Mu199
Chiachio & Giannone: la urdimbre y la trama
Aprendieron a bordar en 2001 ante la falta de recursos para pintura. Crearon así, 150 obras después, una muestra increíble en la que reflejan comunidad, y a ellos mismos. La universidad pública, lo LGTB, la memoria, el tiempo y el contexto: la historia apasionante de un artista con dos cabezas y cuatro manos que crea belleza, mientras el mundo se derrumba. Por Claudia Acuña.
Hay momentos en los cuales hacer cosas en este país puede parecer muy complicado. Hacer cosas concretas, digo. Tangibles, reales. Hacer de las convicciones una práctica y en ella, con ella, algo. Eso digo. Y hacer que dure, y ocupar el espacio. Son aquellos momentos en los que lo horrible paraliza, y ahí, justo ahí, hacer algo, y que sea bello. Eso digo. Con lo que hay, con los escombros del derrumbe, con lo poco, con lo escaso. Saber buscar en esa miserable realidad aquello que nos enriquece: la memoria, la imaginación, el deseo. Y el amor, claro, porque ese abrazo que nos protege es el que enciende el aliento, la alegría, las ganas.
Estoy en un museo –Colección Amalita–rodeada de 150 obras que fueron realizadas durante veinte años por un artista que tiene dos cabezas y cuatro manos: Chiachio & Giannone. Así, en aquellos tremendos meses de 2003, comenzaron a hacer Leo y Daniel, dos artistas enamorados en el arte y en la vida. En tiempos en los que no había nada, lo tenían todo y lo sabían: la técnica –uno, nacido en Banfield, criado por la educación pública; otro, cordobés, administrador de empresas y autodidacta–; la causa –luchar contra la discriminación, esa peste engendrada por la violencia patriarcal– y la necesidad de expresarse, esa que llamamos arte. Ambos pintaban, pero en la crisis post 2001 no había recursos para comprar pintura. La leyenda dice que fue entonces cuando a Leo le regalaron una bolsita con hilos y agujas. Así nació “Sebastianos”, la obra que nos recibe en esta retrospectiva, bordada a mano con hilos de algodón sobre dos metros de tela de jean. Dirá ahora Daniel delante de la obra: “En realidad, nosotros nos definimos como pintores y nunca nos fuimos del territorio de la pintura. La actitud que tenemos hoy, ante una mesa donde hay planchas, tijeras, hilos, agujas, telas, es la misma que teníamos cuando teníamos bastidores, caballete, pinceles, óleos y acrílicos. La técnica que decidimos utilizar al momento de comenzar a trabajar juntos, y al tener un proceso creativo de a dos fue el bordado, porque encontramos en ello la posibilidad de poder aplicar todo lo que sabíamos hacer, que es manejar el color. Además, es una técnica con la que no nos identificaban a Leo Chiachio y Daniel Giannone, pero sí era posible que comenzaran a identificar a Chiachio & Giannone”.
Completa Leo: “En realidad, nunca hubo una intención desde el comienzo de decir: ‘Vamos a ser esto’, sino que se dio naturalmente. Estas reflexiones uno las tiene mucho tiempo después. Nosotros empezamos a trabajar así naturalmente. Aquí, en Buenos Aires, en una época en la que vivíamos una gran crisis social y trabajábamos un poco en consecuencia de todo el caos que teníamos alrededor. Cada uno tenía una carrera individual, éramos jóvenes entonces… Esas carreras incipientes, en un momento de tanta crisis, se atan con alambre, todo es endeble. Nuestra obra tiene que ver con todo eso, con el momento histórico en el que se estaba viviendo y con producir todo lo que hay. Nosotros empezamos a tomar este concepto, a interesarnos en eso de trabajar con lo que está disponible para pensar proyectos de éxito, no de fracaso. Entonces, partimos de trabajar con lo que hay, y lo que había eran cosas a las que había que darles una segunda oportunidad, una segunda vida. Por otro lado, lo que nos interesaba era que el bordado fuera una técnica relegada al mundo femenino, con lo cual, a modo de gesto político, podíamos dar otro sentido a esa voz: una familia homoparental que decide contar su historia con el bordado”.
Sigue Daniel: “Esa técnica que nos unía y que era en común la hacíamos como práctica, pero después nos dimos cuenta de que estábamos haciendo eso como un acto político: dos hombres en pareja, con sus perros, que hacen bordado. Pero también es político y correcto decir: no somos los primeros. Hay una historia detrás que forma parte del arte argentino y del universal que nos antecede y protege”. Hay un saber hacer que no inventaron: lo aprendieron y honran.
Esa fue la primera puntada.
Desde entonces hasta esta muestra –que reúne gran parte de sus trabajos– cada obra los retrata. Recorrerla implica pararse delante de cada momento bordado juntos, verlos crecer, ganar canas, mantener la sonrisa, experimentar técnicas y crear universos a partir de elementos cotidianos –cortinas, pañuelos, delantales– y enormes tapices, hechos con telas rescatadas y reutilizadas. Todos bordados, todos eternizando la estampa familiar: Leo, Daniel, y Piolín, su perro.
