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Precarizados y al borde del despido: así se apaga el fuego en Chubut

Mientras el incendio que se inició en el Parque Nacional Los Alerces en Chubut ya quemó cerca de 8 mil hectáreas y las autoridades afirman que el fuego por el momento está detenido, cientos de brigadistas y de otras áreas de los Parques Nacionales trabajan sin contrato laboral. La posibilidad de quedarse sin empleo por un decreto de Milei y el incumplimiento de Cabandié que lo podría haber evitado. La falta de respuestas de este gobierno que vacía al Estado y la pregunta sobre quién se beneficia con las llamas. Ganar al truco como forma de conservar el puesto, en un pasado donde la precarización era incluso mayor.
Desde Esquel. Texto: Francisco Pandolfi /Fotos: Nicolás Palacios
El 25 de enero a las 22.30 dos focos comenzaron el incendio en el Parque Nacional Los Alerces, que arrasó con alrededor de 8 mil hectáreas. Es la quinta vez en los últimos años (2008, 2015, 2016, 2023 y 2024) que se quema el mismo Parque; en total, cerca de 20 mil hectáreas.
“El Parque está todo quemado”, dice Estela, personal técnico de Los Alerces, a cargo del área de pobladores. Está sentada en una de las miles de sombritas de esta inmensidad que cautiva a los ojos por tanta belleza, y que los hace trizas cuando lo que se ve es fuego y cenizas. En su sector laboral hay una sola persona: ella, únicamente, es el nexo con las 39 poblaciones y 57 familias que habitan el Parque Nacional.
Estela, en medio del fuego, está sin contrato.
Y no es la excepción, sino la regla.
“En total, en el Parque Nacional los Alerces somos 112 trabajadoras y trabajadores. Nada más que 112 personas para cubrir un área de más de 250 mil hectáreas, así que tenemos falencias por todos lados. Por lo menos, necesitaríamos más de la mitad, como para empezar”.

Estela trabaja en Los Alerces hace 13 años / Foto: Nicolás Palacios para lavaca
“Estamos en el aire”
No es el único problema la falta de personal. “35 brigadistas y 16 técnicos y administrativos estamos sin contrato. Yo hace 13 años que trabajo acá, tengo compañeros que están hace 20 y nunca nos pusieron en planta permanente. Siempre tuve contratos anuales, pero nuestra situación cambió tras el decreto firmado por el presidente Javier Milei”. A fines de diciembre, dio de baja los contratos del Estado firmados en 2023 y exhorta a que sólo podrán renovarse hasta 90 días. “El DNU dice hasta marzo, pero no firmamos nada, ni por tres meses. No tenemos ninguna comunicación oficial, nada que avale de manera formal que seguimos trabajando”.
Desde la asunción del nuevo gobierno, la Administración de Parques Nacionales (APN) está acéfala. Hasta el momento, no hay nadie que conduzca el organismo. En cuanto al Parque Nacional Los Alerces en particular, vive una situación parecida, ya que como no hay nadie nombrado oficialmente, el guardaparque Danilo Hernández Otaño es el intendente interino. “Es una locura la situación, la mitad del parque se quedaría sin empleados. Estamos en el aire y sin autoridades”, cuenta Estela.
Hernán Mondino conforma la Brigada de Incendios, Comunicaciones y Emergencia (ICE) del Parque Nacional Los Alerces. Acaba de bajar del helicóptero luego de otro día larguísimo combatiendo al fuego. Es delegado de sus compañeros, que como él, tampoco tienen contrato. “No sólo los de este Parque; los más de 600 brigadistas a nivel nacional estamos en la misma situación de precariedad laboral; así subimos a apagar el incendio”.
“Nosotros firmamos un contrato anual a la salida de la gestión anterior, el decreto 84 de Milei dio de baja esos contratos y puso un periodo de revisión hasta marzo, pero no firmamos nada. No nos echaron y nos siguen pagando… de ahí andamos agarrados por ahora”. ¿Qué significa estar sin contrato, en relación a si se lastiman por ejemplo? “No sabemos. Por tema de seguros y ART nos dijeron que sigue todo vigente, pero es un gris”.

