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Viajar al Pepe: crónica de la despedida a José Mujica

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Jardinero, humanista, vendedor de flores, guerrillero, preso, torturado, legislador, presidente, y etcéteras al infinito. Un tipo (poco) común y (poco) corriente. Un símbolo de su país y un pedazo de historia contemporánea de América Latina, al que la gente de Uruguay fue a ver por última vez, para homenajearlo, llorar, reír, recordar sus historias y mandarle mensajes.

Por Francisco Pandolfi (enviado a Montevideo)

Viajar al Pepe: crónica de la despedida a José Mujica

Es una coreografía, aunque no lo parezca. 

Una danza, aunque no se baile. 

Una performance, aunque no haya teatro, ni música.

Es una coreo y una danza y una perfo perfecta lo que hace el pueblo uruguayo sin proponérselo. No piensa, no imagina que ese asistir al homenaje, al velorio, al llanto por la muerte y a la celebración por la vida, lo que termina produciendo, organizando, creando, es una puesta en escena maravillosa para despedir allí, en el Palacio Legislativo de Montevideo, a José Pepe Mujica, 89 años –32866 días– que no pasaron intrascendentes.

Un repaso a velocidad 2x de WhatsApp: un pibe que nació en la pobreza, un adolescente estudioso que vendía flores y hacía ciclismo, un militante social comprometido, un guerrillero (tupamaro), un perseguido, un preso, un torturado, un liberado, un diputado, un senador, un ministro y un presidente entre 2010 y 2015. Un compañero, un jardinero, un humanista. Un tipo (poco) común y (poco) corriente. Un símbolo de su país y un pedazo de historia contemporánea de toda América Latina, al que un ejército de fieles llegan para verlo por última vez.

Viajar al Pepe: crónica de la despedida a José Mujica

Los pies se mueven pasito a pasito, cansinos y arman un ballet durante horas y horas, en dos días consecutivos (miércoles y jueves) para acercarse al Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo donde yace su cuerpo a cajón cerrado. Es imponente cómo se mantienen los más de 300 metros de fila pese al paso del tiempo y de las personas. Cada vez pasa más gente a saludarlo, cada vez llega más pueblo a la cola. Y con el correr de la tarde del jueves esa columna alargada de cuerpos se estira al punto que quedan muchos sin poder entrar antes de las 16.30, la hora estipulada como cierre. 

Esta no es una crónica sobre la vida de José Mujica, ni respecto a sus postulados políticos, ni en relación a sus aciertos y sus contradicciones como primer mandatario. Esta es una crónica desde los ojos de quienes hoy lo lloran, lo respetan, lo aman, lo critican (pero igual agradecen haberlo tenido), lo valoran por todo lo que hizo.

Viajar al Pepe: crónica de la despedida a José Mujica

“No me roben la libertad”

Juan Cousillas tiene 56 años pero todavía no sé su nombre ni su edad cuando lo veo llorar desconsoladamente, sentado en el cordón de esa vereda virada a punto de apoyo de quienes salen de darle el ¿último? adiós. Está mirando una foto de Pepe y llora como si fuese alguien de 56 años al que se le fue una persona que le atravesó su vida por completo. Es obrero de la construcción y un “militante de toda la vida” que se había “descreído de la política hasta que él llegó y rompió todos los esquemas, tanto culturales como sociales. Hizo campaña en una bicicleta, subiendo a los colectivos. El MPP (Movimiento de Participación Popular que fundó Pepe en 1989) nació haciendo mateadas en plazas, con cero recursos económicos. No era el tipo de traje, sino uno más de nosotros que trajo la misma propuesta de Artigas: los más humildes serían los más privilegiados. Y así fue”.

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Juan Cousillas, obrero de la construcción y una idea genuina de lo que significa la libertad.

Cuenta una anécdota: “Yo viví diez años en España y en una de las veces que volví, en 2009, me lo encontré en un bar, porque a él te lo encontrabas en cualquier lado. Me acerqué a saludarlo y le conté un problema: pese a que existía un acuerdo entre Uruguay y España que regía desde 1920 para tener la doble nacionalidad, no se cumplía. Pepe sacó una libretita y anotó. No pasó mucho tiempo y ya lo había resuelto. Era eso: la política al servicio del pueblo”.

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Juan se vistió para la ocasión: una remera gris con la cara de Mujica y otra de sus frases célebres: “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje. Vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”. Le brilla la mirada al resaltar que cuando era presidente donó el 90% de su sueldo para construir casas para los más pobres y que cedió, junto a su compañera de vida Lucía Topolansky, un terreno pegado a su chacra para construir una escuela agraria estatal. Años después, hizo lo mismo con cinco hectáreas para construir viviendas destinadas a ex presos. “Además de ser ejemplo de vida generó un montón de transformaciones, aplicando la distribución social. Rompió con la máxima de que si crecen los salarios crece la inflación. Nosotros crecimos por encima de la inflación; él nos abarató la vida tajándole la torta a las grandes riquezas. Por eso para la derecha fue un callo”. 

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Mensaje al más allá

Rosalina está cerquita de los 70 y envuelta con la bandera del Frente Amplio. Dice que fue el mejor presidente, por ser el único que luchó por y para los pobres. “No trabajó para los ricos; sí para quienes más lo necesitábamos”. Dice que le dejó el mayor de los legados, que no tiene más que agradecerle porque es de “cortas palabras pero que dicen mucho” y pide una única cosa, “si es verdad el tema de la reencarnación”: “Le pido que desde donde ahora esté, reencarne en otra persona que sea como él, y que venga a ayudarnos a los pobres”.

