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La paz armada: MU en Bolivia

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Causas y consecuencias del golpe de Estado en Bolivia. Lo que dicen funcionarios, dirigentes y militantes. El relato de familiares de las víctimas de la masacre de Senkata. El rol militar y el fundador de una organización parapolicial. Las miradas y propuestas de una inédita experiencia de encuentro y organización: el Parlamento de las Mujeres. FRANCO CIANCAGLINI

La paz armada: MU en Bolivia

Don Luciano es bajito y apenas alcanza a leer el cartel pegado arriba de la puerta de la parroquia 26 de julio. Lapicera en mano, achina los ojos y anota el número de la Defensoría del Pueblo de La Paz. “Es que no tengo abogado”, confiesa tímido, mientras cuenta el por qué: su hijo Edgar, 29 años, está detenido en la cárcel de San Pedro, junto a cientos de personas acusadas de querer entrar a la planta de YPFB en Senkata. Es un barrio de El Alto, esa periferia gigantesca que no está junto a La Paz sino arriba, a 4.000 metros de altura.

Semanas después de la represión, aún están los agujeros de bala estampados sobre las paredes de cemento; son anchos y profundos, lo cual lleva a descartar que se trate de calibres comunes. Los comerciantes los muestran con desesperación y relatan las horas de terror de aquel 18 de noviembre cuando el Ejército boliviano mató a 10 personas, hirió al menos a 42 y detuvo a cientos, como a Edgar.

Don Luciano cuenta: “Hay una señora que tiene a sus tres hijos detenidos. Los han torturado, a mi hijo no tanto”. Informa que la mayoría de los detenidos están acusados de al menos 5 delitos, entre ellos el de terrorismo. Y sentencia: “No hay justicia. La gente se ha olvidado de nosotros: lo único que podemos hacer es llorar”.

Es cierto: un domingo a las 9 de la mañana en la parroquia de Senkata todos lloran. Son familiares de detenidos o de asesinados durante la represión; también están presentes heridos como el joven Emanuel, con una bala incrustada en el abdomen: “Estaba pasando y empezaron a disparar como locos; a nadie en particular. Empecé a correr y me llegó la bala. Pensé que era una piedra”. Emanuel cayó al piso y lo llevaron hasta el hospital. “No me sacaron la bala porque no había equipos para hacerlo”. El doctor le dijo que podría vivir con la el proyectil en su cuerpo, pero su mamá sospecha. Ninguna causa investiga de dónde vino ese disparo.
Emanuel, Don Luciano y decenas de familias están aquí reunidas para buscar justicia. Y tal vez buscan también estar juntas.

Ninguna de estas personas tiene abogado, y se respaldan en la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de El Alto para intentar entablar diálogo con las autoridades. Todos son pobres. Y todas sus historias son parecidas, acaso las más tremendas de una Bolivia que llora y resiste.
Senkata es el símbolo de un terremoto boliviano: el golpe de Estado. La historia breve: Evo Morales se consagró ganador en las elecciones del 20 de octubre, con un escrutinio poco claro, en el mejor de los casos. Encontró rechazo interno y externo, y fisuras o decepciones que venían germinando en su propio espacio político después de 13 años en el poder. Comenzó un tembladeral político, y recibió presiones (o “sugerencias”) militares de salir de escena para evitar violencias, cosa que hizo con prontitud rumbo a México. La derecha más irrepresentativa capturó entonces el gobierno a través de Jeanine Áñez. Pero hubo diferentes signos vitales en la sociedad boliviana que impidieron cristalizar ese gobierno ilegítimo, que se terminó viendo obligado a convocar a elecciones previstas para marzo de 2020.
Esta es una recorrida por algunos de los pedazos de ese rompecabezas boliviano.

La masacre de Senkata

Senkata es el mayor símbolo del protagonismo militar en el actual gobierno; del uso sangriento de la fuerza estatal; y del silencio mediático nacional e internacional para ignorar lo que los alteños no dudan en calificar como una masacre.

