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Un paro para apagar la motosierra

“Fue la medida de fuerza más grande contra el gobierno de Milei y la de mayor adhesión”. Así lo describe Rodolfo Aguiar, secretario general de ATE Nacional, a lavaca. La CGT y las dos CTA protagonizaron este jueves un paro que dejó calles, vías, subtes y aeropuertos semi vacíos, con la UTA como el gremio que se “cortó solo” e hizo andar a los colectivos. Qué piensan sindicalistas y los trabajadores de la situación laboral en la era Milei. Los despidos, la balanza a favor del empleador, y las paritarias fantasma. Los salarios por el piso. La inflación silenciada. La lección de los jubilados. Y el paro como forma de moverse: “Hay que aprovechar el envión”.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Después de movilizarse el miércoles junto a las y los jubilados (https://lavaca.org/), la CGT realizó su tercer paro general en lo que va de la era Milei, con la adhesión de las dos CTA y otros gremios. “Fue la medida de fuerza más grande contra el gobierno de Milei y la de mayor adhesión” asegura a lavaca Rodolfo Aguiar, secretario general de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) Nacional. “A partir de ahora se terminó: no hay lugar para más ajuste dentro del Estado, esta medida de fuerza tiene que apagar la motosierra”.

Fotos: Lina Etchesuri y Juan Valeiro de lavaca.org, obtenidas en la marcha del miércoles, de apoyo del sindicalismo al reclamo de jubilados.
¿Diferencias con los paros anteriores? “Hace un año la gente no se animaba a hablar o muchos estaban en contra de la medida. Ahora hubo un consenso muy amplio y no solo en la Capital Federal sino en todo el país, que demuestra un creciente y silencioso rechazo al autoritarismo de este gobierno”.
La Confederación General del Trabajo sintetizó en un comunicado las razones del paro: “El ajuste cayó sobre trabajadores y jubilados, mientras el sector financiero multiplicó obscenamente sus ganancias”.
Se refieren a esto:
- Hubo más de 40 mil despidos en el sector público desde que asumió Milei.
- Más de 119 mil fuentes de trabajo perdidas en el sector privado. El menor poder de compra por la caída de los salarios.
- La eliminación de la multa a las empresas que no registren a sus trabajadores.
- La no homologación de paritarias.
- La apertura de importaciones.
- La precarización laboral que profundizó la Ley Bases con la figura de “colaboradores”.
- La restitución del impuesto a las ganancias a más de 800 mil trabajadores.
- La ampliación del periodo de prueba en un empleo.
- El reemplazo de la indemnización por el Fondo de Cese Laboral que allana el terreno para los despidos.
Desde la lavaca hablamos con ocho gremios –secretarios generales y obreros de base– para entender el por qué, el para qué y lo que sigue tras esta huelga general.

No comer vidrio
Roberto Merlino es el secretario adjunto del Sindicato de Empleados de la Industria del Vidrio y afines de la República Argentina (SEIVARA). Dice que el paro se dio “por una cuestión lógica, en defensa de los derechos de los trabajadores, que cada día se deterioran más”.
Las contradicciones: “Este presidente dijo que se cortaría la mano si subía el impuesto a las ganancias y todos vimos lo que pasó. Ahora ponen topes a las paritarias, con una inflación oficial del 2.5%, pero cualquiera que va al supermercado sabe que los precios se duplicaron. No le deseamos mal a nadie, pero exigimos un cambio de rumbo”.
¿Qué está pasando en el sector? “Somos un rubro transversal que abarca desde ópticas para autos hasta botellas y vidrio plano para construcción. En la industria automotriz, la venta de autos cayó en picada. ¿Quién puede pagar 40 millones de pesos por un coche? Prometieron créditos y no hay. Los bancos son los únicos que se enriquecen. En cuanto a la fabricación de botellas, el consumo de gaseosas y cervezas de primera marca se desplomó”.
En la construcción es evidente la paralización de la obra pública: “Hay un 30% menos de obras. ¿Cuántos edificios nuevos se ven? Eso afecta directamente a las ventanas, puertas y otros productos con vidrio. Muchas pymes están al borde del cierre”.

¿Qué debe hacer la CGT ahora? “Mantener la unidad y exigir que el gobierno escuche y que tome decisiones que reactiven la industria nacional. No podemos depender solo de las importaciones, debe haber paritarias libres y salarios que cubran la inflación real. Hay que frenar el ajuste en las obras sociales y en la salud en general. Las prepagas son inaccesibles y los hospitales están colapsados”.
Un sector de la sociedad critica la pasividad de la CGT hasta ahora. La mirada de Merlino:.“La CGT es cauta, pero si el gobierno sigue ignorándonos nos verán en la calle cada vez más. No venimos por política: venimos porque la gente no aguanta más. Lo que hace el gobierno no es liberalismo, es ahogar al pueblo. Que cumpla lo que prometió: bajar impuestos, sentarse a negociar y reconstruir un país productivo. No queremos sacarlo: queremos que gobierne para todos”.