Jorge y Pablo salen abrazados del Palacio Legislativo. En realidad, Pablo está sosteniendo a Jorge, visiblemente angustiado. Pablo tiene 30 y es el hijo. Jorge, 59, el padre. Como la zozobra le permite, dice: “Se nos fue un grande, un bueno, uno que hacía todo para mejorar la sociedad, que nos mostró el camino para dejar de ser avariento. El consumismo nos va a consumir y ya sucede, nos estamos matando entre nosotros”. Se limpia las gotas que le caen por la mejilla y asegura que marcó una escuela, no sólo entregando la mayoría de su sueldo sino exigiendo que los integrantes de su partido hicieran lo mismo. “Pepe Mujica es un prócer de la humanidad”.

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Jorge y Pablo, padre e hijo, emoción y una reflexión: «El consumismo nos va a consumir. Ya se ve. Nos estamos matando entre nosotros».

Verónica Leal, 49 años, asegura con los ojos rojos que Pepe hizo visibles a los invisibles. “Vine a despedir a mi compañero, a mi amigo”. No se hicieron cercanos de casualidad. “Mi hija Romina iba a morirse, el deceso era inevitable. Hacía cinco años que esperaba un órgano y no llegaba. Hasta que fui a hablar con él, e impulsó que en septiembre de 2014 se aprobara la ley de donantes tácitos, inédita en nuestro país. A diferencia de lo que pasaba antes, hoy toda persona adulta es donante, excepto que se oponga explícitamente. A partir de la ley, mi hija consiguió ser trasplantada con éxito. Pero un tiempo después falleció, fue determinante todo el tiempo perdido antes”. Desde que le avisaron de su muerte no tiene casi palabras, (dice, con las que le quedan) y agrega que Pepe le hizo valorar mucho más la vida. 

El ballet de la gente

José Mujica falleció este martes 13 de mayo, tras pelearle duro a un cáncer de esófago. Su cuerpo ahora está ahí, dentro de un cajón de madera sobre el que se extienden una bandera de Uruguay y la creada por José Artigas en la guerra independentista (por la cual el Frente Amplio tomó los colores rojo, azul y blanco). Encima, un puñado de ramos de flores.

El ballet conjunto frena únicamente en dos momentos: en un sitio donde se le escriben mensajes de despedida –en libros que pronto se quedan sin hojas–, y cuando se pasa frente a él. Ahí, cada uno despliega el sentir a piacere.

Le tiran besos, se llevan una mano al corazón, le levantan el pulgar. Se persignan con la señal de la cruz, lloran, le dejan flores. Se ríen, le dicen “vamos”, le dicen “gracias”. Le hacen reverencias de las más variables, se lo quedan mirando, le alzan el puño. Mueven la cabeza como quien dice que “no” (no puede ser que te hayas muerto), o mueven la cabeza como quien dice que “sí” (y se golpean el pecho de orgullo).

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Hay un montón de familias. Y un popurrí de todas las edades. Hay militantes del Movimiento Sin Tierra de Brasil que viajaron especialmente, hay argentinos que le dejan como tributo la bandera de Argentina, chilenos que le dejan como tributo la bandera de Chile, que se mezclan a incontables uruguayas, algunas de Palestina y un par de whipalas originarias. La pila de ofrendas crece y crece a medida que pasan las horas. Hay infinidad de flores (se venden afuera a cien pesos uruguayos, que equivalen a unos 2.800 argentinos), banderas (doscientos), pero también otros distintivos: una maceta que luce una flor rosa; o una pelota azul que le regaló un nene.

Hay varios bebés en brazos y madres y padres llevando a bebés. Hay menos bebés que mates. Hay personas en silla de ruedas, con andador, con bastón. Hay gente que lo saluda, pasa de largo, pero se dan vuelta y rompen en llanto. Están quienes le hacen el gesto de abrazarlo varios metros antes de llegar frente al ataúd, como si así alargaran un cachito más la despedida. Y hay quienes rompen el silencio sepulcral y aplauden aún con el temor del apercibimiento y es ahí cuando el ballet ya no solo coordina los pies. Las manos todas se sumergen en un aplauso cerrado, respetuoso, tanto que dan ganas de llorar ahora mismo que se escriben (y se leen) estas letras.

Machismo y derechos humanos

A Irene, 70, y a Susana Prunell, 67, les conmueven “las gurisitas conmovidas por un viejo de noventa, en una ciudad de viejos como es Montevideo”. Casi que no lo conocieron, “pero ahí están despidiéndolo como si hubiesen vivido su época y todo lo que hizo por Uruguay”.

¿Qué hizo? Susana: “Con él, mi jubilación se fue para arriba”. Irene: “Las leyes del aborto y del matrimonio igualitario aprobadas en su gestión fueron maravillosas”. Destaca esto, incluso, cuando en un volumen más bajito opina que “era un poco machista”. No es la única crítica, entre varias flores: “También era muy miliquero. Estuvo muy cercano a los militares, buscando conciliar con ellos”. No haber promovido con la fuerza esperada la investigación de los delitos de lesa humanidad y la búsqueda de desaparecidos es el punto que más le reclaman los organismos de derechos humanos y otros sectores de la sociedad uruguaya. Hay una nota en el medio uruguayo Brecha de imprescindible lectura donde se hace un minucioso repaso de su gestión en la presidencia “con sus luces y sombras”. Pepe fue preso en la dictadura militar uruguaya por casi 15 años, y 13 años consecutivos entre 1972 y 1985.