Hernán, delegado que se puso al hombro el reclamo / Foto: Nicolás Palacios para lavaca
Sin respuestas
Tanto el Servicio Nacional de Manejo del Fuego, como la Autoridad de Parques Nacionales, dependen de la secretaría de Deportes, Turismo y Ambiente, desde hace días a cargo de Daniel Scioli. La cartera está bajo la órbita del Ministerio del Interior, comandado por Guillermo Francos. “Pedimos una reunión con Francos por la apertura de paritarias y no hubo ninguna respuesta para establecer con claridad la situación en la que estamos ahora. Te van llevando a definir situaciones más extremas. La temporada pasada hicimos seis, siete paros y sabemos bien que cuando se apague el fuego, olvidate: menos bola nos van a dar”.
La incertidumbre laboral es uno entre varios reclamos que encabezan las y los brigadistas, que en asamblea decidirán en las próximas horas los pasos a seguir. “Que aparezcan todos los recursos cuando hay incendios y antes no, debe ayudar a reflexionar un montón de cuestiones. En el sistema de incendios forestales el brigadista es el principal elemento, pero somos los principales precarizados. Es necesario un proyecto con los trabajadores adentro, con plenos derechos. Hoy no es que sobra nada, pero pedís un pantalón y te dan el pantalón; pedís borcegos y te dan borcegos… son cuestiones elementales que deben brindarse antes, ¿por qué esperar a que haya un incendio para que te den la ropa adecuada? En cuanto a infraestructura estamos mal, tenemos un baño para treinta personas”.
Todo tiempo pasado fue peor
Hernán tiene 39 años y repasa los derechos conquistados, así como de dónde se partió hasta llegar a la actualidad. “La visibilidad que tuvimos en los últimos años transformó lo que era el rol del brigadista, che pibe del guardaparque. Si había que ordenar la seccional, ahí iba el brigadista, lo mismo para cortar el pasto. Al protestar porque hoy los contratos son anuales, debemos recordar que hasta hace cuatro años eran trimestrales. Y no sólo eso, años atrás los hacían jugar al truco por el contrato”.
¿Cómo que los hacían jugar al truco?
–Sí, la precariedad era total; el que ganaba se quedaba contratado, el que perdía, afuera.
Recuerda Estela: “Eso pasaba hace diez años atrás, o menos; los contratos eran por temporada; hubo muchísimo trabajo de ATE y de los trabajadores para revertir eso”.
Suma Hernán: “En la última gestión de Cabandié pasaron a ser contratos anuales. Sin embargo, la pelea de fondo es el pase a planta. En un discurso, Cabandié dijo que nos iba a pasar a planta, pero nunca lo hizo. Recién al final de la gestión se abrió el reconocimiento del Estado a la necesidad de pasar a planta a 450 brigadistas de todo el país, cuando a nivel nacional somos 600. Todo quedó en la nada y ahora con este gobierno…”.
Completa Estela: “El trabajador estatal va a la par de la política pública, y por eso los recortes de Milei; si no hay política pública, ¿para qué nos quiere?”. Reflexiona: “Más allá de lo que fue el gobierno de Alberto, no puedo creer que no hayamos pasado a planta todos los trabajadores del Estado en un gobierno que cree en el Estado. Dejaron una parte muy importante descuidada, al laburante, al efector de la política pública. Nos subieron el sueldo, nos mejoraron de categoría y eso fue muy importante, pero no alcanza. Nos dejaron en banda los gobiernos anteriores, no identificaron nuestra importancia”.
Estela tiene 47 años, un hijo y una hija, cuyos nombres lleva tatuados en la piel. Vela por ambos. “Todos los trabajadores que no estamos en planta permanente tenemos otra changa, un plan B por la incertidumbre de quedarnos sin laburo. Y ahora más que nunca. Soy costurera y me puse a trabajar más por si me quedo sin empleo”.