Dejar de mirarse el ombligo
Dora tiene 46 años, dos hijas jóvenes “que no encuentran laburo por ningún lado”, y es de Claypole, zona sur del Gran Buenos Aires. También es pastelera y fue a la marcha de los jubilados con sus compañeros de sindicato.
“Paramos por la defensa de la libertad real, no la que les vendieron a algunos que creyeron en este gobierno –dice, seria y enojada–. La libertad es la de los derechos de los trabajadores y de los abuelos que han construido este país y hoy están siendo más castigados que nunca”.
Con ese concepto, y desde una perspectiva pastelera, ¿cómo evalúa la cocción del paro? “Los momentos tienen que ser exactos y los paros se tienen que dar cuando tienen que ser. Hasta ahora la CGT no tuvo… no sé si llamarlo ‘la necesidad’, pero no precisaba hacer un paro para demostrar el descontento. Pero todo llega a un límite. Hay un tiempo de espera. Hoy es cuando teníamos que hacerlo. Se juntaron muchas situaciones, entre ellas el maltrato a los mayores, que también son trabajadores que aportaron toda una vida para estar medianamente tranquilos y disfrutar de su vejez. Vimos el destrato. Hoy es cuando”.

¿Y después? Dora piensa: “Hay que ver la reacción del gobierno, que no creo que sea positiva. Queremos que esto haga mella. Debería hacerlo, porque es la voz del pueblo trabajador la que habla”.
Su opinión sobre la decisión de la Unión de Tranviarios de la Argentina (UTA) –conducida por Roberto Fernández–, de mantener el servicio de colectivos por estar en medio de una conciliación obligatoria dictada por la Secretaría de Trabajo: “Que hagan un mea culpa. Que lo charlen hacia adentro a ver si realmente les valió la pena no adherirse. El movimiento obrero organizado funciona en unión. Si cada uno mira su ombligo, estamos en el camino equivocado”.

Sanar las heridas
Raúl Molina tiene 51 años, desde hace 20 pertenece a la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina y desde hace dos milita en el espacio de Diversidad. “Paramos porque no podemos permitir que nos quiten un derecho más. La unión hace la fuerza y estamos cansados de este gobierno. Vinieron para arrebatarnos todo. Este paro se demoró, pero nunca es tarde para reclamar”.
¿Qué sigue a partir de hoy? “La CGT debe mantenerse firme, no se puede permitir ni un recorte más. Y las bases debemos estar concientizando a los compañeros y compañeras en cada lugar de trabajo. Hay que fortalecer la conciencia sindical para frenar este avasallamiento. Al país lo sacamos adelante entre todos o no lo saca nadie”.
Raúl trabaja en una clínica privada porteña y sintetiza lo que ve cotidianamente. “En mi gremio es pura precarización, despidos, sueldos congelados y sobreexplotación laboral”.

Rotos y descosidos
Angie (35) y Eli (38) marcharon el miércoles con los jubilados sosteniendo la bandera del Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y Afines (SOIVA). Angie piensa el paro sin vueltas: “El gobierno está rompiendo todo, y ya está: tenemos que despertarnos”. No hay ni que preguntarle por la costura del paro: “Se demoró mucho. Están muy tibios los muchachos. La CGT tiene que hacer un plan de lucha al que nos unamos como argentinos. Todos”.
¿Cómo seguimos después? Una compañera, de fondo, sugiere: “¡No va a pasar nada!”. Eli ve más el largo plazo: “Tenemos que seguir sumando gremios porque los jubilados hoy somos todos. Y venir cada miércoles, porque esto es por el bien de todos nosotros. Milei no puede seguir pisoteando al trabajo ni al trabajador”.
Si el plan de lucha fuera una olla que cocinamos, ¿qué ingredientes faltan? Inés, 60 años, se suma a la charla: “Conciencia y memoria. Mucha memoria, porque es lo que el pueblo perdió. Cada trabajador hoy tiene un derecho porque hubo un tiempo atrás donde muchos lucharon para que eso sea así. Hay que seguir firmes, reclamar todos los días si es necesario”. Sergio, 45 años, también aporta sus ingredientes: “Identidad, como argentinos para no perder lo importante que tenemos. Somos un país único en legislación laboral. Eso costó sangre: sin el apoyo del pueblo, y sin lucha, no vamos a tener nada”.

