Mu64
Lo barato de la filosofía
Crónicas del más acá
Basura. Desesperante la basura por todos lados. O somos mugrientos hasta lo indecible. O la basura nos está tapando. O ambas cosas. No es sólo la periferia de Macri City, su africana red metropolitana.
En la puerta del río también.
Y en San, Juan por ejemplo, donde en la ruta desértica que la une con Mendoza, hay un multicolor plástico en las banquinas que decora todo el viaje, una delicia de botellas descartables.
También mi cadena de informantes secreta me dice que los residuos están invandiendo González Catán, Flores, Once, Berazategui… Un encanto.
Eso pensaba mientras pateaba basura en el Roca rumbo a Palermo Soja (¿o era Soho?). Eso mismo seguí pensando en el subte C y en el D, en los cuales el legendario “pasale un trapito” de mi mamá se ve que no funciona.
Cuando bajé (en realidad subí) en Plaza Italia, empecé a preguntar por la calle Costa Rica y se ve que era una figurita difícil porque nadie tenía idea.
Un Residuo Humano (Bauman dixit), me indicó con la amabilidad de los buenos cómo llegar, desplegando una sonrisa de marfil ausente y una mano olvidada de los cuidados amorosos de cada mañana.
En un restaurante largo y monótono, con un diseño cercano a una barraca de los milicos, la velada de los Vinos Filosóficos se anunciaba a través de una modesta cartelera.
Rara la vida y las elecciones que Uno hace.
Sabía que en este tiro mi espíritu burlón no tendría lugar.
La vieja y querida Filosofía, maltratada por los que la aman y por los que la desconocen, sometida eternamente a todo tipo de malosentendidos, peligrosa e inocua como las sonrisas del amor.
La Filosofía una vez más en el ruedo, en épocas de Capitalismo Liviano y Vidas Ligeras.
Entré, pagué y subí a un primer piso, donde seríamos no más de 8 personas en un saloncito modesto y sobrio: cortinados, velas que daban un cierto ambiente místico (peligroso para los chicatos) y unas 30 sillas incomodísimas en hemiciclo.
El expositor, un flaco de pelo a lo Brad Pitt en Leyendas de Pasión, antiguo compañero mío de laburo, bonachón e ilustrado, sentado en una banqueta a la vera de una mesita redonda, iluminado como Frank Sinatra en un recital o Moisés (¿o era Charlton Heston?) tomando nota de lo que el que te dije le dictaba. El resto estábamos en la penumbra de la ignorancia y la lumínica.
Nada de túnicas o sandalias del pescador y mucho menos Traje Oscuro Muñeco de Torta. El tipo de remera, náuticos y zapatillas.
Un saludo cordial y una exposición acerca de la Filosofía Práctica, esto es cómo la Filosofía podía ayudarnos en nuestra vida cotidiana.
Yo pensé en aquella obra de Más Platón y Menos Prozac, pero no.
Una vez más, pifié.
Una deriva conceptual entre lo New Age, La Era de Acuario y pensar que estás haciendo con tu vida, sin la prosa marmota de Claudio María Domínguez, pero en territorios peligrosamente limítrofes. No se trataba de “acaricia a tu perro y el Cosmos te abrirá su corazón”, pero tampoco llegaba a desafiarte. Se juntaron Laura Esquivel (Si no leyeron Como agua para el chocolate sus vidas no tienen sentido…) y Epicuro, Comte Sponville y Heráclito y alguno más.
Temas inquietantes como El Otro, El Tiempo, La Muerte, pero tratados con tal cuidado de no incomodar.
Terminaban no siendo inquietantes.
Una lástima.
El flaco, un buen orador, reflexivo, con un placentero uso de los silencios y estupendo lector. Pensaba lo que decía, moneda inusual en tiempos de Pantalla del Hermano Grande.
Pero la cosa no la salvaba ni el Papa que bullía en las afueras citadinas en un renacido patriotismo a la Vaticana que me exigía estar orgulloso de mi argentinidad.
Después de una hora, nos trasladamos a una mesa contigua a comer unas empanadas y tomar vino, mientras abríamos la etapa del diálogo entre asistentes y conductor.
Una buena idea, pero ya se sabe cuál es el destino de las buenas ideas en la tierra indescifrable de Jacinto Chiclana.
Mientras, encaraba un tinto amable y consistente.
La charla, tímida en sus inicios, se abrió con cierta velocidad al son de los acordes de la lira de Baco.
Un breve intento colectivo por concentrarse en las cuestiones deslizadas a lo largo de la charla pronto se vio entusiastamente aniquilada por un simpático viejito o señor mayor o jovato hinchapelotas, según la perspectiva.
Hablador como pocos, con vida agitada de trotamundos, el fulano se enganchó con lo autorreferencial y, sustantivamente, todo empezó a irse al carajo. Su vida, sus intereses, lo que él pensaba, lo que él creía, lo que él sentía…
El vino empezaba a devenir cicuta.
Ante una intervención mía, intentando distinguir entre la noble uva, la cálida empanada y la fresca ensalada que el veterano hacía en mi cabeza, el invencible viejito egocéntrico me preguntó qué pensaba acerca de los OVNIS.
Sólo sé que no sé nada.
Entre reflexiones esotéricas y la mansa desesperación del conductor, pensé en las oportunidades perdidas. Esas raras oportunidades de poder encontrarte para pensar y pensarte que se vuelven desperdicio.
Residuos dentro de la gran ciudad. Residuos de pensamiento perdido en la marea plástica de la autorreferencia ególatra y el delirio sin remedio.
Me clavé el último tinto con la resignación de una bruja en la hoguera.
Cuando volvía al microcentro vi el repintado Obelisco violado por el aerosol iconoclasta de algún anarquista.
¿Habrá oportunidad para nosotros?
Habrá que dejarse de pelotudeces y empezar a parir mundos.
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