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Abrazo al hospital Laura Bonaparte: la locura del modelo

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Se concretó el acto y abrazo al Hospital Laura Bonaparte, tras la noticia de 200 despidos por no renovación de contratos en el único hospital que atiende situaciones de salud mental y consumos problemáticos del país. En octubre la movilización había impedido el cierre entonces anunciado. En esta nueva etapa todavía no se sabe cómo continuará el conflicto, ni qué garantías habrá de atención a la comunidad. Por Sergio Ciancaglini

Isidro lleva una pancarta hecha con un pedazo de cartón y una pregunta manuscrita:

“¿Fuertes con los débiles?”

Dice a lavaca: “Van por lo más preciado. Por la conquista de las mentes. Si los usuarios del sistema de salud mental no lo defendemos, estamos en el horno”.

La entrada al Hospital Laura Bonaparte está rodeada de gente que vino a apoyar a la institución tras la noticia sobre 200 despidos producida el 15 de enero. El gobierno los incluye entre 1.400 cesantías en distintos centros de salud. El personal del Bonaparte (poco más de 500 personas) decidió movilizarse para rechazar la medida. El principal lema está inscripto en una gran bandera y también en hojas A4: “Vaciar es cerrar”. Imprimieron además, y pegaron en el frente del edificio, quiénes son los despedidos. Trabajadoras y trabajadores sociales, psiquiatras, psicólogos, médicos generalistas, personal de mantenimiento…

Y todos los nombres: Vanesa, Candela, Marcos, Tatiana, Santiago, Eugenia, Fernando, Nicolás, Anabella…

Abrazo al hospital Laura Bonaparte: la locura del modelo

En el documento que leyeron durante el acto, Escrito para el abrazo del lunes 20/01 (que reproducimos completo), la gente del Laura Bonaparte plantea: “Paradójicamente el vaciamiento del Hospital se presenta en el momento de mayor crisis de salud mental. En un contexto en el que la pandemia incrementó los padecimientos y consultas: con cuadros de depresión, ansiedad, ataques de pánico, trastornos de la conducta alimentaria, consumo problemático de sustancias, ludopatía, secuelas de situaciones de violencia de género y abuso sexual, y el aumento exponencial de la tasa de suicidios, cuya estadística supera a las muertes por accidentes de tránsito, entre los que se encuentran afectados niños y niñas de entre 10 y 14 años a quienes hoy dejan sin tratamiento. Por lo que resulta evidente que la atención en salud mental debe ser un eje fundamental en la agenda política. Y eso hoy NO pasa”.

Agregan: “Todos los servicios del hospital fueron diezmados: la guardia, consultorios externos, Demanda Espontánea, internación, Hospital de Día, Niñeces y adolescencia, farmacia, odontología, nutrición, salud integral, abordaje territorial, comunicación, formación y docencia, investigación, mantenimiento, gestión de pacientes, administración, recursos humanos y el 0800 de urgencias. Al día de hoy, ninguno de estos servicios puede funcionar debido a los despidos”.

El contexto socioeconómico: “El despido masivo significa que el Hospital deje de funcionar y brindar atención a la comunidad. Porque estas medidas afectan a la sociedad en su totalidad, en el contexto de la crisis socio-económica que precariza, ajusta y deteriora la salud de toda la población. El Hospital es de los trabajadores y de los usuarios. El Hospital es de todos y para todos”.

En el documento plantean que permanecerán en el hospital reclamando la reincorporación de los despedidos para garantizar el funcionamiento de un centro que resulta crucial para la salud pública.

La vida de las personas

El psiquiatra Gabriel Hagman está hace once años en el Bonaparte, no fue de los cesanteados, y explica a lavaca: “Tras la amenaza de cierre en octubre, que pudo superarse, entendimos que es necesario visibilizar el conflicto para que esas decisiones no avancen. Ahora lo real es que desvinculan al 40% de la planta del hospital”.

“Con el nivel de demanda que existe la atención se hace inviable. No sabemos muy bien cómo pararnos en cuanto a lo asistencial para dar respuesta. Están cerrando un hospital que brinda una cobertura muy grande y a la vez sensible, que calculo involucra unas 100.000 atenciones anual. Durante 2024 habíamos comenzado con 612 trabajadores, pero la paulatina destrucción del proyecto hospitalario generó más de 40 despidos, jubilaciones, se fue achicando la planta y llegamos hoy con cerca de 500 trabajadores a los que habría que restarle alrededor de 190 o 200 despidos de estos días”.