Sergio describe como complicada la situación del sector: “Vienen muchos productos de afuera por las exportaciones. Eso jode a las empresas y facilita el despido: en el último tiempo hubo casi 20.000. Es fácil hoy achicar el personal y muy difícil conseguir la mano de obra: somos uno de los países que mejor cose en Sudamérica, pero todos migran porque hay poco trabajo y no se valoriza la costura del trabajador argentino. Mucho trabajo en negro y una migración a talleres clandestinos sin ninguna seguridad”.
¿Algún comentario de la decisión de la UTA? “Son unos traidores. Se ve que piensan que van a salvarse solos”.

Vías de conflicto
Emanuel tiene 37 años, una hijita, y trabaja en la línea de ferrocarril Roca. Marchó con sus compañeros de la Unión Ferroviaria en apoyo a los jubilados: “Es importante demostrarle al gobierno que los gremios apoyamos a los jubilados. Que vean que estamos hermanados. Y que sus políticas sólo llevan hambre y desidia. No vamos a permitir esa vulneración. Ellos quieren privatizar la línea, achicar el personal: si bien no hubo despidos, están preparándose. Quieren que seamos una sociedad anónima. No piensan el tren como una función social, sino como un negocio para darles a sus amigos”.
Sobre el paro: ¿demora o estrategia? “La CGT fue midiendo el clima, y está bien –evalúa Emanuel–. El gobierno está débil y era el momento de golpear. ¿Para qué? Para derrotarlo. Somos enemigos de este gobierno. Este tipo (por Milei) no le hace bien al país, tiene una cabeza anglosajona y sólo piensa en cuestiones internacionales, pero nosotros somos nacionalistas, laburantes y peronistas”.
Desde ese tríptico piensa cómo hacia adelante: “Este fue un paro político. Los trabajadores organizados, dentro de su gremio y de sus centrales, tenemos que discutir política. Hay que seguir en esa vía. El proyecto tiene que ser de producción y de trabajo, y para eso lo tienen que hacer sus trabajadores”.
La Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) ratificó su adhesión al paro, pero la UTA siguió con el motor prendido. Emanuel sonríe: “Me vas a decir que me pongo el casete, pero no me meto en la orga de otros compañeros. No vamos a pegarle a un gremio hermano, porque seguramente esa discusión la tendrán que dar en su interior. Sus dirigentes van a tener que dar explicaciones a sus afiliados”.
Sin embargo, piensa: “Creo que si hubieran podido parar, los compañeros paraban todos”.

“No se aguanta más”
Sonia tiene 73 años e integra el Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas de la Ciudad Autónoma y la provincia de Buenos Aires (SIVENDIA), más conocidos desde su fundación como Canillitas. ¿Por qué el paro? “Porque sabemos lo que estamos viviendo. Realmente, lo que está pasando es inconcebible. No se aguanta más. Todo lo que tenés que comprar es carísimo. Este es el país de la carne, y sin embargo, es lo que menos podemos comer”.
Después del paro, ¿cuál debería ser el camino del sindicalismo y en particular de la CGT? “Seguir luchando. Tenemos que venir los miércoles al Congreso o a la Plaza de Mayo cuando sea necesario. Para mí, esto explota en algún momento, no va a seguir así. Algo tiene que pasar y para eso seguiremos este camino de reclamos”.
La cosa pública
Rodolfo Aguiar es el Secretario General de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) Nacional. Desde la asunción de Javier Milei fueron despedidas del sector público más de 40 mil personas.
Cuenta una particularidad: “El gobierno nos convocó a la paritaria el miércoles a la madrugada, como si esa estrategia les hubiera servido para boicotear el paro. Tuvieron todo el mes de marzo para retomar las negociaciones salariales y lo hicieron justo en la antesala de la huelga. ¡Nos llamaron a la una de la madrugada! Nosotros lo queremos decir con total claridad: no aceptamos más las paritarias fantasmas de este gobierno. Queremos que nos devuelvan los salarios que nos robaron en el sector público”.
¿Paro a tiempo o tardío? “Soy de los que creen en todos los paros. Agustín Tosco decía: ‘La felicidad del pueblo y de los trabajadores no va a llegar como fruto de la mejor medida de fuerza que seamos capaces de hacer, o del paro más grande, sino como el resultado de la sumatoria de acciones que hagamos’. Hace un año y cuatro meses que estamos en ese camino y tenemos mucho que ver con este presente con Milei que va por el tobogán y se va a estrellar”.