Viajar al Pepe: crónica de la despedida a José Mujica

Irene y Susana hablaron sobre las luces, sin desconocer las sombras de una figura a la que en cualquier caso consideran una brújula. «Les cambió la pisada a los gurises».

Para Irene hubo más luces que sombras. “La sencillez y la coherencia. Era un humanista, súper formado, sabía de todo, desde plantas a pensadores del siglo XVIII”. Para Susana también: “Era auténtico. Lo llamaban terrorista pero no lo era. Sí fue guerrillero, como Artigas. Uruguay tuvo en su historia tres hombres grandes llamados José, a quienes les doy el mote de superhéroes porque vinieron a salvar lo que otros habían destruido. Artigas logró la independencia, Batlle y Ordóñez revolucionó todo y Pepe les cambió la pisada a los gurises, o sea, les cambió la vida. Iban por un camino y los hizo pensar para que no se desviaran. Se nos acaba de ir la brújula de esa gente joven, que lo tenía como un referente. Perdimos el norte sin él”.

El elogio opositor

Esa gurisada está acá, por todos lados, aunque digan que es una ciudad de viejos. Y está acá, en algunos casos, sin ser del mismo partido de Mujica. Como Valentina, que tiene 25 y es “de otro sector del Frente Amplio. Pero eso no importa. Vi hasta militantes del Partido Colorado”, de tendencia liberal. Sintetiza el por qué: “Porque Pepe es pa’ todos”.

O como Maite González, también de 25, que lleva una bandera uruguaya que le cuida la espalda. Es del Partido Nacional (centroderecha, del mismo que el ex presidente Luis Lacalle Pou), pero eso no le quita la emoción de los ojos. “Pese a las diferencias con nuestro partido, Pepe fue una gran persona. Y muy humilde”. 

Quien sí es del MPP fundado por Pepe es Rodrigo, de 16 años. Creció en un ámbito familiar de militancia, empezó a estudiar y vio “la necesidad de mejorar el sistema educativo”. Dice que “milita desde que nació”, pero que a los 12 sintió una conciencia mayor. Desde hace dos meses forma parte de Gurises MPP, la juventud del partido que incluye a jóvenes de 14 a 29 años. Esboza una despedida: “Fue un fiel creyente de la Patria Grande y de los avances políticos ideológicos, todo eso mostrando un don: la humildad y la prioridad puesta en los más necesitados”.

Florencia (21) y Agustina (22) son amigas. Flor dice que vino a acompañar a Agus, la más afectada: “Influyó mucho en lo que pienso ahora. Es la historia de Uruguay, fue, es y será un referente grande para mí. Empecé a ver más allá por mi papá, y al ir creciendo y escuchar a Pepe, me di cuenta de lo que pasa, de lo que quiero hacer. Gracias a él siento que estoy entendiendo”.

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Florencia, Agustina y una idea: «Los derrotados son quienes no luchan».

Si tuvieran que elegir una característica de Mujica para dársela al resto de la humanidad, ¿cuál optarían?

Florencia: “Su sencillez, el desprendimiento del materialismo como forma de vida”.

Agustina: “Luchar siempre, porque los derrotados son quienes no luchan. Yo lo voy a seguir haciendo”.

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No me voy, estoy llegando

Las despedidas no sólo se perciben en los rostros.

Están en el aire, en cada uno de los pasacalles escritos con manos y no con máquinas, que adornan la ciudad con frases suya elegida para afirmar el presente y reafirmar el futuro: “La vida se nos va, pero las causas quedan”; “No me voy, estoy llegando”.

Están en cada banderín naranja (del MPP) o rojo, azul y blanco (del Frente Amplio, confluencia de varios partidos que lo catapultó a la presidencia) colgados de balcones, ventanas y puertas de innumerables casas. 

Están en las paredes. Desde grafittis más sofisticados con su cara sonriendo, acompañado por un “Hasta siempre viejo querido”, hasta inscripciones más sencillas y austeras (como lo era él, dirán) como un “Mujica”, a secas (porque no hace falta más) escrito con crayón negro sobre una pared celeste gastado. 

Están en el montonazo de banderas de Uruguay (el nacionalismo está a simple vista, igual que las personas en situación de calle, que multiplican a las banderas) que circundan el microcentro montevideano, todas a media asta como protocolo del duelo oficial que durará hasta este viernes incluido.

Están en los cuadros, como el que llevan tres generaciones en una imagen en la que Mujica ríe junto al también ex presidente Tabaré Vásquez.

María de los Ángeles (77): “Perdemos a un caudillo impresionante. A quienes estábamos allá abajo, nos miró y sobre todo nos elevó. E hizo de todo, pero de todo por sacar a los jóvenes del mal camino. Lo vamos a extrañar mucho”. 

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Mari Recalde (59): ¿Saben lo que vale haber tenido un presidente que siempre dijo la verdad y que desistió de vivir con honores y ostentación, y nunca abandonar su humilde chacra? No tiene precio.

