Actualidad
Más Nunca Más que Nunca

Más de 500 mil personas volvieron a marchar en todo el país por Verdad, Memoria y Justicia en tiempos en los que el Estado es usado como herramienta negacionista, además de la miseria planificada, con represión. Como los miércoles con los jubilados y jubiladas, la calle demostró una vez más que es el escenario donde la sociedad se expresa por fuera de los moldes con alegría pero también con bronca, aunque sin violencia cuando la policía no aparece. ¿Casualidad? Las voces de jóvenes sub 20, niños, niñas y padres en otra jornada histórica de lucha en la que, después de 19 años, hubo acto unificado. ¿Qué es la unidad, más acá de lo electoral? ¿Cómo se está construyendo? ¿Se está construyendo? ¿Qué contenido tiene? La sociedad la llena, en esta crónica de lavaca.
Por Lucas Pedulla, Francisco Pandolfi y Sergio Ciancaglini. Fotos de Tadeo Bourbon para lavaca.
El primer 24 de marzo sin Norita Cortiñas, ni Mirta Baravalle, ni Laura Jordán, ni Otilia Acuña, ni Lita Boitano, ni tantas otras, se merecía un marco de unidad: más de 500 mil personas (400 que calcularon en CABA desde el escenario, más las que marcharon en todo el país), autoconvocadas, de asambleas, sindicatos, secundarios y organizaciones, llenaron la Plaza y la Avenida de Mayo y todos sus alrededores, como un aprendizaje y un mensaje pensando en el presente y también en el futuro.
Después de 19 años, organizaciones y partidos convocaron juntos, acaso como un reflejo de lo que representan las mayorías golpeadas desde abajo; y también, consensuaron un documento. Debajo del escenario, por las calles, miles de personas celebraron la decisión como un gesto ante estos tiempos oscuros. Un gesto de unidad que está siendo rellenado por la propia práctica de la sociedad movilizada.



La ley de la calle
Las expresiones culturales, de alegría, de dolor, de reclamo y de firmeza se ven y sienten en toda la marea que va y viene por Avenida de Mayo, las Diagonales Sur y Norte, y las calles aledañas. Se ve y se siente en el montón de infancias corriendo, saltando y jugando, junto a las Madres y Abuelas, y a las madres y abuelas sin mayúscula también, que siguen llegando a la Plaza, rodeadas de mensajes contundentes y hermosos, como estos:
- Militar la vida.
- El aislamiento y la desmemoria son armas del sistema.
- Que la calle no nos calle.
- Sembrar memoria, cosechar futuro.
- Solo el pueblo salvará al pueblo.
- Milei y Bullrich, hijos de Videla.
- 1976-2025: La casta fue, es y será económica.
Hay bombos, trompetas, cantos, bailes, y mucha gente con remeras de Norita Cortiñas, de Maradona, de Hebe Bonafini, de Spinetta, de Rodolfo Walsh. Está también presente en todos lados el fotógrafo de 35 años atacado por la policía el miércoles 12 de marzo, Pablo Grillo: en bombos, en fotos, en carteles, en banderas, en stickers, en canciones. Y en esta producción que llevamos desde lavaca, especialmente para enviarle en su recuperación en el hospital Ramos Mejía todas esas energías que circularon hoy.







Lo que no hay: policía. Ni uno. Y pasa nada. Ningún incidente. Ningún detenido. Ningún herido. Otra vez, al igual que en la Marcha del Orgullo Antifascista, la ausencia policial garantizó una marcha pacífica cargada de sentido, sin violencia, al revés de cuando las fuerzas de Bullrich provocan y generan los disturbios que intentan opacar los contenidos de la protesta.
Sobre Avenida de Mayo y Piedras, Marcelo, fletero de 55 años, es uno de los que acepta sacarse una foto con el cartel de “Fuera Bullrich”. Se le humedecen los ojos al decir que conoce a Pablo Grillo del barrio: es de Remedios de Escalada, sur del conurbano, el barrio de Pablo. “Ese miércoles Pablo cae a 15 metros mío —dice Marcelo, que tiene una remera de HIJOS—. Nunca vi una cosa igual. Mirá que tengo marchas, pero nunca vi tanto odio: simplemente por estar te pegaban. Ligué un palazo por estar con un abuelo arrodillado: esa saña no la recuerdo”.
¿Cómo salimos de eso? “Me cuesta establecer una ruta de por dónde salimos. Sí hay que tratar de cambiar la economía de la gente. Hoy la gente no puede comprar, el Gobierno eliminó cosas básicas como la carne. Para mí se sale con salud, educación y economía, pero con este gobierno, eso no va a ser posible”.
Qué significa este 24 de marzo: “Es un punto para curar heridas y recargar”.
Qué unidad
Son las 15 y desde 9 de Julio ya no se puede caminar más. La histórica y enorme bandera azul con la cara de los 30 mil cruza desde ahí hasta la Plaza de Mayo.

La gente, que antes del cruce de esta bandera estaba cantando “Patricia Bullrich, la puta que te parió”, se detiene. Hace silencio, no insulta más a Bullrich (por un rato…) y aplaude. Aplaude sin parar. Sin frenar. Aplaude a las y los desaparecidos. Pasan uno, dos, cinco, diez minutos y la bandera sigue su curso con dirección al escenario donde se leerá el documento. Una vez que entró en su totalidad, la masa otra vez canta. Esta vez:“Milei, basura, vos sos la dictadura”.
Justo ahí, empieza a llover.
Pero la gente no se mueve. O en realidad, todo lo que hace es moverse. Está donde quiere estar.
Y dice todo lo que siente decir.