Lo que cuesta parar
Matías tiene 43 años, tres hijos, y también el pecho inflado, porque reivindica y subraya que la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) es uno de los gremios que más está acompañando a los jubilados todos los miércoles. “Hay que acompañar a nuestros viejos porque son el fiel reflejo de la lucha –dice este trabajador de una siderúrgica en la seccional de Zárate-Campana, al norte de la provincia de Buenos Aires–. Aun cuando dejaron de ser trabajadores activos siguen luchando. Debemos estar detrás de esa lucha, no puede ser que no tengan plata ni para comprar sus remedios”.
También, aclara, los metalúrgicos tienen una propia lucha interna, y por eso pararon: “La paritaria no se resuelve hace casi ocho meses. Nuestros salarios son realmente indignos, que van desde los $450.000 hasta las categorías más altas que superan apenas el millón y medio con 30 años de trabajo. No son salarios acordes a la riqueza que generamos y hoy tenemos compañeros debajo de la línea de pobreza”.
Describe a la situación como “indignante”, y repite: “De paritarias trimestrales pasamos a un gobierno que quiere darnos lo que se les antoja: nos proponen 1 por ciento mensual, cuando el IPC da 3 por ciento, pero sabiendo que eso es incomprobable. Bueno, en verdad sí es comprobable, porque vemos los precios en las góndolas, cargamos nafta, y sabemos que no es así. Estamos muy lejos de la realidad y los empresarios no están repartiendo nada”.
Lo que pierde el que trabaja: “Es cierto que necesitábamos que el paro se generara antes, pero también entendemos que dentro de las empresas, y te hablo por la UOM, los compañeros están muy dañados. Los representantes gremiales no queremos que los trabajadores no estén en condiciones de acompañar las luchas. Les cuesta mucho porque, insisto, no llegan a fin de mes, y cada paro genera una pérdida de salario: depende de cada empresa, pero nosotros en Zárate tenemos pérdidas de hasta 100.000 pesos por día”.
Números de cada día: “En nuestra zona un alquiler es de 450.000 pesos. La familia que alquila, tiene hijos, va al supermercado y carga nafta, ¿cómo hace entonces para vivir? Intentamos solucionar el tema dentro de las mesas del Ministerio de Trabajo, pero llega un momento que no se puede resistir más. Y todos están en la misma situación”.
¿Qué viene luego del paro?: “La lucha debe continuar en las calles. Contagiarnos de los abuelos y los jubilados que son los que tendrían que estar disfrutando de su tiempo fruto de lo que trabajaron. Hay que aprovechar el envión para que los compañeros se den cuenta: muchos votaron a este gobierno, otros siguen bancando, y la huelga también es por ellos, a pesar de que lo advertimos. Los niveles de salario que tenemos van a hacer que nos terminemos uniendo todos para mejorar esta condición”.

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Marcha de jubilados: lo que une el espanto

Dos fotoperiodistas detenidas. Seis personas heridas. ¿Cuál es la causa de la tendencia represiva creciente, y en particular contra la prensa? Lo que plantean quienes monitorean la violencia policial, con cifras concretas, a cinco meses del ataque al fotógrafo Pablo Grillo que este miércoles volvió a ser operado. Mientras tanto, en Congreso se volvió a marchar: las divisiones entre diversos grupos, y lo que los une como sector que sigue siendo símbolo de movilización en estos tiempos. ¿Cómo se vive hoy? El combate a la naturalización, datos sobre emperadores, el diálogo trans con un medio oficialista. Vetos, votos y una pregunta: “¿Nos pueden entender?”.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
“Estamos acá porque le tenemos más miedo al hambre que a la represión”.
Quien habla es Gladys, 63 años, enfermera jubilada del hospital Rawson. Lo dice pasadas las 3 de la tarde, ni bien había arrancado la concentración de jubiladas y jubilados para exigir el “no al veto” del gobierno de Javier Milei a la módica suba de los haberes que en realidad no es una suba sino devolver ese 7,2% arrebatado con el shock inflacionario que generó al asumir.
En Congreso, dos horas después, pasará lo de siempre y lo que nunca podrá naturalizarse: la represión policial, en este caso acompañada de dos detenciones arbitrarias por parte de la Policía de la Ciudad, en la esquina de Rodríguez Peña y Bartolomé: Camila Luciana Rey, fotógrafa y Yazmín Orellano, ambas de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) fueron capturadas al voleo.