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Senkata, un día de semana, se convierte en una gran feria de comidas y ropa. Foto: Nacho Yuchark

El martes 18 de noviembre miles de personas bloquearon el puente de Senkata. Es un punto clave para la circulación y para la distribución de gas de la YPFB hacia La Paz. Hay distintas hipótesis sobre el sentido del bloqueo (desabastecer a la capital, tomar la planta de YPFB) pero la que reúne a todas es la bronca y la desesperación: hacía semanas estaban escaseando el gas en el sur, y la carne en varios barrios aledaños; el comercio, principal recurso de la zona, estaba paralizado y no había respuesta del gobierno de facto. Senkata es una de las zonas más pobres de El Alto.

La mecha estaba encendida, y se habla de sectores que organizaron sospechosamente el derribo de un muro de entrada al yacimiento estatal, principal excusa para la represión militar pasado el mediodía. Los detenidos fueron procesados bajo la figura de terrorismo.

La otra hipótesis deslizada por el gobierno y los medios es que los muertos fueron producto de un enfrentamiento civil. Falso: las denuncias de las familias fueron respaldadas por el experto en armamento y seguridad Samuel Montaño, quien analizó las fotos de aquel día y aseguró que el Ejército atacó con municiones de guerra: AK 47, FAL, subfusiles 9mm, M-16 y fusiles Galil.

En la parroquia, los familiares tienen fotos de los caídos, autopsias, y sus historias. “Ese día almorzamos juntos, con mi familia, y él salió a la una de la tarde”, cuenta Gloria sobre su hermano Antonio Roland Quispe, 24 años. “No sabíamos que había manifestaciones: las noticias no contaban nada”. Primer punto en común: muchos de los fallecidos y heridos no formaban parte del bloqueo. Y ni la tevé ni la radio informaban lo que sucedía. “Lo que nos cuentan quienes lo vieron es que él se puso ayudar a los heridos al pasar por allí. Y entonces le llegó la bala a la cabeza: ha muerto inmediatamente”.

Alison Abigail cuenta la historia similar de su esposo Calixto Huanaco, 32 años: “Ha ido a comprar para darnos de comer a mí y a mis hijos porque ya no teníamos dinero. Nosotros pagamos alquiler: 500 bolivianos, más luz agua, 800 al mes” (unos 8 mil argentinos). Calixto salió a las 12 del mediodía. Pasaban las horas y no volvía; Abigail comenzó a llamarlo al celular: “No me contestaba. Recién a las 6 me contestó un paramédico que me dijo que estaba herido en la cabeza en el Hospital Villa Dolores”. Abigail no entendía qué había pasado: “Cuando salgo a la calle veo a la gente alborotada, gritando, quemando. Ni luz había. Agarré a las guaguas (hijas), las cargué y quise llegar hasta el hospital, pero no pude”. Calixto era padre de esas dos criaturas.

Nancy Jamachi Mamani, 38 años: “Ese día mi primo Edwin estaba yendo a su trabajo de albañil. Justo estaban pasando los militares. Él no era partícipe de eso pero ahí es donde disparan y yo creo que él empieza a correr. En la espalda le han dado. Directo al pulmón. Ahí se ha caído mi primo”.

Casi todos los muertos tienen heridas en la espalda y muchos de ellos, en la nuca. Testigos de ese día aseguraron que muchos disparos provenían desde los helicópteros militares. Gloria muestra la autopsia que dice “muerte por impacto de bala”. Precisa: “La cabeza está florecida, está abierta en grande. En la autopsia estaba mi tío. Nota que los forenses ven que ahí está la bala, pero no le dejan mirar qué hacían e inmediatamente la esconden”. La sospecha: “Yo creo que los médicos están pagados, para poder así ocultar todas las pruebas. La autopsia se hizo en esta misma parroquia”.

