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Quién sí y quién no: Entrevista con Claudia Piñeiro

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WhatsApp, aborto, ateísmo, evangelistas, políticos y políticas. Impresiones de una escritora que entendió un mensaje paterno. El feminismo, el lenguaje inclusivo, su nuevo libro y otras cuestiones del presente, en clave sorora. POR EZEQUIEL SCHER
Claudia Piñeiro cuenta que de niña lloraba cuando su papá no la dejaba ir a clases de corte y confección, pero en el fondo “sabía que él tenía razón”. Él le decía que había que prepararse para competir con el mundo de los hombres. Cuando murió, el cochero acomodó el cajón, pidió que se acercaran los caballeros para agarrar las manijas, y ella se plantó: preguntó por qué la excluían y agarró el féretro. Terminó la carrera de contadora con el mejor promedio de la UBA y entró a una de las auditorías más prestigiosas del mundo, aunque no por sus boletines sino porque la empresa (norteamericana) debía cumpir una ley que obligaba a tomar a “las minorías”. Sin embargo, dice que sólo se sintió discriminada una vez que no la dejaron pasar a un boliche. “Hubo discriminación, pero yo no la sentí, porque esas situaciones eran parte de la vida y no tenía la cabeza formateada como ahora para darme cuenta”, dice, con una biblioteca a su espalda y otra en la cabeza, desde un piso doce que espía al Jardín Botánico. La última voz que dio el discurso inaugural de la Feria del Libro -una de las 4 mujeres en 44 ediciones- acaba de publicar Quién no, cuentos sobre raros, raras y rarezas, y en esta charla (des)arma un glosario: el aborto, la vida, el feminismo, la sororidad, las redes sociales, el lenguaje inclusivo y el ateísmo.
Tu libro habla sobre las rarezas de la gente. ¿Refleja una época de disidencias?
Estos cuentos están escritos desde hace quince años. Siempre existieron las disidencias. Hay momentos en que la sociedad está más plástica y otros en que está más cerrada. Cuando está cerrada, es cuando hay que marcar más. Cuesta entender al otro. Hace unos días ocurrió el caso de la nena que quedó abandonada en el auto y murió dentro. Escuché desde hablar mal del padre hasta tratar de explicar que eso pasó porque tuvo un ACV. También escuché a un neurólogo, decía que lo que le pasó a ese señor le puede pasar a cualquiera. No fue porque es un mal padre o porque tuvo un ACV. Hay momentos en que la memoria hace que te olvides de algo automático que hacés todos los días, como abrir la puerta o dejar las llaves. Entonces, quieren convencerte de que la respuesta es que para ese padre hay algo superior a la niña. Para ese hombre, no hay nada más importante que la hija. Pero la memoria falla porque estás preocupado por algo, y sí: puede pasarle a cualquiera en una situación de stress. Noto que los periodistas y la sociedad no pueden aceptar lo que pasó. Es doble discurso. Lo juzgan porque no pueden aceptar que, quizás, les pueda pasar a ellos. No podemos hacer empatía porque no lo podemos tolerar.
El libro habla bastante del doble discurso de la sociedad.
Hay un cuento que tiene que ver con las madres de colegios. Eso de que todos los chicos son perfectos salvo el tuyo: siempre estar mirando el hijo del otro y marcar que es diferente. La riqueza de las sociedades vienen de la diversidad, de la diferencia. El sistema educativo, sobre todo en las escuelas privadas, tiende a estandarizar, incluso, al que molesta porque es brillante. Hay que estar en la media y, si no, molesta. Porque hay que prestarle más atención. Y lo peor es que se puede llegar a la conclusión de que hay que medicarlo para que se estandarice.
¿Es más complejo en esta época donde, con las redes sociales, sabemos todavía más de la vida de los otros?
Sartre en La puerta cerrada dijo: “El infierno es la mirada de los otros”. Y eso pasa cada vez más, porque la mirada de los otros ahora es más activa. Antes vos estabas en tu casa y nadie te podía espiar por la ventana. Ahora hay ventanas en todos lados porque nosotros accedemos a abrir esas ventanas.