Marilé Neumayer vive en el barrio porteño de Flores y es docente de la UBA, de la Universidad de Avellaneda y del Centro de Formación Profesional 24, una escuela pública de oficios. “Este gobierno retomó la represión, y Pablo Grillo es todo un emblema. Es terrible que a más de 40 años sigamos aguantando esta historia. Es muy triste”. Sobre la unidad de los organismos de Derechos Humanos en esta marcha: “A veces uno critica a su propia familia, pero cuando la vienen a joder de afuera, nos unimos todos porque es la única forma de defensa. Acá es lo mismo: no hay otra forma de vencer a esta gente, porque a esta gente hay que vencerla para siempre. Para eso debemos tener una ley contra el negacionismo”.
Recuerda: “A mi viejo, Carlos Eleuterio Neumayer, le pusieron una bomba porque pidió un habeas corpus por una persona desaparecida. Entonces, ¿vamos a seguir con esto?”.
¿De cara al futuro? “Me cuesta pensar con esta Justicia y este parlamento que son un chiste y no reflejan a la mayoría de los argentinos. En principio, debemos saber a quién estamos eligiendo y recuperar la confianza en la fuerza, porque nosotros somos muy fuertes, aunque nos hayan hecho creer que no”.
Marcos tiene 89 años. Camina despacio, con su bastón, pero con una firmeza admirable. Cruza la 9 de Julio y va hacia la Plaza de Mayo, contento. Una vez más. Integra la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Jubilados y Pensionados de la Argentina. Cuenta que marcha todos los miércoles al Congreso desde 1993. Y que esta semana será la movilización 1.782. Dice orgulloso: “Es muy importante la unidad que se logró hoy, que también logramos en nuestro sector, y la solidaridad que el pueblo está teniendo con los jubilados. Estamos marcando un camino de la unidad de acción. Y este es el único camino, creando una verdadera fuerza política alternativa, para enfrentar y derrotar a este gobierno”.

Iván tiene 39 y es vendedor. Natalia también tiene 39, es arquitecta, y lleva en la panza un futuro de siete meses, que posiblemente venga el próximo 24, en 2026, cuando se cumpla medio siglo del golpe. Son del conurbano de San Martín. Él piensa en la unidad que se refleja en las calles: “Un poco tarde. Pasaron cuatro años de un gobierno todos separados, muchos años que la izquierda no va junta, y hoy son los únicos que van también separados: seguimos divididos. Por eso nos gobierna esto que no se puede clasificar”.
Natalia ve el lado positivo: “Cada año hay más gente en la calle, y me siguen sorprendiendo los niños, la juventud, y eso también es recordar y tener memoria. No dejarse pasar por arriba. Todos los años hay que seguir luchando hasta que las cosas se acomoden, porque salir a la calle es más una alegría que una lucha”.
¿Nos une el espanto o algo más? Iván piensa: “Somos muchos hoy, y no es solo el espanto lo que une al argentino, tampoco solo el fútbol. Nos unen cosas lindas como la solidaridad, aun en este Estado que se retira de absolutamente todo. Creo que eso es algo que no nos pueden robar, y es lo que tenemos que mirar porque somos pueblo”.
Micaela tiene 42, una remera que dice “juicio y castigo”, y camina de la mano con Ezequiel, que tiene 45 y una camiseta de Lanús. Ambos son de ese municipio del sur del conurbano. Dudan un poco de la idea de unidad: “Lo veo difícil ahora, porque creo que sigue habiendo un núcleo que apoya este gobierno. Sí creo que tiene que haber más unidad, eso sí, y una fuerza política que vaya más adelante y nos represente un poco más”. Ezequiel: “Hay una legitimación del ajuste económico, y estas semanas también lo vimos con la represión. Creo que hay que prepararse porque se van a venir años difíciles”.
Micaela es empleada de PAMI: “Tengo varias caras de la moneda. Por un lado, los jubilados y un recorte no solo en lo económico, sino también en remedios, en subsidios sociales, en el aumento de la SUBE. Por otro, hay muchos empleados del Estado que siguen apoyando o no le dan bola a eso. ¿Por qué? Porque no hay conciencia de clase”.
Por eso Micaela pierde la paciencia: “Tenemos que fijar cosas en común entre muchos partidos. Dejarnos de joder con la interna, que el peronismo una cosa, que el kirchnerismo otra”. Iván observa: “El tema de la unidad es ¿qué se nos mete cuando abrimos la tranquera?”.
Micaela responde: “Todos para adelante, con educación y salud pública”.
Ambos vuelven a tomarse de la mano, y siguen marchando.

Todas las familias
Juliana tiene 37 años y conforma una de las postales más lindas de la jornada. Tiene en brazos a su beba recién nacida mientras a su lado salta su otra hija, unos pocos años más grande. Las tres sonríen. Es de Mar del Plata y vive en Buenos Aires. Dice Juliana: “Mostrar la unidad en la calle, ese es el futuro que necesitamos. Es la única manera que no se nos impregne el miedo que desde el gobierno nos quieren imponer. Por eso cada miércoles debemos ser más marchando con los jubilados. Sé que es difícil, pero hay que sostenerlo. Si estamos juntos, saldremos de esta”.
Beto llegó con su esposa Débora y sus mellizos: Juan y Ernestina. Él es diseñador, ella abogada, y Ernestina y Juan tienen 9 años, sin decisión sobre futuras profesiones.
“Venimos todos los años. Ellos nacieron un 16 de marzo y el 24 estábamos acá. Tenían ocho días, así que no entramos a la Plaza, pero estuvimos cerca viendo al grueso de la gente”, cuenta Beto. Tiene amigos que estuvieron desaparecidos en el centro clandestino El Vesubio.
Débora: “Vemos que vienen muchísimas familias y está bien. Tenemos que estar juntos”. Beto: “En este tipo de temas no tiene que haber diferencias. Y fijate. No hubo un solo policía, y a la vez no hubo ni un solo problema. La gente viene en paz a hacer una conmemoración y estamos todos bregando por lo mismo. Con la policía hay un tema de leyes físicas, de acción y reacción”.

