ni tampoco buscan- un apoyo desde abajo. Saben que de todas maneras tendrán los votos, porque no queda otra.
– ¿Cómo vio la reacción de los intelectuales frente a estas dos nuevas desapariciones?
– No podemos englobar a todos sino a la mayoría. Ellos también interiorizaron la persecución. Su modo de distanciarse es preocuparse, por ejemplo, por la excelencia académica. La vida cotidiana a “la ciencia” le pasa de costado, como también a los profesionales que la universidad prepara para las empresas. Si orientan el saber científico o teórico hacia la realidad que se vive, son desplazados y quedan excluidos. No son vistos como productores del “saber objetivo”. ¿Quién les va a dar una beca? ¿Quién les va a permitir escribir en revistas con referato? ¿Quiénes van a ser nombrados profesores titulares? ¿Qué medios los van a tener en cuenta? Mejor dejar la crítica de lado.
– Habló del miedo de la familia López, de su miedo, del de los intelectuales, del de la sociedad, ¿Qué mecanismos existen para superar el terror?
– Para vencer el miedo individual la mayoría tiene sólo una única salida: la creación de un poder colectivo cuya fuerza viva venza nuestro individualismo tenebroso, que permita sentir que cada uno está contenido por los otros. Y que esa participación puede tener un efecto real para modificar nuestras condiciones de vida y hacerlas más humanas.
– ¿Usted percibe a algún actor social que haya podido escapar del miedo?
– Nadie escapa al miedo, salvo quienes impunes lo producen o lo gozan. Al miedo se lo enfrenta: Lopez y Gerez son actores sociales. Bastante gente privada y colectivamente lo han hecho (las Madres por ejemplo), los que han levantando comedores populares, los organismos de derechos humanos, los que intentan elaborar vacunas en el Malbrán a pesar de la política oficial que las boicotea, los que trabajan y denuncian el estado de las instituciones públicas, los que salen a la calle para sentirse que no están solos y denunciar hechos aberrantes, la Correpi por ejemplo, y muchos otros.
– ¿En el 2001 se había logrado romper el miedo?
– Sí, porque la pequeña y algún sector de la burguesía mediana también salieron a la calle. Ni la amenaza del estado de sitio pudo detenerlos. Por un momento, aunque fugaz, se produjo una unidad inesperada y espontánea. Sus consecuencias fueron dispares, pero fue una experiencia inesperada la que vivieron muchos ciudadanos: una conquista breve que marca el imaginario político del país. Duró quizás, de manera visible, lo que un lirio. Una esperanza mustia de la omnipotencia imaginaria que se expresó en el pedido de que se fueran todos los políticos. Pero la izquierda, que casi siempre está presente y estimula a veces, en este caso aceleró la verificación de la fantasía transformadora. Yo estuve en las asambleas del Parque Centenario, y era lamentable ver cómo se peleaban por el micrófono y cómo querían bajar línea revolucionaria a los vecimos. Hay mucha vocación de fracaso en la izquierda. Espantan a la gente, pero no se dan cuenta: confunden el deber-ser con el ser. Es lo mismo que pasa con la Universidad, disolvieron la base estudiantil y se convirtieron en una patota fuerte por lo aguerrida, ante la indiferencia de la enorme masa de estudiantes. No vieron nunca a la Universidad como un poder real de transformación política. Como están preocupados en hacer la revolución afuera, perdieron un poder transformador posible y mayoritario adentro. Ya pocos los tienen en cuenta para las propuestas populares y políticas en serio. Pero lo más notable es que el peronismo hizo su enroque: luego de perder el cetro del poder político volvieron a ocuparlo saltando por encima de De la Rua.
– ¿Cree que Gerez apareció por la presión política o para reforzar el miedo?
– Para mí la desaparición de Gerez se produce por lo que viene ahora, el próximo juicio público contra Von Wenick, el primer hombre de Iglesia latinoamericano que será condenado y mostrado universalmente como un torturador y asesino, avalado por la curia para estimular el genocidio. Creo que con la desaparición de Gerez intentaron parar ese juicio público que está próximo. No creo que fuera obra de Patti, quien será un asesino y un torturador, pero era muy obvio que lo terminaba perjudicando a él. Que no podía ser obra suya, aunque sí de la cofradía que en función de intereses mayores y más poderosos le pasaron por encima.

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia


La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas.

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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