Actualidad
La ronda de Madres, en la mirada de Daniel Merle

Esta es la séptima entrega del registro fotográfico colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo. En esta oportunidad, la cobertura fue realizada por Daniel Merle, en el encuentro del jueves 21 de marzo. Son siete así lxs fotógrafxs, reporterxs y artistas que están sumando su mirada a la idea de memoria, verdad y justicia.
Cada jueves, desde hace más de 40 años, las Madres circulan alrededor de la Pirámide de Mayo, a las 15.30. El registro actual de esos eventos es una iniciativa autogestiva coordinada por la editora Claudia Acuña y la fotógrafa Alejandra López. Todas las semanas se registra ese ritual en el que las Madres marchan en sentido contrario a las agujas del reloj.
El material reunido será entregado a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas anteriormente a que los envíen por mail a cooperativalavaca@gmail.com para sumarlos a estos archivos.
Aquí, la crónica que el propio Daniel escribió para acompañar estas imágenes, con su experiencia de otro jueves.
Las abraza
Texto: Daniel Merle
Llegan en una combi blanca, me dicen. Va a entrar por detrás de la Pirámide y estacionar al lado de un gazebo blanco del lado de Rivadavia donde hay unas sillas, micrófonos. A las 15.30 horas en punto llega la combi, bajan varias personas, una de ellas con pañuelo blanco en la cabeza. “No es Madre, es hermana, pero lleva el atributo porque es la continuidad de esos pañuelos en la Plaza para cuando ellas ya no estén”, me dicen. Por último, baja Pina Fiore, madre de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, uno de los dos grupos en los que “Madres” se ha dividido desde hace muchos años ya. El otro es Línea Fundadora, que llegará en pocos minutos. Pina tiene 94 años y con la ayuda de dos compeñerxs toca con la punta de su pequeño pie los baldosones de la Plaza al bajar de la camioneta.

La estoy mirando en este preciso momento, veo la punta del zapato. Imagino una especie de “bendición”. Se me ocurre que Pina está bendiciendo ahora esta Plaza tan recargada de luchas y tragedias. Poco después, ella sonríe desde su silla de ruedas, se abraza con todos los que se le acercan. La ronda de las Madres de Plaza de Mayo número 2393 va a comenzar.
Se forma un grupo compacto detrás del cartel azul con letras blancas que dice: “No pasarán”.

Una larga cuerda contiene la cabecera del grupo. Del lado de la Pirámide, las ollas de las cocineras de los barrios carenciados del conurbano llevan una punta, del lado externo, Pina sostiene la cuerda con firmeza.


A una prudente distancia ya comenzó también su ronda el grupo Línea Fundadora, encabezado por Elia Espen, también en silla de ruedas.

La ceremonia dura una media hora, no sé cuántas vueltas a la Pirámide serán. En un momento el grupo de Pina se desvía y se acerca hasta el monumento a Belgrano y lo bordea, arrecian las consignas contra Milei. Los policías que custodian las rejas de la Casa de Gobierno prestan más atención al grupo, que sigue compacto ahora avanzando unos metros hacia la Rosada.