Abigail describe: “Mi familia no entró a la autopsia. Solo me dijeron que la bala seguía ahí en su cabeza, no había salido como habían dicho los médicos. Me explicaron también que le había destrozado totalmente el cráneo. Una vez dentro, la bala había girado y lo había molido”.

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Abigaíl, una de las esposas que perdió a su marido en la masacre de Senkata. Foto: Nacho Yuchark

Gloria: “Quiero justicia por mi hermano. Vivo en la ciudad (por La Paz), y allí dicen que no pasa nada en El Alto, que está tranquilo. Pero al venir he visto la justa realidad. ¿Quién va a decir que en El Alto nos están matando?”
Abigail: “Quiero justicia porque mi esposo no ha hecho nada; no ha ido a bloquear, nosotros no somos de ningún partido. Han matado a un inocente, han dejado a mis hijitos desamparados porque él traía la comida”.

Los 10 muertos son hombres jóvenes: todos tienen entre 22 y 38 años. Gloria propone una teoría: “Yo me he puesto a pensar que es porque los jóvenes tienen una vida por delante y siempre van a colaborar con el pueblo. Porque tienen más fuerza”. Otra hipótesis: la matanza en El Alto fue un gesto militar de advertencia al resto de la población.

La masacre de Senkata generó una gran movilización: los familiares bajaron desde El Alto a La Paz cargando sobre sus hombros los féretros de sus muertos, acompañados por una multitud. La carvana fue reprimida sin respetar ni los ataúdes. En 16 rutas del país hubo más de 90 bloqueos repudiando la represión y al gobierno de Jeanine Áñez que se quedó como le ocurre a algunos visitantes de La Paz: sin oxígeno.

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Tanques militares custodian garrafas de YPFB en Senkata.
Foto: Nacho Yuchark

Escuderos del odio

Daniel Lee sonríe, posa para las fotos, saluda y, antes de comenzar la entrevista, revela lo que no dirá una vez prendido el grabador: “Nosotros ayudamos en el motín policial. Y ayudamos a los militares a que les llegue comida. El día que tumbaron el muro de Senkata yo estaba en contacto con la policía. Sentía odio. Mucho. Nos llamaban los policías diciendo: ‘Daniel, nos van a matar’. Gente que había conocido hace dos tres días pero, viejo, a la que llegas a tenerle un aprecio porque te ayudó o porque todo esto salió gracias a la policía”.

Daniel Lee hace fitness: difunde por Facebook sus éxitos musculares. Cuando le pregunto si su grupo es paramilitar responde: “Bueno, es un halago”. Es redundante hablar de “derecha” en su caso.

Se tatuó en el antebrazo la palabra “insane” (así, en inglés), es creador de la Unión Juvenil Chukuta y antes de Resistencia La Paz. Objetivo: reclutar jóvenes de entre 20 y 35 años que estén contra el MAS. “Lo que hacemos es luchar por la patria”, asegura. La búsqueda: “Los jóvenes se ven con muchos tipos de carencias, no encuentran trabajo”. Como en todo el mundo, el combustible es el resentimiento. Daniel es la mecha. La misión es reclutar a 35.000 personas en La Paz. Va por 2.000. “Estamos buscando crecer y tener un peso a nivel gubernamental”.

Lee estudió Economía y Comercio Internacional En China y volvió hace 4 años a La Paz. “Somos apartidarios. Nos ofrecieron estar en muchos partidos pero estamos chocando con todos”.

La Unión Juvenil organizó barricadas pidiendo la renuncia de Evo Morales, acampó en Plaza Murillo para garantizar la asunción de Añez, atacó a militantes del MAS, argumentando siempre que se estaba defendiendo. “Y ahora estamos defendiendo a este gobierno, porque aquí hubo un ex dictador con malas relaciones con la policía y el Ejército que por eso quiso recurrir al MAS. La gente debe saber que Evo Morales no es un dios: también sangra”.

