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Tierra viva: MU en campos agroecológicos de Lincoln

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36 productores y 12 ingenieros agrónomos que manejan casi 12.000 hectáreas se volcaron a la agroecología: no usan agrotóxicos, mejoran el ambiente, la producción y sus ganancias. Las claves de lo grupal y lo personal. Los argumentos profesionales y prácticos en un viaje al corazón de la nueva Pampa húmeda. Por Sergio Ciancaglini.

El grupo de 40 personas formado por ingenieros agrónomos, productores y vecinos, está en ronda en medio de un campo, ante la curiosidad de las vacas. Más allá quedaron las camionetas que nos acercaron al establecimiento Don Joaquín de Lincoln, provincia de Buenos Aires, Pampa húmeda, surfeando caminos embarrados. 

En términos camperos, 40 personas son una multitud. Botas de goma de caña alta, ponchos, boinas, una cordialidad que los urbanos hemos disuelto en neurosis, frío de campo y de aire libre, y la sorpresa con la que nos esperaban Hernán y Carolina: un chocolate caliente, hecho con leche de este campo agroecológico.

Las personas en ronda señalan el suelo, tocan hojas con las yemas de los dedos, hacen cálculos, hablan de estilos de vida, y sueltan palabras que forman una red o un rompecabezas: fertilidad, deudas, leguminosas, sequía, rentabilidad, malezas, tecnología, miedo, insumos, cheques, bosta, transiciones…

La ronda está rodeada de verde, cielo y horizontes. Una palada en el suelo logra que el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá atraiga la atención del resto. Tranquilo, didáctico, un académico que mete los pies en el barro, Cerdá es fundador de la RENAMA (Red Nacional de Municipios y comunidades que fomentan la Agroecología), de la cual Lincoln forma parte.

La pala muestra la tierra negra, las raíces y los tallos de esas pasturas. Se ven zigzaguear unas lombrices, cosa que todos celebran. No es que piensen en ir a pescar: las lombrices son un síntoma de algo positivo que está ocurriendo en estos suelos que ya no padecen aplicaciones del paquete tecnológico de herbicidas, insecticidas y fertilizantes.     

Cerdá acerca su nariz a los puñados de tierra. Todos lo imitan. Parece una cata de suelo. Tomo una porción de esa pala que parece una cuchara gigante. Es tierra esponjosa, no ensucia.

Tierra viva: MU en campos agroecológicos de Lincoln

Foto: Martina Perosa

¿Cómo sería una crónica del olor? Habría que recuperar el sentido genuino de algunas palabras: la tierra sana tiene un olor limpio, fresco, vegetal, agradable, vital, profundo, suave, agreste, natural, que me envía hacia la memoria de algo que no sé qué es, pero es bueno. (Esto no se reemplaza con los desodorantes de ambientes que financian publicitariamente parte de la televisión argentina, que sigue oliendo como ya se sabe). Cerdá: “La tierra en el modelo convencional es dura, cuesta meter la pala, y casi no tiene olor. No hay lombrices ni organismos. Es un suelo sin vida”.

El grupo recorre luego varios lotes del campo en un clima que la productora Mabel Vesco refiere así: “Andamos muy animosos”. Están tramando, aprendiendo y explorando juntos algo que hasta ahora aporta como resultados: hacer lo que quieren, vivir más tranquilos, cuidar lo que los rodea y perder menos plata. O sea, ganar más.

Tierra viva: MU en campos agroecológicos de Lincoln

Foto: Martina Perosa

11.828 hectáreas

Daniela Rumi es una combinación de profesora de Química y Biología con campesina sub-40. Su marido, Pablo Argilla, es especialista en sistemas y vegano con estilo chacarero. Gente con capacidad de sentir algo, y ponerse a hacer cosas al respecto.

Pablo: “Supimos que se iba a crear RENAMA en Rojas, acá a 100 kilómetros. Era mayo de 2016. Agarramos el auto,  fuimos con nuestro hijito (Efraim) a ver qué onda”. Daniela: “Yo me crié en el campo, me fui a los 18, siempre pensé en volver, pero descubrimos que ya no era un lugar muy saludable”. Ella fue a escuchar las charlas técnicas de la RENAMA; él, las dedicadas a la producción: “Vivo de hacer sistemas de facturación para pequeñas empresas, además cultivo una huerta familiar, y mi papá tiene un campo de 50 hectáreas. Quedamos muy tocados por todo lo que se dijo allí”. 

