Nota
Trabajo esclavo: la ley y las marcas
J.M.J. trabaja en un taller textil de la calle Zelarrayán 1875, en el Bajo Flores. Su especialidad es rectista y cobra, en negro, cinco pesos por hora. Ficha la entrada a las 7.30 y la salida a las 17.30. Siempre –asegura- hace horas extras, pero nunca quedan registradas por el reloj de la empresa y por lo tanto no le son reconocidas. Recuerda que hubo días en los que llegó a trabajar hasta 20 horas sin ser jamás recompensado por eso. Tampoco quedan asentadas en ningún lugar las jornadas laborales de los sábados. En cambio, sí figura en su tarjeta los sesenta minutos que tiene para el almuerzo: sus empleadores le dan cuatro pesos para comprarse la comida. La misma suerte, dice, corren sus 23 compañeros, la mayoría de ellos inmigrantes indocumentados. Su testimonio –firmado con estas tres iniciales- se incluye en la denuncia judicial que presentó la Defensoría del Pueblo porteña contra cinco importantes marcas de ropa: Fila, Le Coq Sportif-Arena, Puma, Topper y Bensimon. Están acusadas de contratar, a través de servicios tercerizados, a inmigrantes ilegales y violar sus derechos laborales. Además, pide que se investigue si en la presunta relación laboral también existe reducción a la servidumbre.
Como está a punto de nacer su hijo, J.M.J. exigió a sus jefes el blanqueo. Sólo ocho de los 24 obreros que trabajan en ese taller están contratados legalmente. La mayoría cobra tres pesos la hora, dos menos que él. El hombre aclara que cuando pidió a su jefe que lo efectivicen fue derivado al contador, quien a pesar de que le prometió que lo iba a hacer, nunca cumplió. La legalización, admite, tampoco sería garantía de nada: los recibos de los compañeros que fueron tomados con los papeles en regla reflejan sumas superiores a las que perciben realmente. En su trabajo, J.M.J confecciona prendas para Puma, Topper, Ona Saez, Martina di Trento, Vencimos y Muua, entre otras casas de indumentaria de primera línea.
Mentiras piadosas
El futuro papá había llegado de Bolivia por su cuenta. Comenzó a trabajar en el taller por recomendación de Eric, un amigo, que ingresó cinco meses antes que él a la textil de la calle Zelarrayán, un local que no cuenta con salida de emergencia y que no está adecuadamente ventilado. Cuando un inspector del Gobierno de la Ciudad arribó al lugar en junio pasado para requerir la documentación de los obreros, los trabajadores comenzaron a denunciar la cantidad de tiempo que llevaban trabajando en negro. A raíz de esa situación –cuenta J.M.J.- el contador los amenazó con descontarle a cada uno los meses que habían declarado que trabajaron ilegalmente. El profesional los reunió en el lugar donde suelen cortar las prendas para regañarlos y advertirles que si venía otro inspector debían sostener una “mentira piadosa”: que ganaban cuatro pesos la hora y que hacía nada más que dos semanas que trabajaban y estaban a prueba.
A fines de julio, la Defensoría del Pueblo hizo la nueva presentación judicial ante Norberto Oyarbide, quien ya investiga a 80 firmas en una megacausa que busca desentrañar la red de talleres de costura clandestinos que fabrican las prendas de grandes marcas con mano de obra esclava. Entre las empresas acusadas figuran Montagna, Cheeky, SOHO, Glidado, Kosiuko y Lacar por nombrar solo un puñado. Por reducción a la servidumbre, el magistrado ya dictó el procesamiento de 14 personas, quienes pasaron un breve lapso en el penal de Marcos Paz y ahora gozan del beneficio de la libertad condicional. De todas formas, los días 5 de cada mes deben dar el presente en oficinas de la Gendarmería Nacional. “Lo que nosotros queremos es que se aplique la Ley de Trabajo Domiciliario, que hace solidaria a toda la cadena de producción, pero el lobby de las empresas para derogar o ignorar la legislación es muy fuerte. La norma es de 1941 y sin embargo parece de avanzada: establece lo que hoy piden todos lo que luchan en el mundo contra el trabajo esclavo y la trata de personas. Entre otras cosas, exige a las firmas constatar la legalidad de las condiciones laborales de los talleres que subcontratan y las hace co-responsables en cualquier violación de la normativa laboral”, explica Gustavo Vera, referente de la Unión de Trabajadores Costureros.
Leyes y sobornos
Cuando la Dirección General de Protección del Trabajo del Gobierno de la Ciudad –que también presentó una denuncia similar en el juzgado federal de Daniel Rafecas- inspeccionó el taller de Zelarrayán, encontró a 16 personas trabajando, de los cuales once –siete bolivianos y cuatro peruanos- no exhibían documentación que acreditara su condición de residencia. En un procedimiento de las mismas características realizado en un taller de la calle Juan Bautista Alberdi 4619 el panorama resultó casi calcado. En esas visitas quedó en evidencia que ambos talleres trabajan para otra empresa llamada Textil Delos S.A, quien a su vez es contratada por las marcas de primera línea que están siendo investigadas. La inspección determinó que la cantidad de obreros empleados en Delos no alcanza para satisfacer las demandas de producción de las empresas en cuestión y puso en evidencia una nueva operatoria que habría surgido a partir de la apertura de los expedientes judiciales. Ahora las grandes marcas contratan a un taller de costura legal que a su vez subcontrata a un taller clandestino. “Aquí se advierte que el propósito de los empleadores ha sido burlar las disposiciones de la ley a los fines de maximizar sus ganancias mediante el pago de salarios inferiores a los de convenio, excediendo los límites de la jornada legal de trabajo sin el pago de horas extras y sin respeto de lo concerniente a las normas mínimas de higiene y seguridad”, dice la denuncia presentada por la Defensoría del Pueblo que agrega: “Tanto las denuncias como los elementos de juicio recolectados señalan que los talleristas y fabricantes no sólo habrían promovido o facilitado el ingreso ilegal de personas al país con el fin de beneficiarse con la explotación de su trabajo sino que además habrían promovido o facilitado su permanencia ilegal con el mismo propósito, y llevado a cabo el presunto soborno de las autoridades policiales”.
Para la Defensoría del Pueblo, este modus operandi no se suscribe a una serie de casos aislados. Teniendo en cuenta los antecedentes que brinda la causa, pide que también se investigue si en las relaciones laborales de los talleres de Zelarrayán y Alberdi existe también reducción a la servidumbre. Y remata subrayando que estas forma de trabajo ya “constituyen un verdadero modo de producción consolidado y tácitamente consentido por las autoridades nacionales y locales durante mucho tiempo”.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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