Beto cree que para que se haya llegado a la actual situación política influyó decisivamente la última gestión “llamala kirchnerista, peronista, justicialista, frentista o como quieras, pero fue desastroso. Y a nivel de comunicación avanzaron con el odio inoculado todo el tiempo, las muletillas, las falsedades, metiéndole odio a la gente en la cabeza. Agregale el hartazgo, y tenés la situación definida, que ahora se traslada al Congreso”.
¿Por qué al Congreso? “Porque parecen todos panelistas de televisión, se putean, se cagan a palos, se tiran cosas”. Ernestina y Juan ríen, cuando les pregunto se ponen serios y dicen sobre esos panelistas: “Están locos”. Débora agrega: “Hay que hacer una autocrítica porque, si no, se van a repetir los mismos errores. Y a la vez hay que entender que lo de la ultraderecha es un fenómeno que está pasando en muchos países, no solo acá”.
Beto: “También es cierto que hay que hacer más. Yo veo lo de los jubilados y me emociona. Me da bronca, y también orgullo. Pero tiene que apoyarlos mucha más gente. Cuando fue la marcha universitaria salimos todos en defensa de que todos los pibes estudien. Pero los miércoles no veo ningún pibe estudiante de la universidad pública viniendo a defender a los jubilados. Lo mismo con los trabajadores, aunque ahora parece que va a venir la CGT, por fin.
¿Hacia adelante? «Yo soy de los que cree que cada gobierno tiene que terminar su mandato. Pero ojalá recapaciten en el destrozo que están haciendo”.
Débora, al contrario, no parece ilusionarse: “Yo creo que explota todo. La gente está muy tibia, pero creo que esto no se aguanta mucho más. Hay gente que vive en una burbuja, tiene plata, viaja al exterior, pero es un sector muy chiquito. Todavía no se está oyendo a los que no tienen voz”.


Lucas es de San Justo y tiene 36 años. Está parado junto a su compañera sobre Avenida de Mayo porque seguir caminando se les hace imposible con ese bebé hermoso que nació en septiembre de 2024 y que no para de sonreír a esa marea de pueblo que le pasa por el costado. Es el primer 24 de Lisandro y no podía faltar. Dice su viejo: “El compromiso con la consigna de Memoria, Verdad y Justicia es innegociable, más en este contexto oscuro que no sabemos qué va a pasar; todos los días quieren voltear el más mínimo pacto democrático que construimos desde hace tanto tiempo. No podemos tolerar que un diputado diga que hay que ‘pasar la página’ y que se debe ‘terminar como el feriado nacional’”. Frente a esto, Lucas realza la unidad de los organismos: “Es importantísimo este ejemplo para el resto de la sociedad civil en pos de un proyecto colectivo de país que nos lleve hacia adelante. Esto debe darse desde las bases, yendo a buscar a las personas que hoy están lejos de cualquier partido político y dejando de tener las máximas de siempre, para escuchar a esa masa hoy un poco alejada pero que también quiere construir en conjunto”.
Adriana es trabajadora social. Su hija Luana tiene 9 años y lleva un pañuelo con dos palabras impresas: Nunca Más.
“Es impresionante la gente que vino. Yo estaba con un poco de miedo. Pero Luana me dijo: ‘Mamá, tenemos que ir’. Ella es la valiente. Escribió ‘memoria, verdad y justicia’ en unos papeles y se los repartía a la gente. Estoy orgullosa de ella”. Luana sonríe, brillan sus ojos. Hizo además un dibujo con una idea vital, pero no muy frecuente: “Mi corazón tiene memoria”.
Adriana: “Lo que estamo viviendo es un horror total, una deshumanización. Venir aquí te da otro ánimo y si llorás no es de tristeza, sino de emoción. Pero después ves a la policía pegándole a personas ancianas y no se puede creer. Son ellos los que no quieren que la gente levante la voz”.
Luana da un respingo y dice algo sencillo y parecido a lo que nos decía Estela de Carlotto en la nueva MU: “Son malos”. Su mamá plantea: “Yo me acuerdo del 2001, ir a dormir con hambre en serio. Y ahora veo a los jubilados planteando que no tienen para comer y es increíble que no podamos ir hacia adelante, a mejorar. Igual para mí no es solo lo económico. Estamos con una bestia humana gobernando más allá de que pare la inflación, que encima no la para. Es todo una mentira grande como una casa y ahora terminaron con otro fracaso, con los payasos del FMI”.
Luana nos mira. Le pido que me diga tres palabras que para ella sinteticen la imagen de este acto. Piensa unos segundos, con esa seriedad que solo se tiene a los 9 años, y responde: “Alegría, furia y verdad”.