Una cuadrilla de brigadistas recién aterrizados / Foto: Nicolás Palacios para lavaca
Una pepa de oro
Según comunicaron desde el Parque Nacional Los Alerces, el fuego se encuentra “detenido en fase de control”, que significa que el frente de avance se detuvo “a raíz de los trabajos realizados o por efectos meteorológicos”. E informan que “284 personas están asignadas al terreno para el combate con herramientas manuales y fajas cortafuegos; con el apoyo de maquinaria vial y autobombas para evitar nuevos focos secundarios”. Sigue habiendo algunos prendidos, aunque están contenidos. Permanentemente se realiza una guardia de cenizas para evitar la multiplicación de nuevos fuegos.
Datos oficiales confirman que el 95 % de los incendios son causados por actividad humana. Este incendio, para todas las fuentes entrevistadas en esta cobertura, fue intencional, pero no hay ninguna prueba que demuestre quién fue ni por qué. “No hay dudas de que fue intencional por el lugar donde fue, que no es accesible para cualquier persona y porque se prendieron dos focos juntos –opina Hernán–. La cuestión está en saber cuál es la motivación y para eso es importante analizar el historial de los incendios en Alerces, que ya fueron varios; de hecho, en esa misma zona donde empezó, el año pasado apagamos un par de focos”.
Añade Estela: “Fue intencional porque el área que se prendió no es de uso público, son áreas de pobladores; quien lo hizo debió conocer muy bien la zona. Todos los incendios anteriores tuvieron características similares: sabían que habría viento y que los días siguientes haría mucho calor, las condiciones perfectas para que el fuego se propague”.
Hernán profundiza sobre otro elemento: “A la intencionalidad se suma el cambio climático, la sequía, la disponibilidad de combustible; antes los incendios eran más controlables, hoy explotan por la desertificación del suelo. La palabra para definir este incendio es que el fuego se escurre, vos le hacés la faja, le hacés de todo y el fuego se escurre igual… el campo está seco, tocás al pasto y hace ‘crack’, entonces se prende al toque”.
¿Quién gana con este fuego?
–Hernán: Pienso, le busco la vuelta y no la encuentro; porque el tema inmobiliario en Parques no tiene sentido, ya que no se puede vender la tierra, es área protegida. En cuanto a negocios, por lo menos con las leyes actuales, hoy no podés hacer nada.
–Estela: No lo sé. Si vos me decís que los incendios empezaron en la era de Milei, y… te diría que la provincia podría tener sus intereses, porque el DNU habla de la posibilidad de la descentralización de organismos nacionales a las provincias, y Chubut siempre tuvo interés de crear un parque provincial. Los Alerces es una pepa de oro para todo el mundo, todos se lo pelean. Sin embargo, esto no empezó con Milei: este parque está todo quemado y no puede seguir quemándose.
¿Las flotas de aviones y helicópteros son estatales?
–Hernán: No. Hasta mediados de enero no estaban disponibles los aéreos; son empresas contratadas, tercerizadas. Ahí entra la discusión plenamente política, por qué no los tenés vos como Estado, por qué no te armás de una flota hidrante que tenga capacidad de respuesta propia.

Las jornadas arrancan a las 7 y terminar cerca de las 18 / Foto: Nicolás Palacios para lavaca
Una hijaputez
El ex vicepresidente del Parques Nacionales (2015-2019), Emiliano Ezcurra, declaró en la Revista Gente que “muchas veces la forma de protestar contra el gobierno o una política de gobierno contraria a los parques nacionales o a la reducción de presupuesto para brigadistas puede generar que algunos individuos tomen venganza prendiendo fuego el bosque. Los contratos de brigadistas se renovaron solo hasta fines de marzo, entonces en protesta contra esa precariedad laboral es muy probable que haya pasado esto”.
Le responde el delegado de los brigadistas: “Quieren tener una respuesta rápida a una situación de mierda de la que en realidad no saben nada; buscan pegarle al que le sirve discursivamente, es parte del debate bajo de la política. Lo que debemos pensar es si estamos como sistema de incendio a la altura, si están los recursos disponibles y si hay políticas de incendio”. Luego de la respuesta racional, le deja paso al sentir: “Me da mucha bronca lo que dijo, porque es un montón de entrega; te duele la rodilla y tenés que patear igual; te duele algo, e igual tenés que cargar las herramientas. Este tipo simplifica lo que hacemos, diciendo que ves un humito, mandás el dron y después te tirás encima y listo, como si fuera soplar y hacer botella”.


