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Gualeguaychú oriental

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El 7 de octubre será una fecha digna de recordarse. En Nueva Palmira, Uruguay, se manifestó un flamante e inédito proceso asambleario a partir del encuentro de 100 ciudadanos argentinos y más de 300 orientales que crearon una Asamblea Regional contra las pasteras, los monocultivos, la forestación indiscriminada, el modelo de (sub) desarrollo empobrecedor, y la sordera de los gobiernos. Claves contadas a lavaca para indagar dónde está la democracia.
Fueron más de 400 personas que a lo largo de cinco horas, en el Club Palmirense de Nueva Palmira, Uruguay, se dedicaron a actividades temibles: se conocieron, conversaron, expusieron, debatieron, acordaron y desacordaron. Finalmente llegaron a una idea conjunta: la creación de la Asamblea Regional Argentina-Uruguay, que contó además con una participación brasileña del Movimiento Sin Tierra. Los asambleístas esperan ir contagiando a toda el área del Acuífero Guaraní, esta idea de no quedarse esperando las decisiones de gobiernos y empresas que afectan a comunidades enteras poniendo en tela de juicio qué significa que exista una “democracia”.
Para Carlos Vico, 47 años, 4 hijos, tambero uruguayo de Colonia Agraciada, lo que ocurrió fue una sorpresa y una esperanza, según su relato a lavaca. “Que viniera la gente de Gualeguaychú fue muy lindo. Pero para nosotros fue inesperada la cantidad de uruguayos, de más de 10 departamentos, que vinieron a plantear sus problemáticas para pensar juntos qué se puede hacer”.
La historia de Carlos fue la de cientos de productores que vieron, sin poder creerlo, que se estaba instalando en la zona la planta Isusa, de ácido sulfúrico. Comenzaron a reunirse, a reclamar. “Nos tuvieron un año y medio dando vueltas sin respuestas”. Idéntico que en Gualeguaychú, tuvieron que pensar en cómo dar respuesta frente a esa sordera y esa mudez de los “políticos” y las “autoridades” (el uso de las comillas se debe a lo inciertos que son tales sustantivos). “Hicimos varios cortes, por ejemplo en la ruta 21, para impedir no el paso de los vecinos pero sí que entraran maquinarias o elementos para la construcción de la planta”. El gobierno “progresista” de Tabaré Vázquez mandó reprimir el reclamo, Carlos y otros vecinos terminaron presos “pero al final los abogados negociaron para que no nos procesaran si levantábamos la medida. Eso hicimos, y me he quedado pensando que no sé si fue bueno. Creo que hubiera preferido que me procesen, pero seguir en la lucha” dice este hombre que de ordeñar vacas pasó a cortar rutas a fuerza de sentido común, el mismo con el que ahora estuvo organizando el parto de esta nueva experiencia ciudadana de democracia asamblearia.
El siguiente paso fue que Vico con otros productores como Hugo Viviani, emprendieron viaje a Gualeguaychú. “Nos recibieron con los brazos abiertos, estaban mucho más avanzados que nosotros en muchos aspectos, pero empezó un intercambio que ha podido desembocar en esto que hemos hecho en Palmira”.
La libertad en versión uruguaya
Hubo primero una serie de intervenciones a modo de presentación en el Club Palmirense. “Tuve la sensación de ver a los uruguay9s con mucha más libertad que hace unos meses” dijo a lavaca el asambleísta gualeguaychense Gustavo Rivollier. “Antes se notaba una presión oficial tremenda que tal vez ahora siga existiendo, pero la gente ha empezado a soltarse, a hablar y a pensar que tiene que hacer cosas”. En Gualeguaychú siempre estuvo claro que sólo la participación de ciudadanos uruguayos podría llegar a ser determinante para intentar cambiar el escenario que proponen las multinacionales frente a las comunidades, y los gobiernos que suelen sensibilizarse frente a sus problemas (los de las empresas). “Esto fue un primer paso, al cual vamos a tener que ponerle muy fuerte el hombro. Te diría que no sé si está atado con alambre, para ser sincero, pero es un paso muy importante. Esto que pasó era impensable hace dos meses”.