Dónde está la juventud
En la movilización también hay una cantidad de adolescentes y jóvenes que emociona.
Cleo tiene 20 y está en la orilla de la Plaza, a punto de entrar al máximo epicentro antiamnésico del país. “Es un día para mantener la memoria, para hacerlo desde la juventud, para demostrar que no nos olvidamos”. Ailén, también de 20: “Además del luchar por nuestro presente, no debemos olvidar a los desaparecidos”. Lauti, de 22: “Hay que recordar lo que pasó, porque el pueblo tiene que saber la verdad”. Y dicen los tres: “Ante este gobierno lo más importante es unirnos, la única manera de combatirlo es todos juntos. Si no nos subimos al mismo colectivo, no vamos a llegar a ningún lado. Uno por uno, nos van a ir destruyendo. Todos juntos o nada”.
Pilar, de 21, y Valentina, de 22, viajaron desde Quilmes. Una estudia en la UBA, la otra en la Facultad de La Plata. En tres minutos dan una clase de política, de sociología, de humanidad, de visión a futuro. “En los tiempos que estamos viviendo debemos hacer hincapié en la memoria, pero no solo recordar las atrocidades, sino qué condiciones hubo para que eso pasara. Por eso no podemos quedarnos callados cuando reprimen en una marcha de jubilados, porque ese silencio es el que permitió que después terminara pasando lo que pasó. No es solo recordar, sino recordar para no repetir”.
Intuyen una estrategia para lo que viene: “No tener miedo a pesar de todo lo que pasó y salir a la calle igual”.
¿Cómo se le llega a las y los jóvenes que no están acá? “Estaría bueno que los artistas se animen a hablar más, que no tengan miedo de perder cierta cantidad de seguidores por decir ‘che, esto no lo banco’, y no me refiero a posicionarse partidariamente, no pasa por ahí, sino en expresarse en cuestiones básicas para llegar al público más joven. Todo se fue corriendo más a la derecha. Antes, por ejemplo, los jugadores de la Selección tenían un cartel que decía ‘Nunca más’, ahora ya no lo hacen porque los etiquetan como kirchneristas. Eso hay que transformarlo, los derechos humanos no son partidarios”.
A su lado se está armando la columna de los centros de estudiantes. Mario y Sofía son dos estudiantes de quinto año de la escuela de Artes y Medios Osvaldo Pugliese, también conocido como el Padilla: así se referencian en la enorme bandera que llevan. “La mirada sobre este momento la aportamos desde la comunicación -apunta Mario-. Es muy triste la situación porque hay una retroversión: se pensaba una comunicación para todos, con Ley de Medios y televisión pública, pero hoy tenemos cada vez más monopolios”.


Sofía y un enfoque: “Pareciera que siempre volvemos a un estado anterior, como si estuviéramos en la aguja hipodérmica”. Según esta famosa teoría, que busca explicar la persuasión de los medios en las personas, que “inyecta” la información en un receptor sin posibilidad de repelerlo. Muchas de ellas nacieron en contextos de regímenes totalitarios: “Hoy sólo se trata de adoctrinar a las personas”, piensa Sofía.
Mario piensa en las redes sociales: “Son muy raras, ya no sé quién las domina. Todo el mundo habla por ahí pero nada tiene sentido. Se trastornó tanto que todos quieren tener la razón. Ya no importa la noticia sino la forma de comunicar y la búsqueda de adoctrinamiento”. Lo articula con la juventud y Milei: “Se está creando un sentido de una mente colmena: todos repiten lo mismo, responden igual, sin manera de razonar, con una sola figura que manda”.
Sofía sintetiza: “El razonamiento no es algo que está presente”.
¿Cómo salimos? Mario no duda: “Estando juntos, tratando de explicarle al otro, y pensando que yo no quiero que le pase al otro lo que me pasa a mí, y por eso hay que acompañar”.
Jóvenes sub 20 proponiendo que la salida no es en las redes, sino estar juntos.

Estar juntos: el acto
El acto llamado a las 16.30 arranca puntual. Hablan las madres Taty Almeida y Elia Espen, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; Estela de Carlotto, de Abuelas; y el Premio Nobel de la Paz y presidente del Servicio de Paz y Justicia, Adolfo Pérez Esquivel.
Dos locutoras unen a cada emblema con las consignas consensuadas. La única persona que no forma parte de los organismos e invitan a subir es una de las voces que más quisimos escuchar desde el 12 de marzo, cuando un proyectil de gas lacrimógeno le rompió la cabeza a su hijo: Fabián Grillo, el papá de Pablo. Sus palabras son sintéticas y agradecidas: “Gracias a ustedes y a los profesionales del hospital público, Pablo está mejor. Y va a estar acá”.
Lo abraza una ovación.