Shiomara (17): “Siento tristeza, porque era guía para una juventud que hoy está perdiendo los valores”, dice con palabras entrecortadas con sollozos. Siente alegría, también por lo que regó: “Bondad, conciencia, empatía”.

Están en los gestos, como el de Nicolás (50 años), que está petrificado, con termo y mate en mano, mirando a la multitud ingresar al Congreso. Él ya lo hizo, minutos atrás. Cuando lo despedía, pensó en “todas sus políticas sociales, en el habernos puesto a todos por igual. Eso logró Pepe, que todos tengamos los mismos derechos, pero de verdad”. Nicolás laburó toda la noche en el ferrocarril “que ahora volvió a estar olvidado”, y se vino sin dormir: “Empieza una nueva era. No habrá otro igual”.

Sobre la vida y el puchero

Y están en las remeras, como la que lleva el Vasco (Oscar). No es cualquier pilcha: está él, cortándole el pelo a Mujica, en la chacra, con Manuela jugando en los pies de su amo(r).

El Vasco era (es, será) su peluquero. Lo va a despedir una vez, camina, llora, y se mete en la cola de nuevo para volver a despedirlo. “Me siento triste. Una vez me dijo, ‘Vasquito, metete donde la gente te necesita, porque la vida es hoy’”. El Vasco, hoy enseña a cortar el pelo en las cárceles de Uruguay. 

Dice que aprende más de un velorio que de un asado porque un velatorio lo ayuda a reflexionar que la vida es limitada. ¿Y este en particular? “Me enseña porque fijate las emociones que mueve. Pero ojo, en tres días esto se apaga, y lo que debe generar es un efecto de compromiso con las causas necesarias. Eso transmitía Pepe, que fue un padre para mí”.

El Vasco le empezó a cortar el pelo un par de días antes de que asumiera como presidente el 1 de marzo de 2010. “Estábamos en su chacra y le pregunté qué pensaba hacer”. La respuesta la lleva guardada como si fuese ahora. 

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–Yo qué sé. La barra (el partido, la gente) te empuja y te dice “dale vos, te toca”, pero no sé lo que voy a hacer. Sólo una cosa estoy seguro: voy a pelear por el puchero de la gente.

Termina el velorio. Se cierran las puertas para el público y su amigo Mauricio Rosencof, con quien fueron parte del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, cierra la ceremonia privada. Cuenta que hace unos días nomás recordaban con Pepe que en los calabozos habían dejado una biblioteca enorme: “No en formato de libro, claro. Se dice que estuvimos 13 años incomunicados y sin vernos… sin vernos es verdad, pero incomunicados no. Porque pudimos reinventar la forma de comunicarnos entre nosotros. De alguna manera reinventamos el morse”. Lo que sigue es un aplauso que da escalofríos. Pareciera que no va a parar nunca. Y quizá sea así. Alguien grita “vuela alto, querido viejo, que nosotros te seguimos”. Y se abren las puertas del palacio para ahora sí, la despedida final de su pueblo.

Los músicos Mario Carrero y Numa Moraes interpretan en las escalinatas del Palacio Legislativo “A don José”, en referencia a Artigas y que en Uruguay se considera un himno. Ahora, se lo cantan a José Mujica. La última estrofa genera una emoción general:

Si la patria me llama aquí estoy yo.

Con libertad, ni ofendo ni temo.
¡Qué don José!
Oriental en la vida y en la muerte también.

La frase en el cartón

Son unos minutos que se extinguen tan rápido y que a la vez son eternos. Pepe está ahí, sobre una base de la larga escalinata, vitoreado y aplaudido por una multitud que le da el gran abrazo colectivo final. “Buen viaje, viejo”, se grita. Cuando el coche fúnebre arranca, se canta “olé, olé, olé, olé, Pepe, Pepe”, y lo que sigue es un llanto común. Como si ese ballet coordinado de pies o manos ahora fueran de lágrimas. “Se nos fue el mejor de todos los presidentes”, dice una mujer a la que le brotan de repente y ya no puede hablar más. Son horas inolvidables. Emocionantes. Una muestra de cariño irrepetible, de purísimo amor y gratitud. Este viernes, el cuerpo de José Mujica habrá sido cremado y sus cenizas esparcidas en su chacra de Rincón del Cerro (en las afueras de la capital), bajo un árbol, junto a su perra Manuela fallecida en 2018.

¿Cuánta gente de Uruguay, de Argentina, de América Latina, del mundo, hoy tendría un chau así de enorme, un hasta siempre tan gigante, un gracias por todo tan humano, silencioso, respetuoso, íntimo, hermosamente triste?

La respuesta es directamente proporcional a la figura que fue José Pepe Mujica para un pueblo que lo lloró, ¡un montón!, pero que sobre todo lo veneró. 

Alcanzaría con ver ese pedazo de cartulina blanca escrito a mano, a puño y corazón, con un error de ortografía que a nadie nunca jamás le va a importar por más que se espante cualquier letrado.

Ese pedazo de cartón que está debajo del cajón, en el que algún representado por Mujica le habla (le cuenta) directo a él, sin intermediarios. Porque así fue siempre el diálogo, la escucha, la historia. Y así seguirá.

–Grasias Pepe, hoy tengo un hogar digno.