¿Son violentos? “Prepararse no es ser violento. Integrantes de la Unión capturaron a 70 masistas y no les hicieron nada. Bueno: una o dos caricias, y los mandamos desnudos de vuelta. Eso no es violencia”. ¿Qué sería violencia?: “Matarlos, masacrarlos”.

Llegan otros dos jóvenes para acompañarlo a una reunión pactada, según dice, en la Cancillería. Pero cuando lo escuchan hablar, los jóvenes se ceban y siguen revelando detalles, cual niños que de repente se sienten parte de algo grande. Uno de ellos cuenta entusiasmado: “Ese día un comisario nos llamó y nos dijo: bajen a los puntos, los quiero ahora. Ustedes son mis escuderos”.

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Daniel Lee, líder de la la organización Jóvenes Chukuta. Foto: Nacho Yuchark

Ecocidios

o primero que se ve al bajar del aeropuerto en Santa Cruz, al hacer escala, es una gigantografía de Corteva Agroscience (fusión de las corporaciones del agronegocio Dow, DuPont y Pioneer) que dice: “Sigamos creciendo”. En La Paz el cartel es el de la empresa de hidrocarburos estatal: YPFB.

Los carteles son importantes en Bolivia. Junto a uno gigante de El Alto, otro mensaje asegura: “Siempre de pie, nunca de rodillas”. En las calles conviven pintadas de “Evo 2020” con “Chau Evo” y “Evo ecocida”. Como demuestra el odio de Lee, su nombre parece ser el epicentro de un país sacudido, con una derecha fragmentada, un MAS también revuelto que quiere volver con Evo dirigiendo la campaña desde Argentina (él no puede presentarse y aún no hay candidaturas definidas) y los cuestionamientos en los movimientos sociales.

En agosto de este año el incendio de la Chiquitanía –la zona boliviana del Amazonas- se instaló como eje de campaña. La reacción tardía del gobierno fue criticada por los medios nacionales y amplificada por las redes: millones de hectáreas quemadas, animales muertos, biodiversidad perdida. Y si bien puede decirse que la derecha aprovechó la situación, fueron sobre todo los sectores estudiantiles los que encabezaron movilizaciones acusando a Evo de la misma complacencia ante los incendios (para abrir la selva a los negocios agropecuarios) que la que el mundo adjudicó al brasileño Jair Bolsonaro.

Además de la Chiquitanía y la polémica por cómo profundizar la extracción de litio, otro caso pareció apuntalar la idea de que el gobierno que le dio derechos a la Naturaleza, no la estaba cuidando a fondo. Se trata del proyecto de la represa hidroeléctrica Rositas, en Santa Cruz, en tierras de comunidades guaraníes en el territorio indígena Kaagusu.

La Mburuvichá (líder) guaraní Lourdes Miranda relata que desde la firma del convenio entre Bolivia y China por la represa, 14 comunidades guaraníes se organizaron para no dejar llegar a los funcionarios chinos ni a los enviados del gobierno. “Luego, como la comunidad estaba firme, cooptaron a algunos de nuestros líderes. Hemos desconocido a esas autoridades y ahorita estamos por iniciar una demanda contra el Estado en la Corte Internacional de La Haya”. Sería la primera comunidad indígena boliviana que denuncia al Estdo por un proyecto inconsulto.

El caso se suma al conflicto por la construcción de una carretera por el corazón del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), violando su intangibilidad. Las comunidades del lugar rechazaron la obra, denunciaron que no fueron consultadas tal como manda la Constitución y en 2011 marcharon hacia La Paz. Fueron reprimidas en Chaparina por la policía, que no logró frenar la movilización que dejaba a Evo mal parado con respecto al discurso ecologista e indigenista. En mayo de este año Evo fue sancionado por el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza que él mismo fundó en la primera parte de su gobierno. El Tribunal no emite sentencias vinculantes, pero se le reconoce un profundo valor ético. Sus 26 integrantes son intelectuales académicos y activistas afines al gobierno masista, pero ante la fuerza de los hechos dieron la razón al reclamo de las comunidades.

