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Misión imposible: la ¿increíble? historia de Sabrina Ortiz
Ella, como sus hijos y como muchas personas de Pergamino, se enfermó por agrotóxicos. Perdió un embarazo de casi 6 meses y tuvo dos ACV. Como no encontraba abogados que la defendieran estudió Derecho y se recibió. Con pruebas y argumentos llegó a la Corte Suprema, que le dio la razón: se corrió la frontera de las fumigaciones. Fue amenazada y atacada, pero el caso de su ciudad es parte de una denuncia internacional contra Bayer/Monsanto. Por Sergio Ciancaglini.
Si esta fuese una película de suspenso la primera imagen podría ser la de Sabrina Ortiz con su hija Fiamma en brazos. Sale a mirar el día de sol. Una avioneta sobrevuela el campo vecino a su casa. Sabrina y Fiamma sonríen. Están en Pergamino, provincia de Buenos Aires, y así se dispara una historia violenta y asombrosa que Sabrina contó en el Diplomado en Periodismo y Comunicación Ambiental Dr. Andrés Carrasco. Una historia sobre el presente que explica mucho sobre la oscuridad, la política, la medicina, el derecho, la corrupción, las vidas y las muertes. Y sobre una persona que logró lo que nadie podía imaginar.
“Soy docente en salud, nací y crecí en Pergamino y vivía en el barrio Villa Alicia” cuenta Sabrina con voz serena y buscando siempre explicar los detalles: “Había hecho mi casa al lado de la de mis padres, en el límite urbano, a diez metros de ese campo. El propio Poder Judicial hizo la medición. Ahí producían soja transgénica y fumigaban”. La soja es un monocultivo destinado principalmente a la exportación para alimentar ganado, y lo transgénico es lo que permite que sea inmune al glifosato, 2-4D, atrazina y otros productos y combinaciones de pesticidas destinados a matar las llamadas malezas.
La quemazón del cuerpo
“Mi nena era muy chiquita. Empecé a ver que le pasaban cosas en el cuerpo cuando se fumigaba en los campos vecinos. Se brotaba, se inflamaba y se le desprendía parte de la piel, tenía dificultades respiratorias. El médico le colocaba un inyectable, cremas, pero no planteaba cuál podía ser el origen del problema. Decía que era una alergia. Mis padres empezaron con problemas y yo tuve mareos, dolor de cabeza, inflamación y como una quemazón en la garganta, la nariz, la lengua”.
Era 2011: “Tuve mi segundo embarazo. Estaba de casi seis meses. Un día sentí que el aire estaba irrespirable, tuve náuseas fuertes, dolores. Fui a la clínica, pero era tarde: perdí el embarazo”. Ella quería saber qué había pasado: “Me decían que era multifactorial, que las fumigaciones no tenían nada que ver. Pero al perder el bebé el médico me dijo: ‘Mirá, esto claramente es una intoxicación, pero si yo te firmo y sello que esto fue por agroquímicos a mí me salen a matar’”.
Sabrina terminó de entender todo. Hizo una denuncia judicial y empezó a investigar el tema: “En la zona de Pergamino (115.000 habitantes) el 70% de la producción es soja, y se usan 3.100.000 kilos/litros de agrotóxicos por año. Pero no hay ningún especialista en toxicología en el hospital zonal ni en las clínicas privadas. Siempre vinculo esto con un sistema que está preparado para encubrir, para callar, y que las cosas parezcan un problema personal o familiar, una desgracia que andá a saber qué la causó”.
