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Ladrones: Los trabajos improductivos

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Una obra de teatro creada a partir de un robo. Dos ex delincuentes en escena: lo que hay detrás de sus historias, desde una biblioteca popular, hasta Nueve reinas. Vivezas, asaltos y líneas de fuga para pensar la época. Por Sergio Ciancaglini.

Ladrones: Los trabajos improductivos

Esto no es un artículo periodístico sino una obra de teatro que en realidad no es teatro como el que estamos acostumbrados a ver, al menos en la Ciudad Autómata de Buenos Aires, porque hay un actor que hace de ladrón y dos ladrones que hacen de actores, aunque todos actúan de lo mismo y con sus propios nombres: los que hacen de Wali, Pedro y Dani son Wali, Pedro y Dani.

Esto no es una nota ni una crítica sino una caminata, porque en esta obra no hay un escenario sino tres espacios, y los espectadores deben ir por un laberinto de túneles apenas iluminados para pasar de un lugar al otro, como un tren fantasma peatonal. Pedro dice: “Vengan”, y vamos todos detrás de él. Es una obra movilizadora: sin moverse por los túneles no hay manera de verla.

En realidad no son solo tres sino que hay más escenarios: pantallas de televisión que muestran desde arriba lo que uno ve de abajo, o agrandan lo chiquito, o reproducen fotos de Google Maps registradas por la cámara de un pequeño vehículo comandado a distancia, un dron de cuatro ruedas.     

Y muestran también las pantallas cómo Wali transmite desde otro lugar los intrigantes contenidos de una heladera. O revelan algo inédito: lo que pasó minutos antes en la misma función cuando los que estamos allí –filmados por cámaras de seguridad- interpretábamos el curioso papel de espectadores que recorren un laberinto de túneles. 

Esto es un asalto

La obra se llama Los trabajos improductivos. El autor y director es Gerardo Naumann, aunque él dice que no le interesa el teatro sino la política. ¿Qué es la política? “Una pregunta sobre qué podemos hacer juntos”.

Con esa pregunta recorriendo su cabeza como un dron, tuvo una inspiración un día que fue víctima de un robo: vio al ladrón como un personaje que monta una escena, con su vestuario, sus palabras, utilería y gestos. El precio de la entrada: un celular y la plata de la billetera.

“Es toda una actuación, un montaje callejero, una ocupación del espacio, un modo de confundir y de sorprender”, cuenta Gerardo, que ya había decidido trabajar no con actores profesionales sino con personas que hicieran de sí mismas. “No creo que necesitemos actores para que nos representen sino que las personas pueden representarse a sí mismas”.

Esa idea tiene un eco de lo que ocurre cuando las personas delegan el poder y son supuestamente representadas por políticos. Duda Gerardo: “Bueno, hay formas más o menos responsables de hacer esa delegación, pero lo que me interesaba era crear una obra con personas que tuvieran la experiencia de sacarle las cosas a otras, hurtar, no producir. Los ladrones toman objetos de otros, reciclan”. Esta oración refiere a los delincuentes y no al sistema representativo.

Agrega: “Había en todo esto dos profesiones muy vinculadas: por un lado los actores y artistas que no producen nada o producen algo que en principio el mundo no necesita, y por el otro los ladrones. Para mí era obvio que había que poner a trabajar juntas esas profesiones”.   

Faltaba realizar un casting para elegir a los actores. En su Cuaderno de notas Germán escribió que “podría dar con un ladrón si me dejase asaltar y durante el asalto convenciese al asaltante de que nos empecemos a encontrar para ensayar”.

Más sencillo fue buscar contactos y visitar cárceles, que generaron más contactos.

Detalle: Naumann no tenía una obra para la cual buscar un elenco, sino que buscaba un grupo para definir qué hacer. Así nació Los trabajos improductivos, con tres protagonistas en escena:

Daniel Elías, 37 años, vive en Salta y salta por el mundo con sus oficios de actor, autor y director de cine y teatro cuando no está en Cafayate, manejando un camping. Formó un grupo de trabajo llamado Gente no convencida: un modo de escaparle a los dogmas en el arte. 

Waldemar Cubilla, 36 años, pasó 10 de ellos preso, estudió Sociología en la cárcel, se recibió con las mejores notas (10 en su tesis), es investigador en la Universidad de San Martín y profesor del área de Desarrollo de Talentos en cursos que una empresa vende a diferentes organizaciones.