Lourdes retoma su relato y cuenta que las comunidades guaraníes dieron su apoyo ciego a Evo los primeros años de gobierno. “Pero nos sentimos engañados por él. Pensábamos que él siendo un indígena, o un cara de indígena, iba a hacer diferente las cosas que un blanco. Pero ha hecho peor: ha logrado lo que ninguna derecha logró, que es destrozarte desde adentro, deshacer las organizaciones que antes teníamos fuerza para luchar”.
Este tipo de cuestionamiento es producto de un mal humor social y de la expansión de una mirada crítica hacia el gobierno, más allá de los logros económicos e institucionales que exhibió Bolivia en los últimos 13 años.

Críticas y autocríticas

Existe una nueva casa de gobierno, la Casa Grande del Pueblo, justo detrás del famoso Palacio Quemado: edificio vidrioso de más de 20 pisos al que la gente compara con un shopping. Dicen que Evo, quien lo mandó a construir, no se sentía cómodo en la moderna construcción y el último tiempo había vuelvo al Palacio. En la Asamblea Legislativa sucede lo mismo: detrás del actual edificio colonial se empieza a alzar otro monstruo que será la nueva sede de diputados y senadores. Desde Plaza Murillo se oye clarito el golpeteo de la construcción. Entre edificios nuevos y viejos, Eva Copa Murga está trabajando en la Vicepresidencia. Es la presidenta del Senado tras la renuncia de su compañera del MAS Adriana Salvatierra y la escalada de Áñez a la presidencia. Eva recibe a MU en el Salón de los Movimientos Sociales, donde Álvaro García Linera solía tener su oficina, porque dice que es el único lugar de Bolivia donde puede trabajar “tranquila y segura”.

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Eva Copa Murga, presidenta de la Cámara de Senadores de Bolivia. Foto: Nacho Yuchark

Al momento de la entrevista Eva no había visto a sus hijos durante 15 días: uno tiene 4 años y, el otro, 4 meses. Ella, 32 años, explica que la ausencia es para proteger a su familia, ya que le han llovido amenazas: “Muchos dirigentes del MAS recién ahora están empezando a salir de la clandestinidad, con todo lo que pasó, para podernos reorganizar”.
Para Eva, esta persecución ideológica tiene un objetivo: “Cada organización social en Bolivia pasa por una estructura sindical que debe ser convocada por los altos dirigentes que eligieron. Si persigues al dirigente que convoca, logras que no haya organizaciones firmes” dice en referencia a los efectos del verticalismo.

El rol de Eva fue crucial para lograr el acuerdo a través del cual se llamó a elecciones. Muchos dirigentes del MAS habían renunciado o se estaban ocultando. Eva, una silenciosa senadora por El Alto, dio la cara, puso el cuerpo y su sola presencia forzó el funcionamiento de la Asamblea Legislativa. Logrado eso, firmó el acuerdo con la presidenta transitoria. “Puede ser que me haya costado políticamente dentro de mi propio partido, pero creo que prima nuestro país”. Eva no aparece en la nómina de candidateables para las próximas elecciones.

Parte de estos cortocircuitos intrapartidarios son permiten entender la complejidad del asunto: el verticalismo, la arbitrariedad en las decisiones, la centralidad de Evo, el paulatino desplazamiento de las organizaciones en general y de las mujeres en particular. Eva dice que hay que hacer una autocrítica: “Las mejores para poder hacer esas críticas son las organizaciones sociales que han visto desde afuera en qué hemos fallado en el interior del Estado. Nosotros vamos a acatar las decisiones que ellas tomen”.

Sobre las mujeres sí toma la palabra: “Muchos pensaron que íbamos a fracasar y hemos demostrado que estábamos a la altura. Posiblemente hemos tenido errores, muchos o pocos, pero lo importante es que hemos mantenido la estabilidad en las dos Cámaras y nos hemos mantenido firmes en la Asamblea Legislativa. Hemos cumplido con lo que hemos prometido al pueblo boliviano: canalizar la ley para las siguientes elecciones. Y lo hemos hecho las mujeres”.