Foto: Nicolás Palacios para lavaca
Contesta Estela, directo al ex funcionario: “Los trabajadores de Parques no prendemos fuego, lo apagamos. Después que se fije la Justicia quién lo prende. Fue una hijaputez lo de esta persona, más con la situación laboral en la que estamos”. La Justicia no tiene novedades sobre la causa de este incendio. Ni tampoco sobre los fuegos anteriores. “Como se asume que son intencionales y algún día se van a cortar, no se invierte en la prevención, en la conservación. Hay que encontrar a quien los prende, pero nunca los agarran… O sea, ninguno es ninguno, en todos los incendios anteriores estamos como en este, no se supo ni se sabe nada”.
Cuidar la naturaleza y a quien trabaja
En el Parque Nacional Los Alerces hay flora y fauna autóctona, hay lagos y ríos, hay montañas y poblaciones.
Y también hay laburantes precarizados, sin contrato y conectados con su hábitat.
Como Estela, que hace unos años se mudó al Parque Nacional Los Alerces: “Después del incendio habrá que esperar que crezcan los árboles; sabemos que se llenará de plantas exóticas, no nativas, y eso es grave; todo es grave, irrecuperable. Nadie que viva hoy va a volver a ver el bosque como fue. Ver al Parque quemado es lo más triste del mundo”.
Como Hernán, que nació en la localidad bonaerense de Berazategui y que eligió la Patagonia hace trece años: “Vine acá por los bosques, por los lagos, por la tranquilidad, por la paz; todo eso está en la naturaleza, hay que entender que somos parte, que hay que cuidarla. Y que otro norte, también, debe ser cuidar al que labura”.

Por estas horas, en asamblea decidirán los pasos a seguir / Foto: Nicolás Palacios para lavaca
Actualidad
Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

El acto de jubiladas y jubilados volvió a exhibir este miércoles la absurda represión contra personas que trabajaron toda la vida y se manifiestan pacíficamente ante la licuación brutal de sus ingresos. Tras los golpes, las fuerzas de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal (que no parecen estar donde deberían), recibieron orden de retirada, mientras la gente celebraba otra batalla ganada. El acompañamiento de personas discapacitadas, la creatividad de los carteles, las estampitas de la Virgen y las teorías sobre el fernet para describir parte de la actualidad.
Por Lucas Pedulla y Sergio Ciancaglini
Fotos: Juan Valeiro/ lavaca.org
El horario de marcha de jubilados y jubiladas de todos los miércoles es a las 15 horas: a la hora señalada ya había un jubilado detenido –Julio Vargas, luego liberado– y una decena de heridos entre gases, palos y escudos. Por ejemplo Carlos, más conocido como Chaca, el mítico hincha de Chacarita Juniors, en un día en el que el gobierno había anunciado descuentos en supermercados: “Ni enterado, pero ya nadie les cree nada. Mirá”, dice y muestra sus brazos golpeados, su codo ensangrentado, el labio partido por un golpe. “Hoy de vuelta nos fajaron. Pero que hagan todo lo que quieran hacer, ya se van”.

Golpes en los brazos, el labio partido y la sonrisa de Carlos Chaca: las fuerzas de Bullrich terminaron yéndose mientras la gente celebraba.
Tapar a Espert
Las agresiones incluyeron a la Prefectura Naval y a la Gendarmería, ubicadas en Rivadavia y Callao para castigar a personas ancianas mientras las fronteras siguen siendo un colador por el que entran y escapan narcos, según se informa cada día.

Un total de 20 heridos, según mencionó el Centro Provincial por la Memoria.
Después de la represión, la escenografía del Congreso volvió a evidenciar su irracionalidad: el cordón de policías federales, prefectos y gendarmes circundaba la plazoleta y abarcaba dos cuadras. Es la segunda semana consecutiva en la que el despliegue del operativo queda a cargo de las fuerzas federales, luego de varios miércoles donde la única fuerza que se veía era la Policía de la Ciudad.
“Esto se llama Operativo No Rompan Las Pelotas”, define Lorenzo, 73 años, vecino del partido bonaerense de San Martín. “No quieren mostrar debilidad y quieren tapar a Espert. Tienen mil quilombos, y creen que esto a Bullrich le suma puntos para su campaña”.

La marcha pacífica después de otra represión absurda. Gendarmería y Prefectura, ¿no deberían estar en otra parte?
Esa sumatoria todavía está por verse: alguien debió pensar algo distinto si hoy desistieron repentinamente de agredir a jubilados. El razonamiento de Lorenzo emparenta el despliegue policial con la candidatura de la ministra de Seguridad a una banca en el Senado, un lugar donde tendrá fueros que la podrían proteger ante un eventual avance en las causas por las diversas represiones que la tienen como la máxima responsable política, entre ellas el balazo que dejó al borde de la muerte al fotógrafo Pablo Grillo, hoy en rehabilitación.

