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La cátedra del macho: Teoría y práctica para combatir el acoso

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¿Qué es el acoso? ¿Todas las formas de acoso son iguales? Del escrache en redes sociales a la justicia machista, la teórica Marta Lamas escribió un libro que trajo polémica pero que también echó luz sobre algunas confusiones. Desde la probation que cumplió Baby Etchecopar a un caso reciente de acoso en la Universidad de la Patagonia, propuestas para salir por arriba. Por Claudia Acuña
Es un libro pequeño e incómodo.
Muy.
Se mete con la espada de la pregunta en la selva del movimiento feminista latinoamericano. Y al finalizar el safari, nos deja marcada con puntos suspensivos la tarea a completar: las respuestas hay que construirlas en debates, sin prejuicios ni dogmas, con la creatividad como bandera y la experiencia como maestra.
Marta Lamas es la autora de este libro provocadoramente titulado Acoso: ¿denuncia legítima o victimización? y eso significa que lo escribió la académica de género –utilizo este denominación con toda la intención de resaltar lo que el Orden del Saber representa con esta categoría- más importante de América Latina, si por importante se entiende que se trata de la referente en esta materia de la usina de las ciencias sociales más grande de la región: la Universidad Nacional de México (UNAM).
Este, su último libro, no se consigue fácilmente –de hecho, sólo estuvo disponible este año en el stand que el Fondo de Cultura Económica montó en la Feria del Libro-, aunque ya hay varias reseñas locales que lo han criticado con saña, por diversos motivos. El principal es el prejuicio: la burocracia de género argentino detesta a Marta Lamas. En parte, con la excusa de su posición a favor del trabajo sexual, pero más porque esta hija de argentinos -que editó la primera revista de divulgación del pensamiento feminista (Fem) y el primer suplemento feminista en el diario La Jornada-, fue marcando el ritmo de las consagraciones y reconocimientos en la región. Con el tiempo, su ascenso en la jerarquía mediática y universitaria la llevó a conducir, además, la más importante publicación científica del continente (Debate Feminista), lo cual representa que ha sido la responsable de que controlar qué investigaciones acceden a esa instancia, obligatoria para que un trabajo académico sea considerado una teoría científica. Por cierto, la producción criolla no ha sido allí prioritaria, fundamentalmente por su falta de originalidad y su dependencia europea.
Estamos hablando, entonces, de quién controló la cancha, la pelota y ese juego durante años, sembrando y cosechando polémicas y desprecios.
Pero también estamos hablando de que Marta Lamas es, fundamentalmente, una activista o una militante, según la categoría ideológica que se prefiera. Su rol fue decisivo para lograr en 2007 que la Ciudad de México legalizara el aborto por primera vez en América Latina. Cuando explica cómo lograron que el movimiento feminista marcase semejante gol en el arco de la ciudad más grande en términos poblacionales y más dependiente en términos culturales de la Iglesia Católica, Lamas explica algo que aquí resuena tan incómodo como este libro: comprendió que jamás se sancionaría la ley si las acciones, el discurso y el lobby parlamentario lo controlaba el aparato de la burocracia de género, cooptado por los partidos, los subsidios, los kioscos, las prebendas y, sobre todo, la nula perspectiva política-social. Es decir, sin conciencia de clase, para decirlo en términos ideológicos clásicos.
Controlado por el aparato, nos cuenta Lamas, el aborto clandestino había sido convertido en un reclamo social negociable que, además, terminaba cotizando mejor cuanto más fuerza acumulaba. Para lograr la sanción, entonces, la estrategia del movimiento feminista mexicano representó hacer algo que localmente equivaldría a salirse del control de la Campaña Nacional para abrir el juego a la creatividad de otras fuerzas sociales.
Abrir no es romper, sino crecer, advierte Lamas, hasta acumular la fuerza de lo incontrolable.
Y lo incontrolable representa lo único que el poder teme.
Por eso, cede.
Esta posición –y sobre todo su éxito- es otra de las piezas del rompecabezas que explica qué representa Lamas en estas pampas universitarias: una rompe pelotas.
Ahora acaba de poner otra vez el dedo en el ventilador para romper un sentido común que intenta controlar al movimiento feminista. Estamos hablando, entonces, del aparente acuerdo o consenso -construido de arriba hacia abajo, es decir, desde la academia (el saber) y los aparatos (el poder)-, con la intención de definir sus objetivos, ordenar sus procedimientos, dirigir sus esfuerzos y, sobre todo, evangelizar sobre “qué está bien y qué está mal”.
Por eso mismo Lamas comienza por el principio, recordándonos que el movimiento feminista tiene un objetivo: que seamos libres.
Una misión: acabar con el patriarcado, que es, entre otras cosas, construcción de poder y subjetividades, modelo de producción de desigualdad y cultura.
Una forma de dar batalla: desobedecer órdenes, quebrar silencios, crear alegría y romper las pelotas, entre otras.
Y una identidad: la ética.
El feminismo jamás fue y nunca será moral.