¿La literatura va a tener que incorporar a las redes sociales?
Es inevitable. Publiqué la novela Tuya en 2005. Ahí la joven adolescente habla por teléfono con la amiga. Hoy sería impensado. Serían todos mensajes de WhattsApp. Yo no corregiría ese libro porque es de esa época. Tiene que quedar así. A futuro, un personaje no va a ir a un teléfono público, va a sacar el celular y, encima, a lo mejor se lo roban. Pero en ese sentido, con la misma naturalidad que otras cosas. Hoy cambiaron otras cuestiones, y la comunicación es de lo que más nos ha cambiado. Diría que es el gran cambio de este siglo.
¿Qué te preocupa de las redes?
Del WhattsApp, las noticias falsas. Porque cuando están en Twitter o en Facebook, de una manera u otra, tenés posibilidades de desbaratarlas: alguien se entera, lo avisa, y se entera y genera algo distinto. Por WhattsApp circula lo que sea y no tenés modo de pararlo. En Brasil, en la elección de Bolsonaro, pasó eso. Le decía a Thomas Friedman, que es un periodista del The New York Times que vino hace poco, que había salido una noticia falsa mía con todos los logotipos de La Nación. Él me decía que para el año que viene la noticia falsa podrá ser conmigo en un video, con mi voz, diciendo algo que no dije. En la campaña del año que viene, veremos ese tipo de cosas.
¿Las fake news son literatura?
No es literatura porque en literatura vos entregás una novela y decís: “Esto es ficción”. Y el otro lo sabe. En la fake news, yo no te hago esa advertencia. Entonces, hay una gran diferencia entre los dos discursos.
Siempre te interesó lo político ¿Por qué ahora decidiste participar activamente en debates publicos?
Desde el 2001 en adelante hubo mucha gente que se retiró del espacio político, sobre todo el ciudadano común. Y a la vez, en los últimos años, reapareció eso del discurso político, particularmente desde la juventud. Se volvió al espacio político y cuando digo político no digo partidario. Yo no soy de ningún partido, pero me importa ampliar los derechos.
¿Y qué viste en ese campo de participación?
Siempre me importó la política, aunque no siempre encontré el espacio. Creo que ahora hay un clima de época donde se puede discutir. Ahí hay que definir: ¿asumo este lugar o no? El hecho de que aparezca la Unión de Escritoras y Escritores es algo muy auspicioso. Ahí vamos a conversar sobre nuestro lugar en este momento en el que se está debatiendo la Ley del Libro. Antes, los actores que se citaban para hablar de eso eran la industria editorial, las librerías, pero no los escritores, porque estábamos desorganizados. Daniel Filmus se empezó a acercar a nosotros, nos mandó el proyecto y pudimos dar una opinión. La verdad es que todo eso antes no ocurría. Está pasando ahora. La Ley del Aborto afecta a toda la sociedad, pero la del libro importa a nuestro sector. En estos días, va a salir una carta sobre la situación crítica de la industria editorial.
¿Por qué te metiste tan de lleno en la pelea por la legalización del aborto?
¿Cómo no hacerlo? El primer libro que publiqué, Tuya, tiene una adolescente que se hace un aborto. Mi novela Elena Sabe habla del aborto. Hay un cuento en este libro que habla de eso. Yo como escritora estoy muy preocupada por el aborto hace muchos años y es uno de los temas recurrentes en lo que escribo. Si ese tema se pone en la sociedad, cómo no voy a meterme. Era el lugar ideal para ejercer acciones y manifestaciones sobre las que yo ya venía reflexionando. Se dieron las circunstancias y actué. El hecho de ir a conversar con senadores o diputados, explicar nuestra situación, fue difícil. Porque cuando te lo proponen, decís: ¿voy o no voy? Esos espacios a veces necesitan gente conocida. Si te conocen, lamentablemente, te escuchan más. Quizás, hay otro que tiene algo mejor que vos para decir, pero no tiene el mismo conocimiento público.
¿Cómo fueron las conversaciones con diputados y senadores?