Hagman describe consecuencias concretas de lo que está ocurriendo: “La semana pasada atendí tres casos que llegaban con recientes intentos de quitarse la vida por distintas razones. Una cuestión más depresiva en un caso, otra relacionadas con las pérdida de trabajo y con el  alejamiento de sus vínculos afectivos,  otra por estar en situación de altísima vulnerabilidad y sin respuesta. Empezamos a contener, a sostener, a acompañar e intentar producir un devenir más sano. Eso es un tratamiento de salud mental.  Estamos hablando concretamente de la vida de las personas que está en juego. Atendí esos casos con un equipo interdisciplinario: yo como psiquiatra, un psicólogo, asistente social, terapista ocupacional. Pero hoy fueron todos despedidos. Profesionales de trayectoria, que hacen todo ese trabajo que acabo de contarte. Casos así, sé que solo no puedo atenderlos. Habrá que decidir colectivamente cómo reagruparnos en esta instancia, pero si le sacan un gran porcentaje de gente al hospital a la larga no se puede seguir”. Por eso la advertencia del acto: “Vaciar es cerrar”.

Abrazo al hospital Laura Bonaparte: la locura del modelo

Sobre la época: “Hay situaciones de enfermedades de salud mental que vienen de largo. Pero en la medida en que empeoran tan bruscamente las condiciones socioeconómicas en sectores como los que atendemos aquí, todo se hace muy notorio. Los más excluidos generan muchísima mayor demanda y carga sobre los servicios de salud mental, entonces te encontrás con una trampa de pinzas: por un lado empeoran las condiciones y se genera mucho mayor padecimiento de salud mental, y por el otro se disminuye la capacidad de dar respuesta”. Otra pinza: la expulsión de miles de familias del sistema de salud prepaga, convalidada por el gobierno, en simultáneo al desmantelamiento del sistema de salud púbica.

Las internaciones se mantuvieron en alrededor de 40 camas, informa Hagman, “número que es siempre fluctuante, al que se agregan miles y miles de pacientes ambulatorios, de consultorios externos y todo lo que se atiende por guardia”.

¿Qué lectura se puede hacer sobre la salud mental de la época, con la agresividad oficial en general, y en particular hacia sectores cruciales como la salud pública? Hagman hace silencio unos segundos: “Más allá de que dibujen esto por el lado de la eficacia presupuestaria, es evidente que los problemas económicos no están en este tipo de gastos. Para mí hay una lectura en clave electoral, como si la política anti estatal generase robustez en los votantes. Esa es su batalla cultural. En octubre logramos hacer oír otra voz, que se entienda qué significa cerrar un hospital. Si uno no le pone la cara, la voz, las palabras a lo que están haciendo, queda dando vuelta esa imagen de los ñoquis, o de que están robando a los contribuyentes. En definitiva no sé qué es locura o qué no, pero me parece toda una política bastante estudiada”.

Sobre la ausencia de la política, la oposición, y otras entidades de comportamiento curiosamente fantasmal hasta ahora en medio de esta crisis: “Lo que puede permitir contrastar con este discurso cruel es la voz y la presencia y la imagen de los afectados. Uno no puede negar el apoyo de organizaciones más formales, pero no parece momento de alinearse al discurso de un partido político. Todo lo contrario. Está difícil que esa sea la voz a partir de la cual plantear la resistencia. Está muy desacreditada. Me parece que en este momento hay que mostrar que lo más sensible, lo que de verdad está afectando, es lo único que puede motivar una resistencia”.

Abrazo al hospital Laura Bonaparte: la locura del modelo

Contexto

En octubre Javier Milei había dicho a un medio norteamericano: “Amo ser el topo dentro del Estado, yo soy el que destruye el Estado desde adentro”, y agregó: “La reforma del Estado la tiene que hacer alguien que odie al Estado”.

En casos como la salud, las jubilaciones, la educación, la ciencia, la destrucción del Estado implica la destrucción de capital social y de vidas concretas. En estos días el mecanismo está siendo avalado con su irresponsabilidad habitual por el FMI, que ya había generado el préstamo más grande de su historia durante el macrismo (que no será pagado por los señores Macri y “Toto” Caputo y sí lo está siendo por la sociedad, que seguirá pagándolo por décadas). El FMI buscó con ese préstamo facilitar la reelección de Macri, según confesó Mauricio Clever Carone, quien actualmente es el encargado para América Latina del reasumido Donald Trump. Milei estaba en Washington durante el abrazo al Bonaparte, mientras pocos medios difundían la detención con dos kilos de cocaína del financista en criptomonedas José Hauque, para quien el actual presidente argentino hizo propaganda en redes mientras era diputado nacional.   