Los 100 kilómetros de vuelta a Lincoln fueron un torbellino: “No teníamos tanta información sobre lo que provocan los agrotóxicos en la salud del suelo, el ambiente y las personas”. Quedaron en contacto con Cerdá, fueron a conocer campos como La Aurora, de Juan Kiehr en Benito Juárez (Mu 79: La que se viene), modelo agroecológico según la FAO (Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura). Daniela: “A fines de 2016 vinieron unas 30 personas al patio de mi casa, y fundamos el grupo Conciencia Agroecológica”. Surgió lo inesperado: “Al principio la mayoría eran docentes, jubilados, comerciantes, pensamos que era algo que iba a interesar desde la educación, la salud, la alimentación, la feria agroecológica. Pero el tema explotó por el lado de la producción”.

Durante 2017 se multiplicaron las reuniones y visitas de productoras y productores a La Aurora y también a Guaminí, con ocho campos en producción agroecológica (Mu 106: Campo recuperado). La movida en Lincoln sigue creciendo. Hasta ahora:  

  • Hay 24 productores en Conciencia Agroecológica que suman 2.253 hectáreas propias y 2024 que alquilan. Total: 4.277 Ha.
  • En el grupo hay además 14 ingenieros agrónomos, 12 de los cuales asesoran a otros tantos productores que no integran formalmente C.A., pero están en transición agroecológica y suman campos de 7.551 Ha.
  • Total para Lincoln: 36 productores trabajando agroecológicamente, que manejan 11.828 Ha.
  • Pablo: “Y se suma cada vez más gente. Eso te muestra una tendencia”.
Tierra viva: MU en campos agroecológicos de Lincoln

Susana con tierra fértil.
Foto: Martina Perosa

Campos drogados

Cerdá completa datos sobre esa tendencia: “En la RENAMA hay 28 grupos que suman más de 70 productores en 7 provincias, y son 9 los municipios incorporados formalmente (Chabás, Lincoln, Bolívar, Guaminí, Gualeguaychú, Salliqueló, Coronel Suárez, General Alvarado, Coronel Pringles). Trabajamos con instituciones, universidades, grupos de investigación, defensorías del pueblo, las cátedras de soberanía alimentaria, el Hospital Italiano, facultades de Agronomía, el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Córdoba, la Asociación para la Agricultura Biodinámica de Argentina y tantos otros”.

Habría que sumar muchas experiencias de este tipo que no forman parte de la RENAMA, como la Granja Naturaleza Viva en Santa Fe (Mu 22) o la Colonia 26 de abril en Jáuregui, de la Unión de Trabajadores de la Tierra (Mu 124) por poner apenas dos ejemplos entre tantos. Todas hacen rancho aparte con respecto al modelo de fumigaciones masivas, monocultivo, transgénicos, desertificación, empobrecimiento y vaciamiento de los campos: una fumigación social y cultural.

Cerdá no deja de asombrarse: “Hay mucha gente con ganas de cambiar. Lo que prometió el modelo no resultó. Los costos se cuadruplicaron, los productores se endeudaron, estalló un conflicto porque las comunidades reclaman que se pare de fumigar, y se produjo una condena social”. Conviene recordar que diversos cultivos fueron genéticamente modificados por corporaciones como Monsanto, Bayer & Afines para que fueran inmunes a los venenos. El “paquete tecnológico” de los transgénicos, por lo tanto empieza en la semilla, pero obliga a los productores a usar agrotóxicos.     

Tierra viva: MU en campos agroecológicos de Lincoln

Mabel Vesco, tambera.
Foto: Martina Perosa

 

“Pese a todo cada vez hay más malezas resistentes: de una o dos hace 20 años pasamos a más de 30 actualmente, explica Cerdá. “Entonces ¿qué propone el modelo? Tirar más y más agrotóxicos, cada vez más caros, ni hablar ahora con el precio del dólar”. Argentina está consumiendo entre 300 y 400 millones de litros de herbicidas por año, unos 3.500 millones de dólares que los productores transfieren a las corporaciones, mientras organizaciones como Aapresid (la asociación de siembra directa cooptada por el negocio transgénico) emiten “alertas rojas” por el Yuyo colorado o por biotipos de nabos resistentes a todos los herbicidas conocidos. 