Sigo paso a paso el ritual, imagino que últimamente tiene esta característica extra: ir a putear al gobierno. Se llega a un clímax. Luego, la ronda vuelve a su circularidad habitual en el sentido contrario a las agujas del reloj.
Releo esto que escribo y me doy cuenta de que es una simple descripción de un procedimiento. Un cierto ritual que persiste por más de cuarenta años y que seguramente habrá tenido variaciones, mayores o menores concurrencias, cambios climáticos. Pero siempre la presencia de las Madres. Esta presencia se acerca a un momento de inflexión: las Madres no son eternas. La ronda debe continuar en su misión de persistir en la memoria de los desaparecidos y su reclamo de justicia.
Vuelvo a mi casa con un recuerdo nuevo en los detalles de este ritual al que asistí tantas veces en el pasado. La simple descripción de un procedimiento protagonizado por una presencia mágica, inextinguible, siempre novedosa, que se renueva en mi corazón, una vez más.
Sobre Daniel Merle
Nació en Buenos Aires en 1954. Estudió Bellas Artes en la escuela Manuel Belgrano y Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Es Magister en Curaduría en Artes Visuales por la Universidad Nacional de Tres de Febrero y prepara su tesis para el Doctorado en Artes Comparadas por la misma universidad. Trabajó como fotógrafo, editor y redactor en Los diarios La Nación, y Clarín. En la Agencia Reuters fue fotógrafo de staff para Argentina, Uruguay y Paraguay. Ha recibido el segundo premio del concurso internacional Nikon en 1979. Menciones en el concurso Coca Cola en las Artes y las ciencias en 1984 y 1985. El primer premio de fotografía por la libertad de prensa Pedro Joaquín Chamorro de la Sociedad Interamericana de Prensa en 1989. En 2014 fue jurado del World Press Photo Contest en Amsterdam. En 2015 Mención especial del jurado en la categoría Fotografía del Salón Nacional de Artes Visuales. En 2022 obtuvo otra Mención Especial del Jurado en la categoría Artes Gráficas del mismo Salón Nacional. Es docente de la diplomatura en fotografía de la Universidad de San Isidro. Es investigador en fotografía en el Centro Materia de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Actualidad
Diez cuadras de feminismo

Por Claudia Acuña.
¿Cuánto mide diez cuadras de feminismo? La respuesta no es matemática, sino política y la política hoy es batalla y es incógnita. La calle revela algunos de sus misterios. Nos dicta, por ejemplo, lo que no hay:
No hay policías, ni protocolo.
No hay escenario ni documento.
Hay sí muchas personas organizadas y con convicciones que transmiten en carteles, en banderas y hasta en los cuerpos. Yasmín es una síntesis. Tiene 17 años, es de Lomas de Zamora. Su cara está cubierta con un pañuelo violeta que proclama Ni una menos, en la pierna derecha con marcador rojo se escribió Yo sí te creo; en la izquierda Yo tenía 5 años; en la muñeca, el pañuelo verde que defiende el aborto legal y sobre el corazón, un cartel que grita Fuera Milei. Fue abusada por su padrastro, dirá sobre lo que informan sus piernas. “Está haciendo mierda el país”, dirá sobre lo que exige su corazón.

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
Hay también pancarta oficial de la CGT. Y algunas voces que explican lo que implica haber logrado sacarla de su letargo.
Micaela Polak, secretaria de género del sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) lo sintetiza así: “El Bloque Sindical Transfeminista tiene un protagonismo en la organización de estas marchas y dentro de la CGT. En noviembre, por ejemplo, hicimos un encuentro con más de mil mujeres sindicalistas. El 8M recuerda a las obreras muertas en un incendio y en estos momentos ese crimen cometido contra quienes defendían sus derechos se resignifica con este crimen que están cometiendo contra nuestros derechos laborales, contra las y los jubilados, contra las paritarias, con la precarización. Y que la CGT recoja esto hoy y esté presente de manera contundente es un mensaje esperanzador para enfrentar a Milei. El fascismo nos ha elegido como enemigas principales en todo el mundo y en nuestro país, en particular. Es lógico, entonces, que seamos nosotras quienes estemos protagonizando los movimientos que son necesarios para enfrentarlo”.