Sobre la fecha elegida por el gobierno para efectuar los despidos, el propio Milei había planteado en octubre ante un supuesto «coloquio empresarial» en Mar del Plata que el ajuste “era importante hacerlo en vacaciones para que la gente no se enterara tanto, por decirlo de alguna manera”.

Paloma no fue despedida, y está en el área de formación y comunicación del Bonaparte: “Al hospital lo están vaciando para cerrarlo. Aquí la comunidad de pacientes está solidarizándose y acercándose. Hay algo de la comunidad del hospital que forma un lazo muy importante con los pacientes, los vínculos en los tratamientos. Ahí estuvo una de las claves del no cierre de octubre, y ahí tenemos que seguir encontrando nuestra fuerza”.

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La política pasmada

Pedro es uno de los médicos y recuerda un símbolo que reúne la salud mental y los derechos humanos: “Laura Bonaparte fue Madre de Plaza de Mayo. Para mí no es casual que quieran hacer inviable este lugar”.

Diagnóstico: “Al mismo tiempo, el arco político está como pasmado, con un perfil muy bajo. Como si no fuese importante la pretensión de cerrar un hospital en la Argentina. O que echen a tanta gente. Como que se empiezan a normalizar situaciones que resultan distópicas. Hace un año y medio hubiera parecido imposible pero acá estamos viviendo miles de personas que se están quedando sin tratamiento, como si la salud mental fuera un privilegio de clases. Hospitales como estos son indispensables para que personas de clases populares puedan acceder a un tratamiento profesional”.

Sobre el momento en el que ocurre todo esto: “Hay pacientes de mucho tiempo con problemas, pero empezamos a tener este año mucha gente que perdió su trabajo y su obra social, que perdió la prepaga, y la medicación psiquiátrica es muy cara, como pasa con los tratamientos psicológicos y psiquiátricos. Es una situación cada vez más peligrosa”.

Bombas de tiempo

El acto fue acompañado por la propia comunidad y familias afectadas, por agrupaciones de izquierda y algunas organizaciones sindicales (ATE, CTA, SIPreBA).

Isidro no deja descansar su pancarta de cartón: “Para mí estamos con un renegrido augurio sobre lo que están haciendo. Vienen por la conquista de las mentes. Eso es lo que quieren dominar.  ¿Sabés cómo lo hacen? Aturdiendo a la gente por los medios masivos de comunicación. Y es un momento donde hay muchas personas en situación frágil. También dicen vulnerables, pero yo creo que son situaciones de fragilidad. Y ahí te encontrás con bombas de tiempo. Con sufrimiento, con sangre, con dolor. Eso es lo que están propiciando con esta medida de gobierno”.

“Si no hacemos algo, lo que estamos consintiendo no es un acto administrativo. Lo que estamos consintiendo es que veamos cada vez más sangre, cada vez más vidas en peligro. No es espiritual lo que te digo. Hablo de lo corporal más bestial” dice, y se va rumbo a la calle exhibiendo su pregunta a quien quiera verla: “¿Fuertes con los débiles?”

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Carne

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Por Claudia Acuña.

Son las siete y cuarto de la tarde y en la sucursal del supermercado Coto de la calle Castro Barros, barrio de Almagro, hay cuatro mujeres haciendo fila en la sección carnicería. La primera es una anciana que tiene en las manos apretado el monedero y la mirada atenta en el corte de la carne que pretende: ojo de bife. Le pide al muchacho que tiene el cuchillo expectante en el trozo que le saque toda la grasa que pueda para que pese menos. El muchacho lo hace con esmero. La mujer le pide luego que lo corte lo más finito que pueda. El muchacho lo hace con precisión milimétrica. “Doscientos gramos”, le anuncia y la mujer agradece. Dirá luego, sonriendo, que quiere darse ese “gustito” porque hace tiempo –no dice cuánto, pero suena a demasiado– que no come carne. El muchacho le entrega la bolsa sin mirarla a los ojos: fija la vista en la siguiente mujer, más joven, que está acompañada por su hija, que no supera el metro de altura y parece estar cantando para sí misma Ojalá, el tema de María Becerra.

“Oja-ojalá-lá

que te vuelva el karma
Eras un muñeco

porque no tenías alma….”

La mujer pide dos churrascos de paleta. Otra vez: cortados finitos.