El click
El relato se acelera. Sabrina acudió a la justicia, al hospital, al municipio, al Concejo Deliberante: “Iba como madre a pedir ayuda, no tenía en mente generar ningún conflicto, solo necesitaba que alguien me dijera: ‘Quedate tranquila mamá, que vamos a ver qué pasa en el territorio’. O que hicieran algo. No tenía medios para mudarme, me había comprado el terreno y proyectado toda una vida, hice mi casa con mucho esfuerzo. Pero nadie escuchaba. Frente a todo esto empecé a tener complicaciones a nivel emocional”. Le dieron espacio en algunas radios para contar lo que le ocurría, y comenzó a recibir mensajes de vecinos de la zona con toda clase de problemas de salud, cada vez más graves: cáncer, linfomas, leucemias, problemas de tiroides. Nacía la Asamblea por la Protección de la Vida, la Salud y el Ambiente. “Eso ayudó a que no nos sintiéramos solos. Pero no conseguíamos abogados, ni siquiera los que se decían ambientalistas, que muchas veces son asesores de las empresas y los productores”. Quedó nuevamente embarazada. En 2013 nació su segundo hijo, Ciro. La asamblea presentó un proyecto de ordenanza para regular lo que el sistema de agronegocios llama “fitosanitarios” (los pesticidas).
“Pero mi hija Fiamma seguía enfermándose, yo también, seguían las fumigaciones. Sentía que me moría. Me quedé varios días en cama sin querer levantarme ni hacer nada. En un momento Fiamma vino a buscarme a la habitación. La miré y algo me hizo click. Pensé: ¿quién va a hacer algo por ella? La opción era tocar fondo y hundirme, o levantarme y hacer algo para protegerla. Pensé: si no hay abogados, tendré que hacerlo yo misma. Esa mañana decidí estudiar Derecho”. Comenzó la carrera en La Plata a los 30 años. “Quería hacerla rápido. Sentía que estaba ante una bomba de tiempo”.
Cuando explota tu sistema
La bomba de tiempo de calamidades parecía ensañarse. Sabrina tuvo un ACV (accidente cerebrovascular, que bloquea la irrigación sanguínea al cerebro y puede provocar la muerte) en 2014. Logró reponerse. Se aprobó el proyecto de ordenanza reclamado por los vecinos: las fumigaciones debían alejarse a 100 metros de las viviendas. Ella seguía estudiando Derecho, pero tuvo un segundo ACV en 2015. Lo superó: “Muchas veces sentí que me moría” dice ahora.
El productor que fumigaba el campo vecino, Mario Roces, llegó a la casa un día de 2016 armado y gritando “estos negros se tienen que morir”. Por lo pronto mató al perro de Sabrina y disparó contra una de las paredes de la casa. “Me quedé paralizada”. Al día siguiente se encontró en el supermercado a Fernanda, la hija de Roces, que le dijo: “Somos los fundadores del barrio, si mi papá quiere te mata y no va preso”. Le tiraron bidones de agrotóxicos en la puerta de su casa y ramas de soja en el auto.
Cuenta Sabrina ante un Diplomado que escucha azorado: “Fiamma tuvo complicaciones. Era una nena que vivía en el club, que hacía muchas actividades, y de un día para el otro no podía moverse. Recorrí 15 instituciones, la internaban semanas sin saber qué era. Tenía quistes en sus huesos. Fue un tiempo muy difícil, estuvo un año y medio en silla de ruedas y sin poder mover las manos. Tuvo que terminar la escuela con maestra domiciliaria. Y a Ciro se le inflamaban la garganta y la boca, hasta que le descubrieron cadenas ganglionares en los intestinos. ‘Explotó su sistema inmune’ me dijo una toxicóloga. Tenía 3 años y adelgazó cinco kilos. Tampoco sabían la causa. Hicieron estudios, biopsias hasta que nos mandaron a Toxicología del Hospital Austral de Pilar, donde nos hicieron estudios con los laboratorios Fares Taie de Mar del Plata”.
¿Resultado? “Teníamos agrotóxicos en niveles alarmantes. Ciro tenía 120 veces más que lo tolerable. Fiamma 100 veces más y yo 58. En mi caso las sustancias neurotóxicas son las que muy probablemente causaron los dos ACV, me explicaron los médicos. Mis hijos tuvieron que pasar por tratamientos incluyendo agentes quimioterápicos. También nos hicieron estudios en la Universidad de Río Cuarto, la doctora Delia Aiassa, que nos detectó daño genético a los tres que no sabés cuándo ni cómo se puede manifestar. Era un día a día sin saber hacia dónde íbamos”. En esa pelea de vida o muerte, a fines de 2017 Sabrina logró lo impensable: se recibió de abogada.