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Educación: ADN y velas para resistir en la calle

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Por Francisco Pandolfi

Desde que empieza a hablar, Micaela tarda menos de un minuto en empezar a hacerlo a través de esos ojos oscuros que primero lloran por la universidad pública. 

Que después pasarán a tener rabia, por el desguace de la universidad pública. 

Y que luego contagiarán fuerza, por el futuro de la universidad pública.

Esos ojos simbolizan lo que está pasando con la educación superior, que este jueves y viernes continúa con su plan de lucha: paro de 48 horas y diferentes actividades; actos y movilizaciones en todas las ciudades del país donde funcionan universidades públicas.

Educación: ADN y velas para resistir en la calle

¿Qué está en juego? La aprobación de la ley de financiamiento universitario que incluye “salarios dignos para todos los trabajadores del sistema”, la actualización de becas para estudiantes y la asignación de “recursos mínimos e indispensables” para garantizar el funcionamiento institucional”. La convocatoria fue impulsada en conjunto por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), los gremios del Frente Sindical de Universidades Nacionales y la Federación Universitaria Argentina (FUA).

En la ciudad de Buenos Aires, a la mañana se hizo un abrazo simbólico al Hospital de Clínicas para denunciar los bajos salarios y un presupuesto para el funcionamiento de los hospitales universitarios que no fue actualizado en los últimos 13 meses. Por la tarde, se realizó una marcha de antorchas con el lema “Prendete a defender la Universidad Pública”, desde la Plaza Houssay (ubicada entre las facultades de Economía, Medicina y Odontología de la Universidad de Buenos Aires) hacia el Palacio Pizzurno, donde se emplaza la actual Secretaría –ex ministerio– de Educación nacional. 

Educación: ADN y velas para resistir en la calle

Acá está Micaela Rueda, con una vela en la mano, con esos ojos que dicen tanto y sus 28 años. Es Licenciada en Relaciones de Trabajo de la UBA, donde se recibió en 2021. Continúa estudiando –ahora un curso, gratuito– en la misma facultad. “Me sigo forjando, me sigo especializando”, dice orgullosa. No se golpea el pecho con las manos pero sí con las palabras. Entra en un subibaja de emociones. “Me genera un dolor ver a la universidad así, con docentes que desde hace un año y medio tienen que buscar otros trabajos porque no les alcanza, ni aunque hagan un montón de horas. Se rompen el lomo e igual no llegan”. La contrapartida: “Me genera tanta emoción vernos de nuevo en las calles, contra un gobierno del que no podés esperar nada, si hasta se rió de chico autista”.

Educación: ADN y velas para resistir en la calle

Plantea una duda y una certeza: “No sé a dónde vamos a parar, pero estoy segura que la única manera de frenarlo es acá”.

Pese al frío hay cuatro cuadras atiborradas de personas, banderas, sindicatos, centro de estudiantes, docentes, estudiantes, autoconvocadxs. 

Se canta para amainar los 9 grados de sensación térmica que entre la masa se disimulan bien. “Traigan al gorila de Milei, para que vea, que este pueblo no cambia de idea, pelea y pelea por la educación”.

Otro tema que suena en loop y al ritmo de “llegando está el carnaval”: “Si el presupuesto no está, qué quilombo que se va armar”, en referencia al reclamo sobre el proyecto de ley de financiamiento educativo universitario presentado el pasado 28 de mayo ante el Congreso de la Nación, y que busca garantizar los fondos necesarios para el funcionamiento del sistema universitario y científico con un aumento progresivo que alcance el 1.5% del PBI en 2031. Hoy, según denunció la comunidad educativa, lo destinado a inversión en educación superior es el 0,45 % del PBI.

Educación: ADN y velas para resistir en la calle

Aunque aún no está confirmado, las autoridades universitarias esperan que el miércoles 2 de julio en Diputados se trate la iniciativa, que además plantea que los docentes y no-docentes recuperen el poder adquisitivo tomando como base la inflación acumulada desde diciembre de 2023. Cabe recordar que en septiembre de 2024 el Senado sancionó la Ley de Financiamiento Universitario, pero veinte días después fue vetada por el presidente de la Nación Javier Milei.

Entre velas en vasos de plásticos y botellas cortadas, se llega a la puerta de la secretaría de Educación, a cargo del poco conocido Carlos Torrendell (55 años, porteño, doctor en Ciencias de la Educación; egresado en la Universidad Católica de Chile). Se hace un acto breve y concreto. Hablan representantes de la Conadu, la Conadu Histórica y CTERA-UTE. Dicen: “Le decimos al secretario de Educación que estamos vivos, aunque nos quieran muertos. Y les exigimos a ustedes, funcionarios que no funcionan, paritarias ya, progresivas y con buena fe. Hace un año la ministra Pettovello nos dijo que si en una semana no obtenía la plata para empatar nuestros salarios con la inflación, que saliéramos a la calle. Hace un año perdíamos un 40% con la inflación, hoy hay salarios que pierden un 91%. A la crueldad de este gobierno y su ajuste salvaje, seguiremos respondiendo con la pedagogía de la ternura y del amor, y con nuestro ADN: estar en la calle, de pie, y luchando”.

Educación: ADN y velas para resistir en la calle

Acá, el objeto que se repite es la vela, encendida, alumbrando el futuro. Y la palabra que se repite –arriba y debajo del escenario– y que ensombrece el presente es “deterioro”.