El muchacho vuelve a esmerarse y luego, los pesa.

Teclea en la calculadora de la balanza. La mujer está expectante de los números digitales y cuando asoma el resultado ordena:

“Deja solo uno”.

La balanza vuelve a dictar la cotización.

La mujer señala entonces con esperanza un fragmento que quedó en la tabla.

“Probá con ese que parece más chico”, pide.

El muchacho prueba.

La balanza dictamina el mismo precio que con los otros dos.

“Dejá uno solo”, repetirá la mujer casi sin voz.

Cuando el muchacho le entrega la bolsita, agrega:

“Perdón”.

La tercera mujer pregunta si hay huesos para caldo.

El muchacho responde que ya se los llevaron todos.

La mujer se va.

La cuarta soy yo, que estoy sin palabras.

El silencio obliga la mirada del muchacho directo a los ojos.

“Así, todo el día”, dirá.

¿Hace falta decir algo más?

(Imagen, diario Tiempo Argentino)

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San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

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Desempleo, estampitas, falta de comida, espigas, chicha (nueva droga que invade los barrios, gracias a la crisis), vetos, bendiciones y maldiciones, goleadas, votos, malos pensamientos, arrepentidos, desquicios, la forma actual de la corrupción, la inseguridad, los zombies. Los temas que no aparecen en la política, resurgen con San Cayetano, que volvió a reunir a la gente para pedir y agradecer trabajo entre otras cosas, para tener paz y para marchar a lo largo de 15 kilómetros hasta Plaza de Mayo. Conversaciones en ese trayecto que atraviesa varias avenidas del presente.  

Por Lucas Pedulla

Fotos: Juan Valeiro

Marcela, 52 años, vende espigas a 1.000 pesos en la estación de Liniers. Llegó de Lanús a las nueve de la noche del miércoles para vender en las inmediaciones de la iglesia de San Cayetano, patrono del pan y del trabajo, en su versión 2025. Lo primero que percibió fue la cantidad de personas que iban a pedir comida. «Un montón, el año pasado traían sus viandas», compara.

No le sorprende: ella está más ajustada, el alquiler sube y las matemáticas para alimentar tres hijos necesitan otras audacias. No habla de cifras, solo dice que «cuesta más».

¿Y el gobierno? Revolea los ojos: «Soy de derecha, pero no lo voté».

¿A quién votó? «A Bullrich. Después no voté porque no me convencían ni Massa ni Milei. Por eso ahora tampoco voy a ir a votar». Bullrich está en el gobierno y como ministra de Seguridad es la que reprime todas las semanas a jubiladas y jubilados. Marcela levanta los brazos: «Estoy en contra de que hagan eso, como también de las barbaridades que está haciendo con los vetos».

Marcela ofrece espigas a quienes pasan, y vaticina las próximas elecciones: «Para mí le va a ir mal. Está desquiciado».

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

De los gases a las espigas, la alegoría de Marcela refleja también algo de esta Argentina, un día después de la dura goleada sufrida por el gobierno en la Cámara de Diputados (12 a 0 entre leyes votadas y vetos rechazados), en medio de otra cruda represión a jubilados y trabajadores de prensa. Entre ellos, el fotógrafo de la agencia AP Rodrigo Abd, que salió un rato de la clínica a donde lo atienden para ver la marcha que hoy no pudo cubrir: le están haciendo estudios por una inflamación en la parte media de su oído derecho por el impacto del chorro del camión hidrante que recibió ayer en la Plaza de los Dos Congresos. Fue uno de los atacados por la policía de un gobierno que publica en las redes propias y de sus asalariados: “No odiamos lo suficiente al periodismo”.

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

Pensamientos y bendiciones

Sobre la calle Cuzco, entre puestos de estampitas y velas con promos de dos por 1.000, siguen las filas para que los curas bendigan espigas, estampas y velas. Ema, 65 años, y Marcelín, de 68, son una pareja de jubilados que cobran la mínima y también se vinieron de zona sur, de Glew. Marcelín dice que la cosa está brava: «Uno viene a agradecer por todo lo que San Cayetano nos ha dado hasta ahora. La situación está bastante comprometida: todo lo que es para bien lo vetan enseguida». Por eso, suma Ema, hay que agradecer: «Y pedir por los hijos y los nietos. Está difícil para los jóvenes, no hay expectativa para un chico de 20».

