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El ojo izquierdo: La historia de Barba, uno de los heridos en la represión de diciembre

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Roberto Álvarez perdió un ojo por un piedrazo policial en la represión en las inmediaciones del Congreso el día que se aprobó la reforma previsional. Del peronismo a la izquierda, una vida de militancia y trabajo que atraviesa, sin metáforas, la historia argentina.

por Sergio Ciancaglini / Fotos: Nacho Yuchark

El ojo izquierdo: La historia de Barba, uno de los heridos en la represión de diciembre

Foto: Nacho Yuchark

Tiene barba de prócer, de personaje bíblico o de dios griego, oficios siempre agitados. En los 80 se la dejó crecer hasta el ombligo.
Tiene además el pie derecho deformado pero mucho mejor que al llegar al mundo con pie bot, malformación congénita de la que fue operado a los dos años de edad.
Por la primera razón a Roberto Álvarez le dicen Barba. Por la segunda, quienes lo conocen de chico todavía le dicen Patita.
Nació en una ciudad de nombre utópico: Concordia, mayo 13 de 1953. Desde entonces su historia acompaña muchas discordias argentinas. Por ejemplo, fue uno de los protagonistas de los enfrentamientos entre manifestantes y policías en Congreso por la reforma previsional.
El 18 de diciembre de 2017 un piedrazo arrojado a su cara por un policía lo mandó al hospital Durand: le había reventado el glóbulo ocular izquierdo. La policía cascoteó manifestantes cuando se le acabaron las balas de goma.
Durante la internación su compañera Liliana le compró un pijama: “Vos te imaginás, nunca usé pijama” murmura Barba.
Una de las enfermeras elogió la prenda. Roberto Álvarez, Barba, ha perdido cosas en la vida, pero no han logrado reventarle el humor.
-Sí, muy lindo –replicó desde la cama- pero me salió un ojo de la cara.

El muchacho peronista

Anda con unos anteojos oscuros: “Vienen chicos, familiares, y no quiero que les de impresión, hasta que me pongan una prótesis”, dice Barba. Vive en la casa de Liliana –su compañera que también milita en el Partido Obrero- en un hermoso barrio de Ciudad Evita. Hay un gran parque con pileta, que suele ser visitado por delegaciones de calandrias, benteveos, chingolos, gorriones, palomas y caranchos.

El quincho tiene símbolos del PO y un viejo póster de fernet con un águila. Hay mate y hay historia que confirma que en Argentina no hace falta ejercer oficios pomposos para que la vida sea una agitación permanente.

El padre de Barba era obrero del frigorífico CAP Yuquerí, de Concordia, Entre Ríos. ¿Militaba en algún partido político? “No, era peronista” responde Barba sin ironía, sobre épocas en las que el peronismo era una forma de ser en el mundo. “Mis viejos llegaron del campo y se encontraron casi con la civilización: les dieron la tierra para la casa, luz eléctrica, agua, guardería, escuelas. En el barrio todos eran peronistas. Mi viejo era delegado de fábrica”. Criado a tres cuadras del río Uruguay, mamó también cómo jugar al aire libre, perseguir al sol y reconocer toda clase de animales y pájaros. “La escuela ahí era la Naturaleza”.

A fines de los 50 el niño Álvarez vivió las grandes huelgas en los frigoríficos (Frondizi presidente). La resistencia peronista no era declamativa: “Mis viejos hacían piquetes y yo les iba a llevar la comida. Ahí había mucha gente calzada, pero claro, no entraba ni un carnero a CAP. Eso te va quedando en el inconsciente”.

Luego trabajó en el frigorífico. “Tenía 21 años. Quisimos armar una lista interna. Veníamos con el empuje de la militancia de esa época, pero nos rajaron a todos”. Barba todavía no tenía barba, seguía siendo Patita para sus amigos, pero había encontrado su lugar de militancia: la Juventud Peronista – Montoneros.