Game over

El libro de Lamas comienza con esta frase: “No existe en el mundo nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo. Hoy esa idea que moviliza a millones de mujeres es: ¡Basta de acoso!”.
A partir de allí y durante 159 páginas desarrolla una serie de preguntas sobre lo que esta idea representa. Lamas no las responde, sino que alienta a crear esas respuestas socialmente, pero sobre todo teniendo en cuenta cuánto tiene este momento para el movimiento feminista de oportunidad histórica, pero también de peligro.
El peligro lo define rápido y claro: no podemos perder de vista que el objetivo del feminismo es la liberación sexual. Si olvidamos eso, alimentamos al enemigo.
Las oportunidades están representadas por los desafíos que supone levantar las banderas de la justicia en un sistema en el cual “nuestras instituciones y sus operadores no tienen el mínimo necesario de eficacia y decencia”. Concretamente, se pregunta y nos pregunta Lamas: “¿Con qué policía, con qué ministerios públicos y con qué jueces” vamos a lograr justicia para las víctimas de abusos?
Sabemos la respuesta: en esta batalla, sólo nos tenemos a nosotras.

Todo es nada

amas analiza el término “acoso” –“es molestar con cualquier cosa pesadamente”- y las definiciones jurídicas que determinan qué conductas acosadoras son penalmente sancionables -desde el abuso sexual hasta el laboral-, señalando lo único que tienen en común: la indiferencia, inoperancia y, fundamentalmente, la complicidad de eso que llamamos Poder Judicial. Es en esa instancia judicial donde se consagra la impunidad y, por eso mismo, es ahí a donde hay que buscar a los responsables de alimentar las denuncias públicas en las redes sociales.
Sin justicia patriarcal no hay escraches, nos recuerda Lamas.
Hasta aquí, cero polémica.
El dedo en el ventilador lo pone luego, cuando analiza que, al calor del estallido de denuncias públicas, se ha cocinado un guiso que mezcla bajo una misma denominación -“acoso”- conductas que no lo son. Y advierte un peligro: “Si todo es acoso, ya nada lo es”.
Como tan didácticamente lo sintetiza Melanie Tobal en un tuit: “A los 17 me violaron, a los 22 estuve con un manipulador y violento y a los 28 terminé destrozada emocionalmente por un irresponsable afectivo. Aunque dueña, necesitamos entender que las tres cosas no son lo mismo y el feminismo no puede reaccionar de la misma manera ante todo”.