Ema pide si podemos, por favor, no hablar de política. «Uno viene para tener paz y transmitirle paz al otro. Si todo el tiempo estamos con malos pensamientos…», dice pero no termina la frase porque la fila avanza y el cura está ahí y ella va rumbo a la bendición: «Nos vemos».

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

La agenda invisible

Desde allí se prepara para salir la novena movilización que los movimientos sociales nucleados en la UTEP organizan en el día de San Cayetano. También adhirieron y convocaron gremios, sobre todo de las dos CTA, que caminaron unidas. La marcha cruza toda la ciudad por una de sus arterias principales, Avenida Rivadavia, que conecta el territorio porteño con un oeste infinito. Liniers, casa de la iglesia, oficia de punto neurálgico donde también llegan vecinas y vecinos de todo el conurbano. 

La distancia total a Plaza de Mayo es de 15 kilómetros. Hubo una posta en Flores, frente a la Basílica donde comenzó su carrera Jorge Bergoglio. Lo recordaron con un audio suyo, ya como Papa Francisco, donde habla de cuidar el medio ambiente y luchar por paz, pan, tierra, techo y trabajo. Es el primer San Cayetano sin Francisco como actor espiritual y político.

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

La marcha arrancó a las 9 de la mañana, llegó a Casa Rosada cerca de las 14, y tuvo en Congreso la sumatoria de columnas nutridas que cruzaron la 9 de Julio en dirección a Plaza de Mayo, a donde llegaron, como llegan hace nueve marchas, con una agenda de temas tan profundos que no entran en los debates políticos: comedores, trabajadoras de cuidado, jóvenes en proceso de recuperación de adicciones, recorte de alimentos, falta de acceso a la tierra, y parálisis de la obra pública de integración socio-urbana que lo único que permite es el avance de la narcoestructura territorial.

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

Cuando te comen la cabeza

Mauricio, 27 años, es uno de los que puede jactarse de caminarse todo. Milita en la JP Evita. Vino del barrio Victoria, en Moreno, la última estación del tren Sarmiento. «Laburo para pibes desde 18 años y la cosa está fea. La última vez salimos a repartir 320 porciones de comida. En un día. Es un montón. Y vemos que mucha gente del barrio que antes no venía, ahora llega. Impresiona: cada vez se suman más».

Otra cuestión es el consumo problemático: «Está a full, y sube cada día. Intentamos hablar con los jóvenes para que no caigan, pero es una problemática que crece. Peleamos para frenarla. Pero al pibe le comen la cabeza. El transa de la esquina les dice: ‘Vendé acá y te doy plata». Y los pibes, lamentablemente, con eso los compran. Pero no les dan nada».

Para Mauricio, el hambre y el consumo son dos temas ausentes del actual debate político. ¿Cómo buscar de nuevo a esos pibes? “Siempre les hablo para enamorarlos de la política. Le digo: ‘En la política está todo’. Hay desencanto, sí, pero por cómo está el país entienden que tienen el poder para cambiarlo. Hasta con un voto”.

San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

La estrategia electoral de Arturo

Por Rivadavia también marcharon jubilados que todos los miércoles están en Congreso. Uno de ellos es Arturo, vecino de Almagro, que tiene una de las mejores estrategias de comunicación alguna vez creadas: con una sartén ya rota por los golpes que le propina con un utensillo de metal, se mete en cuanto comercio o local ve abierto. Y grita, por cuadras: “Fuera Milei, estafador. ¡Gobernás para los ricos!”. Se asoma a kioscos, verdulerías, cafeterías y aprovecha los momentos que las puertas de algún COTO o banco se abren: “Fuera Milei, ¡fuera!”. Hasta algunos policías ya sonríen. El cálculo de Arturo: “Hoy conseguí 1.000 votos”.

Arriba de un tractor cruza la 9 de Julio el padre Toto, de la parroquia Virgen de Caacupé, de la Villa 21: “Esta marcha es donde tengo que estar”. Una entrevista con Toto y su trabajo en el barrio sobre la cuestión de consumo se publicará en la próxima edición de MU.

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La chicha y los zombies

Samantha, 30 años, es de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) de Rafael Castillo, en La Matanza. En el comedor dan de comer a 30 personas por día y cada vez son más. “Los maridos se quedan sin trabajo y no les alcanza para pagar las cuentas. Dejan de pagar las tarjetas de crédito. Los chicos sólo comen gracias a los comedores de los colegios”. 

