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La nueva generación

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Colectiva Tierra Viva de Bolívar. Alarmados por las enfermedades y la mala alimentación, empezaron a probar otro tipo de producción en sus campos. Se inspiraron en la agroecología. Formaron un grupo. E impulsan una ordenanza para regular los agrotóxicos, entre otras yerbas. POR SERGIO CIANCAGLINI

La nueva generaciónLa historia suele estar escrita con grandes nombres como los del educador Calfucurá, el showman Sarmiento o el cacique Tinelli. Sin embargo podría hablarse también de personas como Gabriela, Juan, Guadalupe, Verónica, Sergio, Mónica, Georgina, Facundo, Andrea y varios más, que hacen una historia a partir de haber recorrido un camino de ida y vuelta.
Desde su lugar en el mundo, San Carlos de Bolívar, provincia de Buenos Aires, cada uno de ellos partió en su momento hacia las grandes ciudades persiguiendo promesas de desarrollo personal y consolidación económica. Vivieron y trabajaron en esas ciudades. Y también se hartaron. Les funcionó un artefacto llamado memoria, recordándoles que la vida podía ser una aventura menos enloquecedora.
La memoria los guió hacia el futuro, en sentido inverso al habitual: desde las urbes marrones y grises hacia San Carlos de Bolívar.
Se trata de la tierra que el presidente Domingo Sarmiento ordenó defender atacando a las huestes aborígenes de Calfucurá en 1872, victoria del ejército considerada crucial para la llamada Conquista del Desierto que Julio Roca llevaría a niveles lisérgicos. Era un desierto un poco raro, lleno de gente y de pueblos a los que había que fumigar con el ejército y los Remington, proeza injustamente olvidada cuando se habla de genocidios. En términos más recientes, la referencia bolivarense es una celebridad: el conductor televisivo, ex dirigente afista y futuro político Marcelo Tinelli, nació aquí.
Pero, ¿cuál es la historia de Gabriela, Juan, Guadalupe y el resto? No conquistan desiertos. Tampoco quieren ser conquistados. Y no bailan por un sueño, sino que lo construyen.
Cómo se arma una red
En poco más, un poco menos, todos se acercan a los 40 años, aunque es difícil calcular la edad del entusiasmo, que fue lo que hizo que se conocieran entre ellos. Gabriela Apestegui se había ido joven a La Plata y Buenos Aires, estudió traductorado, composición musical, hizo un profesorado de filosofía. Durante unas vacaciones en Bolívar su mamá falleció.
Gabi lloró, pensó que no quería volver a irse, desarmó el bolso definitivamente y se quedó junto a su padre. El campo familiar de 196 hectáreas se alquilaba principalmente para producción de soja transgénica. Entre lo rural y lo filosófico, dice: “Yo sabía que tenía que haber rotación de cultivos, no siempre soja, y notaba además las fumigaciones, el deterioro del campo y del suelo. No me gustaba. Y todo lo que te decían al indagar el tema era que el glifosato no hace nada, que se degrada en la tierra, y otras mentiras”. Este campo tiene un nombre bello: La Templanza.
A Gabriela le interesaba el tema de la alimentación. “Tampoco hay información sobre eso. Sabés que no hay productos saludables en el supermercado, en la industria, pero la verdad es que no sabemos lo que comemos. Peor todavía con los chicos. Entonces pensé: si no quiero que lo que como tenga veneno, ¿por qué voy a sembrar con veneno?”.
Georgina Scardino recorría laberintos similares: “Viví varios años en Trenque Lauquen y en un taller de cerámica precolombina conocí a Patricia Domínguez. Sus papás son ingenieros agrónomos y cultivaban todo el alimento para la familia. Un día me regalan unas batatas y yo dije: ¿qué es esto? Era un sueño. Batatas exquisitas, con gusto a batatas. Zapallo con gusto a zapallo. Tenían frutales. El papá de Paula nos hacía recorrer los campos y nos mostraba las plantas y los árboles con las hojas achicharradas y manchadas por las fumigaciones. Decía que las plantas están así por los mismos tóxicos que nosotros estamos respirando. Y nos enterábamos todo el tiempo de enfermedades y abortos espontáneos”.
Ya en Bolívar, Georgina y Gabriela se hicieron cómplices e idearon un emprendimiento de alimentación consciente llamado La Algarroba, para vender productos orgánicos, sanos, y organizar talleres. A una de sus presentaciones, con ánimo de escuchar de qué iba la cosa, llegó Juan Urrutia, biólogo y productor. Fue hace dos años. También él estaba volviendo. “Me dedicaba a parquizaciones. Estuve 20 años fuera. Volví para hacerme cargo del campo de mi papá, de 80 hectáreas. Sabía que existía la agroecología, había conocido al ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá (MU 112: El contagio), conocí trabajos del agrónomo chileno Miguel Altieri y del argentino Santiago Sarandón”. La agroecología implica, entre muchas otras cosas, el diseño, la gestión y la producción agropecuaria de acuerdo a pautas ecológicas, de policultivo, y sin uso de productos tóxicos ni químicos.