Machismo social

Avanza Lamas: ¿Hasta qué punto las denuncias y reclamos que se formulan como acoso están evitando que se nombren la discriminación y la desigualdad que producen el machismo y la misoginia? Metida ya de lleno en el corazón mismo de la selva, sigue: ¿Se denuncian conductas machistas, pero no se las llama así, porque la única manera de llamar la atención es usar la palabra “acoso”, porque refiere a lo sexual?
Sigue: ¿Vamos a decir que ya no soportamos más el acoso o vamos a gritar también “basta de machismo”? Pensemos bien la respuesta, porque no es lo mismo. Una violación es un delito penal, pero no toda conducta machista lo es, aunque duelan, humillen y lastimen la autoestima.
Cuando hablamos de “conductas machistas” estamos hablando de “conductas ofensivas, molestas, discriminadoras”. Del hostigamiento continuo en el ámbito laboral, en el espacio público, en el aula, de un hacer y decir que nos hace sufrir todos los días, pero que no son ni mágica ni penalmente corregilbles o eliminables.
¿Cómo diferenciarlas, entonces, de las conductas delictivas, sin por eso soslayarlas? Arriesga Lamas: “Hay que crear conceptos nuevos para nombrar estos actos. Quizá sirva algo así como ´acoso social machista´, que es lo que padecen cotidianamente millones de personas en nuestro país. Situaciones humillantes y/o agresivas que afectan diferencialmente según la edad, la clase social, la condición étnica y la orientación sexual de quien las recibe”.
Advierte Lamas: no se trata tan solo de una definición. Este acoso social machista requiere políticas públicas, con acciones que atajen la violencia estructural, que pongan un freno a la zozobra y el miedo que sienten las mujeres al transitar espacios públicos, así como también a alentarlas a aprender cómo defenderse. Es decir, esta demanda feminista representa, sobre todo, una salida de la victimización que alimenta “la ola puritana que anhela una sexualidad domesticada”.
El peligro de no llamar a estas cosas por su nombre es, entonces, generar confusión acerca de qué queremos y quiénes somos cuándo hablamos en nombre del feminismo, porque esa confusión es la que permite que el enemigo se apodere de nuestra fuerza para reforzar nuestras cadenas.
No somos víctimas: somos sobrevivientes. Y por eso mismo, rebeldes.
“No va ser fácil cambiar la cultura machista ni la perspectiva victimista”, dice. Se trata, entonces, de crear instrumentos nuevos para abrir nuevas perspectivas. “Y para ello hay que hacer política, pero no cualquier política”, concluye Lamas.
¿Cúal? “Pese a la desolación que estamos viviendo, también convive el deseo de construir otro país y otras relaciones humanas”, señala. ¿Cómo? “Tal vez algo que podríamos empezar a debatir es quién es el enemigo principal, en este momento y en nuestro país”. Define al suyo: “Es la dinámica material y simbólica del capitalismo neoliberal, que ha fortalecido una política sexual moralizadora y represiva”.