Retenciones y fin de mes
A Lorenzo lo escucha Juan Manuel, uno de los tantos jubilados que redacta carteles que van marcando el ritmo de la época: lleva 115 frases anotadas en una libretita, ordenadas por fecha de creación.
Hoy exhibe dos, que aquí registramos:


Sobre esta última hipótesis, Juan Manuel hace un gesto con su mano derecha, como quien describe a algo que está rumbo a otra parte.
Despidiendo policías
Los que primero parten, en este caso, son los efectivos (?) federales. La gente de a poco fue sobrepasando al cordón policial, empujándolos hacia la vereda, hasta que de alguna parte llegó la orden de abandonar el lugar.
La manifestación los despide cantando: “Son todos narcos”. Lo pesado de los trajes policiales, sus escudos, armas y tonfas, hace cada movimiento más robótico, y en muchos sentidos más absurdo. El vallado que separa el punto de fuga de la plaza es tan grande que solo por un pequeño pasillo los cientos de efectivos se escabullen a un ritmo que permite que el estribillo que no cesa –“son todos narcos”– sea capturado por cientos de cámaras.

Una imagen resulta conmovedora. Alberto, un hombre ciego, camina con un bastón en la mano derecha y la izquierda la lleva apoyada –para guiarse– en el hombro de Sergio, que avanza en silla de ruedas.

Alberto y Sergio.
Forman parte de un pequeño grupo que incluye a Ariel, que tiene síndrome de Down, Remigia en su andador eléctrico, integrante de la CTA, Julito, también ciego, Sol, Daniel. Marcela y Leonor los acompañan y llevan una pequeña bandera que dice “Unidos por la especial”, en referencia a la educación especial eliminada, calcula Leonor, en más de 20 escuelas porteñas. Alguien que ve a ese pequeño grupo manifestarse plantea una posibilidad: “Este pueblo es invencible”.

Alberto dice: “No podemos dejar que nos quiten los derechos, nos pisoteen como un trapo sucio en el fondo de una casa”. Sergio agrega: “Hoy encima, como vienen las elecciones, te dicen que te van a dar descuentos en los supermercados. Nos toman de idiotas. Pero así les va a ir”.
Sobre las estampas y el fernet
Cuando se va el último policía, la plaza celebra. Entonces empieza la marcha, como cada miércoles. Aparece una tercera fuerza –Policía de la Ciudad– que sólo armará un cordón sobre Sáenz Peña para que la marcha no siga hasta Plaza de Mayo.
Allí está Patricia, 68 años, de zona norte del conurbano, que le reparte estampitas de la Virgen María a los policías.

La sonrisa de Patricia, observada por la policía y por un «eternauta» de prensa.
Algunos se ríen, otros permanecen inmutables, y ella dice: “Necesitamos bendiciones. Prefiero confiar en la misericordia. Es una forma de decirle al Presidente que se está equivocando. Confiemos en que puede escuchar, ¿no? Escuchó el resultado de las elecciones, pero no está escuchando la calle. Hay que seguir viniendo. Y pedir por los derechos del pueblo”.
La insistencia sonriente de Patricia genera lo inesperado: varios policías aceptan la estampa de la Virgen y le agradecen. Nadie sabe muy bien cómo interpretar eso. Ella arquea las cejas: “No se pueden conocer los caminos de la misericordia”.
Un poco más allá hay una celebración de cumpleaños, con orquesta de bombos y trompetas, con baile de jubiladas y jubilados al ritmo de «como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar».
Selva, 65 años, vecina del barrio porteño de Floresta tiene una bandera argentina atada como capa, gorrito celeste y blanco, y un cartel que ranquea entre los más llamativos de la jornada:

Su situación –dice– es como la de cualquier otra jubilada: “Tengo la suerte de tener mi casa, un baño con agua caliente, mi comida calentita, pero la veo feo para mis hijos”. Por eso no se pierde un miércoles. Tampoco pierde el humor: “Toda mi vida traté de ser respetuosa. No me gusta venir y pelear con la policía. Pero no nos vamos a dejar asustar. A mi hermana y a mí nos tiraron con el hidrante en el invierno pero seguimos luchando”.
¿Cómo seguimos? “Hay que ir a votar. Cada uno sabe en qué momento estuvo mejor. Hay que luchar. Siempre con esto”, dice y señala su obra de arte sobre el fernet: “Con la palabra y la sonrisa”.