Pedro Palomar no sabe su edad exacta. Pasó 35 años de su vida en prisión. Se le adjudica haber inspirado al menos en parte al personaje que Fabián Bielinsky (1959-2006) creó para Ricardo Darín en la película Nueve reinas. Trabajo actual: Oficial de Justicia en la Defensoría Oficial número 12 del Ministerio Público de la Defensa porteño.

Ladrones: Los trabajos improductivos

El director Gerardo Neumann.
Foto: Lina Etchesuri

¿Hoy te bañaste?

Gerardo Naumann no conoció ciudad alguna hasta que cumplió 6 años. Se crió en San Miguel del Monte, a 107 kilómetros de Buenos Aires, donde su padre manejaba un campo. “Mi papá tenía la preocupación sobre la utilidad de crear algo, de hacer las cosas”. El niño Gerardo aprendió a limpiar la enorme cucha del perro, o a darle leche a los terneros guachos, separados de su madre. De adolescente trabajó en verano en un campo de Santa Fe. Para ahorrar, en el campo contrataban presos en la última etapa de su condena. Aprendió Gerardo a convivir con esas personas que no hablaban de lo que habían hecho. Escribe en su Cuaderno de notas: “Nos divertimos mucho ese verano y pierdo para siempre esa imagen de ladrón = inseguridad”.

Estudió Comunicación Social. “Terminé la carrera conflictuadamente, me puse a escribir obras y trabajé en cualquier cosa. Como vendedor ambulante en colectivos vendía unas calcomanías de una fundación trucha que decían: ‘Los ganadores no usan drogas’. Fue una escuela de actuación”.

“Como aprendí alemán con mi abuelo, di clases de idioma y ahí me salió hacer una obra con esas frases tan lindas de cuando uno aprende idiomas. Se llamó Emily. Quise hacerla en algún negocio de venta de muebles de cocina”, relata. Lo rechazaron en todos los negocios de la Avenida Córdoba de la Ciudad Autómata de Buenos Aires, pero apareció Lanús. “Un contacto de mi vieja. Me tomé un bondi, aceptaron que hiciera la obra allí. Ahí empecé a conocer el conurbano, las fábricas, y nació otra obra, La Fábrica, y luego El carterista”.    

Los trabajos improductivos arranca con diálogos a través de comunicadores hasta que Dani, Pedro y Wali se quedan parados mirándose y preguntándose mutuamente cosas sobre el café con leche, las galletitas, el azúcar, las noticias, la ducha, las milanesas, Internet. “Es todo un juego alrededor de la memoria. ¿Qué recordamos sobre lo que decimos y lo que nos dicen en esas charlas cotidianas?”. Pregunta de principiante: ¿Es una metáfora de algo? “No: son tres tipos en una sala teatral hablando de esas cosas, como en un vacío”, dice Naumann. En el vacío del presente, los tres se aferran a las nimiedades para tener cosas tranquilizadoras sobre las cuales hablar, pero con la mayor precisión posible. Cuántas horas de sueño, cuántos minutos de ducha, si la coca era light o normal. Luego Wali se va y transmite desde otro lugar lo que encuentra en una heladera. Calculan cuánta agua hay en una botella, cuántos vasos de agua entran en una zapatilla, cuánto tardará Wali en tomársela. “Ahí está lo mensurable, la utilidad”, dice Naumann. Se usa una cafetera para hacer un huevo frito, la zapatilla para medir la cantidad de agua, el microondas para secar la zapatilla.     

Estos pantallazos acaso sirvan para entender el estilo de la obra que se presentó en el Cultural San Martín, que fue llevada a Montpellier, Francia.

Tal vez, como en el laberinto de túneles que la conforman, la obra vuelva al principio, a seguir presentándose.

Cárcel-villa-universidad

Los momentos más autobiográficos de Los trabajos improductivos ocurren cuando Waldemar Cubilla y Pedro Palomar muestran sus propias sentencias.

Waldemar mismo lee “robo doblemente calificado por su comisión con arma de fuego y en poblado y banda en grado de tentativa” y luego los detalles sobre cómo con pistolas semiautomáticas “desapoderaron ilegítimamente a los playeros del dinero que llevaban… dándose luego a la fuga a pie”, hasta que los agarraron. Corría 2008. 