La escena y el crimen

Es interesante relacionar este texto de Lamas con la experiencia del movimiento feminista argentino, ya que el primer ejemplo práctico de su teoría nació aquí, a partir de la denuncia que realizó el Movimiento Evita por los insultos que escupió el inclasificable Baby Etchecopar a una de sus integrantes. Lo condenaron a ceder 5 minutos de su espacio radial a diez referentes del movimiento feminista, además de obligarlo a donar quince mil pesos a Cáritas. La “sanción” se ideó en una asamblea de mujeres que reunió a integrantes de ese movimiento con militantes feministas de base –para decirlo en términos ideológicos clásicos-, todas interesadas en encontrar una forma “no punitivista” de ponerle límites a esa violenta prédica machista.
Ahora es en la Universidad Nacional de la Patagonia donde se ha creado otro procedimiento inédito para terminar con lo que clasifican como una “pedagogía machista”. La abogada Verónica Heredia, patrocinante junto a María Cristina Pagasartundua de las ocho denuncias realizadas por docentes y alumnas contra el profesor Bruno Sancci, cuenta así cómo se construyó esta demanda: “Conocí a Mariela Flores Torres en la Comisión contra la Impunidad, trabajando en los casos de violencia policial e institucional. Fue ella la primera en escribir en las redes sociales, el 12 de diciembre pasado, que durante una clase el profesor le había dicho delante de todos: ´Tenés tetas, pero pensás como hombre: por eso sos inteligente´. A partir de ese post se generó una catarata de testimonios que fueron dando cuenta de una situación que espanta”.
Leídos en conjunto, esas voces de mujeres encadenadas una detrás de otra dan cuenta de un caso que involucra a un docente que es titular de cuatro materias que se deben cursar al comienzo, a mitad y al final de la carrera, en una universidad en la cual el cuerpo docente está copado por el Poder Judicial, -“para dar clase tenés que ser juez y para ser juez, tenés que ser docente”, señala Heredia- y desde un claustro cuya misión es formar a quienes juzgan y forman: docentes y abogados. Por otro lado, los testimonios son de profesoras, investigadoras y alumnas, todas con altos puntajes académicos; muchas, militantes y varias con participación activa en la vida política comunitaria y universitaria. La postal es, en sí misma, descriptiva de una situación que dispara una pregunta tras otra.
¿Puede un docente reprobar o aprobar a una mujer porque es gorda? ¿Puede citarla fuera de la universidad para conversar sobre su tesis de grado y luego jactarse de esa cita en el aula? ¿Puede una mujer con formación universitaria, entrenada para hablar de pie y para escribir con exactitud, someterse y callarse?
Puede.
“Escribo y tiemblo”, dice uno de los testimonios. “No recuerdo cómo salí de ahí y tampoco cómo regresé a casa”, dice otra.“Lo peor me pasó cursando Didáctica Específica”, puntualiza otra. “Me dijo todo el tiempo que no había nada que yo pudiera hacer o decir que él no se enterara, que él tenía herramientas para acceder a mis correos electrónicos, a mis mensajes de texto; y que se enteraba de todo lo que yo hacía o decía. Yo sólo quería aprobar la materia”, completa otra más.
Sigue Heredia: “Luego de los posteos, se reúnen para conocerse. Así se conforma una colectiva de Mujeres Autoconvocadas. El primero de marzo viajé a Trelew, a escucharlas. Hablaron quince mujeres, entre denunciantes y testigos. Luego, nos pusimos a pensar qué representaba el cuadro que entre todas estaban pintando: qué escena, no qué crimen describía. Así fuimos delineando objetivos”.
¿A qué conclusión llegaron?
Para una asamblea, hablar con una abogada de un tema así es siempre demandar una intervención judicial y, en lo posible, penal. Y para una abogada, escuchar esos testimonios luego de intervenir en contextos de violencia institucional gravísimos es siempre un impacto, porque estamos acostumbradas a tratar en casos donde víctima y victimario tienen posiciones brutalmente asimétricas. Lo interesante, entonces, es hablar de todo eso, porque desacomoda los sentidos sociales previsibles. Así llegamos, finalmente, a una síntesis: no vamos a hacer esta demanda a la justicia, porque esa justicia es absolutamente funcional a estas conductas: es un lugar amigable con los machistas y hostil con las víctimas. Justo venía en esos días de escuchar a la mamá de Lucía Pérez y, todavía impactada por leer esa sentencia, les dije: una justicia que deja impune el crimen de Lucía Pérez nos hace cuestionar qué podemos obtener en esos ámbitos. No vamos a encontrar ahí lo que buscamos.
¿Qué acordaron entonces?
Presentar esta demanda a la Universidad y al Ministerio de Educación provincial, porque ambas son institucionalmente responsables. No sólo porque muchas de estas denuncias se presentaron sin que nadie les diera una respuesta concreta, sino principalmente porque produjeron las condiciones para que un docente hiciera y dijera eso. Un docente que forma docentes. Es decir: alguien que enseña así está enseñando pedagogía machista. Eso queremos detener.
¿Cómo pararla?
Este es nuestro intento. El 24 de junio presentamos la demanda ante el Consejo Académico de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Y también ante el Ministerio de Educación de la provincia de Chubut, porque también es profesor de terciario y secundario. Peticionamos, concretamente, investigación y sanción, pero también que quienes investiguen estas denuncias tengan perspectiva de género, porque si no, no van a ver ninguna conducta sancionable: de tan naturalizadas, estas prácticas, ciegan. También pedimos medidas de protección a las denunciantes, porque algunas tienen que rendir exámenes, y aunque el docente solicitó una licencia, su ausencia es voluntaria: ninguna autoridad le dijo que no puede dar clase hasta que esto no se aclare. Lo importante para nosotras no es lo personal, sino lo sistémico: estamos denunciando una práctica sostenida, avalada y naturalizada por el sistema educativo universitario. A él le pedimos que garantice erradicarlas, formando a sus docentes en prácticas respetuosas y no discriminatorias. Con esta demanda, concretamente, decimos que la Universidad ha tolerado y fomentado prácticas crueles, especialmente contra las mujeres. Y que eso se terminó: ya no las toleramos. Si no nos escuchan, vamos a gritar más fuerte, porque no nos callamos más”.

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Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

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¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?

Por María del Carmen Varela

Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?

La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.

Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.

¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.

Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.

En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.

Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.

NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA

Miércoles 30 de julio, 21 hs

Próximas funciones: los viernes de octubre

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Artes

Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

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“Vestite de gala y salí a la calle. Sacate la careta, ponete el antifaz”. Con esa consigna trabajadorxs de las artes escénicas salieron a exigir la derogación del decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro y pone en serio riesgo al sector teatral independiente. Hubo color y calor, pese a los tiempos oscuros y fríos. El apoyo de la gente en la calle, el fondo del planteo, y la inesperada reacción de Pluto.

Por María del Carmen Varela. Fotos: Sebastián Smok

Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

El público en la calle, sumándose al reclamo en favor del Instituto Nacional del Teatro.