Muchas vidas
El tiempo, entonces, será uno de los hilos que tejen esta muestra.
Un tiempo que el espectador puede mensurar con precisión: cada puntada es el granito que cae en el reloj de arena. Hay obras que insumen seis años de realización, precisa Leo.
Otro tiempo es el de la Historia, en este caso la del arte argentino, y tiene dos relojes: uno, el sintonizado por el curador de la muestra, Leandro Martínez Depietri, quien se encontró con una forma de trabajo inesperada: “Le entregamos la llave de nuestra casa y nos fuimos a Córdoba”, cuenta Leo. “Por suerte tenemos todos nuestros archivos de investigación bastante ordenados”, dirá Daniel. Y revela otro de los tiempos con los que trabajan: el de mirar hacia atrás para crear futuros.
Así el tic tac de la muestra marca dos ritmos. Uno creado por Martínez Depietri que arranca con un mapamundi puesto patas para arriba: “nuestra mirada del mundo es desde Argentina”, sintetiza Leo, y recibe a los visitantes con una obra de Fernando Fader –que forma parte de la colección permanente del MNBA– en una escena que retrata a un grupo de mujeres con mantones bordados. Frente a ella, como un diálogo extemporáneo, con las caras sonrientes y bordadas por Chiachio y Giannone.
El otro tiempo es el que marca la forma de trabajo de estos artistas: sus investigaciones. Detrás de cada capítulo que hilvana la retrospectiva hay un método basado en una profunda mirada hacia el pasado como forma de crear futuros. Un ejemplo: indagar en la obra de la peruana Elena Iscué, artista y maestra de escuela, quien reconstruyó y compiló todos los signos del arte pre genocidio español, reconociéndolos por primera vez en la categoría europea de “arte mayor”. Su tarea fue clasificar, conservar y transmitir y ese espíritu es el que intentan rescatar en su obra Chiachio & Giannone al recrear en tapices y cerámicas la obra de artistas mujeres olvidadas por las enciclopedias y que fueron pioneras en el arte textil. “Investigar es hacer memoria”, dirá Leo. Y también agradecer.
Cartografías
El dúo creativo gana una beca de investigación en Shangai y lo que vemos son tapices creados con bolsas de supermercado o los clásicos pañuelos de varón bordados, desde donde nos miran y los miramos, ataviados como emperadores.
Luego serán coyas o indios guaraníes, cuando se refugian en el Tigre. “Nunca fuimos catequizados. Lo que hicimos fue el Carnaval. El indio disfrazado de senador del Imperio”, escribía en 1928 el poeta brasileño Oswald de Andrade en su Manifiesto antropófago, y mucho de ese espíritu late en cada una de estas obras. En ese juego de trasvestirse, la pareja gay se transforma en indios con flecha y arcos en medio de una selva donde su familia se amplía para incluir monos, papagayos, árboles y flores. Tiene cinco metros por tres, comenzaron a hacerla en 2013, la culminaron en 2019 y forma parte del premio de la Cité Internationale de la tapisserie que ganaron en Francia y que les permitió traducir esa misma imagen de la pintura al bordado y al tapiz. “El bordado se produce en una trama, es decir en una tela, mientras el tapiz en una urdimbre. Nosotros lo que presentamos es una pintura y la propuesta de traducirla en las otras dos: nosotros hacíamos el bordado y los artesanos franceses, el tapiz”, explica Daniel. Es parte del juego que propone la muestra, dirá Daniel: “Los distintos niveles de lectura. Depende de la cantidad de información o formación que tengas vas a acceder a más niveles de interpretación, pero nadie se va a quedar afuera”. Ellos mismos lo garantizan: están presentes y dispuestos a acompañar a los visitantes contándoles desde anécdotas hasta técnicas. Leo y Daniel asumieron, de esta manera, que son parte de la muestra con la aguja y con la palabra. ¿Por qué? En parte porque Leo es docente de la Universidad Nacional de las Artes y su formación y vocación lo llevan a enseñar algo complejo: el entusiasmo.
Dirá Leo: “Imaginar otros mundos posibles es un primer paso, pero no hay que quedarse ahí: hay que concretarlos. El arte te permite eso: hacerlos. Nosotros pudimos ser emperadores, indios o ekekos a partir del arte. Lo vivimos porque lo hicimos. Nos convertimos en todo lo que queríamos ser. Eso es liberador. Así como cuando bordamos tratamos de borrar todo lo que son los límites entre género y oficio, al retratarnos también borramos todo límite, las posibilidades de lo masculino y lo femenino… de sentirnos libres de elegir y optar”.
