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Envenenados: Eric Sadin, filósofo francés
En su paso por Argentina, analizó el fenómeno Milei a la luz de su premonitorio libro La era del inviduo tirano (2020), que describe muchas de las cosas que están sucediendo y permite entenderlas como parte de un fenómeno global: sociedades sin creencias, sin red y sin ley, con “plataformas de exhibición” (ex redes sociales) donde la ilusión de participar se alimenta de dos venenos: odio y rencor. Esta es apenas una síntesis provocadora: compartimos fragmentos de su charla traducida en la Untref como parte de la necesidad urgente de pasar de la palabra a la acción cotidiana para empezar a re-construir “un mundo común”. Por Franco Ciancaglini.
Hace cuatro años Eric Sadin escribió un libro premonitorio, publicado aquí en 2022: La era del individuo tirano. El fin de un mundo común.
En él planteaba la idea de que la mayor parte de las sociedades del mundo habían llegado a tal punto de desilusión y amargura (tanto a nivel político como patológico) que “ya no pueden creer en ningún proyecto colectivo”. Esto, dijo, se traslucía en un “estado de ingobernabilidad” que generaría un “nuevo posicionamiento de los individuos” ya no detrás de una creencia común (“un mundo común”) ni ya del invidividualismo liberal, sino a través de un estado del espíritu marcado por el resentimiento y la necesidad de buscar “una revancha personal sobre las instancias de poder y, más ampliamente, sobre el orden del mundo”.
De Francia 2020 pasamos a Argentina 2024: Milei. Sadin se acomoda en la silla que le cedió la Universidad Nacional de Tres de Febrero –en pleno recorte universitario con motosierra– junto al docente y crítico literario Daniel Link, y patea el tablero cuando le piden que hable sobre inteligencia artificial (por su otro libro recordado: La inteligencia artificial o el desafío del siglo): “Voy a hablar de algo urgente”.
Durante dos horas situará las premoniciones de su libro en Argentina, con referencias europeas, para actualizar su diagnóstico y llamar a una contra-propuesta frente a los gobiernos mercantilizadores y las “redes sociales” –a las que llama “plataformas de exhibición”– y para recuperar proyectos de futuro con creencias y redes comunes.
Milei
“Desde las elecciones en Argentina, en la campaña electoral, la escalada de la popularidad o la visibilidad de Javier Milei y su elección, produjo un fenómeno –lo que vi a través de las reacciones, en posts que leo– como si dos años después el libro (La era del individuo tirano) cobrara una pertinencia particular en relación con el paisaje argentino. Pero no basta con decir esto, porque las cosas cambian de tal manera que lo que quisiera hacer esta noche es actualizar los análisis que pude hacer en ese momento, para plantearlos y actualizar cómo las cosas se agravaron. Hubo, también, probablemente una conjunción entre un ethos global, un estado de la psiquis, cosas que se agravaron después de ese libro, y en particular en Argentina 2024. No se parece a nada de lo que hemos conocido hasta ahora. No tiene nada que ver con lo que conocimos históricamente. Para mí, sería algo perezoso acercar períodos históricos. De lo que tenemos que hablar hoy es de articular una situación global, el estado de nuestra psiquis, de la situación social y política local argentina, que es totalmente singular. ¿Es analizable? Creo que sí”.
Sin fe
Podemos determinar los tiempos que estamos viviendo a través de dos privaciones, de cosas que faltan. Bajo el signo de la privación podemos pensar. La primera cosa, a mi juicio: una época sin fe. No hablo de la fe religiosa. Hablo de la fe. La fe querría decir algo así como masa de individuos en su pluralidad, masas que dan crédito. La fe siempre está adelante nuestro, y es una base. Tenemos fe en algo, es una base de principios, valores, delante de nosotros está, nos permite ir más allá del tiempo, con más comodidad, seguridad, felicidad quizá, seguramente con más confianza. Fe querría decir también “creencia”. No creencia religiosa, “creemos”, creemos más o menos juntos, tenemos creencias no en el sentido de opiniones forjadas subjetivamente sino creer en términos de que “hay algo” (hace un gesto de mano hacia adelante). Algo que viene, que es posible. Un período sin fe entonces. Sin fe. El futuro tal y como se presenta no está adosado a una fe, ni a una creencia. Hay formas de esperanza, de seguridad, pero sin fe. Vamos a ver quizás – me gustaría– a qué nos induce, a qué nos conduce una época sin fe, sin creencia en un proyecto”.