Cuenta que entró una droga nueva al barrio, a la que llaman “chicha” y definen como peor que el paco: “La consumen muchos jóvenes, pibes de 14 o 15 años. Los deja como zombies. A veces ni te reconocen. Chicos que iban al colegio y de pronto dejan”. Al debate político también le falta una discusión seria sobre seguridad, explica Samantha: “Es un tema llevar a mi nene a las 6.30 a la escuela. No voy con el celular porque no sabés lo que puede pasar”. 

Para las elecciones que vienen, La Libertad Avanza propuso como candidato de la Tercera Sección Electoral, donde predomina La Matanza, al excomisario Maximiliano Bondarenko. Samantha abre los ojos: “Pero eso es más corrupción. Necesitamos un debate en serio”. Piensa que hay condiciones: “Muchos vecinos se han arrepentido de haberlo votado a Milei. Creyeron, pero te dicen: ‘Me equivoqué’. Algunos tenían un almacén, o capaz que otro negocio, y lo tuvieron que cerrar”.

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Potenciar narco

Vanesa, 33 años, vino de Melchor Romero, en La Plata, y lleva una pechera del Partido Comunista Revolucionario (PCR). «Soy comunista y banco al Papa», se presenta. «Es el primero que habló de techo, tierra y trabajo».

¿Cómo está el barrio?: «Se la está pasando malísimo: desde que asumió Milei, a los comedores no van más alimentos. La mayoría de la gente no llega a fin de mes. El Potenciar Trabajo está congelado en 78.000 pesos y no se mueve. ¿Cómo hacés? A nuestro comedor vienen más de 100 personas por día. Las compañeras sacan de su casa para la olla porque no alcanza. Los barrios se organizan: unos dan merienda, otros dan cena, pero a fin de mes es tremendo, con jubilados, desempleados. Hoy ves gente revolviendo basura en cada cuadra».

De nuevo, el hambre como tema. Y el narco consumo: «Creció horrores. El narcomenudeo arrasa. Pibes que dejan el colegio para ser ‘soldaditos’ de los transas. Les ofrecen plata fácil, pero los hacen mierda. Desde que asumió Milei, todo está peor: ves nenes de 8 o 9 años consumiendo paco».

A este combo le agrega que llegó la factura de luz de 200.000 pesos. Y 36.000 a otro comedor. «Las garrafas de gas están a 15.000 cada una. No duran nada. Muchos cocinamos con leña para estirar».

¿Cómo salir de esto? Vanesa sigue marchando y tiene una hipótesis: «Uniéndonos y saliendo a la calle. Milei vino a sacarnos nuestros derechos. La única forma es resistir organizados» dice rodeada de gente, de espigas y tal vez de preguntas.

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Pegarle al mensajero

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La marcha de jubilados de este miércoles se transformó en la verificación de la política oficial de atacar al periodismo, sin razón, fuera de lugar y sin otra necesidad que la de demostrar que la frase “no odiamos lo suficiente al periodismo” no se queda en los tuits. En la foto, Rodrigo Abd, de AP, tras ser atacado por el violento chorro de un camión hidrante por el que terminó en el hospital. Al mismo tiempo Diputados dio media sanción al proyecto de financiamiento universitario y el de emergencia sanitaria, que incluye al hospital Garrahan, aunque todo avance de este tipo será seguramente sometido a vetos. Lo que expresa la calle, hasta con pompas de jabón respondidas con golpes, provocaciones policiales y disparos de proyectiles con gas pimienta.

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi

Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Nicolás Suárez tiene una cámara de fotos en sus manos. Es reportero del diario La Nación, entre otros medios. Está parado en la esquina de Rivadavia y Paraná, donde también hay una fila de oficiales de la Policía de la Ciudad. Y un camión hidrante. “Estaba frente a los escudos y un policía empezó a empujarnos y luego vació el tarro de gas de frente a mis ojos. A otros compañeros les pasó lo mismo. Fue un ataque a la prensa directo”. 

Nicolás tiene 37 años: “Hoy fue muy claro el direccionamiento hacia la prensa. Los que quedábamos en esa esquina éramos todos reporteros gráficos. Empezaron a mojar con el hidrante, sin ningún tipo de sentido, nadie estaba haciendo absolutamente nada malo. Yo estaba en la vereda cuando un policía me empezó a empujar con el escudo, le pregunté por qué me estaba empujando y al rato fue el mismo que me tiró directo a los ojos”. 

El fotógrafo Rodrigo Abd (AP) recibió el impacto del chorro de agua del hidrante en la cabeza, que lo derribó al piso. Tenía la máscara antigás puesta, uno de los tantos artefactos con los que los periodistas tenemos que trabajar hoy en la calle frente a la represión. Ni siquiera eso sirvió. “Estoy mareado”, le dijo a los profesionales de salud cuando lo socorrieron. Terminó en el hospital.