La cita fue en la puerta del cine Cacodelphia, en Diagonal Roque Saenz Peña 1150, desde donde partió la colorida y ruidosa caravana que dobló por 9 de Julio y continuó por Av. Corrientes, hasta llegar a Rodriguez Peña. A las dos de la tarde el tramo de la Diagonal entre Lavalle y Corrientes fue punto de encuentro para actores, actrices, músicxs, bailarinxs, cirquerxs y zanquistas que engalanadxs con trajes de colores, vestidos de puntillas, tapados simil piel y elegantes sombreros le pusieron alegría y movimiento a una lucha que viene desde hace tiempo y se agudizó con el decreto que pone fin a a la autonomía y financiamiento del INT, entre otros organismos afectados. Una de las consignas: “Vestite de gala y salí a la calle. Sacate la careta, ponete el antifaz”.

Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

¿Quién dijo que hace frío?

Al grito de “Señor, señora no sea indiferente, estamos defendiendo el teatro independiente” la caravana de la cultura logró su objetivo. Irrumpieron sobre el carril peatonal de una Avenida Corrientes poblada de gente en plenas vacaciones de invierno y nadie quedó indiferente. Aplausos, bocinazos, brazos en alto y muchas gargantas se unieron al canto. El reparto de volantes con el logo de ENTRÁ –Encuentro  Nacional de Teatro en Resistencia Activa– puso palabras al reclamo:

Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

¿Te imaginás la calle Corrientes sin teatros?

Las luces apagadas, las pizzerías vacías

Los artistas callejeros sin público

¡Esta peatonal es orgullo nacional!

Y eso es gracias a nuestro teatro

Hoy, nuestro teatro llena la calle de música y color

en este desfile en defensa del Instituto Nacional del Teatro

que para quienes se pregunten ¿qué es y de qué sirve?

Para fomentar y garantizar que el teatro llegue a todo el país

Hace dos meses, el gobierno firmó el decreto 345 que vacía al Instituto

con argumentos falsos sobre su funcionamiento y financiación

¡Al INT, que con los impuestos que pagan los medios de comunicación y los juegos de azar,

produce obras, abre salas, genera trabajo y construye cultura e identidad federal!

¡El Instituto no solo implica poco gasto, sino que genera tanto valor!

¡Defendámoslo!

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Las familias y el apoyo a la creación, al arte y al significado del teatro.

El teatro que habla y Pluto en marcha

Nora es una de las mujeres que no resultó indiferente. Mientras paseaba por Corrientes se topó con la caravana y se sumó con canto y aplauso. “Me resulta muy conmovedor porque están defendiendo lo más precioso que tenemos, nuestra posibilidad de seguir creando. Esta puesta en escena me emociona, es poner en escena el deseo”.

¿Vas al teatro? “Todo lo que puedo, cuando puedo pagarlo”.

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Los besos vuelan.

Las niñeces se sintieron muy atraídas por la caravana y no dudaban en acercarse a saltar y aplaudir. Frente al Teatro General San Martín, hicieron una parada y allí el Teatro habló:

  • Ay, ay, ay, me duele todo
  • Teatro, ¿qué pasa?
  • ¡Me dieron una piña en la cara! Y en la panza y en las piernas. ¡Me tiembla todo!
  • ¿Por qué?
  • ¡Quieren desmembrarme!
  • ¿Quién?
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  • El teatro explicándo por megáfono la situación.
  • El decreto 345 quiere vaciar mi instituto
  • ¿Al instituto  que produce obras y abre salas en todo el país? ¿Al instituto que genera trabajo y construye cultura e identidad?
  • Sí. (El Teatro llora y casi se desvanece)
  • ¡Cuidado el teatro se desmaya!
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  • Al teatro le da un soponcio.
  • Yo les juro, no hice nada, el instituto recauda los impuestos que pagan los medios de comunicación y los juegos de azar, pero parece que no sirvo para nada
  • ¿Qué serían las noches sin tus risas y tus lágrimas? ¿Sin tu forma de imaginar? ¿Sin que nos animes a encontrarnos?
  • ¿Alguien vio un teatro? (Señalan a los distintos teatros de calle Corrientes y gritan: ahí, ahí)
  • ¡Quiero vivir! (grita el Teatro).
  • Si, acá estamos y nos organizamos– replican todas la voces.
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Pluto junto a las familias en la calle, observando y aplaudiendo.