Sin redes
Y la segunda dimensión privativa: sin redes. Una época donde no hay red. Individual y colectivamente, no hay red, no hay protección: todo puede pasar. Y en términos de riesgos. Riesgos existenciales, riesgos en la vida cotidiana, riesgos individuales, riesgos colectivos. Porque vivimos un shock tras otro. Estoy teorizando la noción de electroshock actualmente. Y es mucho más que considerable lo que hemos pasado, hay fechas emblemáticas: el siglo comenzó en septiembre de 2001, un shock: una asimetría, un grupo de individuos dispersos que humillan a la primera potencia militar y económica del mundo con una forma de asimetría que está marcando un montón de cosas. Desde entonces no hemos parado de vivir shocks a distintos niveles: esto lo analizo en el libro La época del individuo tirano. Todos estos shocks hacen que la amenaza nos rodee permanentemente. La amenaza sobrevuela. Y vivimos desilusiones, una tras otra”.
Desilusiones
Y creo mucho en eso hablando de Argentina: nuestra historia está hecha de promesas, creencias. Tuvimos la impresión –las generaciones anteriores– que esa estructura de pacto de confianza entre el individualismo democrático –cada uno tiene derecho de hacer lo que quiere respetando reglas, normas… la ideología liberal en un marco común en el que todos íbamos a estar bien– ya no está. Es nuestra historia compuesta de desilusiones, de sufrimientos, de crecimiento de las desigualdades, de las precariedades: en un momento dado, todo eso choca. Somos esa historia, y en particular nosotros, nuestra generación. Este momento particular con el choque de todos estos factores”.
¿Participar?
Cuanto menos servís te dan herramientas que te hacen sentir potente. El auto viene a buscarme, le pongo nota a la gente. Y más aun: tengo la manera de poder hacer valer mis opiniones, según la interfaz de 140 caracteres, ahora son más… un formato que fomenta el régimen asertivo. No se puede desarrollar nada en tan pocos caracteres. ¿Qué favorece esto? No hablo de redes sociales, porque forja una impresión que no es tal; las llamo plataformas de exposición de uno mismo, plataformas de la expresividad. La expresión del rencor, del odio, todo esto correlacionado con el hecho de que estas herramientas también representaron nuevos canales informativos. Y eso es una dimensión crucial, por la cantidad prolífica de mensajes que permiten las plataformas, mensajes en los que no se puede desarrollar nada además de la asertividad”.
In–justicias
Sin red, sin fe y podría agregar: sin ley. Es muy grave lo que estoy diciendo. ¿Por qué digo esto? La semana pasada una pareja del sur de Francia fue detenida por la policía y dijeron que no pagarían más multas. Dijeron: ‘todas las leyes francesas vienen de Estados Unidos, y solamente vamos a hacer lo que nosotros queremos a partir de ahora’. Islotes de individuos que afirman su propia ley. ¿Dónde está la fe de esta gente? Cero. Su propia ley, su propio resentimiento, sus propias verdades: con eso basta. Los franceses dicen: basta de patrañas, esto se terminó. Sin fe, sin red, esta gente tampoco tiene ley. Y creo que esto está en relación con lo que está pasando en Argentina. ¿Estas personas qué hicieron? Acuñaron la expresión #Yonocontrato. El contrato social. ¿De qué nos habla esta historia? Rousseau, o más lejos: el contrato social al que le teníamos fe, sobre todo desde mediados del siglo pasado. Y vivimos desilusión tras desilusión hasta hoy. Esas personas son signo de una época. Ni siquiera es una ruptura del pacto de confianza, sino que no hay más fe en ese contrato social. Nadie más cree en eso, lamentablemente. Ya no estamos dentro de ese conjunto que es el que nos describieron”.
