Nota
Foro Social Mundial 2003: «¿Toda esta gente lucha por lo mismo?»
Foro Social Mundial en Porto Alegre, Brasil. Crónica del colorido, el merchandising, el debate de ideas, las denuncias políticas y ambientales, las figuras. La intervención crucial de una travesti argentina en un encuentro feminista. El zeppelin contra el hambre, el carro comunista, las ONG’s: una explosión de vitalidad cuyos resultados prácticos se conocerán con el correr de los días.
Faltan quince minutos para las doce de la noche, Gilberto Gil está cantando en el escenario del auditorio Puerta del Sol y seguramente en unos minutos se le unirá Manu Chao. En tanto, en todas partes hay gente caminando de aquí para allá, como durante todo el día, convirtiendo a Porto Alegre en lo que es hoy: la ciudad del Foro Social Mundial.
Mujeres, hombres, unos pocos niños (que en realidad deben suman miles); trabajadores sindicalizados, trabajadores desocupados, campesinos, militantes de partidos, ecologistas, jóvenes, jóvenes y más jóvenes, veteranos de varias luchas, negros, blancos, rojos, amarillos, árabes, judíos, indígenas, indios; todos y todas caminando, a la par, sin una sola consigna en común, con miles de banderas diferentes, sin conducción, pero con meta. Sin oradores, pero con discursos: por la educación, contra el hambre. Por la defensa de los recursos naturales, contra el sexismo; por la igualdad, contra las multinacionales.
Ideas e ideales superpuestos, todos juntos, unos al lado de los otros, como la gente que recorrió las calles desde el centro mismo de la ciudad hasta el territorio destinado completamente al foro.
Una zona liberada que ocupa más de de lo que cualquiera puede imaginar, así como tampoco puede calcularse la gente que convirtió esta apertura en una verdadera y literal locura.
Lo que aquí sucedió puede ser contando de tantas formas como mundos promete su eslogan, que ya estrenó jingle oficial. Puede, por ejemplo, narrarse a través de la enumeración de las miles de pequeñas cosas en venta que convierten cada metro cuadrado del foro en un shopping de productos diversos: remeras, aros, carteras e ideas.
Puede contarse a través de la frase de Ramón, del MTD de Solano, quien simplemente dijo: «Es un lugar sin idioma, donde hay mucho entusiasmo». Pero también por la pregunta del integrante del MTD de Guernica quien aturdido por el desfile, preguntó:
-¿Toda esta gente lucha por lo mismo?
Un grupo carga una docena de ataúdes para denunciar el desastre de la Mata Atlántica (bioma brasileño que ha perdido el 90 % de su forestación y es uno de los cinco más amenazados del mundo). Otro está vestido de novia, con tul y ramo, para exigir aborto libre y gratuito. Están los que proclaman una Palestina libre y los que exigen el fin de la ocupación en Irak.
Los que portan carteles con la leyenda «Fuck you Bush» y los que llevan remeras proclamando «100% Lula». Los que gritan «reforma agraria» y los que volantean contra la violencia doméstica.
Nada, sin embargo, comparable con el carro del Partido Comunista de Brasil, que al mejor estilo comparsa lucía dos veteranas ataviadas con vestidos rojo bermellón, estampados a lo ancho y a lo largo con el símbolo de la hoz y el martillo.
Por ahora este otro mundo no es tan distinto del que ya conocemos, donde algunos mandan y otros preguntan a dónde hay que ir. La cantidad, eso sí, hace la diferencia. Hay tanto y tan variado que es imposible alinearlo y, quizá por eso mismo, comprenderlo. Un ejemplo: hace dos días como actividad previa al foro, se realizó un encuentro feminista internacional. Setecientas mujeres de todo el mundo reunidas en un mismo salón, debatiendo el destino de la lucha mundial contra el machismo. Seguramente las organizadoras habrán pensando en una agenda que presentaron como borrador de conclusión: impulsar proyectos de leyes, promover campañas globales contra temas previsibles.
Pero fue la dirigente travesti argentina, Lohana Berkins, quien se llevó la ovación y los acuerdos: «Nos sobran leyes y nos falta comida. Pueden hacer miles de campañas para explicarles los derechos a las mujeres, pero en lo que estamos pensando en cómo darles de comer a nuestras familias».
A partir de ahora la agenda feminista se debatirá en un escenario particular: un barco anclado en las orillas del territorio del foro. Nadie puede pronosticar su logrará salir a flote.
Es cierto que el foro es tierra fértil para el batallón de oengés que han sembrado con su merchandasing no solo el suelo, sino el cielo: en el auditorio Puerta del Sol un zeppelin iluminado llamaba a la «acción global contra el hambre», suscripto por un portal de Internet.
También es cierto que por aquí abundan los aspirantes a profesionales de la antiglobalización, que en los rincones tejen y destejen su curriculum intentando encontrar en estos cuatro días la justificación y sustento para el resto del año.
También, por supuesto, están las estrellas consagradas como oráculos en cada espacio, que anunciarán sus opiniones a sus propios seguidores. John Holloway y Michael Hardt en el espacio Caracol Intergaláctico. Adelaida Guevara, James Petras, el presidente Hugo Chávez y Hebe de Bonafini, en Vía Campesina, el espacio del Movimiento Sin Tierra. La mexicana Ana Esther Ceceña y Atilio Borón, en el espacio oficial, por nombrar solo a las figuras más conocidas en Argentina.
De todas formas, el resultado de este guiso solo podrá entreverse en los próximos días. Y ni siquiera así hay garantías de poder contestar sin dudas la pregunta del muchacho de Guernica. Si todos los de aquí luchan por lo mismo es algo que solo cada quien de los miles sabrá responder.
Faltan cinco minutos para las doce y media y se escucha la voz de Manu Chao.
Esto recién empezó
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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