Luego, las locutoras repasan consignas que recuerdan a Jorge Julio López, a Santiago Maldonado, Iván Torres, que subrayan que “no perdonamos, no olvidamos, no nos reconciliamos”, que libertad a Milagro Sala, que la búsqueda de la dictadura era un plan económico de miseria planificada, que abajo el DNU, la Ley Bases, que fuera el Fondo Monetario Internacional, que basta de discursos de odio.
Un estribillo fue uniendo algunas de las consignas: “Fuera Bullrich”.
Elia es la primera que habla: “Seguimos exigiendo justicia y castigo a todos los culpables. Cárcel común y perpetua. Apertura de todos los archivos de 1974 a 1983. El destino de todos los hijos apropiados durante el cautiverio y de las y los compañeros que nos faltan: ¿dónde están?”.
Sigue Estela: “Hace 48 años luchamos por restituir la identidad a cientos de bebés robados. Como siempre pedimos información, quienes tengan algún dato para aportar llamen a Abuelas, también quienes tengan dudas sobre su identidad. En esta lucha llevamos 139 casos resueltos. Necesitamos de toda la sociedad para encontrarlos”.
Sigue Adolfo, que canta un fragmento de La memoria, de Léon Gieco: “Derogación de la corrupta Ley Bases, del DNU, de las facultades delegadas. Denunciamos la situación social de pobreza en la que viven cada vez más familias. El cierre y vaciamiento de políticas y asistencia a los más vulnerados. El vaciamiento de hospitales y programas de salud. Defendamos la tierra y el agua contra el extractivismo”.
Taty Almeida cierra: “Tenemos la fuerza de la historia de nuestro pueblo, por eso pretenden negar el genocidio y hacen apologismo. Denunciamos el desmantelamiento de los sitios de la memoria, de la CONADI, del Banco Nacional de Datos Genéticos. Exigimos la preservación de los espacios para la memoria que funcionan donde hubo centros clandestinos de detención y exterminio. Esta marcha va a ser histórica porque después de mucho tiempo logramos la unidad. Estamos demostrando que un pueblo unido jamás será vencido. Terminemos gritando bien fuerte por los 30.000”.
La plaza le hace caso y grita bien fuerte, una vez más. Más que nunca:
-¡Treinta mil compañeros desaparecidos! ¡Presentes!
La multitud desconcentra la Plaza y sus alrededores de a poco (muy de a poco, como celebrando esta plaza entera toda para el pueblo), y que celebra que llegue, justo antes de cerrar esta crónica, un mensaje de la familia de Pablo Grillo: “Hoy estuvo sin fiebre, con la kinesióloga; lo sentaron y le dieron alimentación blanda por la boca, que toleró. La curva sigue siendo ascendente. Un peldaño más, o piano a piano, como diría el Tolo Gallego. Pablo lucha y lucha junto al cuerpo médico. Gracias totales”. Tal vez sea otro signo para el futuro.

Actualidad
Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

El acto de jubiladas y jubilados volvió a exhibir este miércoles la absurda represión contra personas que trabajaron toda la vida y se manifiestan pacíficamente ante la licuación brutal de sus ingresos. Tras los golpes, las fuerzas de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal (que no parecen estar donde deberían), recibieron orden de retirada, mientras la gente celebraba otra batalla ganada. El acompañamiento de personas discapacitadas, la creatividad de los carteles, las estampitas de la Virgen y las teorías sobre el fernet para describir parte de la actualidad.
Por Lucas Pedulla y Sergio Ciancaglini
Fotos: Juan Valeiro/ lavaca.org
El horario de marcha de jubilados y jubiladas de todos los miércoles es a las 15 horas: a la hora señalada ya había un jubilado detenido –Julio Vargas, luego liberado– y una decena de heridos entre gases, palos y escudos. Por ejemplo Carlos, más conocido como Chaca, el mítico hincha de Chacarita Juniors, en un día en el que el gobierno había anunciado descuentos en supermercados: “Ni enterado, pero ya nadie les cree nada. Mirá”, dice y muestra sus brazos golpeados, su codo ensangrentado, el labio partido por un golpe. “Hoy de vuelta nos fajaron. Pero que hagan todo lo que quieran hacer, ya se van”.

Golpes en los brazos, el labio partido y la sonrisa de Carlos Chaca: las fuerzas de Bullrich terminaron yéndose mientras la gente celebraba.
Tapar a Espert
Las agresiones incluyeron a la Prefectura Naval y a la Gendarmería, ubicadas en Rivadavia y Callao para castigar a personas ancianas mientras las fronteras siguen siendo un colador por el que entran y escapan narcos, según se informa cada día.

Un total de 20 heridos, según mencionó el Centro Provincial por la Memoria.
Después de la represión, la escenografía del Congreso volvió a evidenciar su irracionalidad: el cordón de policías federales, prefectos y gendarmes circundaba la plazoleta y abarcaba dos cuadras. Es la segunda semana consecutiva en la que el despliegue del operativo queda a cargo de las fuerzas federales, luego de varios miércoles donde la única fuerza que se veía era la Policía de la Ciudad.
“Esto se llama Operativo No Rompan Las Pelotas”, define Lorenzo, 73 años, vecino del partido bonaerense de San Martín. “No quieren mostrar debilidad y quieren tapar a Espert. Tienen mil quilombos, y creen que esto a Bullrich le suma puntos para su campaña”.

La marcha pacífica después de otra represión absurda. Gendarmería y Prefectura, ¿no deberían estar en otra parte?
Esa sumatoria todavía está por verse: alguien debió pensar algo distinto si hoy desistieron repentinamente de agredir a jubilados. El razonamiento de Lorenzo emparenta el despliegue policial con la candidatura de la ministra de Seguridad a una banca en el Senado, un lugar donde tendrá fueros que la podrían proteger ante un eventual avance en las causas por las diversas represiones que la tienen como la máxima responsable política, entre ellas el balazo que dejó al borde de la muerte al fotógrafo Pablo Grillo, hoy en rehabilitación.

Retenciones y fin de mes
A Lorenzo lo escucha Juan Manuel, uno de los tantos jubilados que redacta carteles que van marcando el ritmo de la época: lleva 115 frases anotadas en una libretita, ordenadas por fecha de creación.
Hoy exhibe dos, que aquí registramos:


Sobre esta última hipótesis, Juan Manuel hace un gesto con su mano derecha, como quien describe a algo que está rumbo a otra parte.
Despidiendo policías
Los que primero parten, en este caso, son los efectivos (?) federales. La gente de a poco fue sobrepasando al cordón policial, empujándolos hacia la vereda, hasta que de alguna parte llegó la orden de abandonar el lugar.
La manifestación los despide cantando: “Son todos narcos”. Lo pesado de los trajes policiales, sus escudos, armas y tonfas, hace cada movimiento más robótico, y en muchos sentidos más absurdo. El vallado que separa el punto de fuga de la plaza es tan grande que solo por un pequeño pasillo los cientos de efectivos se escabullen a un ritmo que permite que el estribillo que no cesa –“son todos narcos”– sea capturado por cientos de cámaras.

