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El grito sagrado

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Veinte Cartas Abiertas fueron firmadas en MU por mujeres que crearon así una herramienta para organizarse y seguir el debate legislativo hasta que el aborto sea legal. Primero fueron las actrices, después las escritoras y lo que siguió fue una sucesión imparable de mujeres auto-organizadas. Una nueva voz social que llegó para expresarse dentro y fuera del Congreso. Esta nota fue publicada en la edición 123 de MU. ▶CLAUDIA ACUÑA

Es miércoles 23 de marzo, previo al feriado largo que antecede el inicio del tratamiento en plenario de comisiones de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Es la octava vez que este proyecto de ley ingresa al Congreso y todas sabemos que es la definitiva. Del otro lado del teléfono la actriz Dolores Fonzi hace la pregunta que hay que hacerse ante esta oportunidad histórica:
¿Podemos hacer algo para que salga la ley?
La respuesta fue una Carta Abierta.
La iniciativa
Dolores Fonzi armó inmediatamente una lista de Whatssap donde incluyó a las actrices que tenía entre sus contactos. Inmediatamente también se definieron en grupo los objetivos de esa Carta:

  1. Estaría dirigida a las diputadas y los diputados que integran el plenario de comisiones, especialmente a los que no habían todavía expresado su posición o se habían manifestado en contra del proyecto.
  2. El texto debería ser amplio en sus términos y concreto en su pedido: que voten el proyecto de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
  3. La Carta Abierta era una herramienta para comunicarle a esas diputadas y diputados que un grupo de mujeres se organizaba para seguir el tratamiento de este proyecto, desde su tratamiento en el plenario de comisiones hasta que llegue a convertirse en ley. Una forma de oponer a los lobbys de pasillos la participación pública en asuntos legislativos.
  4. Para que quede claro ese compromiso la firma no sería virtual, sino presencial. Cuerpos vs rosca.

El grito sagrado

Fotos: lavaca.


En 24 horas 24 actrices de diferentes generaciones y trayectorias se reunieron en MU para firmar la Carta Abierta que redactaron de manera colectiva, teniendo muy presente los objetivos propuestos y a quiénes estaba dirigida. Filmaron con un teléfono celular la lectura, se fotografiaron juntas con los pañuelos verdes atados en el cuello y crearon así una forma de organizarse capaz de contagiar, motivar y activar a mujeres de todos los sectores, todas las provincias y todas las identidades, bajo un mismo grito: Aborto Legal Ya.
Crearon también, en el mismo acto, una nueva voz social: la bautizaron Actrices Argentinas.
Esa Carta Abierta fue firmada por 410 actrices y fue entregada en mano al presidente del plenario de comisiones en la primera sesión por Verónica LLinás, Carla Peterson y Griselda Siciliani.
Desde aquel día, las actrices argentinas no pararon más.
El grito sagrado

Fotos: lavaca.


Tomar la palabra
Apenas unos días después, a las 7 de la mañana, las que hablan por teléfono son las escritoras Claudia Piñeiro y Cecilia Szperling. Estaban conmovidas por la acción de las actrices y ese sentimiento no era tan sólo de empatía, sino de motivación. Un motor.
Consultaron cómo habían diseñado la convocatoria y entendieron lo esencial. Ellas, que tienen el oficio de escribir, decidieron no redactar otra Carta, sino suscribir la misma.
¿Por qué?
“Por varios motivos –dirá hoy Claudia Piñeiro- y viéndolo desde hoy creo que fueron todos correctos. En principio, para sumar. También para reconocer el origen de esta acción. Pero además porque entendimos quién tenía que escucharnos y, en ese sentido, la Carta de las actrices tiene el tono que creíamos necesario para penetrar en un ámbito que nos ha negado tantas veces. Fundamentalmente, por lo práctico: creo que si habríamos el debate dentro de las escritoras sobre qué teníamos que escribir todavía estábamos discutiendo cada palabra. Y esto tienen tiempos urgentes, precisos, que hay que contemplar para poder lograr el objetivo que buscábamos”.
Las escritoras decidieron también que aprovechar el esfuerzo ya hecho es una forma de construcción social colectiva.
Así sumaron su acción, que acumuló más de 400 firmas y la participación de 251 autoras que se reunieron en MU y pusieron el cuerpo para gritar juntas:
-¡Aborto Legal Ya!
El grito sagrado

Foto: lavaca.