Una de las más flamantes organizaciones de derechos humanos: Nietes. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
Las docentes de la agrupación El Desborde, que integra el gremio de UTE, advierten: “Es para prestarle atención a lo que está pasando dentro de la CGT en estos momentos. Hay muchas compañeras que están haciendo fuerza ahí adentro y quién te dice que en breve no logren imponer una secretaria general”. Su mensaje para hoy lo llevan escrito en las remeras y lo repiten ante el grabador: “Arriba el feminismo que va a vencer”. Completan: “Es una etapa difícil, adversa, porque volvemos a ser la variable de ajuste, pero es en la calle, es con organización y es para adelante como se superan estas épocas, como lo hicimos siempre. “

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
Maqui, de la Comisión de Mujeres del Sindicato del Neumático, suma: “Estamos en las calles no simplemente marchando, sino luchando por todos los reclamos que tenemos ante un gobierno que quiere llevarse por delante todos nuestros derechos. Sobre todo en esta fecha que siempre fue importante para las trabajadoras y hoy más que nunca, cuando quieren hacer desaparecer hasta la figura de femicidio y cuando, como madres y trabajadoras, estamos soportando todo el peso del ajuste. Es un momento para estar juntas y buscar una salida. Es un día para repetir: exigimos que no nos maten y respeten nuestros derechos.”
Magdalena, integrante de la junta interna ATE Capital en el Conicet. “Estamos soportando el embate desde un montón de frentes, muy preocupadas por la situación en general, no solo en el Conicet sino en todo el sector público que está sufriendo un recorte brutal en programas que afectan a toda la población, no solo a nosotras”.
Pregunta difícil: ¿por qué no salen a la calle todas las personas despedidas del Estado?
Lo que percibo es que es un sector súper precarizado, que está haciendo malabares para sobrevivir, y también que es todo un desafío organizar eso. Creo que construir esta resistencia es difícil porque lo que está amenazada es la subsistencia.
¿Qué tiene para decirle el feminismo a esos despedidos?
Que más que nunca hay que evitar que el miedo te paralice, que hay que salir a la calle, hay que encontrarse, escuchar y conversar para crear la respuesta entre todas. Se van construyendo las respuestas en el caminar. El movimiento feminista lo hizo siempre con sensibilidad. El feminismo tiene una tradición larguísima que nos enseña a abrazar las crisis y a no eludir las dificultades, sino a enfrentarlas. A poner el cuerpo y el corazón en los momentos más críticos.
La última difícil: ¿quién conduce a este movimiento?
Su historia.

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
Hay también militantes de partidos políticos –otro milagro que produjo esta marcha– y adolescentes –muchísimas– que a su paso cantan:
“Los varones quienes parar/que paren/ que paren/ que paren de matarnos”.
Hay, adelante, una bandera que proclama “Asamblea Antifascista y Antirracista”, la noticia de esta, la más nueva y la más vieja de las batallas. Entre quienes la sostienen –trabajadoras sexuales, travas, lesbianas, personas no binarias y otras identidades que hoy están al frente y siempre fueron las últimas de la fila– está Jazmín. Al lento paso de la marcha resume su historia: comenzó su transición trans en 2022, a prostituirse a los 17, a estudiar la licenciatura en Economía cuando se sancionó la Ley de Identidad, a tener un trabajo con derechos, cuando se logró la ley de cupo. “Mi vida es un resumen de cómo impacta en la vida de las personas tener estas leyes. Y también cómo el feminismo nos dio las herramientas para lograrlo. Luchamos por una sociedad fraternal y sorora y eso significa hoy estar en las calles contra el fascismo. No estamos por nosotras: el feminismo siempre es abrazo”.

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
Hay, además, intervenciones artísticas que exponen a otra de las protagonistas que impulsa esta protesta: la tierra. Es lo que llevan en las manos las mujeres vestidas de blanco, con las bocas tapadas con cintas que advierten “peligro” y es también lo que exponen las mapuche que enarbolan la ancestral bandera de su criminalizada nación.

Gustavo Melmann, reclamando justicia por el crimen dsu hija Natalia. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
Hay más, por supuesto, porque la Avenida de Mayo y sus laterales desbordan de mensajes que son de actualidad y de urgencia, pero que también anuncian horizontes y esperanzas. Mateo y Ana representan exactamente eso. Están parados frente a la Catedral, son primos, tienen 8 y 7 años y eligieron compartir hoy estas noticias escritas con colores en una cartulina:
“Soy nene, no quiero ser macho”.
“Quiero ser la artista, no la musa”.