Te encontrás de todo: gente preparada y gente que no. Te encontrás con gente absolutamente no argumentativa: a los dos minutos te das cuenta que va a votar lo que le conviene por una cuestión política. Que va a votar porque se lo dijo el obispo de su provincia o porque cree que tiene un piso de votos católicos. Para no nombrar a los que no me gustaron, hablé con la senadoraLucila Crexell, que iba a votar en contra, y después se abstuvo. Tiene una postura favorable a la despenalización y en contra de la legalización. Y podés hablar, porque es una persona formada, con ideas, que estudió el tema. En cambio, había otros con los que no había conversación posible.
Después de la no sanción de la Ley, ¿en qué punto está hoy la discusión sobre qué es la vida?
Quedó muy claro que ellos al principio decían “estamos a favor de la vida” y después pasaron a decir “las dos vidas”. Ya se dieron cuenta de que la forma en que lo decían no funcionaban. Las dos vidas no existen: murió una chica en Chaco, desnutrida, porque no la dejaron hacer un aborto, cuando terapéuticamente era lo que correspondía. Primero nació el bebé, se murió, y ahora se murió la chica. Salvemos las dos vidas es una falsedad absoluta porque, en general, no salvan ninguna de las dos. Con una aguja de tejer o con un perejil, en todos esos casos, la mujer va a morir. Entonces, es una falacia. Está claro qué cosa es la vida y qué cosa es una frase de campaña. Está en nuestra responsabilidad, la de los escritores y los comunicadores, seguir diciéndolo. Esa palabra y tantas otras. No es solamente esa palabra.
¿Cuál más?
Ahora apareció la palabra ideología de género. Los que hablan de ideología de género tienen una ideología que es ser homofóbicos. Tienen miedo de que la elección sexual sea contagiosa. No hay en la ley una ideología de género. Su ideología de género es el miedo a la perspectiva de género.
¿Y la palabra aborto?
La palabra aborto antes no se decía. En el cuento Basura para las gallinas no escribí la palabra aborto. El cuento de Hemingway Colinas como elefantes blancos no la menciona. Porque la palabra aborto era prohibida. No había una ley que prohibiera decirla como pasó con la palabra “Perón”, pero pasaba lo mismo: no se podía pronunciar. En tal caso, por lo bajo, decías eufemismos de la palabra aborto: “Se lo sacó”. Ya ni siquiera decimos “interrupción voluntaria del embarazo”. Porque ya no tenemos que explicar que alguien está festejando poder hacerse un aborto. Ya no hay que explicar que el aborto es una circunstancia a la que nadie quiere llegar.
¿Feminismo?
Feminismo era mala palabra. Yo trabajé en la revista Emanuelle, que era una revista femenina, y ni siquiera ahí estaba bien visto. Relacionarte con un grupo de hombres era ya difícil y, si encima eras feminista, todavía más. Había que ocultarlo. Hoy claramente cualquier mujer que lucha por la defensa de sus derechos es feminista. Veo entrevistas donde algunas mujeres dicen “yo no soy feminista” pero vos ves lo que plantean, y son feministas. Lo que pasa es que no entendieron la palabra. Y eso es porque está la palabra machista y se piensa que feminismo y machismo son antónimos y no lo son. Feminismo es luchar por los derechos de la mujer y tener una sociedad más justa.
¿Sororidad?
La palabra sororidad me gusta mucho. Porque es distinta a fraternidad. Fraternidad viene de fratelo, en italiano, hermano. Sororidad viene de sor. En este libro, tengo un cuento que se llama Lo de papá. Hay una ayuda entre dos hombres sobre cómo manejarse con sus hijos. Si yo tuviera que definir esa ayuda, diría sororidad, porque fraternidad es como eso de golpearle el hombro a otro y decirle “qué gol que metimos”. La ayuda entre dos hombres que no saben cómo ejercer la paternidad es sororidad.
En el libro escribís bastante sobre varones separados ejerciendo la paternidad.