Gustavo cuenta además que hubo todo un debate sobre si las decisiones deberían tomarse por consenso, o por votación: “Es muy linda la idea, pero un poco idealista cuando hay demasiada gente participando. Alguien dijo que al consenso se llega por maduración. Pero yo no creo que la Asamblea de Gualeguaychú sea inmadura. Lo que ocurre es que somos muchas personas participando, el consenso se hace complejo y votar es una forma de seguir adelante”. En todo caso, es todo un indicio que se debatan estos temas sobre cómo hacer operativas formas más directas de democracia, que además están planteando visibilizar problemas productivos y de empleo centrales en las sociedades de estos tiempos. El debate no se resolvió del todo, y continuará en próximos encuentros.
Voluntad propia vs. voluntad financiada
Carlos Vico cuenta que en Colonia Agraciada empezaron muy pronto con los reclamos contra la planta de ácido sulfúrico Isusa “pero nadie nos dio bolilla porque toda la cúpula del gobierno y de todos los partidos uruguayos están alineadas con estas empresas multinacionales. Y algunos que estaban en contra ni se atrevieron a decirlo”.
Para Carlos la fuerza de la flamante Asamblea es su diversidad, y también el problema que deberán encarar para congregar todos los reclamos. “Vino incluso un señor llamado Bautista, de Tranqueras, en el otro extremo del país, contando la cuestión del trabajo esclavo en el trabajo forestal. La prensa de Montevideo ni lo recibe”. Este silencio periodístico y político alrededor de problemas sociales parece una de las paradojas claves para los que dudan sobre qué es lo progresista que queda en pie del gobierno del Frente Amplio.
-¿Por qué parece cada vez más operativo el hecho de organizar estos procesos asamblearios?
-Me parece que el gobierno decide sin tener en cuenta lo que piensa la población, la gente común. Pero hay mucha gente que piensa, y eso le hace mal al gobierno, porque esas personas empiezan a reaccionar, a criticar, a hablar e informarse. Y cuando eso pasa, la única que te queda es rebelarte, ir, venir, no quedarte quieto
¿Cuál es la opinión de ustedes sobre Botnia?
-La peor. No vemos fácil la posibilidad de pararla, o no sabemos cómo. Pero tenemos esperanzas de que algo pase. Es el primer clavo que tenemos los uruguayos. Para la instalación de Ence en Colonia ya hay toda una movilización pero ellos responden planteando que van a dar trabajo. En Fray Bentos fue igual, y ahora lo que manda es la desocupación. Aquí lo importante es que a este encuentro cada uno que vino fue por voluntad propia, no hubo financiamientos políticos ni de ONG. Lo único que hicimos fue carnear un cordero para invitar a la gente a comer, y poner a disposición nuestras casas para los que tuvieron que quedarse a dormir.
Carlos acuerda con una idea: hay más democracia en asambleas y debates regionales como el de Nueva Palmira, que en el hecho de votar en un cuarto oscuro. “Si la gente se moviliza es porque los gobiernos no hacen lo que necesita la sociedad, y ni siquiera hacen lo que prometieron.
Las medidas de fuerza
Carlos Vico dice que no tiene duda alguna sobre los efectos contaminantes de Botnia. “Dentro de un tiempo metés un dedo en el río, y te va quemar”. Ya un efecto es que se llamó a licitación en Fray Bentos para el célebre balneario Las Cañas, y no se presentó nadie. “Claro, con ese monstruo ahí al lado echando humo y con las máquinas funcionando todo el tiempo, ¿quién va a ir ahí a descansar o a bañarse?”
¿Qué sería lo mejor de aquí en más? “Que la asamblea siga funcionando, y según mi entender, las medidas de fuerza. Lo que se hizo en Gualeguaychú es un ejemplo. Aquí tendríamos que ir logrando una mayor concientización y participación. Por eso explicamos que con lo smonocultivos, la extranjerización de la tierra y todo lo demás, nos están empujando a todos a la pobreza, al abandono del campo y a aumentar los cinturones de pobreza en las ciudades”.
Las medidas todavía no están definidas. La Asamblea Regional se reunirá una vez al mes. En los próximos días se conocerá el documento de este primer encuentro. Mientras tanto, la presentación en sociedad queda hecha: hay gente que ya no quiere quedarse esperando, que no quiere la pasividad, y ha decidido, como dice Vico, actuar por voluntad propia. El 7 de octubre ya fue. Lo que pase de aquí en más irá encadenándose a esa historia.
 

publicada 07/10/2007

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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