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org

Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org
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La marcha sin fin

La señora de canas y anteojos sacude su dedo índice a centímetros de la cara del policía. Es menuda y el uniformado es del tamaño de un gorila con casco y palo, pero no es la abuela la que tiembla cuando le grita:
-Mirame a los ojos: a mí me estás pegando. A mí, que tengo 70 años y dos hijas que estudiaron para no ser policía como vos.

Fotos: Juan Valeiro/ lavaca.org
En el piso del Congreso de la Nación hay seis jubilados y cinco fotógrafos que están siendo asistidos por la posta sanitaria para mitigar el gas con el que los cegaron –que no es ni lacrimógeno ni pimienta y activa su laceración con cualquier medio húmedo, como el sudor de esta tarde infernal-, mientras la multitud canta:
“Qué feo, qué feo, qué feo debe ser/ pegarle a un jubilado para poder comer”.
Los peatones que ven la escena desde la vereda de enfrente editorializan al paso:
“Se están robando a los pibes y ustedes están pegándole a los jubilados”.
“Oíme tortuga: son cuatro por cada viejo de 80 años. Qué fácil te ganás la guita”.
“El día que tu jefa reparta la plata del operativo entre los jubilados van a tener que ir a laburar en serio, ratas”.

Uno de los atacados por el gas pimienta policial. La gente cantó: «Qué vergüenza, qué vergüenza, pegarle a jubilados por dos pesos con cincuenta». Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org.
Así es el final de otro miércoles de la ronda que repiten cada semana las personas que trabajaron toda su vida y aportaron durante décadas para gozar de un derecho que se ha transformado en un extraño privilegio: ser el sector social más perjudicado por las políticas de ajuste, pero también el único que no claudica ni se calla.

Uno de los hinchas de Chacarita, presente en la marcha en el Congreso. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org.
Así lo explica Carlos, el jubilado que conmovió a los hinchas de Chacarita – un club de fútbol experto en el pogo policial– que hoy se sumaron a la ronda con la intención explícita de protegerlos:
“Trabajé durante 40 años en el correo. No me regalaron nada. La estoy pasando mal, pero no estoy acá por mí porque yo ya estoy jugado: tengo 75 pirulos. Estoy acá por mis cuatro hijos y mis dos nietos. Estoy acá porque les quiero dejar un país digno para que puedan vivir en paz”.

Carlos, el jubilado que cada miércoles marcha con la camiseta de Chacarita y esta vez impulsó que llegue parte de la barra del club a apoyar el reclamo. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org.
Sobre el Presidente:
“Milei es un pobre tipo. Está mal de la cabeza. Yo le aconsejaría que, por el bien de todos los argentinos, dé un paso al costado: nos va a hacer un gran favor. Está muy mal asesorado, y tiene al lado esas lacras de los Caputo: esos sí… esos sí qué saben lo que están haciendo. Yo nunca tomo revancha con nadie, pero a esos dos me gustaría encontrarlos cara a cara para preguntarles qué significa para ellos ser tan ambiciosos –casi enfermos– de la plata y el poder a costa del hambre de los argentinos. Pero es mi opinión personal, porque acá no hablamos de política. Acá venimos a reclamar nuestros remedios y nuestra dignidad. Acá venimos todos los miércoles y nos encontramos con personas como esa abuelita de 82 años que nos dice ´hoy no almorcé´: Por ellas estamos. Lo único que queremos es dar la vuelta al Congreso y que no nos peguen”.
Carlos llora.

Una imagen de esta época. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org.
“No estás solo”.
Dos hinchas de Chacarita lo abrazan y le prometen:
Lo rodean, también, una familia con esa misma camiseta: el padre, jubilado; la hija, investigadora del Conicet y lesbiana; el nieto, quinto grado de la escuela pública. Será ella quien presenta así al trío para señalar, con esas etiquetas sociales, lo que significa estar ahí hoy: “Unir la luchas, unir las fuerzas: la indiferencia no es una opción.”