También porque Daniel está interesado en desplegar su compromiso con los derechos del colectivo LGTB+, y en especial en estos momentos. El corazón de la retrospectiva es un templo desde donde cuelga la bandera de la diversidad realizada con retazos de telas entregadas especialmente por integrantes del colectivo. Eso implicó, por ejemplo, que se tuviera que construir un arco ojival de madera, de ocho metros de altura, que dialogara con el techo de vidrio curvo del museo. “La familia artística LGTB+ bordó mucho su comunidad”, dirá Daniel. “Contar nuestra historia desde la felicidad y como resultado de un proceso creativo no individual, sino en común, es una manera de decir: en este mundo es posible otro mundo. Y el arte lo hace posible. El humor y el amor lo hacen posible. Yo vengo de Córdoba y crecí en dictadura. Salir del closet en un lugar así y en un momento así fue muy tortuoso. Y en un círculo social donde se espera que sigas un camino ya determinado, con un título universitario serio. Y lo que pasó fue que empecé a elegir, simplemente empecé a decidir y es eso lo que me permitió después también decidir cómo quería hacer arte, con qué quería pintar. Rescatar esa rebeldía es algo que nosotros también queremos transmitir”. Para eso justamente está colgado en el museo el traje que usó en su último día de trabajo en las oficinas de la contaduría de una corporación, ahora preciosamente bordado.
Dirá Leo: “Nosotros somos lo que somos porque hubo una generación detrás que hizo cosas para que nosotros estemos acá. Hay otros que hicieron cosas para que nosotros seamos. Yo no puedo pensar solo, aislado de un contexto. Mi formación es en las escuelas públicas de arte, entonces tenés que pensar que hay políticas públicas que pagaron esas escuelas para que yo tuviera educación. Existen instituciones, como el Fondo Nacional que ayuda a los artistas, y así miles de cosas. No puedo pensar un ‘yo’ aislado de todo. Por eso, a veces pienso en esta ruptura del ‘yo’ como algo en pos de lo social. La derecha está avanzando a pasos agigantados y que haya una muestra así en estos momentos está hablando mucho de la necesidad que tenemos de defender nuestros derechos. Nuestra obra funciona como un espejo: es el reflejo de una comunidad. Son cosas que hoy nosotros podemos decir por el poder que tiene la imagen, por el lugar donde estamos y por la necesidad que seguimos teniendo de hablar en voz alta de estos temas en todos los lugares posibles y con todas las personas posibles. Estamos acá, en este hermoso museo, hablando con ustedes desde hace un montón y nos sacamos unas fotos divinas. Hoy podemos hacerlo a pesar de que el mundo se derrumba…”, dirá Leo sonriendo.
¿Por qué?
Porque el nuestro, con eso que para otros muere, nace.
Mu199
La flor más bella
Cooperativa de recicladores Bella Flor. Son 205 personas en San Martín dedicadas a la gestión de residuos: la empresa más grande de la zona. Crean trabajo y comunidad con lo que otros tiran. Hicieron una escuela, un centro comunitario, comedores, convirtieron la cárcel en un lugar de convivencia y educación. Lo narco y lo electoral. La imagen de los espejos y las reflexiones sobre la belleza. Por Francisco Pandolfi.
Mu199
Juan Monteverde: recuerdos del futuro
La verdadera batalla cultural. La política de lo concreto, de un tambo recuperado a una empresa pública de alimentos. El fracaso de los impostores. La debilidad de Milei. La “ley bases” que falta. Lo narco. El referente de Ciudad Futura de Rosario: su hipótesis contra la teoría de la derechización de la sociedad, y lo que pasa cada mañana al levantarnos. Por Sergio Ciancaglini.
Mu199
Medios enteros: la comunicación autogestiva frente a los ajustes
Diarios recuperados, revistas culturales e independientes, medios digitales, radios y canales comunitarios proponen disparadores para una agenda común en tiempos sísmicos. La pauta, los fondos de fomento, las redes. Los errores, aciertos, apuestas, estrategias, incertidumbres. El modo ultraderecha y lo que se viene. El público y las voces de la diversidad cultural que se plantean el objetivo de regenerar la comunicación. Por Lucas Pedulla.
- ActualidadHace 1 semana
Marcha nacional antifascista y antirracista: a moverse
- Pueblos originariosHace 4 semanas
El show de Bullrich que no fue, la reivindicación mapuche que sigue
- ActualidadHace 1 semana
30 preguntas desde la comunidad travesti a nuestras disidencias: un llamado a la acción y la autocrítica
- ActualidadHace 2 semanas
La actualidad en una foto: la sillicolonización del mundo
- #NiUnaMásHace 2 semanas
La actualidad en una foto: los privilegios del poder
- ActualidadHace 2 semanas
Abrazo al hospital Laura Bonaparte: la locura del modelo
- ActualidadHace 4 semanas
Amenaza de desalojo de la comunidad mapuche de Los Alerces: “Somos un estorbo para sus planes”
- ActualidadHace 4 días
Marcha antifascista y antirracista en 160 plazas de todo el país y 15 ciudades del mundo