Camila Luciana Rey y Yazmín Orellano. El momento de la detención «al voleo» en Congreso, y la imagen de la policía llevándolas en la comisaría. Fueron liberadas después de las 22 horas.
El puñado de fotógrafos y periodistas que presenciaron el hecho afirmaron: “Las cazaron”. Minutos después, la fuerza de seguridad porteña se las llevó en una camioneta a Combate de los Pozos 155. Luego fueron trasladadas a la comisaría de Tacuarí e Independencia. Las acusan de “lesiones”, “atentado y resistencia a la autoridad”. Después de las 22 ambas fueron liberadas.
La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) contabilizó seis personas heridas en dos eventos represivos de la tarde. La tendencia: hasta fines de junio, la CPM había registrado en seis meses 130 detenciones arbitrarias contra 93 del 2024. En el mismo período, las personas heridas también superaron a todas las del año pasado: 1.251. Entre ellas hubo 179 trabajadoras y trabajadores de prensa. El informe completo puede leerse aquí: https://www.comisionporlamemoria.org/project/informe-especial-represion-de-las-fuerzas-de-seguridad-a-las-manifestaciones-publicas/
Rodrigo Pomares, del Centro Provincial de la Memoria, planteó a lavaca: “Hay una preponderancia en la represión hacia los sectores de los medios y fotoperiodistas, y un límite muy concreto al desempeño de los medios de comunicación y en algunos casos de quienes cubrimos las manifestaciones con el objetivo del monitoreo”.
Para Pomares “La motivación más evidente es que quieren evitar el registro de las represiones y que se puedan reconstruir luego las secuencias de la represión como ocurrió en el caso de Pablo Grillo y tantos otros. El registro de la prensa y de quienes estábamos monitoreando permitió reconstruir lo que pasó, y aportar esos datos a la justicia. Eso es lo que parece evidente que quieren evitar”.

Otra operación a Pablo Grillo
Este martes se cumplieron cinco meses del miércoles 12 de marzo, cuando durante otra represión a la marcha de jubilados, el gendarme Héctor Guerrero le disparó de forma totalmente ilegal una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo. El impacto dirigido a su cabeza casi lo mata y perdió parte de la masa encefálica. Este miércoles a la mañana, Pablo fue operado con éxito una vez más: esta vez, le colocaron una prótesis en la cabeza (dos placas en ambos hemisferios). “La operación duró tres horas y salió bien, ahora hay que esperar la evolución”, dijo Fabián, su papá. El gendarme Guerrero, autor material de ese disparo, recién será indagado el próximo 2 de septiembre.
Dice Ana María, 72 años, durante la marcha: “Se está normalizando lo que jamás se debe hacer normal. Hoy prendés la tele y escuchás: ‘Otro miércoles más que les pegan a los viejos’. Todo al revés. No se puede naturalizar que se le pegue a nadie”.

Divisiones y reflexiones
El modus operandi de las Fuerzas de Seguridad genera efectos colaterales. A la represión concreta, literal, manifiesta, visible –granadas, gases, camiones hidrantes, palazos– se le suma la silenciosa, la invisible, la que divide para reinar: las fragmentaciones que se generan –o potencian– internamente entre las múltiples organizaciones de jubilados.
Hoy, mientras Jubilados Insurgentes terminaba de marchar alrededor del Congreso y doblaba en Rodríguez Peña, parte de las Mesa de Organizaciones caminaba por Hipólito Yrigoyen, mientras que otro grupo permanecía parado frente al Congreso.
Mario es un jubilado que todos los miércoles da el presente. «Más allá de las divisiones hay que tener plena conciencia de que el enemigo es uno solo: el gobierno, y el plan criminal que está aplicando. Hay que pensar mucho más en la unidad porque con ella vamos a poder conseguir disminuir la intensidad del ajuste».

Betty, 65 años, es enfermera jubilada del hospital Penna. Habla sobre la fragmentación notoria: “Vengo acá para sumar un granito de mostaza para conquistar nuestros derechos como jubilados, más allá de las organizaciones a la que cada uno represente. Yo soy autoconvocada y vengo por lo mal que la estoy pasando. Tenemos que defendernos con nuestras tristezas y con nuestras experiencias, que valen un montón”.
¿Cómo se vive en estos días? “Con los 350 mil pesos que cobro no llego a comer todos los días. Espero que este gobierno se vaya pronto y no lo digo porque sí: estoy viviendo mal, estamos viviendo mal, ¿me pueden entender? ¿nos pueden entender?”.
Un poco más allá estaba Vic, trans que había llegado desde Parque Patricios. “Vine a apoyar la lucha de los jubilados porque es una lucha contra el odio la que nos une”. Se acercó un periodista de La Nación + preguntándole si es jubilada.
Vic fue notablemente ilustrativa en su respuesta: “No. Soy odiada y hambreada y solidaria como ellos”.

Lo que no cambia
Gladys y Betty, las enfermeras jubiladas, vienen cada miércoles porque las une la bronca a esta gestión nacional. Como a tantos otros, y como decía Jorge Luis Borges, no los une el amor sino el espanto.
Hay otro punto de unión: la injusticia que están viviendo. Gladys: “Si no venimos, si no nos hacemos escuchar, van a creer que está todo bien, que estamos conformes, y no es así. Tenemos haberes miserables, mientras los legisladores cobran 9 millones, es una vergüenza”. Y subraya: “Esta vida es una vergüenza, parece como si quieran matarnos”.