La escena de un Teatro golpeado pero en resistencia, revitalizado por la suma de voluntades que lo quieren vivo, se repitió en la puerta del Teatro Astral, donde mucha gente salía de una función infantil. Una vez más, muchxs se acercaron y acompañaron. Pluto, o la persona con el disfraz del famoso perro creado por Walt Disney, saludaba niñxs a su paso aprovechando la alta concurrencia del Astral.

Una vez finalizada la performance del Teatro que quiere seguir contando historias, la caravana emprendió el regreso hacia el lado del Obelisco. Y hasta Pluto decidió abandonar el teatro comercial y se sumó a la fiesta del teatro independiente, mientras otra mujer con su familia se hacía oír con cuatro palabras: “¡Que viva el teatro!”

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Más allá de tu vereda: un documental sobre personas en situación de calle en CABA

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Más allá de tu vereda.

Así, a secas, es el nombre del documental que acaba de estrenarse. 

No es un documental más. Así se llama el programa de radio de y para personas que viven o vivieron en la calle, que se realiza semanalmente en la organización Sopa de Letras. Esta cobija y aborda la problemática así como la salud mental, desde hace más de 10 años en el barrio porteño de Parque Patricios.

El documental explicita la importancia de la radio, el valor de la comunicación, la potencia de lo colectivo, la necesidad de comunicarse, y que alguien escuche del otro lado, o mejor aún: al lado. Y también refleja la historia de Víctor Rodríguez Lizama, su director, que tiene 64 años y vivió varios en situación de calle.

El Cuervo, como le dicen a Víctor por su fanatismo por San Lorenzo, visibiliza en primera persona junto a otrxs protagonistas lo que se ve a diario, pero no tanto. Lo que se sabe, pero no tanto. 

En Más allá de tu vereda, Víctor entrevista a muchos de los integrantes del programa que se emite en Radio Parque Vida (105.9) desde hace más de tres años.

Marcela dice que antes sólo escuchaba. Y que ahora se animó a decir.

Luciana dice que perdió un poco la timidez. Y que, quizá, eso la ayudó a crear la sección “la música que nos hizo”. 

Cata dice que encontró un espacio para hacer arte. Para animarse a leer sus poesías.

Alicia dice que antes hablaba “poquito”. Y que ahora “habla un poquito más”. 

Lautaro habla cuando llora, emocionado. Dice que no tenía experiencia. Y que ahora se sorprende de sí mismo.

Juan Bautista dice que es el encargado de informar las noticias. Y que ahora sí, alguien escucha su punto de vista.

Cristian dice que está más atento a su alrededor. Tanto, que ahora se anima a opinar.

Víctor dice que hasta no hace mucho, había personas que no agarraban el micrófono. Y que ahora no lo quieren soltar.

Termina el documental, con una última imagen; pantalla en blanco y una sola línea en letras negras.

«A todos los que estuvieron en situación de calle y ya no están».

Hay aplausos, hay felicidad, hay valoración. 

Hay orgullo.

Luego, se abre el micrófono para que quien quiera diga lo que quiera. 

Jorgelina: “Hagamos más radios”.

Adrián: “Podría estar en cualquier otro lado, haciendo cualquier otra cosa en este momento y gracias a ustedes estoy acá, me ayudaron un montón desde lo emocional”.

Cierra Víctor Rodríguez Lizama, con la remera puesta de su San Lorenzo querido y su pelo repleto de canas:

“La finalidad de este documental es mostrar cómo a través de la salud mental podemos llegar a la gente invisibilizada, que está ignorada. Ojalá que se reproduzca en otros lugares, que sirva de herramienta para salir adelante. Hoy hay mucha más gente viviendo en situación de calle. Además de haber vivido mucho tiempo, participé de los censos populares. Recientemente censamos en la comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución) y sólo acá contamos 1480 personas, por donde vos camines están. En la olla popular que hacemos en el Parque Lezama se ve algo similar al 2001. Más personas en calle y más hambre”.

Detrás del Cuervo hay un pizarrón donde se completa al nombre de su documental: 

“Más allá de tu vereda,

hay otra realidad,

atrás de tu puerta”.

Al costado, un mural con un puñado de palabras escritas en letra cursiva: 

“Hasta que no quede ni una sola persona en situación de calle, 

allí seguiremos estando”.

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