Este movimiento que puso a las mujeres muy por delante, que las hizo avanzar un montón de pasos, generó un cierto desconcierto en los hombres. Eso de: ¿dónde me tengo que ubicar en este pantano? Lo digo en función de los hombres que nos acompañan, no sobre los que quedaron en una visión absolutamente antigua y fuera de foco. Mis hijos llevan el pañuelo verde en la mochila, pero preguntan: “¿A esta marcha puedo ir?” O amigos escritores que quieren escribir algo y te consultan: “¿Esto se va a tomar a mal?” Hay como un desconcierto.
¿Cómo funciona la novedad del lenguaje inclusivo?
Si lo adoptamos, va a ser el lenguaje. No entiendo por qué se preocupan tanto por controlar lo que se dice cuando los usos del lenguaje los hace la gente. El lenguaje está permanentemente siendo cambiado y cuando ese cambio se estableció socialmente, viene la RAE y lo acepta. ¿Por qué no se preocuparon tanto con el obscuro y oscuro y ahora se preocupan tanto por esto? Porque esto es político. Por ahora, mientras escribo, no tengo la necesidad de usar el lenguaje inclusivo. A mí me enseñaron con el “los”. Pero yo estaba frente al cajón de mi papá y dijeron “los caballeros” y fui igual, porque no necesito que me digan los y las para sentirme habilitada. Estoy acostumbrada a habilitarme sola. Pero entiendo que mucha gente necesita la habilitación desde el lenguaje y está muy bien. A la vez, pienso, usar el lenguaje inclusivo es más fácil que no usarlo. Porque estás cenando con otras personas y es más fácil decir todes que preguntarle a cada uno cómo se autopercibe.
¿Por qué molesta tanto el lenguaje inclusivo?
Cuando era la “x”, la discusión no era tan fuerte porque no se oía. Los que se espantan por todo no tenían mucho de dónde agarrarse. Cuando la gente lo pudo empezar a decir, saltaron los conservadurismos sexuales, lingüísticos, de género. Ayer fui a la verdulería con mi hija. Y había damascos y ella me dice: ¿qué es eso?. Le digo: “Se llaman damascos”. Pero la verdulera aclara: “No, se llaman damascas. Las que son más grandes son damascas”. Jamás supe esa diferencia. Había un señor de traje en la verdulería. Y yo les digo a ellas: “Bueno, no está mal que la más grande sea damasca y el más chico damasco”. Y salta el señor y dice: “Y si mezclamos todo y le llamamos damasques”. Pongamos damasques y a otra cosa.
¿Qué estás leyendo?
El espejismo de Dios de Richard Dawkins y Apología de la blasfemia de Jean-Paul Gouteux. Estoy leyendo todo lo que pueda sobre la separación de la Iglesia del Estado.
¿Por qué?
Porque es hablar del ateísmo. El otro día leí que, así como en cierto momento había que salir del closet para decir “yo soy gay”, hoy hay que salir para decir “soy ateo”. Porque parece que todas las religiones están aceptadas salvo ser ateo. Entonces, vos me venís con un cuento, porque para mí tu fe es literatura, y la acepto. Pero vos no me aceptas que yo sea atea. Y yo no quiero que las leyes del Estado tengan religión, quiero leyes laicas. Creo que la racionalidad tiene que ver con no tener fe. Respeto que tengas fe, pero no me parece racionalidad. La racionalidad te lleva a preguntar si es cierto o no lo que nos contaron. Quiero revalorizar la posición racional. Y esto nos lleva a cuestionarnos sobre la gente que no quiere vacunarse, que no quiere que otro pueda interrumpir un embarazo, o que haya un programa educación sexual. Ya habló el ministro de Bolsonaro diciendo que quiere que en las escuelas se baje la teoría darwiniana y suba la teoría de la creación de dios. Estamos viendo en Latinoamérica cómo las religiones se van mezclando con los gobiernos. Claro que los evangelistas pueden votar a Bolsonaro, pero lo que no puede hacer Bolsonaro es decirle a todos los ciudadanos que vivan como los evangelistas. Lo peor que podríamos hacer es negarlo, porque después agarramos y decimos: ¿cómo puede ser que el 60% de la gente haya votado en Río de Janeiro a Bolsonaro? Ahí es el momento para que los ateos salgamos a decir lo que pensamos y a aclarar que no vamos a quemar a nadie en una olla. Que somos gente normal y que creemos que la religión no debe regir el Estado. Si no estamos atentos a desarmar discursos, como una resistencia, vamos derecho hacia un Estado no racional.