Actualidad
Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

Por Claudia Acuña
Empecemos por el final, que es el principio de todo.
La mujer lleva una remera blanca con la cara de una de las masacradas encima del pullover y resguardada por un chaleco negro. Sostiene la cabeza con una mano mientras con la otra se frota la mollera donde recibió el golpe de un palo. No está sentada, sino derrumbada en la silla cuando comienza a hablar. Lo que dice y cómo lo dice es lo revelador porque esa mezcla de aturdimiento e información es lo que define esta jornada en la que miles de personas se movilizaron para decir aquello que necesitábamos nombrar en voz alta.

“No sé cómo terminamos así, pero ahí estamos” arranca.
Su joven hija la observa en silencio.
“Tenía de la mano a los chicos que se subieron al micro… quisieron acompañar, pero son muy chicos… y las madres… bueno: eso no es lo que importa ahora. Son chicos: eso es lo que importa. Y está bien que vengan a la marcha porque es una manera… ya saben, de salir de toda la lógica que quieren imponerles… Siento que sus manos tiemblan… Ellos que siempre se muestran tan… tan como que nada los afecta… y estaban agarraditos a mi mano… siento eso y me doy cuenta que son nenes, que hay que cuidarlos y no sé si puedo… y los chicos se sueltan y ahora… ¿dónde están?
Repite:
¿Dónde están?
Suspira:
“No doy más”.
Llora.
La abrazo.
Un vaso de agua, un ibupirac para el golpe, un mate, el silencio que riega sus lágrimas.
Sigue:
“Queríamos llegar al micro y no podíamos: estábamos encerradas por la policía. Tiraban gases. Golpeaban. Y cuando logramos doblar no sé por qué calle (era Solís) aparece un pelotón de motos con policías y ahí es como que me perdí, no sabía para dónde ir… Estaba paralizada… lo único que pensaba era por qué… por qué”.
Su joven hija la ubica:
“Por el periodista que se estaba riendo de nosotras”.
Se refiere a un cronista de La Nación+ que tuvo un gesto hacia las mujeres y fue repudiado por las manifestantes, lo que justificó que la policía comenzara a golpear y arrojar gases a las familias de las víctimas.
La mujer sigue:
“También se ríen de nosotras en las redes, pero bueno: eso no es lo que importa ahora… Lo que importa… (cierra los ojos en un largo silencio) Ya está. Ya estoy en eje otra vez: lo que importa es que tenemos que volver al barrio”.
La mujer llama al chofer del micro: las están esperando en el edificio con la cara de Evita, la ubica.

Lo que se mueve
Tres chicas muy jóvenes y muy empobrecidas masacradas con crueldad lograron algo imposible: que la marcha la encabecen sus familias. Detrás, miles de nadies. En el cordón de protección, las travas y putas de Constitución, las heroínas anónimas de la economía social, las jóvenes no binaries que protagonizaron la primera rebelión antifascista en aquel febrero que parecía tan lejano. Muy detrás los kioscos –encabezados por el de Ni Una Menos– todavía por delante de los partidos y los sindicatos, pero eso hoy tampoco es lo importante. Lo que suma es el todo porque es lo impredecible para los criminales que ejercen su saña sobre cuerpos que creen socialmente descartables. Que así no lo sea es lo que hace único a este movimiento y a este país, todavía: eso es lo importante.
Hay muchas madres acompañadas por hijas de la edad de las víctimas, aun cuando sin duda no comparten esos destinos sociales. Le pregunto a una –Isabela, 15 años– qué sintió cuando leyó la noticia. “Miedo”. Su madre, Carolina, completa. “Por eso le dije que había que estar hoy acá: lo que saca el miedo es salir a la calle”.
Le pregunto a otra –Dina Sánchez, secretaria general de la UTEP– qué representa esta marcha: “Estamos expresando con mucha contundencia que está pasando algo gravísimo: avanza el narcotráfico y no pasa nada. Desaparecen el Estado y no pasa nada. Matan pibas ¿y no pasa nada? No: acá estamos”.