Rencores
Ahí aparece Milei. Una persona a partir de todo eso dice: todo es mentira. Nos mintieron, nos traicionaron, eso genera un efecto sobre las masas que piensan lo mismo que él. Un individuo y los individuos. No es un partido político, no hay creencias comunes: un individuo que siente a través del resentimiento y se da cuenta de que la gente no cree en el pacto social. Y propone el pacto liberal, que el individuo funcione y diga: es eso, tiene razón. Milei no dice lo que yo pienso sino que lo encarna. Mis resentimientos, lo que yo puedo expresar. Sin red, sin ley. A partir de esta situación, cuando lo que prevalece es el rencor y solamente las visiones personales replegadas en las propias percepciones, en el propio sufrimiento de cada uno, la historia de humillación, el sentimiento de ser rebajados… es momento del gran ajuste de cuentas. Milei, ¿qué hace? Vamos a ajustar cuentas. Suficiente. ¿Podemos llamar a eso una sociedad? Hablemos de un entorno, compuesto por mapas que pueden mostrar, expresarse, tener más visibilidad que los canales de tele, personas que dicen: vamos a ajustar cuentas. La ineluctable violencia está en aumento. Sin red, sin ley y sin fe, se expresan los propios rencores.
La palabra
Esto adquirió un lugar doble. La primera relación con la palabra, en el marco político, son los representantes; inclusive hemos validado el hecho de que ser político es hacer discursos. Inclusive es solo hacer discursos. Es simplemente eso, el resto es acción convencional. En un momento uno dice: es tanto un discurso que no se corresponde con la realidad, que ese régimen de palabras en el orden político, ya es suficiente: no más patrañas. No creemos más, siempre la misma historia. Doy un ejemplo: Emanuel Macron es un presidente que lo único que hace es hablar. Y no es que habla para no decir nada: habla con la ilusión de que eso es el gesto político. Y no deja de hablar. Pero nadie lo escucha, nadie cree más en él: el crédito es la confianza”.
Pajaritos
Eso en el marco de un dios político, donde lo que prevalece es el discurso. Discursos que encima no tienen eficacia: son promesas incumplidas o ilusiones que no hacen más que brillar. Ese es un veneno, es veneno puro. Pero hay otro veneno más, que nos atañe a todos: es que nosotros, masas de personas, masas de individuos que se ilusionaron con el hecho de que tenían un compromiso político únicamente a través de uso de la palabra. Y un tipo de palabra en el medio de régimen de expresividad en 300 caracteres, sin que esto tenga ningún efecto de acción concreta de la vida cotidiana, sin que esto tenga un involucramiento en la vida cotidiana. Las masas se convirtieron en pájaros –Twitter– que trinan bajo un régimen de resentimiento: “a mí no me parece”, “yo creo esto”… ¿Pero qué haces vos en el marco concreto de las cosas? Esa tensión genera una asimetría en el marco de nuestro conjunto político; la asimetría trágica, terrible, peligrosa, entre el involucramiento en la acción –que es marginal– en relación con la cantidad y el volumen de palabras que no dejan de expresarse sobre el mundo, su devenir y lo mal que está todo. Y la ilusión política de que hay una acción política: la gente hace un post y tiene una posición sobre el FMI… ¿Qué va a producir lo que hicieron? Construye caos. Tienen la ilusión de que están actuando políticamente. Esa asimetría es venenosa”.