Una imagen resulta conmovedora. Alberto, un hombre ciego, camina con un bastón en la mano derecha y la izquierda la lleva apoyada –para guiarse– en el hombro de Sergio, que avanza en silla de ruedas.

Alberto y Sergio.
Forman parte de un pequeño grupo que incluye a Ariel, que tiene síndrome de Down, Remigia en su andador eléctrico, integrante de la CTA, Julito, también ciego, Sol, Daniel. Marcela y Leonor los acompañan y llevan una pequeña bandera que dice “Unidos por la especial”, en referencia a la educación especial eliminada, calcula Leonor, en más de 20 escuelas porteñas. Alguien que ve a ese pequeño grupo manifestarse plantea una posibilidad: “Este pueblo es invencible”.

Alberto dice: “No podemos dejar que nos quiten los derechos, nos pisoteen como un trapo sucio en el fondo de una casa”. Sergio agrega: “Hoy encima, como vienen las elecciones, te dicen que te van a dar descuentos en los supermercados. Nos toman de idiotas. Pero así les va a ir”.
Sobre las estampas y el fernet
Cuando se va el último policía, la plaza celebra. Entonces empieza la marcha, como cada miércoles. Aparece una tercera fuerza –Policía de la Ciudad– que sólo armará un cordón sobre Sáenz Peña para que la marcha no siga hasta Plaza de Mayo.
Allí está Patricia, 68 años, de zona norte del conurbano, que le reparte estampitas de la Virgen María a los policías.

La sonrisa de Patricia, observada por la policía y por un «eternauta» de prensa.
Algunos se ríen, otros permanecen inmutables, y ella dice: “Necesitamos bendiciones. Prefiero confiar en la misericordia. Es una forma de decirle al Presidente que se está equivocando. Confiemos en que puede escuchar, ¿no? Escuchó el resultado de las elecciones, pero no está escuchando la calle. Hay que seguir viniendo. Y pedir por los derechos del pueblo”.
La insistencia sonriente de Patricia genera lo inesperado: varios policías aceptan la estampa de la Virgen y le agradecen. Nadie sabe muy bien cómo interpretar eso. Ella arquea las cejas: “No se pueden conocer los caminos de la misericordia”.
Un poco más allá hay una celebración de cumpleaños, con orquesta de bombos y trompetas, con baile de jubiladas y jubilados al ritmo de «como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar».
Selva, 65 años, vecina del barrio porteño de Floresta tiene una bandera argentina atada como capa, gorrito celeste y blanco, y un cartel que ranquea entre los más llamativos de la jornada:

Su situación –dice– es como la de cualquier otra jubilada: “Tengo la suerte de tener mi casa, un baño con agua caliente, mi comida calentita, pero la veo feo para mis hijos”. Por eso no se pierde un miércoles. Tampoco pierde el humor: “Toda mi vida traté de ser respetuosa. No me gusta venir y pelear con la policía. Pero no nos vamos a dejar asustar. A mi hermana y a mí nos tiraron con el hidrante en el invierno pero seguimos luchando”.
¿Cómo seguimos? “Hay que ir a votar. Cada uno sabe en qué momento estuvo mejor. Hay que luchar. Siempre con esto”, dice y señala su obra de arte sobre el fernet: “Con la palabra y la sonrisa”.


Actualidad
Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

Por Claudia Acuña
Empecemos por el final, que es el principio de todo.
La mujer lleva una remera blanca con la cara de una de las masacradas encima del pullover y resguardada por un chaleco negro. Sostiene la cabeza con una mano mientras con la otra se frota la mollera donde recibió el golpe de un palo. No está sentada, sino derrumbada en la silla cuando comienza a hablar. Lo que dice y cómo lo dice es lo revelador porque esa mezcla de aturdimiento e información es lo que define esta jornada en la que miles de personas se movilizaron para decir aquello que necesitábamos nombrar en voz alta.

“No sé cómo terminamos así, pero ahí estamos” arranca.
Su joven hija la observa en silencio.
“Tenía de la mano a los chicos que se subieron al micro… quisieron acompañar, pero son muy chicos… y las madres… bueno: eso no es lo que importa ahora. Son chicos: eso es lo que importa. Y está bien que vengan a la marcha porque es una manera… ya saben, de salir de toda la lógica que quieren imponerles… Siento que sus manos tiemblan… Ellos que siempre se muestran tan… tan como que nada los afecta… y estaban agarraditos a mi mano… siento eso y me doy cuenta que son nenes, que hay que cuidarlos y no sé si puedo… y los chicos se sueltan y ahora… ¿dónde están?
Repite:
¿Dónde están?
Suspira:
“No doy más”.
Llora.
La abrazo.
Un vaso de agua, un ibupirac para el golpe, un mate, el silencio que riega sus lágrimas.
Sigue:
“Queríamos llegar al micro y no podíamos: estábamos encerradas por la policía. Tiraban gases. Golpeaban. Y cuando logramos doblar no sé por qué calle (era Solís) aparece un pelotón de motos con policías y ahí es como que me perdí, no sabía para dónde ir… Estaba paralizada… lo único que pensaba era por qué… por qué”.
Su joven hija la ubica:
“Por el periodista que se estaba riendo de nosotras”.
Se refiere a un cronista de La Nación+ que tuvo un gesto hacia las mujeres y fue repudiado por las manifestantes, lo que justificó que la policía comenzara a golpear y arrojar gases a las familias de las víctimas.
La mujer sigue:
“También se ríen de nosotras en las redes, pero bueno: eso no es lo que importa ahora… Lo que importa… (cierra los ojos en un largo silencio) Ya está. Ya estoy en eje otra vez: lo que importa es que tenemos que volver al barrio”.
La mujer llama al chofer del micro: las están esperando en el edificio con la cara de Evita, la ubica.