Cuando le menciono el cúmulo de trivialidades por las que vivimos quejándonos muchas veces, intoxicando el ambiente de mala sangre inútil, o la cantidad de cosas que no hacemos inflamándonos de excusas, Sabrina simplemente sonríe.
Millones de razones
El caso no es individual. En la MU 163 (2021) Francisco Pandolfi relató la plaga que ataca a Pergamino, que se puede sintetizar en un párrafo de Alejandra Bianco, por nombrar solo a otra de las vecinas que llevaron adelante las denuncias: “A principio de 2018 se enfermó Sergio, mi ex pareja, de un cáncer de páncreas e hígado sin posibilidad de operar. Falleció en diciembre pasado; en marzo último, Sandrita, mi amiga, mi hermana, murió de cáncer de huesos; a mi hijo Benjamín le detectan púrpura trombocitopénica (trastorno de la sangre) y a mi hijo Ignacio cáncer de tiroides, ambos a sus 17 años; a mí me quitaron el útero, 12 tumores tenía. Un cuerpo minado. El dueño de la casa donde vivíamos, cáncer de testículo; junto a mi casa, un matrimonio con cáncer; pegado a ellos, Juan, cáncer de estómago. A la vuelta: Guada, cáncer de lengua; Gloria, cáncer de intestino y de colon; una familia entera: la mamá cáncer de intestino, el papá de garganta, el hijo de lengua. Mi actual pareja trabaja en el campo, va de cuerpo con sangre y aún no saben lo que tiene”.
Sabrina se queda pensando: “En mayo falleció Florencia Morales, amiga, gran persona y la pude representar. Murió a los 41 años, dejó tres hijos muy chiquitos. Ella contó cómo hasta los pájaros y los perros parecía reventados por las inflamaciones. Ella tuvo tres tumores. Era una persona con mucha luz. Todo el tiempo estamos hablando de gente con nombre, apellido, rostro, ganas de vivir. Nos trataron como si no existiéramos”.
La flamante abogada Sabrina Ortiz se presentó ante el Juzgado Federal nº 2 de San Nicolás en 2018. El juez Carlos Villafuerte Ruzo tomó la causa. Cuenta Sabrina en el encuentro del Diplomado: “Primero fui a la justicia provincial, pero en tres meses no hicieron nada. Hice la denuncia anónima en San Nicolás, y vi que a los pocos días habían hecho siete diligencias muy lógicas. Ahí me presenté formalmente. Tenía cero experiencia, hice la pedagogía al revés: me presenté en el caso más complejo. Pero amplié con todo lo que tenía sobre mi familia y sumamos más de 70 historias clínicas para que fuese una causa no individual sino colectiva”. (Aclaración: no todos necesitan llegar a la hazaña de estudiar Derecho para defenderse. Como lo explicó el fiscal Gustavo Gómez en la MU 174, cualquier persona o grupo que se siente afectado puede presentar querellas penales contra quienes afectan al ambiente, al menos mientras haya tantos abogados tan poco parecidos a Sabrina).
Cuenta ella que a esa altura ya habían querido sobornarla: “Me dijeron que si me callaba y me quedaba tranquila ‘va a haber millones de razones para vos’. Eso te muestra la corrupción de este modelo”.
Juicio, castigo y berridos
El juez dictó el procesamiento de los productores responsables de las fumigaciones: Fernando Cortese, Mario Roces y Víctor Tiribo. Ordenó un análisis del agua de red de Pergamino por parte del INTA de Balcarce que detectó, según las zonas, 18 y 19 sustancias agrotóxicas. “El 45% eran cancerígenas y el resto disruptores endócrinos que generan daños hormonales y enfermedades de todo tipo” explica Sabrina. El INTA de Pergamino, en cambio, apeló los fallos judiciales para poder seguir fumigando sin restricciones. El juez Villafuerte Ruzo ordenó además al municipio que garantizara el abastecimiento de agua sana a todas las zonas afectadas. El intendente de Juntos por el Cambio, Javier Martínez, apeló cada resolución del juez, incluida la del agua potable. “Lo único que le interesó siempre es defender al agronegocio y a las corporaciones, sin importar la salud de la gente. En la demanda éramos tres barrios y se agregó Santa Julia, donde había 53 casos de cáncer en ocho manzanas. Todos los relevamientos sobre las enfermedades los hacían los propios vecinos”. Otro detalle: los Roces (padre e hija) fueron procesados y embargados por las amenazas a Sabrina.