De El descamisado a Goles

“Me sentía peronista porque era lo que había aprendido de toda la vida. Pintábamos las paredes con la P arriba de la V: Perón Vuelve. Leía El Descamisado. El 20 de junio de 1973 nos vinimos en el Gran Capitán, el tren que salía desde Misiones, para esperar a Perón en Ezeiza. Llegamos a estar cerca del palco, pero la mano se puso fea y entraron a cagarnos a tiros”.

Desde el palco, con Leonardo Favio como locutor, los matones lopezreguistas lanzaron a volar palomas en son de paz mientras seguían tiroteando a la multitud. “Hubo compañeros de Misiones y Corrientes que la quedaron”. El 1º de Mayo de 1974 estuvo Barba en el acto de Plaza de Mayo. La JP decidió irse y dejar media plaza vacía mientras Perón calificaba a los jóvenes como “imberbes”, “infiltrados” y “mercenarios al servicio del dinero extranjero”, entre otras alabanzas. “Cantábamos por la patria socialista. Creíamos que Perón iba a traer eso. Ese día fue un quiebre. Pero después fue un bajón cuando murió el Viejo. Quedaron Isabel con el Brujo. Pero seguí apostando por la juventud peronista hasta los 80”.

Durante el golpe logró zafar: “Mi crítica es que algunas direcciones de Montoneros se salvaron, pero el resto quedamos en bolas. Yo tuve suerte porque me volví a Concordia. Andaba medio camuflado, laburé en una estación de servicio, me casé y no dejé de militar en lo mínimo: la escuela, la cooperadora, lo que fuera”. Tenía claro el sistema de desapariciones: “Hubo compañeros que no militaban, hacían catecismo ponele, pero los secuestraban para instalarle el terror a todo el mundo”. En los 80 se prendió a una nueva movida: “Nos integramos al Partido Intransigente, del viejo Oscar Alende, que era de las organizaciones más interesantes y reunía militantes que venían de distintas experiencias”. Militaba en Buenos Aires, y trabajaba como personal de limpieza. “El empleo peor pago que hay, aparte de la construcción”. A Barba nunca le interesó el fútbol. “Pero compraba Goles o El Gráfico para tener un tema de charla con los compañeros y después plantear cómo organizarnos frente a la patronal”.

Viaje a la izquierda

Cae un chaparrón en Ciudad Evita que revive plantas y recuerdos: “Empecé a ir a las marchas de las Madres: era el modo de estar con ellas y de encontrarse con compañeros”. Sobre Malvinas: “Nunca me pintó el nacionalismo, y me parecía evidente que era un manotazo de ahogado de la dictadura porque crecía la resistencia en su contra”.

Volvió la democracia en 1983 y cuando tiempo después Alende hizo un pacto político con el entonces intendente de Lomas de Zamora Eduardo Duhalde –cuenta Barba-, se le pinchó el entusiasmo y huyó hacia otra novedad: había conseguido trabajo en una empresa fabricante de tinta para imprentas cuyos obreros eran afiliados a la Federación Gráfica Bonaerense.

Allí conoció a Néstor Pitrola y Barba rumbeó sus antenas políticas hacia el Partido Obrero: “Aunque a (León) Trotsky lo leí después. Lo que me pareció bien era la conducta antiburocrática y el modo de encarar las luchas”, cuenta. Fue su elección contra otra propuesta: “Nos vinieron a ver los compañeros que formaron el Movimiento Todos por la Patria, proponiendo la lucha armada. Dijimos que no, no era el método. Si no entendés las derrotas vas a cometer los mismos errores, como pasó en 1989 con el copamiento de La Tablada”.

Conoció a a Darío Santillán en las grandes movilizaciones piqueteras, fue compañero de Mariano Ferreyra, asesinado por los matones ferroviarios de José Pedraza. “Durante tiempo en las marchas me angustiaba y lloraba, no podía ni ver”. Toda su vida es así: jalonada por hechos en los que Barba anduvo siempre haciendo lo que creía justo, “equivocado o no”, pensando las cosas y también sintiéndolas, y sin hacer alharaca.