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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La Ley del Cáncer: avanza un proyecto que permite fumigaciones con agrotóxicos a 10 metros de viviendas

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Una Ley Nacional que proviene del sector del agronegocio avanza en la Cámara de Diputados, impulsada por la UCR y la Coalición Cívica. Se trata de la norma que regula, entre otras cosas, la aplicación de agrotóxicos. El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas. La primera reunión informativa contó solo con oradores promotores de la iniciativa y solo dos voces críticas; crónica de esa reunión y la opinión del médico Damián Verzeñassi, la enfermera del Garrahan Meche Méndez, el abogado Marcos Filardi y Sabrina Ortíz, vecina fumigada y abogada que acaba de presentar un escrito para convocar a audiencias públicas y foros de debate para evitar que se apruebe esta Ley que prioriza el negocio a la salud social y medioambiental. FRANCISCO PANDOLFI

Esta semana se presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de ley nacional “de presupuestos mínimos de protección ambiental para la aplicación de productos fitosanitarios”. Es decir, de agrotóxicos.

El proyecto fue escrito por la Red de Buenas Prácticas Agrícolas, integrada por más de 80 instituciones públicas y privadas vinculadas con el agronegocio, y dentro del recinto encabezan la iniciativa los diputados Atilio Benedetti (UCR – Entre Ríos), presidente de la Comisión de Agricultura en la Cámara de Diputados, y Maximiliano Ferraro (Coalición Cívica). La nueva norma ya cuenta con el acompañamiento de 32 legisladores, entre un abanico variopinto que engloba a La Libertad Avanza, Unión por la Patria, UCR, PRO, Coalición Cívica, Encuentro Federal, entre otros partidos. 

El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas.

La Ley del Cáncer: avanza un proyecto que permite fumigaciones con agrotóxicos a 10 metros de viviendas
Atilio Benedetti, UCR-Entre Ríos, principal promotor del proyecto, expone en la reunión del pasado martes.

Exposiciones sin consenso

El martes pasado se llevó a cabo una primera reunión informativa en la cual las y los oradores sólo fueron personas, organismos y corporaciones a favor de la iniciativa.

En la comisión conjunta realizada entre Agricultura y Ganadería y Recursos Naturales y Conservación de Ambiente Humano hubo entidades gubernamentales, de productores, de ingenieros agrónomos, de acopiadores, de empresas de tecnología agropecuaria y ONG a favor de la ley. Maximiliano Ferraro expresó que “el proyecto no tiene una mirada sectorial”. Y que “nace de un diálogo. Un diálogo y consenso, que podemos ampliar”.

Sin embargo, se dijo, no hubo invitaciones a voces disonantes.

Las únicas dos ponencias que no se alinearon al lobby de la producción con plaguicidas fueron el diputado Juan Carlos Giordano (Izquierda Socialista – FIT Unidad) y su par Blanca Osuna (Unión por la Patria). Dijo Giordano: “Deben darle espacio a quienes estamos en contra de esta ley. Hay una lista de un montón de organizaciones que quieren venir a exponer las barbaridades que ocurren por el uso de agrotóxicos. Fumigar a 10 metros de ninguna manera puede ser una buena práctica agropecuaria”. Dijo Osuna: “Es indispensable escuchar voces de otros sectores, estamos en falta si no. Los expertos científicos deben estar acá, están ausentes en este proyecto. Primero debe estar la salud, luego la producción”.

La evidencia del modelo

Tras el encuentro del martes, distintos actores se manifestaron en contra del proyecto. Damián Verzeñassi es médico generalista y es el director del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario, desde donde se hicieron desde 2010 a 2019 más de 40 campamentos sanitarios en diversos pueblos de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba para  relevar puerta a puerta la situación de la salud en localidades fumigadas. ¿Qué demostraron esos resultados? Que en las comunidades rurales se multiplicaban los trastornos endócrinos, los abortos espontáneos, las malformaciones y el cáncer. Opina Damián: “Si se aprueba esta ley permitiría que se fumigue a 10 metros con productos que pueden generar cáncer de mama, cáncer de tiroides, alteraciones endocrinas en las glándulas, disminución de la capacidad de nuestro sistema inmunológico de defendernos. Por ejemplo, el herbicida atrazina está prohibido en 37 países, pero en Argentina está autorizada. Este tipo de cosas avala la ley que quieren aprobar”.

Sin embargo, el diputado por la Libertad Avanza Pablo Ansaloni, que proviene de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) dijo en la reunión informativa: “Desde nuestra actividad, que la vengo ejerciendo durante 30 años, manipulamos el cereal y estamos en contacto todos los días con el fitosanitario. Podemos dar fe que no tenemos ningún enfermo”.

Meche Méndez es enfermera de Cuidados Paliativos del Hospital Garrahan y desde hace años viene dando una pelea (casi en soledad) para que exista una historia clínica ambiental que pueda demostrar la relación de los agrotóxicos con las enfermedades. Le dice a lavaca: “El sistema de salud sigue sin considerar el daño, en muchos casos irreparable, que los tóxicos utilizados desde hace décadas en el modelo extractivo están produciendo en el ambiente, los territorios y por ende en los cuerpos de quienes los habitamos, atendiendo los síntomas y/o la enfermedad una vez producida, pero sin asociarlo cómo posibles causa”.