Acorralados: jubilados apretujados y víctimas del gas pimienta de la policía. La canción: «Qué veo debe ser, pegarle a jubilados para poder comer». Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org.
La hinchada suma, además, esa poética instantánea, que acribilla sin pausa al doble cordón policial:
“No tenemos casco/ no pegamo`a jubilados/Somos locos y borrachos / porque somos funebreros”.
Refieren así a la identidad de ese club de fútbol, que nació vecino al cementerio, pero en el territorio del Congreso el verso se reinterpreta: son quienes entierran al miedo.

Retrato de un miércoles. La bandera para cubrirse de los gases policiales. Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org.
Así, sumando gota por gota personas y organizaciones hasta ser multitud, la ronda gira por los grises muros del Congreso, desbordando el desproporcionado cordón de policías y gendarmes, que tira palos y gases sin piedad, pero también sin suerte: la vuelta se completa.
El final, literalmente, es realmente otro: no habrá fin. Lo anuncia el gesto de Zulema y Keiko, dos jubiladas insurrectas, cuando con elegancia y picardía apoyan ambas los dedos en los labios para lanzarle besos a los uniformados, con una promesa:
“Nos vemos el miércoles”.

El abrazo y una convicción: «Nos vemos el miércoles». Fotos: Juan Valeiro/lavaca.org.
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El vacío

Mercedes golpea la cacerola con una cuchara mientras grita:
“Pueblo, despierte”.
Lo repite infinitas veces. Por momentos agrega su por qué:
“Nos gobierna un estafador”.
Me dice –muy enojada– que tiene “los huevos al plato” porque mientras en Instagram la colman de likes, en la calle la dejan sola.

Fotos: Juan Valeiro para lavaca
Fue, sin embargo, su solitaria cacerola la que se escuchó por cadena nacional en momentos en que la camioneta blindada del Presidente pasó por Avenida de Mayo hacia el Congreso de la Nación, para dar inicio a su segunda apertura de la labor legislativa. Eran las nueve en punto de la noche y en la calle lo que había era un enorme vacío custodiado por cientos de uniformado pertenecientes a cinco fuerzas de seguridad. La oscuridad de la noche sin luna, los cortes de calles, las vallas y la sobredimensionada custodia del paso presidencial –que incluía francotiradores y aparatos inhibidores de drones– reforzaban la imagen distópica de un operativo que no parecía de seguridad, sino de aislamiento.

El palacio. Fotos: Juan Valeiro para lavaca
Adentro del Palacio le esperaba lo mismo: un inmenso recinto vacío ante el cual el Presidente intentó monologar durante una hora veinte minutos. No pudo. Bastó también una sola interrupción –la del diputado radical Facundo Manes– para que quede en evidencia que este es su momento débil. La segunda evidencia fue el anuncio de que enviará para su aprobación el acuerdo con el FMI, que está –dijo– próximo, pero que depende –no dijo– de ese voto positivo para que se realice.

Fotos: Juan Valeiro para lavaca.
Cuando la realidad entorpece la puesta, quien irrumpe en escena es Santiago Caputo. Esta vez acaparó la atención al amenazar al diputado Manes, delante de las cámaras. Otra vez.
No fue el único que agredió a quienes estaban en el Salón de los Pasos Perdidos, esa clásica antesala del recinto convertido hoy en un ring de exhibición de patoteadas por sus secuaces. Otra muestra de debilidad: allí solo ataca quien pierde.

Fotos: Juan Valeiro para lavaca.

Fotos: Juan Valeiro para lavaca

Fotos: Juan Valeiro para lavaca

Fotos: Juan Valeiro para lavaca

Fotos: Juan Valeiro para lavaca

Fotos: Juan Valeiro para lavaca

Fotos: Juan Valeiro para lavaca.

Fotos: Juan Valeiro para lavaca.
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