Además de charlar sobre alimentación consciente, Juan buscaba salir del modelo de arrendamiento de su campo: “Quería hacer agricultura, tener animales. Pero me encontraba con una gran soledad. No se podía hablar con nadie, y menos con los ingenieros agrónomos: te dicen que hay una sola posibilidad, un solo modelo de producción. El campo está cerca de una escuela rural. Por eso no quiero usar agroquímicos, y tampoco quiero aplicármelos sobre mí. Con Gabriela y Gerogina por lo menos hablaba de otra cosa, de alimentación sana: fue un oasis encontrarlas”.
Oasis práctico: “Surgió la idea de armar un proyecto de ordenanza para regular los agroquímicos para evitar que nos fumiguen y que los mosquitos (las fumigadoras terrestres) anden por la ciudad. Y entonces apareció Guadalupe”.
Caldito de verdura
Guadalupe Gerea es profesora de música. Otra hija pródiga. “Vivía en Mar del Plata, y volví hace seis años a Bolívar en busca de la tranquilidad que no hay en las grandes ciudades. Mi familia tiene campo, pero mis hermanos se harán cargo. Me puse a trabajar en lo mío, y noté que muchas personas me hablaban de familiares con cáncer, de tiroides, de diabetes repentinas. Falleció de cáncer una de mis compañeras, otra se está tratando, y chiquitos también. Por nombrarte los más recientes: Brian era un nene de 10 años que murió por un tumor, y Mimí (Ailen Bazar) tuvo leucemia y murió el mes pasado. Tenía 4 años”.
Guadalupe vivía alarmada: “Eran muchas enfermedades heavy. Y en ese momento me enteré por Facebook de una nota de MU sobre Juan Kiehr, que tenía un campo agroecológico en Benito Juárez”. Guadalupe conocía a una de las hijas de Kiehr, productor que conduce el campo La Aurora, de 600 hectáreas: “Pero no tenía idea de qué era la agroecología. Recién ahí me enteré de que era todo un modo distinto de producción”.
Guadalupe dice que lo suyo no es quejarse, sino hacer cosas. Conoció a Georgina y Gabriela, supo que pensaban con Juan armar un proyecto de ordenanza para regular el uso de agrotóxicos. Compartió la nota por Facebook y les propuso ir a conocer La Aurora, el campo de Kiehr, tejiendo así otro nexo de una red que no ha parado de crecer.
Gabriela quedó filosóficamente desestructurada cuando conoció La Aurora: “Lo de la alimentación consciente y sana yo lo tomaba desde lo orgánico. Era lo que quería hacer. Pero Juan me decía: ‘ojo, que lo orgánico es parte del modelo del agronegocio. Existe otra cosa: la agroecología’. Me picaron la cabeza. Y cuando fui a La Aurora entendí: lo agroecológico implica un estilo de producción sano que no tiene por qué ser para una élite”.
Georgina cree que aquel viaje fue un estallido: “Ves que es algo posible, que el que lo hace además puede vivir bien y tranquilo económicamente”.
El grupo iba diversificándose. Mónica Perino es chef, aunque ella prefiere decir cocinera: “Volví hace nueve años desde Buenos Aires y Calafate. Acá vivo de cocinar por encargo, y ayudo en todo lo que es huertas familiares agroecológicas. Hay más de 100 familias aquí con sus huertas, apoyadas por el INTA”. El ingeniero Walter Pengue ha calculado que cada familia con una pequeña huerta puede cultivar todas las hortalizas que consume, generando un ahorro de 1.000 dólares anuales. Mónica: “Mi esperanza es que hay cada vez más interés. La gente quiere salir del caldito de verdura, de cuestiones con aditivos y químicos, volver a las plantas reales”.
Lo ha hecho Facundo Perruelo, que cultiva una chacra de su padre y trabaja además como mozo. “Estudié agronomía en La Plata, pero había solo dos profesores que decían algo diferente: Guillermo Hang y Santiago Sarandón. Dejé la carrera. Pero supe de este grupo por Internet y me sumé”. Ya habían decidido darse un nombre:
Colectivo Tierra Viva Bolívar.