Síntomas del presente, según Cerdá: “Hay enfermedades crónicas cada vez más difundidas: cáncer, celiaquía, tiroidismo. Dicen que no hay evidencias científicas de que sean por este modelo de producción, pero está claro que las enfermedades aumentan, que aumenta el uso de plaguicidas y que se detectan los venenos en los alimentos, como lo viene estudiando el EMISA (Espacio Multidisciplinario de Investigaciones Socio Ambientales) de La Plata. Eso se acumula en nuestro cuerpo: ahí puede estar el origen de muchas enfermedades crónicas”.   

Sobre drogas: “El modelo enajena mucho. Funde a los productores y los deja presos de un sistema que es como la droga: precisa cada vez más. Lo vendieron como un remedio, pero un remedio es algo que uno toma una vez para curarse, y después lo dejás. Lo de los agrotóxicos no es un remedio, sino una adicción. Se precisa cada vez más, y los productores creen que no pueden dejar de usarlos. Acá se está demostrando lo contrario”.

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Roberto Perkins, asesor.
Foto: Martina Perosa

¿Qué es la agroecología?

Santiago Sarandón, fundador de la primera Cátedra de Agroecología en el país define: “La Agroecología surge como un nuevo campo de conocimientos, un enfoque, una disciplina científica que reúne, sintetiza y aplica conocimientos de la agronomía, la ecología, la sociología, la etnobotánica, y otras ciencias afines, con una óptica holística y sistémica y un fuerte componente ético, para generar conocimientos, validar y aplicar estrategias adecuadas para diseñar, manejar y evaluar agroecosistemas sustentables”. Cerdá y muchos otros agregan a esa idea el concepto de biodinámica que implica conocimiento de preparados biológicos y de ciclos lunares (entre muchas otras cosas) para enriquecer la vida de suelos, plantas, animales y personas. 

O sea: no se trata de recetas ni cócteles de herbicidas sino de enfoques científicos y prácticos, estilos de trabajo, que funcionan según el lugar. Es diferente lo que hacen en Misiones que en la Pampa húmeda o Neuquén. Es diferente la agroecología aplicada a la producción de huertas, que la que propone dinámicas de trabajo en grandes extensiones agropecuarias. Las une el modo de pensar la relación con la Naturaleza y la mirada sobre la actividad agropecuaria. 

“La agroecología tiene tres patas: ambientalmente sustentable, socialmente justa, y económicamente rentable”, agrega Pablo Argilla. Lo económico tiene un sentido obvio: “Si no se es rentable, si no hay sustento, no se puede continuar”. Muchos productores empiezan atraídos por ese aspecto, aunque luego suele percibirse eso que Mabel llama “andar animosos”: una actitud diferente hacia lo grupal y hacia la vida.

Lo social se refiere especialmente a que “los alimentos lleguen a todos, que no tengan un precio mayor”. Eso diferencia los productos agroecológicos de los orgánicos, que requieren una certificación que los encarece y terminan siendo productos de exportación o para sectores de altos ingresos. “Lo agroecológico además revaloriza lo que el productor sabe, y facilita que más gente viva en el campo”.

¿Qué de todo esto se ve en Lincoln? Pantallazo de principiante: se asocian cultivos de leguminosas (como la vicia o el trébol) con gramíneas (trigo, sorgo, maíz y demás). Las leguminosas cubren y protegen el suelo, lo nutren, fijan nitrógeno, lo enriquecen. Así se evitan los fertilizantes químicos. Explica Cerdá: “La gente piensa que el fertilizante es un alimento para el suelo pero es como darle jamón crudo, intoxica al campo, crea necesidad de más agua, y faltante de agua para las otras plantas”. Por una serie de procesos internos la planta fertilizada con químicos produce aminoácidos que atraen más plagas. “Entonces tenés que fumigarlas, y empieza la rueda de nuevo. Y todo lo provocó el propio sistema con un cultivo desequilibrado”. 

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Hernán Fanelli, productor.
Foto: Martina Perosa

Otra clave: las leguminosas nutren realmente al suelo pero además, al ocupar el espacio, impiden la aparición de malezas, evitándole al productor financiando las guerras de las corporaciones contra los nabos y los yuyos.