La trama
La actriz Cecilia Dopazo entusiasmó a una amiga arquitecta para que organice la firma de la Carta Abierta en su sector. Se sumaron las diseñadoras. 615 firmas y fotos colectivas en las escaleras de la Facultad.
La actriz Andrea Pietra conversó en un cumpleaños infantil con su amiga médica, Edurne Ormaechea, cirujana y uróloga pediátrica, quien como no encontraban forma de combinar horarios para juntarse a firmar con sus colegas la Carta, les propuso grabarse con el celular para así bordar una serie de videos donde se las puede ver en consultorios, pasillos de hospitales y hasta salas de parto de hospitales públicos, enunciando sus nombres, especialidades y un mismo reclamo: Aborto Legal Ya.
Generaciones aborto
Las fotógrafas escribieron su propio texto y reunieron 250 firmas. El diluvio que enmarcó el día de la firma no amedentró ni siquiera a la más vetarana, la enorme Sara Facio, que llegó con su bastón y piloto verde. La ovación que recibió por parte de las más jóvenes agregó a la ceremonia de reunirse para firmar la Carta una carga emocional más: rendir homenaje a las que iniciaron esta batalla por la igualdad.
Ese aplauso espontáneo se repitió en el encuentro de académicas e investigadoras universitarias, cuando rectoras, profesoras y titulares de cátedra reconocieron así el trabajo de la profesora de filosofía y legendaria feminista, Diana Maffia. Fue este, también, el sector que primero activó la federalización de las firmas: por correo llegaron las firmas de académicas de cinco universidades nacionales de todo el país. Y siguen llegando. Hasta el cierre de esta edición ya superaban las 2.000 firmas estampadas al pie de un breve texto que enuncia un único pedido concreto: que las diputadas y diputados voten el proyecto de la Campaña Nacional.
El grito sagrado

Foto: lavaca.


Mucho más que números
¿Cuántas bailarinas hay en Argentina? 913 firmaron la Carta Abierta. 249 se reunieron en MU para reafirmalo.
¿Cuántas mujeres trabajan como técnicas en la industria del cine? 88 se autoconvocaron para exigir que el aborto deje de ser una práctica clandestina.
¿Y artistas visuales? 220 firmaron su Carta.
¿Y comediantes? 43 se juntaron para firmar la suya.
¿Y cirqueras? 139 dejaron su nombre en la reunión colectiva.
¿Y locutoras? 97 se reunieron en Mu para leer en voz alta su Carta.
¿Y dibujantas? 79 se unieron para suscribir la suya.
¿Y emprendedoras? 94 se juntaron bajo la lluvia para hacer su foto colectiva.
¿Y músicas? 306 pasaron por Mu para dejar su firma.
¿Y periodistas? 700 ya firmaron su Carta y 431 se reunieron un día, a una hora, para gritar juntas Aborto legal Ya.
El abrazo
En cada Carta, en cada reunión, hubo abrazos, reencuentros, charlas sobre el silencio soportado, la violencia vivida, la época maravillosa que representa esta, la del encuentro, la del basta, la de por fin estamos juntas en algo. Y ese algo no es una consigna o un acuerdo programático o una idea.
Ese algo es un sueño colectivo: vivir sin violencia.
El aborto clandestino representa, entonces, aquello que Florencia de la V sintetizó mirando de frente y fijo a las diputadas y diputados que la escucharon, luego de contar cómo se enteró –tras años de silencio- que su madre había muerto desangrada: “Pasé mucho tiempo buscando quién era el femicida de mi madre hasta que entendí que ese femicida era el Estado”.
Hablarle al Estado
Cada Carta expresa también un forma de hablarle a ese Estado que no escucha, pero también a una sociedad que no comprende la urgencia, la necesidad, el basta, el Ni Una Menos, el No es No, el hasta acá. Es una voz que reconstruye también el tejido social que la impunidad de la violencia hacia las mujeres rompe cotidianamente, cuando sobre esa voz, en lugar de escucharla, de abrazarla, de comprenderla, se dispara desde órdenes hasta insultos para disciplinarla.
Las Cartas, si bien son distintas entre sí, tienen un mismo final, que le habla a los diputados y diputadas:
“Llegó la hora.
Hagan Historia y salden su deuda con las mujeres”.
El grito sagrado

Foto: lavaca.