Descontar cuentos
El viaje a La Aurora los puso en contacto con el asesor de ese campo, el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá. Conocieron a través suyo la experiencia de Guaminí (MU 10: El campo recuperado) donde nueve productores trabajan agroecológicamente 1.300 hectáreas en sus establecimientos. En Guaminí acuñaron el concepto de que el modelo productivo actual es “agro oncológico”, y además elaboraron una ordenanza de regulación de los agroquímicos, que Tierra Viva tomó, corrigió y mejoró para proponer en Bolívar.
Juan: “Nos pusimos a investigar, a escribir, a fundamentar para que los propios concejales sepan sobre la cuestión. Creemos que no se tendrían que aplicar agroquímicos, pero el primer paso es poner zonas de exclusión de 1.000 metros para las fumigaciones terrestres y 2.000 para las aéreas con respecto a zonas pobladas, escuelas rurales y cursos de agua. Que haya restricciones a cómo usarlos y quita de tasas e impuestos para fomentar la agroecología. La creación de una guardia ambiental para controlar el cumplimiento de la ordenanza. Y la elaboración de estadísticas públicas para que se empiece a conocer la vinculación entre enfermedad y ambiente”. Hay otra ordenanza presentada por un concejal de Cambiemos. “Si se aprueba la nuestra, será la primera vez en la historia de Bolívar que se sancione una ordenanza presentada por particulares. Fomenta toda producción limpia, agroecológica, orgánica, biodinámica, permacultura”.
La movida ha incluido en el último año la realización de viajes a Guaminí y a Benito Juárez, jornadas en Bolívar, conferencias de Eduardo Cerdá, Giovanna Bonisoli (Facultad de Medicina de Rosario) y Miryam Gorban (Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria-UBA). Se consiguió además la adhesión de Bolívar a la Red Nacional de Comunidades y Municipios que Fomentan la Agroecología (Lincoln, Coronel Suárez, Gualeguaychú y Miramar, entre otros).
Andrea Mazzuca, otra propietaria de campo, explica: “El intendente Eduardo Bucca es médico. El padre también. Se interesaron por una cuestión de salud, y por los costos que está teniendo la atención de la gente. El municipio entonces financia estos viajes y visitas para seguir promoviendo la agroecología”.
Gabriela: “Sentimos que ya tenemos vida propia, y que traccionamos para que las instituciones actúen. Es necesario el compromiso del Estado pero no esperamos: nosotros lo vamos a hacer igual de alguna manera. Ya somos unos 20 integrantes de Tierra Viva, empezamos a juntar firmas para apoyar la ordenanza y rapidito conseguimos 300. Descubrimos que no estamos solos, que hay mucha gente como nosotros que no está ni en el gobierno ni en las grandes corporaciones y que quiere una transformación real. Es como descontar el cuento que nos estaban contando”.
web y vacas
Georgina cuenta que habló con una médica que le reconoció que en consultorios y hospitales están registrando cantidad de intoxicaciones hepáticas que relacionan con los agrotóxicos. “Me contó que no pueden salir a decirlo porque no está probado, pero están seguros de que es eso. Por eso en la ordenanza proponemos que haya estadísticas confiables”.
Verónica Acosta es otra de las regresadas. “Queríamos aire puro, pero no era tan puro”, reconoce. Es abogada, mediadora, hace danza y fue golpeada por embarazos perdidos y además hipotiroidismo. “Estuve tres meses sin moverme. Por suerte me recuperé, tuve a mi segunda hija, y creo que todo este proyecto es el que nos va a mejorar la vida”.
Su marido, Sergio Carretero: “Yo me había ido por mandato familiar, esa idea de que el campo es horrible, que tenés que ser gerente de algo en la ciudad. Soy especialista en sistemas en una multinacional. Podría trabajar en cualquier país, pero le esquivé a ese camino. Decidí volver. Puse Internet en el campo y por ahora hago mi trabajo de programación mirando las vacas. Pero estoy haciendo agroecología en 50 hectáreas y espero que sean cada vez más. Me parece fabuloso poder producir lo que comés, cambiar la manera de vivir. No quiero ser gerente de nada. Quiero ser autosuficiente, autónomo, producir y vivir tranquilo”.
Cuentan que están desapareciendo las escuelas rurales, mencionan que una de las que quedan, a la que iban cien chicos, hoy van tres. Frente al vaciamiento, Gabriela imagina: “Siento que eso está cambiando. Hay una generación que de a poco está volviendo a vivir al campo”.
Andrea cree en el factor comunicación: “Para nosotros es importante que se sepa lo que estamos planteando. Pero no a través del miedo. ¿Sabés por qué? Porque la gente ya sabe lo de las enfermedades, los peligros y demás. Ir en contra de algo es contraproducente. Mi postura es ir a favor: mostrar que hay una opción para salir de esto. No nos metemos contra Monsanto. Vamos por la agroecología. Así que tenemos que seguir haciendo y diciendo lo nuestro. Porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer?”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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