Jubilada y un arma novedosa: pompas de jabón.
Betty la interrumpe: “Es que sí, nos quieren matar. Milei es un déspota, un criminal, que se complace en sacarnos a los pobres lo poco que tenemos”. Se hace una pregunta: “¿Cómo se explica, si no, que pretenda que vivamos con 350 mil pesos? Seguro que para mantener a esos perros grandes que tiene gasta mucho más que eso. Es un atorrante”.
Más allá de la represión policial (primero las fuerzas federales y desde hace tres miércoles la Policía de la Ciudad) y las divisiones de las organizaciones de jubiladas y jubilados, hay algo que no cambia: la convocatoria permanente cada miércoles a las 15 frente al Congreso de la Nación, potenciada desde hace diez días cuando Javier Milei vetó el aumento de 7.2% de las jubilaciones y el retorno de la moratoria previsional. Al ratificarse el veto, el aumento de agosto para las y los jubilados fue del 1,62%, por lo que la jubilación mínima sigue desplomada, en $ 314.243,51.

Manuel, 75 años, cuenta por qué sigue viniendo: “El objetivo común es ponerle un freno a Milei, que está haciendo padecer a la Argentina. Debe entender que es el Presidente, no un emperador como pretende ser, que no acata las leyes ni las instituciones”.
¿Cómo se lo frena? “Como creo que en la democracia, el parate a Milei debe hacerse en las urnas y para eso hay que hablar con cada persona, crear conciencia, seguir desmintiendo todas las barbaridades que dice. Por eso también estamos hoy acá y seguiremos estando”.
Manuel lleva un cartel que dice: “Milei vetó, nosotros votemos”. Y lo firma “un viejo meado”.
Cierra, hasta el próximo miércoles: “No nos quedemos en casa, es la única manera de cambiar esto”.

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Carne

Por Claudia Acuña.
Son las siete y cuarto de la tarde y en la sucursal del supermercado Coto de la calle Castro Barros, barrio de Almagro, hay cuatro mujeres haciendo fila en la sección carnicería. La primera es una anciana que tiene en las manos apretado el monedero y la mirada atenta en el corte de la carne que pretende: ojo de bife. Le pide al muchacho que tiene el cuchillo expectante en el trozo que le saque toda la grasa que pueda para que pese menos. El muchacho lo hace con esmero. La mujer le pide luego que lo corte lo más finito que pueda. El muchacho lo hace con precisión milimétrica. “Doscientos gramos”, le anuncia y la mujer agradece. Dirá luego, sonriendo, que quiere darse ese “gustito” porque hace tiempo –no dice cuánto, pero suena a demasiado– que no come carne. El muchacho le entrega la bolsa sin mirarla a los ojos: fija la vista en la siguiente mujer, más joven, que está acompañada por su hija, que no supera el metro de altura y parece estar cantando para sí misma Ojalá, el tema de María Becerra.
“Oja-ojalá-lá
que te vuelva el karma
Eras un muñeco
porque no tenías alma….”
La mujer pide dos churrascos de paleta. Otra vez: cortados finitos.
El muchacho vuelve a esmerarse y luego, los pesa.
Teclea en la calculadora de la balanza. La mujer está expectante de los números digitales y cuando asoma el resultado ordena:
“Deja solo uno”.
La balanza vuelve a dictar la cotización.
La mujer señala entonces con esperanza un fragmento que quedó en la tabla.
“Probá con ese que parece más chico”, pide.
El muchacho prueba.
La balanza dictamina el mismo precio que con los otros dos.
“Dejá uno solo”, repetirá la mujer casi sin voz.
Cuando el muchacho le entrega la bolsita, agrega:
“Perdón”.
La tercera mujer pregunta si hay huesos para caldo.
El muchacho responde que ya se los llevaron todos.
La mujer se va.
La cuarta soy yo, que estoy sin palabras.
El silencio obliga la mirada del muchacho directo a los ojos.
“Así, todo el día”, dirá.
¿Hace falta decir algo más?
(Imagen, diario Tiempo Argentino)
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San Cayetano: 15 kilómetros de realidad