Lo que se mueve
Tres chicas muy jóvenes y muy empobrecidas masacradas con crueldad lograron algo imposible: que la marcha la encabecen sus familias. Detrás, miles de nadies. En el cordón de protección, las travas y putas de Constitución, las heroínas anónimas de la economía social, las jóvenes no binaries que protagonizaron la primera rebelión antifascista en aquel febrero que parecía tan lejano. Muy detrás los kioscos –encabezados por el de Ni Una Menos– todavía por delante de los partidos y los sindicatos, pero eso hoy tampoco es lo importante. Lo que suma es el todo porque es lo impredecible para los criminales que ejercen su saña sobre cuerpos que creen socialmente descartables. Que así no lo sea es lo que hace único a este movimiento y a este país, todavía: eso es lo importante.
Hay muchas madres acompañadas por hijas de la edad de las víctimas, aun cuando sin duda no comparten esos destinos sociales. Le pregunto a una –Isabela, 15 años– qué sintió cuando leyó la noticia. “Miedo”. Su madre, Carolina, completa. “Por eso le dije que había que estar hoy acá: lo que saca el miedo es salir a la calle”.
Le pregunto a otra –Dina Sánchez, secretaria general de la UTEP– qué representa esta marcha: “Estamos expresando con mucha contundencia que está pasando algo gravísimo: avanza el narcotráfico y no pasa nada. Desaparecen el Estado y no pasa nada. Matan pibas ¿y no pasa nada? No: acá estamos”.

Dina Sánchez, de la UTEP.
Le pregunto a Bianca, militante de izquierda, cómo seguir después de esto: “Para mi tendría que seguir con asambleas en todos los lugares porque esta pelea es muy grande. Tenemos que juntarnos a pensar cómo dar la batalla no sólo a estos femicidios crueles, al narcotráfico y a la pobreza, que es la madre de todas estas batallas. De arriba no va a venir ninguna idea ni mucho menos, una solución”.

Le pregunto a Georgina Orellano –trabajadora sexual y secretaria general de Ammar– qué expresa esta marea, pero hoy prefiere no hablar. Solo repite por el pequeño megáfono –que es el único lujo de la organización de la marcha– los tres nombres que duelen:
Lara.
Morena.
Brenda.

Georgina lo gritará mil veces a lo largo de las diez cuadras que separan Plaza de Mayo del Congreso y todavía más alto cuando pasa delante de la bandera que sostiene el pequeño grupo de Mujeres Abolicionistas, la vieja cicatriz que divide esas aguas. Y aunque eso no sea hoy lo importante me tienta decirlo: la bandera proclama “Ninguna mujer nace para puta”, frase robada a la activista boliviana María Galindo, quien batalla desde hace añares por terminar con esa grieta apelando al realismo: sin políticas sociales el abolicionismo suena negacionista. ¿Significa afirmar esto estar a favor de la explotación sexual? No: significa Lara, Morena, Brenda, mutiladas en vivo por Instagram. El horror aniquila disputas teóricas. Es cruel realidad: abre preguntas nuevas que hay que comenzar a responder urgente y colectivamente.
Ya está.
Recuperemos el eje.

Lo importante hoy quedó claro cuando en las calles de la ciudad este Ni Una Menos representado –al fin– por los bordes más castigados gritó con voz propia lo que necesitábamos escuchar:
“Yo sabía,
yo sabía
que a los narcos
los protege la policía
¡y la justicia!”.
Luego, vino el final: las familias de las víctimas acorraladas por la policía.
Y esa mujer que, como todas, necesita nuestro abrazo.

Actualidad
Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

El gobierno montó nuevamente una coreografía de represión buscando imágenes que ensamblen con la del presidente Javier Milei, su hermana Karina y el ministro Luis Caputo en Estados Unidos, alborozados por los tuits de Donald Trump y el nuevo endeudamiento del país. En Congreso pudo verse a lisiados marchando en sillas de ruedas, jubilados atacados y gaseados por la policía, la libertad de expresión en los carteles que dicen mucho más que los exmedios de comunicación. Reflexiones sobre préstamos y deudas y las primeras reacciones en la calle frente al triple femicidio de Lara, Brenda y Morena.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi
Fotos: Tadeo Bourbon / lavaca.org
“La timba de la city es la tumba del país”.
Podría ser una síntesis de esta época. Es un cartel que lleva Juan Manuel, jubilado de asistencia perfecta los miércoles. Dice que espera que hoy no haya gases ni represión. Lo dice por un cuidado colectivo, pero también por una necesidad personal. Muestra contento, feliz, una entrada que sacó al teatro (Sala Lugones, del San Martín, $4000) para ver “El gran desfile”, sobre la Primera Guerra Mundial. Sus carteles, como los de tantas jubiladas y jubilados suelen decir más sobre la actualidad del país que los editoriales y comentarios del experiodismo que fatiga los medios.