Sobre el proyecto de ley, analiza Méndez: “Sólo puedo compartir mi absoluto rechazo. Ya está comprobadísimo por la ciencia sin conflicto de interés que la deriva (movimiento de plaguicidas en el aire) no tiene control, que los venenos enferman y matan. Necesitamos medidas aún más protectoras de las que tenemos actualmente y sobre todo dejar de usar esos tóxicos. Hago un llamado urgente a los profesionales de la salud, a las sociedades científicas supuestamente comprometidas con la salud y el ambiente a que se expidan y rechacen esta posibilidad criminal de echar venenos a 10 metros”. Remata: “Se sabe que produce cáncer, malformaciones, daños genéticos, un montón de enfermedades y síntomas. Esto no puede salir de la Cámara de Diputados”.

María Luisa Chomiak, de Chaco, es la única diputada de Unión por la Patria que acompañó con su firma este proyecto. Argumentó: “Lo suscribí porque se necesita tener esta discusión. Toda iniciativa es perfectible y no hay nada más importante que la salud. Si se prioriza esto, celebro que estemos discutiendo este tema”. Sin embargo, en el proyecto no figura que la reducción de las distancias va en sentido contrario al principio de «no regresión en materia ambiental» que establece la Ley General de Ambiente y tratados internacionales como el Acuerdo de Escazú. Ni tampoco informa las pruebas científicas ya demostradas sobre la consecuencia de los plaguicidas: desde los efectos letales del glifosato en embriones anfibios, constatado por el ex titular del Conicet Andrés Carrasco, hasta los estudios de Delia Aiassa en la Universidad de Río Cuarto sobre daño genético, que comprobaron el riesgo aumentado de contraer cáncer. A partir de estas investigaciones hubo fallos judiciales en distintos puntos del país prohibiendo las fumigaciones terrestres a menos de 1.095 metros y las aéreas a menos de 3.000.

Antecedentes que enferman

Una de esas localidades es Pergamino, al norte de la provincia de Buenos Aires. Allí vive Sabrina Ortiz, una de las tantas personas que se enfermó por agrotóxicos. Perdió un embarazo de casi 6 meses y tuvo dos ACV. Sabrina tiene una particularidad notable: como no encontraba abogados que la defendieran, estudió Derecho y se recibió. Fue amenazada; le mataron a su perro como amedrentamiento. Después de años de denuncias y estudios científicos, la Justicia federal confirmó que el 3 de diciembre de 2025 comenzará el juicio oral contra tres productores agroindustriales por delitos de contaminación ambiental, según la Ley de Residuos Peligrosos (N° 24.051). En la causa se documentaron daños a la salud vinculados a la exposición crónica a sustancias como glifosato, atrazina y clorpirifós. 

Sabrina, junto a varios colegas, acaba de presentar un escrito colectivo de abogadas y abogados de Pueblos Fumigados en donde solicitaron a las presidencias de las comisiones de Agricultura y Ganadería y de Recursos Naturales de la Cámara de Diputados de la Nación que convoquen audiencias públicas, foros y videochats de debate antes de tratar el proyecto de ley.

Marco Filardi es abogado especialista en derechos humanos y temas ambientales y es parte de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina de la UBA. Le dice a lavaca: “Esta norma manda un mensaje a todas las provincias de que este (10 metros fumigación terrestre y dron, y 45 metros aérea) es el estándar mínimo, el piso ambiental y eso no lo podemos aceptar. Gran parte de nuestra población está expuesta cotidiana, sistemática y estructuralmente a la aplicación de más de 7.000 formulados comerciales con autorización vigente por el Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) en una cantidad de más o menos 500, 600 millones de litros de agrotóxicos al año. Tenemos el triste privilegio de ser el país que más agrotóxicos por persona y por año usa en el mundo y los resultados están en los cuerpos, están en los territorios”.

Desde los impulsores de la iniciativa no contactaron a científicos, ni profesionales de la salud, ni abogados, ni a ninguna de las organizaciones ambientales. Como por ejemplo la coordinadora “Por una vida sin agrotóxicos Basta es Basta”, de Entre Ríos, que se moviliza todos los martes desde 2018 frente a la Casa de Gobierno en Paraná. “La ley nacional es un ‘copy-paste’ de la que ya tenemos acá, aprobada a finales de 2024 y en la que habilitan fumigar a 5 metros de los cuerpos de agua, a 10 de las plantas urbanas y a 15 de las escuelas rurales. Ellos se amparan en las buenas prácticas agrícolas sin basarse en ninguna evidencia científica, a diferencia de todos los trabajos publicados en Argentina y en el mundo donde se demuestra el impacto que tiene el uso de los venenos sobre la salud y los ecosistemas, más allá de la dosis y la distancia. Lo que genera el daño es la presencia del veneno y si hay evidencia científica ya está: no hay más que hablar”.

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