Mercedes y Martín son docentes de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y hablan con lavaca.

Mercedes: “Estamos asistiendo a un deterioro permanente en todas las universidades y en todo sentido. En las condiciones en las que trabajamos docentes, en las condiciones en las que estudian las y los estudiantes, y también en las condiciones en las que se produce conocimiento e investigación”.

Martín: “No es solo un reclamo salarial, justo y necesario porque el deterioro es muy grande, sino que es imposible sostener lo cotidiano, repercute en el propio mantenimiento de los edificios, en los servicios de luz, de gas. La agresión y el deterioro es muy importante”. 

Educación: ADN y velas para resistir en la calle

¿En qué perciben ese deterioro en lo diario?

Mercedes: Las facultades necesitan un presupuesto para mantener los edificios, los salarios, la limpieza y el presupuesto no se actualiza desde hace un año y medio. Todo el sistema está sufriendo mucho, y cuando las universidades sufren en términos de su infraestructura y docentes, los pibes y las pibas también porque hay menos recursos para becas, para iniciación en las vocaciones científicas, para desarrollar actividades de extensión; la formación se resiente, es un círculo vicioso, lejos de ser virtuoso. 

Martín: Las facultades tienen que estar limpias, los baños son algo elemental. Los artículos de limpieza aumentan y las empresas que limpian también, en un 50, 60%. Mientras que a las facultades se les asignó un 0% de incremento. Eso se refleja cuando los estudiantes van a los baños y no hay papel higiénico, lo que desalienta a estar en la facultad. Además, en verano debemos restringir el uso de ventiladores por el gasto, y ahora en invierno pasa lo mismo con las calderas.

Mercedes: Lo mismo ocurre con el mantenimiento de los ascensores, que necesitan un service mensual por seguridad. Para pagar eso debemos sacar plata de otro lado, que no hay. Tapamos un agujero y destapamos otro. En el medio, nuestro salario que cada vez representa menos. En este año y medio perdimos más el 50% de nuestro poder adquisitivo.

Martín: Perdimos la mitad del ingreso, o un poco más. En la docencia existen muchas categorías, pero por ejemplo los ayudantes, que muchos son doctorados y sostienen cada comisión de trabajos prácticos que es la base sobre la que se asientan las cátedras, no llegan a los 200 mil pesos.

Mercedes tiene 57 años y desde hace 36 da clases en la Universidad de Buenos Aires. Martín dice que tiene “algunos años más que ella” y que está en la docencia desde 1978. “La educación es nuestra vida, nuestra identidad, y estamos acá para defenderla”, dicen, con el acto terminado y una vela prendida llamada esperanza.

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Los dueños de la plaza

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La plaza de los Dos Congresos quedó a disposición del movimiento de jubiladas y jubilados. La policía valló el edificio y esta vez evitó provocar y gasear a la gente. Los manifestantes no tenían tránsito que cortar, ya que la propia policía lo había hecho en toda esa zona del centro porteño. Los debates, las movidas, y la vida real: las dificultades para vivir y alimentarse con  precios de las cosas que subieron al infinito, mientras el aumento a los jubilados no superará los 5.000 pesos. La carne, el caviar y los alfajores. La motosierra sobre la vida. El recuerdo de ciertos crímenes, y algunas señales de luz en una época oscura.  

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El Congreso, como cada miércoles a las 15 horas, está vallado por todos lados, salvo por la calle Entre Ríos, por donde vienen autos, motos y colectivos que doblan por Hipólito Yrigoyen. Hacía allí se dirige entonces la columna de jubiladas y jubilados, acompañada por gremios de la CGT que no suelen estar (Dragado y Balizamiento, por ejemplo) con otros que están siempre (la UTEP, por ejemplo), que venían de una marcha en el Ministerio de Desregulación del Estado, la motosierra sin metáforas que conduce Federico Sturzenegger.

Los dueños de la plaza

No se ve el despliegue policial habitual que se desplegaba hasta el miércoles anterior a la condena de Cristina Fernández. No hay Gendarmería (sólo detrás del perímetro vallado), ni PSA, ni Policía Federal, ni PFA a la vista. Sólo Policía de la Ciudad en las calles aledañas, como para prever que las cientos de personas –varias con bastones, andadores, carteles y banderas, todas +70– se mantengan en esa zona de tránsito cortada por la policía (a la que jamás se llamará piquete).

Los dueños de la plaza

En la marcha alguien se queja, entonces, de que el Gobierno ya les sacó la ficha: con el tránsito cortado, los dejan bajar a la calle, los dejan subirse a la vereda, los dejan dar vueltas.

No hay represión, lo cual es un triunfo por parte de los jubilados.

Eso también implica que haya menos flashes fotográficos y cámaras de televisión, que no parecen muy interesadas en cubrir estas cuestiones si no hay movida represiva. Por ejemplo, la radio abierta por donde hablan –con mucha pasión y vehemencia– jubilados y jubiladas de todos los matices de rojo o clasismo que puedan existir. Esas voces amplificadas traen caras largas y alguna que otra interna para un público que, en realidad, terminan siendo los jubilados mismos y que dicen, encima, casi siempre lo mismo.

Los dueños de la plaza

La cuestión, sin embargo, es que hay muchos mismos.

Algunos mismos son los de esta radio:

  • Fuera Bullrich.
  • Fuera el gobierno hambreador. 
  • Fuera el FMI.
  • No al genocidio en Gaza.