Mujeres insurrectas

¿A dónde va Bolivia? ¿Las elecciones solucionan la profunda crisis política?
En La Paz, Cochabamba, Sucre, Oruro y Santa Cruz también se están soñando otras salidas, por abajo, y movidas por la insurrección y el deseo. Bolivia tiene una enorme tradición de poder que fermenta desde abajo, capilarmente, barrialmente, sindicalmente, desde las comunidades. Allí estarán algunas de las claves que tal ez defininan las próximas elecciones.
Pero a esa tradición, se agregan experiencias novedosas como la que el colectivo Mujeres Creando tomó prestada del mundo del arte contemporáneo, bautizó Parlamento de las Mujeres y replicó en todas esas ciudades.

Los Parlamentos son convocatorias a mujeres de todos los ámbitos sociales y políticos. Funcionan como verdaderos noticieros de luchas, y también como lugar para tomar la palabra sin ser representadas, escuchar sin estar de acuerdo, encontrar puntos comunes, y plantear salidas políticas no partidarias. MU asistió al Parlamento en la ciudad cumbre del golpe en Bolivia: Santa Cruz. Allí se reunieron mujeres del ámbito sindical, ex funcionarias, militantes universitarias, vendedoras ambulantes, indígenas, afrodescendientes, prostitutas, lesbianas, generando un espacio inédito de intercambio.

Ellas simbolizan parte de la variedad y complejidad de ideas y posiciones en Bolivia. Mujeres valientes que se atrevieron a sesionar mientras la Asamblea se encontraba paralizada en los primeros momentos del golpe, y hoy siguen haciéndolo mientras el poder político negocia candidaturas. Las del Parlamento de las Mujeres son voces fuertes, emocionadas y emocionantes, políticas, que se quieren hacer escuchar. Tal vez para entender las encrucijadas que reflejan hoy a Bolivia haya que hacer eso: escucharlas.

Alejandra Crespo, economista: “Estamos en un escenario que nos permite sacudirnos sin caer en posiciones conservadoras que pensé habíamos superado. La transformación no va a ser a través de ningún caudillo: va a venir de la mano del fortalecimiento de las organizaciones sociales, esa es la ilusión. No tenemos que esperar que nadie solucione nuestros problemas: tenemos que hacerlo nosotras, desde las bases. Si tengo que pensar que es posible otro sistema, pienso en que acá estamos realmente representados distintos sectores en asamblea, donde prima el Vivir Bien, la defensa de los derechos humanos y la Naturaleza”.

Antonella, mujer trans: “Cuando nos enteramos de que Evo estaba renunciando, lloré un mar de lágrimas. Y muchas chicas me llamaron igual: llorando. Porque sentíamos que se había ido nuestro protector, el que nos había dado el derecho a ser consideradas seres humanos, mujeres. Eso ha sido muy fuerte para nosotras, mientras otros festejaron que se iba. Nosotras somos agradecidas. Yo agradezco al señor Evo Morales, por darme una vida nueva para poder ser feliz. Las miradas, entonces, son diferentes. Respetemos eso”.

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Yolanda Mamani, periodista de Mujeres Creando. Foto: Nacho Yuchark

Yolanda Mamani, chola y periodista: “La lucha de los pueblos indígenas no ha empezado con el presidente Evo, así como su renuncia no es el fin de nuestra acción. Somos mujeres de lucha, así que continuamos, sea con quien sea. Es real en estos días que me he sentido mal. En ese movimiento surgido en la ciudad todas las consignas eran racistas, clasistas, misóginas, machistas. El facho (Luis) Camacho (un agitador de la oposición al MAS) decía ‘chola’ como una manera de humillación. Ser chola para mí es una forma de vida, es mucha rebeldía. Ser chola es pensamiento, no es un adorno ni el paisaje de fondo, como lo ha usado el gobierno de Evo Morales. Ser chola es pensamiento, rebeldía y purita dignidad”.