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Rodrigo Abd señala el lugar en el que le golpeó el violento chorro del camión hidrante antidisturbios, que le arrancó su máscara antigás y lo tiró al piso. Lo obvio: no había disturbio alguno, solo violencia gubernamental sobre la prensa.

Al cronista de Crónica TV, Emanuel Herrera, le rompieron el micrófono del móvil y terminó reporteando desde el teléfono. Diego Gómez también fue gaseado. Ya en abril había sido atropellado por un policía motorizado.

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Diego Gómez.

Agustín Lecchi es el secretario general del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA). Dice a lavaca: “Una vez más las y los trabajadores de prensa fuimos víctimas de la represión en la cobertura de las marchas de jubilados frente al Congreso y hoy volvemos a ratificar, en este caso y por segundo miércoles consecutivo que la Policía de la Ciudad, no solamente las fuerzas federales que dependen del gobierno nacional y Patricia Bullrich, ataca específicamente con una saña particular a quienes están garantizando una cobertura periodística y esto es porque no quieren que mostremos lo que está sucediendo, no quieren que se visibilice la protesta y quieren generar miedo y atemorizar a toda la sociedad para que no se multipliquen las protestas. Nosotros desde el SiPreBA así como lo han hecho otras organizaciones como Periodistas Argentinas hemos presentado amparos y hecho denuncias internacionales, y no podemos ni debemos naturalizar esta represión a la prensa ni a la protesta. El trabajo que ejercemos es fundamental para mostrar la movilización de quienes son atacados por un gobierno que baja retenciones a grandes dueños del campo e impuestos a empresarios, y al mismo tiempo veta el aumento de jubilaciones y la ley de emergencia en discapacidad».

Todo lo ocurrido este miércoles sucedió un día después de otro exhibicionismo, a través de la patética prepotencia policial ejercida el martes contra familiares y personas con discapacidad.

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Afuera y adentro del Congreso

La marcha de cada semana de jubiladas y jubilados coincidió este miércoles con una sesión maratónica del Congreso donde la oposición logró el quórum para buscar la aprobación de proyectos incómodos para el gobierno de Javier Milei, que viene de vetar el aumento del 7,2% a las jubilaciones, la moratoria previsional y la Ley de Emergencia en Discapacidad. Mientras la Policía de la Ciudad reprimía a jubilados y trabajadores de prensa como la semana pasada, la Cámara de Diputados, completamente vallada, discutía el financiamiento al Hospital Garrahan y a las universidades. Este último proyecto de ley logró la media sanción con 158 votos afirmativos.  

En la calle todo era pacífico. La mayor curiosidad fue una de las manifestantes que lanzaba pompas de jabón a los policías blindados.

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Pompas de jabón vs golpes y gas pimienta de policías blindados: el objetivo policial en estos actos según fue visible todo este año es el de generar violencia. Los autos, además, no pudieron circular por los cortes de calle efectuados por la propia policía, como pasa todas las semanas, lo que desmiente la teoría del «protocolo».

La respuesta de las fuerzas de seguridad fue de otro tipo. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) reportó al menos 25 personas heridas por la brutalidad policial. Denunció que el cuerpo de infantería avanzó disparando proyectiles de Byrna (los balines con pimienta en su interior), “lanzando gas pimienta a mansalva y agua con productos químicos”. El organismo volvió a describir el despliegue como “desproporcionado e irracional” y que el tránsito –supuesto objetivo del Protocolo Antipiquetes– se vio interrumpido por los propios cordones policiales. 

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La concentración de este miércoles estuvo marcada por la presencia de muchas otros reclamos además del de jubiladas y jubilados: trabajadores del sector público contra el desguace y desfinanciamiento (INTA, INTI, hospital Garrahan, Vialidad Nacional, Comisión Nacional de Energía Atómica), o la gráfica Morvillo, que a inicios de este año cerró sus puertas. Hubo un actor que hoy no estuvo, a diferencia de todos los miércoles anteriores: los trabajadores de la Empresa Secco despedidos desde el año pasado y que esta mañana fueron reprimidos por la Policía Federal.