Otros mismos son los de esta calle, como Alicia, de 80 años, que cobra la jubilación mínima ($304.723,90 más el bono de $70.000) y se ríe del aumento del 1,5% otorgado para julio porque dice que le significan sólo $5.000 más, “pero el kilo de la milanesas sale quince mil”.

Los mismos son estas historias, estos cuerpos, que ya garantizaron la sostenibilidad de todos los miércoles, convocando a nuevos sectores y nuevas luchas, y logrando también que, al menos en las últimas semanas, la plaza entera sea de ellos y ellas. 

Una oportunidad para hacer lo quieran.

La clave, quizás, sea imaginar qué hay ganas de hacer. 

Los dueños de la plaza

Ricos y pobres

Eduardo ilumina con unos ojos tan celestes que impresionan. Es del sur bonaerense y tiene 79 años, 4 hijos y 3 nietos. “Que cada miércoles se sumen nuevos sindicatos u organizaciones por un lado es una alegría. Hace un año y medio atrás éramos 30, 40 personas, y de a poquito se empezaron a sumar más por nuestra continuidad y persistencia. Pero también da tristeza, porque esta gente no es que viene a apoyarnos, sino porque cada vez está peor, o porque se ha quedado sin trabajo o no les alcanza para vivir”. 

Resume la batalla actual: “Lo que está en juego es quién se queda con la riqueza del país, el pueblo o el poder económico, que se está apropiando del país. Por eso les pido a los pibes que estudien para saber quién es quién en esta historia. Quiénes son los Sturzenegger, los Macri, las Bullrich”.

Sobre esa desigualdad a la que se refiere el jubilado, en estos días el CELAG, Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica) difundió que el 10% más rico del país acumula el 59% de la riqueza argentina, y el 50% de la población apenas llega al 4% de la riqueza nacional, lo que explica la tendencia de los últimos años acrecentada por el actual gobierno.

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La carne, el whisky y el caviar

Patricia Bullrich es la ministra de Seguridad y máxima responsable del operativo en el que la Gendarmería hirió al fotógrafo Pablo Grillo el miércoles 12 de marzo, en una de las marchas de jubiladas y jubilados. Es la misma que era ministra de la misma cartera en el gobierno de Mauricio Macri, cuando la Prefectura Naval asesinó a Rafael Nahuel en 2017. Esta semana, la Cámara Federal de Casación Penal ratificó la condena a cinco integrantes del Grupo Albatros (ninguna supera los 5 años y 8 meses). La sentencia no alcanzó a las autoridades políticas (autores intelectuales) en un molde que parece repetirse en la historia argentina: este jueves 26 de junio se cumplen 23 años del crimen de la Policía Bonaerense a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Dice Eduardo: Los responsables políticos nunca van presos, y como lo saben, hacen lo que quieren”.

¿Qué representa el aumento del 1.5%? La info de Eduardo: “No sirve para nada. Sigo respirando porque todavía tengo nariz. Carne ya dejé de comer cuando asumió este hombre. El gobierno de Alberto Fernández no fue un buen gobierno, pero un kilo de carne costaba dos mil pesos, hoy vale doce mil. Hablan de una inflación ficticia, quizá miden cuánto aumentó el whisky o el caviar”. 

Motosierra a enamorarse

Virginia tiene 70 junios y es de Carapachay, zona norte bonaerense. “Este gobierno habla y habla del dólar mientras nos sube la jubilación mínima cinco mil pesos, es vergonzoso. Cuando una se jubila la vida no termina. Nos jubilamos para hacer lo que cuando trabajábamos no podíamos. Este momento de nuestras vidas lo deberíamos usar para redescubrirnos, para hacer lo que queremos, estudiar, viajar, enamorarnos, cuidar a los nietos, pero el empobrecimiento nos quita calidad de vida, la posibilidad de hacer aquello que estuvimos esperando durante más de 30 años”.

Héctor tiene 74 años y un gorro tipo piluso, del que cuelga un cartel: “Genocidio jubilatorio”. Explica que ese genocidio que denuncia es lento pero permanente de parte del gobierno. “Ahora nos valló todo el Congreso, porque les molesta que marchemos alrededor, quieren alejarnos de la gente, por eso nos encierran en la Plaza. Saben que acá estamos y seguiremos estando, porque no hay cómo justificar que sigamos cobrando la miseria con que nos están matando. ¿Qué hago con la suba del 1.5%? Me compro un alfajor más”.

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Se ríe para no llorar, y se corrige: “Bah, un alfajor no, mejor una fruta porque nos tenemos que cuidar la salud. Así que con la suba para julio, en vez de comer un durazno voy a comer dos”.

Una luz

Anduvo por la marcha también Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años a la que casi mata la policía el 12 de marzo tras empujarla haciéndole golpear la nuca contra el suelo. “Siempre voy a estar viniendo” dice con la sonrisa de quien vive para contarla.

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Beatriz Blanco.

También estaba el padre Paco Olveira, mirándose a sí mismo en la tapa de la nueva edición de MU.

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El sacerdote Francisco «Paco» Olveira.