Pedro lee en voz alta el fallo en el que el tribunal resuelve condenarlo “a la pena de cinco años de prisión, con declaración de reincidencia, por resultar coautor penalmente responsable de delito de robo agravado por el uso de armas…”.   En La Matanza, 2003. “Asalto a un supermercado” aclara Pedro.

La historia de Waldemar tuvo dos etapas carceleras. En la Unidad 48 la Universidad Nacional de San Martín instaló la carrera de Sociología, compartida por detenidos y guardiacárceles. Waldemar cambió de papel. El ladrón se transformó en estudiante: “Parece loco, pero la cárcel fue importante. Siempre me gustó leer, estudiar. Pude hacerlo por estar preso. Y al estudiar se te abren ideas y conceptos. Por ejemplo, la diferencia entre ser y estar. Uno dice: soy un preso. Pero después entendés: no somos, sino que estamos presos”. Waldemar estudió Sociología “sabiendo que nació como una herramienta de dominación, una disciplina de las élites en Europa para entender a los negros que empezaban a gritar, para aprender a manejarlos, a controlarlos. ¿Pero qué pasa si un pibe se forma en la Sociología desde el otro lado, desde el lugar del observado que observa al observador? ¿Por qué no estudiar Sociología desde los márgenes?”.

Waldemar generó un estallido de roles protagónicos: ayudó a alfabetizar presos, participó en el conjunto musical Rimas de alto calibre, creó el grupo teatral RevolucionArte para hacer la obra El acompañamiento, de Carlos Gorostiza. Ya cumplida su condena fundó en la villa La Carcova de José León Suárez la Biblioteca popular La Carcova (sin acento, como la pronuncia los vecinos), que fue un ranchito cerca de los santuarios del Gauchito Gil y San La Muerte y hoy ya es una construcción de cemento que funciona como corazón barrial. Terminó la carrera de Sociología con una tesis sobre los cirujas y cartoneros de José León Suárez, y el trabajo cooperativo de reciclado de basura (ver nota Parar la olla). Hace todos los papeles, pero nada es actuación sino una misma lógica: “No puedo quedarme quieto. No me voy a instalar delante de un televisor, o ir solamente a trabajar. Eso me hace sentir muy vacío. Lo que quiero es estar acá en el barrio y hacer cosas, encender mechas”. 

Las percepciones de la época

Terminada la función, dice Wali: “La obra es como un desafío a esas instituciones democráticas que quieren medir el trabajo, Yo la entendí así. Y es una aventura casi a ciegas. Ir buscando algo que no se sabe qué es”.

Se queda pensando: “Siempre creí que estuve una banda de años preso, pero cuando conocí a Pedro me di cuenta de que no eran tantos. Tan solo una década la mía”.

Dani retruca veloz: “La década ganada”, ríe, y luego reconoce: “Pedro y Wali son increíbles. Me la pasé robándoles gestos, actitudes. No hablo de una teoría sino de estar trabajando juntos y admirarlos”. Pedro señala a Dani: “Mirándolo a éste aprendí a caminar de nuevo. Veo cómo se mueve con una naturalidad que yo sólo tenía cuando iba a robar. Esa era mi actuación: estar alerta, radiografiar a la gente, ver lo que otros no ven, manejar los tiempos”.

Si dedicáramos esa misma capacidad de percepción a leer el presente, ¿qué se ve? Waldemar: “Lo que se ve es un tiempo donde pierden legitimidad todas las instituciones de la democracia. Puede sonar pesimista lo que digo, pero también abre el juego para que otros actores que están por fuera de la rosca puedan surgir. Ya sea el feminismo o las organizaciones de base. Yo vengo de una organización de base por fuera de cualquier orgánica. Nunca nadie nos escuchó. Y por estar afuera es como que estamos más legitimados”.

Waldemar observa dos dimensiones que van a contramano. “Una estructural, o macro, que va en retroceso, en recesión, con todo lo que implica eso para la gente. Y hay otra dimensión micro, una línea de fuga, que es la posibilidad en esa dimensión micro de escapar de la situación de crisis total. Es medio contradictorio, pero lo veo en la Biblio, y lo siento. Y además por lo que se está viendo, de acá en más que comanden las mujeres”.