Dina Sánchez, de la UTEP.
Le pregunto a Bianca, militante de izquierda, cómo seguir después de esto: “Para mi tendría que seguir con asambleas en todos los lugares porque esta pelea es muy grande. Tenemos que juntarnos a pensar cómo dar la batalla no sólo a estos femicidios crueles, al narcotráfico y a la pobreza, que es la madre de todas estas batallas. De arriba no va a venir ninguna idea ni mucho menos, una solución”.

Le pregunto a Georgina Orellano –trabajadora sexual y secretaria general de Ammar– qué expresa esta marea, pero hoy prefiere no hablar. Solo repite por el pequeño megáfono –que es el único lujo de la organización de la marcha– los tres nombres que duelen:
Lara.
Morena.
Brenda.

Georgina lo gritará mil veces a lo largo de las diez cuadras que separan Plaza de Mayo del Congreso y todavía más alto cuando pasa delante de la bandera que sostiene el pequeño grupo de Mujeres Abolicionistas, la vieja cicatriz que divide esas aguas. Y aunque eso no sea hoy lo importante me tienta decirlo: la bandera proclama “Ninguna mujer nace para puta”, frase robada a la activista boliviana María Galindo, quien batalla desde hace añares por terminar con esa grieta apelando al realismo: sin políticas sociales el abolicionismo suena negacionista. ¿Significa afirmar esto estar a favor de la explotación sexual? No: significa Lara, Morena, Brenda, mutiladas en vivo por Instagram. El horror aniquila disputas teóricas. Es cruel realidad: abre preguntas nuevas que hay que comenzar a responder urgente y colectivamente.
Ya está.
Recuperemos el eje.

Lo importante hoy quedó claro cuando en las calles de la ciudad este Ni Una Menos representado –al fin– por los bordes más castigados gritó con voz propia lo que necesitábamos escuchar:
“Yo sabía,
yo sabía
que a los narcos
los protege la policía
¡y la justicia!”.
Luego, vino el final: las familias de las víctimas acorraladas por la policía.
Y esa mujer que, como todas, necesita nuestro abrazo.

Actualidad
Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

El gobierno montó nuevamente una coreografía de represión buscando imágenes que ensamblen con la del presidente Javier Milei, su hermana Karina y el ministro Luis Caputo en Estados Unidos, alborozados por los tuits de Donald Trump y el nuevo endeudamiento del país. En Congreso pudo verse a lisiados marchando en sillas de ruedas, jubilados atacados y gaseados por la policía, la libertad de expresión en los carteles que dicen mucho más que los exmedios de comunicación. Reflexiones sobre préstamos y deudas y las primeras reacciones en la calle frente al triple femicidio de Lara, Brenda y Morena.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi
Fotos: Tadeo Bourbon / lavaca.org
“La timba de la city es la tumba del país”.
Podría ser una síntesis de esta época. Es un cartel que lleva Juan Manuel, jubilado de asistencia perfecta los miércoles. Dice que espera que hoy no haya gases ni represión. Lo dice por un cuidado colectivo, pero también por una necesidad personal. Muestra contento, feliz, una entrada que sacó al teatro (Sala Lugones, del San Martín, $4000) para ver “El gran desfile”, sobre la Primera Guerra Mundial. Sus carteles, como los de tantas jubiladas y jubilados suelen decir más sobre la actualidad del país que los editoriales y comentarios del experiodismo que fatiga los medios.

Pero sus deseos sobre un miércoles sereno no serán órdenes porque a los 10 minutos, por reloj, la Policía Federal y la Prefectura empiezan a reprimir, en una imagen que pareciera que las Fuerzas vinieron a buscar.
El saldo: varias personas gaseadas, dos demoradas (entre ellas, una mujer embarazada de dos meses) y dos heridas fuera de peligro trasladadas por el SAME: Mabel, jubilada de 64 años, enfermera de Malvinas, a quien le pegaron con un casco y su cabeza dio contra el asfalto; y Diego Gómez, comunicador, al que gasearon y le pegaron con un palo. A ambos los llevaron al Hospital Ramos Mejía y para hacerles estudios.

La Prefectura gaseando a jubilados.