Inflamaciones
La manera en que las cosas se contemplan es con la palabra bajo dos dimensiones: la negatividad, y los proyectores, las luces. Lo negativo de la palabra carcome, en un momento te agarra cáncer, eso te come en el interior, es un escorpión. Y lo negativo frente a los reflectores: esto intensifica el caso psiquiátrico. La expresión lo que provoca es temblores. Y lo patológico no viene de exterior, sino que hay focos de inflamación. Se inflaman, y ahí aparece lo patológico. Antes –en una época donde había algo así como equilibrios que existían, la ilusión de un equilibrio– podía haber turbación, podía haber conflictos. Pero, ¿qué sucede con esos focos de inflamación que más o menos ganaron? Focos de inflamación que se multiplicaron, y se agravaron, siembran todo nuestro entorno tanto escala individual como colectiva. Y ahí podemos hablar de un entorno global donde hay dimensiones patológicas. Hay patologías en distintos niveles como un estado interno de la sociedad. El mundo actual y Argentina están afectados por estos focos de inflamación debido a un montón de causas. Pero no quiero terminar con esto”.
Cuidado/s
Tenemos el cuidado, con la patología están los cuidados, la historia de los cuidados. No estamos seguros de que las psiquis inflamadas necesiten cuidados. No tenemos la certeza. Hay que remontarse al origen de lo que nos convirtió patológicamente en desequilibrados. Yo creo –y con esto me anticipo– en la felicidad spinoziana: la felicidad. ¿Qué es esto? La felicidad es estar en adecuación consigo mismo, saber lo que queremos, lo que nos da placer, lo que nos mueve. Lo que hace la vita activa. Hace que tengamos ganas, deseo de involucrarnos en los asuntos individuales y comunes; somos fuerzas actuantes. Esa es la causa y la motivación de la alegría. Un jardinero que sabe hacer lo suyo, eso es lo que le va bien: trabaja todas las mañanas, se mejora, hace su jardín, realiza cosas lindas para un lugar común. Está viviendo en una acción positiva, algo que le da placer, algo que genera reconocimiento y no tiene cuentas que arreglar con nadie. En la felicidad no le endilgamos el trauma a otro: yo estoy bien en mi actividad de jardinero. Pero no basta hablar de un “giro liberal”. Es un cliché, y cuando vean un cliché salgan corriendo para el otro lado.
Lo artesanal
El liberalismo es una época, sí, está bien, pero vamos a decirlo de otra manera, a manera de conclusión: hemos sido privados de nuestra facultad de hacer valer nuestras propias facultades individual y colectivamente. Y remito a la filosofía de artesanado de William Morris: el artesanado es obrar juntos sin perjudicar a nadie, con escalas reducidas. Colectivos de artesanos, diez, quince veinte, no más que eso. Porque las grandes escalas ya generan jerarquías, juegos de poder, sumisión, todo eso está en juego, y de golpe las personas son engranajes de máquinas que son más grandes que ellas. Eso enloquece. Lo que crea equilibrio o fuerza vital es ser plenamente actor de nuestras vidas. Actor implica actuar de manera que respondan de los principios que nos habitan y que nos provea placer de expresar nuestras capacidades, y en un marco colectivo donde nadie es damnificado, sino que construimos conjuntamente cosas y, si queremos ser exigentes, además lo hacemos sin dañar la biosfera. Lo que acabo de decir es una suerte de contra proyecto de sociedad”.
Recuperar lo común
Colectivos, ser actuantes, no esperar que venga de arriba, parar de hablar todo el día expresando el rencor y odio, construir a todas las escalas de la sociedad marcos colectivos que debieran ser sostenidos por el poder público, en lugar de financiar las start ups que apuntan a la mercantilización de nuestras vidas. Sostengamos esos colectivos públicos con marcos de acción claros, donde se obra conjuntamente sin dañar a nadie, con efectos de complementariedad de las personas, que utilicen materiales que no dañen al medioambiente y participen en el bienestar común. He aquí algo que no solamente es cuidado sino herramientas, horizontes que sin dudas nos permitirán luchar contra la inflamación patológica y peligrosa que estamos viviendo. ¿Tenemos la conciencia y la voluntad para inscribirnos en esa dimensión? No lo sé. Pero para terminar –y es muy evidente que mi opinión quizá no valga nada, pero eso es a lo que yo llamo y digo: hay que llevarlo a cabo (a ese anteproyecto) urgente y realmente en el marco de nuestras realidades cotidianas”.
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