Bambi y Van Gogh 

Pedro Palomar puede tener alrededor de 65 años. Fue dejado por su madre con una familia que vivía en una isla de los Esteros del Iberá. Cuando tenía 6 años su madre lo fue a buscar y lo llevó a Buenos Aires. Iban hacia la Villa 31, él se escapó jugando y se perdió. Solo hablaba guaraní. Terminó en el convento de la Recoleta que hoy funciona como centro cultural. “Nunca fui tan libre como en los Esteros”. Escapó mil veces de las monjas y vivía con bandas de la calle. Le enseñaron a defenderse de degenerados, a no robarse entre ellos, y a no ser ortiva. Creció aprendiendo a robar: “Nunca quise ser pobre”, razona. “Pero nunca disparé ni lastimé a nadie. Les agradezco eso a las monjas. Lo mío era robar solamente”. Agrega la frase: “Era un ladrón romántico”.

Es fuerte en la obra el tema de uno de los apodos de Pedro: Bambi. “Era chico, me iba al cine Los Ángeles y veía la película todas las veces que podía. Me partía el alma”. Se sabe que Bambi ha sido considerada una película de terror, cuando no una agresión de Walt Disney a la infancia. “Lo que yo veía era la orfandad”, dice Pedro, que reencontró a su madre en tal estado de alcoholismo y decadencia que prefirió seguir viviendo en la calle con sus amigos, y escaparse al Los Ángeles a ver cómo moría la mamá del ciervito. En la cárcel, se tatuó a Bambi en la espalda. “Recién tuve documento a los 33 años. Me puse la fecha de nacimiento el 26 de noviembre de 1953 –se ríe- pero no te voy a contar por qué. Fue mejor cuando no era un ser humano registrado. No existía. Podía ser cualquier persona, ir a cualquier lado. Tuve más o menos 20 nombres. Mucho tiempo me llamé Alexis y después Roque. Capaz que alguno lee esto y dice: ¡mirá donde estaba este hijo de puta!”.

Recuerda Palomar que de joven pasó por el Pozo de Banfield: “Era 1975. Gobernaba la Triple A. Con nosotros practicaban las torturas que después sufrieron los desaparecidos. No te quiero contar lo que me hicieron por pudor, me da vergüenza. Nunca lastimé a nadie. Pero ellos…”. El Bambi argentino en su propia película de terror.

Años más tarde Fabián Bielinsky lo entrevistó en la cárcel: “Para robar yo hacía papeles de contador, abogado, exportador, comprador, banquero, hasta que llegás a donde está el dinero y te convertís en lobo. Y si podés, te lo llevás. O quedás tirado. Incluso estuve en Europa, con bastante suerte en lo mío. Yo le conté cosas pero lo de él era lo del fraude, metió eso de los sellos en la película. Lo mío en realidad fue un Van Gogh”. ¿Falso? “¡No! Verdadero. Chiquito. Yo lo robé para otra gente, me pagaron, luego hubo una traición, pero era mucho más intrincado que lo que hicieron en Nueve reinas que fue más un porteñismo de la época”.

Tuvo diez condenas en total y con más de media vida en la cárcel Bambi se encontró con el defensor oficial, Federico Stolte, que decidió acercarle una computadora. “Fue lo mejor que me pasó en la vida. Ahí fui libre”. Escribió Mi vida como ladrón, No habrá un libro inconcluso, dos libros de cuentos sin título y otro llamado Yo y mi conciencia: “Ese es de terror”. Cuando Bambi se ganó su libertad física, Stolte lo incorporó a la justicia porteña. “Se defiende a los que nadie defiende. Pero en la provincia de Buenos Aires las defensorías se matan trabajando, ganan dos mangos, y no tienen ningún reconocimiento ni apoyo”, dice este admirador de Hemingway al que leer y escribir le cambió la vida, como se la cambió a Wali estudiar en la cárcel.

Cuando se jubile, Pedro se dedicará a hacer un trabajo artístico que mezcla pintura y tallado en madera. “Nunca viste algo así en tu vida. Con luz ves una cosa, sin luz ves otra”. Siempre es difícil saber qué se está viendo. Waldemar dice que este encuentro teatral generó una amistad que va a perdurar, porque aparte de todo lo hecho, siempre queda mucho por hacer.

Pedro contesta: “Sí, en este país siempre queda mucho despelote por hacer”.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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