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El poder es imagen

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Roberto Jacoby. Desde los años 60 hasta ahora crea obras que desafian límites y convenciones. Política, arte, medios, mercado y prejuicios son temas que convierte en conceptos visuales participativos. ¿Qué muestra haría hoy en el Museo de Bellas Artes?

El poder es imagenPara ver la obra de Roberto Jacoby hay que leer un libro de 504 páginas. Tiene pocas imágenes y muchas explicaciones. Es el resultado de una investigación que realizó un equipo, a la manera de esos arqueólogos que escarban la memoria de la tierra para encontrar tesoros. Lo que queda expuesto así es una característica distintiva de Jacoby, para mí uno de los más conmovedores artistas argentinos: el arte es presente. Hay una explicación más política: sin obra no hay mercado. Y otra más biopolítica: el arte es participación, el abracadabra que despierta al espectador del sopor mediático. Y millones más, porque finalmente esa es la eficacia de la obra de Jacoby: genera pensamiento.
Jacoby no sólo participó del legendario Instituto Di Tella: es el Di Tella. Y ese espíritu fue lo que lo llevó a abandonarlo.
Jacoby no sólo participó de Tucumán Arde: es Tucumán Arde. Como todos y todas los que en esa época le pusieron el cuerpo a la política desde el arte.
Pionero en cuestionar a los mass media, sus primeras obras, allá por el 66, consistieron en crear falsas noticias para desnudar la verdadera operación mediática: crear realidad. Luego, fue él mismo periodista en el suplemento de cultura de La Opinión. Su jefe era Juan Gelman.
La dictadura lo encontró escribiendo desde la clandestinidad el periódico Nuevo Hombre. En los ochenta creó otra herramienta: Virus, un grupo de rock. El éxito de la banda se consolidó junto con el engendro del menemismo. ¿Glam vs. Barbarie? Sí, pero también lo que él llamó “Estrategia de la alegría”. Cantaba el bello Federico Moura en el Virus de Jacoby:
 
Hay que salir del agujero interior
largar la piña en otra dirección.
No hace falta ser superior,
todo depende de la transpiración,
poner el cuerpo y el bocho en acción.
A la vida hay que hacerle el amor,
sin drama, con locura y pasión.
Jugar con la imaginación
sin tener que pedir perdón.
El problema es la y
En honor a esta trayectoria, la vanidosa Bienal de San Pablo lo invitó a exponer en 2010, ya que esa edición estaba dedicada a un tema que le calzaba como un guante: “Arte y Política”. Acertaron. Jacoby cruzó dos datos clave: el título de la convocatoria y la fecha de realización. Era la semana de cierre de la campaña electoral presidencial. Presentó, entonces, una obra titulada Brigada Argentina por Dilma –una brigada real, compuesta por 25 artistas e intelectuales –, montó un mural inmenso con la cara de la candidata y una unidad básica. Dos días después, la justicia electoral ordenó clausurar la obra. Delante de la gran pared censurada, Jacoby sonreía. “Ahora hablemos de arte y de política. Porque a mí lo que me molesta es el y”.
Quizás alentados por ese fervor político que consideraron progresista, lo invitaron a realizar una muestra en el Museo de Libro y de la Lengua. Jacoby, que simpatiza con el oficialismo, pero ante todo es artista (y peronista), ofrendó una muestra perfecta, desde todo punto de vista. La llamó 14 Bis. Una instalación donde el espectador podía, con todas las herramientas de copia inventadas por la humanidad hasta hoy, imprimir, escribir, tipear, estampar, fotocopiar y reproducir ese artículo de la Constitución que consagra derechos básicos, incumplidos por todos los gobiernos: trabajo, vivienda y salario dignos.
A esta altura estará claro que Jacoby no es sólo un sobreviviente: es la vida misma festejando su triunfo sobre la fealdad, el autoritarismo y el horror.
Si fuera un Beatle sería Paul, pero a él nunca le gustó “porque es el más burgués de los 4.” Digamos, simplemente, que Jacoby es argentino y no es ni millonario ni famoso, cualidades que potencian mi admiración. Imagínense cómo estoy: esperándolo en un pequeño y ruidoso bar, ansiosa como en una cita a ciegas.
 
 
Para el alma
 
El alma piensa con imágenes” tituló Jacoby su trabajo en la Bienal de San Pablo. La frase de Platón es casi un mantra silencioso que se repite en todo el trayecto de este artista que comienza la charla con una elegante provocación: “Lo nuestro fue un fracaso total”, dirá revolviendo el té. Habla de la batalla que libraron contra la construcción de imágenes sistémicas. “Vos entrás hoy a un sindicato, ¿y qué ves? Santos: Evita, Perón, Carpani. (Se refiere a Ricardo Carpani, artista ícono de la estética de izquierda). Cuando mirás los murales que pintan los pibes hoy, ¿qué ves? Carpani: héroes congelados. No la heroicidad en acción. ¡¡¡Son imágenes religiosas!!!! Nosotros ¿qué perseguíamos? La desmaterialización. Aniquilar las imágenes, terminar con la ética del sufrimiento. No pudimos romper el martirologio. Esa es la medida de nuestro fracaso”.
Metamedios
 