Al Congreso también llegó Silvina, desde Trelew (Chubut), viajando más de 1.300 kilómetros con su nieta Ambar, de 7 años, que tiene parálisis cerebral. Vienen cada cuatro meses para atenderse en el Garrahan. Por eso, dice Silvina, esta situación las afecta doblemente: el desfinanciamiento en discapacidad y al hospital de referencia en pediatría. “Si no tuviéramos la obra social, no podríamos estar costeando nada”, explica. “No hay trabajo, no hay salud, no está dejando sin nada. ¿Qué les diría a los diputados? Que voten a favor del pueblo”.

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El papel de Milei

Ricardo tiene 88 años y está sentado en su andador ortopédico. Dice: “Estoy convencido que están ejecutando un plan sistemático, maquiavélico, tendiente a eliminar viejos”. Hace una pausa sutil, y agrega: “No tengo la menor duda de que es así, porque cuando vos le negás a un enfermo oncológico su medicina, y al resto de los jubilados los remedios, es condenarnos a morir. Lo que hace Milei cuando veta nuestro aumento, es desempeñar un papel, una obra de teatro que es de terror. Es un miserable, un energúmeno al servicio de Estados Unidos. Esta situación es insostenible”.

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La situación a la que alude Ricardo sumó un nuevo capítulo el lunes pasado, cuando el gobierno nacional vetó el aumento de 7.2% de las jubilaciones, el retorno de la moratoria previsional y la ley de emergencia en discapacidad. Al ratificarse el veto, el aumento de agosto para las y los jubilados fue del 1,62%, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51 en lugar de los 441.600 que establecía la ley. Tras el veto, al Poder Ejecutivo le alcanzará con un tercio de sólo una de las cámaras del Congreso para bloquear cualquier intento de confirmación de las leyes. 

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Calentando motores

Amanda tiene 86 años y varios carteles: “Fuerza Pablo. Justicia”, “Con los chicos no”, “Nunca más. 30000”. También un guardapolvo blanco escrito a mano donde resalta toda una declaración de principios: “Soy barra, ¡ojo! Y patotera”. Es vecina del Congreso y cuenta que viene porque no puede estar en casa los miércoles: “Me siento impotente ante tanta crueldad, mentira y falsedad. No puedo estar sola en casa. Por eso, vengo”. Amanda mira a su alrededor y se emociona al ver trabajadores universitarios, estatales, del Garrahan, del INTI: “Ojalá no abandonemos nunca la lucha. Ustedes, jóvenes, no la abandonen”.

Pegarle al mensajero

En la radio abierta que realiza cada miércoles la mesa de todas las organizaciones de jubilados piden “por una gran movilización unificada”, le exigen a la CGT “un paro general que rompa la tregua que tiene con el gobierno” y marcan un camino: “Hay que ir calentando motores. Si confirman el veto en el Congreso, cientos de miles saldremos a la calle, en un gran paro general y una masiva movilización”, imaginan.   

Al lado de donde se establece la radio, con decenas de oradores, hay una señora que se pasa gran parte de la concentración tocando un silbato  mientras ygolpea un palito de madera contra una lata de arvejas vacía. Lleva colgado un cartel; “Jubilada de la mínima por un aumento real. No nos mientan más”. La señora se llama Silvia, tiene 69 años y vive en Ensenada. Es hipertensa y le sacaron dos remedios que recibía de forma gratuita. “Tengo mucha bronca. Venía de chiquita a esta plaza a darle de comer a las palomas y ahora tengo que venir acá, con mi edad y mis piernas que ya no dan más, a estar parada peleando por lo que no nos dan. Trabajé toda mi vida y lo que recibimos del presidente son risas en nuestra cara. Comemos mal, dormimos mal, vivimos mal, no es justo pasar así nuestra vejez”. 

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Cuenta que su papá era un obrero de la construcción y que le dejó una frase como legado: “Un país sin construcción no tiene futuro”.

Mientras habla, la columna de las y los trabajadores de Vialidad Nacional se hace cada vez más grande, con personas que vinieron de muchísimas provincias del país como Chubut, Santiago del Estero, Tucumán, San Luis, Corrientes, Neuquén, Entre Ríos, Formosa, por nombrar algunas. 

Remata Silvia, con un análisis socioeconómico y un presagio de lo que vendrá: “La plata está mal repartida, nos sobraría porque somos un país rico, pero la guita se va en los poderosos de turno. Nunca vivimos así; el aumento que nos vetaron ni siquiera se acerca a lo que deberíamos cobrar por la canasta básica pero está se va a terminar. Esto irá creciendo cada vez más, porque día a día habrá más y más desempleados, que se venían salvando y mañana van a estar acá”.

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