El siguiente paso del juzgado fue dictar una cautelar por la cual alejó las fumigaciones a 1.095 metros en el caso de las terrestres, y a 3.000 metros las aéreas. Sabrina: “El intendente salió a decir que era falso lo de la contaminación, que estaba comprobada”. El productor Cortese le envió a Sabrina un mensaje poco sutil: le iba a pegar un balazo en la espalda y la iba a dejar paralítica (eso es poca confianza en las armas de fuego).
Hubo nuevos muestreos del agua: en 2020, tras las restricciones, se comprobó que la concentración de pesticidas había bajado en un 50%. Se abrieron causas contra el intendente por incumplir la orden de abastecimiento de agua, y contra funcionarios municipales por incumplimiento de los deberes de funcionario público, por permitir en ciertos casos la continuidad de fumigaciones prohibidas.
Todas las apelaciones llegaron a la Corte Suprema que en marzo de 2023 confirmó la cautelar de Villafuerte Ruzo. El caso de la mujer que tantas veces se había sentido al borde de la muerte había triunfado en las máximas esferas judiciales. Curiosidad argentina: la empresa Bayer, dueña de Monsanto (fabricante de los pesticidas más difundidos) instaló en el hospital público de Pergamino salas de espera con sus logos y emblemas incluyendo la “sala verde pediátrica”, como forma de higienizar su imagen: vende los venenos y dona lugares de espera para los pacientes afectados. Más recientemente el caso de Pergamino ha formado parte de una denuncia regional presentada ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE): “La empresa no ha abordado adecuadamente los graves riesgos medioambientales y de derechos humanos vinculados a su modelo de negocio en la región”, dicen los organismos denunciantes, incluyendo al CELS.
Retoma Sabrina su relato: “Yo me sentía sola, pero tuvimos el apoyo de la ciencia digna, de médicos como Medardo Ávila Vázquez y Delia Aiassa, del ingeniero Marcos Tomasini, el doctor Damián Marino (fallecido en diciembre de 2023), de tantos que no quiero olvidarme. Ahí se mostraban todos los efectos investigados por ejemplo por el daño genético: tumores, leucemias, malformaciones, abortos espontáneos, autismo. Siento que detrás de todo esto que llamamos agrotóxicos está lo que debe llamarse sacrificio humano, que va mucho más allá de los expedientes y que sigue pendiente de cambiar. Como que nuestras vidas no valen nada para nadie. Pero no es así: todos somos alguien”.
Se escucha un berrido inesperado y ella sonríe. Se ha despertado Brunito, el tercer hijo de Sabrina, nacido en agosto último. Dice la mamá: “Sentí mucha bronca, pero nunca odio. Siempre digo que a los gigantes hay que limarles las patas, desde abajo. El tema es ver cómo te plantás, cómo tomás la situación para saber de dónde tomar fuerzas para modificarlo. Conocí mucha gente y pudimos hacer muchas cosas. Además, estoy en la RENAMA, la Red de Municipios y comunidades que fomentan la agroecología, que te demuestra que otro modelo productivo es totalmente posible, compatible con la salud, con la vida. No vi a nadie volver de la muerte producto de este modelo enfermizo de los agrotóxicos, de este sacrificio humano. Yo tengo confianza. No somos pocos: estamos desparramados. Pero se va a lograr”. Brunito da muestra ante el Diplomado de la potencia de sus pulmones: una nueva vida que parece estar de acuerdo con toda esta historia.
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