Un arte de los medios de comunicación”, tituló el manifiesto que escribió en julio de 1966. Hoy reconoce que le cuesta decir algo original sobre los medios en un país que parece atragantarse con ellos. “No pasa en otros lados esto de que todos los canales formen una especie de cadena. La imagen de uno la toma el otro, y el otro, y así al infinito. Hay cantidad de programas dedicados a eso: a recopilar cosas de la TV y criticarlas. Creo que en Argentina los medios existen como en un segundo grado, son medios sobre medios: metamedios. Ya todos saben lo que nosotros denunciábamos: “la realidad es construida por los medios”. Eso ya se respira, es parte de la cultura y del lenguaje cotidiano. Todo es medio ahora. No hay nada que no sea medio. En los años 60 había que descubrir qué cosas eran los medios. Ahora estamos viviendo adentro de los medios. Y la gente lo sabe, es consciente de eso. Dicen: “Estos quieren ser mediáticos”. O: “Tenemos que adquirir visibilidad”, como si todo el mundo hubiera estudiado semiología. Lo tienen incorporado. Por ahí, entonces, este es un momento donde el medio no importa. Quizá haya que trabajar con otras cosas. Como dice León Ferrari, hay que trabajar con contenidos. León va a Once, compra 4 santitos y los pone arriba de una sartén. Muy básico, muy primario. Y el efecto que logra, sin embargo, es absolutamente extraordinario. Reacciones de la justicia, exigencias del gobierno, pronunciamientos del arzobispo de Buenos Aires, que hoy es Papa. Todo eso por 4 santitos metidos en una plancha… Si vos le decís a alguien que haga una obra para molestar a la iglesia piensa algo más complicado. Pero la genialidad de León fue desnudar lo básico: la religión confunde el significante y el significado. Un pedazo de yeso hecho por un chino: eso no es Cristo. Porque si eso fuera Cristo, la iglesia estaría en un serio problema”.
 
 
El miedo soy yo
 
Mirá cómo tiemblo! Una exploración del miedo en Argentina fue el trabajo que realizó en 1986, cuando la palabra “inseguridad” comenzaba a estar de moda. Jacoby ya percibía que esa sería la grieta democrática y trató, por todos los medios, de exponerla: 240 encuestas, estadísticas, investigaciones, análisis. “Pero la gente le sigue teniendo miedo al pibe con gorrita cuando se lo cruza en la calle, aunque está probado que el mayor porcentaje de los homicidios ocurre adentro de tu casa y a mano de conocidos. Si vas a una villa a preguntar: ¿a quiénes les tienen miedo? te responden: “A los de la villa”. Después aclaran: “A los de la villa de allá, la de los paraguayos”. Es difícil de explicar por qué pasa esto. Hace poco estuve en Cuba. Y un taxista me dice: “Tenga mucho cuidado”. Una locura, porque creo que el último crimen en Cuba se cometió hace diez años. Pero igual le pregunto: ¿Y de quiénes tengo que tener cuidado? Y el tipo responde: “De los negros”. ¡Él era negro! Intrigado, insisto: ¿Y quiénes son los negros? Y el tipo responde una frase maravillosa: “Pues los negros son los azules, chico”. Entonces, ¿a partir de cuándo te considerás negro? A partir de que no hay nadie más negro que vos”.
 
 
Prostíbulos
 
Galería del pete” fue la última obra que presentó, junto a Alejandro Ross, en ArteBA, el encuentro anual del mercado del arte criollo. “Por un error en el diseño de los stands había quedado un pequeño hueco, un vacío. Cuando lo vi se me ocurrió recrear ahí una galería”. El montaje consistía en un cartel con el título de la obra y una cortina que daba paso a un pequeño cubículo donde podían escucharse dos pistas de grabación. En una, la típica voz del rematador incitando ¿quién da más? y proclamando la escalada de precios. En la otra, se oían aullidos de orgasmos. Ambas pistas se escuchaban al unísono. “Después me pidieron que la reprodujera en la más importante casa de remates de obras de arte, que también es galería”. Lo paradójico es que en ese lugar la obra se vendió. ¿Qué se vendió? Una caja de metal con las instrucciones del montaje y las pistas de audio. ¿Cuánto cotizó? Jacoby responde sin ningún pudor: “La vendieron en 15.000 dólares y yo vi 5.000 pesos. Eso es lo que llaman mercado”.
 
 
Acciones
 
acoby tiene su propia doctrina. La llama “Hacer Hacer”. Y consiste exactamente en eso: en que la acción es dos veces más relevante que la palabra. Ahora mismo la pone en práctica en la CIA. Su última provocación son estas siglas con las que bautizó el Centro de Investigaciones Artísticas, que pensó junto a Judi Werthein y Gachi Hasper, como lugar de encuentro y diálogo con artistas. Los sábados la CIA ofrece clínicas: Jacoby atiende las consultas ataviado con un guardapolvo médico. “En general, ninguno viene con dudas sobre su técnica o estilo. Básicamente traen dos tipos de intereses: los que quieren ser famosos y los que quieren que conozcamos su obra. Nosotros, en ese sentido, teníamos ambiciones mucho más grandilocuentes: queríamos terminar con los medios, con la imagen, con el sistema”. ¿Falta pasión? ¿Sobra ego? “El problema es que ahora no está tan claro quién es el enemigo”, dirá Jacoby sin pontificar. Le pregunto entonces qué haría si le ofrecieran, al fin, exponer en el Museo de Bellas Artes. No duda: “Pondría una terminal de colectivos. Muchos colectivos que lleven a chicos del conurbano y del interior a pasear por la ciudad. A conocer el Congreso, Palermo, la Biblioteca Nacional, todo un recorrido. Porque a estos chicos les falta ciudad y a esta ciudad le faltan estos chicos”.
 
 
Sociedades
 
acoby nunca creó en soledad. Se rodeó y se sigue rodeando de un grupo de artistas que representan, para él, el arte más exquisito: el de la amistad. Ninguna de sus obras puede pensarse, entonces, como el resultado de un genio solitario, sino como la expresión del grupo que supo construir en cada época para escuchar los latidos de la actualidad. Eso es el arte contemporáneo para Jacoby: la vida. ¿Hace falta decir más?

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