Después de la marcha, Zulema y la caravana de Jubilados Insurgentes se fueron para Avellaneda a la vigilia homenaje por los asesinatos de Kosteki y Santillán. Los convocaron para hacerles, a su vez, un homenaje a ellos con una exposición fotográfica de la lucha de todas las semanas. Así se une aquel crimen con la represión de este Gobierno: “En lo de Pablo Grillo fue fundamental el rol de los fotoperiodistas, como en aquel momento con lo de Darío y Maxi”. 

En aquel 2002 el trabajo de los fotógrafos desnudó el encubrimiento que intentó el gobierno de Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la provincia de Buenos Aires. “Si no era por eso, le iban a cargar las muertes a las espaldas de los propios manifestantes”, dice Zulema. Por ese crimen fueron condenados a perpetua el comisario Alfredo Fanchiotti y el cabo Alejando Acosta, quien goza hoy de libertad condicional. “Pero no condenaron a los responsables políticos”, dice Zulema.

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En el caso de Grillo, el único responsable que ha sido señalado hasta ahora es el cabo Héctor Guerrero: el Juzgado Criminal y Correccional Federal N° 1, a cargo de la jueza María Servini, informó hace unas horas que secuestró la pistola lanza gases que utilizó el 12 de marzo, ya que las pruebas fotográficas y fílmicas lo apuntan como el autor material del disparo. En el caso de Fabrizia, la nena de 9 años gaseada en septiembre de 2024, el juez Sebastián Ramos procesó al policía federal Cristian Rivaldi. “Pero antes de eso le echaban la culpa a los rescatistas”, compara Zulema.

Si bien los responsables políticos –Duhalde y Solá entonces, Milei y Bullrich hoy– siguen impunes, a Zulema se le iluminan los ojos con la ratificación de la condena a los prefectos por el asesinato de Rafael Nahuel: “Cuando pensábamos que entrábamos en una época oscura por la complejidad de la justicia, por lo menos hubo una abertura de luz”.

Sobre la cadena de mandos, agrega: “No nos queda otra que seguir en la lucha hasta juzgarlos a todos” dice antes de rumbear hacia Avellaneda, a seguir abriendo luces en una época oscura.

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Actualidad

Lo invisible

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Por Claudia Acuña

El artista italiano Salvatore  Garau fue noticia estos días  porque vendió una escultura invisible. La tituló Yo soy. La casa de subastas Art- Rite le entregó al comprador un certificado mientras exhibía la pantalla en blanco. Esa nada se cotizó en 18.300 dólares.  A pesar de no poder verse, el artista impuso algunos requisitos para su venta: la obra debe situarse en un lugar libre de obstáculos con un espacio alrededor de un metro y medio.

No es la primera vez, aunque sí la mejor remunerada, que Garau presenta obras invisibles. La última la instaló en Nueva York, antes en Milán. Todas consistían en lo mismo: un espacio vacío delimitado por cintas blancas que forman un cuadrado y un audio que recita:

 “No me ves, pero existo, justamente sobre esta blanca y redonda geometría.

Sientes mi ausencia que es una verdadera existencia.

¿Aún no me ves?

Sin embargo, estoy aquí, frente a ti

y lloro porque soy belleza y amor, que están desapareciendo.

Dame la forma que quieras.

Haz que no desaparezca del todo.

Si me sientes presente, existe”.

El artista justificó así la obra: “No se ve la escultura, tampoco el artista y sin embargo estamos los dos. Representa una perfecta metáfora de estos días. Estamos viviendo un momento en el que nuestro ser físico, nuestro existir, es reemplazado por nuestras imágenes virtuales y por nuestra voz, también impalpable. Nuestro ser de carne y hueso debe enfrentarse con la ausencia, que es la verdadera presencia en estos tiempos”.

El miércoles de esta semana una multitud desbordó la Plaza de Mayo en un acto que tuvo como protagonista un escenario vacío. ¿Por qué instalar un escenario para no subir a nadie? Lo que ocupó un lugar central fue, en cambio, un audio de wasap, que transmitía un mensaje de la ex Presidenta Cristina Fernández. Sin embargo, ese escenario vacío también habló: dijo mucho sobre lo que representa para esa fuerza política el proceso interno que desencadena su condena. Imposible no recordar la letra de Charly que, proféticamente habla del escenario vacío, de “una prisión que no es mía”, de “ventanas muy agitadas” y de “un millón de manos que me aplauden.”

Aquel miércoles y a pocas cuadras otro vacío se hizo oír. En los alrededores del Congreso y en la marcha de las y los jubilados –que hace apenas dos semanas era definida por referentes de esa misma fuerza política como el punto de unión “de todas las luchas”– se quedó esperando que la multitud caminara las pocas cuadras de distancia para acompañarlos.

Y nada.

Así ese vacío imperdonable se convirtió, también, en una perfecta metáfora de estos días.

Ayer viernes la ceremonia del audio de wasap se repitió en Parque Lezama.

Otra vez, la multitud.

Otra vez, el rito de la escucha atenta y sensible.

Otra vez el espacio poblándose sólo por el sonido.

Pero esta no hubo escenario, aunque sí micrófono, que utilizó Máximo Kirchner, el hijo de esa voz que no se ve, pero se siente. Le habló a una multitud que lo escuchó, pero –como al futuro– parece no verlo.

¿Es ese vacío lo que sostiene a Milei?

¿Es una invitación a colmarlo?

¿Es un peligro o una oportunidad?

¿O ambos?

Son algunas de las preguntas que en los próximos días, por acción u omisión, se irán revelando.

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