Piedras en el Congreso

Dicen que recoge aplausos por su bondiola a la parrilla: “Nunca hay que filetearla y sale tiernísima”. En los últimos años trabajó como jardinero y es secretario de Organización de Morón de su partido, desde donde envía flores al movimiento de mujeres: “Las primeras agrupaciones de resistencia fueron de mujeres. Las Madres y las piqueteras antes, y todo lo que está pasando ahora con las movilizaciones feministas, que nos agrandan todo el panorama”.

La imagen de mujeres en la calle difieren de la tradicional etiqueta del intelectual de izquierda, de los cuadros orgánicos y de los militantes testimoniales: “No discuto que hay compañeros muy formados, ni que tenemos que estudiar y superarnos todos, pero si no agarraron alguna vez la pala, si no tuvieron necesidades ni conocen los barrios humildes, hay que emparejar la cosa. En un café te digo cómo arreglar el mundo, pero sin contacto con la gente, con la masa, estamos en el horno”. Usa dos verbos fuera de moda para definir la práctica política: preguntar y escuchar. “Es lo primero que hago. Porque si no, pecamos de soberbia. No puedo pretender imponer mi opinión, cosa que a veces hacen algunos compañeros fruto de ser un poco sectarios. Si sos un partido de cuadros sin contacto con las bases, vas a seguir cometiendo el mismo error”. Cree que hay algo que cambió para siempre en los partidos políticos: “Vos podés tener un gran bagaje teórico y práctico, pero si sos un tremendo hijo de puta en la vida práctica y la fajás a tu mujer, eso hoy es contrarevolucionario. Ya nos ha pasado de expulsar compañeros por esa causa”.

¿No hay personalismo y falta de renovación también en el PO? “Me parece que Altamira es una de la personas con más claridad sobre la política. Pero uno va por el programa, no por la persona, aunque la admire. El personalismo se debate todo el tiempo”. ¿Y la preponderancia masculina? “Bueno, pero tenemos compañeras que tienen una importancia cada vez mayor. Y los compañeros que están son reconocidos no sólo por el partido sino por la gente”. Para Barba es falso que la sociedad se esté derechizando: “¡No, mentira, mirá todas las luchas que hay! Falta una alternativa electoral, pero que la clase argentina sea dócil o de derecha es la falacia más grande que hay”. Cree que lo que será determinante es el ajuste y la falta de trabajo: “Y los compañeros van a salir a pelear”.

Lágrimas para los ojos

Se saca los anteojos cuando le pregunto por la violencia en el Congreso. “Hay una cosa de acción y reacción. Nadie fue a tomar el Congreso ni a romper nada. No fue como un piquete, al que llevás gomas. Jugó la bronca espontánea de la gente por la reforma a las jubilaciones, y por la violencia de la policía. Yo hacía la seguridad, si ves los videos estoy protegiendo a los compañeros, de frente a la policía. Y fue ahí que me la dieron: entre ceja y ceja”.

Cuando corrió la falsa noticia de que la sesión se levantaba, Barba salió de la ambulancia a festejar: “Me habían vendado, no veía nada pero creía que era por la sangre. Después supe que me pasó lo que me pasó”. Después del cascotazo, su hijo mayor escribió en las redes unos párrafos llenos de afecto, orgullo y agradecimiento hacia su padre. Barba me lo cuenta, se emociona, y llora. Las lágrimas no discriminan entre el ojo que ve y el que ya no está.

Tal vez todas las aventuras y desventuras que nos tocan vivir finalmente no tengan que ver con ideologías, religiones, dogmas, bajadas de línea, razonamientos y ciencias, si no cobran un sentido cuando hay momentos que permiten una concordia con la vida, agarrar una servilleta, secarse los párpados, sonarse la nariz y sentirse querido.

Se recupera Barba de la emoción (aunque tal vez nunca convenga recuperarse de ciertas emociones) y murmura: “Es como un reconocimiento. Que te lo digan, pero sobre todo que te lo diga un hijo… Es la sensación de no haber estado al pedo”.

El ojo izquierdo: La historia de Barba, uno de los heridos en la represión de diciembre

El Barba Álvarez con la foto que tomó el fotógrafo de MU, Nacho Yuchark, horas antes de que perdiera el ojo izquierdo.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

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Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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