Desempleo, estampitas, falta de comida, espigas, chicha (nueva droga que invade los barrios, gracias a la crisis), vetos, bendiciones y maldiciones, goleadas, votos, malos pensamientos, arrepentidos, desquicios, la forma actual de la corrupción, la inseguridad, los zombies. Los temas que no aparecen en la política, resurgen con San Cayetano, que volvió a reunir a la gente para pedir y agradecer trabajo entre otras cosas, para tener paz y para marchar a lo largo de 15 kilómetros hasta Plaza de Mayo. Conversaciones en ese trayecto que atraviesa varias avenidas del presente.
Por Lucas Pedulla
Fotos: Juan Valeiro
Marcela, 52 años, vende espigas a 1.000 pesos en la estación de Liniers. Llegó de Lanús a las nueve de la noche del miércoles para vender en las inmediaciones de la iglesia de San Cayetano, patrono del pan y del trabajo, en su versión 2025. Lo primero que percibió fue la cantidad de personas que iban a pedir comida. «Un montón, el año pasado traían sus viandas», compara.
No le sorprende: ella está más ajustada, el alquiler sube y las matemáticas para alimentar tres hijos necesitan otras audacias. No habla de cifras, solo dice que «cuesta más».
¿Y el gobierno? Revolea los ojos: «Soy de derecha, pero no lo voté».
¿A quién votó? «A Bullrich. Después no voté porque no me convencían ni Massa ni Milei. Por eso ahora tampoco voy a ir a votar». Bullrich está en el gobierno y como ministra de Seguridad es la que reprime todas las semanas a jubiladas y jubilados. Marcela levanta los brazos: «Estoy en contra de que hagan eso, como también de las barbaridades que está haciendo con los vetos».
Marcela ofrece espigas a quienes pasan, y vaticina las próximas elecciones: «Para mí le va a ir mal. Está desquiciado».

De los gases a las espigas, la alegoría de Marcela refleja también algo de esta Argentina, un día después de la dura goleada sufrida por el gobierno en la Cámara de Diputados (12 a 0 entre leyes votadas y vetos rechazados), en medio de otra cruda represión a jubilados y trabajadores de prensa. Entre ellos, el fotógrafo de la agencia AP Rodrigo Abd, que salió un rato de la clínica a donde lo atienden para ver la marcha que hoy no pudo cubrir: le están haciendo estudios por una inflamación en la parte media de su oído derecho por el impacto del chorro del camión hidrante que recibió ayer en la Plaza de los Dos Congresos. Fue uno de los atacados por la policía de un gobierno que publica en las redes propias y de sus asalariados: “No odiamos lo suficiente al periodismo”.

Pensamientos y bendiciones
Sobre la calle Cuzco, entre puestos de estampitas y velas con promos de dos por 1.000, siguen las filas para que los curas bendigan espigas, estampas y velas. Ema, 65 años, y Marcelín, de 68, son una pareja de jubilados que cobran la mínima y también se vinieron de zona sur, de Glew. Marcelín dice que la cosa está brava: «Uno viene a agradecer por todo lo que San Cayetano nos ha dado hasta ahora. La situación está bastante comprometida: todo lo que es para bien lo vetan enseguida». Por eso, suma Ema, hay que agradecer: «Y pedir por los hijos y los nietos. Está difícil para los jóvenes, no hay expectativa para un chico de 20».
Ema pide si podemos, por favor, no hablar de política. «Uno viene para tener paz y transmitirle paz al otro. Si todo el tiempo estamos con malos pensamientos…», dice pero no termina la frase porque la fila avanza y el cura está ahí y ella va rumbo a la bendición: «Nos vemos».

La agenda invisible
Desde allí se prepara para salir la novena movilización que los movimientos sociales nucleados en la UTEP organizan en el día de San Cayetano. También adhirieron y convocaron gremios, sobre todo de las dos CTA, que caminaron unidas. La marcha cruza toda la ciudad por una de sus arterias principales, Avenida Rivadavia, que conecta el territorio porteño con un oeste infinito. Liniers, casa de la iglesia, oficia de punto neurálgico donde también llegan vecinas y vecinos de todo el conurbano.
La distancia total a Plaza de Mayo es de 15 kilómetros. Hubo una posta en Flores, frente a la Basílica donde comenzó su carrera Jorge Bergoglio. Lo recordaron con un audio suyo, ya como Papa Francisco, donde habla de cuidar el medio ambiente y luchar por paz, pan, tierra, techo y trabajo. Es el primer San Cayetano sin Francisco como actor espiritual y político.

La marcha arrancó a las 9 de la mañana, llegó a Casa Rosada cerca de las 14, y tuvo en Congreso la sumatoria de columnas nutridas que cruzaron la 9 de Julio en dirección a Plaza de Mayo, a donde llegaron, como llegan hace nueve marchas, con una agenda de temas tan profundos que no entran en los debates políticos: comedores, trabajadoras de cuidado, jóvenes en proceso de recuperación de adicciones, recorte de alimentos, falta de acceso a la tierra, y parálisis de la obra pública de integración socio-urbana que lo único que permite es el avance de la narcoestructura territorial.