En un suelo cada vez más vital, los cultivos crecen mejor y nacen pasturas sanas para ganado, que a su vez abona y fertiliza aún más el suelo: nada se pierde, todo se transforma. Se diseñan corredores biológicos para los insectos, con lo que se elimina el gasto en insecticidas y se facilita la aparición de insectos benéficos.

Frente a un modelo de monocultivo, químicos y enfermedad, aparece un enfoque que lleva al policultivo, la biodiversidad y logra tal vez una utopía: que ciencia y sentido común, por fin, sean aliados.

Mosquito a la vista

Hernán Fanelli es ingeniero agrónomo, alto, flaco, dueño del campo Don Joaquín, y anfitrión del chocolate caliente: “Son 120 hectáreas propias y se están alquilando 270 más. Estamos en una transición: todavía no tenemos todo el sistema funcionando agroecológicamente, pero vamos hacia eso”.

Tienen unas 800 cabezas de ganado, tambo, y un antecedente: “Intentábamos trabajar con menos insumos. Cuando me enteré de las reuniones del grupo el año pasado, y entendí que podía aplicarse a mediana o gran escala, dije: vamos con esto”. ¿Qué cambió? “Bajás los costos. Mejora la condición de los suelos y todo evoluciona de forma más natural”.

Sostiene Fanelli: “Los rendimientos no bajaron en los forrajes de invierno para producción de leche, ni en los cultivos de verano como el maíz para hacer reservas para silo y para grano. Lo que sí bajó fue el costo de insumos”.

¿Cuánto ahorró?  Fertilizantes, de 14.000 litros en 2016 se pasó a cero. Glifosato: de 393 litros en 2016 a 48 este año. “Estoy haciendo la cuenta a ojo, pero el ahorro debe ser de unos 150.000 pesos anuales, según el precio del dólar. Quiero llegar a producir sin ningún insumo y que el sistema se autoabastezca”.

La hostilidad del modelo quedó en evidencia mientras recorríamos Don Joaquín. A menos de 50 metros, por el camino de tierra, pasó un mosquito del campo vecino fumigando con la mayor naturalidad del universo. “Tienen que haber visto que hay 40 personas acá reunidas, pero fumigan igual, no les importa, y además perjudican a los otros campos”, dice Carolina Sgarbi, la pareja de Hernán, con quien tienen niño y niña, de 7 y 4 años. Es ingeniera agrónoma, profesora en Junín de la Universidad Nacional del Noroeste de la  Provincia de Buenos Aires (UNNOBA) en Manejo integrado de plagas. “Siempre tuve una mirada crítica hacia los agroquímicos, que incluso la gente usa en los jardines de su casa. Aquí hace tiempo se quiere trabajar de otro modo”.  Sobre el mosquito: “Hay una inconciencia total. Para mí es falta de educación”. ¿O falta de prohibiciones? “Tal vez somos hijos del rigor”, dice Carolina mirando el artefacto amarillo que se aleja fumigando hacia campos vecinos.

Tierra viva: MU en campos agroecológicos de Lincoln

La boina de Jorge Themtham.
Foto: Martina Perosa

Acompañante terapéutico

Mabel Vesco, del campo El Trébol, abrió su hogar a todo el grupo. Nunca pude conocer casas de campo que sean “estilo campo”. Esta casa es “estilo Mabel”, mujer baja, con rulos, movediza,  enérgica. “Tengo tambo, ganadería y algo de agricultura. Son 150 hectáreas. Viajé a Guaminí. Lo que vi me convenció: me volví con mis tres bolsas de vicia para sembrar. Todos me cargaban. Hicimos un pequeño ensayo en lotes no muy buenos, pero creció bien. No usábamos herbicida, achicamos gastos y nos encontramos con un suelo más vivo”. Mabel sonríe: “Terminé vendiendo 37.000 kilos de pasturas”.

La recorrida cruza por lotes de avena con vicia. Pablo explica lo que se ve: “La avena tiene hojas gruesas y bien verdes, con excelente estado de salud y vigor”. Vimos también vimos el silo de avena y vicia, la nueva producción de El Trébol.

Juan Carlos Pelizza, esposo de Mabel: “Vivimos en el campo y nos dimos cuenta de que este también era un tema de salud nuestra y de los animales”. El contagio, según Mabel: “Ver los campos de Guaminí fue extraordinario, pero además nos explicaron cosas que me generaron emoción y entusiasmo. Y confianza. Nadie se funde por hacer esto, y la tierra te devuelve cosas muy importantes”. ¿Qué cosas? “Paz interior”.