Pero sus deseos sobre un miércoles sereno no serán órdenes porque a los 10 minutos, por reloj, la Policía Federal y la Prefectura empiezan a reprimir, en una imagen que pareciera que las Fuerzas vinieron a buscar.
El saldo: varias personas gaseadas, dos demoradas (entre ellas, una mujer embarazada de dos meses) y dos heridas fuera de peligro trasladadas por el SAME: Mabel, jubilada de 64 años, enfermera de Malvinas, a quien le pegaron con un casco y su cabeza dio contra el asfalto; y Diego Gómez, comunicador, al que gasearon y le pegaron con un palo. A ambos los llevaron al Hospital Ramos Mejía y para hacerles estudios.

La Prefectura gaseando a jubilados.


Mabel golpeada por la policía. Fue enfermera en Malvinas.
Para la foto
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, otra vez montó una coreografía de represión, buscando una imagen de violencia en las calles que dialoga con la del presidente Javier Milei y el ministro de Economía Luis Caputo con la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, en Estados Unidos. La imagen llega también después de la reunión con Donald Trump, la noticia del swap de miles de millones de dólares de los que nada llega al país ni a su población, sino al esquema de vaciamiento financiero, con el agregado del supuesto pedido/orden de la Casa Blanca de que el gobierno retome el control político del Congreso.

Editorial sobre la actualidad argentina.
Por eso, en la previa de la marcha, algo de la disposición policial callejera olía extraño.
A diferencia de otros miércoles el vallado no cruzaba de punta a punta la plaza. El tránsito tampoco estaba cortado. Y la impronta Bullrich se veía en las fuerzas: el control de la calle estuvo a cargo de Prefectura y Policía Federal. Había gendarmes pero no intervinieron en la represión, que comenzó en Entre Ríos e Hipólito Yrigoyen, mientras un grupo de jubilados realizaba un semaforazo. Primero avanzó la Prefectura con violencia en el cuerpo a cuerpo con escudos frente al puñado de personas. Luego, cortaron el tránsito y colocaron las vallas, mientras desparramaron su gas tóxico sobre los manifestantes.




Teatro antidisturbio
Durante la marcha Juan Manuel, dudando sobre si ir o no al San Martín, analiza la economía argentina en este teatro antidisturbios: “El nuevo acuerdo con Estados Unidos potencia este circuito de guita en el que nos prestan y nos prestan, y solo nos queda más y más deuda que pagará el pueblo. Por eso siguen prestando. Es simple”.
Lo que más se escucha y se lee en la movilización de hoy está vinculado a la relación cada día más carnal con los Estados Unidos. Un señor espigado camina al grito de “vendepatria, Milei vende patria”. Otro hace lo mismo golpeando un jarrito de lata. Abundan los carteles alusivos: “cipayo”, “no faltan recursos, nos sobran ladrones”.

En la radio abierta, no van con vueltas: “Esta semana volvió a quedar claro que es un gobierno de transnacionales, que le sacaron las retenciones al campo mientras a nosotros nos tienen acá, dando vueltas en este marchódromo”. También hay carteles por el triple femicidio de las chicas de La Matanza: “Justicia por Lara, Brenda y Morena”.

Sin palabras
Una de las que vino a movilizarse es Amanda, que dice ser “barra y patotera”. Lo dice en el dorso de su guardapolvo blanco. Tiene 86 años y llega en bastón con un mantra que suelta al aire: “No nos han vencido; no nos han vencido”. Amanda dice que repite esto porque ya no tiene palabras para describir lo que ve. Que ya no quiere ni mencionar el apellido del presidente porque le hace mal a la salud. Señala su garganta y señala que le quedan atragantadas justo ahí. “A mi edad, pensé que ya había visto todo”.

Amanda cuenta que le gusta usar el diccionario y conocer palabras nuevas y que desde hace semanas tiene un pasatiempo: encontrar un adjetivo que encaje para describir a Javier Milei. “Pero ya se acabaron, no hay palabra que describa a este sinvergüenza que vino a sacarnos lo que no teníamos a los jubilados”. Amanda tiene 4 hijos. Uno de ellos está ahora en Hamburgo, Alemania, “puchereando”. Su hijo es músico, dice, y que se llama Ariel Prat. “Ambos estamos puchereando, él allá; y yo acá”.

El Himno al sol
Sobre avenida Rivadavia, tres jubilados y una jubilada en silla de ruedas van por el medio de la calle. Se detienen al sol y cantan el himno. Se emocionan. La Plaza, que había comenzado sin cortes de tránsito ni vallas, ahora está cercada y sin tránsito.

En otra postal del epílogo del miércoles, Zulema, de Jubilados Insurgentes, agarra el megáfono y dice a todos los vientos: «Ante la deuda externa que crece más y más, la única que nos queda es organizarnos cada vez más y más, no solo contra este gobierno sino contra todos los poderes que lo sostienen. Esto va a seguir, sea el gobierno que esté, y nos tiene que encontrar organizados y dispuestos a hacernos oir para que las cosas cambien».

- Revista MuHace 2 semanas
Mu 207: Crear lo que viene
- NotaHace 3 semanas
Julio López, 19 años desaparecido en democracia: sus testimonios contra la Bonaerense
- #NiUnaMásHace 2 semanas
Triple narcofemicidio: la respuesta al horror
- AmbienteHace 4 semanas
Salvemos al Mari Menuco: campaña desde Neuquén para un lago acosado por el fracking
- #NiUnaMásHace 2 semanas
Femicidios territoriales: las tramas de la violencia