Mabel golpeada por la policía. Fue enfermera en Malvinas.
Para la foto
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, otra vez montó una coreografía de represión, buscando una imagen de violencia en las calles que dialoga con la del presidente Javier Milei y el ministro de Economía Luis Caputo con la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, en Estados Unidos. La imagen llega también después de la reunión con Donald Trump, la noticia del swap de miles de millones de dólares de los que nada llega al país ni a su población, sino al esquema de vaciamiento financiero, con el agregado del supuesto pedido/orden de la Casa Blanca de que el gobierno retome el control político del Congreso.

Editorial sobre la actualidad argentina.
Por eso, en la previa de la marcha, algo de la disposición policial callejera olía extraño.
A diferencia de otros miércoles el vallado no cruzaba de punta a punta la plaza. El tránsito tampoco estaba cortado. Y la impronta Bullrich se veía en las fuerzas: el control de la calle estuvo a cargo de Prefectura y Policía Federal. Había gendarmes pero no intervinieron en la represión, que comenzó en Entre Ríos e Hipólito Yrigoyen, mientras un grupo de jubilados realizaba un semaforazo. Primero avanzó la Prefectura con violencia en el cuerpo a cuerpo con escudos frente al puñado de personas. Luego, cortaron el tránsito y colocaron las vallas, mientras desparramaron su gas tóxico sobre los manifestantes.




Teatro antidisturbio
Durante la marcha Juan Manuel, dudando sobre si ir o no al San Martín, analiza la economía argentina en este teatro antidisturbios: “El nuevo acuerdo con Estados Unidos potencia este circuito de guita en el que nos prestan y nos prestan, y solo nos queda más y más deuda que pagará el pueblo. Por eso siguen prestando. Es simple”.
Lo que más se escucha y se lee en la movilización de hoy está vinculado a la relación cada día más carnal con los Estados Unidos. Un señor espigado camina al grito de “vendepatria, Milei vende patria”. Otro hace lo mismo golpeando un jarrito de lata. Abundan los carteles alusivos: “cipayo”, “no faltan recursos, nos sobran ladrones”.

En la radio abierta, no van con vueltas: “Esta semana volvió a quedar claro que es un gobierno de transnacionales, que le sacaron las retenciones al campo mientras a nosotros nos tienen acá, dando vueltas en este marchódromo”. También hay carteles por el triple femicidio de las chicas de La Matanza: “Justicia por Lara, Brenda y Morena”.

Sin palabras
Una de las que vino a movilizarse es Amanda, que dice ser “barra y patotera”. Lo dice en el dorso de su guardapolvo blanco. Tiene 86 años y llega en bastón con un mantra que suelta al aire: “No nos han vencido; no nos han vencido”. Amanda dice que repite esto porque ya no tiene palabras para describir lo que ve. Que ya no quiere ni mencionar el apellido del presidente porque le hace mal a la salud. Señala su garganta y señala que le quedan atragantadas justo ahí. “A mi edad, pensé que ya había visto todo”.

Amanda cuenta que le gusta usar el diccionario y conocer palabras nuevas y que desde hace semanas tiene un pasatiempo: encontrar un adjetivo que encaje para describir a Javier Milei. “Pero ya se acabaron, no hay palabra que describa a este sinvergüenza que vino a sacarnos lo que no teníamos a los jubilados”. Amanda tiene 4 hijos. Uno de ellos está ahora en Hamburgo, Alemania, “puchereando”. Su hijo es músico, dice, y que se llama Ariel Prat. “Ambos estamos puchereando, él allá; y yo acá”.

El Himno al sol
Sobre avenida Rivadavia, tres jubilados y una jubilada en silla de ruedas van por el medio de la calle. Se detienen al sol y cantan el himno. Se emocionan. La Plaza, que había comenzado sin cortes de tránsito ni vallas, ahora está cercada y sin tránsito.

En otra postal del epílogo del miércoles, Zulema, de Jubilados Insurgentes, agarra el megáfono y dice a todos los vientos: «Ante la deuda externa que crece más y más, la única que nos queda es organizarnos cada vez más y más, no solo contra este gobierno sino contra todos los poderes que lo sostienen. Esto va a seguir, sea el gobierno que esté, y nos tiene que encontrar organizados y dispuestos a hacernos oir para que las cosas cambien».

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