El campo de Mabel tiene un asesor: el ingeniero agrónomo Alfredo Alcaraz, correntino radicado en Córdoba. Alfredo conoció la experiencia de La Aurora a través de Mu: “Mi señora también es ingeniera agrónoma, me pasó la revista, y fui. Y aquí estamos haciendo esa transición. A veces me dicen que más que asesor soy el psicólogo, el acompañante terapéutico. Pasa que asusta pasar de un modelo al otro, pero los problemas técnicos son secundarios”.

El ingeniero Alcaraz explica: “El sistema lo único que te ofrece es una determinada rentabilidad teórica en función de insumos. Eso es falso. Y uno se siente solo. Por eso es importante que aquí haya un grupo”. Reconoce Alcaraz un problema de base: “Todos los colegas, agrónomos, veterinarios y técnicos, venimos de una formación productivista que tergiversa la cosa. La maleza es para la soja transgénica. Pero para mí, es alimento para la vaca: no hay tal maleza. Entonces se trata de pensar y aplicar una tecnología de procesos y no de insumos. Entender cómo funcionan las cosas y leer la realidad. Porque si te quedás en aplicar lo que te dicen en la facultad vamos muertos”.

Los pioneros de Lincoln, en el primer año de experiencia, compraron 2.000 kilos de semillas de vicia para iniciar la producción sin insumos. Gracias a los resultados, la segunda compra fue de 30.000 kilos.

Maíz y mujeres

Las conversaciones en Lincoln son sorprendentes. En tiempos técnicamente horribles, saqueados y embrutecidos, estas personas hablan de fertilidad, producción, convivencia e incluso felicidad. No como palabras o ilusiones, sino como prácticas.

También hablan de números. En el campo de Susana Rabaza, Cerdá explica una diferencia invisible entre el maíz transgénico y el agroecológico. “Siempre se habla del rendimiento, pero no sobre el contenido de ese maíz”. El maíz natural tiene 6113 partes por millón (ppm) de calcio, contra 14 del transgénico. Potasio: 113 ppm contra 7. Magnesio, 113 ppm contra 2. La desproporción también se verifica en cultivos como lechuga, tomate, espinaca y frijoles, según estudios de la Rutgers University de los Estados Unidos. “Son alimentos que ya no alimentan”.

Susana reconoce a Mu: “Yo era desconfiada, pero cuando conocí La Aurora fue espectacular: me cambió la cabeza. Vi una avena con hojas anchas así, el campo hermoso, el aprovechamiento de cada cosa”. Ha decidido que una hectárea de su campo se utilice para hacer huerta agroecológica que gestionará un grupo de jóvenes para producir verduras. “Tenemos incluso chefs en el grupo. La idea es que mucha gente pueda hacer lo mismo, que sea una huerta frutihortícola que pueda comercializar en la Feria Agroecológica que se hace en Lincoln todos los meses”, explican Eduardo González y Bernardo Agudo, a cargo del proyecto. Cerdá agrega un dato: “Ya pude hacer canelones y tortillas de vicia, que tiene casi tantas proteínas como la carne. Los que dicen que quieren alimentar al mundo tendrían que producir este tipo de cosas”. 

Soledad Varela es otra mamá joven -de Eloísa- propietaria junto a su pareja de dos campos que suman 350 hectáreas que ella gestiona: “Con la producción tradicional gastaba la mitad de los terneros en generar la comida para las vacas. Apareció esto de la agroecología, fui incorporando lotes al sistema y este año ya no compré insumos, las vacas se mantienen con los cultivos, y tengo todas las terneras para reposición. Solo gasté en impuestos y mantenimiento”.   

Otra cuenta de Soledad: “Me ahorré dolores de cabeza con contratistas que no te cumplen, con pagar insumos, cubrir cheques, vender para tapar el agujero anterior… manejaba mucha plata para vivir con poca plata. Y no quería fumigarme yo, ni a la gente, ni a mi hija. Rescato que volví a tener contacto con la naturaleza, porque pensás en  cómo nacen los pastos, y no en cómo matarlos. Y al final, trabajo menos”. Es veterinaria, y alguna vez trabajó vendiendo agroquímicos. “Te dabas cuenta de que era una porquería, pero parecía lo único posible”.