Cielito Saravia, Integrante de Hackeando al machismo: “Tenemos que estar preparadas contra esta nueva guerra que se viene. Una guerra paranoica de noticias falsas, de alarmas encendidas por el conservadurismo, con la excusa de la religión. Eso es lo que nos espera, sea cual sea la decisión que tome el Estado: una cacería de brujas en la vida real y en la digital. Tenemos que ir entendiendo quiénes son las personas que identificamos como enemigos: los antiderechos. Para enfrentarlos, este tipo de espacios son los que hacen falta. Espacios para debatir, para crear estrategias de autodefensa, de resistencia integral y no solo física”.

Claudia, vendedora ambulante: “Como a mí me quieren sacar de la calle, a cada una de ustedes le van a dar igual la libertad de no salir. Un patrón nos está mandando a los gendarmes a golpearnos mientras ustedes ven con indiferencia lo que nosotras pasamos. Así nos sentimos. Así como me ven vestida soy: esta es mi ropa, con esto me visto, con esta cartera gano. Fui discriminada, humillada, pateada. Esa soy yo. Pero no solo hablo de mí, sino de cada una de las que tienen las manos sucias pero honradas vendiendo en la calle. Estas somos y con estas manos sucias, honradas, vendo y sigo. Porque la calle es mi libertad”.

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María Galindo, fundadora de Mujeres Creando. Foto: Nacho Yuchark

María Galindo, fundadora de Mujeres Creando: “Las elecciones no van a solucionar nada, porque lo que estamos enfrentando es una crisis mucho más profunda que cambiar a un patrón por otro patrón, un caudillo por el siguiente caudillo. Muchas ya han dicho que tenemos un montón de mujeres en las instituciones, hoy Bolivia tiene una Jeanine Áñez en la presidencia, después de 40 años. Una mujer funcional, una mujer hipócrita: no se trata de tener o no tener mujeres en un lugar institucional. Se trata de tener el coraje de inventar otra cosa. Con otro nombre. Con otras metodologías. Que sea capaz de juntar estos sueños. ¿Cómo lo hacemos? Sentándonos a deliberar, a escucharnos; tomando nota entre nosotras. Tomándonos en serio. Y que salgan las propuestas. Este es el primer Parlamento de Mujeres en Santa Cruz pero sin duda no tiene que ser el último: tenemos que discutir un montón de cosas”.

Es un momento de crisis donde podemos ponernos a inventar lo nuevo. Dependerá de la fuerza, la radicalidad, la capacidad, la lucidez que hay aquí circulando. Pero también es un momento que yo he llamado de fascistización. ¿Qué es, qué tenemos que enfrentar? ¿Qué es lo que está cocinándose especialmente en Santa Cruz para irradiar al país? La fascistización es el control violento y patriarcal de una supremacía empresarial, blanca, terrateniente, que usa el discurso de la Biblia para su beneficio. Y que usa el discurso de la patria para su beneficio. Pero ese grupo empresarial, terrateniente, oligárquico, que ya controla el Estado boliviano, quiere pasar de controlar el Estado a controlar tus afectos. Y a controlar tu forma de vestir. Y a controlar no solo tu territorio, sino tu libertad de pensar, y de sentir. A controlar tu sexualidad y la mía. Y a decirnos lo que es bueno y lo que es malo, lo que es correcto y lo que es incorrecto y a dividirnos en bandos de buenos contra malos, para legitimar al hombre violento”.

Tenemos una fuerza para frenar esa fascistización. Se llama libertad, se llama desobediencia, se llama humor, se llama alegría, se llama placer”.

Así hablan hoy en Bolivia en medio de las incertidumbres y los rompecabezas de la política y de las comunidades: todo lo contado hasta aquí es apenas el pantallazo de una historia que recién empieza.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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