Hacer historia
Es posible que la letra de estas Cartas sea un mañana analizada con una mirada que quizá obvie que no es lo que dicen sino quiénes lo que importa.
Son las firmas, ese puño y letra garabateados con emoción, con decisión y junta a otras, lo que hace importante esta historia.
Son ellas. Cada una y todas juntas.
Haciendo lo que hay que hacer ante una oportunidad histórica: organizarse para hacer, nada más ni nada menos, algo.

La revolución de los hijas

Laura Novoa llegó a firmar la Carta de actrices junto a su hija Mora, de 17 años. Días después, Lucía Galán firmó la carta de músicas junto a su hija Rocío, de 21 años. No fueron las únicas: muchas de las artistas que firmaron en MU revelaron que las hijas cumplieron un rol fundamental.
Rocío da vuelta los términos: “No es que yo estaba acompañando a mi mamá: lo hacíamos porque nos toca a las dos. Ella también me estaba acompañando a mí. No siento que sea un proceso de una sola persona. Estamos unidas en este punto, entre todas nos estamos acompañando”.
Mora agrega: “Cuando mi mamá hace la Carta Abierta a diputados y diputadas, cuando se junta, siento que ella también me acompaña a mí. No suele pasar: sentir que en tu casa te acompañan, entienden, tienen conciencia de lo que está pasando y no solo eso, sino que luchan para cambiarlo. Un montón de veces me emocioné y me siento parte de su proceso también. Sobre todo con este tema del aborto que creo que implica una conciencia de clase muy fuerte, me pone muy bien que mi mamá tenga esa conciencia, no solo del poder de decisión sobre el propio cuerpo sino del poder modificar algo en el rango de lo social y lo cultural”.
Mora: “Ir a las marchas es súper importante, militar para el afuera, cuando hay que poner el cuerpo ponerlo, y cuando hay que ir al pañuelazo ir, pero también, en mi grupo de amigos, estamos intentando interiorizar todo eso. No que se quede en el marco de un día, una marcha, una bandera, sino aplicarlo para uno mismo todos los días. Es algo muy difícil de hacer, no hay nada escrito: es hacer prueba y error e intentar generar mecanismos”.
Rocío: “Coincido, es un trabajo más interno lo que trato de hacer, pero obviamente que ir a las marchas es muy importante: es la representación de lo que uno cree. Se ve”.
Mora: “Me acuerdo que cuando fue el primer Ni Una Menos, en el colegio leímos el documento y lo debatimos, yo estaba en segundo año, a partir de ahí fue un viaje de ida: empezar a cuestionarme todo, todo el tiempo, y hacer un proceso interno de deconstrucción que sigue vigente y que no va a terminar nunca posiblemente”.
Rocío: “Vivo las cosas siendo mujer, si tengo que luchar por eso, me considero feminista. Cuando empecé a ver los movimientos que iban haciendo amigas mías que están mucho más metidas en el tema fue cuando me empecé a cuestionar un montón de cosas. Con el tema aborto estoy metiéndome mucho más: me parece muy importante para las generaciones que van a venir después”.
Ambas son artistas. Mora está en el último año del colegio secundario, y también del Instituto Vocacional de Arte, donde tres veces por semana va a estudiar teatro. Rocío estudia música en una academia, junto a una amiga colombiana están armando un dúo y componiendo.
Mora y Rocío charlan se escuchan, miran, responden y muchas veces completan las frases de la otra. Hablan un mismo lenguaje.
Mora: “Las artistas están en constante relación con imaginar mundos posibles, con imaginar la vida que una quisiera o quisiera para otros”.
Rocio: “A la hora de componer tenés dos cosas que me parecen principales: tenés voz, la gente te escucha, y tenés libertad. Qué compones es tu elección”.
Mora: “Esto es un dominó”.
Mora y Roció están no se conocían. Al terminar la nota terminarán riendo, abrazadas.

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