Lo grupal: “Como mujer es muy difícil conocer otras mujeres que hagan esto. Vas a un cumpleaños en el pueblo y no hay muchas productoras. Acá en el grupo sí hay bastantes, pero además todos son muy abiertos. Se puede hablar, compartir inquietudes, eso es muy valioso”. Soledad habla de su nombre: “Salís de la soledad pero no como algo trivial, que no te hace crecer en tu vida personal. Salís dentro de un grupo con intereses en común. Eso vale mucho”.

Tierra viva: MU en campos agroecológicos de Lincoln

Benjamín Themtham, Soledad Varela, Eduardo Cerdá, Carolina Sbargi y Susana Rabaza: un nuevo estilo de producción.
Foto: Martina Perosa

Salida laboral

Roberto Perkins, ingeniero agrónomo y sobrino 2º del piloto Gastón Perkins fallecido en 2006, está con un grupo alumnos de la Tecnicatura Superior en Producción Agrícola Ganadera. Les dice: “No hay que enamorarse de la tecnología. La mayor seguridad es conocer el recurso con el que trabajamos, que es la naturaleza”.

Perkins es asesor de Santiago Paolucci, 71 años, que se permite hablar a un tiempo de utilidad y felicidad: “Veníamos con una decepción. Usábamos todos los agroquímicos y fertilizantes, sin ganancia, sin utilidad. En cambio ahora los lotes superaron varias veces la oferta forrajera que teníamos, y la tierra está sana. De 300.000 pesos de costos pasamos a 100.000. Pero además, cuando uno lo piensa, todos esos productos te hacen convivir con la muerte. Matás plantas, matás suelo y es como que estás en una guerra, en una actitud de agresión. ¿Por qué? Me parece mejor vivir en un estado de amistad. Es más tranquilo y más feliz”.      

Marcelo Calles es otro ingeniero agrónomo, asesor en campos que suman 12.000 hectáreas, el 80 % dedicado a la producción convencional. En su 4×4 explica: “Esto está empezando. Cuando fui a Guaminí, ver esos cultivos fue mucho más importante que todas las palabras que me podían decir. Vi trigo sano, verde, bárbaro, sin problemas de pulgones, sin malezas. Ahí me entusiasmé y es lo que estoy aplicando por ahora en 400 hectáreas que monitoreo. Hoy veo a la agroecología como algo muy importante para el cuidado de los suelos, del ambiente, y también como salida laboral. Porque no hay muchos ingenieros agrónomos que estén preparados, y esto es lo que se va a venir. La gente en las ciudades cada vez más va a decir que paren de contaminar: se nota un cambio de conciencia. Y yo quiero estar capacitado para producir de ese modo”.

Jorge (61) y Benjamin Themtham (37), padre e hijo, llegaron desde 30 de agosto con sus boinas de alta gama. La familia tiene 136 hectáreas desde hace más de 100 años, más otros campos alquilados con producción tambera, cría, invernada, engorde de novillo y agricultura de girasol o trigo. Jorge: “Al cambiar de sistema, me olvidé del gasoil, no tengo una sola boleta que pagar, ni una deuda. Y aprendí cosas nuevas: a mi edad eso es una maravilla”. Benja: “Solo de glifosato evitamos pagar unos 2.500 dólares este año, sumale los otros herbicidas y fertilizantes. Pero fijate, ya ni sé el precio, ni me interesa. Te convencen de que hay que ser empresario, y para serlo  tenés que comprar lo que ellos te venden. El modelo no funciona más”. Benja prefiere que le digan productor, o una palabra olvidada: campesino.

Oliendo plantas, me cruzo al irme del campo de Santiago con Javier García, también ingeniero agrónomo, asesor de empresas y profesor de un colegio agrotécnico. Dice: “Lo que me entusiasma de todo esto es la dimensión humana. La agricultura tradicional desplaza a a la gente de los campos, que se vacían. Y como no hay gente, tampoco hay votos, entonces todo queda muy abandonado por el Estado”.

Este ingeniero dice algo que tal vez implique seguir mirando el suelo, el cielo y el horizonte para entender lo que viene: “Si se siguen alineando los planetas, la agroecología puede ser una gran oportunidad para hacer  las cosas bien”.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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CABA

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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