Cuando te comen la cabeza
Mauricio, 27 años, es uno de los que puede jactarse de caminarse todo. Milita en la JP Evita. Vino del barrio Victoria, en Moreno, la última estación del tren Sarmiento. «Laburo para pibes desde 18 años y la cosa está fea. La última vez salimos a repartir 320 porciones de comida. En un día. Es un montón. Y vemos que mucha gente del barrio que antes no venía, ahora llega. Impresiona: cada vez se suman más».
Otra cuestión es el consumo problemático: «Está a full, y sube cada día. Intentamos hablar con los jóvenes para que no caigan, pero es una problemática que crece. Peleamos para frenarla. Pero al pibe le comen la cabeza. El transa de la esquina les dice: ‘Vendé acá y te doy plata». Y los pibes, lamentablemente, con eso los compran. Pero no les dan nada».
Para Mauricio, el hambre y el consumo son dos temas ausentes del actual debate político. ¿Cómo buscar de nuevo a esos pibes? “Siempre les hablo para enamorarlos de la política. Le digo: ‘En la política está todo’. Hay desencanto, sí, pero por cómo está el país entienden que tienen el poder para cambiarlo. Hasta con un voto”.

La estrategia electoral de Arturo
Por Rivadavia también marcharon jubilados que todos los miércoles están en Congreso. Uno de ellos es Arturo, vecino de Almagro, que tiene una de las mejores estrategias de comunicación alguna vez creadas: con una sartén ya rota por los golpes que le propina con un utensillo de metal, se mete en cuanto comercio o local ve abierto. Y grita, por cuadras: “Fuera Milei, estafador. ¡Gobernás para los ricos!”. Se asoma a kioscos, verdulerías, cafeterías y aprovecha los momentos que las puertas de algún COTO o banco se abren: “Fuera Milei, ¡fuera!”. Hasta algunos policías ya sonríen. El cálculo de Arturo: “Hoy conseguí 1.000 votos”.
Arriba de un tractor cruza la 9 de Julio el padre Toto, de la parroquia Virgen de Caacupé, de la Villa 21: “Esta marcha es donde tengo que estar”. Una entrevista con Toto y su trabajo en el barrio sobre la cuestión de consumo se publicará en la próxima edición de MU.

La chicha y los zombies
Samantha, 30 años, es de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) de Rafael Castillo, en La Matanza. En el comedor dan de comer a 30 personas por día y cada vez son más. “Los maridos se quedan sin trabajo y no les alcanza para pagar las cuentas. Dejan de pagar las tarjetas de crédito. Los chicos sólo comen gracias a los comedores de los colegios”.
Cuenta que entró una droga nueva al barrio, a la que llaman “chicha” y definen como peor que el paco: “La consumen muchos jóvenes, pibes de 14 o 15 años. Los deja como zombies. A veces ni te reconocen. Chicos que iban al colegio y de pronto dejan”. Al debate político también le falta una discusión seria sobre seguridad, explica Samantha: “Es un tema llevar a mi nene a las 6.30 a la escuela. No voy con el celular porque no sabés lo que puede pasar”.
Para las elecciones que vienen, La Libertad Avanza propuso como candidato de la Tercera Sección Electoral, donde predomina La Matanza, al excomisario Maximiliano Bondarenko. Samantha abre los ojos: “Pero eso es más corrupción. Necesitamos un debate en serio”. Piensa que hay condiciones: “Muchos vecinos se han arrepentido de haberlo votado a Milei. Creyeron, pero te dicen: ‘Me equivoqué’. Algunos tenían un almacén, o capaz que otro negocio, y lo tuvieron que cerrar”.

Potenciar narco
Vanesa, 33 años, vino de Melchor Romero, en La Plata, y lleva una pechera del Partido Comunista Revolucionario (PCR). «Soy comunista y banco al Papa», se presenta. «Es el primero que habló de techo, tierra y trabajo».
¿Cómo está el barrio?: «Se la está pasando malísimo: desde que asumió Milei, a los comedores no van más alimentos. La mayoría de la gente no llega a fin de mes. El Potenciar Trabajo está congelado en 78.000 pesos y no se mueve. ¿Cómo hacés? A nuestro comedor vienen más de 100 personas por día. Las compañeras sacan de su casa para la olla porque no alcanza. Los barrios se organizan: unos dan merienda, otros dan cena, pero a fin de mes es tremendo, con jubilados, desempleados. Hoy ves gente revolviendo basura en cada cuadra».
De nuevo, el hambre como tema. Y el narco consumo: «Creció horrores. El narcomenudeo arrasa. Pibes que dejan el colegio para ser ‘soldaditos’ de los transas. Les ofrecen plata fácil, pero los hacen mierda. Desde que asumió Milei, todo está peor: ves nenes de 8 o 9 años consumiendo paco».
A este combo le agrega que llegó la factura de luz de 200.000 pesos. Y 36.000 a otro comedor. «Las garrafas de gas están a 15.000 cada una. No duran nada. Muchos cocinamos con leña para estirar».
¿Cómo salir de esto? Vanesa sigue marchando y tiene una hipótesis: «Uniéndonos y saliendo a la calle. Milei vino a sacarnos nuestros derechos. La única forma es resistir organizados» dice rodeada de gente, de espigas y tal vez de preguntas.

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